Su abrazo... (1/3)
Primer capítulo de tres. Primera vez como autora.
Capítulo Primero: “No dejo las cosas incompletas”
Es hermosa. Delicada, femenina, su rostro muestra rasgos aniñados, una sonrisa contagiosa, tierna. Sus ojos… Oh, su mirada, esa mirada tan dulce y tan perversa a veces, la mirada que transmite a través de sus grandes ojos miel con esas pestañas kilométricas, cargadas, tan arqueadas.
Su nariz respingona, se le acomoda perfectamente. Unas pecas traviesas que te dan ganas de besar para que se queden tranquilas. ¿Qué puedo decir de sus labios? Me provocan nervios, me descontrola cuando me saluda, cuando roza su mejilla con la mía sin sospechar lo que desencadena en mi interior. Tenerlos tan cerca me enloquece. Imaginar su sabor, su dulzura, soñar despierta encuentros con ella me da taquicardia. Me tiene a sus pies y ni siquiera lo sabe.
Si su rostro enamora, su cuerpo despierta en mi cuerpo el deseo de tocarla. Tocarla por horas, acariciar su piel, ese manto anatómico que la recubre tan mágicamente. Me dirás que exagero pero mis ojos se humedecen de imaginar mis manos recorrer su anatomía en extensión. Fundir mis dedos en su cremosa piel, suave piel.
Cada vez que me toca desinteresadamente, ya sea para que le alcance una carpeta, unas hojas, algo, lo que sea y poder sentir nuestros dedos chocar… es hermoso. Cualquier roce es el cielo para mí. Es hermosa, es tan hermosa.
Y sí, estoy enamorada de una mujer. Enamorada como jamás en mi vida, en mi corta vida me he enamorado de un hombre. Enamorada de su cuerpo, de cómo le queda el perfume en su piel, de su cara, de su mirada, de su suculenta boca, de su largo cuello, de sus largos cabellos castaños claros, de su mente, de su risa, de sus ocurrencias, de sus muy malos chistes. Enamorada de su forma de ser, de ella como es. Y es que la conozco hace tan poco tiempo, pero claro, no es de extrañar que le haya caído tan bien a mis sentidos si es como es.
Lara, ese es su nombre. Lara es mi más grande hallazgo: es original, es desinhibida, es alegre. Es Inteligente, es ingeniosa, es terca. Es orgullosa, es extrema. No hay grises. Está feliz o está triste. Tiene una adicción por el dibujo, dibuja personas, paisajes. Dibuja animales, se dibuja a ella misma. Me dibuja a mí. Tiene un don, puede sacarte del abismo en el que te encuentras con tan sólo hablarte, y contarte un muy mal chiste. Y es que no te ríes del chiste, porque es muy malo, te ríes porque te contagia su alegría con su mirada, con su sonrisa, con sus risas.
Lara y yo nos conocimos cuando un fin de semana con mis amigas y un grupo de 20 personas más, entre las cuales estaba ella, salimos a regalar abrazos a gente desconocida que iba paseando por la costanera de la ciudad. El concepto era claro: el abrazo te contiene, un abrazo te cura y te ayuda a seguir adelante. No buscábamos nada más que regalar felicidad, felicidad que yo quería compartir. Después de todo, es verdad lo que dicen, dar es más gratificante que recibir. Recuerdo que ese fin de semana, el domingo pactado para la reunión y la hazaña, amaneció y continuó nublado y frío hasta las 6 de la tarde. A las 4pm debíamos encontrarnos en un punto en común, previamente anunciado por el grupo organizador a través de Facebook. Esa mañana me levanté, remolona pero con unas incontenibles ganas de realizar la cruzada. Por lo tanto, busqué entre mis cajones y cajas archivadas algunas fibras de colores, lápices y un cartón de tamaño justo para que se lea sin dificultad el “Regalo Abrazos”. Hecha la manualidad, me comuniqué con mis amigas y luego preparar el mate, partimos hacia el lugar.
Al llegar, el frío viento de la costa nos golpeaba las descubiertas caras, pintando de rojo la punta de varias narices y pómulos. Al principio no éramos muchos los congregados pero al pasar los minutos, iban llegando los más variados personajes con sus carteles y ella. La vi y me sacudió. Creo que todos los que la vimos sentimos los mismo, ¿cómo hacer lo contrario? es imparable, sentimiento atrevido que se instala en tu corazón. En mi corazón. Un órgano tan vital que pensé que se me había atrofiado al nacer ya que nadie logró hacerlo latir como latía ahora por esa total desconocida.
Todos los que llegábamos nos saludábamos con abrazos, había que practicar y de paso sacarse ese frío que penetraba los abrigos, todas las caras felices. La mía por algo más. Verla moverse con esa desfachatez alimentaba mi rebelde espíritu enjaulado por el ‘qué dirán’ y lo hacía revolverse. Al llegar a mí, al momento de dirigir mi mirada y mi cuerpo para abrazarla nos interrumpieron los organizadores ya que todos estaban allí- qué oportuno –pensé, dejando pasar la oportunidad de sentirla pegada a mí para escuchar lo que decían.
Nos dividimos en grupos de 5 personas cada uno y tomamos diferentes caminos, ella no estaba en mi grupo, sino mis dos amigas y uno chico y una chica que no conocía hasta el momento. Así pasamos la tarde, salió el sol, paró el viento helado y me gusta creer que Dios nos regalaba esa tarde para hacer un poco de bien a los completos extraños que se dejaban abrazar. Algunos no quisieron, otros se sentían obligados porque prácticamente nos abalanzábamos a ellos para abrazarlos, pero siempre de la manera más cordial. Otros, lo que más te llenaban el alma eran los niños y los ancianos. Los pequeños te buscaban y los ancianos te agradecían el gesto. En lo que a mí respecta, ver la sonrisa en los ojos de un anciano y en un niño no tiene precio, es un sentimiento de bienestar que llena el alma y el corazón. Un sentimiento conmovedor. Las ganas de seguir con la cruzada estaban, pero el cuerpo se estaba rindiendo al frío de la tardecita que despedía al sol, y los pies estaban cansados. Volvimos, todos sonrientes, al punto de encuentro para conversar de lo sucedido y pactar una nueva reunión que en días venideros se daría a conocer.
Al dar por terminada la juntada, nos abrazamos todos y en un repentino momento, en el que yo me disponía a irme con mis dos amigas alguien me toma del brazo y me retiene. Al darme vuelta, con la sonrisa aún en la cara por la hermosa tarde que había pasado, la vi. Me sostenía la mirada, esa mirada que me pierde, esa mirada que le ganó al frío y me derritió en esa intemperie. La miré, nos miramos sonrientes y cuando le iba a preguntar qué sucedía… me abrazó de una forma tan dulcemente efusiva, tan fuerte, tan ella… La abracé, casi de la misma forma, por lo que despertó en mí. Un abrazo que me dejó boba. Cuando nos separamos, yo con poquísimas ganas de detenerlo se acercó más y me dijo -Porque hoy no te abracé, nos cortaron justo cuando lo iba a hacer, asique como que te lo debía. Vi que me ibas a abrazar y te dejé pagando… ¡perdón!- Yo no podía, no quería, salir de mi encantamiento pero mi salvadora conciencia me obligó a no hacer el ridículo y responderle.
-Jaja, no hay drama. Te la iba a cobrar igual, tarde o temprano, y dicen que más vale tarde…
¿De dónde había sacado yo esa valentía para hablarle así? No tengo idea, pero bien que lo hice porque con lo siguiente me mató.
-…que nunca. No dejo las cosas incompletas. Me parece, que ahora me debes algo vos, yo te di éste por hoy, ahora me tenés que dar vos…- Qué no te daría. Si, mi lado perverso salió a la luz en mi pensamiento, SÓLO en mi pensamiento. Estaba completamente embobada con esta chica.
-Eh… jaja, bueno dale. – Y la abracé, más fuerte, como intentando impregnarme de su aura.- Listo, hecho. No nos debemos nada ahora.-
Eso parece, bueno, he cumplido con mi conciencia y vos con la tuya. Hasta la próxima… ¿Nombre?-
Victoria, decime Vicky... ¿vos?
-Lara… ¡Bueno, Vicky! Me voy, y a vos te están llamando, jaja, nos vemos ¿dale?-
-Ajam, que andes bien Lara. Nos vemos-
Y sin más preámbulos, me tomó de los brazos y me beso la mejilla. Sentir esos dos labios juntos dándome ese beso fue reconfortante... Y se fue, agitando la mano abierta con una sonrisa y dejándome con una sonrisa en la cara, la piel caliente y el corazón por estallar.
Nota de autora:
¿Qué tal gente? Después de leer muchos de sus escritos (y enamorarme con su imaginación) decidí publicar los míos.
Éste es el primero de tres. Una historia que me gustaría vivir.
Otra cosa, como soy argentina y me gustan escribir con los modismos propios del país, si no entienden alguna de las frases o palabras me avisan y con gusto aclaro.
Besos, dos.