Strip Póker en Familia [09].
Después del Juego.
Capítulo 9.
Después del Juego.
Llegó el lunes y cada uno comenzó con sus actividades semanales, trabajos y estudios, eso ayudó mucho a que no hubiera tantos encuentros en la casa; pero la cena fue silenciosa y tensa. Mi madre encendió el televisor y puso algún programa local para que al menos hubiera algo con lo que distraerse.
Apenas pude me retiré a mi cuarto para no caer en la tentación y cometer alguna locura. Al estar otra vez sola en mi pieza vinieron a mí todos los recuerdos sexuales, que tan frescos estaban en mi mente. No tuve más alternativa que quitarme el pantalón y la tanga para comenzar a masturbarme.
Las fantasías que se apoderaban de mi cabeza me daban tanto miedo como placer. Me imaginé a mí misma montada sobre la verga de mi papá... y luego aparecía mi tío Alberto, me agarraba de los pelos y me hacía tragar toda su verga. En mi imaginación la secuencia cambiaba según lo prefiriera, a veces le chupaba la pija a los dos, o era mi tío el que me la metía en la concha, mientras mi papá me daba de tomar todo su semen. Sentí la viscosidad de mis flujos vaginales cubriéndome los dedos. Comencé a desesperarme, por la ansiedad que me producían estas fantasías; necesitaba algo de acción.
Sin pensarlo, me levanté de la cama, cubierta sólo por una remera blanca que no tapaba nada de mi lampiño pubis y que hacía resaltar notoriamente mis pezones. Salí del cuarto y caminé por el pasillo hasta el baño con total naturalidad. Mi corazón dio un salto cuando mi hermano apareció por el lado del pasillo que conectaba con la sala de estar. Lo confieso, quería que alguien de mi familia me viera desnuda; pero en realidad no creí que esto ocurriría y mucho menos que se trataría de Erik. Intenté mantener la calma y lo saludé; él ni siquiera me respondió, estaba mirando fijamente mi concha como si fuera la primera vez que la veía. Continué mi camino hasta el baño y me senté en el inodoro sin molestarme en cerrar la puerta. Mi hermano me siguió hasta el baño y se paró frente a mí. Al parecer mis deseos se estaban cumpliendo. Sentí vergüenza por mi propia forma de actuar.
—Te estaba buscando —me dijo, con evidente nerviosismo.
—¿Para qué? —pregunté sin siquiera mirarlo a la cara, disimuladamente me fijé en el bulto que crecía en su pantalón.
—Bueno para… —rascó su cabeza sin dejar de mirar mi clítoris, mantuve las piernas considerablemente separadas para que él pudiera verlo sin problema, mi corazón resonaba como un tambor— es que…
—Dale Erik, ¿qué necesitabas? —lo apuré simulando estar enojada.
—¿No podés hacer pis? —cambió de tema.
—Con vos mirándome así no puedo.
—¿Así cómo?
—Como si yo fuera la mina que te querés coger en un boliche.
—¿Qué hay si fuera así? —preguntó con torpeza.
—No estamos en ningún boliche.
—Me refiero a lo otro… a lo de coger —a pesar de su tez oscura, se notaba lo sonrojado que estaba.
—¿Qué? ¿Estás loco? —exageré mi reacción. Descubrí que realmente no me molestaba que él fantaseara con la idea de cogerme; y esto aumentó mi sensación de culpa.
—No, es que… vos me dijiste que te gustó… y yo pensé que quizás…
—Probablemente estaba borracha cuando lo dije... y era todo fue parte de un juego —su pene comenzó a crecer bajo el pantalón. Yo luché contra la tentación de estirar la mano y tocarlo—. No te tomes tan en serio todo lo que dije.
—Creo que sí lo dijiste en serio. Además me mirabas la verga todo el tiempo… y después, cuando me la chupaste al mismo tiempo que a papá… fue obvio que lo hiciste con ganas.
—Como te dije, estaba borracha, hice cosas sin pensarlas… vos se la metiste por la cola a mamá y…
—Sí, pero lo hice porque yo quería hacerlo. A mi esa excusa de la borrachera no me va.
Erik era lento pero no era tan estúpido como yo creía, mi corazón dio un brinco cuando escuché que él realmente quiso darle por el culo a su madre… a SU madre. En ese momento tiró de su pantalón hacia abajo y su oscuro y venoso pene apareció ante mis ojos. Estaba tan cerca de mi boca que podría besarlo con sólo llevar la cabeza un poco más hacia adelante.
—¿Qué hacés Erik? —me hice la ofendida.
—¿No querés chuparlo un ratito?
—No te la voy a chupar Erik, no soy tu putita. Además todo el mundo nos puede ver.
—Mamá y papá están en su cuarto y no creo que salgan en toda la noche —me dijo mientras se masturbaba lentamente.
Un poco de líquido preseminal salió de la punta, a mí se me hacía agua la concha. No pude contenerme, mi mano izquierda actuó por voluntad propia, la levanté y agarré esa dura verga y comencé a estirar el prepucio hacia abajo y luego hacia arriba muy lentamente.
—De todas formas también están Mayra y el tío. Nos pueden ver.
—Entonces, si no pudieran vernos ¿me la chuparías? —la piel de su miembro estaba seca y muy suave, mi traicionera mano derecha llegó hasta mi clítoris y comenzó a masajearlo lentamente.
—No dije eso, no te la chuparía aunque estuviéramos solos. Sos mi hermano.
—Eso no te importó mucho durante las partidas de póker.
—Sí que me importó; pero como te dije, era un juego Erik.
Acaricié el glande con la palma de mi mano, el líquido preseminal se me pegó, no sabía qué hacer. Mi cabeza no reaccionaba, no podía pensar en nada, me puse de pie dispuesta a volver a mi cuarto pero mi hermano se apresuró a tomarme por la cintura, su dura verga se hincó contra mi nalga derecha.
—Esperá Nadia, yo sé que vos también querés.
—No Erik, no quiero, ya te lo dije —mi boca decía una cosa y mi cuerpo hacía otra, moví mi cadera un poco y el glande quedó encajado entre mis nalgas, él empujó un poco hacia adelante y lo sentí chocar contra mi cerrado culo.
—Si no querés ¿entonces por qué saliste desnuda de la pieza?
—Porque a esta altura ya me importa poco que me vean desnuda —eso era cierto—. Eso no significa que vaya a hacer algo con vos; no jodas Erik.
Cuando salí de mi pieza tenía la loca fantasía de que ocurriera algo como esto; pero no era más que eso, un pensamiento loco, producto de mi propia calentura. Realmente no esperaba terminar con mi hermano arrimándome por detrás.
Su duro pene, frotándose entre mis labios vaginales, me recordaba que esto estaba ocurriendo realmente. Apretó uno de mis pechos con sus toscos dedos y me dolió.
—Ay, tené cuidado, me hacés mal —me quejé—. Basta, soltame. Va a venir alguien y nos va a ver. Mayra puede estar en cualquier parte.
—Sé perfectamente dónde está Mayra —me susurró al oído.
Su glande se las ingeniaba para apuntalarse contra mi agujero vaginal, sería sólo cuestión de inclinarme un poco hacia adelante para que pudiera metérmelo; pero no le di el gusto.
—¿Dónde está?
—Vení, te voy a mostrar.
Me tomó de la mano y me llevó hacia el fondo del pasillo, al dormitorio de mi tío Alberto. La puerta estaba entreabierta, a él no le gustaba cerrarla ya que sentía que se asfixiaba allí dentro. Erik señaló hacia adentro y me acerqué temerosa por lo que podría encontrar. Mis temores se hicieron realidad cuando vi a mi tío sentado en el borde de la cama y a la pequeña Mayra arrodillada frente a él, engullendo su erecto pene con total naturalidad. Al parecer ella estaba disfrutando mucho de ésta tarea, porque su cabeza se movía rápidamente de arriba hacia abajo. No podía creerlo, ¿cómo habían llegado a eso? Pero conocía muy bien la respuesta a esa pregunta: rompieron esa barrera de taboo familiar, que nos separa del acto sexual. Habían dado rienda suelta a sus deseos más morbosos, por más que no hubiera un juego de póker de por medio.
Mi tío se veía muy feliz al tener una chica tan hermosa dándole una mamada, y yo tenía a mi hermano manoseando mis nalgas y pellizcando los labios de mi vagina. Sin dejar de mirar el pete de Mayra, estiré una mano hacia atrás y agarré la dura verga de Erik; comencé a acariciarla presionando firmemente. El pene de mi papá es el que más se mete en mis truculentas fantasías eróticas; pero más de una vez me imaginé gozando con la pija de mi hermano.
Di media vuelta y le señalé el pasillo, indicándole a Erik que avanzara. No quise hablar, para no interrumpir la escena que se desarrollaba en el cuarto de mi tío.
Cuando estábamos pasando frente al dormitorio de mi hermano tuve un impulso, lo tomé del brazo y lo llevé hacia adentro. Cerré la puerta detrás de nosotros.
—Hay algo que te quiero dejar bien en claro, pendejo —él se asustó por el tono de voz—. No me gusta que me traten de putita, ni que me estén diciendo barbaridades; tampoco me gusta que me peguen o me tiren del pelo. —Me miró intrigado, como si no entendiera por qué le estaba contando esto—. Tampoco me gusta que hablen de mí diciendo cosas como: “Tendrías que ver cómo le gusta coger a Nadia”. Si algo de eso sale de tu boca, te olvidás de mí para siempre. En resumen, no me gusta que me dominen, yo hago lo que quiero cuando quiero. No voy a estar chupándotela cuando vos me lo pedís. Sos mi hermano y si querés que te la chupen gratis andá y pagá una puta o conseguite una novia.
—Está bien, perdoname. No pensé que te ibas a enojar tanto… no fue mi intención. —M sorprendió mucho que pidiera perdón, normalmente no lo hace, a menos que mi mamá lo obligue.
—Creo que ya fui clara, pero te lo voy a decir bien clarito: te voy a chupar la verga; porque quiero hacerlo, no porque vos me lo digas —abrió grande los ojos.
—¿De verdad lo vas a hacer?
—Sentate en la cama, antes de que me arrepienta… y de ser posible, no hables. —Mi corazón latía tan deprisa como la vez en que él me la metió hasta el fondo de la concha.
Esto estaba mal, no necesitaba que nadie me lo dijera. Entendía perfectamente una chica no debería ofrecerse para chuparle la pija a su hermano, mucho menos una chica como yo, capaz de conseguir un hombre con relativa facilidad. Sin embargo, durante las extensas sesiones de strip póker, comencé a desarrollar un morbo incontenible por lo prohibido.
Me puse de rodillas delante de Erik. La ansiedad me llevó a agarrar su verga al mismo momento en que abría grande la boca. La tragué tanto como pude; el sabor amargo en lugar de disgustarme me agradó. En cuanto comencé a mover mi cabeza de arriba abajo dando decididas chupadas, mi ansiedad comenzó a disminuir. Definitivamente chupar pijas funciona como un sedante para mí. Poco a poco lo fui haciendo con más tranquilidad, para disfrutar el momento.
Saqué ese duro miembro de la boca y le di lamidas largas e intensas. No dejé de recordarme que se trataba de la verga de mi hermano, ya que ése era el incentivo extra; la verdadera razón por la cual me la estaba comiendo.
Noté que Erik se movía y levanté la mirada, sin dejar de chupársela; me sobresalté al encontrar su celular apuntando hacia mí.
—¡No pará! —Aparté el aparato con una mano— ¿Qué hacés?
—Quería tener una foto de esto para… para cuando esté solo.
—Si querés fotos para pajearte, que no sean de mi cara. Imaginate todos los problemas que tendrías si alguien viera que tenés una foto de tu hermana haciéndote un pete. No seas tan pelotudo Erik.
—Bueno, perdón.
Dejó el celular sobre la cama y yo reanudé mi tarea, chupé sus peludos testículos y subí lentamente con la lengua hasta engullir su glande. Actué por instinto, a él le gustaba mucho lo que yo hacía, porque no dejaba de jadear. Debo admitir que esto de chupar pijas me gusta cada vez más. Definitivamente quiero que forme parte de mi repertorio sexual. Tenía ganas de decirle “Me encanta tu verga, me la comería todos los días”; pero mi orgullo de hermana me impedía hacerlo. No quería que Erik supiera su pija me ponía loca.
Mientras cabeceaba una y otra vez, comencé a masturbarme. Él, desde su posición, no podía ver lo que ocurría; pero el viscoso ruido que provocaban mis dedos al frotarse rápidamente contra mi clítoris me dejaba en evidencia. No me importo, en parte quería que él supiera que me estaba pajeando delante suyo. Después de estar un tiempo considerable haciendo esto, me puse de pie.
—¿Vos querés fotos para hacerte una paja cuando estés solo? —Miró al piso avergonzado pero al final asintió con la cabeza—. Entonces podés sacarme algunas, pero con la condición de que no se vea mi cara.
Me quité la remera, quedando completamente desnuda, con mis grandes tetas sacudiéndose con cada movimiento que hacía. Erik me miró, petrificado; seguía con la pija bien dura y sus ojos no daban abasto, no sabía si mirarme los pechos o la concha. Le hice una seña con la mano, para que se apurara. Agarró torpemente su teléfono y apuntó hacia mi entrepierna. Sacó una foto en primer plano de mi concha mojada. Separé un poco más las piernas para permitirle capturar mejores imágenes. Si antes de todo esto hubiera descubierto a mi hermano masturbándose con alguna foto mía, lo hubiera asesinado; pero ahora me parecía sumamente morboso y excitante.
—¿Puedo sacar una foto de tu cola?
—¿Te gusta mi cola? —pregunté, como si no supiera la respuesta.
—Sí, me gusta mucho —él me miraba como un cachorro al que le están por dar un hueso para roer.
—Ni me quiero imaginar qué fantasías tendrás con mi cola —lo dije más para mí que para él; pero de todas formas me daba curiosidad saberlo.
—Muchas cosas.
—¿Cómo cuáles? Contame —le pedí mientras me ponía en cuatro patas sobre el colchón apuntando mis blancas nalgas hacia él— ¿Qué me harías si me tuvieras así, con el culo en pompa?
Estaba descontrolada, ni yo daba crédito a mis propias palabras.
—Lo mismo que le hice a mamá —su respuesta hizo que mi cabeza volara a un mundo de lujuria y fantasía; separé mis nalgas con las manos y permití que él fotografiara a gusto mi agujero— ¿Te gusta mucho que te den por el culo? Me quedé muy sorprendido cuando Mayra te metió el desodorante… y la apuesta que perdiste con ella…
—Sí, la perdí porque me hicieron el orto… y me gustó mucho.
Si esa pregunta hubiera salido de la boca de mi hermano apenas unas semanas antes, él ya estaría muerto. Sin embargo, mi relación con él cambió tanto que me dio gusto que lo preguntara.
—Y si alguien te lo pidiera ¿Te dejarías hacer el culo?
—Por cualquiera, no. Si me van a dar por el orto, que sea con una pija grande. Me encanta sentir cómo me llenan el orto de verga. Y soy culona, así que necesito que sean vergas grandes.
Mi cuerpo estaba reaccionando a las barbaridades que salían de mi boca. Tenía la concha empapada.
—¿Una verga grande como la mía? —Erik no era tan tonto, había captado la indirecta.
—Puede ser… o como la de papá —estaba confesando que quería que mi viejo me rompiera el culo, esto me excedía completamente, pero no podía detenerme— ¿te gustó metérsela por la cola a mamá?
—Sí, me gustó mucho. Lo más lindo fue que al principio no quería entrar, pero cuando entró fue increíble; mamá tiene un culo muy lindo. —Me puse aún más cachonda al escucharlo hablar de esa forma de mi madre; giré acostándome boca arriba, con las piernas bien abiertas—. Tu culo también me encanta.
—Vos te debés hacer muchas pajas —no fue una pregunta, me parecía algo obvio— ¿alguna vez te pajeaste pensando en mí? —Abrí mi concha con los dedos, no sólo para que él pudiera fotografiarla sino también para incentivarlo a contestar.
—Sí, muchas veces —confesó, avergonzado.
—¿Y qué pensabas? ¿Qué querías hacerme cuando imaginabas esas cosas?
—Te… te quería coger y te quería chupar las tetas. Cuando te la metí, durante la partida de strip póker, casi me vuelvo loco; fue un sueño hecho realidad. —Se acercó más a mí, tanto que su verga quedó casi apoyada sobre mi vulva, yo me estaba perdiendo en la calentura y me costaba horrores contenerme.
—¿Cómo querías cogerme, de qué forma?
—Metiéndote la verga, ¿acaso hay otra forma? —me dieron ganas de putearlo porque me estaba sacando del juego; pero intenté mantener la calma y redirigirlo.
—Hay muchas formas de meterla. —Le acaricié el glande con la yema de los dedos, sin dejar de tocarme la vagina con la otra mano—. ¿Cómo lo imaginabas vos?
—Bueno, te imaginaba acostada con las piernas abiertas... y me pedías que te la metiera.
—Pero sabías muy bien que eso no podía pasar —le dije mientras apuntaba hacia mi agujerito su dura verga.
—De todas formas a mí me gustaba imaginarlo —permití que la punta de su miembro se enterrara en mi vagina lentamente, suspiré cuando todo el glande estuvo dentro.
—Esto es para que puedas sacar una foto, así vas a tener algo con qué imaginarte mejor la situación. —Erik se apresuró a tomar una foto de su pene perdiéndose en mi interior; pero no le di más tiempo del necesario, la saqué y rápidamente me puse de rodillas en la cama—. ¿Creés que con eso ya vas a tener suficiente?
—Sí, gracias Nadia, sos la mejor hermana del mundo.
—Prometeme que nunca se las vas a mostrar a nadie, ni a tus amigos.
—Te lo prometo, esto no lo va a ver nunca nadie.
—Solamente vos, mientras te pajees. —Me sentía actriz porno. ¡Con qué naturalidad me salía todo! Acaricié una vez más su verga—. ¿De qué otra forma imaginabas metérmela?
—Este… te imaginaba a vos arriba mío, pero estabas agachada…
—¿Agachada cómo? No entiendo.
—Es decir, yo estaba acostado —lo empujé presionando su pecho hasta que no tuvo más remedio que acostarse boca arriba.
—¿Así?
—Sí y vos te ponías como una rana arriba mío.
—¿Como una rana? —entendí mejor lo que él intentaba decirme, me puse en cuclillas manteniendo las plantas de los pies en el colchón y las rodillas flexionadas, su erecta verga había quedado justo debajo de mi abierta concha —¿así?
—S.. sí, así —tartamudeó— y vos bajabas rápido… hasta que te entraba entera.
—Eso no está bien Erik, no me entraría toda de una vez, la tenés muy grande. —Sus ojos parecían dos platos, no dejaba de mirar mi entrepierna y la peligrosa cercanía que tenía ésta con su pene—. Deberías haberme dicho que me la metías de a poquito, hasta que me entrara toda. —Parecía una sexóloga, dándole consejos a mi hermano, cuando yo apenas tenía un poco más experiencia que él—. Fijate bien, te voy a enseñar. —Le dije, al mismo tiempo en que bajaba. Su glande comenzó a entrar suavemente en mi concha—. ¿Sentís como que hay algo que te detiene?
—Un poco… pero parece que se estuviera abriendo.
—Eso es porque me estoy dilatando. —Bajé un poco más y sentí la rigidez penetrándome—. Acordate siempre de esto cuando estés con una mujer, no intentes clavársela de una vez, a muchas nos gustan los jueguitos previos.
—Nunca me imaginé que tu concha sería tan linda, Nadia.
—¿Te gusta? —Me froté el clítoris—. ¿Así era como imaginabas cogerme?
—Sí así, en esta misma posición. —Moví mi cadera, provocando que la verga siguiera enterrándose lentamente; mi pecho palpitaba de puro gusto.
—Pero en tu fantasía yo la tenía metida hasta el fondo, ¿no es cierto? —Continué bajando hasta que mis nalgas chocaron contra sus testículos, ya no podía meterla más—. ¿Sabés una cosa? Hasta que llegaste vos, nunca me habían metido una verga tan grande. O sea, sí probé una grandecita, una vez… pero no como la tuya.
—¿Te gusta cómo se siente mi verga?
—Sí, me encanta, se siente muy bien, porque la tenés bien ancha, eso hace que se me dilate mucho la concha. Me calienta tenerla tan abierta. —Recorrí con mis dedos los tirantes labios de mi vagina—. Acordate que gracias a esta pija tan linda vas a conseguir muchas mujeres —dije, moviéndome lentamente en círculos.
—Esto es tal cual lo imaginaba. —Mientras hablaba acariciaba mis pechos—. Nunca pensé que pudiera vivirlo. —Su verga parecía palpitar en mi interior—. La tenés muy abierta…
—¿Sabés qué otra cosa me gusta de tu pija? Que además de ancha, la tenés larga. Eso da mucho espacio para moverse… sin que se salga.
Subí lentamente hasta que su glande estuvo a punto de salir, y luego volví a sentarme. Esta vez entró más rápido que en la ocasión anterior. Pude sentir el palpitar de la verga de mi hermano dentro de mi concha.
—La tenés muy mojada, Nadia. Eso me gusta.
—Gracias. Siempre se me moja mucho la concha cuando estoy caliente, es algo que no puedo evitar. Me delata. —Me dio por ser demasiado sincera—. Si ves que tengo la concha así de mojada, podés decir que me muero de ganas de que me metan una buena pija, porque seguramente va a ser cierto. —Volví a subir, de la misma forma en que lo hice antes, y bajé de golpe. La pija se me enterró hasta el fondo, provocándome tanto placer que me hizo suspirar—. Decime una cosa, Erik; cuando te pajeabas pensando en esto ¿yo me movía mucho? —Asintió con la cabeza, mirándome a los ojos—. ¿Algo así? —Aceleré el ritmo de mi cadera y mi respiración comenzó a agitarse.
—Sí, así.
—¿También lo hacía de arriba abajo? —Asintió una vez más— ¿De esta forma? —Me levanté, haciendo fuerza con mis rodillas, y sentí la verga deslizándose por todo el agujero de mi concha, luego bajé de golpe. Se me clavó una vez más, hasta el fondo; repetí la acción otra vez.
—Sí, algo así... pero más rápido —me dijo, tomándome de la cintura.
—¿Así de rápido? —Pregunté al mismo tiempo que comenzaba a dar saltitos sobre su larga verga, ésta salía casi completa de mi concha y volvía a entrar rápidamente—. ¿Así te gusta? —Jadeé sin dejar de moverme.
—Qué puta que sos, Nadia.
Esas palabras me provocaron un morbo inmenso. Mil veces Erik me había llamado puta, y mil veces me enojé con él; pero ahora mi cerebro solo pudo interpretarlo como un halago.
—Sí, soy re puta. Me encanta la pija.
Mis tetas saltaban descontroladamente, cerré los ojos y tiré la cabeza para atrás, no podía detenerme y no podía dejar de gemir. Estaba cogiendo con mi hermano, definitivamente lo estaba haciendo... y me encantaba. Aceleré mi frenética danza todo lo que pude, mi concha sufría por el tamaño que tenía ese pedazo de carne; pero era un sufrimiento que me hacía delirar de placer.
—Tomá, filmalo —le dije, alcanzándole su celular—. Pero que no se me vea la cara… y no hables.
Él me hizo caso, rápidamente programó el aparato para que grabara la secuencia y apuntó el lente a mi entrepierna. Procuré no gemir mucho para que no se notara que era mi voz; pero no dejé de moverme como loca. Le pedí que lo filmara porque me daba mucho morbo y además yo misma quería tener un recuerdo de la primera vez que me cogí a mi hermano... la primera cogida oficial. Me pregunté si sería la primera de muchas, y eso me excitó aún más.
Mi concha salpicaba jugos, mientras la verga la castigaba. El video seguramente duraría una buena cantidad de minutos, porque no pensaba detenerme; todo dependía de cuánto pudiera aguantar mi hermano. Él no se movía para nada, tenía ganas de pedirle que lo hiciera, pero no quería dejar mi voz registrada en la grabación, por lo que agregué un vaivén a mis saltos. Cuando tenía toda la verga adentro me sacudía durante unos instantes de atrás hacia adelante.
Cuando estuve segura de que él había dejado de grabar, me bajé, dejando que mi concha descansara por unos segundos; estaba increíblemente mojada. Eso me avergonzaba un poco, pero pero la vergüenza era parte de mi morbo. Al fin y al cabo se trataba de una reacción natural de mi cuerpo; lo antinatural era estar cogiendo con mi propio hermano. Me puse en cuatro y apunté mi cola hacia él.
—Dale, metemela. —Le supliqué; él se posicionó detrás de mí sin perder tiempo y apuntó su glande a mi agujero trasero—. No, por el culo no. —Hizo caso omiso a mis palabras, comenzó a presionar hacia adentro. La gran lubricación que le había brindado mi concha le facilitaba mucho la tarea. Se aferró a mis nalgas, sin dejar de apuntar su estaca hacia mi culo— ¡Ay! No Erik, me lo vas a romper.
—Vos dijiste que querías una verga grande por el culo… una grande como la mía. —Me estaba haciendo tragar mis propias palabras.
—Dije que tenía que ser grande, pero no dije que tenía que ser la tuya. —Intentó meterla una vez más, pero mi orificio se resistía—. ¡No Erik, pará! Me vas a lastimar. —Quise apartarme, pero él me agarró rápidamente de un brazo, mi fuerza física no podía competir con la suya—. Te dije que pares, me vas a hacer enojar. —Todo el lindo momento vivido se estaba yendo a la mierda. Estuve a punto de gritar; pero me contuve. Si hacía mucho ruido podría alertar a toda mi familia. Hablé tan bajo como me fue posible—. No va a entrar, Erik. Salí te digo.
—Vas a ver que te va a gustar, a mamá también le dolió al principio; pero se la aguantó.
—Pero yo no soy como mamá… ¡Ay! —Esta vez sentí miedo de verdad, el glande había logrado hincarse en mi culo, lo hizo de golpe, como si fuera un tapón demasiado grande que se introduce en el pico de una botella— ¡Ay no, no! Soltame Erik, por favor, me estás haciendo mal.
En ese momento retrocedió hasta sacarla completa. Sentí alivio, porque creía haberlo hecho recapacitar; pero de inmediato me demostró lo equivocada que estaba. Volvió al ataque y me lo clavó otra vez. Mi culo se abrió, dejándolo entrar; sentí una aguda punzada de dolor. El muy desgraciado me estaba tensando el brazo hacia atrás y apoyó su mano derecha contra el centro de mi espalda, obligándome a levantar más la cola. Este tipo de comportamiento me hubiera hecho enojar mucho en otro momento. Odio que mi hermano abuse de su fuerza física para someterme. Sin embargo esta vez era muy diferente, estaba demasiado excitada y hasta sentir un pene entrando dolorosamente por la puerta de atrás me producía un intenso calor que recorría todo mi cuerpo.
Mi excitación fue tan grande que yo misma retrocedí, para que su pija se enterrara más dentro de mí. En ese instante comprendí lo que sintió mi mamá mientras Erik le clavaba la pija. La muy puta debió disfrutar mucho mientras su hijo le forzaba el orto. A medida que la verga iba entrando, pude sentir cómo de mi concha se escapaba un chorrito de jugo vaginal, algo que me pasaba en momentos de extrema calentura. Mi propio hermano me había hecho saltar juguito de la concha, con el poder de su pija. El mismo hermano con el que tantas veces había peleado… ahora me estaba sometiendo y brindándome uno de los momentos más morbosos y placenteros de mi vida.
Porque aún me quedaba un poquito de amor propio, continué luchando para intentar zafarme; pero era imposible. Esa verga, dura como una roca, seguía hundiéndose en mi culo, como si no le importara en lo más mínimo si yo era capaz de albergarla completa o no.
Erik la sacó una vez más, pero yo sabía lo que se vendría. En ese pequeño instante de pausa relajé el esfínter, casi como si lo estuviera invitando a entrar. Esta vez la penetración fue más limpia y profunda, creía tener al menos la mitad de la longitud total de su pene adentro.
—Por favor hermano, me duele —supliqué entre jadeos. Por dentro tenía una voz traicionera que decía: “Sí, rompeme el orto. Partime al medio. Mi culo quiere pija”. Estaba segura de que mi mamá había pensado exactamente lo mismo mientras su hijo le enterraba la pija en el orto. Pero no podía verbalizar eso, debía mantener mi papel de hermana ofendida—. Otro día probamos, Erik. Hoy no… si querés metemela por ela concha —intenté negociar con él.
—Te va a gustar… ya vas a ver. —Insistió; acto seguido me tomó del pelo—. Vas a gozar como una puta.
Esas palabras me generaron emociones contradictorias. Por un lado me enojé, pero también puede oír a mi voz interna diciendo: “Ay, si… haceme tu puta. Llename el orto con toda tu pija”.
—¡No basta, te estás pasando Erik! Te dije que eso no me gusta, soltame el pelo. —Se me ocurrió decir algo, en parte por negociar con él; pero sé que también lo dije porque me causaba mucho morbo—. Sacala, Erik, por favor. Si querés te chupo la verga… te la chupo toda la semana… y me trago la leche. No tengo drama en hacerlo. Me gusta chupar pijas.
Mientras decía esto, mi mano derecha se movió por sí sola, se dirigió hasta mi concha y comenzó a frotarme el clítoris. Un gemido quedó ahogado en mi garganta, porque se me cortó la respiración por culpa del inmenso placer que me produjo la pija de mi hermano entrando hasta el fondo de mi culo. Se deslizó hacia adentro lentamente… tan lento que me impacienté y yo misma retrocedí, para poder sentir el resto. Cuando entró toda, el gemido escapó de mi garganta. Empecé a hacerme la paja, tan rápido como pude.
—Yo quiero darte por el culo —dijo Erik.
—¿Me querés romper el orto, igual que a mamá? —Pregunté, sin dejar de pajearme.
—Sí…
—A ella le dejaste el culo bien abierto y lleno de leche. ¿A mí me querés dejar igual? —Mantuve un tono de protesta; pero la verdad era que por dentro todo mi cuerpo ardía de puro morbo, y el dolor ya se estaba convirtiendo en placer. Yo misma me moví, provocando rápidas estocadas contra mi culo—. ¿Así? —Dije, con los dientes apretados, mientras meneaba la cadera—. ¿Me querés demostrar que me lo merezco por ser tan puta?
—Sí… —dijo él, jadeando—. Sos muy puta.
—Esto me pasa por andar diciendo que quiero una pija grande como la tuya bien metida en el orto ¿cierto?
—Sí. Te pasa por puta… vos te lo buscaste. —Tiró tan fuerte de mi pelo que me hizo inclinar la cabeza hacia atrás, en ese mismo instante me clavó la pija hasta el fondo. Una vez más mi concha escupió juguito sexual… esta vez salió más cantidad que antes.
—¡Ay, Erik, pará! Mirá cómo me estás haciendo saltar juguito de la concha….
—Eso significa que te gusta.
—No, significa que estoy asustada. —Era una mentira absurda; pero no podía confesar el placer que estaba sintiendo, porque aún seguía enojada con él… casi tan enojada como excitada. El problema era que el morbo superaba mis niveles de enojo, y mientras más me enterraba la verga, más morbo sentía.
—Te estás pajeando, eso quiere decir que te gusta.
—Me estoy pajeando porque es la única forma de relajar el culo… y que me duela menos. No es la primera vez que me meten una pija grande por el orto, ya sé qué hacer en estos casos. Por favor, sacala.
Pero él no escuchó mis palabras, volvió a retroceder e inició un lento bombeo que me produjo una sensación inesperada, era extraño, como si mi culo quisiera deshacerse de esa verga que me producía dolor; pero a la vez me gustaba la forma en que ésta entraba mientras me esforzaba por sacarlo. El movimiento siguió y ese tieso pedazo de carne se deslizó cada vez más rápido. Estuve a punto de decirle que ya no podía aguantar más, que había llegado a mi límite de tolerancia, cuando sentí algo húmedo y tibio llenándome las entrañas. Él estaba acabado, no pudo aguantar más y eyaculó dentro de mí. Esto me brindó una gran sensación de alivio, creí que ya se había terminado todo... pero aún quedaban largos segundos de sufrimiento. Su verga no dejaba de escupir semen directamente dentro de mi culo. Con cada disparo de leche, mi concha escupía jugos sexuales. Me pajeé tan rápido como pude y tuve el orgasmo más incómodo y morboso de mi vida.
Cuando por fin la sacó me giré y quedé acostada boca arriba sobre la cama, jadeando con fuerza e intentando recobrar el aliento, lo miré con el ceño fruncido y él parecía sorprendido y asustado.
¿Qué podía decirle? ¿Que me había dado la mejor cogida de mi vida? ¿Que me podía romper el orto cada vez que quisiera? ¿Que si me daba un ratito, yo solita me ponía en cuatro otra vez y me dejaba llenar la cola de pija? Dentro de mí esas frases estaban ganando cada vez más fuerza; pero la Nadia orgullosa, que aún seguía viva y respiraba, decidió que no podía confesar nada de eso. Debía manterme dentro de mi papel de hermana enojada; porque de lo contrario mi cerebro no sería capaz de procesar lo que ocurrió.
—¡Lo arruinaste todo, pelotudo! —me quejé, mientras me sentaba en la cama—. Como siempre, cada vez que hacemos algo, vos lo arruinas todo. —Comencé a darle golpes en su pecho cubierto por finos pelitos negros; pero éste era tan firme y mis brazos tan débiles que ni siquiera hizo una mueca de dolor— ¡Te odio Erik, sos un pelotudo!
Tan rápido como fue posible, salté de la cama y salí de su cuarto.
Caminé directamente hacia el baño y abrí la ducha. Me sentía sucia tanto física como emocionalmente, me metí bajo la lluvia tibia y mi cuerpo reaccionó al instante, sabía muy bien que todas esas quejas hacia mi hermano habían sido exageradas, producto de mi orgullo. En realidad no estaba enojada con él… tal vez un poquito molesta, porque no me hizo caso cuando le pedí que no me la metiera por el culo; pero debía admitir que lo disfruté mucho.
Me molestó su forma de actuar; pero… me gustó. Me calentó que fuera así de brusco conmigo.
Estaba confundida y obnubilada, comencé a masturbarme lentamente, rememorando todo lo que había pasado. Mis dedos parecían poca cosa al lado de la verga de Erik, hasta llegué a pensar en ir a buscarlo otra vez y decirle: “A mi culo le gustó tanto tu pija, que quiere que lo llenes de leche otra vez”. Pero mi orgullo me impedía hacerlo, ya le había gritado y ya había montado todo un escándalo, no podía retractarme tan fácil; de hecho no lo haría durante varios días, ya me conocía. Aunque mi calentura era la prueba de que ni yo misma me conocía tanto como pensaba. No podía creer que hubiera accedido a coger con él y que él quisiera darme por el culo era más culpa mía que suya; yo había hablado de más y no podía culparlo por ser tan bruto. Además sabía perfectamente que la calentura podía llevar a uno a hacer y decir locuras.
Durante las tantas peleas que tuve con mi hermano, él siempre me sometió haciendo uso de su fuerza bruta. Nunca me imaginé que eso pudiera resultarme tan excitante. Empecé a dudar de mí misma. ¿Me excitaba cuando peleaba con Erik y él me agarraba con fuerza los brazos… o me presionaba las tetas? Sé que más de una vez, durante estas peleas, pude sentir su bulto duro contra mi concha, pero me limitaba a ignorar eso. Si a él se le paraba la pija mientras me tiraba contra la cama y aplastaba mi cara contra el colchón, yo me quejaba; pero no del acto en sí mismo, sino de la impotencia que me producía. Sin embargo, mientras mis dedos recorrían mi concha, una atisbo de sinceridad llegó a mí. La verdad es que yo termino con la concha muy mojada cuando Erik me somete de esa manera. Eso explica por qué, después de pelear con él, me entran tantas ganas de hacerme una buena paja. Siempre me dije a mí misma que se debía a que la masturbación era una forma de levantar mi estado de ánimo. Pero ahora sé que no. Sé que, inconscientemente, terminaba pensando en los arrimones que me daba, o en cómo una de sus manos se aferraba con fuerza a una de mis tetas. Claro, solo está intentando que no me mueva, pensaba yo, y mis pechos son muy grandes. ¿Cómo haría para sujetarme sin agarrarme una teta? Yo se lo permitía.
Me tuve que enfrentar a los recuerdos de las últimas peleas que tuve con mi hermano… nunca antes les había adjudicado un carácter sexual; pero ahora las imágenes mentales cobran otro sentido.
“Está bien, peleemos, vamos a revolcarnos en la cama, o en una alfombra. Si me agarrás una teta, no pasa nada, está en mi honor de hermana no decirlo. Tampoco voy a decir nada si, sin querer, alguna de tus manos me roza un poco la concha, no te lo voy a echar en cara. Aunque yo tenga puesta una tanga, y esos dedos recorran la raya de mi concha, hasta llegar al clítoris. No, es todo parte de la pelea. Si te enojás y me pellizcás un pezón, entonces no te quejes si yo te agarro la verga y la aprieto con fuerza. ¿Y qué pasa cuando yo soy la que gana? No te enojes si me subo arriba tuyo y te agarro fuerte los brazos. Claro, mis tetas son tan grandes que te van a quedar contra la cara… pero vos ya sabés cómo es esto de la guerra entre hermanos. Sé que no te vas a quejar de eso. Es que no puedo evitarlo, tenés mucha fuerza, la única forma que tengo para someterte es usando todo el peso de mi cuerpo… incluidas las tetas. Y sí, capaz que yo tengo puesta una diminuta tanga… y vos no estás usando más que un bóxer… puede que la pija se te ponga dura. No soy tan tonta como para no darme cuenta, al fin y al cabo puedo sentirla, presionándome la concha, como si quisiera entrar. Para colmo te movés mucho… y eso me obliga a hacer más fuerza hacia abajo… duele un poco, porque la verga es grande; pero estamos peleando. El dolor es parte del asunto. Sí, yo también me acuerdo de que algunas veces la tanga, por culpa de tanto movimiento, se me corrió… y me quedó casi toda la concha a la vista. Las tetas también se salen, especialmente si vos tirás de la remera… y yo no estoy usando corpiño. Pero durante una pelea lo que menos me importa es que me veas las tetas o la concha.”
Es increíble lo mucho que pude mentirme a mí misma. Todos estos recuerdos estaban dentro de mi cabeza, pero los tenía guardados, archivados y encerrados en una caja con candado. Pero ahora estaban saliendo todos a la luz, me estaban echando en cara cosas de mi pasado que yo no quería admitir. Podía escucharlos diciendo: “¿De verdad pensabas que durante la partida de strip póker fue la primera vez que sentiste la pija de tu hermano dentro la concha?”
Eso me dio escalofríos. Recordé la noche en la discoteca, en la que me dejé coger por un desconocido que tenía una pija de buen tamaño. Recordé lo brusco que fue conmigo y lo mucho que me calentó. Pero más que nada pude recordar cosas que pasaron antes de esa noche… con mi hermano.
Sí, peleamos mucho. La mayoría de las veces peleamos por pelotudeces sin sentido. Basta un comentario inoportuno para que terminemos con brazos y pierna entrelazados. Él nunca me pega realmente, solo intenta demostrarme que tiene más fuerza que yo y que es capaz de inmovilizarme. Yo intento hacer lo mismo con él… y ahora sé por qué llegué a conseguirlo en algunas ocasiones. No se debe a mi fuerza física, claro que no.
Mientras me pajeaba bajo la ducha encaré esos amenazadores recuerdos. ¿Cómo pude anularlos de esa manera? Ahora me parecen tan reales… como si siempre hubieran estado ahí, en la superficie. Si logré bloquearlos es porque en ese momento me hubiera resultado imposible procesarlos. Alguna vez leí en un artículo de psicología que las personas podemos llegar a bloquear recuerdos que no sepamos asimilar. Ni siquiera sé si es cierto, y nunca se me cruzó por la cabeza pensar que algo así podría ocurrirme a mí. Lo que me hizo Erik hace unos minutos, no es más que la reivindicación de algo que ya había ocurrido antes, más o menos. Estoy segura de que ésto fue lo que sirvió como disparador para mis recuerdos reprimidos… y además que ahora, después de las partidas de póker, lo entiendo mejor… creo ser capaz de asimilarlo un poquito mejor. Apenas un poquito.
Durante una de estas tantas peleas la tanga se me corrió, como ya había pasado varias veces. Erik me agarró por detrás y me obligó a apoyar la cara (y las tetas) contra una pared. Sostuvo uno de mis brazos detrás de mi espalda y me arrimó. Su pija estaba dura… y fuera del bóxer. Ahora que estos recuerdos volvieron a mí, casi puedo sentir cómo su glande se apuntaló entre los húmedos labios de mi concha, y encontró el agujero. La pija no llegó a entrar completa, fue apenas la puntita… y esta situación duró apenas unos segundos. Mientras peleábamos, mi mamá nos decía, sin perder la calma, que nos detuviéramos. Ahora que lo pienso, a ella no le resultó extraño que termináramos prácticamente desnudos al luchar… o que Erik me arrimara de tal manera que la cabeza de su pija lograra meterse en mi concha. Victoria vio todo eso y actuó con total normalidad, como si fueran peleas típicas entre hermanos.
También debo reconocer que aquella noche en la discoteca, cuando me dejé coger por el desconocido, él también me puso contra la pared, de la misma forma en que lo hizo Erik. Yo estaba borracha, y no lo procesé así en aquel momento. Pero ahora sé que en realidad estaba intentando emular lo que había pasado con Erik… llevándolo hasta las últimas consecuencias.
Me odié a mí misma y odié mi propio morbo… pero más que nada odié mi traicionera memoria, que se escondió durante tanto tiempo y volvió a salir a la luz cuando menos la esperaba.
Llegué al orgasmo y me vi obligada a ponerme de rodillas en el piso del baño, sin dejar de masturbarme frenéticamente.
Minutos más tarde regresé a mi cuarto . Encontré a Mayra durmiendo desnuda en su cama, estaba segura de que se había masturbado, ya que podía ver la humedad en su sexo; la muy sucia ni siquiera se había levantado a lavarse. Aunque no puedo culparla por eso, no después de lo mal que me porté con mi propio hermano. No tengo autoridad moral para criticar a nadie.
Me tendí en mi cama e intenté desconectar mi mente, sin lograrlo. Concilié el sueño pensando en el sexo, especialmente en el sexo con los integrantes de mi familia. Una de las últimas cosas en las que pensé antes de dormirme fue en la verga de Erik clavándose en mi culo y la varonil fuerza de sus brazos, si alguien en el mundo tenía que someterme, me agradaba que fuera él. Aunque jamás lo admitiría.