Su lengua es una provocación
Dos chicas que se conocen y surge algo mas que amistad.
SU LENGUA ES UNA PROVOCACION...POR EVA.
A mi siempre me ha gustado Ana, no lo podía remediar. Soy una lesbiana convencida, de las que no se andan con disimulos. Tampoco voy por ahí queriendo acariciar y comerme las tetas de la primera chica que se me pone por delante, ya que poseo la suficiente intuición para saber dónde se encuentran las amantes que me permitirán gozar durante una temporada más o menos larga.
Por otra parte, no soy muy amiga de mantener una relación muy larga. Ah, por cierto me llamo Silvia, tengo 24 años soy andaluza para mas señas de Granada y tengo un cuerpo muy bien proporcionado.
Volviendo con Ana, os diré que nos conocimos en una fabrica de la localidad. Las dos teníamos 17 años, pero ella ofrecía en los vestuarios la visión de unas tetas, de unas caderas y de un pubis que me obligaban a masturbarme por todos los rincones. Gracias a que nadie conocía mis inclinaciones sexuales, en ocasiones me ofrecía a abotonarle la bata - las nuestras se abren y cierran por detras - o a ayudarle a ponerse el sujetador.
Creo que ella adivinó lo mucho que yo gozaba al percibir el temblor de mis dedos; además, no pude resistir el hecho de pedirle con mucha insistencia que me permitiese servirle de criada " para lo que me quisiera mandar ". Esto le llevó a sospechar, y comenzó a distanciarse de mí.
Sufrí mucho con su decisión, me habia enamorado de ella. Si embargo, sentí como una especie de alivio al enterarme de que se iba a despedir del trabajo para casarse. Pensé que de esa manera dejaría de verla, lo que haría mas fácil el olvido y la cicatrización de mis heridas amorosas.
Eso fue lo que ocurrió durante bastante tiempo. Otras chicas y mujeres vinieron a sustituirla, con la ventaja de que todas ellas sí que se dejaban amar y terminaban pasando por mi dormitorio.
A los seis años, la vi en el parque con un niño pequeño que era suyo. Yo aparenté no verla para asi no volver a sufrir lo de hacia tanto tiempo pero fue ella la que me llamó. Me besó en la mejilla, se alegró mucho de verme y me estuvo contando infinidad de cosas de su vida, de su marido y de lo infeliz que se sentía. Por lo visto la vida matrimonial le había ido muy bien durante los primeros tiempos, hasta que ella se quedó embarazada. Como todo el parto fue bastante complicado, se vieron obligados a racionar el aspecto sexual. Los cuatro últimos meses casi ni se tocaron; lo mismo sucedió con los dos siguiente al nacimiento del chiquillo. Su marido no aguantó mas y se fué con otra mujer.
Ana se sentía desesperada. Además, habia llegado a la conclusión de que " los hombres eran unos cerdos " y ella necesitaba otra forma de " amor ". De verdad, yo no se la ofrecí en aquel preciso momento, preferí que me convirtiera en el objetivo de sus deseos, que pensara en mí como su única solución. Le concedí un tiempo prudencial y, por último, claudicó al aparecer en mi casa como una gatita sumisa...¡¡¡ pero vaya gatita...!!!
En el momento que nos quedamos desnudas, sus manos demostrarón que estaban deseando fabricar mil caricias sobre mi cuerpo. Poseía unos deseos sensitivos, artisticos en el instante lujurioso de buscar el despertar de mis calores sexuales. En seguida, escuché sus tenues jadeos. Se aceleraron nuestras acciones y las respiraciones adquirieron esa agitación que revelaba que se estaba produciendo nuestra transformación en unas teas encendidas.
Los ojos de Ana relampagueaban igual que los de una gata hambrienta, su lengua materialmente dió un chasquido entre sus labios resecos y saltó en busca de mis pezones. Me los lamió por espacio de varios minutos. Luego, fui yo la que metí mi boca glotona en el trigal que adornaba sus ingles. Sorbí con delectación, hize crugir las madejas de pelos, me abrí paso con la punta empinada de mi lengua y la penetré en una ardiente cavidad, que esperaba todos mis ataques. Había sabido provocarme con la misma " arma " que yo estaba utilizando con ella.
Casi en el acto atrapé el caperuzón del clítoris de Ana, para titilarlo en un modelado de erección. Mientras, sus muslos se extendían a ambos lados de mi cabeza, cada vez más agresiva, impulsados por el delirio provocado por mi mamada. Su cuerpo se venció hacia atrás, sus manos se pusieron a temblar, toda ella se convirtió en una ballesta cada vez más tensa a medida que se iba aproximando al orgasmo, un orgasmo que yo llevaba más de seis años deseando provocar en su coño adorable.
Esta conquista adqurió toda su verdadera dimesión en el momento que montamos el sesenta y nueve. Para entregarnos a unos chispazos que llegaban a nuestros coños a tropel, sin dejar de manejar las lenguas. Las audacias de una servían para, aumentar las actividades de la otra sin ponernos ningún freno. Pronto los orgasmos se convirtieron en un manantial de flujos, densos e hirvientes que nos bebimos con una glotonería lujuriosa.
Entonces se produjo un hecho sosprendente, un acontecimiento que sólo podía deberse al magnetismos sexual del instante. Las dos nos dedicamos a besar, lamer, chupar y mordisquear los clítoris, en una acciones combinadas que lograron que nuestros vientres se pusieran a dar saltos de goce.
Las palabras ya sobraban. Como los orgasmos continuaban fluyendo, aprovechamos la necesidad de una recuperación de las fuerzas para besarnos en el pubis y en el interior de los muslos. Yo apoyé mis labios en el vértice superior del umbral del chumino, que compuso una arruga bellísima. Lo besé y relamí con la lengua, hasta que la seda se llenó de gotitas de caldos vaginales a la vez que na piel carnosa, se hizo blandísima.
Entonces di un salto, monté a Ana y miré sus ojos bellísimos. Me estaba contemplando con esa sorpresa de la persona que lamenta no haber disfrutado de un placer " prohibido " la primera vez que sintió la necesidad de conocerlo. Pero no existía ningún reproche en la sonrisa de su boca, sólo el convencimiento de que yo me había encargado de compensarle por todo lo perdido.
Se lo dí a manos llenas. Frotando nuestros coños, en un amago de penetración heterosexual. Para que se hiciera más real, llevé la mano derecha a la conjunción e introduje dos dedos, escarbando placeres. Poco a poco, fui aumentando la invasion hasta que le metí todo el puño que ella lo aceptó facilmente pero me dijo...
Prefiero tu lengua, cariño. No necesito esto...
Pensé que podias estar echando en falta la presencia de una verga Ana...
No Silvia ademas, ¿para qué...?. A mi marido se le quedaba morcillona con excesiva facilidad, me gusta más tu lengua. Quiero que me enseñes a usarla, para que la mia te haga lo mismo, en una provocación permanente. Me gustas tanto...que me voy a enamorar de ti como una loca...
Ya está enamorada de mi. Nos vemos tres veces por semana y gozamos lo indecible. Yo soy modista en mis horas libres, esto nos sirve de disculpa para evitar las " malas lenguas " y os puedo asegurar que su lengua es una verdadera provocación.
AUTORA.....SEXIBOM...... sexibom268@hotmail.com