Su juguete preferido

De como un chico es dominado por una mujer que le castiga por no haber cumplido como esperaba.

Cap I

Llevo varias horas metido en ese armario. Es muy estrecho. Tengo las manos atadas a la espalda y los tobillos también fuertemente inmovilizados con esa maldita cuerda que en mal momento le regalé. Con sus bragas en mi boca y un trozo de cinta de precinto para que no las escupa no puedo pedir auxilio. Por encima del cuerpo sus zapatos, botas... todo tipo de calzado. El olor a cuero y a sus pies invade todo el ambiente. Sobre mi cabeza sus vestidos que, de forma humillante, presiden mi tormento. No puedo moverme, ni cambiar de posición. Levo mucho tiempo degustando sus fluidos, oliendo sus aromas y sintiéndome humillado mientras ella se ha ido a cenar con sus amigas. No tuve la erección que esperaba y me encerró allí como castigo.

De pronto oigo unos ruidos y una leve luz se divisa a través de las rendijas de la puerta. Es ella, ha vuelto. Oigo como entra en la habitación y deja sobre la cama el bolso y la chaqueta. Se sienta en la cama y me pregunta como estoy... como si fuera a contestarle... ¡No puedo! Pasan unos minutos hasta que, de golpe, abre la puerta. Intento acostumbrarme a la luz que, aunque tenue, me molesta por las horas que llevo allí encerrado. Poco a poco levanto la cabeza y la miro. Ahí está, imponente como siempre. Lleva un traje de cuero negro, brillante que le marca todas y cada una de las curvas de su cuerpo, así como la rajita de su coño. Unos zapatos de tacón de aguja impresionantes la hacen mucho más alta si eso es posible, ya que mirándola desde el suelo me parece inmensa. En su mano derecha un collar de perro, en la izquierda una fusta. Me coge del pelo y me saca del armario. Caigo al suelo sin poder estirar las piernas. Están completamente entumecidas y no puedo ni moverlas. Sin tiempo de recuperarme me coloca el collar y me desata las manos. Apenas puedo mover los brazos. Delante de mi cara sus zapatos relucientes, mostrándome cuál es mi posición. Tirando del collar mientras ata la cadena me obliga a ponerme a cuatro patas. Ante mi resistencia decide sentarse sobre mi espalda golpeando con su fusta mi trasero. No puedo gritar porque aún llevo sus malditas bragas en mi boca. Mis gemidos la excitan aún más.

Se levanta. Es evidente que ha visto que no puedo soportar su peso por ligero que sea. Lentamente me arrastra por el pasillo pero sin descuidar ni un ápice de firmeza. Yo camino como puedo ya que mis tobillos siguen atados. La visión de esa mujer por detrás me pone caliente, es inevitable, puede conmigo. Esta noche se ha hecho una cola de caballo. Entramos en el lavabo donde me deja justo delante de la taza del inodoro. Me obliga a sentarme sobre mis tobillos y vuelve a atarme las manos a la espalda. Ella se despoja de los pantalones de su traje de cuero, dejando puestos sus zapatos de tacón y sin quitarse la parte superior de su atuendo. Abre la tapa y se siente en ella. Cogiéndome del rostro me obliga a apoyar la barbilla en la tapa, a escasos milímetros de su coñito. De repente empieza a hacer pis, delante de mis narices. El olor es fuerte, ha bebido bastante. Estoy seguro que no ha meado ni una vez para poder hacerlo justo delante de mi cara. Le encanta humillarme de esa manera. No puedo hacer otra cosa que admirar como cae el líquido amarillo. Cuando termina viene lo que me temía. No quiere usar papel, quiere usarme a mi. Sin opción a negarme y tras arrancarme de un tirón la mordaza me obliga a escupir sus bragas y a limpiarle su coñito hasta el último rincón. Le pone muy caliente ver como mi voluntad queda reducida a la mínima expresión. Es el precio que tengo que pagar por no estar a la altura. Noto como se está mojando por momentos, le encanta que la prepare de esta manera para su orgasmo.

Una vez considera que he terminado mi trabajo me vuelve a llevar a la habitación, esta vez soltándome los tobillos y dirigiéndome con la cadena y, de un empujón, me tumba en la cama. Me da la vuelta y está dispuesta a terminar lo que antes no pudo por mi culpa. Ahora si, más dura que una roca, mi polla le dará todo el placer que reclama y... pobre de mi si me corro antes que ella, podría ser aún más cruel conmigo de lo que ha sido esta tarde...