Su nombre: Lucía.

Javier, después de años se reencuentra con Lucía, amiga de su hermanita quien ya no es una niña; ahora es toda una mujer y está dispuesta a demostrarlo.

Bienvenidos sean a mi primer relato. Me presento; mi nombre es Javier, tengo 36 años, soy publicista y soltero por el momento. La historia que hoy compartiré con ustedes es la siguiente.

Esto sucedió el otoño pasado. Las vacaciones en mi trabajo se reparten aleatoriamente a lo largo del año debido a la gran carga laboral que llevamos. En cuanto me hicieron saber las fechas de mi esperado descanso, no dudé ni un segundo en pasarla en mi ciudad natal, Gualadajara. Cinco años atrás cuando conseguí este empleo, tuve que mudarme a la ciudad de México donde la vida es muy agitada y demandante, por lo que no encuentro algo mejor para vacacionar que la tranquilidad de mi tierra y la acogedora casa de mis padres.

En cuanto llegué a mi antiguo hogar, me llené de la calidez que caracteriza ese lugar; es como si nada hubiera cambiado, excepto por algunas arrugas nuevas en el tierno rostro de mis padres y la ausencia de pancho, el pastor alemán que hizo compañía a ésta casa por doce años. Entre las cosas que no han cambiado, es el hecho de que mi hermana Silvia sigue viviendo ahí; a sus veinticinco años apenas comenzó los planes de emprender el vuelo hacia una vida independiente. Abrazo a todos con gusto y cariño, y me instalo en el cuarto de huéspedes como cada vez que vengo de visita. Mi antiguo cuarto dejó de ser funcional cuando lo condicionaron como biblioteca en cuanto me independicé, hace unos trece o catorce años.

Los primeros dos días de mi estancia son muy tranquilos. Aprovecho para retomar mi lectura en títulos que nada tengan que ver con mi trabajo, me actualizo sobre las series de moda y hago algunas llamadas a viejas amistades que buscan en su agenda reservarme un espacio de calidad. La mayoría de mis amigos ya están casados y tienen que hacerse un tiempo para visitas inesperadas como la mía. El viernes uno de ellos me invitó a cenar a su casa. A veces me pregunto cómo sería llevar ese estilo de vida, pero definitivamente no encaja con el mío tan agitado y lleno de trabajo.

Hoy por la mañana decido salir a correr al parque que queda cerca. Después de una reconfortante hora y media de ejercicio, paso a comprar comida para el desayuno y regreso a casa. Para mi sorpresa se encuentran unas amigas de mi hermana que hace tiempo no veía. Las saludo de lejos porque tengo mi rostro lleno de sudor por el entrenamiento. Lucía, María, Victoria, Sol, todas lucen tan diferentes; es impresionante que yo las veía como unas niñas pequeñas cuando aún vivía aquí, pero ahora son todas unas mujeres. María incluso luce un anillo de compromiso. Apenado por mi apariencia, dejo mi bolsa de las compras en la mesa de la cocina y me retiro a darme un baño y a cambiarme. Afortunadamente cuando acabo de asearme, aún siguen ahí las amigas de mi hermana y aprovecho para saludar como se debe a una por una. Todas son muy bonitas, muy lindas, pero sin duda quien se lleva las palmas es Lucía; incluso me siento nervioso al cruzar con su mirada tan penetrante antes de darle beso en la mejilla. Me quedo platicando con ellas un momento; me preguntan sobre mi trabajo, sobre lo que es vivir en ciudad de México, si tengo novia, etc. Ellas también me ponen un poco al corriente sobre sus vidas y finalmente me invitan a sus planes de ir a un bar éste sábado que viene; miro a mi hermana para ver si le parece la idea y con una sonrisa me dice que le encantaría salir con su hermanito en plan de adultos por primera vez. Así que acepto la invitación y me retiro a prepararme mi desayuno, dándoles espacio de seguir con su convivencia.

Y así transcurre la semana. El viernes voy a casa de mi amigo a cenar, paso una agradable velada llena de risas y anécdotas junto a su esposa y regreso a casa a descansar para el plan del siguiente día, que conociendo a mi hermana, de seguro se tratará de desvelarnos.

Es sábado por la tarde, finalmente. Tomo un buen baño, le doy una leve recortada a mi barba, dejo mi cabello rizado al natural (todavía no le hace falta corte, así que se acomoda decente), me pongo una camisa y pantalones de mezclilla, unos zapatos, loción y listo. Inocentemente toco la puerta del cuarto de mi hermana pensando que ya va a estar arreglada pero me dice que todavía falta una hora para estar lista y que lleguen todas sus amigas. Me río de mi ingenuidad y prefiero salir fumarme un cigarro y comprar un vino tinto y botanas para precopear en casa. Me tomo mi tiempo y cuando regreso me sorprendo con que ya llegaron Lucía y María. Lucía se ve guapísima; lleva puesto un vestido negro ajustado que le marca su hermosa figura; una cintura no demasiado estrecha pero perfecta para mi gusto, unas caderas con una anchura exacta y preciosa; y esos senos, ¡UF! De buen tamaño; no tan grandes para que estén caídos, si no todo lo contrario; firmes y en su lugar. Toman una forma realmente bonita en el escote del vestido. Se retira su cabello largo y levemente ondulado hacia un lado para permitirme saludarla. A pesar de ella traer tacones, le saco media cabeza de altura y cuando me acerco a saludar, me queda un ángulo exquisito hacia su escote; justo después de darle el beso en la mejilla y retirarme, aprovecho para lanzarles una mirada furtiva y muy discreta a sus pechos. Siento una pequeña palpitación en mi pene y decido irme con cuidado para evitar cualquier inconveniente. Saludo a María, le doy un beso en la frente a mi hermana, quien por cierto está muy despeinada, y me dice que en cuanto termine de peinarse podremos irnos. María se ofrece a ayudarla y se retiran dejándome a solas con Lucía. Le ofrezco una copa de vino por mientras y nos sentamos en el sillón de la sala a platicar. Me cuenta que ya está trabajando de educadora en un jardín de niños, que está muy contenta, que ya está rentando su propio apartamento, que las cosas le van saliendo tal y como quería. Le digo que me da mucho gusto por ella y que es muy liberador el independizarse, que se debe sentir muy orgullosa de ella misma. Como puedo acomodo la pregunta que llevo queriendo sacarle y le digo que si tiene planes de formalizar su relación ahora que ya vive sola. Contesta entre risas -¿Cuál relación?, No tengo ninguna relación ahorita-, -¿En serio?, No sé porqué pensaba que tenías pareja- Le respondo sorprendido, aunque sin duda con algo de gusto. -Para nada-, me dice -la última relación que tuve la terminé hace poco más de un año, cuando me di cuenta que no teníamos absolutamente nada en común uno con el otro-. -Vaya, lo siento, pero es mejor ese tipo de relaciones dejarlas por la paz antes de que duren más de lo que deben- atino a decir. -¡No lo sientas!-, dice Lucía con una sonrisa, -desde que terminé con él nunca he estado mejor- le da un sorbo a su bebida con aire victorioso. -¿Y tú?- me pregunta -¿Cómo está eso que no tienes novia?-, -Bueno pues, es complicado con el ritmo de vida que llevo. No podría dedicarle el tiempo que quisiera a una relación y no se me haría justo para la otra persona-, -Así que por lo pronto me conformo con unas amigas- le digo en tono pícaro, como refiriéndome a “amigas con derechos”. Me entiende perfecto el comentario y nos reímos juntos. -Pero no te sonrojes-, me dice en tono burlón. Y seguimos con las risas. Me dice que en seguida vuelve, que debe ir al baño. Me levanto como siempre lo hago cuando una mujer se va a parar (así me enseñó mi papá de toda la vida) y así de pie puedo por primera vez apreciar perfecto su figura por detrás. ¡Vaya nalgas! Redondeadas, puntiagudas y con un ligero rebote que responde al sensual tambaleo de su caminar. Miro el reloj, ya pasó media hora. En seguida llegan mi hermana Silvia y María y se unen a mí con una copa de vino. Me dicen que después de esto salimos al bar. Regresa Lucía del baño y toma un asiento diferente puesto que el suyo ya está ocupado por mi hermana. En ese lapso entre pláticas breves y risas, descubro a Lucía un par de veces mirarme mientras no me doy cuenta y sonrojarse tiernamente cuanto cruzo mirada con ella. Por fin es hora de irnos. Decido llevarlas en mi carro porque no tengo idea del estado en el que acabará mi hermana después de esta noche. Cuando llegamos al bar nos encontramos con Sol, el prometido de María y otras amigas y amigos que en mi vida había visto. Saludamos a todos y me doy cuenta del entusiasmo con el que uno de los amigos saluda a Lucía. Sin duda le gusta, pensé. Cómo no gustarle si está guapísima y en particular ésta noche se ve preciosa. Sin embargo, me sorprendió darme cuenta que a pesar de haberle ofrecido un lugar al lado de él, Lucía prefirió sentarse al lado de mí. Noté la molestia del tipo, pero no me acongojó ni un segundo. La noche transcurrió amena entre risas, música, plática entre los integrantes de toda la mesa y en momentos, específicamente entre Lucía y yo. Ya eran las 11:00 pm y como era de esperarse, mi hermana propuso seguir la noche en otro establecimiento. Escogieron un club nocturno nuevo donde ponen música salsa porque tenían ganas de bailar. María y su prometido no podían ir porque al día siguiente tenían un compromiso temprano con la familia de él. Todos los demás estaban más que listos para cambiar de lugar. Mi hermana y Sol decidieron irse en el carro de uno de los amigos al club, cosa que no me hizo nada de gracia pero Silvia tiene edad suficiente para tomar sus decisiones y no hay nada que yo pueda hacer; solamente le dije que de regreso a casa se iba conmigo, a lo que me contestó -Claro que sí hermanito, no te preocupes de eso-. Lucía me dijo que ella se iba conmigo. En el camino me preguntó que qué tal me la había pasado y le dije que muy bien, que ella qué tal -excelente- dijo con una sonrisa. -No sé si me equivoco pero uno de los amigos que estaban en el bar muestra cierto interés por ti- le dije directamente queriendo sacarme la duda. -¿Adrián?- Me dice, -Bueno, sí, no te voy a mentir; él siempre ha tenido interés en mí, pero no es recíproco y ya se lo he hecho saber-, -Y eso de que no es recíproco, ¿por qué?- le pregunto siguiendo la plática. -Bueno pues lo siento muy inmaduro para mí, ¿sabes?, Tal vez tengamos la misma edad pero yo siempre pienso que necesito a alguien más serio, inteligente, que sepa lo que hace con su vida y no un adolescente tardío como lo es él- me contesta. Sonrío levemente y la volteo a ver rápidamente sin descuidar el camino; me responde con una sonrisilla igual -Pues eso es muy maduro de tu parte-, le digo. -Entonces un club nocturno de salsa- cambio el tema. -Así es, y espero que vengas con muchas ganas de bailar porque yo sí- me contesta; -Claro que sí y con una pareja como la que traigo, más- le digo guiñando un ojo. Saca una risa tímida pero triunfante.

Llegamos al club y y están todos ahí. Me acerco a mi hermana y le pregunto -¿A qué velocidad se vinieron si salimos al mismo tiempo? Y yo no conduzco nada lento Silvia, ya lo sabes-, -relajate Javi, ya estamos aquí y quiero que la pases bien-, -Ok- le sonrío tranquilizandome y le doy un abrazo de lado besándole la frente como acostumbro hacerlo. La dejo con sus amigos y regreso con Lucía -¿Que bebida se te antoja?-, -Un tequila preparado- me contesta, -ahorita regreso- le digo. Nos sonreímos y me dirijo a la barra a pedir las bebidas. En mi camino de vuelta aprovecho para deleitarme la pupila con Lucía sin que se de cuenta; es que en serio me gusta mucho. Y pensar que hace unos años para mí era una puberta amiga de mi hermana, pero no, ahora es toda una mujer hecha y derecha. Y está buenísima, ¡preciosa! -Listo, ya regresé. Aquí está su bebida señorita- le digo. -Gracias, eres un lindo-. Apenas le damos un par de tragos a nuestras bebidas y ella ya quiere ponerse a bailar. Rápidamente se pone de pie, me toma de la mano y me lanza una mirada tan tierna que no me puedo resistir. No es por nada, pero soy muy bueno bailando salsa, cumbia, bachata, etc. Una exnovia que tuve hace tiempo, me hizo ir a clases de baile y es de las pocas cosas buenas que rescato de aquella relación. La llevo de la mano a un lugar no tan cercano a la mesa para tener algo de privacidad y comenzamos a bailar. Coloco una mano en su cintura firmemente y con la otra tomo suavemente su mano. No es que ella sea excelente bailando pero tiene muy buen ritmo, así que me pongo la meta de hacerla sentir una diosa en la pista y me empeño a guiarla como nunca. Poco a poco se va soltando y tras la primera canción se va sintiendo más dueña de sí misma y del baile. Entonces siento que es momento de acercar mi cuerpo más al de ella; a penas se rozan en ocasiones mi pecho contra sus senos; pero vaya sensación. Le doy una vuelta suave y lentamente; aprovecho para deleitarme con su cuerpo a mi merced moviéndose al ritmo de la música. Mi pene palpita débilmente. Cuando termina la vuelta reubico mi mano que iba en su cintura un poco más abajo, al filo de donde empiezan sus nalgas. A esa altura se sienten riquísimo sus vaivenes. Me acerco sólo un poco más. Sus senos y mi pecho rozan todo el tiempo ahora. ¡Uf! Mi pene palpita con un poco más de fuerza. La miro directamente a sus ojos; esos ojos color miel oscuro, redondos, esas pupilas dilatadas, qué belleza. Muevo mi mirada a esos labios regordetes, rojos, vivos. Se acaba la canción y nos miramos uno al otro, tomándonos de las manos, dando un respiro antes que comience la siguiente melodía. Qué hermosa mujer; tan sonrojada y brillante de su piel a causa del baile. Retomo de nuevo mi postura y delicadamente ubicó mis manos en la posición donde estaban, a diferencia que ahora mi dedo meñique, con toda intensión, alcanza a tocar pequeña parte de su nalga. Siento mi corazón palpitar y la siento a ella más enérgica y gustosa en el baile. Me la pego sólo un poco más; esto ya es peligroso; en cualquier momento se empieza a notar una erección en mi pantalón. Con ésta cercanía, ahora puedo sentir la consistencia de sus senos que están totalmente contra mi pecho; suaves y firmes. Ella accede a cada paso, a cada movimiento; está entregada al baile; a nuestro baile. La separo un poco y seguimos con pasos básicos. Acerco mi rostro a su cuello; huele delicioso y se lo digo. Me responde un gracias acompañado de una sonrisilla. A pesar de toda la comunicación no verbal que hemos tenido es la primera vez que hablamos en lo que llevamos bailando. Se siente nuestra concentración, nuestro nerviosismo, el descubrir nuestros cuerpos mediante el baile. La verdad ya tengo una no completa, pero notable erección. Si no fuera porque estoy muy excitado ahorita, cortaría el baile para recuperarme, pero no es así; entonces decido arriesgar todo. Le doy una media vuelta muy despacito y la sostengo ahí, dejando su trasero contra mi pene siguiendo el vaivén del ritmo de la música. Por si fuera poco mi presente erección, siento unas palpitaciones más a tener sus nalgas bailando en mi pene. Ella seguro sintió mi erección; fue una prueba de fuego. Triunfante mueve su cabeza levemente hacia atrás, la ladea un poco hacia un lado, de manera que noto un gesto de sonrisa. La regreso en posición frente a mí, damos unos pasos básicos más, pero ahora estamos muy pegados; puede sentir mi bulto contra su pelvis. Estoy muy cachondo. Me acerco a su oído. -¿Cómo estás?- le pregunto. -Excelente- me contesta, -bailas de maravilla, he quedado encantada-, -tú no te quedas atrás preciosa- le contesto. La separo de mí, unos últimos pasos, le doy una última vuelta rápida, la detengo, le doy un beso en la mano y acabamos nuestro baile. Ella se mira feliz, plena. Soltamos una carcajada al notar que teníamos público viéndonos ya que comenzaron a aplaudir cuando acabamos. Gracias a Dios no vi ninguna cara conocida entre ellos. Le dije a Lucía que iba al baño y después nos encontrábamos en la mesa. Ella me dijo que también necesitaba pasar al tocador. Entonces nos separamos un momento.

Al regresar a la mesa donde estábamos, Lucía y yo seguimos cada quién por su lado. Yo me acerqué a platicar donde estaba mi hermana con sus amigas y Lucía en la otra esquina con sus otros amigos. Después bailé un poco con Sol, y otro poco con mi hermana. Era muy divertido bailar con Silvia porque hasta parecía que todo era de broma; a ella y a mí se nos ocurrían unos pasos que ni existían y que nos originaban unas risas tan bobas que éramos únicos en la pista. Mientras tanto Lucía bailó un poco con otro de sus amigos y con Adrián, cosa que no me significó molestia alguna, viendo la poca calidad en el baile de esos tipos. Hacían parecer que Lucía no sabía bailar. En todo momento Lucía no dejaba de poner sus ojos en mí y pude descubrirla en ocasiones; me limitaba a devolverle una sonrisa para no hacerla sentir incómoda. Además ella perfectamente podría darse cuenta que mi informal baile con Sol, no se comparaba ni un poco a lo que había pasado con ella en la pista hace unos momentos.

Se acabó la noche y nos despedimos del resto del grupo. Conmigo se irían Sol, Lucía y mi hermana obviamente. Dejamos primero a Sol que vivía muy cerca del club, y después tuve un dilema sobre dejar a Lucía primero. Sin embargo como era de esperarse, mi hermana estaba demasiado ebria y ya se había quedado dormida en el coche. Le pregunté a Lucía si no había problema en dejar primero a Silvia en casa y después pasar a dejarla a ella a su apartamento. Entendiendo la situación me dijo que no había ningún problema. Llegando a casa, le pedí a Lucía se bajara conmigo porque tenía que cargar a mi hermana y no quería que se quedara sola en el carro. Entramos a casa y así con Silvia en brazos, la subí hasta su cuarto y la acosté en su cama. Bajé y le dije a Lucía si no prefería quedarse a dormir en el cuarto de mi hermana que tiene una cama extra. Me dijo que mejor se iba a su apartamento porque se sentiría incómoda si en la mañana se despertaba Silvia y se extrañaba de verla ahí y que además no quería lidiar con la resaca de mi hermana, a lo que estuve totalmente de acuerdo. Salimos de nuevo al carro y me percaté del frío que comenzaba a hacer y que Lucía iba sólo con su vestido, así que le presté mi chaqueta, cosa que me agradeció mucho. Nos subimos al carro y me estiré para relajarme antes de encender el carro. Lucía me preguntó qué tal me la había pasado. -Bastante bien, para ser honesto. ¿Tú?- le respondí. -También muy bien- me contestó. -Aunque… Me hubiera encantado bailar el resto de la noche contigo- añadió envalentonada. -A mí también me hubiera encantado. Cuando quieras volvemos para bailar- le contesto. -No pude evitar darme cuenta de algo- me dijo; -¿Qué cosa Luci?, -que no bailaste de igual manera conmigo que con Sol, ¿cierto?- me pregunta segura pero un poco sonrojada. Realmente me sorprendió su pregunta; tomo un respiro -Claro que no fue igual; me alegra que te hayas dado cuenta- contesto con una sonrisa. Me responde la sonrisa -y… ¿se puede saber por qué?- me pregunta. Está siendo muy directa, eso me agrada. -Bueno, por dos cosas principalmente- comienzo. -La primera, porque Sol no baila tan bien como tú-, -y la segunda-, continúo; la miro directo a los ojos -¿en serio no sabes la segunda?- le digo -No- me contesta con una sonrisa sabiendo que está mintiendo. -la segunda es porque me gustas mucho Lucía, por eso-. -hubo un momento en la pista en la que ya ni siquiera estaba pensando, sólo estaba sintiendo; estaba sintiéndote- me sinceré. -la verdad es que me hiciste disfrutar mucho ese baile; creo que nunca había bailado así con nadie antes- me respondió. -Y creo que es más que obvio que tú también me gustas mucho, Javi- dijo con una enorme sonrisa. Enciendo el coche para que se prenda el estéreo a la vez, y tener algo más de la música que estábamos escuchando en el camino. Después me volteo hacia ella, me inclino hacia su asiento, la tomo de la barbilla y sin pensarlo dos veces, le doy un buen beso. Me separo sólo un poco para ver su reacción; la noto feliz, así que ahora los dos nos sumergimos en un beso aún más profundo. Largo, lento, húmedo, delicado pero pasional. Ella pone su mano sobre mi rodilla y yo cambio mi mano hacia su cuello y lo acaricio. Su piel es tan suave y su aroma es una joya. Ahora bajo un poco más mi mano a la altura de su corazón y sobo lentamente el área de su esternón, variando con algunos viajes a su hombro. Ella torpe y lentamente mueve su mano en círculos sobre mi rodilla. Decido empezar a explorar su boca con mi lengua. Ella la acepta hambrienta y comienza un juego entre la suya y la mía, entrelazándose, luchando, como si de ese beso dependiera bajar la temperatura del momento. Yo bajo mi mano hacia uno de sus pechos. Finalmente lo estaba haciendo, estaba sobando su pecho por encima de su vestido y su fina lencería. Lo amasé un poco e intenté encontrar su pezón que alcanzaba a distinguirse un poco abultado por debajo de su ropa. Seguí con su otro pecho. Ella empezaba a aumentar sus caricias hacia el área de mis muslos. Mi miembro ya estaba muy duro en ese momento. Nuestras respiraciones eran agitadas y se percibían débiles gemiditos por parte de Luci. Una vez explorados sus senos, bajé a su abdomen y lo acaricié tiernamente. Ella ya me acariciaba ambas rodillas y ambos muslos. De pronto bajo mi mano hacia los suyos y la meto por debajo de su vestido para sentir su suave piel. Ella contrae un poquito su cadera y sus gemiditos son un poco más sonoros. Ella sube su mano hacia mis pectorales y abre un poco mi camisa para sentir el vello de mi pecho. Yo retiro mis labios de los suyos y me coloco en su cuello, y comienzo a besarlo; comienzo a besar su cuello y el lóbulo de su oreja. Ella comienza a respirar por la boca y a soltar leves jadeos. Yo subo mi mano hacia el área de su calzón; puedo sentir hervir su vulva y la humedad que desprende su vagina. Su calzón está mojado. Sigo los tocamientos por encima de su ropa interior, buscando su clítoris y masajeándolo en círculos. Ella está gozando. Jadea un poco más fuerte y quiere bajar su mano hacia mi pene. Lo soba por encima del pantalón y se entera lo duro que me lo puso. Me empiezo a excitar demasiado y de pronto me entra una pizca de razón. Estamos fajando afuera de casa de mis padres. Me separo de ella despacio, y quita su mano de mi pene con algo de desconcierto. Respiro muy hondo y lo suelto. Lucía me mira con intriga y con voz entrecortada me pregunta -¿Qué pasa Javi?, ¿Todo bien?-, -Todo perfecto, hermosa-, le contesto -simplemente muero por continuar esto en un lugar más privado, si estás de acuerdo-. -Claro Javi, vamos a mi apartamento. Está todo para nosotros solos-. Le doy un último beso, enciendo el carro y me dirijo al edificio donde vive Luci. En el camino voy acariciándole su pierna, vamos regalándonos sonrisas y de vez en cuando acaricio su cabello. Por fin llegamos a su apartamento. Seguimos muy calientes, por lo que no perdemos el tiempo. Ella me jala de la mano y me dirige a su cuarto. Parados frente a la cama, comenzamos a besarnos sin tapujo. Estamos entregados a ese momento. Llevamos deseándolo toda la noche. Ella deja caer la chaqueta que le había prestado piso y yo acaricio su espalda, su cintura, sus nalgas. Cómo me excita pasar mis manos por sus curvas. Ella acaricia mis hombros, mi espalda, mis nalgas; finalmente rodea sus brazos alrededor de mi cuello y me permite maniobrar a libertad. Aumento la fuerza de mis caricias y se le empieza a levantar el vestido por atrás. Estamos fundidos en un beso de lengua demasiado apasionado. Comienzo a acariciar esas nalgas; esas exquisitas nalgas. Qué piel tan suave tiene esta mujer. Me excita sentir el pliegue que se forma entre sus nalgas y sus piernas. Necesito arrancarle ya ese vestido. Bajo la cremallera y ella me ayuda a quitárselo por debajo. Vaya monumento de mujer. Qué sensual se ve en esa lencería de encaje. La sigo acariciando y la pego a mí totalmente. Mi pene está a punto de explotar dentro de mis pantalones. Decido quitarme la camisa y el pantalón y ella me ayuda. Entonces la acuesto en la cama boca abajo y le desabrocho el sostén. Y comienzo a besarle toda la espalda mientras con mi mano masajeo sus nalgas. Empiezo a mover mis besos por su espalda baja y cuando llego a sus nalgas, la tomo de la cadera pidiéndole la empine un poquito para levantar esa preciosidad de culo que tiene. Y le beso sus nalgas mientras ella jadea ahogadamente. Que delicia. Tan regordetas y suaves. Termino esa sesión de besos y estoy emocionado de encontrarme por fin con esos senos que llevo toda la noche deseando ver. La volteo boca arriba y termino de quitarle el sostén. Y así quedan a la vista esos manjares preciosos. No puedo dejar de verlos. Comienzo a acariciarlos. Qué ricos pezones grandecitos e hinchados. Quiero ponérselos duros. Me empiezo a comer una de sus tetas mientras con mi otra mano acaricio la otra. Y continúo con el otro seno. Ella ya está gimiendo un poco. Es impresionante el tamaño que toman debido a la excitación, y la dureza de esos pezones es espléndida. Mientras me satisfago en sus tetas, bajo una mano a su coño. Su calzón no puede estar más mojado. -Estás empapada, Luci-. -Mhhh- es todo lo que puede responder debido a su excitación. Sigo acariciando un poco por encima, pero decido que ya es momento de descubrir ese lugar, así que muevo su calzón a un lado y comienzo a acariciar sus labios menores en círculo. Luego busco su clítoris y continúo las caricias. Ella ya está fuera de control. Sus gemidos son cada vez más fuertes. Mientras beso su cuello, lamo los lóbulos de sus orejas, regreso a sus senos y continúo jugando con su vulva. -Estás buenísima, Luci- tomo su mano y la pongo sobre mi pene. Quiero que me masturbe un poco. Ella comienza a hacer movimientos circulares sobre mi bóxer -mira lo dura que está; es por ti, mira cómo me pones- ella me responde con un beso. Me enderezo y le retiro sus calzoncillos para dejarla completamente desnuda y yo me retiro mi bóxer también. Seguimos masturbándonos. Su mano apenas cabe en mi pene por el grosor que tiene. Que delicia sentir su manita subir y bajar por mi pene; tocar mi glande y volver a subir y bajar. Ella está demasiado lubricada. Empiezo a meter dos dedos a su vagina mientras con otro dedo sigo estimulando su clítoris. Ella está extasiada. Su carita de excitación es hermosa. Empieza a mover sus caderas al ritmo de mi masturbación, pierde la concentración y olvida que ella me estaba masturbando a mí; se entrega al placer y yo aumento el ritmo. Prácticamente mis dedos resbalan dentro de su cavidad. Algo delicioso de admirar es el vaivén de sus senos al compás del movimiento. Qué morbo me da mirar sus tetas. Y sus gemidos; vaya gemidos. En verdad está gozando, está en el punto. -¡Javi!- me grita -¿qué pasó hermosa?-, -¡me vengo!- responde -¡Ahhh!, ¡ahhh!, ¡ahhhhhhh!- y ahogado un cuarto grito, viene un rico orgasmo. Dejo mis dedos dentro de su vagina para sentir sus convulsiones y cómo chorrean sus fluidos. Y exhala. Se ve radiante con su rostro de orgasmo. Se mira relajada, plena. Le beso tiernamente sus mejillas y acaricio su abdomen mientras se recupera. Poco a poco recuperamos el ritmo y las caricias. Ella ya está completamente desinhibida. La volteo y la ubico en posición de cucharita y así acaricio sus senos, sus nalgas, beso su espalda, está a mi merced. Y voy acomodando mi pene cerca de su vulva. Ella sabe lo que va a pasar. -Ya te la voy a meter- le digo; -quiero sentirme dentro de ti, preciosa-, -Hazlo, métemela- dice en tono bajo. -¿Qué dices, Luci? Quiero escucharlo-, -¡Métemela, Javi!, ¡quiero sentirte dentro!- esas palabras me ponen aún más caliente y voy abriéndome paso. Es difícil porque mi pene es grueso y su vagina muy angosta. Poco a poco va entrando y voy sintiendo un gran gusto. -Qué rica estás, Luci. Tu coño está muy estrecho, me encanta-. -Me llenaste el coño, Javi; se siente delicioso-. Comienzo un ritmo lento pero fuerte. Cada embestida ella suelta un jadeo. Con una mano sobo su cabello y con la otra acaricio sus pezones. Aumento el ritmo y empiezo a gemir yo también. No puedo con tanta excitación. Qué morbo pensar lo que le estoy haciendo a la amiga de mi hermanita y lo rico que se mueve ella a la vez. Los dos estamos gimiendo. Con mi mano bajo a su clítoris y se lo estimulo también. Ella no puede más. Yo me doy un manjar mirando su cara de máxima excitación, con la boca entreabierta, sudando, y esas tetas húmedas y regordetas chocando entre ellas, subiendo y bajando a causa de mis movimientos. Esto es demasiado. -¿Te gusta, Luci?, ¿Te gusta cómo te la meto?-, -Sí, sí, ay, ay, sí Javi, me encanta-, -¿Esto es lo que querías? Que te cogiera, ¿verdad?- le dije. Cuando estoy tan excitado pierdo todo razonamiento, todo sentido y me encuentro diciendo de pronto guarradas como esa que me excitan. -Sí, Javi, qué rico me lo haces, voy a correrme otra vez-. Eso no iba a pasar, quería corrernos juntos. Saco mi pene en ese momento y la acuesto boca arriba. Abro sus piernas, la hago levantar sus brazos y me introduzco de nuevo con todo el panorama frente. Y ahora sí la embisto como si no hubiera un mañana. Nuestros gemidos eran otra cosa. Ya estábamos a punto de llegar. Y otra vez me puse a mirar esas tetas sudadas chocando y el rostro extasiado de Lucía. No me importó nada más en ese momento y decidí acabar dentro de ella. Ella comenzó a correrse; yo sentía sus convulsiones alrededor de mi pene y con una última embestida, me vine, metiendosela un par de veces más mientras vaciaba mi semen dentro de ella. Qué delicia de orgasmo, qué potencia, qué energía. ¡Uf! Me quedé unos segundos todavía dentro de ella hasta que recuperé fuerzas. Los dos estábamos jadeando. Le saqué mi pene y me tumbé en la cama boca arriba. Ella se acomodó en mi pecho agitado intentado recuperar fuerzas también. Me recuperé un poco y nos tapé con la sábana que habíamos desacomodado durante el sexo. Le di un tierno beso en la cabeza y nos quedamos callados, asimilando lo que había acabado de pasar. Pasados unos minutos le pregunto a Lucía cómo está, cómo se siente. -Mejor que nunca-, me contesta. -¿Tú?- me pregunta -maravillosamente- le contesto. -Luci, creo que lo mejor será que regrese a casa antes que mis padres se den cuenta de mi ausencia y se preocupen o se enteren de alguna manera que estoy contigo-. -Qué lástima, pero tienes razón. Aunque me hubiera encantado despertar juntos-. -A mí también, linda, créeme-. Comienzo a vestirme mientras ella se pone una bata de dormir. Me acompaña a la entrada de su apartamento. Nos damos un abrazo mientras le digo que ésta noche realmente fue muy especial para mí. Ella me dice que nunca olvide éste día entonces. -Claro que no lo olvidaré, bobita-. Le doy un besito y me retiro de su apartamento.

Cuando llego a mi casa, trato de ser lo más silencioso posible. Todos están dormidos, todo está en orden. Me meto al cuarto de huéspedes, me desvisto y entro a mi cama. Acostado boca arriba, incrédulo de ésta noche tan candente, acompañado por una preciosidad como lo es Lucía, me quedo profundamente dormido.

Continuará…