Su nombre es Alex 14

- ¿Alex? - Gustazo escucharte, ¿cómo has estado? - Ni tanto gusto que no supe de ti hasta hoy – reclamé, ni se por qué. - Solo fueron 15 días, ¿tanto me extrañaste? Permanecí en silencio. - ¿Hello? – pronunció Alex para asegurarse de que yo seguía en la línea.

-        Dios ¿y todas esas maletas? Se ha traído todo de ese viaje- preguntó Katherine mirando como cada uno arrastraba dos grandes maletas.

-        Ven a ayudarte – le dije a mi madre llevándome una sorpresa- ¿Vacías? – pregunté. La miré a ella y después busqué los ojos de mi mejor amiga que me confirmaban la teoría: no se quedaría en la casa por mucho.

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-        Sí – respondió apenada- más tarde hablamos de eso. Ahora solo quiero disfrutar de mis hijas.

Katherine y yo nos volvimos a mirar.

-        Pensé que Alice estaría acá – dijo mi madre para romper tensión.

-        Lo está, es solo que ahora duerme.

-        ¿Tan temprano? ¿Qué hora es?  – pegunta.

-        ¿Qué hora tienes? Le pregunto a Katherine luego de percatarme que dejé el celular afuera

-        4:30 – responde.

-         Ha estado full con la universidad y otros compromisos – explico.

-        Imagino. ¿Qué te ha pasado en el rostro? Pregunta mi madre.

-        Larga historia – respondo para restarle importancia.

-        Tenemos tiempo – agregó esta.

-

Nos sentamos en la sala y hablamos de lo que había pasado las últimas semanas. Luego de que mamá me contara sobre los lugares visitados les conté parte de lo que me había pasado, minimizándolo para que no se preocupen mucho.

Cosa que no pasó porque ambos se perturbaron a tal punto que Marcos, no sé si por mi o mi madre, se comprometió personalmente a buscar el rastro de esas personas y hacerlas pagar. Al parecer contaba con buenos contactos, cosa que no dudo por todo el dinero que lo veía gastar. Ese hombre nos debía triplicar en ingresos.

Al inicio quise evitarle la molestia, pero luego pensé que, así como la pasó a Gabriela, otra persona podría ser atacada y tener menos suerte que nosotras, por lo que acepté su ayuda.  Marcos insistió en que declarara nueva vez ahora con su nombre de por medio, después de mucho hablar quedamos en hacerlo el día después para pasar más tiempo con mamá.

-        Ya cambiando de tema – inicio – esas maletas vacías significas que te vas a mudar a otro lugar, ¿no? – le pregunto a mi madre.

-        La verdad es que tenemos planes de mudarnos todos juntos, incluyéndote – respondió Marcos.

-        ¿Incluyéndome? – interrogué con sorpresa. – Nadie me ha mencionado esto hasta ahora. – Miro a mamá esperando alguna palara suya.

-        Sé que la propuesta te puede haber caído de sorpresa. No tienes que irte hoy mismo si necesitas uno días acá nosotros lo entendemos. – vuelve a responder Marcos.

-        Pues para mí esto más que una propuesta me parece una ordenanza, porque acá no veo más opciones que irme a vivir con ustedes dos. ¿No te parece, mamá? – remarqué la última palabra mirando a Marcos, dejándole saber que no me interesaba escuchar nada mas de su parte.

-        Estef – al fin dijo mi madre- no es una orden, lo dimos por hecho debido a que siempre has vivido conmigo y pensé que seguiría siendo así. Sin embargo, si no está en tus planes que continuemos así, eres libre de quedarte acá sin ningún tipo de inconveniente.

-        También puedes irte con nosotros y luego ya si no te gusta vuelves para acá u otro lugar. Lo menos que queremos es que te sientas presionada. Me disculpo si mis palabras no fueron las correctas, estoy acostumbrado a que las personas hagan lo que les digo y a veces olvido que no estoy hablando con un empleado. Me disculpo nueva vez.

-        No hay problema. Lo pensaré.

-        Gracias – agregó mi madre.

-        ¿Tú te irás hoy? – le pregunto.

-        Es lo que planeamos. ¿Quieres que me quede?

-        Me gustaría – respondo sin mirarle.

-        Pues no se diga más – opina Marcos – te la dejo esta noche. No tenemos mucha prisa, aparte imagino se han de extrañar mucho. No fueron dos días los que estuvimos lejos. Yo sí que debo irme, tengo asuntos del trabajo que resolver.

-        ¿No te quedas a comer? Katie debe estar por terminar.

-        No, no tengo hambre cariño – le contesta a mamá.

-        ¿Ya se va? - Dice Katherine entrando a la sala con una bandeja de tacos envueltos en lechuga.

-         Sí, es que tengo asuntos que resolver.

-        Ah bueno – responde decepcionada. Le encanta que le halaguen la comida.

-        Me llevaré uno para el camino – ella sonrió.

-        Bye chicas. – se despidió con un beso de lado con nosotras y uno en los labios con mamá.

-        Adiós – dijimos al unísono.

-        Cielo santo, esto está riquísimo – dijo volteándose después de morder el taco, para luego retirarse.

Miré expresión pedante que se formaba en mi mejor amiga al ser halagada por millonésima vez.

-        Ahora sí, señora Maritza, me cuenta todo lo que estuvo haciendo esos días por allá. No se limite ni en las escenas sucias – agrega Katie picarona.

-        Primero subimos estas cosas a la habitación y les cuento mientras les doy sus regalos.

-        ¿Con que regalos? – me gusta más esa idea. ¿Subo los tacos? – preguntó.

-        Sí – contesto- yo llevaré algo de tomar porque siento que esta conversación les dejará la oca seca.

-        ¡Vino, cervezas y agua, por favor! – agregó mi mejor amiga subiendo las escaleras con mamá.

Puse todo en una bandeja de madera y subí hasta la habitación, las descubrí cuchicheando suponiendo que sobre de sexo, porque se pusieron serias cuando entré.

-        Ya imagino el tema actual, les daré 15 min a solas para que se realicen, luego hablaremos de las cosas menos sucias, ¿ok?

-        ¡Gracias! Ahora largo – Katie me tiró una almohada que terminó chocando con la puerta.

Fui hasta la sala para meter las maletas vacías en mi habitación, caminando por el pasillo pude escuchar sus risas. También sonreí. Marcos no es mi favorito en el mundo, pero hace muy feliz a quien es, así que solo queda resignarme.

Al abrir la puerta vi a mi novia durmiendo tan profundamente que no quise despertarla. Sin embargo, sabía muy bien que si no le avisaba que mamá estaba en la casa sé molestaría. Subí con lentitud a la cama hasta quedar frente a ella, aprecié por un instante su rostro. La acaricié ascendiendo desde su delicada mano hasta su sonrojada cara. Ni las ojeras le quedaban mal. Besé su frente, su nariz y sus labios, una vez en estos la llamé bajito.

-        Alice – susurré – bae.

La volví a besar y al no responder la sacudí despacio. La vi contraer algunos músculos.

-        Bae, despierta.

Respiró profundo y abrió un poco los ojos.

-        Mmmm… ¿Qué pasa? – dice bajito, aun medio dormida.

-        Hay alguien preguntando por ti.

-        ¿Quién?   Tengo mucho sueño – pregunta acurrucándose.

-        Una tal Maritza.

-        ¿Maritza? ¿Qué Maritza?

-        Maritza tu suegra.

-        ¿Ya llegó? -  Abrió los ojos completamente.

-        Sí.

-        Cielos, ¿cuándo? – se paró y se arreglaba el cabello en el espejo con rapidez.

-        Hace más de una hora.

-        ¿Y me lo dices ahora? – contesta un poco disgustada. - ¿Dónde está? – pregunta con el pomo de la puerta en la mano.

-        Creo que primero deberías lavar tus dientes.

Alice se tiró aliento en una mano y luego lo respiró. Arrugó la cara.

-        Cielo santo. Apesta – dijo cerrando la puerta y caminando al bañó.

Reí.

-        De nada – agregué.

-        Shhh.

-        Cuando termines ve a su habitación. Dice que nos trajo regalos.

-        ¡OK! – grito a con pasta dental en su boca.

Al entrar a la habitación descubrí a mi mejor amiga semidesnuda con un vestido en la mano. En la cama, estaba mi mamá con una copa de vino al lado de una maleta llena de ropa, cosa que obvié cuando llegó.

-        ¿Acá qué pasa? – quise saber lo obvio.

-        Pues acá Maritza me anda enseñando las cosas que aprendió con Marcos.

-        Muy graciosa – respondo con sarcasmo.

-        ¡No lo puedo creer! – grita Alice entrando y corriendo en dirección a mi madre

-        También te extrañé – dijo ella.

Las cuatro tuvimos una tarde muy alegre. Por el tiempo separadas no pasó un minuto en el que hubo silencio, todas teníamos algo que contar y cuando las experiencias durante el tiempo de separación se vieron acabadas, hablamos de un pasado más lejano y de un futuro incierto. Bajé a la cocina por más bebidas. Ya había oscurecido, ¿qué hora será? – pensé. Tenté mis bolsillos y recordé que nunca fui a buscar el teléfono al patio. Salí a por él y el timbre de llamada entrante me ayudó a localizarlo con mayor rapidez, cuando lo tomé ya se había perdido la llamada. Lo desbloqueé encontrando 3 llamadas perdidas de un número que no reconocí. Devolví la llamada por la insistencia, pero al tercer timbrazo contestó la operadora. Decidí no dejar ningún mensaje y me propuse entrar a la casa hasta que el mi móvil volvió a sonar. Miré la pantalla y era el mismo número de hace poco.

-        ¿Halo? – contesté.

-        ¿Estefany? – preguntaron del otro lado.

-        ¿Alex?

-        Gustazo escucharte, ¿cómo has estado?

-        Ni tanto gusto que no supe de ti hasta hoy – reclamé, ni se por qué.

-        Solo fueron 15 días, ¿tanto me extrañaste?

Permanecí en silencio.

-        ¿Hello? – pronunció Alex para asegurarse de que yo seguía en la línea.

-        ¿Cómo sigue tu hermana? – pregunté.

-        Ella está muy bien, gracias a ti. ¿Cómo estás tú? Lo siento por no comunicarme antes, he estado full con algunas cosas – se disculpó

-        No te preocupes. Yo estoy bastante bien, ya casi no se notan los golpes. A veces me duele, pero tengo analgésicos para eso, aunque ya casi no los uso.

-        Me alegra mucho saber eso. Oye… ¿pusiste la denuncia?

-        Sí, Alice me acompañó hasta la estación.

-        ¿Y cómo va eso?

-        Hasta ahora no los han localizado. Es una de las razones por la que estaba más preocupada por ustedes, no vives muy lejos de donde pasó todo.

-        Mmmm… es una de las razones por las que estuve perdida. Nos mudamos al siguiente día.

-        ¿Por qué la prisa? – quise saber.

-        Ya teníamos planes de irnos, eso fue como el plus.

-        Ah bueno… ¿se fueron muy lejos?

-        ¿Qué? ¿Nos vas a extrañar?

-        Solo curiosidad – respondí luego de otra pausa.

-        Mmmm… yo sí que te he extrañado – dijo con naturalidad – desde siempre me caíste bien, después de lo que hiciste por mi hermana será difícil olvidarme de ti.

No supe que decir, no sé si ella estaba me estaba diciendo que yo le caía bien como individuo o si se me estaba declarando. Preferí creer lo primero.

-        ¿Gracias? – fue lo único que pude decir.

-        Jajaja – la escuché reír – A ti. Gabriela te manda saludos – cambió el tema.

-        Salúdamela igual, dile que coma sus vegetales.

¿Qué coma sus vegetales? ¿En qué estoy pensando?

-        Y que siga las instrucciones del médico.

-        Jajaja – Alex volvió a reír. – Que dice Estefany que comas tus vegetales – le dijo a alguien.

‘’ ¿Y por qué no mejor helado?’’ – le respondió una niña.

-        ¿Quién está contigo? – pregunté extrañada.

-        Gabriela, a quien no le caes tan bien como la última vez jajaja – volvió a reír.

-        Pero… ¿cómo? O sea, no es ella…

-        ¿Muda? -  Me interrumpió.

-        Sí.

-        En realidad, no, mi hermana tiene un trauma, como había mencionado anteriormente. Eso le causó mutismo selectivo. Es capaz de hablar en lugares y con personas que se siente a salvo. Personas a las cuales le tiene mucha confianza. Debido a eso, ambas estudiamos lenguaje de señas para poder comunicarnos cuando estamos rodeadas de más personas y para que ella se capaz de pedir ayuda de una forma u otra. Claro que sería mejor si ella pudiera hablar con libertad, pero mientras esto suceda, es mejor que nada.

-        Wau… muy interesante. Buscaré sobe eso.

-        Claro, quizás hasta encuentres algo que la pueda ayudar. Antes ni conmigo lo hacía.

-        ¿Pero nació así o lo desarrolló con el tiempo?

-        ¿Siempre preguntas tanto?

-        Es que me pareces muy interesante – dije-. O sea, tu vida. Suena mucho mejor que la mía – aclaré.

-        Quién sabe… ¿por qué no me dejas a mi decidir eso?

-        No entiendo.

-        O sea, por qué no me dejas conocerte y luego decidir si tu vida es interesante o no.

-        Vale. ¿Qué quieres saber? – me senté en una de las butacas del patio.

-        Mmm… ¿qué haces para divertirte?

-        Divertirme… hace mucho no hago eso.

-        ¡Vamos! ¿Me vas a decir que no haces nada para divertirte?

-        Mi única diversión se crea en compañía de mi mejor amiga, mi mamá, mi novia y los muchachos de la universidad a los que le imparto clase, que en ocasiones dicen unas cosas que no sé de dónde se les ocurren.

-        ¿Lugares favoritos?

-        La playa, lugares boscosos, altos y silenciosos. También me gustan los ríos. ¿Los tuyos?

-        Estamos hablando de ti.

-        Vale. ¿Qué más?

-        ¿Sin qué valor no podrías vivir bien?

-        Respeto. Donde no hay respeto no hay nada, ni siquiera límites.

-        ¿Te gustan los límites?

-        Me gusta saber los de cada quien y que sepan los míos.

-        ¿Y cuáles son esos?

-        Depende la persona, pero se resume en no invadir mi espacio ni meterse en mis decisiones.

-        Me parecen buenos límites, son sencillos.

-        No lo son, la gente hoy en día no es tan empática.

-        En eso tienes razón. Puedo ver que tienes un circulo pequeño.

-        Sí, pequeño y sólido. Mucho más importante que tener uno grande.

-        Eso también es cierto. Eres una persona sencilla, me agrada.

-        ¿Es la palabra con lo que sustituyes ‘’aburrida’’?

-        No, es la palabra que tienen todas mis personas favoritas.

-        ¿Eso me convierte una de ellas?

-        Por ahora vas en camino a ello.

-        ¿Por eso me extrañabas tanto?

-        Sí, lástima que no sea mutuo.

-        ¿Quién dice que no lo es? – me rio despacio.

-        Pues lo que no es ‘’sí’’ es ‘’no’’.

-        Puede ser un quizás.

-        Un quizás no me emociona mucho, ya que la mayoría de veces resulta en un no.

-        Solo para que sepas, ese no significa un no.

-        ¿y qué significa entonces?

-        Un sí

-        ¿Sí qué? – insiste.

-        Pues eso, que sí

-        ¿hum?

-        Que también te extrañé.

-        Sí, claro – responde con sarcasmo.

-        Si aún tienes tu antiguo numero podrás verificarlo.

-        Tengo una mejor idea.

-        ¿… qué es? – pregunto intrigada.

-        Una cita. Deseo verte.

-        ¡Epa! – le digo con sorpresa.

-        ¿Qué? ¿Prefieres seguir extrañándome? – rió con picardía.

-        Solo estoy pensando si es correcto.

-        ¿Y por qué no lo sería? Va a ser una cita del reencuentro de dos amigas que se extrañan, nada más que eso.

-        Siendo así, ¿Dónde nos vemos?

-        Sabes que aún no se me ocurre un lugar de esos que te encantan, pero podemos tener una pre-cita en aquel café que tanto nos gusta. ¿Qué te parece?

-        Me parece bien.

-        ¿Mañana? – pregunta.

-        Has de extrañarme mucho. ¿Qué tal el próximo viernes?

-        Lo que usted diga. Solo no me dejes plantada.

-        Nunca.

-        Hasta el viernes entonces.

-        Hasta el viernes. ¡Oye! – dije en el último momento.

-        ¿Sí?

-        ¿Debería guardar este número?

-        Sí, perdí el otro.

-        ¿Y cómo?

-        Dejemos tema para el viernes, besos – se despide.

-        Adiós.

Cuando fui a cerrar la llamada la pantalla mostró 35 min de llamada en curso. Cerré y al pararme encontré a Alice muy cerca.

-        ¿Con quién hablabas? – interroga.

-        ¿Hace cuánto estás ahí?

-        El tiempo suficiente. ¿Con quién hablabas?