Su iniciación

Cómo un muchacho de mi círculo de amistades fue sometido y doblegado por una mujer madura.

La historia que voy a relatar es verídica, contada por un amigo con el cual tengo ya poco contacto, y al que solicitaré su autorización para publicarla en este foro. Obviamente, me he tomado ciertas libertades para enriquecerlo con detalles. Así pues este primer relato será mi carta de presentación e iré escribiendo más (reales o no) si tiene buena acogida.

Antes de nada debo decir que mi amigo es un muchacho bien parecido, de los que se pasan seis horas diarias en el gimnasio. Siempre ha tenido un éxito enorme con las chicas, como es lógico. Pero lo que no sospechaba es que sus gustos iban a aflorar y sí, a habituarse a una única persona.

El sexo que ha practicado siempre ha sido el mismo. Es decir conquistaba a una muchacha, se la llevaba al coche y allí le hacía de todo. Lo que yo no sabía es que no estaba enteramente saciado a pesar de presumir de sus numerosas conquistas.

Un día que estábamos de capa caída le propuse ir a un pub-discoteca aquí en la playa malacitana donde acuden mujeres de cierta edad, lo que se conoce comúnmente como "puretas." Él se mostró reacio en un principio mas accedió de buena gana tras pensárselo dos veces.

Cerca de medianoche estábamos allí esperando que el local abriera. Pagamos la entrada, pasamos al interior y poco a poco la pista de baile y la barra se fueron llenando de gente.

Por increíble que parezca yo fui el primero en atraer la atención de alguien, en parte por, según ella, mis labios, y en parte por la repentina y extraña timidez de mi amigo. Yo lo observaba mientras mis bailes procuraban un mayor roce con mi pareja, y me resultaba cuando menos curioso verlo con aquella aptitud. Más tarde descubrí el motivo: le intimidaban aquellas mujeres de más experiencia.

Pasado el tiempo hablaba con una mujer, de unos 45 años, pelo corto y castaño, un poco gordita y de buen pecho. Al día siguiente supe de lo que hablaron:

  • Esa es una afición muy bonita, ojalá tuviese yo tu habilidad con el pincel. - Dijo él. - No creas, es fácil aprender. Pero si no sabes pintar siempre puedes posar, tienes un cuerpo delicioso, y eso que aún no lo he probado.- Dijo ella entre risas. - Pues cuando quieras, pero a mí me tienes que pintar casi desnudo.- Él se animaba. - ¿Cómo que casi desnudo?- Preguntó recalcando las dos últimas palabras. - Sí, porque quiero que aquí- se señaló la entrepierna- quiero tener una bandera de España. - Vale... - Pero no una banderita comprada en un todo a 100,- le interrumpió él- sino una de esas que se ponen grandes en los estadios de fútbol.

Rieron con la broma y para cuando me quise dar cuenta ya se habían ido.

Posteriormente me contó lo sucedido, pero habían practicado sexo de la forma habitual. No obstante me intrigó el que quisiese volver a verla.

  • ¿Cómo? ¿Tú quedando dos veces con una misma tía? No me lo puedo creer.- Le dije estupefacto. - Sí, me ha gustado. El lunes voy a su casa. - Pues nada niño, que te aproveche.

Estuve un tiempo sin verle y cuando me encontré con él su rostro había cambiando. Estaba serio, poco comunicativo y desconfiado. Le expresé mi apoyo y con paciencia conseguí que me contase lo que hoy no es más que para él una morbosa anécdota de iniciación.

Quedaron el lunes siguiente, cenaron y subieron a casa de ella. En un saloncito tenía un caballete con un lienzo virgen. Él creía que el asunto del cuadro estaba olvidado pero se rió a mandíbula batiente cuando ella sacó una banderita de España.

  • ¿No era broma?- Le preguntó él sorprendido. - Anda, ponte cómodo y échate en ese sofá... y ya sabes: con la banderita nada más.

Él hizo aquello. Le resultaba tremendamente erótico y por ello se apresuró a desvestirse y a ocupar la posición y pose que su compañera le indicaba.

  • ¿Está bien así?- Preguntó él. - Divino cariño, hago un bosquejo y ya voy pintando.

A tales horas de la noche aquello, pensó mi amigo, no era más que una pantomima para acabar como siempre. Pero la idea de acabar como siempre ya le estaba causando mella. Su verga había crecido haciendo que su capullo destacase por encima de la bandera. Ella lo notó, se sonrió y pensó en actuar.

Dejó el pincel en el soporte del caballete y con paso decidido avanzó hacia él. Alzó una de sus piernas, cuyo pie, al igual que el otro, vestía una chancla veraniega de color dorado y ribetes y motivos florares. Su pie se apoyó sobre el aquel crecido pene y comenzó a masturbarlo con la planta de la chancla.

  • ¿Qué haces?- Preguntó él muy extrañado. - Anda calla.- Fue la respuesta de ella, muy seria y significativa, así como su mirada rigurosa.

Su pie le mastubó presionando con fuerza y él descubrió en aquello un placer inmenso, profiriendo gemidos que iban en aumento. Cuando parecía estar a punto de eyacular ella se detuvo, muy astutamente.

  • Anda, vente conmigo a la cama niño.- Le ordenó.

Él se levantó entre débiles temblores y con su rojiza verga palpitando ante la imperiosa necesidad de eyacular. La siguió hasta el dormitorio, en cuyo centro había una cama de matrimonio y poco más alrededor.

  • Túmbate.- Le dijo ella una vez más de forma autoritaria.

Él obedeció y se tumbó cuan largo es sobre aquella cama. Abrió las piernas y dejó que su pene se recuperase un poco. Acto seguido ella se arrodilló entre sus piernas y plantó su mano alrededor del pene para masturbarlo con una fricción mínima, un toque delicado que hizo a mi amigo apretar los dientes y aferrarse con fuerza a la ropa de cama.

Apartó la mano y apretó sus labios succionando la punta de la erecta verga. Él no podía creer tan enorme placer pero aquel goce se confundió rápidamente con dolor cuando ella retiró los labios y comenzó a rasgar con los dientes. Al mismo tiempo una mano se puso a masajearle los testículo con una habilidad que él no había conocido en las numerosas chicas con las que había tenido sexo.

Seguidamente, el dedo corazón de aquella mano que masajeaba sus testículos se extendió para alcanzar el ano. Imagináos la sensación de un chico como él, vigoroso y atlético, siendo tratado de aquella manera. Y además le encantaba, pues aquel dedo fue sumergiéndose ávidamente en su ano buscando el famoso punto G en la próstata.

Él se retorció de puro placer en la cama y estalló en un goce infinito. Ella, con su boca, cuello y pecho manchados le dijo:

  • Pero avisa cabrón.- Le dio una torta en un lateral de la pierna izquierda.

Él jadeaba indefenso y ella fue a limpiarse. Poco después apareció con un aceite corporal con el que se huntaba el pecho, haciéndolo resplandecer.

  • Uf, ha sido estupendo.- Dijo él mientras re reincorporaba y pretendía vestirse. - ¿Pero a dónde vas? A ver si te crees que tú vas a ser el único que disfruta aquí.- Le replicó ella. - Si quieres te lo como enterito, las niñas me llaman el "comecoños." - Doy fe.- Túmbate y verás.- - No, a mí me lo comes aquí sentada.- Ella se quedó en el borde de la cama. - Pues me lo pones difícil. - De eso nada, tú de rodillas como un perrito, que es como me gusta.

Con este último comentario él ya se había dado cuenta de qué iba la cosa. Se puso de rodillas sobre el frío suelo y procedió a acercarse a ella lo más lujuriosamente que pudo mientras su verga colgaba aún rojiza.

Sus labios se sellaron a aquel coño peludo y su lengua salió húmeda relamiendo, unas veces lánguida, otras rígida, todo el interior hasta donde alcanzaba. Ella profirió un grito de placer y le agarró del pelo. Sus uñas rosadas se clavaban cada vez más sobre su cabeza mientras que él aumentaba el ritmo prácticamente inconsciente del dolor y nuevamente excitado.

En un momento dado ella sintió algo chorrearle por la pierna. Con fuerza inesperada apartó a su recién domesticado sumiso y le espetó:

  • No quiero perder ni una sola gota, trágatelo todo ¿entendido?- Dijo con tono severo. - Sí.- Respondió él pusilánimemente. - ¡Sí señora! A ver si vas aprendiendo niño. - Sí, señora.

Tiró de su pelo y aplastó con fuerza aquella cabeza contra su chorreante coño. Él se afixiaba pero no cesaba de lamer cuanto podía, tragándose todo lo que de ella salía. Cuando llegó el clímax, ella soltó una enorme cantidad de flujo al mismo tiempo que le estampaba una patada en la entrepierna a mi amigo. Él se retorció de dolor, un dolor que no era excesivo aunque sí le había pillado por sorpresa.

  • Uf niño, cómo me has puesto. Es verdad que lo comes de maravilla. Perdona por la patada pero a sido sin querer, una reacción.

Él fue recuperándose poco a poco. De algún modo, todo lo que había sucedido hasta ahora le gustaba, y no quería que acabase. Con una sensación de dolor en el estómago se hizo un "8" en la cama.

Ella llegó al poco rato. Era muy limpia y le gustaba lavarse nada más terminar. Se tumbó detrás de él, que le daba la espalda. Frotó su hombro y le dijo:

  • Verás cariño, yo soy así. Me gusta controlar a los hombres, y má a tíos potentes como tú. - No te preocupes.- Respondió él por decir algo.

Ella le masajeó los hombros. Luego pringó sus manos de aceite corporal y extendió aquel líquido por la fornida espalda de mi amigo. Aquello hizo que se relajara. Después descendió a las nalgas, fuertes, duras y carentes de vello como a él le gustaba estar. Pero de pronto...

Una mano había dejado de masajearle y al parecer había sido para coger algo que él no había visto por el dormitorio. Era un dildo de pequeñas proporciones, como más tarde descubriría. Lo que sintió fue un contacto frío en su ano que se introducía con rapidez y destreza. Al mismo tiempo la otra mano se lanzaba hacia su boca para amortiguar el fuerte chillido que él dio.

  • Sssss, tranquilo, estate tranquilo nene. Si en el fondo te gusta.- Dijo ella susurrando. - Aaaaah, mmm.- Él no podía hacer otra cosa salvo quejarse.

Cualquiera puede pensar que un chico con ese físico podía zafarse fácilmente, pero su subconsciente no lo quería y ella tampoco, que no era manca en cuanto a fuerza de trataba (de hecho ahora va al gimnasio con él).

Cuando lo consideró oportuno ella apartó la mano de la boca del muchacho y bajó hasta la nuevamente erecta verga.

  • ¡Pero bueno! Otra vez dura, eso es que te gusta que te toquen el culo como lo hago yo, ¿verdad cerdito mío? - Sí, buf, sí.- El respondió entre alaridos comedidos. - Así me gusta, que disfrutes, porque yo disfruto viendo cómo te pones.

No recuerda el tiempo que permaneció en aquella posición, pero sí que disfrutó una barbaridad, recomendándomelo.

Cuando más excitado estaba, otra vez, ella se apresuró a darle la vuelta, dejándole boca arriba, y con agilidad asombrosa se sentó encima machacando su pelvis con poderosos saltos mientras aquella polla apunto de reventar era tragada una y otra vez por un coño enorme y peludo.

Sus pechos pendulaban exageradamente con el vaivén. Su boca se abría para emitir gemidos de auténtica lujuria. Cuando él quiso acompañarla en los gemidos ella le tapó la boca:

  • Aquí gimo yo y punto. - Le recriminó con cierta dificultad. - No te corras hasta que yo lo diga.- - Pues no puedo aguantarme más. - Pues te jodes cabrón.

Dicho eso ella siguió botando más y más mientras que el rostro del muchacho se retorcía de dolor al tener que aguantar la eyaculación. A cada acometida de aquel voluminoso cuerpo él sentía un pinchazo mayor en el bajo vientre.

Por fin ella explotó y se levantó. Sin mediar palabra ni dar tiempo a ello lo tomó de las piernas y las levantó, agarró el tembloroso falo y lo masturbó con fuerza y velocidad hasta que segundos después eyaculó sobre el pecho y cara de mi amigo. Ella rió entusiasmada.

  • Anda, te la he devuelto.

Él no podía hacer otra cosa salvo coger aire.

Y esa es la historia de su primer encuentro. Ahora son pareja, ama y sumiso, manteniendo una fachada muy distinta de cara a los demás, por supuesto. Él ha tenido la suerte de dar con una ama así, ¿la tendré yo algún día?.

Saludos.