Strip Póker en Familia [11].
La Sumisión de Nadia.
Capítulo 11.
La Sumisión de Nadia.
Mi objetivo para la semana era averiguar si todos los integrantes de mi familia estaban dispuestos a repetir la partida de Strip Póker… o si ya habían tenido más que suficiente con las anteriores.
Quería comenzar hablando con mi papá, porque además de ser uno de los líderes de la casa, junto con mi madre, también es quien me genera más incertidumbre. Pepe casi siempre parece estar feliz, incluso cuando algo le molesta. No cambia la cara a menos que esté muy enojado. ¿Y si las partidas de póker no le gustan ni poquito? Bueno, si él no está de acuerdo con repetirlas, entonces no se va a poder… de hecho, todos tenemos que estar en sintonía. Basta con que una sola persona no quiera jugar para que debamos cancelar todo.
Ese día estábamos todos en casa, lo cual me hacía fácil localizar a cada uno; pero me complicaba el poder conversar en privado. No tuve ni un segundo a solas con mi padre, él estaba mirando televisión junto a mi hermano. Como era habitual en ellos, la programación se centraba más que nada en programas deportivos, que me parecían muy aburridos. Me senté a la derecha de mi papá a la espera de una buena oportunidad para hablarle; pero Erik no se movió de su sitio. Al poco rato comencé a aburrirme, me importaba tres carajos quién podría ser el nuevo centro delantero de Boca Juniors o cuánto pagaría River Plate por un nuevo mediocampista.
Para pasar el tiempo, decidí ayudar a mi mamá con algunos quehaceres domésticos. Con escoba en mano comencé a barrer el piso. Cuando llegué a la zona de los sillones en los que estaban sentados Pepe y Erik, mi papá levantó sus pies sin que yo tuviera que pedírselo y me permitió limpiar. Sin embargo a mi hermano poco le importó. Actuó como si yo ni siquiera estuviera allí. Para colmo tenía los pies sobre un pequeño banquito de madera, cortándome todo el camino.
—Permiso Erik, tengo que pasar —no me contestó—. Erik, movete que estoy barriendo —ni siquiera se volteó para verme, parecía un zombi, mirando fijamente la pantalla del televisor—. ¡Erik! —Le di un leve golpe con la escoba en una rodilla, lo cual lo hizo despertarse de sus ensoñaciones—. Te dije que te muevas, estoy barriendo.
—¿No podés hacerlo en otro momento? —Me preguntó, con el ceño fruncido.
—Es solamente un segundo, no te cuesta nada.
—Pero…
—No jodas Erik, ya sabés que estoy muy enojada con vos así que mejor no me presiones. —Su oscura piel se puso repentinamente pálida y abrió mucho los ojos.
—¿Enojada por qué? —Preguntó mi papá, con su característica voz grave.
—Él sabe muy bien por qué —dije, manteniendo mi postura de bruja con escoba.
—¿Qué pasó? —Volvió a preguntar Pepe, esta vez se dirigía a Erik.
—Es que… hace unos días Nadia me pidió que pusiera la ropa en lavarropas; pero no lo hice. —Eso era cierto, pero no me había enojado, sabía muy bien que no lo haría y que al final terminaría haciéndolo yo misma. De todas maneras, lo mejor era seguirle la corriente.
—Es que nunca hacés nada, ¿tanto te cuesta levantar los pies un segundo? Ni siquiera te estoy pidiendo que barras.
—No es mala idea —intervino mi mamá, que se estaba secando las manos con un trapo—. Erik, por no hacer lo que te pidió tu hermana, ahora te toca barrer los pisos. Deberías aprender de Nadia, ella lo hace sin que se lo pidamos.
De muy mala gana, y sin protestar Erik agarró la escoba. Se alejó de nosotros arrastrándola toscamente por el suelo, sonreí al verlo reaccionar como a un niño pequeño castigado. En cuanto vi que se dirigía a los dormitorios, lo seguí. Lo encontré barriendo su cuarto, el cual tenía tanta tierra que se podría sembrar césped en él, o al menos eso es lo que siempre le decía mi mamá. Perdí la cuenta de las veces que la escuché decir: “¡Erik, hay más tierra en tu pieza que en el patio!”.
Mi hermano es pulcro, al menos en lo que a higiene corporal se refiere. Sin embargo, su pieza siempre está hecha un desastre.
—Hiciste bien —le dije con voz suave, ya sin rencor.
—Sé barrer, tampoco soy tan inútil.
—No me refería a eso, boludo. Digo que hiciste bien en no decir por qué estoy enojada con vos. —Se puso nervioso y bajó la mirada como si estuviera concentrado en las partículas de polvo que flotaban a pocos centímetro del suelo.
—¿Y qué iba a decir?
—Pudiste decir la verdad, tal vez se hubieran enojado conmigo también. —Cerré la puerta, para que nadie nos escuchara, y apoyé la espalda contra ella—. Me alegra saber que podés guardar un secreto. Para que no te sientas mal te digo que no estoy enojada con vos. En realidad me enojé conmigo misma, por permitir que pase eso.
—A mí me gustó lo que pasó —dijo con una voz casi inaudible—; pero eso no quiere decir que vaya a contárselo a alguien.
—¿De verdad te gustó? —No esperaba esa respuesta— ¿Todavía tenés el video?
—Sí
—¿Volviste a verlo?
—Un par de veces.
—¿Y… te hiciste la paja? —Tragué saliva, hablar con mi hermano tan abiertamente sobre este tema me ponía nerviosa y cachonda a la vez—. Podés contarme… si querés.
—Sí, lo hice —movió la escoba de un lado a otro, pero en realidad ya no estaba barriendo.
—Yo también lo hice —confesé— pensando en lo que pasó… —me miró intrigado— ¿Qué? ¿Pensás que las mujeres no nos hacemos la paja? Tal vez no lo hagamos tan frecuentemente como los hombres… pero lo hacemos.
—Eso quiere decir… que te gustó lo que pasó.
—Un poco… fue muy raro. Todavía estoy procesando que me acabaste adentro… dos veces. —Noté que la verga se estaba poniendo dura debajo del pantalón, mi corazón latía como el de un colibrí, me acerqué lentamente a él—. Fue muy loco… sentir cómo me llenabas… de leche. Dicen que los hombres son más gráficos que las mujeres, que se excitan con lo que ven… y nosotras nos excitamos con lo que sentimos; pero yo te veo la verga dura y me caliento. —Estiré la mano y me aferré a su duro bulto—. Ahora sé que puedo confiar en vos —le dije presionando su pene con mis dedos—. Sé que no le vas a contar nada a nadie.
—No pienso contar nada a nadie.
—Espero que no cuentes a nadie lo que pasó en el juego de póker —se limitó a negar con la cabeza mientras yo seguía masajeando su miembro, el cual se estaba poniendo cada vez más rígido—. Tampoco cuentes lo que hicimos en tu pieza. —Introduje la mano en su pantalón y la suave y tibia piel de su pene me provocó todavía más—. Y espero que nunca me eches en cara esto, por más enojado que estés conmigo, porque ahí sí que te la corto —saqué su verga del pantalón y le susurré al oído:— quiero que me llenes de leche... otra vez.
Me puso a mil hablar de esa forma con mi hermano, me sentí poderosa al ver cómo el pene se le endurecía cada vez. No esperé más, me puse de rodillas ante él y me tragué la mitad de su verga, dejándola en mi boca durante unos segundos para llenarla de saliva. No sabía qué me provocaba más, el sexo oral o que se tratara de mi hermano. Lo que sí podía asegurar es que me estaba mojando cada vez más.
—Papá y mamá están afuera —me recordó con la voz entrecortada.
—Eso lo hace más interesante —tuve que sacar el pene de mi boca para contestar, pero de inmediato volví a tragarlo.
Sabía que ni mi cuerpo ni me mente se conformarían con una simple chupada y como el tiempo estaba en nuestra contra, decidí acelerar las cosas. Me tendí en la cama, dejando las piernas colgando del borde, desabroché mi pantalón de jean, lo bajé casi hasta las rodillas junto con mi tanga y levanté las piernas. Erik se apresuró a sostenerlas y pude poner los talones sobre sus hombros, aunque no podía ver bien su cara sabía que él tenía la mirada clavada en mi almejita, que ahora debía estar hinchada y apretada entre mis piernas... y seguramente daría señales de estar muy mojada porque así la sentía yo. Él intentó clavarme su gruesa verga de una vez; pero no consiguió meter más que la punta y me hizo doler un poco.
—Esperá Erik, todavía no se me dilató bien —le dije, con tono autoritario, pero sin levantar la voz—. Pasala por afuera un ratito.
—¿Cómo por afuera?
—¿Acaso tengo que enseñarte todo?
Agarré su miembro con la punta de mis dedos y lo encajé en la canaleta que formaban mis labios vaginales, le indiqué que debía moverse de atrás hacia adelante, pero sin meterla. Lo hizo de forma tosca, sin embargo el roce de ese tronco de carne contra mi clítoris me agradó tanto que tuve que esforzarme para contener un gemido. Él recorrió toda mi entrepierna y en varias ocasiones la punta de su verga rozó contra mi culo, produciéndome un agradable cosquilleo. Le dije que eso me gustaba y él lo repitió varias veces haciendo que mi temperatura se elevara rápidamente.
—Ahora sí metemela —le dije después de unos segundos— hasta el fondo.
La adrenalina me invadía y la excitación aumentó considerablemente en cuanto sentí ese duro mástil enterrándose en mi cuevita, invadiéndola y ensanchándola. Mantuve la calma tanto como pude y me dediqué a disfrutar de esa maravillosa sensación teniendo siempre presente que esa no era cualquier verga… era la de mi hermano. El vaivén comenzó lento y constante. Supuse que él intentaba que el pene no abandonara aquel nido que lo acogía, luego comenzó a clavarme con mayor intensidad y yo apreté y estrujé las sábanas manteniendo mis ojos cerrados e intentando no jadear muy fuerte. Me dejé coger por unos minutos hasta que me decidí a dar un paso más adelante en el mundo del sexo incestuoso. Le pedí a Erik que se aparte y me puse en cuatro patas sobre la cama, dejando mi cola apuntando directamente hacia él. Me llené dos dedos con saliva y humedecí mi ano.
—Haceme lo mismo que le hiciste a mamá —esto me provocaba mucho porque recordaba claramente como él la había metido por el culo de Viki y cuánto ella había disfrutado— quiero sentir lo mismo que ella.
—¿Estás segura? La vez anterior te dolió y te enojaste.
—Me enojé porque lo hiciste sin permiso, ahora te lo estoy dando. Dale apurate, antes de que venga alguien. Rompeme el orto.
Apuntó su arma punzante contra mi agujerito más sensible y prohibido, su glande estaba bien lubricado gracias a mis jugos vaginales pero no sabía si esto iba a ser suficiente. Por más fuerza que él hizo esta vez no logró introducirla, supuse que tal vez se debía a mi propio miedo, no me importaba que me doliera pero mi inconsciente debía opinar de otra forma y mantendría mis músculos contraídos. Justo en ese instante vi un pote de gel para el cabello sobre la mesa de luz de Erik.
—¿Eso es sin alcohol? —le pregunté.
—Creo que sí —comprendió a lo que yo me refería y lo buscó de inmediato.
Corroboré que el gel no contenía alcohol ya que así lo indicaba claramente la etiqueta en la parte frontal, me llené los dedos con abundante gel transparente y luego lo unté sobre el pene de mi hermano hasta dejarlo completamente cubierto con una fina capa viscosa, él volvió a posicionarse detrás de mí y sin hacerme esperar volvió al ataqué. La diferencia fue muy evidente, el pene abrió mi ano y comenzó a introducirse como si nadie se atreviera a detenerlo.
—Así… ay así… se me está abriendo —lo decía porque no podía creerlo.
Presionó con fuerza hacia adentro logrando enterrarlo aún más, pero eso era apenas la mitad de la longitud total de su miembro. Erik comenzó a bambolearse a ritmo lento, el dolor era agudo y se confundía con el placer. Debo admitir que se siente mucho mejor que aquella primera vez en la que me la metió de improviso. La lubricación era de gran ayuda y hacía que el miembro se deslizara con mayor facilidad sin lastimarme. Supongo que meterme un desodorante por el orto también me ayudó a estar mejor entrenada para pijas como la de Erik.
—Más adentro Erik, metela toda… mostrame cómo le enterraste toda la pija en el orto a mamá. A la muy puta le habrá encantado —le dije luego de apretar los dientes y resoplar tal y como había visto a mi madre hacerlo aquella noche de Strip Póker.
—No entra más.
—Entonces dame… dame más fuerte. Sin miedo. Yo me la banco.
Él cumplió con mis órdenes, aceleró su vaivén y el recorrido del pene en mi interior se hizo mucho más evidente, me dio la impresión de sentirlo en lo más hondo de mis entrañas. Aunque sabía que podía excavar aún más profundo. Como si se tratase de un martillo neumático, cada embestida lograba adentrarse más en la oscuridad. El culo me ardía, pero el placer partía de la boca de mi estómago y se dispersaba hacia todo mi cuerpo.
—¡Erik! ¿Estás ahí? —era la voz de mi papá al otro lado de la puerta.
—Sí papá ¿qué pasa? —respondió mi hermano intentando no evidenciar su agitada respiración.
—¿Viste a Nadia?
En ese momento me asusté, no supe cómo reaccionaría mi padre si llegaba a vernos en esta situación, una cosa era hacerlo en un juego que presumía de inocente y otra muy distinta era estar cogiendo descaradamente a cualquier hora del día.
—No… hace rato que no la veo —resultaba obvio para mí que él se esforzaba por respirar con normalidad y esperaba que Pepe no lo notara— ¿para qué la necesitás?
—Para nada, si la ves avisale que dentro de un rato vamos a cenar.
—¿No es muy temprano para cenar?
—Bueno… dentro de un rato largo, pero tu madre me dijo que les avise… ya viste como es ella. —Supe que todo esto era treta de mi madre, seguramente ella sospechaba que yo estaba en el cuarto de Erik haciendo esto y ahora debería estar regocijándose al saber que nos estaba poniendo en una situación de lo más incómoda—. Solamente eso, si la ves avisale.
—Está bien —tomó aire por la nariz—. Si la veo le digo.
—¿No vas a mirar el partido? —volvió a preguntar mi padre.
La tensión se estaba haciendo tan grande que mi calentura se disparó por los aires, comencé a mover mi cola para todos lados sintiendo cómo esa dura verga me partía al medio. Me hubiera gustado que mi padre viera esto, pero me aterraba que él se enojara. Tuve que morder una almohada para no gritar. Erik comprendió lo que yo buscaba y forzó la penetración haciendo que, por fin, la verga se clavara hasta los huevos en mi culo. Casi arranco un pedazo de almohada y creí que los ojos se me saldrían al sentirla tan adentro, mi hermano se apresuró a hablar para opacar mis gemidos:
—No tengo ganas de verlo, es un partido bastante aburrido, no juega nadie importante.
—Sí, tenés razón. Bueno, nos vemos más tarde —dijo mi padre, si estaba intentando escuchar detrás de la puerta ya se había quedado sin excusas para permanecer allí y no tuvo más remedio que marcharse.
Erik no se detuvo ni por un segundo y mi cola supo agradecérselo. Ahora que estaba más dilatada, su miembro se deslizaba con mayor facilidad, el problema era que el dolor también aumentó. Le di varios puñetazos al colchón, sin dejar de morder la almohada, podía sentir las gotitas de sudor bajando por mi frente y mis mejillas y el pene entrando y saliendo cada vez más deprisa.
—¿Te duele mucho Nadia?
—Vos seguí… —me dolía la mandíbula de tanto morder e intentaba recuperar el aliento— a mamá también le dolió, pero no paraste. ¡Cómo me calenté viéndola sufrir y disfrutar mientras su hijo le taladraba el orto! Yo debo tener la misma cara...
Al parecer el recuerdo de esa escena lo incentivó, porque empezó a embestirme con furia, no podía creer que mi culo estuviera recibiendo semejante castigo y tampoco podía creer que me gustara tanto. Ahora entiendo por qué Viki no lo detuvo, yo tampoco lo hubiera hecho, una vez que una se acostumbraba al dolor éste parecía menguar y el placer se tornaba más intenso.
Las piernas de Erik chocaban contra mis grandes nalgas produciendo un inconfundible chasquido, esperaba que nadie pudiera oírlo desde afuera porque no quería que él se detuviera. Me estaba partiendo al medio y ya no necesitaba morder nada. Cerré los ojos y apoyé un lado de mi cara en la almohada y me dediqué a disfrutar. Poco a poco las penetraciones se volvieron más suaves, la verga se deslizaba con mayor facilidad en mi interior. Tenía el pelo y la cara empapados de sudor… y seguramente estaba roja. Igual que mi mamá en aquella noche en que su hijo le dio por el orto.
Entré en un trance sexual, un nirvana que no parecía tener principio ni fin. Dejé que Erik hiciera todo el trabajo y que se deleitara con mi culo, seguramente él lo estaba disfrutando tanto como yo. De a ratos miraba el reloj en su mesita de luz y podía ver el paso del tiempo, cinco minutos, diez minutos y mi culo seguía recibiendo y recibiendo, dilatándose y amoldándose a ese grueso y tieso pedazo de carne.
—Ay hermanito, qué aguante tenés, me vas a matar —le dije jadeando como una puta en celo—. Me lo vas a dejar todo abierto —era más una expresión de deseo que una afirmación.
—Me encanta tu culo Nadia.
—¿Te gusta mucho?
—Sí, lo tenés hermoso, siempre te lo miro.
—Ahora estás haciendo más que mirar, me lo estás rompiendo —cada palabra que salía de mi boca encendía una pequeña llama de lujuria en mi psiquis—. No quiero que termines, seguí dándome sin parar.
Él parecía un burro en celo, no dejó de bombear ni por un segundo aunque a veces reducía el ritmo hasta un lento vaivén para recuperar el aliento. Agradecí que estuviera en excelente estado físico, esto le permitía retomar el frenético ritmo con el que martillaba algún punto imaginario en lo profundo de mi culo. Supe que ya habían pasado más de veinte minutos desde que comenzó a metérmela por atrás, el pecho se me llenaba de mariposas al pensar cómo me quedaría la cola después de tan intenso tratamiento. Esperaba que el próximo anal de mi vida fuera menos doloroso y más placentero pero nunca olvidaría que el primero en explorarlo había sido mi hermano. El fin llegó como le llega a todas las cosas buenas, el torrente de leche me inundó.
—Ay si… llename… llename el orto de leche —le rogué mientras me masturbaba.
El macho cabrío en el que Erik se había convertido me estaba dando uno de los mayores momentos de placer de mi vida, me estaba tratando como a su puta personal y ya no podía pensar en la vergüenza que me provocaba ser sometida por él. Todo lo contrario, eso me calentaba aún más, él siempre había sido más fuerte que yo y yo me le había resistido durante años y ahora estaba entregada a él, para que me hiciera todo lo que quisiera. Me había hecho suya, me había llenado con su semen por mis dos agujeros y había dejado una huella imborrable en la memoria. Entre embestidas y descargas de leche él me sujetó por el pelo, no sabía si podía recordar lo mucho que yo detestaba esto pero sorprendentemente en ese momento no me molestó, tiró mi cabeza hacia atrás y siguió ensartándome con furia.
—¡Ay, sí! —exclamé, con voz ronca—. Haceme tuya, Erik. —Era mi inconsciente el que hablaba porque no recordaba haber formulado ninguna de esas frases—. Dámela toda… haceme tu puta… usame toda. —Podía sentir espasmos en mi vagina, me había invadido un orgasmo mientras mis dedos presionaban y frotaban el clítoris—. Partime el culo al medio.
Tiró con tanta fuerza de mi cabello que me obligó a levantarme y pegar mi espalda a su pecho, luego me obligó a girar la cabeza hacia un lado y casi un segundo después estampó su boca contra la mía. No vi venir eso, no lo esperaba en absoluto, una cosa era entregarme sexualmente a él pero consideraba un beso algo más sentimental. No tuve fuerzas ni ánimo para oponerme, dejé que su lengua invadiera mi boca mientras aún sentía su verga bien enterrada en mi culo; mi concha salpicaba jugo para todos lados. Sus labios eran gruesos y estaban secos pero cuando mi saliva los humedeció los encontré increíblemente varoniles, me conmovió y me calentó a la vez. Empecé a buscar su boca, disfruté entrelazando mi lengua con la suya.
Cuando me soltó caí como una bolsa de papas, mi cuerpo parecía haber perdido los huesos. Erik sacó la verga de mi culo, junté energías de no sé dónde y comencé a masturbarme como loca, sacudiendo mi cuerpo para todos lados, sintiendo como el semen se escapaba de mi culo para caer lentamente sobre las sábanas. Me calentó mucho que mi hermano me viera masturbándome, seguramente había fantaseado con eso muchas veces porque me miraba con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Tuve un segundo orgasmo, no fue tan intenso como el primero pero sí fue uno de los que más disfruté en mi vida. Últimamente cada uno de mis orgasmos es especial y agradezco enormemente a quien corresponda por eso, en este caso, a mi hermano.
Me llevó varios segundos serenarme. Estaba agotada, había tenido un largo día de actividades y mi cuerpo no estaba preparado para una sesión de sexo tan intensa. Adormilada me acomodé en la cama y noté que mi hermano se acostaba junto a mí, aunque no lo vi porque ya tenía los ojos cerrados. Quedamos frente a frente, lo supe porque sentí su respiración muy cerca de mi boca. Me abrazó envolviendome con sus gruesos brazos como si yo fuera su novia y volvió a besarme en la boca, esta vez ni siquiera reaccioné, lo dejé hacer lo que quisiera, yo era peso muerto. Estaba muy feliz y por extraño que parezca, el hombre que me hacía feliz era el que más conflictos me generaba, pero no diría nada al respecto, mantendría todo como una típica tarde noche de sexo y descontrol.
Cuando me desperté me di cuenta que aún estaba en la cama de Erik. Al mirar la hora en su celular comprobé que era muy tarde, la mitad de la madrugada. Erik dormía a mi lado tranquilamente con un brazo cruzando mi cintura, por la escasa luz de la habitación pude notar que estaba babeando la almohada y tuve que contenerme para no reírme; seguía siendo el mismo Erik de siempre. No importa lo bien que coja, él sigue siendo mi hermano... y lo quiero como tal. Aunque ahora lo aprecio un poco más que antes. Acaricié su áspero mentón cubierto por barba de unos días y lentamente fui levantándome, procurando no despertarlo.
Bajé de la cama y busqué mi pantalón en la oscuridad… no me lo puse, salí del cuarto desnuda de la cintura para abajo. El pasillo que daba a las habitaciones estaba desierto, sonreí y terminé de desnudarme dejando que mis grandes y erguidos pechos me señalaran el camino. Los pezones apuntan siempre hacia adelante y los seguí hasta llegar al baño. Llené la bañera con agua y me zambullí en ella. Me sorprende no sentirme sucia emocional ni espiritualmente, sólo me siento sucia físicamente y con razón… después de toda la leche que Erik me metió por el orto y de todo lo que transpire.
Ya podía afirmar, sin lugar a dudas, que Erik quería participar en una próxima partida de póker. Sabe que no estoy enojada con él y que estoy dispuesta a hacer muchas locuras. Seguramente eso lo calienta más y me juego las tetas a que ya está fantaseando con cogerse a mamá y a Mayra. Especialmente a Mayra, ya que es la única de las mujeres de la casa que aún no hizo suya; pero al menos había recibido una leve probadita.
Mientras divagaba y pensaba en todo esto, la puerta del baño se abrió y vi entrar a mi tío Alberto, él se sobresaltó mucho.
—No te asustes tío, no soy un fantasma —le dije con una sonrisa. Sus ojos como de cordero degollado se clavaron en mis tetas, las cuales sobresalían de la bañera.
—¡Nadia! Casi me matás del susto ¿qué hacés bañándote a esta hora?
—No me podía dormir ¿y vos qué haces deambulando?
—Vine a hacer pis —se quedó parado junto a la puerta sin moverse y sin dejar de mirarme, seguramente podía adivinar el resto de mi anatomía debajo del agua transparente.
—Bueno, hacé tranquilo —le dije mientras tomaba una barra de jabón y comenzaba a pasarla por mis grandes y macizas tetas.
Él titubeó unos instantes, aunque ésta no era la primera vez que nos veíamos desnudos. Sacó su oscuro pene y casi al instante comenzó a orinar. Simulé estar concentrada en mi propio cuerpo, pero de vez en cuando lo miraba de reojo, él hacía lo mismo conmigo, la situación me parecía de lo más divertida. Cuando terminó de hacer pis hizo algo que no me esperaba, se acercó al lavamanos, abrió la canilla, puso su pene cerca del chorro de agua, y lo lavó.
—No sabía que los hombres se lo lavaran después de orinar —le dije.
—Normalmente no, pero a mí me gusta hacerlo, es más higiénico y sólo toma un segundo.
—¿Y después quién limpia el lavamanos?
—Yo, siempre dejo todo limpio.
—Ah, me parece bien, porque yo me lavo los dientes ahí —ambos sonreímos.
—Nadia, te habrás metido cada cosa en la boca… —dijo como una de sus típicas bromas pero se detuvo en seco pensando que había ido demasiado lejos.
—La verdad que sí… cada cosa… —puse mis ojos en blanco recordando la vez que le hice la paja turca y lo cerca que había estado su verga de mi boca y también recordé cómo Mayra se la chupaba y cómo se tragaba el semen.
Sacudí mi cabeza volviendo a la realidad y me puse de pie, el agua comenzó a caer por todo mi cuerpo y mi tío quedó mirándome anonadado, inmediatamente su pene se puso rígido, como si le hubieran activado un interruptor. Ahora sus ojos viajaban por todas mis curvas, se deleitaban con mis pezones y se perdían en mi entrepierna sin dejar de moverse ni por un segundo.
—Sos muy parecida a tu mamá, cuando ella tenía tu edad era igualita a vos —dijo con las cejas arqueadas y la mano derecha aferrada a su miembro.
—¿Y también se te paraba la verga cuando veías a mi mamá? —Esto lo tomó por sorpresa, por primera vez en mi vida lo vi sonrojarse, él que siempre hacía bromas pesadas había recibido un comentario que lo dejaba con la guardia baja.
—¿Eh… por qué lo decís? —preguntó estúpidamente.
—Porque la tenés dura tío —le sonreí burlonamente— y porque me dio la impresión de que no era la primera vez que veías desnuda a Victoria. — Esto fue como en el póker, no tenía pruebas para sostener esta afirmación; me la jugué, esperando que él se lo creyera.
—Es cierto, no fue la primera vez… ni la segunda.
—¿Y cuándo la viste desnuda? —Caminé con cuidado fuera de la bañera, podría haber tomado una toalla y comenzar a secarme pero preferí que mi tío se hipnotizara con toda mi desnudez.
—Hace muchos años, cuando éramos unos retoños, ella habrá tenido la edad de Mayra o un poco más —noté que su verga se endurecía más.
—Contame cómo fue —le dije. Me moría de ganas por saberlo, mi madre me había contado de los jugueteos con Erik, pero no mencionó a su hermano y yo sabía muy bien que ya había mantenido relaciones sexuales con él aquella loca noche de póker y alcohol— ¿Todavía te acordás?
—¡Claro que me acuerdo! No estoy tan viejo. Me acuerdo como si hubiera sido ayer. La primera vez fue una mañana en la que descansaba del trabajo, me acuerdo porque me levanté tarde —hablaba automáticamente, su atención seguía centrada en mi cuerpo, especialmente en mi clítoris que asomaba sugerentemente—. Pasé caminando por delante de su cuarto y la vi... completamente desnuda. Ella se asustó porque creía que estaba sola en la casa, ese día me enteré que le gustaba andar desnuda, además hacía mucho calor, yo hubiera hecho lo mismo.
Noté que acariciaba su pene mientras me narraba lo sucedido, yo permanecía de pie frente a él como si llevara ropa, mis pezones se pusieron rígidos, producto de estar mojada en plena madrugada.
—¿Te sorprendiste mucho al verla así? Ella debió de ser muy hermosa de joven.
—Sí que lo era… y lo sigue siendo. Te repito, era muy parecida a vos y me sorprendió que fuera tan… voluptuosa, pero esa no fue la única vez que la vi sin ropa, un tiempo después pasó algo de lo que ella también se debe acordar muy bien: llegué a la casa y la encontré cogiendo con un amigo en el sofá, esa vez…
—¿Cómo estaban? —lo interrumpí.
—¿A qué te referís?
—¿Cómo se la estaban cogiendo? ¿Ella arriba? ¿Abajo? ¿Estaba en cuatro? —me producía mucho morbo imaginar a mi madre cogiendo con alguien.
—Este… —por un segundo creí que no me contaría—. Viki estaba en cuatro en el sofá y el chico detrás de ella. Al parecer el muchachito estaba muy emocionado por poder metérsela a semejante mujer, se movía como poseído, y ella… y a ella parecía gustarle mucho… pero yo me enojé, me enojé porque me pareció una falta de respeto que lo estuvieran haciendo en plena sala de estar en la casa de mis padres. Me enojé tanto que saqué a patadas al pelotudo ese.
—¿No será que te dio celos? Tal vez querías ser vos el que estuviera en lugar de ese pibe.
—No… yo… —abrió los ojos, nunca había visto a mi tío Alberto tan confundido.
—Podés contarme, con confianza… a mí me da la impresión de que Erik me mira de la misma forma y me gustaría tener una opinión masculina al respecto ¿nunca fantaseaste con tu hermana?
—Bueno… ella es muy hermosa y como te dije, la vi desnuda… y en pleno acto sexual, no es como verla sólo desnuda… le estaban metiendo una pija por la concha. Victoria se enojó conmigo por mi reacción, me gritó de todo y no me habló durante varios días.
—Eso no me responde la pregunta ¿te calentabas con ella, si o no?
—Sí —dijo por fin agarrándose la verga con fuerza—. Creo que fue eso, me enojé porque no era yo el que… el que estaba ahí con ella.
—Seguramente disfrutaste mucho del juego de póker, pudiste verla desnuda una vez más y hacer varias cosas con ella…
—Eh… sí, estuvo bueno —la seguridad característica y prepotente de mi tío parecía desmoronarse.
—También pudiste metérsela.
—No, eso no…
—No me mientas, yo te vi saliendo de su cuarto aquella noche —le sonreí con simpatía— también escuché como gritaba ella… sólo tuve que sumar dos más dos. Y cuando Mayra y yo se la chupamos a mi papá… me di vuelta y vi como entre vos y Erik le hacían de todo.
—¿Y a vos te molestó? —de la punta de su pene goteaba líquido preseminal y yo sabía que la humedad de mi vagina no se debía solamente agua.
—A mi papá no le molestó, así que a mí tampoco. ¿Te pone incómodo que te pregunte todo esto? Sólo te pregunto porque me da curiosidad.
—No, está bien, no me molesta.
—Intenté hablar sobre esto con mi mamá, pero no tuve suerte —mentí—. No sé qué pasó esa noche, dentro del cuarto de mis padres ¿vos me podrías contar?
—¿Estás segura que querés saber Nadia? Mirá que no es algo para estar contando.
—Es cierto, pero somos de la misma familia, vivimos en la misma casa y quiero creer que ya tenemos la confianza suficiente como para hablar de sexo sin tantos tabúes.
Bajé la tapa del inodoro y me senté sobre ella, él giró para quedar frente a mí. Creo que en ese momento perdió los estribos porque se me acercó rápidamente y cuando abrí la boca para decirle algo me atacó con su pene, obligándome a tragarlo, me agarró de la cabeza y el sabor amargo de su jugo preseminal me llenó la boca. Tan rápido como me embistió, retrocedió y lo miré a los ojos, boquiabierta.
—¡Epa! —fue lo único que atiné a decir.
—Perdón Nadia —parecía asustado— no sé qué me pasó…
—Está bien, no me molestó —sonreí libidinosamente—. Podemos hacer un trato: vos me contás qué pasó en el cuarto con mis padres y yo te chupo la pija.
—¿De verdad?
—Palabra de sobrina petera —levanté mi mano como si fuera un Boy Scout—. Si es que vos querés… —volví a sonreír y pasé un dedo alrededor de mi pezón derecho. Siempre me consideré una chica normal en cuanto al sexo se trataba, pero había descubierto que estas actitudes de “puta” me calentaban mucho, lo bueno es que nadie se enteraría de esto y podría seguir aparentando normalidad frente a mis amigos.
Él no lo pensó dos veces, esta vez me ofreció su dura verga dejándola a pocos centímetros de mi boca y cumpliendo con mi palabra comencé a lamerla e introduje el glande para poder apretarlo con mis labios. No me considero una experta en el sexo oral, pero al menos ya tengo un poco de experiencia. Intenté hacerlo con buena actitud, demostrarle a este hombre que yo también disfrutaba al chuparla.
—Este… no sé cómo contar esto —dijo mi tío evidentemente nervioso por la situación mientras mi lengua jugueteaba con la punta de su verga.
—Podrías empezar diciéndome qué pasó apenas entraste al cuarto de mis padres.
—Eh… sí —hizo una pausa, solía ser un hombre que hablaba mucho pero ahora le costaba encontrar las palabras—. Apenas entré vi que tu papá estaba con Viki en la cama… y…
—¿Y mi papá se la estaba metiendo por el culo? —Tuve que sacarme el pene de la boca una vez más para acelerar el relato de mi tío.
—S… Sí, ¿cómo sabés?
—No lo sé, solamente me lo imaginé… después de lo que Erik le hizo a mi mamá en el juego de póker, me pareció que mi papá querría hacer lo mismo. Tío, vos siempre fuiste muy directo para decir las cosas, a veces hasta me molestaba tu forma de hablar, pero ahora no, de verdad. Podés contarme todo de forma directa, sin tantas vueltas —esperaba haberlo hecho reaccionar con esto y retomé mi tarea hundiendo el falo hasta lo más profundo de mi garganta.
—Está bien… voy a hacer lo que pueda —acarició mi cabeza—. Cuando los vi así yo también tuve ganas de hacer lo mismo, por suerte Viki estaba tan borracha que ni siquiera se sobresaltó al verme, al contrario, me hizo señas para que me acercara… yo estaba desnudo, como recordarás y la tenía tan dura como ahora. —Lo único que se escuchaba, además de su voz, era el sonido viscoso que producía el pene entrando y saliendo de mi boca—. Tu mamá actuó de forma inmediata, apenas me acerqué empezó a chupármela… ¡qué bien que la chupa esa mujer! vos lo hacés casi tan bien como ella. A Pepe pareció no molestarle el verme allí, él siguió con lo suyo. Se nota que es un buen amante, ya entiendo por qué mi hermana se casó con él. Parecía que la iba a partir al medio, pero Viki lo recibía muy bien. Me encantó ver como ese culazo se comía toda esa verga… ya quisiera tener yo una así, pero estoy muy orgulloso de la mía —cada una de esas palabras me encendía más aún y me incentivaban a chupar con mayor ímpetu—. En un momento tu papá dijo que ella tenía que probar por los dos lados a la vez, yo nunca había estado en un trío pero en esa ocasión todo me importaba muy poco, yo estaba fantaseando con metérsela a Viki por donde sea. Ella me hizo acostar en la cama y cuando sentí esa concha abriéndose para mí casi me vuelvo loco, se la mandé hasta el fondo de una sola vez y ella gritó, pero más gritó cuando tu papá la volvió a clavar por el culo, no gritaba porque le doliera, ya tenía todo bien dilatado, era obvio que le gustaba. Te voy a decir una cosa Nadia, si tu hermano te mira igual, dejá que te coja… no te das una idea de lo mucho que calienta eso, a mi Viki casi me hace acabar en un segundo, tuve que serenarme un poco para poder aguantar.
Lamí los testículos de mi tío y volví a chupar con fuerza su glande, la tragué completa tres o cuatro veces y luego lo miré a los ojos.
—Sé muy bien lo que se siente, Erik ya me cogió y no hablo sólo de la noche de póker.
—¿Qué? ¿De verdad lo hicieron? No lo puedo creer.
—¿Pensabas que me iba a quedar con las ganas después de lo que pasó? Yo no tuve la oportunidad de descargar esa noche —no le iba a contar lo de Mayra porque ya me parecía mucho pero me pareció que confesar lo de Erik lo incentivaría a seguir contándome.
—Entonces ya sabrás cómo me sentí yo esa noche con tu mamá… casi le arranco las tetas de tanto chupárselas —al escuchar esa palabra volví a mandar el pene dentro de mi boca— quería hacer mil cosas a la vez y al parecer a ella le pasaba lo mismo, se movía como loca de atrás para adelante, como frotándose contra mí, sólo que teniendo mi verga metida bien adentro y tu papá seguía ensartándola, ella gemía como una poseída… eso habrá sido lo que vos escuchaste desde tu cuarto. Mi hermana parecía una puta, pero de las putas buenas, no de las baratas. La verdad es que fue una noche inolvidable, pero todavía faltaba la mejor parte. Cuando tu papá acabó le dije a tu madre que yo también quería ir por atrás, ella no tuvo ningún problema, me acuerdo perfectamente que me dijo “metela hasta el fondo”, muchas mujeres me han dicho eso pero viniendo de mi propia hermana… en esa situación… me voló la cabeza. No esperé ni un segundo, nos acomodamos enseguida y no me importó que tuviera el culo lleno de leche, no era momento de ponerse exquisitos. Se la mandé a guardar hasta el fondo, como ella me lo pidió y volvió a gritar y gemir para mí, tu papá se acostó y desde ahí nos miraba. Pensé que tendría el culo muy abierto no sólo porque ya se la habían metido Erik y tu papá sino también porque este último la tiene bien grande, pero la verdad es que se sintió de maravilla, estaba dilatado, sí, pero podía sentir el roce cuando entraba y salía. Me puse como loco, le di para que tenga con fuerza, le apreté las tetas y la ensarté una y otra vez.
Por el tono de voz de mi tío me di cuenta que se estaba excitando cada vez más mientras me narraba lo ocurrido, en mí también tuvo un efecto parecido ya que comencé a masturbarme sin dejar de mamársela pero él volvió a perder los estribos, me tomó de un brazo y de un tirón me obligó a ponerme de pie, quedé con toda la boca ensalivada mirándolo a la cara, pero casi al instante me hizo girar sobre mí misma y empujó mi espalda hacia adelante tan fuerte que me vi obligada a poner las manos contra la pared, no me quedó más alternativa que prepararme para lo que venía. Al principio me dolió un poco porque mi dilatación no era tan buena pero su verga no necesitó de más de dos embestidas para clavarse por completo en mi húmeda concha. Ya estaba entregada y dispuesta, mi tío me cogería y como no podía evitarlo, decidí que lo disfrutaría tanto como pudiera.
Me agarró con fuerza las grandes tetas, sus gruesos dedos parecían envolverlas y su pelvis ya estaba rebotando una y otra vez contra mis nalgas, sentí el pene entrando y saliendo muy rápido y el placer comenzó a subir y a esparcirse por todo mi cuerpo. Solía mantener relaciones frecuentemente con mi ex novio pero esto era muy diferente, de un día para otro ya me había cogido a mi hermano y ahora lo estaba haciendo mi tío, mi sexualidad había mutado hasta este punto por culpa de un juego de cartas. Separé más las piernas permitiendo que me clavara más profundo, él mantenía la verga bien adentro y se movía tan rápido como podía. Las embestidas eran cortas pero se repetían con tanta celeridad que mi vagina apenas podía soportarlo, ya podía sentir mis jugos vaginales fluir y mojar la cara interna de mis piernas, agradecí tener buena lubricación porque mi tío no se detendría por nada del mundo. Quería gritar de placer pero recordé que todos estaban durmiendo, tuve que morderme el labio inferior para no hacerlo. No sabía si mi tío estaba pensando en su hermana o era consciente de que estaba cogiéndose a una de sus sobrinas, tal vez ambas.
Con tantas sacudidas llegué a temer que me golpearía la cabeza contra la pared pero aun así preferí seguir, de vez en cuando se me escapaba algún gemido, por más que intentaba ahogarlos, especialmente cuando la verga se deslizaba hacia adentro y se frotaba contra las paredes internas de mi cavidad vaginal. No quería que se detuviera pero la incómoda posición me estaba dificultando mucho las cosas, no podía dedicarme a gozar, hasta mis mojados pies se patinaban en el liso piso del baño.
—¡Ay tío! —Jadeé— pará un poquito.
—Es muy tarde Nadia, esta vez no pienso quedarme con las ganas.
—Es que me voy a caer —dije mientras recibía una y otra vez su verga desde atrás. Al escuchar esto se detuvo sin sacar su miembro de mi cuevita, pude acomodarme mejor pero sabía que sería cuestión de tiempo volver a sentirme incómoda—. Si querés cogerme, hacelo bien —le pedí con el tono de voz de una puta en celo; me permitió apartarme y volví a quedar de frente a él.
—No sabía que tuviera una sobrina tan puta —ese comentario sólo me calentó más.
—Sí, soy muy puta —lo dije más para convencerme a mí misma pero no me costó mucho hacerlo, debía admitirlo, en cuestión de horas me había cogido a mi propio hermano y ahora le estaba pidiendo a mi tío que hiciera lo mismo.
—Vení para acá pendeja —me dijo con su típica rudeza de hombre de las cavernas y me jaló del brazo.
Salimos del baño en silencio mirando hacia todos lados pero el pasillo estaba desierto y la penumbra nos ocultaría si nos apresurábamos. Llegamos hasta su cuarto, al fondo del pasillo y ni bien entramos encendió la luz y sin que me lo pidiera me tendí boca a arriba en su cama manteniendo las piernas separadas, cerró bien la puerta y se quitó el pantalón corto que llevaba puesto quedando tan desnudo como yo, si bien no era un hombre atractivo y tenía algo de panza en ese momento me pareció una de las personas más excitantes que había visto y esto se debía al hecho de que se trataba del hermano de mi mamá. Se arrojó sobre mí clavando su tiesa verga en mi concha tan hondo como pudo y comenzó a taladrarme. Todo el peso de su humanidad me sofocaba pero me hacía sentir más pervertida, quería que me parta en dos, arañé su espalda mientras él continuaba entrando y saliendo una y otra vez, no sabía con qué frecuencia mantenía relaciones sexuales este hombre pero parecía que no lo hubiera hecho en años, me cogía con la fiereza de un preso que recupera la libertad luego de varios años y prueba por primera vez a una mujer luego de todo ese tiempo. Tal vez lo hacía de esa forma porque yo le pedí que me cogiera bien y no podía quejarme, tampoco podía gritar ni gemir, me costaba mucho contenerme y tenía miedo que el traqueteo de la cama alertara a algún otro de los miembros de mi familia, esto no supondría el fin del mundo pero de todas formas debería dar algunas explicaciones, sería un verdadero problema si en algún momento mi padre aparecía por esa puerta, tal vez se enojara tanto al ver a su cuñado bombeando dentro de la concha de su hija mayor que perdería la cabeza, todo este riesgo me producía aún más morbo y me gustaba imaginar que sucederían cosas muy malas si nos descubrían. Mordí mis labios con tanta fuerza que sentí un leve sabor metálico a sangre, tuve que abrir la boca y dejar salir un gemido.
—Gritá puta, gritá —me decía mi tío Alberto haciéndome delirar de placer, no sé por qué me gustaba tanto que él me tratara de esa forma si yo misma afirmaba que odiaba que me dijeran puta, pero ahora la sola mención de la palabra me revolvía placenteramente el pecho.
—No, nos van a oír —susurré desesperada; él aceleró el ritmo, su verga entraba en mí con todo el peso de su cuerpo y mis piernas se sacudían en el aire— la puta madre, ¡ay!
—Cómo te gusta la verga, pendeja —una vez más esas extrañas sensaciones, como de mariposas revoloteando en el interior de mi cuerpo.
—Me encanta la verga, la quiero toda —nunca hubiera imaginado que mi tío fuera tan salvaje en la cama, por lo general era un hombre bonachón y bromista pero ahora estaba hecho un semental degenerado y malhablado.
—Date vuelta y te parto al medio, puta.
—Sí, partime —le supliqué.
Se levantó lo justo y necesario para que yo pudiera ponerme boca abajo, con mi cuerpo estirado bajo el suyo levanté la colita, él volvió a clavarla en mi concha.
—No, por ahí no…
—¿No? ¿Querés que te rompan el culo, eh?
—Sí… —jadeé y abracé una almohada— que me lo rompan. Dame por el orto, que me encanta.
Luego del tratamiento anal intensivo al que me sometió mi hermano pocas horas atrás no costó mucho trabajo meter la verga de mi tío adentro, se sintió de maravilla, comencé a gemir con la boca pegada a la almohada mientras mi tío trabajaba como un taladro neumático en mi cuevita trasera. Podía sentirla dilatarse más y más y casi ni me dolía, era puro placer y roces internos, el aro con el cual iniciaba mi ano se sentía tenso y estirado y era donde mejor se sentía el recorrido de toda la verga.
—Qué culo más rico tenés, pendeja.
—Más rico lo tiene Mayra —sabía que mencionar a mi hermana tendría un gran efecto en mi tío—. Rompeme el culo, como si se lo hicieras a ella.
—A tu hermanita se lo voy a dejar bien abierto, el orto de esa pendeja es impresionante —me calentaba escucharlo hablar así de mi dulce, pero morbosa, hermanita.
Se sacudió detrás de mí golpeando su pelvis contra mis nalgas, las abrí con mis manos y una nueva embestida llegó mucho más profundo haciéndome gritar de placer, por suerte este grito se perdió contra la almohada, rogaba que mis padres no oyeran nada pero por suerte su habitación era la más lejana a la de mi tío. Pocos segundos más tarde sentí cómo me llenaba con su semen bien cargado, me fascinaba sentirlo correr por mi interior. Él quedó acostado sobre mí sin sacar la verga y así nos quedamos durante un largo rato intentando recuperar el aliento, él no era ningún jovenzuelo, me imaginaba que todo esto había supuesto un enorme esfuerzo de su parte.
—La verdad que te pasaste, tío —lo felicité sinceramente— qué buena cogida… la puta madre.
—Hablando de puta madre, ¿no sabés si Victoria querrá repetir lo del jueguito ese de póker? —sonreí al escuchar esa pregunta.
—Yo creería que sí, pero no estoy segura —me gustaba hacerme la misteriosa— dejame averiguar… vos le tenés tremendas ganas al culo de Mayra.
—No es ningún secreto… pero el tuyo no se me iba a escapar. No sabía que ya hicieras estas cosas.
—Digamos que estoy en una etapa en la que quiero probar cosas nuevas… y ésta era una de esas —su verga aún conservaba rigidez y me agradaba sentirla dentro aunque no nos estuviéramos moviendo.
—Si me das un ratito para reponerme, te doy una segunda pasada.
—Eso me encantaría, sino no me iba a quedar otra que volver solita a mi cuarto y hacerme una paja.
—De eso me puedo encargar yo también.
Al decir esas palabras deslizó ambas manos bajo mi cuerpo, con una me apretó una teta y con la otra buscó mi concha, estaba tan empapada que seguramente había formado una mancha de humedad en las sábanas. Comenzó a tocarme suavemente y sumó a esto unos ricos besitos en el cuello, era como tener un masajista sexual personal, cerré los ojos y me relajé, me dejé llevar y me perdí en un estado asombroso que se encontraba entre el sueño, la vigilia y la lujuria. Permanecí de esa forma durante algunos minutos hasta que me sobresaltó la tremenda acometida que me dio contra el culo. Supe que su vega se había vuelto a despertar y que me daría esa prometida segunda pasada. Me pregunté cómo me quedaría el culo luego de recibir tanta verga en una sola noche pero extrañamente esto en lugar de preocuparme me causaba más morbo.
—Uy, cómo me gusta que me den por el culo —dije levantando la cola tanto como pude para recibir toda la longitud del miembro de mi tío adentro. Al placer anal debía sumarle el que me producían los incansables toqueteos en mi clítoris.
—Pero qué curioso, tu mamá dice lo mismo. Ya sé a quién saliste tan puta.
Esta segunda ronda de estocadas y embestidas contra mi agujerito posterior fue tan placentera como la anterior y duró un poco más de tiempo, ya no fue necesario que me diera con tanto ímpetu, mi colita ya estaba sentida y con movimientos lentos podía gozar enormemente. No llegué a notar el momento en que acabó por segunda vez dentro de mí pero esta vez no me quedé tanto rato bajo el peso de su cuerpo, de hacerlo me hubiera sofocado, ya llevaba demasiado tiempo allí.
Me despedí de mi tío y él casi ni me respondió, ya se estaba durmiendo otra vez, sonreí satisfecha al saber que lo había dejado agotado casi sin moverme, sólo me ofrecí para él y lo dejé hacerme lo que quisiera. Regresé al baño, cambié el agua de la bañera y me lavé una vez más antes de irme a dormir a mi propio cuarto, a pesar de las horas de sueño en la cama de Erik, me quedé dormida poco después de apoyar la cabeza en la almohada. Sólo recuerdo haber escuchado a mi hermana respirando agitadamente a mi lado, supuse se estaba masturbando; pero ya no tenía energía para unirme a ella.