Su culo y su voluntad, al fin míos
El tiempo y el dinero hicieron que finalmente se cumplieran mis sueños.
A cada embestida hundía mi polla un poco más en su culo. Procuraba que cada golpe de cadera avanzase más dentro. Me gustaba sentir en cada empujón el roce completo alrededor de mi rabo. Notar cómo el mete y saca es completo en cada recorrido. Agarrando bien las caderas con ella colocada a cuatro patas porque esa postura permite un perfecto dominio de la situación y desde esa posición privilegiada voy eligiendo la velocidad, la intensidad y la profundidad de cada penetración.
Pero a ese momento no se llega sin más. Los preparativos son importantes. Incluso, a veces pienso que más que el propio hecho en sí.
Esa mañana me levanté temprano. No había podido dormir mucho pero, aún así, la rutina del horario habitual no me permitia continuar más tiempo en la cama. La ducha resultó igual de reparadora que siempre. Tengo la teoría de que los problemas y las preocupaciones resbalan y se van por el desagüe junto con el agua en las duchas pero que, por el contrario, flotan y se quedan a tu alrededor cuando llenas la bañera, aunque sea de espuma y sales de baño.
Me gusta lo bueno, se podría pensar que como a todo el mundo pero con el tiempo te das cuenta que la mayoría de la gente se conforma con lo vulgar y lo mediocre. Lo bueno está en las grandes cosas y en los pequeños detalles. En ese café molido en el instante justo antes de que el agua caliente se filtre a través de él para arrastrar el sabor, el color, el aroma que lo caracterizan y un poquito de leche fresca para que sólo le dé algo de textura cremosa a la primera taza del día. También lo bueno está en ese pan tostado y en ese aceite de oliva virgen extra que lo empapa.
En fin, la diferencia entre alimentarse para vivir o que además sea un disfrute para los sentidos.
Porque la vida va de eso, de disfrutar, de disfrutar de todo lo que nos ofrece y de todo lo que nos regalamos. Uno de los mayores placeres que podemos encontrar es el sexo, qué duda cabe. Cuando hablo del sexo no me refiero al simple hecho de follar. De echar un polvo, correrte y a otra cosa. No, ni mucho menos. Cuando hablo de sexo me quiero referir a todo un universo en torno a él. Hablo de SEXO con mayúsculas. De esa forma de gozar del placer pero de una manera sofisticada, compleja y diversa.
Abrí el móvil para consultar las noticias. No puedo pasar sin estar al tanto de la actualidad. Al hacerlo, vi que seguía abierta una pantalla con la fotografía que anoche me había enviado Laura tal y como le ordené.
Después de una tarde de sexo, que ahora no viene al caso describir, se me ocurrió una maldad de esas que os digo que hacen del sexo algo más que un simple intercambio de sensaciones físicas.
-
¡Arrodíllate!
-
esta orden se la di prácticamente en la puerta, a punto de irse a su casa.
Ella obedeció sin dudar como siempre hacía. Me sacó la polla y esperó arrodillada con mi rabo a escasos centímetros de su cara. Yo no quería una mamada ni nada parecido. Únicamente buscaba la humillación y una nueva demostración de poder que tanto me gustaba. Comencé a pajearme. De vez en cuando golpeaba su precioso rostro con mi polla o, simplemente, la dejaba caer a peso sobre su frente. Cualquier detalle que demostrara el lugar que ocupábamos cada uno era bueno. En esta ocasión no me entretuve mucho. La paja y la corrida no eran el objetivo sino el instrumento para llevar a cabo la degradación. Al poco rato de empezar descargué las escasas reservas de lefa que quedaban en mis huevos. Aún así, tres chorros espesos y unas cuantas gotas que sacudí embadurnaron la cara de la chica.
-
Te he pedido un taxi. Cuando llegues a casa quiero que me envíes una foto en la que se vea que tu cara sigue llena de mi esperma.
Laura ya estaba acostumbrada a mis perversiones pero aún así no pudo evitar sentir un escalofrío ante lo que imaginaba que podría pensar el taxista cuando la viese.
Y, efectivamente, ahí estaba la prueba de su obediencia. La foto que demostraba que había cumplido a la perfección.
Cerré la foto y la borré ya que no es mi intención tener una colección de fotos a modo de trofeos. Me sirven para el momento pero luego no me recreo en ellas.
Las noticias de la mañana no traían ninguna novedad importante. Seguían hablando del juicio que se estaba realizando a unos políticos corruptos y de las tensiones económicas existentes por la caída de un importante grupo financiero.
Apuré el café y dediqué el resto de la mañana a solucionar unos cuantos asuntos de trabajo que me estaban dando problemas en los últimos días. Quería tener la tarde libre porque llevaba tiempo esperando un encuentro muy especial que había fijado para hoy.
La semana pasada recibí un WhatsApp de una antigua amiga a la que hacía algunos años que no veía y de la que no había tenido noticias. En su día estuve perdidamente enamorado de ella pero no tuvo un buen comportamiento conmigo. No me percibía como alguien digno de estar a su altura. Ella, que era la chica más envidiada por ellas y deseada por ellos en la universidad, no perdía el tiempo con alguien como yo que debía compaginar un trabajo de camarero en un local de copas por la noche para poder pagar sus estudios. Ella, con sus tetas de escándalo, su culo de infarto y su cara de modelo de anuncio, no reparaba en los que, en esos momentos, pasábamos desapercibidos.
Cuando terminé con el trabajo cogí el móvil y repasé la conversación.
-
¡Hola, Lio!
- hacia años que nadie me llamaba así.
-
Hola, Sara, cuánto tiempo sin saber de ti. ¿Qué tal te va todo?
-
Bueno, ahí vamos
- contestó en un tono que hacía pensar que las cosas no le marchaban demasiado bien.
-
¿Qué sucede? ¿Tienes algún problema? -
pregunté con una curiosidad un tanto morbosa.
-
Problemas tenemos todos, Lio.
-
Aurelio
- le interrumpí -
Te recuerdo que mi nombre es Aurelio.
-
Sí, Aurelio, claro, perdona. No hablamos desde hace algún tiempo y me he dejado llevar por la memoria.
¿Perdona? ¿Sara me había pedido perdón? Creo que era la primera vez que eso sucedía en mi presencia.
-
Bueno, Aurelio, te decía que todos tenemos problemas. ¿Puedes hablar? Quería comentarte una cosa y por escrito puede resultar difícil de explicar.
-Sí, por supuesto. Podemos hablar -
le contesté.
Nada más ver mi contestación me llamó.
-
Hola, Aurelio
- al escuchar de nuevo su voz, después de tanto tiempo, un montón de sentimientos encontrados se removieron dentro de mí. -
Gracias, por querer hablar conmigo.
Perdona, gracias. Sin duda era otra Sara a la que recordaba.
-
De nada, Sara. Cuéntame, en qué puedo ayudarte
- dije, con cierto aire de superioridad. Reconozco que escuchar a Sara con esa actitud tan ¿sumisa? estaba empezando a excitarme.
-
Verás, Aurelio, sabes que me casé pero que no funcionó. Mi ex era un gilipollas y un cabrón y aparte muy torpe para los negocios. Consiguió despilfarrar el dinero que mi padre había invertido en el negocio que nos dejó. Si no hubiera sido por lo bien que follaba todo habría sido un desastre. Bueno, que me voy por las ramas. Sé que a ti te van muy bien las cosas y quería proponerte una idea de negocio que hace tiempo me ronda la cabeza.
- No te voy a negar que estoy teniendo una buena racha. Pero te aseguro que esa racha se debe a que medito bien en qué invierto mi dinero.
- Estoy segura de que es así. Por eso he pensado en ti. Además, también recuerdo que yo te gustaba. Hazlo por los viejos tiempos.
Ese comentario se me clavó en el alma. Cómo podía ser tan puta para sacar a relucir mis sentimientos hacia ella cuando siempre me había ninguneado. Ahora que era ella la que venía pidiendo me lanzaba ese dardo envenenado. Según hablaba con ella mi mente iba urdiendo una venganza que no había imaginado que se me pudiese presentar.
-
¿
Qué te parece si nos vemos y hablamos más tranquilamente y con detalle? -
me dijo.
Y aquí estábamos, esta tarde era la fecha fijada para nuestro encuentro. Comí una simple tortilla francesa, con huevos de gallina de corral, eso sí, y una ensalada de tomate y rúcula y salí en dirección al punto de encuentro.
Ella llegó puntual a la cita. Estaba radiante, preciosa, explosiva. La polla se me inquietó debajo del pantalón al verla. El vaquero ceñido que llevaba y el suéter ajustado no dejaban mucho a la imaginación aunque mi cabeza rápidamente la imaginó en pelotas.
-
Hola, Aurelio. Te veo fenomenal.
- Gracias. Tú estás espectacular, como siempre.
No fue un piropo fingido. Verdaderamente era un auténtico pibón y la edad no había hecho sino mejorarla porque tenía un aspecto de mujer total. Ya no quedaba nada que recordase a la niñata que en su día era. Se acercó a darme dos besos y yo aproveché el momento para agarrarla de la cintura. En ese momento me vinieron a la mente la cantidad de pajas que me había hecho pensando en ella. Sobretodo antes y después de Daniela.
Al ceñirla de la cintura me pareció que ella aceptaba ese achuchón de buen grado.
-
Tú dirás, Sara. Estoy deseando saber qué me quieres proponer.
- Como te dije por teléfono, estoy algo falta de recursos y necesito una ayuda. He acudido a algunos bancos para pedir créditos pero se niegan los muy cabrones. Pensar que comían en mi mano cuando mi padre vivía y ahora me dan la espalda. Sé que tienes varias empresas que te van muy bien y he pensado que tú podrías asociarte conmigo en un proyecto que quiero poner en marcha. Mi idea es montar un gimnasio. Yo lo gestionaría y me encargaría de todo pero necesito capital para empezar y ahí es donde entra tú.
Me la quedé mirando, en ese momento la imaginé con esa boca tan deliciosa que tenía rodeando mi polla. Se la veía tan ansiosa y necesitada que dudo que no hiciese cualquier cosa que le propusiera. Mi época de buen samaritano ya había pasado y ahora sólo pensaba en mí mismo y en mi beneficio.
-
Mira, Sara, puede que tú sólo recuerdes de mí que me gustabas pero lo cierto es que estuve muy enamorado de ti y lo único que recibí fue desprecio por tu parte. Ahora veo que las cosas han cambiado. La vida nos ha colocado en lugares muy diferentes de los de hace años. La idea del gimnasio que dices me parece interesante pero, a decir verdad, no veo porqué iba a participar contigo como socio.
El gesto de Sara iba cambiando según mi discurso se inclinaba en una dirección u otra. Yo estaba disfrutando de esa situación de poder que se me había otorgado desde el principio.
-
Bueno, tú mismo acabas de decir que es una idea interesante -
se apresuró a recordarme.
-
Cierto, pero te aseguro que cada semana me presentan algún proyecto interesante y no por eso me decido a participar.
Poco a poco, el rostro de Sara, se iba entristeciendo al ver que mi desinterés parecía que iba en aumento.
-
Sin embargo, hay una cosa que hace que tu propuesta me resulte más atractiva que todas las demás. -
de nuevo la sonrisa iluminó su cara.
- Y esa cosa eres tú. -
le solté a bocajarro.
A pesar de mi comentario ella permaneció en silencio y una cierta timidez apareció en sus ojos.
-
Esta es mi contrapropuesta. Yo aporto el dinero que se necesite para la inversión inicial y la puesta en marcha del negocio. El reparto del beneficio será un setenta por ciento para mí y el treinta por ciento para ti. No hay negociación ni discusión. Lo tomas o lo dejas.
- Pero un setenta es mucho porcentaje para ti, puedo entender que te lleves más parte porque arriesgas el dinero pero tal vez un cincuenta y cinco para ti y...
- Veo que no me has escuchado. No hay negociación. Esa es mi última palabra. En realidad hay una cosa más.
Sara se incorporó en la silla algo incómoda al ver mi postura inflexible.
- Como te digo hay una cosa más. Si estás de acuerdo con mis condiciones, te vas al servicio, te quitas las bragas, vienes y me las dejas encima de la mesa.
Mi petición dejó a Sara clavada en su asiento. No sé si no había entendido bien o que no sabía cómo reaccionar.
-¡
Eres un maldito cabrón! No me esperaba esto de ti.
- Estoy seguro de eso. Imagino que esperabas que cayese rendido a tus pies y aceptase lo que me dijeras sin pensarlo. Ya ves que, efectivamente, las cosas han cambiado mucho. No quiero perder más tiempo, ya sabes cuál es la propuesta y cuál debe ser tu forma de responder afirmativamente.
Sin decir ni una palabra se levantó de la silla, se puso la chaqueta que había dejado en el respaldo y poniéndose el bolso sobre el hombro se fue sin ni siquiera despedirse. Decidida se dirigió hacia la salida de la cafetería. Iba tan rápido que casi tropezó con uno de los camareros. Se marchaba y con su casi huida parecía que también se desvanecía el órdago que me había marcado. Agarró el tirador de la puerta pero, en lugar de abrir, se quedó unos segundos con la mano y la mirada fijas en él. Imagino el debate interno que se estaría produciendo en ese momento. Esos segundos resultaban interminables. De repente, se giró, miró en mi dirección y se dirigió hacia el baño. Un suspiro de alivio se me escapó y, como un resorte, mi polla empezó a crecer.
A los pocos minutos salió del servicio y con paso firme vino hacia mí. Llegó a la altura de donde yo estaba y desde el puño cerrado de su mano derecha dejó caer sus bragas encima de la mesa.
-
¡Te
nemos un trato! -
dijo sin más.
-
Los acuerdos hay que celebrarlos. Por lo que pudiera resultar de nuestra conversación, he reservado una suite en el Hotel Zielo. A partir de ahora quien manda soy yo. ¿Estamos de acuerdo, Sara?
- Estamos de acuerdo.-
dijo Sara con un pequeño hilo de voz.
Al llegar a la recepción el encargado de la misma nos recibió con la mejor de sus sonrisas.
-
Don Aurelio, buenas tardes. La suite está preparada tal y como usted nos pidió.
- Gracias, Pedro. Eres el mejor. No sé qué haría sin ti -
le dije al amable recepcionista.
Cogí la llave de la habitación y subimos en el ascensor hasta la última planta del hotel.
Al entrar, lo primero que llamaba la atención era el agradable perfume de sándalo que venía de un quemador de incienso. La luz era bastante tenue y un sutil piano sonaba de fondo.
-
Pasa, cerda. -
Sara, hizo un ademán de quejarse y protestar.
-
¿Qué quieres? ¿Una invitación formal por correo certificado? Aquí has venido sin bragas con tal de conseguir dinero para tu negocio y vas a ganarte cada euro que te lleves.
La dignidad de Sara ya estaba por los suelos pero nada le obligaba a estar allí. Podía irse cuando quisiera, renunciando a mi dinero, y mantener ese orgullo ahora pisoteado. Que continuase en la habitación era una forma de aceptar aquella situación. Entró en la habitación y se quedó quieta en el centro de la misma.
-
Sírveme un Macallan de 18 años que encontrarás en el minibar. -
Podía haber utilizado muchas otras palabras pero elegí "servir" para que tuviese clara su nueva función con respecto a mi.
Me trajo el whisky hasta el sillón en que me recosté para disfrutar del momento.
-
Bájate los pantalones hasta las rodillas y quítate el suéter y el sujetador.
Sara, empezó a sacar el jersey por encima de su cabeza sin oponer resistencia. Había entendido que le tocaba pasar por eso y que lo mejor era no demorar cada paso. El sujetador fue lo siguiente en caer al suelo. Sus tetas eran maravillosas. Turgentes, algo más grandes de la media y con dos pezones que para mi sorpresa estaban tiesos y alargados. Cuando comenzó a desabrochar los botones del vaquero mi polla ya estaba tiesa. Lo primero que vi fue un pubis cuidado pero no rasurado. Bajó el pantalón hasta donde le había ordenado y la imagen era absolutamente maravillosa. Sara, la musa de muchas de mis pajas de universidad, estaba en el centro de la habitación, de pie, con los pantalones por las rodillas y las tetas al aire.
-
Cruza tus manos por detrás de la cabeza y comienza a girar. Quiero verte el culo y quiero ver cómo te exhibes para mí. Zorréame. Ya tengo la polla dura pero antes de que me la comas quiero ver bien lo guarra que eres.
El cuerpo de Sara volvería loco a cualquier hombre y, en ese momento, lo tenía a mi absoluta disposición. Dí un sorbo al vaso para apurar el whisky y sacando las bragas que llevaba en mi bolsillo se las lancé a sus pies.
-
Tráemelas con la boca y gateando.
Obediente, se puso a cuatro patas. Cogió las bragas entre los dientes y vino hasta mí gateando. Al llegar al sillón, extendí la mano y ella depositó las bragas con delicadeza. Cogí la prenda íntima y se la puse en la cabeza con la parte delantera donde va el coño pegada a su boca.
-
Date la vuelta y pon el culo en pompa.
El culo de Sara se me ofreció en todo su esplendor. Las nalgas redondas, tersas, respingonas. Y en el centro la raja atravesando desde el final de su espalda y con sus agujeros a mi disposición. El esfínter rodeado de pliegues oscuros y los labios vaginales que, increíblemente, brillaban por el flujo que salía del interior del coño.
Pasé mi dedo índice de la mano derecha por ese flujo espeso y blanquecino. Su coño estaba caliente, ardía. La humedad y el calor lo convertían en un agujero muy acogedor. Metí el dedo profundamente, rebañando en las paredes interiores de su raja. Un gemido de Sara me daba a entender que ese caldo que le salía de entre las piernas no era una reacción involuntaria de su cuerpo si no que realmente estaba disfrutando de esa humillación y de ese sometimiento. Mi dedo estaba hurgando dentro de su intimidad. Tengo que reconocer que aunque me gustaba pensar que ella también disfrutaba por otro lado me molestaba un poco que no se sintiera hundida. La muy puta parecía gozar más que yo. Eso me hizo dar el siguiente paso. Saqué mi dedo impregnado de jugos y le apoyé en el agujero de su culo. Noté cómo instintivamente cerraba el esfinter y se retiraba hacia adelante. Una sonrisa se me dibujó en la cara. Tal vez eso sí la hiciese ver su verdadera degradación.
-
Todos tus agujeros me pertenecen y voy a hacer uso de ellos, zorra. Tú misma vas a meter mi dedo dentro de tu culo.
Sara volvió a la posición en la que estaba. Mi dedo volvió a situarse al borde de su ojete. Empujó ligeramente hacia mí y su ano empezó a tragar mi dedo. Su agujero se abrió para mí y no dudé en avanzar hasta enterrarlo por completo en su interior. Repetí los movimientos que había realizado en su coño dentro de la estrechez de su culo que se cerraba con fuerza en torno al dedo.
-
Date la vuelta y chúpame el rabo, zorra.
Sara apartó las bragas de su cara, sus labios rodearon mi capullo y empezaron a subir y bajar por mi polla. En cada movimiento tragaba toda la barra de carne.Yo estaba en la gloria. Disfrutando de esa maravillosa mamada. La boca de esa mujer era una delicia. La saliva que dejaba en cada pasada lubricaba todo mi nabo y hacía que todo fuese suave y cálido. Su lengua repasaba mi glande y cada succión me arrancaba un gemido de placer.
-
¡ Hombre, Pedro, llegas en buen momento!
Al oirme Sara, me miró un instante con los ojos a punto de salírsele de las órbitas y, sacando mi polla de su boca, giró la cabeza en dirección a la puerta. Allí estaba el recepcionista. Tenía la mirada clavada en su culo y ya se apreciaba un buen bulto en su entrepierna.
-
¿Pero qué coño es esto, Aurelio? ¿Qué hace ese hombre en la habitación? -
en ese momento estaba claro que ella había dejado de disfrutar.
-
Este hombre es Pedro. Le recordarás de la recepción. La verdad es que siempre es muy amable y considerado conmigo y me ha parecido oportuno devolverle esa generosidad. ¿Qué mejor que ofrecerle a una putilla como tú para que se cobre todos los servicios que me presta?
-¡TÚ ESTÁS LOCO! ¡ERES UN HIJO DE PUTA! ¿PERO QUIÉN TE HAS CREÍDO QUE SOY YO?
Estaba completamente fuera de sí. Con un brusco movimiento fue a levantarse pero, al tener los pantalones por las rodillas, las piernas se le enredaron y rodó por el suelo. La imagen resultaba muy ridícula. Se podía decir que esa casualidad aumentó su humillación y sin poder levantarse quedó tirada en la alfombra con las manos tapándose la cara.
-
Mira, Sarita, empiezo a estar hasta los cojones de ti. ¡Venga, lárgate de aquí! ¡Vístete y no quiero volver a verte! Olvídate de nuestro acuerdo. Está claro que no has entendido nada de lo que está pasando y no te lo voy a estar explicando cada vez que tú no te enteres de algo.
Sara, algo más calmada, se incorporó. Sus manos seguían tapando su rostro.
-
Entiéndeme, Aurelio, hace un par de horas nos volvíamos a ver después de un montón de años. Venía con la idea de proponerte un negocio y de que fuéramos socios pero lo que me he encontrado es a alguien que se ha querido aprovechar de mi en el acuerdo, que me ha tratado como a un trozo de carne y que ahora me quiere poco menos que prostituir.
- ¿Ya has acabado?
- pregunté con tono de ironía.
-
Bueno...creo que...todo lo que he dicho...es cierto. -
respondió con tartamudez fruto de su posición de desventaja.
-
Todo lo que has dicho es un resumen desde tu punto de vista. ¿Quieres que te dé yo el mío? -
Sara, asintió con su silencio a la vez que se quitaba las bragas de la cabeza ya que seguía con ellas puestas.
- Mi versión empieza mucho más atrás cuando hace años te burlabas de mi en la universidad y donde siempre dejabas claro que no estaba a tu altura. Años después, una vez que las cosas te iban mal y como último recurso, vienes a mi para pedirme dinero para tu negocio. Una vez que te ofrezco mis casi inaceptables condiciones tú no dudas en aceptarlas entregando tus bragas como firma del acuerdo. Después no dudas en acompañarme a un hotel y dejas que te rellene los agujeros del cuerpo con mis dedos y mi polla.-
estás últimas palabras ya las escuchó con la cabeza agachada y apoyada en sus rodillas.-
Así que ahora vas a seguir siendo buena y nos vas a complacer a Pedro y a mí.
El recepcionista estaba atónito ante la escena que se había desarrollado delante sus ojos.
-
¡Vamos, puta, a cuatro patas!
Sara volvió a colocarse en esa posición de ofrecimiento.
-
Pedro
, fóllate su boca que yo voy a usar sus agujeros desde atrás.
El empleado se desnudó en un santiamén y puso la polla en la cara de Sara. La chica, resignada, abrió la boca y empezó a mamar la verga tiesa que tenía delante. La polla de Pedro no era muy larga pero sí bastante gorda. La muchacha se afanaba en poder meter todo el grosor de aquel trozo de carne dentro de su boca y, en el empeño, las babas se deslizaban por su barbilla hasta el suelo. El recepcionista empujaba sin medir que cada empujón ensanchaba las comisuras de la pobre Sara que apenas podía albergar el cipote que tenía enfrente.
Por mi parte, me coloqué detrás de ella y la penetré el coño de un sólo empujón. Enterré mi rabo hasta el fondo de la raja sin miramientos y lo cierto es que se deslizó dentro con cierta facilidad. No era un agujero seco sino que, por el contrario, estaba mojado y caliente. Sarita era una zorra que, incluso en esa situación, se calentaba con la invasión de dos pollas en su cuerpo. El sándwich que estábamos haciendo con ella era un continuo meter y sacar carne de polla dentro de sus agujeros. De vez en cuando, Pedro sacaba el rabo de la boca y, con la saliva que lo embadurnaba, embarraba el rostro de la mujer. Cuando sentí que empezaba a cansarme del coño que me follaba, dejé caer un escupitajo en el culo de Sara y lo restregué con el pulgar de mi mano izquierda. Saqué la polla del coño y, aprovechando la mezcla del flujo y la saliva, taladré el ano de Sara. No paré de penetrar hasta que mis huevos chocaron con su coño.
Los siguientes minutos son los que he descrito al principio de este relato.
Pedro empezó a sentir el deseo de descargar los huevos gracias a la mamada que estaba recibiendo.
-
Estoy a punto de correrme -
dijo
-
¿Has oído, Sara? Nuestro anfitrión quiere vaciar los cojones. No me extraña porque me dijo que llevaba varios días sin hacerlo. Seguro que tiene una buena cantidad acumulada. Ahora, se va a correr en tu boca. No lo vas ni a tragar ni a escupir. Lo vas a dejar dentro hasta que yo descargue dentro de tu culo.
Pedro aceleró sus movimientos y al poco agarró la cabeza de la chica y entre alaridos se corrió.
-
¡ Me corrooooooooo...aaaahhhhh...siiiiiiii....aaaaaahhhhh! ¡ Todo para tiiiii.....uuuuuuffffffffff...qué ganas de echarlo! ¡Aaaaahhhhhhhh...todooooooo...todooooooo!
La corrida había sido de campeonato. Todavía al sacarla de la boca se escaparon las últimas gotas de lefa que limpió en la frente de Sara. Ella aguantó con entereza toda la descarga y la retuvo dentro tal y como le había ordenado. Yo estaba reventando y me dejé ir.
-
¡Saraaaaaa! ¡Me corro dentro de tu culo! ¡Siente mi semen caliente rellenarte! ¡Siiiiiiiiii! ¡Uuuuffffff...qué gustazooooooo!
¡Traga la lefa de la boca, guarra!
Sara tragó el semen de Pedro a la vez que yo sacaba el rabo de su interior. Había sido un rato espectacular. Tan esperado en su momento que ahora lo disfruté intensamente.
Me dirigí al baño.
-
¡ Voy a darme una ducha! Cuando salga no quiero veros a ninguno de los dos. Pedro, mándame la cena a la habitación para dentro de una hora. Sara, mañana quiero verte en mi oficina a las 12 para que me desarrolles mejor tu idea de negocio. Ah, una cosa, lleva falda.
Cerré la puerta del baño, encendí el grifo del agua caliente
y dejé que la lluvia que salía desde el techo cumpliera su función relajante.
Mañana iba a ser un gran día y nada como una buena ducha para recuperar energías.
FIN