Su cálida voz
Pedro se reencuentra, años después, con la mujer que primero despertó sus deseos. Y se lanza a por ella
"Basado en recuerdos de mi juventud. Para ella..." - Holandés Errante
Hacía más de 4 años que Pedro, por razones de trabajo, ya que vivía en extranjero, no iba a ver a su madre. Ella había viajado a casa de Pedro cada Navidad, así que al menos se habían visto. Le dijo al taxista que lo llevó del aeropuerto casa de su madre, la que había sudo su casa hasta que encontró su actual trabajo, que lo dejara antes. Se bajó y caminó por su antiguo barrio.
En solo 4 años desde su última visita no había cambiado mucho. Solo vio un par de tiendas que habían cambiado de actividad. Una antigua pizzería que ahora en una Kebab. Una tienda de zapatos en donde antes había una joyería. Ah, y el antiguo bar, ahora regentado por chinos.
Llegó al edificio de su madre y tocó en el portero automático. Ya no tenía llaves de aquella casa. Su madre le abrió y fue hacia el ascensor. Tocó el botón y esperó, mirando como bajaba desde el décimo. Cuando se abrieron las puertas, entró y pulsó el séptimo. Las puertas estaban a punto de cerrarse cuando oyó una voz.
-Por favor, pare - dijo la voz, que reconoció enseguida.
Con la mano tapó el sensor de la puerta para impedir que se cerrara y ésta se abrió.
-Oh, gracias - dijo la mujer, que venía cargada con dos bolsas del supermercado
Cuando ella levantó la mirada y vio a Pedro, abrió los ojos.
-¿Pedro? Eres Pedro, el hijo de Juanita ¿No?
-Hola. Sí soy yo...
A Pedro casi se le escapa el nombre de ella, Sonia. Pero jamás la había llamado por su nombre, a pesar de conocerlo desde hacía mucho.
-Vaya, cuánto tiempo. Hacía mucho que no te veía.
Habían sido 4 años sin venir. Además, en las ocasiones anteriores que vino él de visita tampoco había coincidido con Sonia.
-Sí, por lo menos 6 o 7 años - dijo Pedro.
-Uf, como pasa el tiempo. Casi no te reconocí. Has cambiado. Ya eres todo un hombre - exclamó la mujer dejando las bolsas en el suelo.
Pedro pulsó el piso de su antigua vecina, el noveno. Las puertas se cerraron y el ascensor empezó a subir.
-Tú sigues igual - le dijo con una gran sonrisa.
Se dio cuenta de que era la primera vez que la tuteaba. Antes, cuando vivía allí y se cruzaban, sus saludos no pasaban de unos buenos días, de algún saludo.
-Oh, muchas gracias Pedro.
Antes él era muy tímido, sobre todo con las mujeres. Pero los años fuera de casa lo habían espabilado bastante. Iba a decirle algo cuando la cabina se paró en su piso. La puerta se abrió y su madre casi se lo come a besos. Se abrazaron ante la divertida mirada de Sonia.
-Ya, ya, mamá. Que... Sonia tiene que subir.
Juanita, que ni la había visto, la miró.
-Oh, perdona, Sonia. Pero es que hacía casi un año que no abrazaba a mi niñito.
-Jajaja. Se nota, Juanita. Pero ya no es tan niñito. Vaya hombretón se ha hecho
Madre e hijo salieron del ascensor para que Sonia pudiese irse a su casa. Antes de cerrarse las puertas, los ojos de Sonia y Alberto se encontraron fugazmente. Pedro notó su polla dura encerrada en sus vaqueros.
Aquella mujer, Sonia, seguía poniéndole la polla dura.
Entró con su madre y ésta lo llevó a su antiguo cuarto.
-Está todo como siempre, mi vida. Ay, qué alegría que estés aquí - le dijo, abrazándolo otra vez. Pedro tuvo que separarse un poco para que ella no notara la dureza encerrada en los pantalones.
Una vez instalado, fue a la salita en donde su madre veía la tele. Se pusieron a hablar de todo un poco. La familia, el trabajo.
-Hacía mucho que no veía a la vecina.
-¿A Sonia dices?
-Sí.
-¿Te dije que divorció?
-Ah, pues no sabía nada.
-Hace 2 años, creo. Al fin se libró del cafre ese.
Pedro recordó al ahora ex marido de Sonia. Era un tipo serio, sombrío. Más de una vez lo oyó gritar por el hueco de la escalera. Antes era demasiado joven para darse cuenta, pero ahora fue consciente de que siempre que los había visto juntos a él y a Sonia, ella estaba callada y seria. Cuando la veía sola, ella le sonreía y lo saludaba con esa voz que siempre que tanto le gustaba.
Sonia era delgada, alta. Antes un poco más que él. Ahora prácticamente iguales. Si cuando Pedro se marchó de allí a los 22 años ella tendría sobre los 40 años, ahora, siete años después, rondaría los 47 o 48 años.
Su atracción por las mujeres maduras nació por ella. Cuando entró en la pubertad y empezó a fijarse en las mujeres, fue Sonia la que primero ocupó su mente. Fue ella en quien pensaba en sus primeras pajas, acostado en su cama. Fue ella la protagonista de sus primeros orgasmos. Y lo siguió siendo durante años, hasta que se había marchado.
Esa noche, en su antigua cama, Pedro rememoró aquellos, años, aquellas pajas pensando en Sonia. En su dulce sonrisa. En su voz, tan suave, tan cálida. En aquellos tiempos solo se intercambiaban saludos. Pero en su mente, con la polla agarrada por su mano, ella le decía toda clase de cosas calientes, palabras fuertes que él leía u oía en los videos porno que solía ver en su ordenador.
Esa noche, después de 7 años, Pedro volvía a correrse pensando en Sonia.
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Durante los siguientes días Pedro se dedicó a visitar a sus amigos y a salir de copas. Cada noche, en su cama, su musa, Sonia, acudía a su mente y lo hacía estallar en intensos orgasmos en la oscuridad de su dormitorio.
Una tarde Pedro estaba tomándose una caña en el bar. Le resultó gracioso como la china que lo atendió le pidió al de la barra una 'celvecita'. Se la trajo al poco con unas almendras saladas. Cuando llevaba ya media birra, vio que se acercaba Sonia, otra vez cargada con dos bolsas del súper. Vestía una linda blusa blanca, holgada, y falda plisada hasta las rodillas. Esta vez se levantó y la saludó.
-Hola Sonia.
-Oh, Hola Pedro. ¿Qué tal estás?
-Muy bien. Deja que te ayude - le dijo, cogiéndole las bolsas.
-Muy amable, gracias. Eres todo un caballero.
-Me estaba tomando una cerveza. ¿Quieres tomar algo antes de subir?
-Oh, pues... - dijo, pensándoselo - Vale. Tengo sed. Una cañita.
Se sentaron en la mesa y Pedro le pidió otra 'celvecita' para ella. En cuanto empezaron a hablar, Sonia se dio cuenta de que la impresión que tuvo el otro día no era equivocada. Pedro ya no era el jovencito tímido que apenas le dirigía la palabra y la miraba con disimulo. Ahora era todo un hombre abierto, simpático, que le aguantaba la mirada. Y era una mirada penetrante.
Hablaron largo rato y pidieron una segunda cerveza.
-Mi madre me contó lo de tu divorcio. Lo siento - le dijo en momento de pausa Pedro.
-Ya... bueno. Fue duro tomar la decisión, pero ahora estoy bien.
-Sí, te veo como... más alegre. Antes muchas veces se te notaba, no sé. Triste.
-No era feliz, la verdad. Pero eso ya pasó.
-Me alegro por ti.
-¡Y yo! jajaja
Ambos rieron. Era la primera vez que Pedro la veía reírse así. La miró fijamente a los ojos. La polla le palpitaba entre las piernas. Sonia no aguantó mucho tiempo esa mirada y tomó un buen sorbo de su cerveza.
-¿Y tú qué tal? ¿Mujer? ¿Novia? - preguntó la mujer.
-No, que va.
-Ummm ¿Novio? - dijo Sonia, entrecerrando los ojos.
-¡Uy, no! jajaja. No no. Me gustan las mujeres, no los hombres.
-Jajaja. En estos tiempos nunca se sabe.
A Pedro le empezó a latir el corazón, además de la polla. No sabía si atreverse a lanzarse o no.
-¿Y tú qué? - le preguntó Pedro. ¿Hay alguien?
-¿Yo? Pero si ya estoy mayor para esas cosas. Quita quita.
-¿Mayor? Pero si eres una mujer muy atractiva.
Sonia se ruborizó ligeramente.
-Oh, gracias por el cumplido, Pedro.
-A mí de joven me gustabas mucho - se atrevió a responderle el muchacho
-Notaba como me mirabas... aunque apenas hablabas.
-Y la verdad, es que me sigues gustando mucho, Sonia.
-Pero...si podría ser tu madre... soy...
-No lo eres. Desde siempre me han gustado las mujeres mayores que yo. Y quizás sea por ti. Fuiste mi primera musa para... ya sabes
-¿Para qué? - preguntó Sonia, sin entenderlo.
-Pues que fuiste la primera mujer con la que fantaseaba por las noches en mi cama mientras...
Sonia abrió los ojos cuando comprendió lo que Pedro le estaba diciendo. Se ruborizó aún más.
-¿De verdad? - le preguntó.
-Sí, de verdad. Mi primer orgasmo fue pensando en ti, Sonia.
-Vaya...
-Espero no haberte molestado contándotelo.
-No, no me molesta. Solo me... sorprende.
-¿Por qué?
-No sé. Que un chiquillo se... toque pensando en una mujer tan... mayor.
-Una mujer para mi preciosa. Me gustaba todo de ti. Tu voz cuando me saludabas me hacía estremecer.
-Me tienes estupefacta, Pedro... uf.
-Perdona si te he molestado.
-Que no, de verdad. Creo que hasta me siento un poco halagada -dijo ella, sonriendo.
Pedro la miró. Estaba tan linda, sonriéndole con las mejillas ligeramente sonrosadas. Dudó en si seguir o no. Su polla dura pensó por él.
-El otro día, el día en que llegué y nos encontramos en el ascensor... - empezó.
-¿Qué? - preguntó Sonia al ver que él se detenía.
-Pues que esa noche volvía a las andadas. Otra vez te metiste en mi cabeza y en mi cama...
-¿Qué hiciste? - exclamó Sonia con el corazón latiéndole ahora con fuerza.
Pedro se lo iba a decir, pero en aquella terraza no había suficiente intimidad, así que se echó hacia adelante, se acercó a una de las orejas de la mujer y le susurró:
-Me hice una paja pensando en ti. Me corrí pensando en ti.
Se separó y la miró a los ojos. Ella estaba sin habla, ahora muy ruborizada. Pero el calor que sentía Sonia no solo lo sentía en la cara. Lo sentía por todo el cuerpo. Lo sentía, sobre todo, entre las piernas.
Hacía muchos años que no se sentía así. Cuando se divorció de su marido llevaba mucho tiempo sin tener sexo con él, y cuando lo hacía antes no sentía placer alguno. Desde el divorcio no había estado con nadie. Ni siquiera había sentido deseos. El sexo parecía algo que ya había dejado atrás. Y ahora, aquel hombre tan joven que le confesaba su deseo por ella había conseguido encenderla, hacer que su cuerpo vibrase... hacer que su coño se empezara a humedecer.
Se siguieron mirando a los ojos unos segundos más. Sonia juntó las piernas y sintió una ola de placer subirle por el cuerpo.
-Y desde esa noche... cada noche lo mismo - añadió Pedro sin apartar sus ojos de los de ella.
-Me... me dejas de piedra, Pedro. No sabía que aún podía despertar... deseo en un hombre.
-Llevo deseándote desde hace años, Sonia. Ahora mismo estoy... ardiendo. Ya me entiendes.
-¿En serio? - preguntó la mujer abriendo los ojos como platos.
-Completamente en serio - respondió el hombre.
Pedro miró alrededor. Vio que nadie les miraba y comprobó que por como estaban las mesas, nadie podría ver nada, así que con firmeza, acercó su mano derecha a la mano izquierda de Sonia y la cogió. La levantó de sobre la mesa y la bajó debajo de ésta. Y sin dejar de mirar a su musa a los ojos, llevó la mano de ella hasta el bulto que su polla formaba en sus pantalones y la apretó.
-¿La notas? Está así por ti.
El cuerpo de Sonia volvió a estremecerse. Notó como su coño era ahora un mar de jugos, los pezones duros como piedras rozarse contra la tela de su sujetador. Sintió la dura polla que se escondía bajo la tela. Tres 3 o 4 segundos después ella retiró la mano, como si aquello fuesen brasas ardientes.
Se miraron. Sonia casi temblaba de deseo. Aquel jovenzuelo había conseguido en un momento excitarla como no recordaba haberlo estado jamás. ¿Cómo era posible que alguien tan joven la hubiese encendido de esa manera? ¿Y cómo era posible que alguien tan joven se sintiese atraído por ella? Si casi le doblaba la edad. Pero no había duda de que él estaba excitado. Lo había notado en su mano. Había sentido su dura... polla.
Casi sin darse cuenta, ahora sin que él la guiara, llevó otra vez su mano a la bragueta de Pedro y pasó los dedos a lo largo del duro cilindro que se escondía bajo la tela.
-Uf, Pedro... Cómo estás.
-Deseando... follarte, Sonia.
Al oírlo ella retiró la mano.
-No... no puede ser... - dijo la mujer, desviando la mirada.
-¿Por qué no?
-Eres demasiado joven...
-¿Y?
-Yo demasiado... mayor.
-¿Y?
-No estaría bien Pedro... yo... lo siento...
A pesar del deseo que sentía su cuerpo, su mente, bloqueada, no le permitía aceptar todo aquello, así que cogió sus bolsas y se levantó.
-Lo siento Pedro. Perdóname. - le dijo, sin mirarle a la cara.
-No, espera Sonia. Perdona si te he molestado. No era mi intención.
La mujer no dijo nada más. Se alejó caminando hacia el edificio. Pedro pensó en ir tras ella, pero decidió que era mejor dejarlo estar. Sonia parecía estar molesta. Empezó a pensar y temió que Sonia le dijese a su madre que se había sobrepasado con ella, o algo así, por lo que se quedó sentado. Al rato, pagó las consumiciones y se fue a casa de su madre.
+++++
Sonia entró en su casa. Aún acalorada. Aún excitada. Cerró la puerta y se apoyó contra ella, con los ojos cerrados, las bolsas colgando en sus manos. Su corazón, desbocado. Su coño, encharcado. Respiró hondo, se tomó unos segundos y fue a la cocina a dejar las bolsas. Casi notaba aún contra su mano la dura polla de Pedro. Dura por ella.
¿Cómo era posible? Si era una... vieja. Fue al baño y se miró al espejo. Se vio como siempre. Delgada, con nada especial. Nada que pudiera atraer a un joven. Y sin embargo a Pedro... Le dicho que desde siempre le había gustado. Le confesó que se tocaba por ella. Y que seguía haciéndolo. Nunca se le pasó por la cabeza que pudiera resultarle atractiva a alguien con tal diferencia de edad.
Pocos meses después de su divorcio, Ramón, un compañero de oficina empezó a acercarse a ella, a invitarla primero a desayunar y luego a quedar fuera del trabajo. Pero nunca aceptó sus invitaciones. No se sentía con ganas de empezar una nueva relación con otro hombre. Ramón lo siguió intentando un tiempo hasta que desistió y ya no volvió invitarla a nada. Ramón no era un jovencito. Tendría su edad o un par de años más que ella.
Se fue al salón para tratar del calmarse. Puso la tele pero no consiguió sacarse a Pedro de la cabeza. Decidió entonces llamar a su amiga del alma, Luisa, que era su paño de lágrimas, la que la ayudó cuando el divorcio, la que siempre escuchaba sus penas. Cogió el teléfono y marcó el número.
Le empezó a contar todo lo que había pasado, lo que Pedro le había dicho, y lo que hizo.
-¿Queeeeee? - casi gritó al otro lado de la línea su amiga Luisa - ¿Qué te puso tu mano sobre bragueta?
-Sí.
-Uf, que atrevido ese Pedrito.
-Mucho. Luego me dijo que quería... ya sabes.
-Follarte.
-Sí.
-Jajaja. Normal
No le dijo que luego fue ella la que le puso la mano sobre la dura polla.
-¿Y cómo estuvo el polvo? - le preguntó Luisa.
-¿Qué polvo Luisa?
-¿Cómo que qué polvo? ¿No te folló?
-Claro que no. Le dije que no podía ser y me fui.
-Coño Sonia. ¿Tú eres tonta? ¿Un pimpollo jovencito se ofrece a follarte bien follada y le dices que no?
Tampoco le dijo a Luisa lo caliente que él la había puesto. Lo caliente que aún seguía.
-Pero es que es tan joven... no sé...Además hace mucho que no estoy con nadie.
-Bueno, que yo recuerde, además de tu ex-maridito no ha habido nadie más.
-No. nadie.
-Mira Sonia. Solo se vive una vez. Y las oportunidades solo se presentan pocas veces. No hay que dejarlas escapar. ¿Qué vas a perder? Los dos ya son mayorcitos... sobre todo tú.
-Cabrona.
-Jajajaja. Un poco. Pero en serio, Sonia. Déjate llevar. Deja que ese jovencito te saque las telarañas del coño y disfruta de la vida, joder.
-¿Tú crees?
-Por supuesto que lo creo. Venga, llámalo.
-No tengo su teléfono.
-Joder, Sonia.
-Pero podría conseguirlo.
-Pues venga. A por él. Alegría pal'body jajajaja.
-Bueno, me lo pensaré. Chao. Ya te contaré.
-Chao guapetona.
Colgó el teléfono. Su amiga tenía razón. Toda su vida había sido una mujer reprimida, atada a un hombre que la hizo desgraciada, desganada. Que llegó a anularla como mujer. Y este muchacho, en un momento, la hizo despertar. La hizo sentirse deseada y desear. Y por miedo, solo por miedo, había salido huyendo.
¿Seguiría huyendo? ¿Seguiría escondiéndose como cuando estaba casada? ¿O se dejaría llevar e intentaría atisbar algo de ese placer del que había oído hablar? Si él con solo mirarla, con solo hablarle, la había puesto así... ¿Cómo sería sentir sus caricias?
Tomó aire y buscó en su móvil el contacto de la madre de Pedro. Le mandó un whatsap.
-Hola Juanita - le dijo.
Un minuto después le contestó su vecina.
-Hola Sonia. ¿Qué tal?
-Bien. Es que estaba haciendo por aquí unos cambios y quiero rodar unos muebles. Me acordé de Pedro. ¿Crees que le importaría echarme una mano?
-No creo que le importe. Llegó hace un rato. Está en su habitación. Se lo pregunto a ver... o te doy su contacto y hablas tú con él.
-Ah, vale. Perfecto - escribió la mujer, estremeciéndose.
A los pocos segundos le llegó el contacto. Lo añadió a la agenta. El corazón se le salía por la boca. Lo abrió en whatsap y allí le apareció una pequeña foto de un sonriente Pedro. Una última duda casi la hace desistir, volver a huir, pero tomó fuerzas y le escribió.
-Hola Pedro. Soy Sonia.
Pedro estaba acostado en su cama, vestido. Pensaba en lo que había pasado con Sonia. Se decía a sí mismo que había sido muy directo. Demasiado. Que ella se había asustado y salido corriendo. Y que las cosas podrían ponerse feas si Sonia le decía algo a su madre. Oyó el bip-bip de su teléfono.
Cuando lo cogió y bien el número desconocido y el texto que lo acompañaba, sintió un vuelco en el estómago. Se preguntó como ella sabía su número.
-Hola Sonia - empezó. - Siento lo de antes. Perdóname si te ofendí. No era mi intención.
-No me ofendiste, Pedro. Me cogiste desprevenida, de sorpresa. Perdóname tú por salir así, huyendo.
Pedro se tranquilizó al leer aquellas palabras.
-Sí, la verdad es que fui muy lanzado. De joven era muy tímido y no me atreví nunca a decirte nada.
-Uf, pero ahora sí que te atreviste.
-Pues sí.
-Le dije a tu madre que me pasara tu teléfono para que me ayudaras a... mover unos muebles.
El corazón de Sonia latía con fuerza. La polla de Pedro se puso dura en el acto.
-¿Y cuándo quieres que te eche... una mano?
-¿Puedes ahora? - escribió ella con dedos temblorosos.
-Sonia... si subo ahora a tu casa, te voy a follar.
Ella se mordió el labio, estremeciéndose.
-Lo sé - respondió.
-Umm, pues voy volando.
El muchacho se levantó de la cama como un resorte. El bulto de su polla era más que evidente, así que evitó a su madre y le gritó desde la puerta.
-Mamá, me avisó Sonia para que le echara una mano con unos muebles. Luego me voy con los colegas a tomar algo. No me esperes levantada.
-Vale cariño. Ten cuidado. Chaito.
Pedro no cogió el ascensor. Subió los dos pisos por las escaleras y se acercó a la puerta de la casa de Sonia. Iba a tocar pero la puerta se abrió y él entró. Ella cerró la puerta. Se miraron a los ojos. Ambos nerviosos. Ambos ardiendo de deseo. Pero sin atreverse a dar ese último paso.
Había que coger el toro por los cuernos, se dijo Pedro, así que se acercó a la fuente de sus deseos, quedándose de pie en frente de ella, casi rozándola. La miró a los ojos. La miró a la boca, a aquellos labios que tantas veces había deseado besar. Lentamente, pegó los suyos a los de ella y la besó. El único contacto entre los dos era a través de los labios. Pero cuando él los abrió y ella le correspondió, cuando la legua de Pedro invadió la boca de Sonia y ella jadeó, la rodeó con sus brazos y la besó con pasión.
Ya no hubo más disimulo, más vergüenza. Le frotó la dura polla contra la barriga, para que ella sintiera el deseo que lo invadía. Sus manos recorrieron la espalda de la mujer hasta llegar a su culo, el cual fue apretado, sobado, magreado. La fina tela de la falda hacía que Sonia notara las caricias con intensidad. La empujó contra la pared y siguió comiéndole la boca, acariciándole el culo. Dejó la mano izquierda allí y subió la otra hasta el pecho de la mujer. Acarició sus pequeñas tetas, abarcando cada una con su mano. Notó la dureza de los pezones.
Sonia, con los ojos cerrados, disfrutaba con aquellas intensas caricias. Nunca, jamás, en toda su vida, había sentido algo así. Nunca se había sentido tan excitada como en ese momento, siendo besada por aquel joven muchacho.
-Al fin te puedo besar, Sonia. Al fin - dijo Pedro llevando su boca al cuello de la mujer y lamiéndolo.
-Ummm Pedro... Pedro...
-¿Sientes como estoy? - le dijo, mirándola a los ojos y apretando su polla contra ella.
-Sí... te siento.
-¿Y tú cómo estás?
-Muy... excitada...
-¿Cachonda? ¿Estás cachonda?
Sonia solo pudo asentir con la cabeza, mordiéndose el labio con fuerza.
-Pues dímelo. Dime como estas. Dime como te he puesto -le pidió, mirándola a los ojos.
Ella no había usado nunca un lenguaje tan directo, tan sexual. Los ojos llenos de deseo de Pedro la miraban. Sentía su aliento golpear su cara.
-Estoy... cachonda... mucho...me has puesto muy caliente, Pedro - casi jadeó.
Pedro sonrió y la llevó hasta el salón. Sin despegar las bocas el uno del otro se sentaron y siguieron acariciándose. El chico le puso una mano en la rodilla y lentamente la metió por debajo de la falda.
-Umm, así que estás cachonda...
-Ujummm - jadeó Sonia, temblando de deseo al sentir la suave mano acariciar la cara interna de su muslo.
-Entonces estarás mojadita... Tendrás el coñito empapado ¿Verdad?
Con los ojos cerrados Sonia volvió a asentir. Parecía que todo su cuerpo estuviera vibrando y que olas de placer saliesen de cada rincón y se dirigieran hacia su sexo... hacia su... coño.
-Vamos a ver si es verdad - le susurró Pedro al oído.
Ella lo abrazó con fuerza. Aquella mano casi había llegado arriba del todo. Abrió las piernas para dejarle el camino libre. Y apretó los dientes con fuerza cuando los dedos de Pedro recorrieron sobre sus bragas la raja de su sexo.
-Agg, dios... Pedro...
-Pues si que estás mojadita, Sonia... - le dijo antes de cerrarle la boca con la suya.
El placer que Sonia sintió con aquellas caricias era total. Algo que jamás había sentido. Notó como él la recorría de arriba a abajo, con la fuerza justa, con la velocidad justa. Primero varios segundos por fuera, sobre la tela, para luego, con delicadeza, apartar las bragas y acaricias ahora directamente piel contra piel. Con dos dedos Pedro recorrió aquel cálido y húmedo coñito, dibujando con los dedos los labios hinchados por el placer, y sobre todo, frotando con las yemas el inflamado clítoris de su deseada Sonia.
Las bocas unidas. Las lenguas entrelazadas. Y los dedos sin parar de acariciar. Sonia notó que no iba a aguantar mucho aquel intenso placer. Supo que si él seguía tocándola así iba a estallar en un intenso orgasmo. Y cuando notó como los dos dedos de Pedro bajaban, introduciéndose en su vagina al tiempo que con el pulgar él siguió frotando su botón de placer, cerró las piernas, atrapando la mano entre ellas.
-Aggg, Pedro... para... para por favor - le imploró.
-¿Parar? ¿Parar por qué? - preguntó, mirándola a los ojos.
-Porque... si sigues... yo...yo...
-¿Te correrás?
-Oh... sí... ya no puedo más... si sigues me... correré.
-Sonia...
-Umm... ¿Qué?
-Abre las piernas...
-Pedro...
-Abre las piernas - le repitió.
Mirándole a los ojos, al borde de orgasmo, Sonia obedeció. Pedro empezó a meter y sacar los dos dedos de aquel hirviente coño con más intensidad. Su pulgar frotó con más fuerza. Sonia le clavó las uñas en los brazos.
-Córrete para mí, Sonia. Córrete para mí.
En cuanto la boca de Pedro volvió a comerse la de ella, lo notó. El cuerpo de la mujer se tensó, su espalda se arqueó sobre el sofá y dejó de respirar. Sonia estalló en el que era sin duda el orgasmo más intenso de su vida. Cada fibra de su cuerpo parecía estallar. Las paredes de su vagina eran recorridas por oleadas de placer. Su coño destiló grandes cantidades de flujo que mojaron los endiablados dedos de aquel hombre, que no dejaron de moverse, de frotar, durante los largos segundos que duró aquel arrollador orgasmo.
Pedro solo se detuvo cuando el cuerpo de ella recuperó su movilidad, cuando la espalda se relajó. Dejó de frotar, de mover los dedos. Separó su boca de la de ella y la miró. Sonia tenía los ojos cerrados, la boca abierta, tragando aire. No dejó de mirarla hasta que ella, lentamente, abrió los ojos. Él le sonrió y la besó con ternura.
-Pedro... jamás había sentido algo así. No creí que pudiera existir un placer tan total.
-¿Nunca te acariciaron así?
Ella negó con la cabeza.
-O sea... que soy el primer hombre que te...hace una pajita.
-Sí - dijo la mujer, sonriendo.
-¡Vaya! Todo un honor.
-Jajaja, tonto.
-Bueno, te acabo de hacer correr con mis dedos. Ahora me falta hacerte correr con mi polla y con mi boca.
Sonia se estremeció de pies a cabeza. Pedro la volvió a besar, sin sacar la mano de entre sus piernas. Sin sacar sus dedos de dentro de su coño. Y a pesar del intenso orgasmo que acababa de tener, aquella boca, aquella lengua que buscaba la suya, aquel maravilloso hombre, la volvió a encender. Abrió las piernas y movió las caderas, haciendo que los dedos entraran y salieran de ella.
Su experiencia sexual con su marido era muy escasa. Él se limitaba básicamente a acariciarle las tetas sin ninguna delicadeza, besarla con rudeza y luego montarla hasta correrse dentro de ella. Alguna vez, al principio, consiguió tener un orgasmo así. Otras, cuando él, tras cumplir con su deber de marido y llenarla con su simiente se daba la vuelta para dormir, iba al baño a lavarse. Se sentaba en el bidet y se sacaba el semen que él le había echado. A veces, excitada, se acariciaba con el chorrito del agua caliente hasta correrse. El tiempo hizo que los orgasmos con su marido fuesen cada más escasos, hasta desaparecer del todo. Su excitación en el bidet también desapareció y ya solo se lavaba el placer de su marido. Fueron espaciándose en el tiempo sus encuentros maritales hasta que el sexo desapareció del todo de su vida.
Esos orgasmos que ella se daba no eran nada en comparación con lo que Pedro acababa de regalarle. Si antes un pequeño orgasmo acababa con su excitación, ahora el intenso placer que había tenido parecía haberla encendido aún más, desear más. ¿O era acaso aquel maravilloso hombre que la besaba con pasión el que la encendía así?
Pedro sacó la mano de entre sus piernas, le cogió una de ella y la llevó hasta su polla. Sonia no pudo resistencia alguna y apretó la dureza con los dedos.
-Sácame la polla - le pidió.
La mujer se estremeció. Nunca había hecho algo así. Se separó un poco para poder bajarle la bragueta. Con miedo, metió la mano y notó ahora, solo separada por la tela de los calzoncillos, la dureza de aquella barra. La recorrió una vez más con los dedos antes de buscar el borde de la prenda y meter la mano por dentro.
-Ummm, que caliente está... y que dura - exclamó con admiración
Cuando pudo abarcarla con los dedos se sorprendió de lo gruesa que parecía. La de su ex marido, la única que había tocado hasta ese momento no era desde luego así.
-uf, qué... gorda... es.
-Sácala.
Sonia lo intentó, pero no pudo, así que Pedro la ayudó. Cuando ella al fin pudo verla en todo su esplendor la miró con admiración. La abarcó con la mano, la apretó entre sus dedos, sin casi poder abarcar su grosor.
-Es enorme... esto no me va a caber - dijo, entre asustada y excitada.
-Jajaja, claro que te va a caber. Y no es tan grande.
-Pues a mí me lo parece... nada que ver con...
-¿La de tu ex?
Ella asintió, sin apartar los ojos de la polla, sin dejar de apretarla con su mano. Vio como él acercado una de sus manos, cogía la de ella y la movía arriba y abajo.
-Así, acaríciala así - le dijo.
Ella enseguida supo cómo hacerlo. Pedro quitó su mano y dejó que ella siguiera.
-Nunca lo había hecho - confesó la mujer.
-¿Así que también es tu primera paja?
-Sí.
-Pues lo haces muy bien, Sonia.
Se miraron a los ojos. Sonia aceró su boca a la del muchacho y se besaron, mientras ella seguía acariciándole la polla, mientras ella seguía haciéndole una paja. Y le encantaba. La excitaba. Sentir aquella dureza en la mano, su calor. Enredó su lengua con la de Pedro notando como su coño volvía a ser un mar de jugos.
Notó con alegría como Pedro empezaba a gemir, señal de que le estaba dando placer con su caricia.
-¿Te gusta? -le preguntó.
-Ummm, me encanta Sonia. La de veces que me imaginé que me acariciabas así mientras yo me masturbaba pensando en ti.
Pedro la dejó seguir unos minutos más, gozando de su mano, de su boca. Cuando notó que si la dejaba seguir así estallaría sin remedio, la hizo parar.
-Levántate - le pidió.
Sonia deseaba seguir tocándolo, devolviéndole el placer que él le había dado, pero soltó la polla y obedeció. Pero la hizo poner de pie delante de él, y mirándola a los ojos, metió sus manos por debajo de la falta y las subió hasta sus caderas. Sin dejar de mirarla, le fue bajando las bragas hasta dejarlas caer entre sus tobillos. Luego, mirada contra mirada, llevó una mano hasta su coño y lo acarició. Ella vibró de placer y gimió cuando notó como dos dedos se abrían paso en su vagina.
Pedro corroboró lo que ya había notado antes. Ella era estrecha. Aquel cálido coñito parecía bastante prieto.
-¿Vas a hacer todo lo que yo te diga? - le preguntó.
Sonia, mordiéndose los labios, asintió. Él, entonces se acomodó en el sofá, sentándose en el centro y sacando el culo más hacia el borde del asiento.
-Ponte sobre mí, con los pies a ambos lados de mi cuerpo.
La mujer hizo lo que él le pidió, con el corazón desbocado al intuir lo que él deseaba. Vio como Pedro, cuando la tuvo a arrodillada sobre él, llevó sus manos por debajo de la falda y la agarró por las caderas.
-Ahora, mete una mano, agarra mi polla y acaríciate el coño con ella. Solo por fuera... recorre la rajita de tu coño con la punta de mi polla.
Pedro la ayudó sujetándola por las caderas. Notó su polla recorrer la cálida y babosita raja.
-Aggg, que placer, dios... gimió la mujer, cerrando los ojos.
-Así... sigue... siente mi polla.
Durante un minuto ninguno habló. Pedro la miraba, pero ella tenía los ojos cerrados y una expresión de placer dibujada en su rostro.
-Y ahora...pon mi polla a la entrada de tu coñito.
Sonia abrió los ojos y lo miró. Pedro vio temor, anhelo, deseo.
-Ya - jadeó más que habló la mujer.
-Bien... ahora, despacito, sin prisas...ve bajando... ve clavándote mi polla...
Ella lo deseaba y lo temía al mismo tiempo. Sin cerrar los ojos, sin apartarlos de los de él, bajó un poco, notando como la gruesa cabeza de la dura polla se abría paso, distendiendo las paredes de su empapada pero cerrada vagina. Cuando Pedro vio como su rostro cambiaba, dando paso a una muestra de leve dolor, la sujetó con fuerza con sus manos, deteniéndola.
-Para... para un poco. Solo siéntela. Sube un poquito...
-Sí...uf...no va a caber...
-Ya verás como sí... va a caber toda.
Durante largos minutos, despacito, con mimo, Pedro la fue guiando, haciéndola subir y bajar sobre su polla. Cada vez entraba un poco más, abriéndose paso en el cerrado coñito, que apretaba su polla y le causaba a él un inmenso placer. No solo el placer físico de estar invadiendo una cálida y apretada vagina, sino el placer psicológico de estar penetrando la vagina de su deseada Sonia.
Ella cada vez se notaba más llena. Cada vez el ligero dolor se iba transformando en intenso placer. Mecía sus caderas alrededor de la dura barra que se estaba clavando dentro de ella. No hablaba, solo gemía, subiendo, bajando, subiendo, bajando... mirando a aquel joven muchacho.
Hasta que llegó un momento que no pudo bajar más. Sus muslos se posaron sobre los de él. Pedro dejó de sujetarla y la dejó caer sobre él.
-¿Ves? Ya te dije que entraría toda.
-Dios...dios... como me llenas...ay...ay... creo que... agggggg
Pedro notó las contracciones del coño alrededor de su polla. Vio como los ojos de Sonia se cerraban y en su rostro se dibujaba la crispación del placer que estalló en el cuerpo de la mujer. Solo con sentirse llena, ensartada en aquella gruesa polla había bastado para hacerla estallar en un repentino e intenso orgasmo, el cual la mantuvo tensa varios segundos hasta que cayó hacia adelante, apoyando su cuerpo contra el del él y poniendo su cabeza contra su cuello.
-Umm, Pedro... me corrí otra vez - le susurró.
-Ya lo noté...
La besó en el cuello, acarició su espalda. Después, empujando de sus hombros la separó de su pecho, dejándola sentada, ensartada en su polla. Mirándole a los ojos, llevó sus manos al primer botón de la blusa de ella y fue abriendo uno a uno. Ella se dejó hacer, moviendo a penas sus caderas, notando su coño lleno.
Cuando hubo abierto todos los botones, deslizó la blusa por los hombros y se la quitó. Ella llevó sus manos a la espalda y se abrió el cierre del sujetador. Pedro se lo quitó y admiró sus tetas.
-Son pequeñas - dijo Sonia, como disculpándose.
-Son preciosas, dijo él acercando su boca y besándolas, lamiéndolas.
Ella gimió de placer cuando sus duros pezones fueron chupados, lamidos, y hasta ligeramente mordidos.
-Ya ahora, Sonia... fóllame. Cabalga sobre mi - dijo Pedro volviendo a sujetarla por la cintura.
Él la ayudo a subir y bajar sobre su polla. Primero despacito, pero aumentando el ritmo cada vez más. Sonia ahora solo sentía placer. Ahora que su coño se había acostumbrado a tener dentro la gruesa polla de Pedro, solo sentía placer al subir y bajar sobre ella. Placer que aumentaba con los besos y las lamidas de él en sus pechos, en sus pezones. Un placer tan intenso que sabía que la llevaría otra vez a un arrollador orgasmo. Su tercer orgasmo en manos de aquel maravilloso hombre.
Se abrazó a él con fuerza, apretando su cabeza contra su pecho, cabalgándolo intensamente. Pero no era solo Sonia la que gozaba. También Pedro Sentía un enorme placer al entrar y salir del apretado coñito de la mujer. Placer que aumentaba más y más y lo estaba acercando al punto sin retorno.
-¿Te gusta mi polla, Sonia? - Le preguntó.
.Aggg, sí, sí, me encanta tu polla Pedro... me encanta...
-Y a mi tu coño, tus tetas, tu boca... todo de ti... esto es un sueño hecho realidad...ummm Sonia... te voy a llenar...
-¿Más? Pero si noto mi... coño lleno de tu polla.
-Te lo voy a llenar con mi leche... Ya no puedo más... me vas a hacer correr dentro de ti...
Por primera vez en su vida Sonia lo deseó. Deseó sentir como la polla de Pedro se vaciaba dentro de ella, llenándola de su caliente semen.
-Oh... cariño - le dijo- sí, dámela toda... córrete dentro de mi... - casi gritó, al borde del orgasmo.
Pedro se tensó. Apretó los dientes, las manos alrededor de las caderas de la mujer y estalló. Su polla tuvo un intenso espasmo y disparó un potente e hirviendo chorro de semen en lo más profundo de la estrecha vagina. La contracción de la polla y el repentino calor fueron el detonante del orgasmo de la mujer, que si dejar de moverse, de cabalgar sobre la polla, se corrió con él, notando todos y cada uno de los seis o siete latigazos de semen que Pedro le disparó dentro.
Sonia aún seguía con los espasmos de su orgasmo cuando Pedro se quedó quieto, sin fuerzas. Ella aún se movió unos segundos más hasta terminar, también, agotada, derrotada, sobre el hombre.
Las manos de Pedro abandonaron las caderas para acariciar con suavidad y con mimo la espalda de la jadeante mujer. Los labios del hombre besaron y lamieron el cuello de ella, hasta que Sonia tuvo fuerzas para acercar su boca a la de él y besarlo con ternura. Él le devolvió ese beso con la misma ternura.
Sonia se separó y lo miró. Una lágrima cayó por su mejilla. Pedro la recogió con su pulgar y la secó.
-¿Estás bien? - le preguntó.
-Jamás había estado tan bien Pedro. Gracias por haberme hecho sentir una mujer deseada por primera vez en mi vida. Gracias por enseñarme lo placentero que puede llegar a ser el sexo con un hombre.
-De nada. Para mí ha sido un inmenso placer, Sonia. Por fin mi fantasía se ha hecho realidad... Pero...
-¿Pero qué? - dijo Sonia, con una punzada de temor
-Pero.... le dijo él, mirándola a los ojos con una mirada que la hizo estremecer.
De repente Pedro la agarró por las caderas, con fuerza. Se levantó sin que sus caderas se separaran, sin que su aún dura polla se saliese del coño de la mujer, la acostó sobre el sofá y quedó sobre ella.
-Pues que aún no te he follado, Sonia
-Dios... Pedro...me vas a matar.
-No, no te voy a matar. Solo te voy a follar bien follada.
El muchacho separó un poco su cadera, sacándole le polla hasta la mitad del ahora rebosante coñito, pero solo para coger impulso y clavársela a fondo.
-Aggggg - gimió la mujer, volviendo a gozar.
Pedro se la sacó otra vez para volver a clavársela, cada vez más fuerte, más profundo. Ello lo miraba, extasiada.
-Cuando me tocaba por ti siempre te imaginaba así, mirándome mientras te follaba, mientras te clavaba la polla hasta el fondo de tu coño... y tú siempre me lo pedias...
-¿Qué...qué te pedía? - preguntó Sonia apretando los dientes.
-Que te follara...no dejabas de pedirme que te follara.
Sonio lo rodeó con sus piernas, atrayéndolo hacia él. Lo rodeó con sus brazos y se lo pidió.
-Sí, Pedro...sí... fóllame... clávame tu dura polla... no dejes de... aggg follarme así....más...más...fóllameeeee.
No pudo seguir hablando ya que él le cerró la boca con la suya. Y se la folló, vaya si se la folló. Con fuerza, a fondo, sin parar... Haciendo que la mujer gozara de la gruesa polla que la taladraba sin cesar. Sintió sus tetas volver a ser acariciadas. Sus pezones pellizcados hasta casi el dolor, pero solo sintiendo placer. Su coño lleno de la mezcla de sus jugos y el semen del anterior orgasmo chapoteaba ante las tremendas embestidas de Pedro.
Sonia se corrió una vez más antes de que Pedro, entre gemidos de placer, volviera a llenarle el coño con una segunda andanada de hirviente semen, que se sumó al que ya la llenaba, aunque mucho ya había salido y mojaba su falda y el sofá.
Después del placer llegó la ternura. Él no se dio la vuelta o la abandonó para dormirse. Se quedó sobre ella, besándola con dulzura. Cuando su polla, ya en retirara, se salió de ella, se acomodó en el sofá junto a ella, a su espalda, abrazándola. Apenas cabían los dos, así que tenía que estar muy juntitos.
Sonia sintió como de su vagina rezumaban una gran cantidad de le mezcla de semen y sus propios jugos. No sintió la necesidad de ir a lavarse. Se quedó allí, abrazada, a gusto. Feliz.
No fue hasta más de media hora después cuando se levantó.
-Voy a darme una ducha - le dijo a Pedro - Uf, creo que aún me sale semen... tu semen.
Pedro la dejó marchar y cuando oyó el ruido de la ducha se desnudó y sin hacer ruido entró en el baño. Al tener la ducha una mampara de cristal fija, Sonia no se dio cuenta de que él entraba hasta que, sobresaltándola, la abrazó desde atrás.
Se dio la vuelta y besó a aquel maravilloso hombre mientras el agua caía sobre ambos. Sintió las manos de el acariciarla. La espalda, su culo, sus pechos. Ella llevó su mano derecha hasta la polla que tanto placer le había dado. Ahora no estaba dura del todo, pero le encantó sentirla en la mano.
-¿Me quieres calentar de nuevo, Pedro? - le preguntó entre beso y beso.
-Quizás... - respondió él pasándole un dedo a lo largo de la rajita de su culo.
-Pues lo estas consiguiendo... pero me muero de hambre. ¿Cenamos?
-Vale. Yo también tengo hambre. Sobre todo de ti.
Aclararon sus cuerpos, el uno al otro. Después salieron de la ducha y también el uno al otro se secaron. Cuando Sonia le pasó la toalla la polla ésta ya estaba dura del todo. Ahora, sin pantalones, parecía aún mas grande.
-Uf, me metiste todo esto...parece imposible - exclamó, acariciándola.
-Y te la volveré a meter.
-Ummmm me tienes hirviendo, cabrito - gimió comenzando a hacerle una suave paja.
Pedro observó que el mueble del baño donde estaba el lavamanos era amplio, así que sin dejar de besarla la fue llevando hacia allí. La cogió por la cintura y de un empujón la subió sobre el frio mármol y la sentó.
-Coño, está frío - se quejó entre risa Sonia.
Pero dejó de reírse de repente, cuando poniéndose entres sus piernas, Pedro le fue clavando otra vez su gruesa polla en el coño y cuando la tuvo toda dentro empezó a follarla. Ella, agarrada a sus brazos gozó de las placenteras arremetidas.
Al estar de pie y ella sentada con las piernas abiertas, Pedro podía ver como su polla entraba y salía del coño de la mujer, brillante por la excitación de ella. Sonia sentía otra vez esas intensas oleadas de placer que la dura polla le provocaba.
Sin dejar de follarla, Pedro acercó su boca la de ella y la besó al tiempo que con una mano apretaba uno de sus pechos. El baño se llenó de gemidos, de jadeos. Sus recientes eyaculaciones hicieron que el placer de Pedro tardase más en llegar, logrando que Sonia gozara más tiempo de la intensa penetración.
Minutos después ambos cuerpos se tensaron. Sonia le clavó las uñas en los brazos justo cuando la polla estalló dentro de ella, volviendo a llenarla, aunque ahora en menor medida, con cálido semen.
Ella, con la cabeza pegada a los azulejos de la pared. Él, con su cabeza pegada a la frente de ella. Se miraron. Se sonrieron. Se besaron.
-Ahora me tendré que ducha de nuevo. Me has vuelto a llenar - susurró la mujer.
-No. Esta vez... te voy a limpiar yo.
-¿Qué? ¿No irás a...? Pero... si está... sucio.
-No está sucio - respondió Pedro, sacándole la polla del coño y besando su cuello.
Besó su clavícula. Beso y lamió ambos pezones. Besó su barriga. Se agachó y besó sus caderas, luego su pubis. Sonia sabía lo que él iba a hacer. Esa caricia jamás la había sentido, y ahora él lo iba a hacer. A pesar de todos los orgasmos que ya había tenido, de lo agotada de placer que ya estaba, cuando Pedro llegó a su coño y le pasó la lengua a lo largo de su rajita, gimió de placer.
Y no dejó de gemir durante los largos minutos en los cuales Pedro, arrodillado entres sus piernas, le comió el coño. La lengua, los dedos, todo de lada placer. Los sonidos que él hacía, como a veces le soplaba con delicadeza. Como sorbía y tragaba con gula los jugos que ella le daba. Los suyos propios y lo de él.
El orgasmo que Pedro le regaló con su boca fue tan intenso, tan total, que a punto estuvo de perder el sentido. Pedro tuvo que sujetarla para que no se cayese del mueble. Sonia se quedó sin fuerzas, agotada de puro placer. Casi no fue consciente de que Pedro la cogía en brazos y la llevaba a su cama.
La acostó, la tapó y se tumbó a su lado. Al poco, ambos dormían.
+++++
Horas después Sonia se despertó. Al principio estaba un poco desorientada. Estaba en su cama, desnuda. No recordaba cómo había llegado allí. Luego sintió el calor de una abrazo y todo volvió a su mente.
Se dio la vuelta y allí estaba Pedro, dormido. Miró el reloj de la pared. Eran casi las 2 de la mañana. Se quedó así, largo rato, mirando al hombre que le había proporcionado esa noche el mayor placer de su vida.
Se puso a pensar en todo lo que se había perdido. Ahora que sabía el gozo que un hombre de verdad podía darle maldijo los años perdidos. Pero dio gracias de haber tenido la oportunidad de saber lo que se sentía. Ese muchacho que llevaba tantos años deseándola le había hecho el mejor regalo de su vida.
Cerró los ojos y se volvió a dormir.
+++++
Pedro se despertó. Sintió frío. Seguía desnudo sobre la cama de Sonia, que dormía plácidamente a su lado. Miró la hora en su reloj. Las 3:45. Muy tarde. Su madre, a pesar de que le dijo que no la esperara despierta, seguro que no descansaría hasta saber que estaba bien. Sin hacer ruido para no despertar a Sonia, se levantó, apagó la luz del dormitorio y fue al salón.
Allí se vistió y al ver que el móvil de Sonia estaba allí, le mandó un whatsap para que ella lo leyera por la mañana. Después, salió de la casa y bajó los dos pisos a oscuras.
Cuando llegó a su casa, su madre, que estaba medio despierta y lo oyó entrar, se durmió en el acto. Él poco después, ya en el calor de su cama.
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El sol de la mañana entrando por la ventana despertó a Sonia. Buscó con la mirada a Pedro, pero no lo encontró. Se levantó, se puso una bata y miró por la casa por si estuviera en otro sitio, pero no estaba. Fue al salón a por su móvil, por si él le hubiese dejado algún mensaje. Sonrió cuando lo leyó.
"Buenos días, Sonia. Lo de ayer fue maravilloso. Ni en mis más locas fantasías llegué a imaginar que estar contigo iba a ser tan intenso. Me desperté de madrugada y dormías, así que me vine a casa, que si no me madre no iba a pegar ojo. Eres maravillosa.
Ah... y tu coño estaba riquísimo."
Sintió un agradable cosquilleo al leer su última frase. Eran las 7.30 de la mañana, y sábado, así que no tenía que ir a la oficina. Ardía en deseos de escribirle a Pedro, pero pensó que quizás aún estaría durmiendo, por lo que en vez de escribirle a él, le escribió a Luisa. Si estaba dormida, que se aguantase.
-Buenos días. Al final conseguí su número.
Al minuto recibió respuesta de su amiga.
-¿Sí? ¿YYYYYYYYYYYYYYYY?
-Y... UF
-¿Cómo que uf? Sonia, cuéntamelo todo.
-Pues básicamente, me echó los tres mejores polvos de mi vida,
-¿Tres?
-Tres
-Joder con el Pedrito ese. ¿Era Pedro no?
-Sí, Pedro.
-¿Y qué tal calza?
-Yo que sé, Luisa. No se me ocurrió preguntarle qué número de zapato usa.
-Que no, coño. Que qué tal de polla.
-Ahhhhhhh jajajaja.
-¿Y?
-UF
-¿Cómo que UF? Joder, Sonia. Sé más clarita.
-Cuando se la vi creí que no me iba a caber. Pero... cupo
-Joder, que envidia. Eso es lo que necesito yo. Un jovenzuelo con buena polla que me rompa el coño a pollazos.
-Jajajaja Luisa, que brutita eres a veces
-Jajaja, lo sé. ¿Volverás a verlo?
-No sé... espero que sí. Pero depende de él.
-No seas tonta. Llámalo y dile que quieres más de su medicina.
-Sí, en un rato le escribo.
-Y después me lo cuentas todo, cabrona.
-Jajaja. Vale Chao.
-Chao.
Iba a escribirle a Pedro cuando éste se le adelantó. Recibió un whatsap de él.
-Buenos días. Hoy no trabajas, ¿No?
-Buenos días Pedro - respondió, sintiendo mariposillas en el estómago. - No, hoy no trabajo.
-Perfecto. Ese soy yo.
Sonia no entendió esa última frase. Se sobresaltó cuando sonó el timbre de la casa.
-El que acaba de tocar soy yo. Vengo a follarte.
Sonia dejó caer el teléfono en el sofá y salió corriendo hacia la puerta, temblando ya de puro deseo. Abrió y Pedro entró. Él, sin más palabras, se abalanzó sobre ella y comenzó a besarla. Con alegría descubrió que bajo aquella bata no llevaba nada. Y cuando su mano derecha le acarició el coño, lo encontró ya mojado.
-Ummm, parece que quieres que te folle, ¿no?
-Sí... quiero que me folles...ya...fóllame ya.
La llevó al dormitorio, le arrancó la bata y la tiró sobre la cama.
-Primero mi desayuno, que me muero de hambre - le dijo Pedro abriéndole las piernas y llevando su boca hasta su jugoso coño.
Sonia se retorció de placer. Aquella maravillosa boca la hacía gozar. Los labios sorbían su clítoris al tiempo que la follaba con dos dedos. Sonia le acariciaba la cabeza y la empujaba contra sí, se restregaba contra su cara.
-Umm Pedro... que rico... como me comes... me harás correr... con tu boquita...diossss
Pedro no paró. Era eso lo que deseaba. Hacerla correr con su boca, darle todo el placer que pudiera. Le encantaba aquella mujer. Lo excitaba como cuando tenía 14 años. Pero ahora la tenía desnuda. Ahora no estaba es su mente. Ahora su boca saboreaba los jugos de aquel delicioso coño.
Durante largos minutos comió, lamió, chupó, hasta que las espalda de Sonia se arqueó sobre la cama y la mujer estalló en el primer e intenso orgasmo del día, el cual llenó la cara y la boca de Pedro con sus jugos.
Mientras se lo comía, él, sin que ella se diese cuenta, se había bajado los pantalones y los calzoncillos. Y cuando su coño aún tenía espasmos tras el intenso orgasmo, se incorporó y le clavó la polla de una sola y lenta estocada hasta el fondo de su coño, prolongando aún más el placer, arqueando aún más la espalda sobre la cama.
No la dejó descansar y se le empezó a follar despacio pero intensamente, con profundas arremetidas que hacían que Sonia no dejara de gemir. Poco a poco fue acelerando, mientras su boca saltaba de pezón a pezón y también llegando a su boca.
El siguiente orgasmo de la mujer empezó cuando la polla de Pedro estalló con fuerza dentro de su coño. Ambos se fundieron un intenso orgasmo que los dejó, segundos después, agotados y sudorosos sobre la cama.
Sin salirse de ella, mirándola a los ojos, la besó. Una nueva lágrima de felicidad cayó de uno de los ojos de Sonia. Pedro, con dulzura, se la secó con los dedos.
-Buenos días, Sonia.
-Buenos días, Pedro. Al final ayer no cenamos. Y no he desayunado.
-Ni yo. Bueno, yo algo si me he comido
-Jajajaja. Y muy bien comido. Pero en serio, me muero de hambre.
-Y yo.
-Pues ea, a la cocina.
Se levantaron. Sonia se volvió a poner a la bata y Pedro, que seguía con la camisa puesta, se puso solo los calzoncillos. La acompañó por el pasillo hasta la cocina y ella le pidió que se sentara mientras preparaba algo.
Hacía mucho tiempo que Sonia no se sentía tan bien preparando comida para alguien, aunque solo fueran unas simples tostadas con mantequilla, embutidos y sendos vasos de leche con cacao. Lo sirvió y se sentó frente a él.
Desayunaron mirándose, sonriéndose. Pedro le miraba los pechos por entre la bata, y ella se daba cuenta y la cerraba, como si le importase que él la mirase.
-Pedro - dijo Sonia, mirándole a los ojos.
-Dime.
-¿Por qué te gusto?
-No sé. Siempre me resultaste muy atractiva.
-Soy una mujer normal, sin nada especial. Ni grandes tetas, ni un culo redondo.
-Una mujer no son dos tetas y un culo. Es el conjunto, el todo, lo que importa.
-Pero algo te atraería de mí. Algo en especial.
-Tu voz.
-¿Mi voz? Pero si es casi de niña. La verdad es que siempre me ha acomplejado un poco.
-Pues a mí me resultó siempre una voz muy suave, muy sexy. Fue tu suave voz lo primero que me hizo fijarte en ti, antes incluso de empezar a desearte. Luego, cuando ya empecé a tocarme pensando en ti, tu voz seguía ahí. Te imaginaba diciéndome cosas, ya sabes.
-¿Qué cosas imaginabas que te decía? - preguntó Sonia con curiosidad.
-Cosas... calientes. Cosas que yo deseaba que me hicieras, que me pidieras.
-Uy... me tienes muy intrigada. Cuéntamelas.
Pedro, mirándola fijamente a los ojos, le contó su más recurrente fantasía con ella. Sonia lo escuchó y se estremeció. No era algo que hubiese deseado hacer nunca, pero ahora, sabiendo que él lo deseaba, imaginarse haciéndolo pare él, la excitó.
-Eso es algo... empezó a decir Sonia.
-Sí, ya sé que no es algo que todas las mujeres acepten. No importa. Es solo mi fantasía. - dijo él.
-Eso es algo - repitió Sonia - que nunca he hecho. No tuve a nadie al que desease entregarme por completo, complacerlo en todo, como tú me has complacido a mí. Pero es que no sé hacerlo... temo defraudarte, echar a perder tu deseo.
Se miraron a los ojos.
-Enséñame Pedro - dijo la mujer. - Enséñame a... chuparte la polla.
Él se levantó y se acercó a la mujer. Ella miró hacia sus calzoncillos, que escondían una enorme erección. Se quedó de pie, a su lado. Sonia le miraba a los ojos y luego bajaba la mirada hacia la polla.
-Bájame los calzoncillos - pidió.
Sonia, usando ambas manos tiró de ellos hasta que cayeron al suelo. La dura polla, como un resorte, quedó apuntando hacia ella.
-Uf, así de cerca parece aún más grande - dijo, sin apartar la vista de la verga.
Pedro se acercó aún más, hasta casi rozarla con la punta.
-Ahora, mírame a los ojos mientras te pasas la polla por la cara. No usas la manos. Solo la cara
Sonia hizo lo que él le pidió. El sentir el suave calor y la dureza del miembro viril sobre la piel de su rostro la hizo estremecer. Ver como él la miraba, como se reflejaba en sus ojos el placer de mirarle haciéndolo la excitó aún más.
-¿Así? - le dijo antes de que la polla le rozara la boca.
-Ummm sí...gimió Pedro... la de veces que he soñado con esto, Sonia.
Al estar él de pie y ella sentada, la mujer se echaba una poco hacia adelante para llegar, lo que impedía una total visión por parte de Pedro, así que le pidió que se arrodillara delante de él. Ella, gustosa de complacerle, lo hizo. Ahora, la dura barra de carne quedaba a la altura justa. Y ahora, al mirar hacia los ojos del chico mientras se pasaba la polla por la cara, Pedro pudo disfrutar plenamente del sensual espectáculo.
-¿Te gusta? ¿Te gusta ver tu polla acariciando mi carita?
-Es maravilloso, Sonia... ahora... saca la lengua y lamela toda, desde el tronco hasta la cabeza...Y no dejes de mirarme. Sin prisas... despacito.
Sonia siguió al pie de la letra las instrucciones de Pedro. Lamió el tronco de la polla, desde la base y fue subiendo hasta la gorda cabeza. La besó, la lamió, sacando la lengua.
-Aggg, que rico... ahora chúpala, despacito. Abre la boca y cómeme la polla...
Mirándole a los ojos, abrió la boca y se metió la cabeza de la polla en la boca. La sintió llena. Mamó más, tratando de meterse más polla dentro, pero apenas se tragó unos un par de centímetros más.
-No puedo más. Es muy gorda - se disculpó.
-No hace falta que te metas más. Con eso es suficiente. Con ver mi polla en tu boca es más que suficiente para que sea maravilloso.
Ella volvió a metérsela, a mamar, a mover su cabeza adelante y atrás.
-Aggg, pues ya lo tienes... Sonia... ahora solo tienes que combinar... pasarte la polla por la cara, lamerla todo a lo largo y sobre todo, sobre todo, meterla en tu boca y mamar.
Sonia fue aprendiendo de las reacciones de Pedro. En sus ojos veía lo que más placer le daba, lo que más le hacía gemir. Se dio cuenta de que el coño le ardía. Fue consciente de que dar placer le daba placer. Se lo dijo
-Pedro... chuparte la polla me está... poniendo muy cachonda.
-¿Sí?
-Umm, mucho...
-Tócate... tócate para mi mientras me comes la polla.
La mujer llevó su mano derecha hasta su coño y empezó a tocarse. Gimió con la dura polla llenando su boca hasta donde era capaz. La mamada se fue haciendo poco a poco más intensa, haciéndolos gozar a ambos.
Aquel intenso placer que la arrodillada mujer le estaba proporcionando estaba llevando al muchacho a un irremediable orgasmo, tantas veces imaginado y ahora a punto de hacerse realidad.
-Aggg, dios... Sonia... vas a conseguir que me corra...vas a hacerme correr con tu boquita.
-¿Me vas a dar tu lechita? ¿Te vas a correr en mi carita como imaginabas de pequeño en tu cama?
-Sí... dios... sí, me voy a correr en toda tu cara... te la voy a llenar de leche caliente.
-Dámela cariño... dámela toda... lléname de ti - le dijo antes de meterse la polla en la boca y los dedos en el coño.
Aquellas palabras que ella le decía son las que él le contó que se imaginaba en su cama. Pero al decirlas, las hizo suyas. Deseaba que pasara. Deseaba sentir como aquella dura polla estallaba sobre ella. Se esmeró en darle el máximo placer posible.
Pedro empezó a tensarse. Notó que el orgasmo se aproximaba a gran velocidad.
-So...Sonia... me voy a correr... me voy a correr en tu boca y en tu cara...agggg. dios... que...pla...cer
Ella se preparó. Los ojos de Pedro se entrecerraron ligeramente y Sonia notó como la polla tenía un fuerte espasmo para, de repente, estallar dentro de su boca lanzándole un poderoso chorro caliente contra la lengua. Pedro, después de ese primer latigazo le sacó la polla de la boca y la dejó delante de la cara, para que los siguientes disparos fueran decorando el rostro de la mujer, pero procurando que ninguno le cayera sobre los ojos.
Sonia estaba sin respiración, mirando como la polla brincaba delante de su cara y le escupía aquellos chorros cálidos que se estrellaban contra su cara. Al quinto o sexto, ya con menos fuerza, ella también se corrió, cerrando los ojos, apretando los dientes y tragando el semen que le había caído en la boca.
Cuando su intenso orgasmo terminó y abrió los ojos y miró a Pedro, que la miraba a ella como si estuviera contemplando una de las maravillas del mundo.
-Estás... preciosa - le dijo.
-¿Te ha gustado? ¿Lo hice bien?
-Sonia, ha sido la mejor mamada de mi vida.
De la polla colgaba un hilillo de semen. Sonia sacó la lengua y lo lamió. Le enseñó a Pedro como se lo trababa.
-Ummmm - gimió la mujer.
-¿Está rico? - preguntó el hombre.
-No - respondió poniendo una mueca.
-Jajajaja.
Sonia también se rio. Pedro se arrodilló junto a ella y la besó, manchando su propia cara con el semen que cubría la de ella.
Esa misma noche, después de que Pedro la hiciera correr varias veces con su boca y luego una vez más follándola como a una perrita sobre la cama, Sonia le pidió que se sentara al borde de la cama. Ella se arrodilló entre sus piernas y le estuvo comiendo la polla largo rato, siempre mirándole a los ojos, siempre disfrutando de ver el placer en sus ojos. Cuando Pedro se tensó y la polla estalló dentro de su boca, la mantuvo dentro y se bebió todo el semen de su joven amante, sin desperdiciar ni una sola gota.
Esa noche Pedro durmió con ella. La mañana del domingo la despertó comiéndole el coño debajo de las sábanas hasta hacerla llenarle la cara de jugos.
+++++
Los siguientes días fueron días de aprendizaje para Sonia. Descubrió lo maravilloso que era el sexo si era deseado por las dos personas. No había nada prohibido. Todo lo que les daba placer a ambos era aceptado.
Por las mañanas, mientras estaba en la oficina, no hacía más que pensar en los placeres que esa tarde con Pedro le iban a traer. Él le mandaba de vez en cuando mensajes, diciéndole lo mucho que la deseaba, lo guapa que la había dejado la noche anterior tras correrse en su cara. No era raro que ella se excitara allí, en medio de la oficina, con el resto de compañeros y compañeras haciendo sus cosas alrededor.
Una día que se lo dijo, Pedro le pidió que fuese al baño a masturbarse. Que quería oír como se corría para él. Ella dudó, pero cuando Pedro le mandó una foto de su polla dura, diciéndole que estaba así ahora pensando en ella, no pudo más y se encerró en uno de los baños. El orgasmo fue intenso y tuvo que hacer grandes esfuerzos para no gritar. Se masturbó mirando aquella foto, sabiendo que en cuento llegase a casa la tendría toda para ella.
+++++
Cada día hablaba con su amiga Luisa. Le contaba lo bien que se lo pasaba con Pedro, lo feliz que era esos días. Luisa se empezó a dar cuenta del peligro y un día tuvo que decírselo.
-Sonia... ten cuidado.
-¿Cuidado con qué?
-Con Pedro.
-¿Con Pedro? ¿No te entiendo?
-Te estás enamorando de él. Y él se va a volver a su casa pronto. Una cosa es que te lo pases tan bien con un jovencito, cosa que te envidio, y otra muy distinta que te llegues a enamorar. Casi le doblas la edad. Y él se irá.
Aquellas palabras fueron como un jarro de agua fría para Sonia. Se le llenaron los ojos de lágrimas y tuvo que colgar.
Se puso a pensar en todo aquello. En lo que Luisa le había dicho. Y ella tenía razón. En todo. Pedro le había hecho descubrir el placer del sexo, pero también el placer de estar con un hombre con el que deseas estar. Nunca se dio cuenta de que él estaba de paso, que solo estaba allí de vacaciones, y que se iría. Además, aunque no se fuera, la diferencia de edad era demasiada como para llegar a pensar en una relación que fuera más allá de puro y placentero sexo. Él era joven, querría formar una familia. Con ella eso no lo podría tener.
Lloró largamente, sola, en su cama, pero reflexionó. Se dijo a si misma que tenía derecho a ser feliz aunque fuera solo unos días más. Que hasta que él se fuera seguiría gozando con él del infinito placer que le daba. Y cuándo él se marchara, seguiría viviendo y tendría un hermoso recuerdo de esos días. La mejor época de su vida.
Nunca le dijo nada a Pedro. Se siguieron viendo. Siguieron gozando él uno del otro. Y reprimió las lágrimas la última noche que durmió con él. La noche antes de que él se marchara.
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Durante los siguientes meses se intercambiaban mensajes. Pedro le decía que la seguía deseando, que seguía pensando en ella y tocándose por ella. Sonia también lo hacía. Se masturbaba casi a diario con Pedro en su cabeza. Algunas veces incluso se masturbaron a la vez por teléfono, oyendo cada uno el orgasmo del otro.
Esos mensajes, esas conversaciones fueron siendo cada vez más escasas, hasta casi desaparecer.
Un día fue Sonia la que inició una conversación por whatsap. Siempre era él el que empezaba.
-Hola Pedro.
-Hola Sonia. ¿Cómo estás?
-¿Bien y tú?
-Pues muy bien. A tope de trabajo, pero bien.
-Verás, quería decirte que estoy saliendo con alguien.
Pedro, al leer aquella frase, sintió una punzada en el estómago. No sabía que decir. Solo se le ocurrió preguntarle que quien era.
-Un compañero de trabajo. Durante un tiempo estuvo interesado en mí, pero en aquel momento yo no estaba para una relación. Hace unas semanas me lo volvió a pedir y le dije que sí.
-¿Qué tal con él? ¿Te hace feliz?
-La verdad es que le dije que sí porque me sentía sola. Pero cada vez estoy más a gusto con él, y él conmigo. Me hace reír. Me hace feliz, sí. Soy muy feliz con él.
-Espero que sea un buen hombre.
-Lo es. Es una persona maravillosa. Un hombre maravilloso.
Pedro sabía que aquella conversación era una despedida. Sonia, la musa de su juventud había encontrado a un hombre con el que compartir su vida. A pesar de la tristeza que sentía de perderla, aunque en realidad nunca la llegó a tener, se sintió también feliz por ella. Se merecía ser feliz.
-Me alegro por ti, Sonia de corazón. Te mereces ser feliz. Eres una mujer maravillosa, en todos los sentidos - le dijo, con los ojos aguados.
-Gracias, Pedro. Tú también eres un hombre maravilloso. Adiós - le dijo ella, al tiempo que dos lágrimas le caían por las mejillas.
-Adiós.
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Un año después Pedro tuvo una semana de vacaciones y decidió ir a ver a su madre. Se estaba tomando una 'celvecita' en la cafetería cuando vio acercarse a Sonia. Venía cogida de la mano de un hombre más o menos de la edad de ella, quizás un poco más. Se la veía feliz. Dudó en si debía saludarla o no, pero ella lo vio.
Sonia primero se sorprendió al verlo. Agarrada de la mano del hombre que amaba miró hacia Pedro, el chico al que casi amó. El chico que la hizo despertar. El chico al que le debía la inmensa felicidad que tenía ahora. Se alegró de verle. Sin soltarle la mano a su pareja se acercó a la mesa. Pedro se levantó.
-Hola Pedro. ¡Qué alegría verte!
-Hola Sonia - respondió Pedro. Tenía ganas de darle un beso, aunque fuera en las mejillas, pero se contuvo.
-¿Qué haces por aquí? ¿De vacaciones?
-Sí, tenía una semanita y me vina a ver a mi madre.
-Oh, perdona. Este se Ramón, mi pareja. Ramón, Pedro, el hijo de Juanita, mi vecina.
Ramón alargó la mano y se la estrechó. Fue un fuerte apretón.
-Encantado, Pedro.
-Igualmente, Ramón.
-Pues nada, Pedro - dijo Sonia - encantada de verte. Chao.
-Chao.
Pedro miró como la feliz pareja se marchaba. Se sentó y miró como el culo de Sonia se mecía contra las caderas de Ramón. La polla se le puso dura. Sonia seguía poniéndolo cachondo con solo verla. Le pidió otra cerveza a la china.
Diez minutos después Pedro vio como Ramón salía del edificio. Imaginó que habría acompañado a Sonia a su casa y ahora se iba a la suya. Pero en vez de eso, se dirigió directamente hacia él.
-¿Te importa que me siente, Pedro?
Pedro estaba sorprendido. No entendía a qué venía aquello, pero le dijo que sí. Ramón le hizo una seña a la chinita y ella le trajo un vermut. Parecía que no era la primera vez que Ramón iba a esa cafetería.
Los dos hombres se miraron. Pedro desconcertado. Pero en la cara de Ramón no veía amenaza alguna. Cuando le sirvieron la copa, Ramón tomó un sorbo.
-Bueno, Pedro. Lo primero de todo es darte las gracias.
-¿Las...la gracias?
-Sí. Verás... A mi Sonia siempre me gustó, desde que empezó a trabajar en la oficina. Pero estaba casada y no quise meterme. Aunque muy feliz no parecía.
-No lo era.
-Cuando se divorció dejé que pasara un poco de tiempo y después intenté acercarme a ella, pero me rechazó. Al tiempo, desistí.
Pedro escuchaba atentamente lo que Ramón le contaba.
-Meses después - prosiguió - lo volví a intentar. Y para mi alegría, esta vez ella aceptó. Desde entonces no hay en el mundo hombre más feliz que yo. Sonia es una mujer maravillosa, en todos los sentidos.
-Sí que lo es. Me alegro mucho por los dos.
-Y en el plano sexual... uf...vaya mujer. Jamás había tenido mejor sexo que con ella. Y eso, amigo, te lo debo todo a ti.
-¿A mí? - preguntó Pedro, tenso.
-Entre nosotros no hay secretos. Sonia me lo contó todo sobre ti. Como le hiciste descubrir los placeres del sexo, a desinhibirse, a experimentar cosas nuevas. ¿Sabes? Aún la pones cachonda perdida.
Pedro abrió los ojos.
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Minutos antes, tras despedirse de Pedro y entrar en el edificio, Sonia notó como los agradables recuerdos de todo lo que pasó con Pedro volvían a su mente y a su coño, que se empezó a mojar. Mientras subían en el ascensor recordaba. Y cuando entró en su casa, seguida por Ramón, ya no pudo más y se lanzó sobre él, basándolo con pasión.
-Ramón... fóllame... fóllame que estoy caliente como una perra. - le dijo comiéndole la boca.
Él la agarró, le dio la vuelta y la apoyó contra la pared.
-¿A ver...? le dijo, bajándole la bragueta del pantalón, metiendo la mano por debajo de las bragas y recorriéndole la raja de coñito.
Lo encontró empapado.
-Vaya, sí que estás cachonda, Sonia. ¿Pero es por mí o por Pedro? - le preguntó, mirándole a los ojos.
-Es por ti mi amor, es por ti.
-¿Seguro? Volvió a preguntar el hombre, comenzando a masturbarla.
-Sí, por ti... agggg, bueno... y... un poco por él... sí.
-Lo sabía - dijo Ramón, metiéndole 2 dedos en el coño - ¿Recordando su polla?
-Si... aggggggg.
-¿Recordando su leche en tu cara?
-Ummmm
-¿Recordando tu coño rebosando sus corridas?
-Siiiiiiiiiiiiiiii - gritó Sonia estallando en un intenso orgasmo del cual Ramón tuvo que sujetarla.
La besó con pasión, restregándole su dura polla contra la barriga.
-¿Te lo quieres follar? Está abajo, seguro que con la polla dura, deseando follarte bien follada. ¿Quieres que baje a buscarlo para que venga a follarte?
Sonia, mordiéndose el labio, asintió.
-Espéranos en la cama. Te vamos a follar los dos a la vez. Te vas a hartar de polla.
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Ramón le contó todo lo que había pasado hacía escasos minutos.
-Mira Pedro. Amo con locura a esa mujer. Y creo, sinceramente, que ella a mí. Pero ahora mismo está en su cama deseando que subamos los dos y nos la follemos hasta que no pueda más. ¿Qué me dices?
Pedro levantó la mano y le hizo una seña a la camarera, pidiéndole la cuenta.
-Pues no hagamos esperar a la dama - respondió
-Jajaja. Vamos - dijo Ramón, levantándose.
Ambos hombres se dirigieron con presteza hacia el edificio y tomaron el ascensor. Pedro pulsó el piso de Sonia.
-Veo que ya la tienes dura - le dijo Ramón, señalando hacia su más que evidente paquete.
-Joder, la tengo dura desde que la vi.
No se extraño que cuando llegaron al piso, Ramón tuviera llave y abriera la puerta. Los dos conocían bien el camino hacia el dormitorio así que hasta allí se dirigieron. Entraron y se encontraron a Sonia desnuda, arrodillada a los pies de la cama.
-Acercaos - les dijo - tráiganme mis dos pollas favoritas.
Los dos hombres, excitados, se acercaron hasta quedar de pie junto a la mujer. Ella llevó una mano a cada polla y la acarició sobre los pantalones.
-Ummm, veo que las tienen ya bien duras. ¿Es por mí?
Ambos asintieron y miraron como, con destreza, Sonia les bajó las braguetas y les sacó las pollas. Pedro no pudo evitar mirar la de Ramón, comparándola con la suya. Parecían gemelas. Al menos no era más grande que la de él. Sonia le miró a los ojos antes de pasarse la polla por la cara.
-¿Era así, no? -le preguntó, mimosa
-Justo así, Sonia -contestó Pedro, mirando embelesado como Sonia se pasaba su polla por la cara mientras agarraba otra con su mano.
Se la lamió, se la besó. Se la metió en la boca y empezó a mamar. Pedro gimió de placer sin apartar la mirada. Se la comió unos segundos antes de sacársela de la boca e ir a por la de Ramón. Ver como Sonia le comía la polla a otro hombre delante de él, lejos de molestarle lo excitó aún más.
Después de chupársela un rato a Ramón, volvió a por la de Pedro.
-¿Sabes Pedro? -le dijo, con mirada pícara. - Tú me enseñaste mucho, pero mira lo que Ramón me ha estado enseñando.
Sonia se metió otra vez la polla de Pedro en la boca. Levantó la cabeza, sin dejar de mirarlo, y empezó a tragar. Despacito, centímetro a centímetro se fue tragando la polla. Pedro gimió cuando comprobó que se la metía más profundamente que cuando se lo hacía a él, y para su sorpresa, no paraba. Seguía, lentamente, tragándose la polla. Se asombró cuando más de media polla estaba alojada en su boca. Y seguía entrando.
-Joder...- exclamó
Sonia siguió. La polla llegó a su garganta, pero ya había dominado el reflejo y la dejo pasar. Siguió tragando y tragando y tragando hasta que su nariz chocó contra el pubis del muchacho. Ya no había más polla fuera. Toda la larga y gruesa polla de Pedro estaba dentro, tapando su garganta e impidiendo que respirase.
-Venga, fóllale la boca Pedro - le dijo Ramón - Le encanta.
-Dios... se ha tragado toda mi polla...
-Ujummm - gimió Sonia - incapaz de hablar.
Pedro empezó a moverse, a sacar la polla y a volver, despacito, a metérsela, hasta el fondo. Sonia, entrenada, aprovechaba cuando la polla salía de su garganta para coger aire. Aquella mamada con garganta profunda era lo más morboso que Pedro había hecho jamás. Llegó incluso a notar como Sonia, cuando tenía la polla a fondo, sacaba la lengua para lamerle los huevos. Si seguía así se iba a correr sin remedio. Se sacó la polla de la boca, toda brillante de saliva.
-Wow.... casi me corro en tu garganta.
Sonia le sonrió.
-Ahora le toca a Ramón - le dijo.
Y tal y como había hecho con él, Sonia se tragó la polla de Ramón y éste le folló la boca con fuerza. Ramón también la paró antes de correrse.
Sonia se levantó y se fue a por Ramón. Lo besó con pasión, boca con boca, lengua con lengua y le fue quitando la camisa. Él se quitó los pantalones. Cuando ambos estuvieron desnudos, ante la atenta mirada de Pedro, que también se había desnudado, se tiraron en la cama. Ramón quedó boca arriba y Sonio lo montó. Le agarró la polla y se sentó sobre ella, enterrándosela en el coño de una sola estocada. Dio un grito de placer. Pedro los miraba, de pie junto a la cama, pajeándose. Disfrutó de ver a Sonia subiendo y bajando sobre la dura polla de Ramón, que la sujetaba por las caderas.
Entonces, en un momento dado, Sonia se echó hacia adelante y besó a Ramón. Pedro podía ver como la gruesa polla de Ramón estaba clavada dentro del coño de la mujer. Ella giró la cabeza y miró hacia Pedro.
-¿A qué esperas para meterme tú también la polla? ¿No viniste a follarme bien follada? - le retó, con una mirada de diablesa.
Pedro entendió. Su polla dio un respingo de anticipado placer. Se subió a la cama y se arrodilló detrás de Sonia, contemplando su pequeño pero atractivo culo. Acercó su polla al apretado esfínter y lo acarició con ella. Sonia gimió. Antes de proceder a penetrarla, decidió prepararla un poco antes, así que no tiendo a mano algún lubricante, usó su propia saliva, la cual, usando su dedo pulgar, espació por el ano y, apretando, metió su dedo dentro. Sonia gimió más fuerte.
Sacó el dedo, lubricó la punta de su polla y la apoyó contra la apretada entrada, empezando a empujar, despacito, atento a cualquier muestra de dolor por parte de Sonia. Pero Sonia no sentía dolor alguno, solo placer. Intenso placer. Notaba su coño lleno con la polla de su amado, y notaba como su culo se iba llenando con la polla de su amante.
La doble penetración que ambos hombres le regalaron la hicieron alcanzar el cenit del placer. Se corrió una y otra vez, gozando de la sensación de la doble invasión. Notaba las dos duras pollas chocando dentro de ella. Cuando una entraba, la otra salía, aunque a veces las dos se le clavaban profundamente a la vez. Ramón la besaba. Pedro le acariciaba la espalda.
Su último orgasmo, el más intenso, el que la dejó rota, sin fuerzas, fue el que tuvo cuando ambas pollas, casi a la vez, se corrieron dentro de ella, llenándola por partida doble de cálido semen. Pedro, tras su intenso orgasmo, cayó sobre ella.
-Ey, que me aplastáis - se quejó Ramón.
Los tres rieron. Dejaron a la mujer en medio, cado uno acostado a uno de sus lados. Ella llevaba la boca de la de uno a la del otro. Ellos tenía una mano en cada pecho.
En ese momento Sonia era la mujer más feliz del mundo. Estaba siendo abrazada, besada y acariciada por los dos hombres que más quería en el mundo. Por los dos hombres que más placer le habían dado. Los que más la habían enseñado.
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La semana que estuvo Pedro allí la llevaron al borde de de su resistencia. Más de una vez aquellos dos maravillosos hombres le dieron tanto placer que casi pierde el sentido.
Ahora, cada vez que Pedro viene a ver a su madre, sabe que dos pisos la suave voz de Sonia le mirará a los ojos mientras le pide que le llene la carita con su leche.