Su perro.

Castigo por parte de mi Ama a su pendejo perro.

Puedo verla del otro lado de la habitación completamente cómoda con su desnudez, parece distraída pero por experiencia se que no es así siempre esta un par de pasos por delante de mi, siempre está expectante a que cometa un desliz.

Mi dueña es gloriosa con piernas largas y pechos generosos, su cabello castaño siempre cae libre, libre como ella. Sale de la habitación con aquel conjunto de lencería negra que sabe es mi favorito pero no estoy seguro de que lo haga por mi; camina a la cocina y yo la sigo a cuatro patas y desnudo, solo con aquel incómodo plástico que aprisiona mi pene y no me permite exitarme. Extraño mi collar pero por pendejo no puedo llevarlo.

Esta enojada conmigo, lo sé porque no he recibido mis caricias diarias y también por su cara de indiferencia. Y aunque voy tras de ella se que no recibiré la atención que me suele prestar y me mata, me mata que mi dueña, mi señora, mi ama no me preseste atención es mi peor castigo aún peor que el cinturón que apreciona mi pene.

Llega a la cocina y se sirve un vaso de agua fría y mi agua se hace boca tengo sed, sed de ella, solo quiero adorarla y sentir su piel sobre la mía.

--¿Quieres? Pregunta y al ser la primera pregunta que me hace desde el día de ayer asiento frenéticamente, no puedo hablar si ella no me da permiso. Los perros no hablan. Ante mi mirada expectante la veo vaciar el vaso directamente al suelo y en el más primitivo de mis instintos me lanzo a lamerlo del suelo directo. Jamás había hecho eso antes y ella lo sabe.

--¿Ahora juegas a ser un buen perro? Cuestiona y se que es una pregunta retorica. No puedo hablar aunque el miedo me recorra completo. He sido malo, he desobedecido a mi dueña y la he hecho enojar, ahora tendré que pagar mi castigo.

--Te estoy hablando maldito animal inútil, contesta. Y aunque lo parezca ella no está gritando lo que es aún peor, ella habla con ese tono de voz frío e impersonal que me hace temblar. Con la mirada gacha y a cuatra patas contesto.

--Lo siento, mi Señora, perdone a este pendejo perro...--Y es cuando lo siento, la palma de su mano impactar mi mejilla haciéndome girar y ahora se que todo estará bien, lo merezco, es mi castigo. Mi dueña me ha vuelto a tocar y lo prefiero mil veces a su indiferencia.

--No quiero escuchar tus falsas disculpas, idiota.

--Perdoneme mi ama. No es un juego para mí, le agradezco el tiempo que dedica a mi adiestramiento , a hacerme un buen perro, a educarme. Y siento su mano sobre mejilla esta vez la acuna y dedica una tierna caricia sobre donde recibi el golpe, mi ama nunca pide perdón pero siempre me reconforta. Me suelta y yo ando hacia sus piernas para restregarme contra ella como el perro que soy.

--No trates de hacerte el tierno--me regaña--desobedeciste mi orden y tendras tu castigo por ello.

Se separa de mi y me ordena ir a la habitación. Voy con las piernas abiertas ya que tengo un par de días en los que no me has permitido correrme y más de 24 horas con el cinturón de castidad puesto, no es tu culpa a sido mia, tenía que llegar a casa antes de la media noche y podría quitármelo y ponerme mi collar, collar que solo usó en casa mientras el cinturón es para cuando salgo. Llegue treinta minutos tarde y sabia que no lo retiraría. Me desnude sin que me prestara atención, demasiado concentrada en su lectura y me puse de rodillas ante ella completamente arrepentido, ese ultimo par de cervezas no valían la pena, no cuando desobedecia una orden de mi ama. Sin mirarme camina a la habitación y pone el juego de llaves sobre el burro, el juego de llaves donde cuelga la que me libraría de mi tormento y que deje ir por estupido.

Se desnuda ante mi, torturando mi imposible erección a sabiendas de que amo sus tetas y cualquier parte de su cuerpo. Y se cuesta sin más y se que no podre dormir a su lado así que voy a un rincón de la habitación y desnudo me acuesto en el suelo intentar conciliar el sueño. Me guía de vuelta a la habitación, se que es solo para torturar mis rodillas, sabe que odio andar como un perro tras de ella, que es humillante y degradante, y también doloroso pero nada de eso le importa. Me hace subirme a la cama y retomar la postura y con mi pene colgando retuerce un poco los testículos concientes de los muy cargados que están.

--¿Cual fue la orden que te di, perro?

--Llegar a casa a la media noche, mi ama. Contesto al punto de las lágrimas con el salvaje masaje que hace en mis bolas con sus uñas largas.

--¿Y a que hora llegaste perro inútil?

-- 12:35 am, mi señora. Porque si, revisé la hora antes de entrar a la casa.

--¿Y eso es porque, perro? Mi ama jamás se refiere a mi por mi nombre al poco tiempo que nos conocimos me comenzó a decir perro y en ocasiones hasta siento que es mi nombre Real. Cuando estamos fuera simplemente no se refiere a mi de ninguna manera, y cuando se cierra la puerta se que he dejado de ser un hombre para convertirme en lo que ella quiere que sea.

--Mis amigos...--y siento una presión más fuerte sobre mis bolas, pero no me

dicho que pare y se que debo cotinuar-- me pidieron que me quedara un poco más, compraron cerveza y me tomen un par, el tiempo voló en cuento me di cuenta me marché, pero era demasiado tarde.

Y era verdad, solo y únicamente la verdad, jamás le mentía. Su mano se retiró y sentí que se alejaba un par de pasos. No podía dejarme así no de esa manera.

--Entonces si es más importante lo que tus amigos dicen que lo que ordenó yo deberías de irte con ellos. Y dejó justo frente a mi la llave que me quitaría esa tortura. Era su manera favorita de castigarme, ella sabía lo que yo elegiría siempre, a ella solo ella y lo que representaba.

-- Ama, mi ama por favor, se lo suplico castigue a este perro inútil y pendejo que no sabe como obedecer la más simple de las órdenes, mi ama castiguelo y considere perdonarlo, se lo suplico. Y aún sin verla podía imaginar la sonrisa que se pintaba en su rostro. Sonrisa que se formaba con aquellos voluptuosos labios que habían sido mi perdición.

--¿Estas seguro, perro? Pregunto, porque sabía que era su manera de siempre asegurarse que yo estuviera de acuerdo con aquel macabro juego de habitación.

--Si mi ama, por favor castigue a su perro y eduquelo en la manera que crea correspondiente, mi señora. Y ante aquellas palabras pude sentir el frío líquido de algo tocando mi orificio anal y sabia que la había cagado. Tan solo un par de veces había sido penetrado y ambos sabíamos lo mucho que aquello me desagradaba.

--¿Sabes porque tu culito va a sufrir hoy perro? Cuestiono mientras su dedo medio comenzaba a dilatar mi ano, mi dueña amaba humillarme haciendo hablar mientras me torturaba para hacerme consciente de lo que estaba haciendo conmigo.

--No, mi señora.

--Por qué ayer tuve que follarme con un pene de plástico mientras tu te divertía con tus amigos, ¿Crees que yo merezco tener que complacerme con un pedazo de plástico? Tu y tu pene me pertenecen y si tu no quieres ser lo suficientemente hombre para sarisfacerme entonces tendrás que ser una perra enculada. Y sin más senti el dildo entrar en mi sin ninguna compasión abriendome a la fuerza y destrozandome.

--Van a ser 37 azotes. 35 por los minutos que llegaste tarde y dos más por el "par" de cervezas que te mantuvieron haya. Cuentalos y dame las gracias--ordeno y yo asenti sin atreverme a hablar -- ¿Con qué los quieres? Odiaba los azotes en cualquiera de sus presentaciones no era para nada masoquista, odiaba el dolor pero en verdad estaba enojada y sabia que de igual manera los recibiria el que me diera a elegir tan solo era una consideración.

--Con el cinturón mi Señora. De ente los males el menor pensé ni de joda me atrevería a ser azotado 37 con el látigo, la fusta o incluso la pala y mientras lo tomaba supe que no volvería a salir, no sin ella, nada valía aquello. Sin aviso alguno escuche el sonido del cuero atravesando el aire y en cuanto hizo contacto con mi piel quise gritar pero sólo me atreví a decir.

--Uno, gracias mi ama--

Dejo caer el brazo una vez más y con la cara llena de lágrimas murmurre: --treinta y siete gracias por tomarse el tiempo de educar a su pendejo perro mi señora. Gracias.

Podía sentir el escozor en mis nalgas y sin verlas podía apostar que estaban rojas y hasta un poco moradas, dolía como la puta madre y eso sin contar mi ano completamente lleno con aquel infernal aparato dentro, no quería ni imaginar lo que dolería sentarse al día siguiente en la oficina. No satisfecha con eso paso las uñas largas por entre ellas y sise aunque no estaba seguro si de dolor o placer. --Ama... Sin hacerme caso tomo las llaves que estaban justo frente a mi y libero mi pene mientras con un par de sacudidas lo llevaba a la vida.

--Quiero que me folles perrito, pero como estas no durarías ni dos embestidas. Explico y como si fuera una puta vaca me ordeño y me hizo eyacular Entonces fue ella quien se acostó a mi lado con las.tetas desnudas libres del sostén negro que había usado y me abalanze a ellas deseoso de morderlas, chuparlas, saborearlas. Lleve mi mano al dildo con la intensión de sacarlo pero su mano me detuvo. --No, lo llevaras puesto. Ordeno. Y entonces abrió sus piernas y no pude decir más. --Follame-- ordeno.

Amaba a mi ama y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.

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N. A.: Si has llegado aqui supongo que es porque has leido el relato. En primer lugar agradezco el tiempo y en segundo espero que hayas disfrutado tanto como yo lo hice escribiendo. Eres libre de darme tus comentatios o ideas para uno proximo. Besos Humedos.