Strip Póker en Familia [17].
Baile y Descontrol.
Capítulo 17.
Baile y Descontrol.
Fue una suerte que la primera persona que nos cruzamos por el camino haya sido Victoria. Ella justo salió de su dormitorio, envuelta en una bata, cuando nosotras cruzábamos por el pasillo. Al parecer había ignorado por completo a mi tía ya que actuaba como si hubiera salido de un cuarto vacío.
—¿Qué hacen? —nos preguntó.
—Vamos a seguir jugando —dijo Mayra tirándome del brazo—. Ahora sí, que se pudra todo. —La puerta del cuarto de mis padres estaba entreabierta, allí pudimos ver a Analía sentada en la cama, aún desnuda, mirando televisión con el ceño demasiado fruncido—. ¡Y vos, tía, te podés ir a la puta que te parió! —La mujer se sorprendió tanto al verse insultada por su tímida sobrina que cambió radicalmente la expresión de su rostro. La chiquilla sumó al insulto un gesto obsceno utilizando su dedo mayor.
Me encantaba ver a Mayra actuando de esta forma, nunca la había visto así, parecía poseída. Me causaba gracia y a la vez me excitaba ya que pensaba que la chica podía ser capaz de cualquier cosa… y yo la seguiría sin dudarlo; y viceversa. Viki cerró la puerta del cuarto con una amplia sonrisa en el rostro.
—Si ustedes juegan, yo juego —nos dijo en voz baja.
—Sí mamá, por favor. Sin vos no podríamos seguir —le dije para que tomara más confianza.
Ella se nos unió y en cuanto regresamos al comedor lo vimos completamente vacío.
—Los chicos deben estar en el patio, tomando algo. Yo los busco —dijo mi mamá.
—Vos no perdés oportunidad para verle la verga a un pendejo. —En cuanto dije esto ella se detuvo en seco y me miró boquiabierta—. ¿Qué? Seamos sinceras. Te calienta verlas.
—Yo también lo noté —aseguró Mayra—. Es obvio que hasta la de Erik te gusta.
—Y a vos te gusta la de… —comenzó diciéndole mi mamá.
—La concha de Nadia, ya lo sabe. Se lo dije recién. Qué mala que sos mamá, se lo ibas a decir.
—Si se meten conmigo yo me meto con ustedes.
—La primera que te dijo algo fue ella —mi hermana me señaló con el pulgar.
—Bueno, es que no hace falta que digamos cuál le gusta a ella… lástima que sea mi marido, vas a tener que pedirme permiso antes de usarla —toda esta charla desinhibida y directa me estaba poniendo a mil.
—¿Estás segura? —La desafié—. Yo puedo conseguir la de papá antes que vos la de Erik; sin pedirte permiso.
—Soy tu madre y si te digo que no, es no —sabía que estaba jugando conmigo—; y no me desafíes porque llevás las de perder.
—A ver si dejan de discutir… si se creen tan putas, demuestrenlo —impuso Mayra—. Yo les hago de juez… pero después quiero mi recompensa.
—¿Y cuál sería esa? —preguntó Viki.
—Lo digo después.
—¿Y la que gane tiene premio?
—Por supuesto —aseguró mi hermanita—, va a poder ponerle un nuevo desafío a la que pierda. Uno bien jodido.
—Me gusta este juego —dijo mi mamá—, es agresivo y competitivo, como yo. Por eso vos llevás todas las de perder, Nadia. Te falta espíritu competitivo.
—No te olvides de que soy tu hija y llevo tus genes en la sangre —hacía mucho tiempo que no me sentía tan viva—. ¿Cómo lo hacemos?
—Esperen las dos acá, yo voy a buscar a todos —dijo Mayra, imponiendo su autoridad—. El juego comienza cuando yo digo, a la que haga trampa le muerdo un pezón. —Tanto mi madre como yo nos tocamos una teta instintivamente e hicimos una mueca de dolor—. Nadia, buscate una bata, así empiezan las dos en igualdad de condiciones.
—¿Y vos vas a andar desnuda? —le preguntó Viki.
—Sí, yo vengo a ser el factor de distracción… para hacer más difícil el juego. La regla principal es que ninguna puede ser directa, tienen que lograrlo frente a todos, con sutileza —se despidió de nosotras guiñando un ojo.
Prácticamente corrí hasta mi dormitorio, me apoderé de mi bata y cuando estuve por ponérmela vi la de Mayra colgando de un perchero. Arroje la mía sobre la cama y tomé la de mi hermana. “Igualdad de condiciones, las pelotas” pensé al mismo tiempo que me ponía esa bata tan pequeña, que a duras penas cerraba en el centro, lo que permitía que se formara un escote sumamente amplio. Además se me veía la concha si me inclinaba un poco… o si me sentaba, aunque esto último todavía debía comprobarlo.
En cuanto regresé al comedor vi a mi madre sirviendo unas copas de vino frío, ella quería que Erik bebiera, así sería más maleable, por eso había escogido justo la marca de vino que él prefería. Al verme vestida de esa forma abrió los ojos y la boca en un claro gesto de indignación.
—Eso es jugar sucio, a mí la bata me tapa todo.
—No te preocupes, Erik se acuerda perfectamente de cómo son tus tetas.
En ese instante Mayra regresó, pavoneándose frente a cuatro hombres que no hacían más que mirarle el culo. Ellos se habían puesto calzoncillos y ya no tenían sus penes parados, pero sabía que eso se resolvería en cuestión de minutos, sin necesidad de esforzarnos.
—Que no sigamos jugando —dijo Mayra—, no significa que no podamos charlar y tomar algo, como una familia normal.
Con esta excusa logró que todos se sienten en los sillones del living, frente a la mesita ratona que, rápidamente, se llenó de vasos y botellas.
Esperé a que todos se sentaran para saber dónde ubicarme, pero éste fue un error. Mi padre se sentó en el sillón grande, con el apoyabrazos a su derecha y Ariel a su izquierda; el tercer sitio, a la izquierda de mi primo, lo ocupó Mayra. Erik tomó asiento en uno de los sillones individuales y justo cuando iba a sonreír porque mi madre no podría sentarse cerca, la muy desgraciada no tuvo mejor idea que sentarse de lado, sobre las piernas de su hijo; me dedicó una sonrisa burlona que solo Mayra y yo percibimos y no tuve más remedio que sentarme con mi tío Alberto, justo frente a mi padre.
Mi tío me cae bien y me divirtió que me abrazara por la cintura. Además esta vez pude tomarme con mayor tranquilidad sus graciosos comentarios inspirados en mi anatomía, porque ya sabía que Mayra en realidad no estaba enamorada de él. Pero mi meta era conseguir a mi padre.
—Nadia es una chica que no necesita airbag en el auto —dijo Alberto haciendo reír a los demás; me llevó un rato comprender que ellos estaban hablando de autos antes de que mi hermana los fuera a buscar.
—Siguiendo esa teoría, Viki tampoco lo necesita —afirmó mi padre, dándole la excusa perfecta a mi hermano para mirar sin disimulo dentro del escote que ella le ofrecía.
Evalué la situación, mi madre llevaba una buena ventaja, pero yo podía separar levemente las piernas y permitir que mi padre y Ariel se deleitaran viendo mi almejita.
Al parecer Pepe ya se había aburrido de tanto mirarla porque continuó charlando con su cuñado como si nada ocurriera; al que sí le agradó la vista fue a Ariel, quien clavó los ojos directamente en mi clítoris. Justo cuando estaba por agradecer que Mayra no fuera una gran distracción sentada en ese sitio, ella se puso de pie y se inclinó sobre la mesa ratona para servirse una copa de vino. Pepe giró la cabeza hacia ella al instante y se quedó mudo a mitad de una frase.
El boludo de mi primo intentaba no mirar a Mayra, pero le era imposible, parecía que uno de sus ojos apuntaba hacia la conchita de la pequeña y el otro hacía la mía; tal vez el estúpido pensaba que si yo veía que él me prefería a mí sobre las otras mujeres, yo dejaría que colara su masculinidad en mi argollita. El pobre no tenía idea de lo equivocado que estaba. Bajé mi mano izquierda y la coloqué entre mis piernas, cerré el puño y levanté el dedo del medio, haciéndole la típica señal de “Fuck you”; cuando él levantó la vista lo miré de forma despectiva, rebajándolo. Se puso rojo como un tomate y desvió la mirada hacia las piernas de Mayra, quien ya estaba volviendo a su lugar. Necesitaba quitarme de encima las distracciones, quería que mi padre comprendiera que mis actitudes estaban dedicadas a él y a nadie más que él.
Miré fugazmente a mi madre en varias ocasiones, estaba haciendo grandes avances, ya hablaba con Erik en voz baja y ambos sonreían gratamente mirándose a los ojos; de no conocerlos como madre e hijo, hubiera dicho que eran una bonita pareja de tortolitos. Podía adivinar que mi hermano ya tenía la verga completamente dura y seguramente mi madre se habría encargado de hacerla encajar entre sus nalgas.
Puse a prueba mi cerebro, analicé rápidamente la escena y me percaté de que Ariel era el único que no estaba bebiendo nada.
—Primo, ¿no tomás vino? —le pregunté disimulando mi enfado con él.
—Ya me cansé del vino, yo quiero algo más fuerte.
—¿Cómo qué?
—No sé… como whisky —eso me dio la idea perfecta para quitarlo del medio.
—Mayra, ¿por qué no le mostrás a Ariel donde guardamos el whisky? —le sugerí a mi hermana, ella esbozó una sonrisa cómplice; comprendió mi plan a la perfección.
—Encantada, seguime.
En cuanto ella se puso de pie y meneó suavemente su respingado culo ante los ojos de Ariel, él se puso de pie y la siguió como una serpiente sigue la música de un encantador de serpientes. Aproveché para volver a llenar mi copa y, como si fuera por pura casualidad, me senté junto a mi padre. Ignoré mi la copa que había servido y apoyé la cabeza contra su hombro.
—Me parece que tomé mucho —dije con voz cansada—. Me duele la cabeza.
—¿Querés una aspirina? —Me preguntó mi padre mientras me envolvía con uno de sus pesados brazos; tal vez seguía enojado conmigo, pero yo seguía siendo la niñita de papá, esa era mi mejor carta y debía jugarla correctamente.
—No, ya se me va a pasar —al decir esto bajé la cabeza hasta apoyarla en su regazo. Pude sentir contra la mejilla el bulto cilíndrico de su pene bajo la tela de su calzoncillo.
—¿Por qué no vas a acostarte Nadia? Ya es tarde —escuché la voz de mi madre, la muy desgraciada quería ponerme el juego más difícil.
—Estoy cómoda acá —dije esto acariciando levemente la verga de mi padre por arriba de la tela, ya podía sentir como ésta se despertaba lentamente.
—Dejala Viki, a mí no me molesta —contestó mi padre acariciándome la cabeza con su pesada mano.
Vi a Mayra regresar con paso sensual, detrás la seguía Ariel, como un perrito faldero, llevaba una botella de whisky en la mano y la mirada clavada en las nalgas de la pequeña muchachita. Supuse que todos estarían viéndola, por lo que aproveché para hacer un rápido movimiento, casi imperceptible, y saqué el pene de mi padre del interior del calzoncillo. Lo admiré con gran agrado, aún olía a sexo. La piel era oscura, suave y arrugada, su glande sobresalía como el casco de un soldado. Volví a acariciarlo como si fuera un muñeco de trapo, ahora podía sentir el calor de ese miembro viril contra mi mejilla, tenía ganas de llevar una mano a mi vagina y comenzar a tocarme en frente de todos; pero ya habría tiempo para eso.
Luché contra las enormes ganas que tenía de abrir la boca y comerme todo ese pedazo de carne, la ansiedad era tremenda, lo tenía tan cerca y se estaba endureciendo y no podía chuparlo… mejor dicho, no debía.
No sabía exactamente qué estaba permitido y qué no en este desafío, pero suponía que comenzar a chuparla sería descalificativo… ¿lo sería? Porque esa verga era demasiado provocativa, demasiado gruesa… mis dedos buscaban tocarla tímidamente… ya la había probado y sólo podía pensar en la agradable sensación que me provocaba tenerla dentro de la boca; sentir que no podía con todo; ese amargo e intenso sabor a sexo; mi lengua recorriéndolo; mi corazón acelerándose… sabía que si engullía ese grueso pene perdería automáticamente el desafío impuesto por Mayra.
Tal vez para muchas personas sea una idiotez seguir con ese juego y hubieran optado por chupar la verga sin mayores dudas, pero mi espíritu competitivo me impedía otorgarle de forma tan fácil la victoria a mi madre; ella a veces se jactaba de haber sido bautizada con el nombre de Victoria porque estaba destinada a ganar siempre que se lo propusiera, yo quería, por una vez en la vida, demostrarle que Nadia también podía ser el nombre de la victoria.
Evalué rápidamente la situación, si ella continuaba sentada sobre mi hermano, no pasaría mucho tiempo hasta que el bruto calentón le clavara la verga a su madre y yo me vería obligada a cumplir con un nuevo y duro desafío y la humillación de la derrota. Casi podía imaginar a mi madre mofándose de mí, diciéndome que yo aún era muy pequeña y que no estaba a su altura, que si quería competir, a duras penas podría hacerlo con Mayra, pero nunca con ella. Llena de rabia auto inducida, me puse de pie de un salto.
—Si seguimos con estas caras largas, nos vamos a dormir sentados —dije lo primero que se me ocurrió, en realidad nadie mostraba signos de aburrimiento, al contrario; a Erik se lo veía sumamente feliz, hurgando con la mano debajo de la bata de su madre, pude ver que un par de dedos se perdían dentro del peludo agujerito—. Voy a poner algo de música, alegremos un poco la reunión. ¿Alguno quiere bailar?
Todos me miraban como si me hubiera vuelto loca, la única que sonrió con malicia fue mi madre, quien supo que todo era una treta de mi parte para ganar tiempo. Me acerqué al equipo de música y busqué rápidamente entre los CD que había sobre el mueble, ninguno me resultó atractivo, estaba perdiendo la calma cuando encontré uno de esos estúpidos discos que sacaban anualmente con los mayores “hits del verano”, música que detestaba pero que podía cumplir con mi propósito. Lo coloqué y puse el volumen tan alto como la perilla circular me lo permitió, apagué la luz del comedor, de esta forma la única luz que recibíamos provenía del pasillo y de la cocina. En cuestión de segundos había transformado mi casa en una improvisada discoteca.
La música era ensordecedora y aún tenía la mirada de mi familia persiguiéndome. Haciendo caso omiso a los pocos intentos que hicieron por preguntarme algo, tomé la mano de mi padre y lo invité a ponerse de pie. Él se levantó con una amplia sonrisa en los labios, la misma sonrisa que luego le dediqué a mi madre, segundos antes de tenderle una mano a ella y obligarla a pararse con un tirón.
—Sos una pequeña tramposa —me dijo al oído.
Apenas podía escuchar su voz por encima del pegajoso y estridente ritmo de una canción pop. Mi papá me tomó por la cintura con sus gruesas y macizas manos y pude sentir toda su hombría encallar entre mis desnudas nalgas. Estaba dispuesta a darle el mejor baile de su vida y, de paso, podría ganar la apuesta.
Bailaba intentando seguir el ritmo de la música, pero la cercanía con el cuerpo de cada uno de mis padres, afectaba severamente mi concentración. Estaba sexualmente excitada y ellos lo sabían. El bulto de mi papá ganaba rigidez entre mis nalgas y yo las meneaba con soltura y sensualidad contagiándome de la amplia sonrisa esbozada por mi madre. Ella me rodeaba por el cuello con sus brazos y bailaba muy pegada a mí, nuestros grandes senos se chocaban uno contra el otro constantemente. Coloqué una de mis piernas entre las suyas y pude sentir su caliente y mojado sexo rozando contra mi muslo, eso me encendió; levanté la cola y la apreté más contra la verga de mi papá. Vi que mi hermano continuaba sentado en su sillón, con una fuerte erección que amenazaba con romper su calzoncillo; mientras permaneciera allí, yo tenía la ventaja. Escuché la voz de Pepe, pero no entendí lo que dijo.
Miré hacia atrás y supe que había comentado algo con respecto a Mayra ya que la menuda muchachita estaba rodeada por la gran humanidad de mi tío Alberto por el frente y los largos brazos de mi primo Ariel por detrás. Ella estaba completamente desnuda e intentaba apartarse de los hombres feroces. Giré un poco, sin dejar de bailar, para poder mirarla mejor. Mi hermanita intentaba disculparse con ellos, no podía escuchar lo que les decía; pero se la veía un tanto asustada, sus ojos estaban más grandes que nunca y sus mejillas estaban tan sonrosadas que parecía una simpática y graciosa mimo. Alberto le pellizcaba las pequeñas tetitas y Ariel le bailaba pegado contra la cola con la verga fuera del calzoncillo. Ellos se reían y se animaban el uno al otro ignorando los intentos de la pequeña por alejarse. Me excitó verla de esa forma, ella podía ser muy segura de sí misma cuando se lo proponía; pero no podía contra dos hombres de las cavernas con la pija parada.
—¿Vas a hacer algo? —Le pregunté a Viky, señalando con la cabeza a Mayra.
—No, ella se lo buscó. Desde el principio supo que eso de andar desnuda y provocando podía generar una situación como esta. Bueno, ahí la tiene, ahora que se haga cargo. Además, confío en Alberto. La va a hacer sufrir un poquito; pero no le va a hacer nada que ella no quiera.
—Pero son dos… la van a matar —le dije a mi mamá sonriendo con picardía.
—A la que tendrían que matar es a otra.
La respuesta vino con la gruesa voz de mi padre hablándome al oído, por los ojos de mi madre me di cuenta de que ella también estaba sorprendida, pero comprendió a qué se debía en enojo de Pepe y sabía que, de momento, no debía intervenir en los problemas que había entre él y yo. Se alejó de nosotros, lavándose las manos como Poncio Pilatos, con un claro gesto que significaba “Mejor los dejo solos”. La fulminé con mirada y vi cómo sacaba a bailar a Erik, que miraba como un estúpido la escena sin saber qué hacer.
Tomé aire y exhalé, era hora de enfrentarme a mis problemas... una vez más. Continué meneando la cola con la intención de que esto calentara un poco a mi padre, supuse que la calentura sexual le bajaría la otra calentura... la de la bronca. Él me tomó con excesiva fuerza de la cintura, sus fuertes manos y la dureza de su miembro contra mis nalgas me hacía hervir la sangre. Pepe fue empujándome con su pelvis, como si quisiera alejarme del resto de las personas. Quedamos detrás de uno de los sillones, podía ver a Viki bailando alegremente con mi hermano, que parecía un muñeco de madera sin articulaciones. No podía asegurar si Mayra la estaba pasando bien o mal, pero no la dejaban ni un segundo en paz. Mi tío Alberto ya tenía su verga afuera y obligaba a la pequeña a tocarla, a su vez él la estaba masturbando con énfasis, ella entrecerraba los ojos; sus mejillas estaban rojas, parecía una muñequita de porcelana.... una muñequita excitada. Detrás de ella mi primo no se quedaba quieto, la tomaba por la cintura y la obligaba a parar la cola, el muy desgraciado presionaba contra ella como si quisiera romperle el culo a la mitad, Mayra intentaba apartarlo a manotazos.
—Yo sé que todavía estás enojado conmigo —le dije a mi papá arqueando mi espalda para que mi cara quede junto a la suya, podía sentir su dura verga deslizándose entre los labios mojados de mi vagina; tenía que hablar fuerte pero sabía que solamente él podía oírme.
—Motivos no me faltan —me respondió con severidad; él era el hombre más bueno del mundo... hasta que se enfadaba.
—Ya lo sé... es por todo ese inconveniente con tu albañil.
—¿Te parece poco? Encontrarte cogiendo... con uno de mis empleados... ¡y dentro de mi propia obra!
Todavía recuerdo cómo se enojó mi papá en ese momento. A su empleado lo agarró a puñetazos y lo echó. Y a mí… bueno, a mí prácticamente ni me habla desde aquel día.
—Me pareció excitante —mi respuesta lo tomó por sorpresa, fue como un cachetazo para él; tenía una estrategia a seguir y un As bajo la manga, un argumento que él no podría refutar; por eso lo estaba llevando hacia mi terreno de juego. Bailé al ritmo de la música, frotándome contra su verga como una gata en celo—. No sabés lo que me calentó verte entrar de esa forma, a pelear por mí.
—¿Por vos? Quería matar a ese hijo de puta... por hacerte eso.
—¡Ay papi! —Sentía su pene sumamente duro apretado entre mis piernas— ¿Vos te creés que yo hubiera hecho algo que no quisiera hacer? —La verdad era que el tipo me había forzado a hacerlo, sin embargo era consciente de que yo se lo permití.
—¿Por qué te acostaste con él? Ni siquiera lo conocías.
—Porque te fuiste y me dejaste caliente, como una olla al fuego, estaba que hervía... me garché al primer tipo que vi.
Eso, a medias, era cierto. Fui a la obra con la intención de visitar a mi papá, y me porté muy bien con él… hasta le chupé la verga un poquito. Sin embargo él se fue, porque tenía que atender otros asuntos, y ahí fue cuando entró en escena su dichoso albañil. Lo que Pepe no sabe es que el albañil vio cuando yo le comía la verga a mi papá… y bueno, me tuve que dejar coger para que no le contara a nadie. Lo hice por el bien de mi familia.
—Lo decís como si fuera una pavada.
Podía decirle la verdad… o podía aprovechar la situación para jugar con él. Obviamente opté por la segunda opción.
—No lo fue, para nada. Es que vos no viste todo lo que pasó... no sabés con qué ganas le chupe la verga —recordé que el tipo me había obligado a masturbarlo, pero por decisión propia, se la mamé; continuaba balanceándome de atrás hacia adelante sobre el miembro de mi padre—. Ese tipo me hizo calentar mucho, me frotó la verga por la concha hasta que le pedí que me la metiera. —Eso era cierto, y me encendía de solo recordarlo—; pero la cosa no terminó ahí, me gustó tanto como me cogió, que le pedí que me diera por el culo... la estaba pasando bomba, mientras él me culeaba, cuando entraste vos. —Los dedos de mi padre se hincaron en mi cadera; estaba furioso, pero no decía una palabra, lo tenía comiendo de mi mano—. La que tendría que estar enojada soy yo, porque me cortaste un lindo momento... ¿y todo por qué? Por celoso. —Esa última palabra se elevó un poco más por encima del volumen de la música—. Admitilo papá, a vos no te jodió que él fuera empleado tuyo, a vos te molestó saber que otro hombre... un desconocido... podía jugar con la concha de tu hija. —Lo único que escuché como respuesta fue el monótono ritmo de la música electrónica que sonaba en ese momento—. Vos querías ser el que estuviera en ese lugar, vos querías tenerme para vos solo. —Me acomodé de forma tal que su gordo glande quedó entre mis labios vaginales, estiraba mis brazos hacia atrás para acariciar los suyos—. Te jodió que tu nenita se calentara con la verga de otro... yo sé que me querés a mí... hace rato lo vengo viendo en tus ojos, vos querés hacerme tuya... querés mi concha para vos. Te conozco, sé que nunca lo vas a admitir, al menos no con palabras... pero podés demostrármelo, vos sabés cómo hacerlo. —Noté que él empujaba un poco hacia adentro, mi vagina comenzó a abrirse lentamente—. Así... eso es. Demostrame que me deseás. —Continuó avanzando lentamente, mi sexo intentaba adquirir el diámetro necesario para abarcar toda la cabeza de esa gruesa verga; sabía que me dolería, pero no me importaba—. Mi concha es tuya papi, reclamala —ya podía sentir mi orificio estirándose, me producía un leve dolor agudo pero al mismo tiempo me llenaba de placer—. No voy a darte otra oportunidad, es ahora o nunca.
Quizás esto era hacer trampa, mi método no fue muy sutil; sin embargo la música se encargaría de cubrir todas mis palabras. Eso se llama “Jugar con astucia”.
Me empujó con fuerza hacia adelante, mis tetas cayeron contra el respaldo del sofá, me pone como loca que sea tan brusco conmigo, mi estómago se llenó de mariposas, al fin llegaría ese momento que tanto había deseado. Su glande retrocedió, pero sólo lo hizo para reunir más empuje, al regresar lo hizo con una fuerza tal que mi conchita casi se desgarra. Una parte de su verga quedó en mi interior, cerré los ojos y solté un grito de dolor que ni siquiera la estruendosa música pudo disimular. Cerré los ojos y comencé a pedir más, no sabía si él me podría escuchar, pero yo necesitaba decirlo.
—¡La quiero toda, papi... dámela toda!
Mi almejita se estremeció con la segunda embestida, esta vez sentí que la verga penetraba un poco más profundo. Volaba de placer, pero me atemorizaba un poco sentirme tan llena sabiendo que aún quedaba una buena porción por entrar. Separé un poco más las piernas y clavé las uñas en el sofá, me preparé para lo que venía. Mi padre comenzó a darme estocadas cortas pero rápidas. ¡Me estaba cogiendo! No la tenía toda adentro pero ya podía afirmar que me estaba cogiendo. Sus pesadas manos me sujetaban con tanta firmeza que me resultaba imposible moverme, no podía hacer otra cosa que recibir todo lo que él pudiera meterme. Rápidamente caí en un pozo de puro goce y placer. Me estaba taladrando bestialmente, agradecía que mi rajita lubricara tan bien y que él tuviera tanta experiencia, confiaba completamente en Pepe, él no me lastimaría.
Al abrir los ojos me encontré con una escena de lo más curiosa. No podía oír qué ocurría pero mi madre parecía estar retando a Ariel, Erik se reía de la desgracia de su primo y Mayra se acariciaba una nalga con gesto de dolor y mi tío Alberto le acariciaba la otra. Supuse que Ariel había intentado desflorar el culo de mi hermana y que mi madre se vio obligada a intervenir.
No podía concentrarme mucho en lo que ocurría ya que mi padre seguía penetrándome una y otra vez, dilatándome la concha y ganando terreno dentro de ella; sin embargo vi cómo mi madre tomaba de la mano a su sobrino y se lo llevaba, luego ella se puso de rodillas arriba de un sillón, yo la veía de costado. Colocó los brazos sobre el respaldar, de la misma forma en la que yo lo hacía, para no salir volando con cada una de las clavadas de mi padre, y le indicaba algo a Ariel. Se abrió las nalgas, presentándole sus agujeritos y el chico comenzó a reírse de alegría. Agarró su dura verga y comenzó a frotarla por los labios vaginales de su tía, los cuales chorreaban flujos. Mi papá sacó casi toda su verga y avanzó violentamente, haciéndome gritar de placer, luego siguió dándome con movimientos rápidos y cortitos; si mi madre podía sentir esto en su concha cada vez que quería, debía ser una mujer sumamente feliz.
Volví a mirar a Mayra, la chica no había perdido tiempo lamentándose por nada, la vi acostada de lado en un sillón, su cabeza reposaba en las piernas de Erik y su lengua jugaba con esa verga dura, mi tío Alberto se estaba llevando el premio mayor. Sostenía en alto una de las piernas de la pequeña y le estaba perforando la delicada conchita a vergazos. Justo frente a ellos, mi madre entrecerraba sus ojos y parecía estar gimiendo de placer, mi primo seguía frotando la punta de su pija contra esa concha carnosa y velluda.
En ese instante, cuando se me dio por mirar a Mayra una vez más, vi a alguien de quien me había olvidado por completo. Mi tía Analía estaba de pie justo donde el pasillo comenzaba y miraba la escena con asombro e indignación. Clavó sus ojos en mí y yo le devolví la mirada expresándole todo el placer que sentía por la cogida que me estaba dando mi papá. Ella frunció el ceño, se acercó al equipo de música y bajó el volumen. Me enfurecí. Le hice la clásica señal de “Fuck you” con mi dedo mayor, mordiéndome el labio inferior por la bronca. Ella me ignoró y se fue por donde había venido. Era la aguafiestas más grande que había conocido en mi vida. La música había pasado a ser un leve murmullo de fondo, hubiera vuelto a subir el volumen, pero no quería alejarme de Pepe por nada del mundo, estaba pasando el mejor momento de mi vida y no le permitiría a nadie que lo arruine.
No sabía si controlar la intensidad de mis gemidos, los cuales ya eran cada vez más constantes; pero nadie parecía estar prestándome atención. Podía escuchar los golpecitos húmedos de la verga de mi tío entrando en Mayra y, obviamente, los de mi padre entrando y saliendo una y otra vez de mi concha. Todos parecían estar pasándola muy bien, a excepción de Erik, quien lucía muy incómodo al ver cómo su hermana pequeña le mamaba la verga.
—Dale, Ariel. Dejate de joder, metémela de una vez —le oí decir a mi madre entre jadeos— ¿Querías un culo? Bueno, acá lo tenés. —Mi primo presionó con su glande contra el ano de Viki y éste resbaló hacia adentro, la verga se perdió hasta la mitad dentro de ese orificio— ¡Ay sí, pendejo, clavámela hasta el fondo! —Sabía muy bien que a ella le causaba mucho morbo coger con muchachos jóvenes—. ¡Toda, toda! —gritaba mientras el pene se hundía más y más, al igual que lo hacía el de mi padre, dentro de mi vagina, la cual parecía haber llegado a su límite y todavía no había entrado toda.
Comencé a gemir con ganas, dando rienda suelta a todas mis expresiones de placer, mi madre me había demostrado que allí nadie juzgaría al otro... lo importante era pasarla bien.
—¿Eso es todo lo que tenés pendejo? —Preguntó Viki mientras Ariel golpeaba la pelvis contra sus nalgas, haciéndolas rebotar— Me dijiste que me ibas a romper el culo... ponele ganas.
Mi primo comenzó a hacer un esfuerzo realmente grande, todos los músculos de su cuerpo se tensaron y sus penetraciones se hicieron más rápidas. Pude ver que mi madre prácticamente arañaba el respaldo del sillón, no sabía si lo hacía porque le dolía o porque le estaba gustando demasiado, pero cuando soltó un agudo y largo gemido, supe que se trataba de lo segundo. Ariel no se detenía, parecía un robot sexual, me sorprendía su buen estado físico. La verga salía y entraba del dilatado agujerito con total facilidad. No le daba tregua a Viki, sus grandes nalgas temblaban como gelatina.
— ¡Ay... ay... ayyy! ¡Así me gusta más... con fuerza! —Exclamó— ¡Rompele el culo a la tía... que a la tía le gusta! —esto parecía incentivar al animal de pelo rubio que se sacudía detrás de ella.
—Te lo voy a dejar bien abierto —le aseguró él, pude ver su glande salir del agujero y enterrarse en él una vez más.
—Sí... sí... abrime toda —dijo jadeando copiosamente. Hablaban como si estuvieran solos en la habitación de un hotel. Ella comenzó a masturbarse.
—¿Te gusta, putita? —como creía conocer a mi madre, supuse que ella no contestaría si la llamaban “putita”... pero aparentemente no la conocía tan bien como pensaba.
—Sí, me encanta... me encanta... no pares —y él no se detuvo, sólo aminoraba el ritmo durante pocos segundos para luego volver a acelerar.
—Te voy a llenar el culo de leche, puta.
—Eso es lo que quiero, que me lo llenes con tu leche —decía ella entre gemidos.
—Te dije que te iba a partir el culo y que te iba a gustar... ¿ahora me creés?
—Si... siiii.... te creo, te creo... ¡Ahh! Me estás rompiendo toda... y me está gustando —nunca había escuchado a mi madre hablar de esa forma, parecía que había sido poseída por el demonio del morbo y la perversión.
—¿Alguna vez te habían dado así por el culo? —él no se detendría por nada del mundo, seguiría penetrándola y humillándola.
—Nunca... ¡Ah, ah! Nunca...
—Te chorrea cremita de la concha, putita —tuve que mirar bien, pero me di cuenta de que él tenía razón, un espeso y blanco líquido caía lentamente de la vagina de mi madre, sólo había visto eso cuando Erik le dio por el culo.
—Eso quiere decir que me estás cogiendo muy rico...
El líquido seguía fluyendo y caía sobre el tapizado del sillón y le manchaba los dedos de blanco, ya que ella no dejaba de frotarse el clítoris. Ariel recolectó con sus dedos parte de ese juguito blanco y obligó a mi madre a lamerlo, en realidad ella lo hizo con mucho gusto. Tenía ganas de decirle a mi padre cosas similares a las que decía mi mamá, pero no me animaba, imaginé que yo no tendría tanto carisma como ella para calentar diciendo esas cosas. Mayra también parecía calentarse con lo que escuchaba ya que estaba chupando la verga de Erik sacudiendo la cabeza de arriba abajo con violencia, tragándosela hasta donde le entraba y sacándola llena de su saliva; Alberto no se quedaba atrás, le estaba dando a la pequeña una sacudida extraordinaria, me imaginaba que él también había esperado ese momento por mucho tiempo.
—¡Me gusta tu pija, pendejo... me gusta mucho! ¡Dámela toda! —exclamó Viki, eufórica.
—¿Me vas a entregar tu colita cada vez que yo quiera? —estaba comenzando a pensar que mi primo tenía talento para la dominación... y que mi madre había caído completamente en sus trucos.
—Sí... cada vez que quieras... mi cola es tuya —de pronto él le dio un fuerte cachetazo en una nalga —¡Aiii! —exclamó mi madre, por el dolor, la silueta de la mano de Ariel había quedado dibujada en rojo justo donde había pegado.
—Tendría que castigarte... por puta.
—¡Ay... sí! Castigame... —le imploró.
—Vos sabías que esto iba a pasar —le dio un nuevo golpe, tan fuerte como el anterior—. Te portaste mal —otro golpe.
—Sí... me porté muy mal.
—Vos sabías que yo te iba a romper el culo si te hacías mucho la putita... ¿O me equivoco? ¿Lo sabías? —esta vez el golpe vino con la otra mano, en la otra nalga.
—Sí, yo lo sabía... sabía que me lo ibas a romper... y sabía que me iba a gustar.
—Te dije que ibas a ser mi putita.
—Soy tu putita... haceme lo que quieras.
Escuchar a mi madre hablar de esa forma, y ver cómo mi primo le rompía el culo, me calentaba de sobremanera; pero a eso debía sumarle la tremenda cogida que me estaba dando mi padre. Aparentemente a él también lo provocaba mucho escuchar a su esposa diciendo semejantes locuras, ya que comenzó a ensartarme tan rápido como Ariel lo hacía con Viki.
No podía más, comencé a experimentar otra vez esa extraña sensación en la que el tiempo parece hacerse más lento, podía sentir cada centímetro de la verga de mi padre dentro de mi concha y ya tenía sus bolas chocando contra mí. Me la estaba clavando completa. Mis gemidos pasaron a ser manifestaciones de agonía, no podía hablar, no podía gritar, sólo podía sufrir placenteramente cada una de las embestidas. Mi vagina comenzó a sufrir espasmos y pude sentir un líquido tibio saltando de ella, cayendo en la cara interna de mis piernas; estaba acabando y mis rodillas perdían rigidez; por suerte mi papá tenía la fuerza suficiente como para sostenerme. Siguió clavándome sin cesar y mi concha seguía escupiendo juguito, mi corazón latía violentamente y hasta tenía dificultades para respirar. Todo se nubló y temí desmayarme, pero eso no ocurriría, no era más que un momento de agónico placer; el cual recordaría toda mi vida.
No sé cuánto tiempo me llevó volver a ser consciente de la realidad, pero me había parecido una eternidad. Mi clímax había terminado, sin embargo aún estaba muy excitada, recibiendo la verga de mi padre en todo su largo y ancho. Miré a Mayra, ella se había puesto de pie y se agachaba frente a Erik, dándole la espalda, haciendo que su pequeña conchita rozara contra la punta de la verga.
Mi tío miraba la escena sentado al lado de ellos. Ella apoyó la espalda en el pecho de su hermano se frotó contra su miembro, me calentaba mucho verla así, el glande se le clavaba un poquito en la concha, pero ella lo sacaba, luego se levantaba un poquito y permitía que la punta de la verga quedara contra su apretado culito, ella puso los pies en el sillón y abrió las piernas, flexionando las rodillas podía regular que tanto quería subir o bajar. Mientras se movía miraba asombrada cómo le rompían el culo a su madre a pocos metros de ella. Noté que la pequeña estaba haciendo un gran esfuerzo por bajar, la punta de la verga de Erik comenzó a perderse dentro de su culito, ella se estaba poniendo roja como un tomate y por sus resoplidos me di cuenta de que le dolía bastante; sin embargo el glande logró penetrarla, ella soltó un grito de dolor y comenzó a masturbarse rápidamente. No pudo tolerar mucho esa gruesa cabeza adentro, se vio obligada a sacarla, pero casi inmediatamente la clavó hasta la mitad dentro de su conchita rosada. Volvió a soltar otro grito, pero éste era de puro placer. Con un brazo estirado hacia atrás rodeó la cabeza de Erik.
—Esta vez sí me vas a coger, hermanito —le dijo antes de empezar el sube y baja, permitiendo que la verga se clavara cada vez más hondo.
Mi papá parecía insaciable, continuaba dándome sin parar, mudo como si fuera una máquina. No necesitaba palabras de su parte, la forma en la que me penetraba me daba a entender que para él también este momento era sumamente importante, y quería hacerlo bien. Al fin y al cabo sería la primera vez que le partiera la conchita a su hija mayor; esperaba que fuera la primera de muchas.
Alberto se puso de pie frente a Mayra, ésta abrió la boca y se abalanzó hacia adelante en cuanto lo vio, se tragó toda su verga y comenzó a mamarla, pude ver que Erik por fin había caído en la cuenta de que su hermanita menor no era una niña y que ya estaba totalmente apta para ser cogida, él mismo comenzó a sacudir su cuerpo dándole fuertes embestidas desde abajo hacia arriba.
—¿Te vas a tomar la lechita, ricura? —le preguntó Alberto.
—Sí, me la voy a tomar toda —aseguró mi hermanita sin dejar saltar sobre esa verga que se perdía en su interior.
—¿La mía nomás? —sabía que esa pregunta en realidad era un desafío.
—La de todos —respondió ella soltando algunos de los gemidos agudos más hermosos que había escuchado en mi vida. Luego volvió a tragarse la pija de su tío, para continuar mamándola.
Pasados unos segundos, viejo panzón comenzó a descargar toda su espesa leche en la boquita de la nena. Mayra parecía encantada con esto, estaba notando que el semen le gustaba casi tanto como las vaginas, por lo que tal vez no era tan lesbiana como ella afirmaba; pero si ella era feliz diciendo que lo era, yo no me interpondría. Ella no dejaba de sacudirse arriba de Erik y se iba tragando con gusto toda la leche que le caía en la boca, la cual era mucha, ya que mi tío llevaba largo rato con la verga parada, acumulando semen.
Luego de haberse tomado hasta la última gota, Erik la levantó por las axilas como si fuera una muñequita de trapo y con una seña y una sonrisa le indicó que se pusiera de rodillas en el piso. Ella obedeció y abrió la boca, encantada. Mi hermano se masturbó con ganas; el primer chorro de semen cruzó en diagonal toda la cara de la pequeña, ella se apresuró a meterse la verga en la boca y recibir allí el resto de la descarga.
Ariel giró su cabeza y vio a su primita de rodillas en el piso, con la cara salpicada de semen y una verga metida en la boca. El rubio sonrió y dejó de coger a su tía, ésta parecía exhausta, se acercó a Mayra y cuando ella lo vio venir, le agarró la verga y lo masturbó, hasta que pudo obtener otra descarga de ese precioso néctar dentro de su boquita. Ella lamía todo lo que estuviera impregnado de leche con una gracia natural.
De pronto noté que mi padre me agarraba con más fuerza, sus embestidas se aceleraron y se llevó toda mi atención.
—¡Ay, si... sí... siiiii! —comencé a gritar mientras me aferraba del respaldar del sofá.
Su verga producía un húmedo chasquido al clavarse en mí una y otra vez. Apreté los dientes y comencé a resoplar para poder tolerar toda su furia, el tronco salía casi completamente y luego sentía los huevos rebotando contra mí.
—Ay papá... me vas a partir... Ay... no pares... no pares...
Fue maravilloso escucharlo jadear mientras ponía todo su empeño en cogerme. Su leche comenzó a llenarme, parecía que no tenía a donde ir, seguía saliendo... más y más... y toda se iba acumulando en mi interior. Agradecí usar regularmente pastillas anticonceptivas, de lo contrario esto hubiera sido muy peligroso. Mi padre aceleró el ritmo por última vez para poder descargar todo su semen y luego fue aminorando la marcha poco a poco, hasta que se quedó quieto. Dediqué algunos segundos a recuperar el aliento y a disfrutar el calorcito que me llenaba, luego él se apartó.
*Nota: Todas las aventuras de “Nadia y el Albañil” se narrarán en un relato aparte que llevará ese título.