Su nombre es Alex

La besé despacio agarrando su rostro con una mano y con la otra su cintura, obligándola a cortar el pequeño espacio entre las dos, provocando ligeros roces de nuestros sexos. Ella sube sus dedos desde mi nuca hasta la parte donde el largo de mi cabello le permite sujetarlo. Entramos al baño entre...

Es tan deprimente en lo que me he convertido, ni yo me reconozco. ¿Cuándo empezó esta trasformación? ¿Desde cuándo empecé a ser tan insensible? ¿Qué me habrá hecho cambiar? A mis 15 años jamás me hubiera imaginado que sería esto a mis veinticuatro. Veinticuatro años, retumbó en mi cabeza. A fin de cuenta parece ser verdad que cuando crecemos nos volvemos aburridos, bueno, verdad en mí, porque mis amigos siguen igual de locos. ¿Qué? ¿Dije la palabra amigo? ¿Qué son esos?

Acomodo la almohada y coloco mis manos abiertas entre ella y mi nuca. Esta habitación me va a volver loca, pienso. Mis ojos se van paseando por ella. Una mesita de noche a mi derecha, al lado de la cama, seguido por una guitarra. Después, como a cuatro o cinco metros, pinceles bien colocados encima de una tablilla pegada a la pared, con un cuadro que tiene un lienzo a medio pintar. - ¿Cuándo empecé aquel dibujo? - No recuerdo. Lo acabaré después, o quizás tire de él, como ya he hecho con otros en la misma situación. Sigo el recorrido y me encuentro con mi armario al cual no le falta una prenda de ropa, tan poco calzados ni accesorios. - ¿Qué hace falta? - continúo mirando, mis ojos llegan a un gran espejo, pero retiro la mirada con rapidez. Mi rostro me asusta. Luego - ¿qué más hay aquí? - Una mesa de estudio con una laptop cerrada y unos audífonos conectados. Arriba de ella, la mesita, también hay un libro del que sacaba apuntes anoche. - ¿Qué falta? - Al lado de la mesa, en una de las esquinas de la habitación, hay un librero con montones de libro ya devorados y espacio para los que han de venir. Sigo mirando, - ¿qué pasa que aún no encuentro el hueco? - dos lugares para sentarse, que casi nunca uso, por mi falta de visita. Vuelvo a llegar a la pared que sostiene, por así decirlo, el espaldar de mi cama, topándome con una mini nevera al lado izquierdo de la cama.

Cierro los ojos y suspiro. - ¿Por qué con todo esto, aún siento que me falta algo? - Logro decir en voz baja.

Aspiro profundo y suelto todo el aire de golpe, abro mis ojos. ¿qué coño puede ser tan estúpidamente importante de faltarme y no saber qué es?

Toc toc - tocan la puerta. No contesto -toc toc toc- vuelven a tocar - tomo la misma decisión que antes hasta que desisten.

  • ¿Por qué no contestas? - dice la compañera en mi cama, mi novia. Quien tenía su cabeza en mi pecho.

  • Pensé que dormías - la miro con curiosidad-.

  • Llevo un poco más de 10 min. consciente -  me aclara aún con su cabeza sobre mí-.

  • ¿Qué tanto pensabas - pregunta-?

  • Cosas... Ya sabes, la universidad y eso - miento.

Se queda callada. Después de medio minuto levanta la cabeza, sube a mis labios y me besa. Yo respondo al beso.

  • Buenos días, hermosa - me sonríe.

  • Buen día, bella - le devuelvo la sonrisa.

  • ¿Qué tal dormiste? - pregunta mirándome.

  • Plácidamente, ¿y tú? - arreglo su cabello con mis dedos.

  • Estupendamente bien - vuelve a su antigua postura. Le acaricio su suave melena rojiza por obra de cosméticos.

¿Por qué no puedo ser feliz? Vuelve esa pregunta a martillarme la mente. Tengo todo lo que alguien de mi edad desea: buenos ingresos económicos, hago una carrera universitaria en la que me va de maravillas, talentos y una pareja preciosa.

Miro las facciones delicadas del rostro de Alice y no pude evitar idolatrar su nariz perfilada y larga cabellera. Su mandíbula cuadrada, labios bien delineados y carnosos, largas pestañas y sus ojos, que ahora estaban cerrados, de un extraño color cercano al miel. Acaricio su brazo blanco, hasta llegar a su pequeña mano pegada a mi cuello. Subo su mano hasta mi boca y le doy un corto beso. Tiene las uñas muy bien cuidadas, me fijo. La siento estirar su cuello y responderme con un beso en la clavícula, volviendo a tomar su posición anterior.

La sábana que cubre parte de su cuerpo, me deja ver su delgada espalda y el pezón rosa de su seno izquierdo. Más abajo se hacen envidiar sus piernas y al final sus pies, tan bien cuidados como sus manos. No hay duda de lo hermosa que es.

  • ¿Te parece si desayunamos fuera? – le pregunto rompiendo el silencio. Sentí necesidad de presumirla.

  • Me agrada la idea - permaneció inmóvil- ¿Dónde iremos? - interroga.

  • ¿Al café de Doña Teresa?

  • Nice

Se movió y busco mis labios con los suyos, nos volvimos a besar. Echó la sábana a un lado descubriendo por completo su cuerpo delgado y curvilíneo. Caminó hasta el baño de la habitación con gracia. Su andar me gustaba casi tanto como su blanco y firme trasero. La miré hasta que atravesó la puerta.

Aprovechando su ausencia fui a encontrarme conmigo al espejo. El trasero me llegó al borde norte de la cama, que pinta más fea traía conmigo. Mis ojeras parecían lentes de sol. Me paré encarando y observé mi desnudez por unos instantes. Apoyé los brazos en la mesa que sostenía el espejo tamaño promedio, miré fijo mi cara, intentando hallar la respuesta de mi pésimo ánimo y como siempre no encontré nada en ella. Paso una de mis manos por mi corto cabello negro

Vuelvo a mi cuerpo notando que estoy muy delgada para mi gusto.

  • ¿No me acompañas, Estefany? - me saca de mis pensamientos Alice, con la cara pegada al marco de la puerta y el pelo rojo recogido en un moño.

  • Mm... -dudo un instante-.

  • Dale, no será tan duro – sale completamente desnuda de detrás de la pared, rellenando el espacio de la puerta. Me lanza una mirada tentadora.

No dije una palabra más y caminé hasta ella.

La besé despacio agarrando su rostro con una mano y con la otra su cintura, obligándola a cortar el pequeño espacio entre las dos, provocando ligeros roces de nuestros sexos. Ella sube sus dedos desde mi nuca hasta la parte donde el largo de mi cabello le permite sujetarlo. Entramos al baño entre besos, cierro la puerta y la apoyo en ella.

Nuestro beso se pone más intenso y la calma que antes teníamos desaparece.

Deslizo mis labios hacia abajo rozándole, en compañía de mi nariz, el cuello. Ella eleva su cuadrado mentón facilitando mi acceso. Mis labios se aceleran y ahora besan su cuello sin desdén. Siento su brazo en mi espalda, con la intensión de que no me aparte. Ella suspira y eso le abrió el paso a mi excitación. Bajé una mano a su seno izquierdo jugueteando con la pequeña protuberancia mientras paseaba mi lengua por su cuello, la sentí estremecer.

Sus manos pasaron de mi espalda a mis nalgas, las apretó y me atrajo más a ella y movió su cadera pegando nuestras pelvis en con su danza sexual.

Bajé mi boca a su seno libre, saludándolo con mi lengua, para después darle bienvenida a su pezón rosa dentro de mi boca. Lo chupé y ella volvió a suspirar mientras sentía como se tensaba su espalda, entrelazando y apretando sus dedos con los cabellos más largo de mi cabeza.

Emigré a la su otra montaña e hice lo mismo, a diferencia de un trato adicional que fue mordisquearlo y halarlo con mis dientes incisivos, su cuerpo dio como respuesta algunos gemidos y sus hombros encogidos. Mi cuero cabelludo volvió a sufrir por el placer de Alice y cuando yo pretendía subir a sus labios sus manos me devolvieron a ellos. La oí gemir nuevamente cuando mi lengua continuó jugueteando.

Pasé mis dedos por la línea de su sexo el cual ya estaba empapado. Ella se estremeció al tacto, y me dio espacio entre sus piernas

Levanté su pierna derecha hasta mis nalgas, y después dejé descasar su región poplítea sobre mi elevado antebrazo, teniendo como resultado su pierna colgada. Ella me besaba desenfrenada, como si hoy fuera el último día que iba a tener sexo, y eso a mí me encendía. Deslice mi cuerpo a su derecha, posando mi mano en su cascada de placer. Toqué despacio su clítoris, sabiendo que con eso la hacía sufrir de espera, miré su rostro enrojecido por el deseo. Ella abrió los ojos y se encontraron deseosos con los míos, presione fuerte y ella los cerró con fuerza y gritó por lo bajo.

  • Abre los ojos- le pedí despacio, ella accedió-.

Volví a presionar, ella los cerró, pero de inmediato los abrió. Frote más rápido e intenso mientras nuestras miradas decían mil obscenidades sexuales. Sabía que le faltaba poco para correrse, así que la penetre, para intensificarlo. Mis dedos salían y entraban de ella con la rapidez que una máquina de coser hace penetrar la aguja en una tela vieja y gastada. Su cabeza se apoyó en la puerta y la forma que tomaba su espalda era para preocuparse de su columna vertebral, pero los chasquidos que procedían de su vagina alimentaban demasiado mi morbo, impidiendo que dejara de meterme en su cuerpo. Sus gritos eran tan altos que si no fuera por la puerta de mi baño y habitación cerradas estaría segura de que alguien los escucharía. Y de repente, sus uñas se clavaron en mi hombro y mi cabeza perdió algunas hebras de cabello, mi mano fue bañada en sus líquidos de placer, sus dientes fueron a para a mi hombro marcándolos para ahogar un grito más fuerte. Luego se calmó tanto que sus pies flaquearon y la tuve que sostener. La abracé.

Esperé hasta que se recompuso.

  • Oh mierda... - dice aun abrazándome-. Por si acaso ¿querías atrapar mi útero? - me pregunta en broma.

No puede evitar sonreír.

  • No, cómo crees - le sigo el juego- es que mi juego de Pokemon Go detecto a un Pikachu ahí dentro

Ríe a mi comentario.

  • Oh... Entiendo. Me imagino que, con tanto intento de atraparlo, ya sabes, ese mete y saca, lo lograste agarrar, ¿no?

  • Sí, pero qué va, no gané puntos por él - le digo.

  • Después de tanta lucha... Qué pena. Y... ¿por qué no hubo puntos? - Pregunta, divertida-.

  • Fíjate que cuando lo tomé, ya lo habías ahogado. Pobre Pikachu.... -fingiendo tristeza-.

  • ¿No será... - dice pensativa mientras deshace el abrazo- que tú lo mataste a golpes? - no puedo evitar reír a su aporte-.

  • Digamos que fue un crimen de ambas.

Reímos. Alice me mira, se acerca y me besa. Siento como su lengua se adueña de mi boca. Nos separamos y añade:

  • Sabes... ¿Qué tal su vemos si tú tienes un Pokemon ahí - pasa su dedo corazón por mi abertura despacio - y reponemos tu Pikachu muerto? - levanta una ceja al terminar la oración.

Nos miramos y no hizo articular otra palabra. Ambas lo deseábamos.

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