S.T.S (Sex Toy Story): Rafita
La encargada metió el pack del consolador rosa + el gel lubricante a olor a fresas en una bolsa pequeña con el logo del Shex-Shop impreso en ella y se la entregó a la mujer.
La encargada alzó la vista hacia la puerta, al sonar las campanillas y vio a una mujer madura de unos 45 años, rubia, ojos azules, cuerpo normal, nada de ella destacaba demasiado. Se acercó al mostrador y con algo de timidez dijo lo siguiente:
Ho…la, ¿Es…te lu...gar es un Sex-Shop? -
Sí, lo es, señora – Le confirmó la encargada a aquella pobre mujer.
¿Qué desea? Le preguntó la encargada en un tono agradable y confiable.
Pues, verá señorita, yo soy una autentica nova e inexperta en juguetería erótica ¿Y no se por cual empezar?- Le explicó la mujer a la encargada.
Pues… para iniciarse en los juguetes sexuales, lo más sencillo es un consolador con su gel lubricante a juego, para que entre y salga sin dificultad. – Le explicó con suma delicadeza a la mujer.
¿De que tamaños los tienen? Yo no lo quiero muy grande. –Le preguntó y aclaró la mujer, que ya se sentía más cómoda con aquella situación y lugar.
De todos los tamaños. Mire este, no es muy grande y es de color rosa – Le explicó otra vez la encargada a la mujer.
Si, parece perfecto para mí. Me lo llevó ¿Cuánto es? – Le dijo la mujer a la encargada.
10 € - Le respondió la encargada.
La mujer sacó de su bolso su cartera y la abrió y sacó un billete de 10 € y se lo entregó a la encargada.
La encargada metió el pack del consolador rosa + el gel lubricante a olor a fresas en una bolsa pequeña con el logo del Shex-Shop impreso en ella y se la entregó a la mujer.
Gracias, hasta otro día, por cierto me llamo Ana. – Se despidió la mujer.
Yo Belén, hasta otro día y que lo disfrutes – Le respondió la encargada.
Ana salió del sex-shop con una rara mezcla de emociones, por una parte aliviada por acabar con aquella comprometida situación y emocionada por llegar a casa para probar su recién adquirido juguete.
Ana condujo hasta su casa y se bajó del coche y entró en su casa. A continuación, subió las escaleras hasta entrar en su habitación y dejó aquella bolsita tan excitante encima de su cama, y pensó que para iniciarse con su primer amante de goma de 15 cms, había que prepararse antes.
No tardo mucho en desnudarse y se dirigió al baño, que estaba en frente de su cuarto y se sentó en la taza del váter y se abrió de piernas y bajó la cabeza y dijo:
- No queda más remedio le tengo que decir adiós a esta “selva” rubia – Dijo con casi una lágrima en los ojos.
En frente del váter había un mueble, donde guardaba la espuma depilatoria y la cogió y a continuación, agitó el bote y acto seguido, la fue echando por toda su vagina con cuidado y miró el tiempo de espera para aclararla y esperó los 8 minutos que ponía en el bote y después de eso, fue a la ducha y cogió la alcachofa y empezó a retirar poco a poco la espuma mezclada con su vello púbico, que fue cayendo en el suelo de la ducha.
A continuación, Ana salió de la ducha y cogió una pequeña toalla y se secó bien su zona íntima y regresó a su habitación y abrió un cajón de su mesita de noche y cogió un bote que era una crema con Aloe Vera, para evitar y calmar las irritaciones y un mini espejo. Se subió a la cama apartó momentáneamente la bolsa del Sex-Shop y se puso cómoda en el cabecero de la cama, abrió las piernas y puso el mini espejo entre los pies y abrió la tapa del bote y se untó un poco en dos dedos y se la extendió en movimientos circulares por toda su vagina.
Como llevaba algún tiempo sin tocarse en esa zona, porque su trabajo no le dejaba ni tiempo para ella misma, su piel reaccionó como si fuese la primera caricia de esa zona de su vida. A Ana le recorrió una sensación electrizante, que la hizo gemir levemente instintivamente y cada vez que pasaba el dedo corazón izquierdo miraba la imagen que veía en el mini espejo, que la dejaba hipnotizada durante unos segundos.
Aquella imagen, era la de su anterior y adormecido clítoris, que normalmente era de un tamaño ínfimo, pero aquel simple y casual masaje había despertado y adquiriera un tamaño pletórico y nuevamente le infundiera vida otra vez, que no recordaba ya y Ana se reía como una niña de plena felicidad.
Unos minutos más tarde, guardó en su sitio el bote de la crema de Aloe Vera y se limpió las yemas de la mano izquierda con una toallita húmeda, que cogió del cajón de la mesita de noche.
Después, Ana dirigió su mirada hacia la bolsa, extendió una mano y la cogió, a continuación, la abrió y de su interior saco el pack del consolador y el gel lubricante. Lo abrió despacio y cayó un papel doblado encima del la colcha rosa de la cama de Ana, lo cogió lo abrió y leyó lo siguiente:
- Manual de Instrucciones - - -
Paso 1: Lubrique bien el consolador y su zona genital con el gel lubricante o saliva para facilitar que entre y salga sin molestias
Paso 2: Al principio de cada uso en el interior de su zona genital, mantenga un ritmo suave y cuando la lubricación natural sea notable puede aumentar gradualmente el ritmo de sus movimientos.
Paso 3: Después de cada uso lávelo para un uso saludable y no infeccioso.
Ana acabó de abrir con cuidado el pack, cogió el consolador y lo colocó de pie entre sus piernas y abrió despacio la tapa del gel lubricante y lo olió y ese olor a fresas, que la empezó a excitar, internamente su cerebro activó un recuerdo o quizá una fantasía, que nunca la llevó a cabo tal vez porque era una fantasía de una fan alocada. Desde que era adolescente le gustaba el cantante Raphael y como homenaje a esa fantasía al consolador lo bautizaría como “Rafita”.
Untó bien su vagina y después a Rafita. Acto seguido, Ana se recostó en su cama lo pasó despacio por sus pechos y se dedicó unos instantes a dar círculos lentos en sus pezones, que empezaban a ponerse erectos poco a poco. Después repitió la acción en su ombligo.
Ana quería vivir esta nueva experiencia con todo sus sentidos y cuerpo, despertando poco a poco su sensualidad, sexualidad y erotismo, que ella anhelaba desde hacia tiempo. Siguió su recorrido hasta su pubis, rodeó los labios vaginales hasta llegar de nuevamente al pubis. Ese rodeo que hizo Ana a su pubis hizo que se empezara a humedecer progresivamente e hincharan tanto los labios mayores y menores como el clítoris, que pedía más mimos de Rafita.
Ana deslizó la punta cónica de Rafita sobre lo largo de la entrada de su vagina y su piel se erizó y Ana probó a meter esa puntita, que ansiaba su cueva y que se lo pedía el calor que le emergía desde sus entrañas. Al fin, cedió a su propio placer y se la fue metiendo poco a poco, para que su vagina se acostumbrara a ese nuevo juguete.
Cuando la punta estaba metida el interior del coño de Ana envolvió instintivamente aquel trozo de plástico rosa y Ana empezó dejarse llevar por el momento de pasión con ese amante sin vida que cada vez inconscientemente metía y sacaba más rápido de su vagina. Los gemidos de placer que emitía Ana resonaban por toda la casa de Ana y en cada salida de Rafita aullaba un Nooooo, que solo duraba el tiempo que una nueva embestida de Rafita la hacía decir Siiiii, Rafita, hazme más Aquarius.
Ana cambió de postura unos minutos después, colocando a Rafita de pie y ella lentamente lo engullía y se dejaba llevar por aquel desenfreno que casi tenía olvidado. En cada bajada Ana se quedaba quieta unos instante para que su coño se acostumbrara a los 15 cms de Rafita y subía lentamente para ver la cantidad de flujos vaginales cubrían a Rafita y verlos resbalar hasta que gota a gota empapaban la colcha de su cama y repetía la maniobra de una nueva cabalgada pero un poco más rítmica. Pocos minutos después, el galope de Ana sobre Rafita obtuvo su recompensa un orgasmo brutal, que hizo que Ana convulsionara de placer como nunca lo experimentara antes e incluí con ningún hombre.
Cuando los efectos del intenso orgasmo se fueron, Ana quitó poco a poco a Rafia de su vagina y lo dirigió a su boca y los restos de sus fluidos mezclados con los del gel de fresas los lamió lentamente y pasó su lengua entre sus labios, después, como una señal de autosatisfacción final, que lleno el ambiente de un olor intenso a fresas y pasión, que hizo, que en la cara de Ana se dibujase una sonrisa pícara, como la que se le dibuja a un niño o niña después de hacer una travesura.
A continuación Ana lavó a Rafita con agua y lo secó muy bien y lo guardó en el cajón de su armario debajo de su lencería fina oculto de miradas furtivas, previamente besándolo en la punta y diciéndole Viva Raphael.
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