Strip Póker en Familia [07].

Tradición Familiar.

Capítulo 7.

Tradición Familiar.

Todos estábamos esperando ansiosos el sábado, porque mi madre ya había anunciado que ese día volveríamos a jugar al Strip Póker. Charlando con mi hermana llegamos a la conclusión de que este peculiar juego se estaba convirtiendo en una tradición familiar y que, probablemente, había llegado para quedarse. A menos que causara problemas…

De momento no teníamos que lamentar ningún problema grande. El enojo de Mayra porque la tratamos como a una niña indefensa ya se había difuminado. Mi relación con ella dio muchos pasos hacia la confianza más absoluta.

La mañana del sábado las dos estuvimos conversando, acostadas desnudas en mi cama. Mayra tenía los dedos más inquietos de lo habitual. Se puso a jugar con mis pezones, acariciándolos y pellizcándolos, y cuando ésto la aburrió, bajó hasta mi concha y comenzó a masturbarme lentamente; porque no puedo describir de otra manera lo que hizo. Por supuesto, a mí se me subió la temperatura.

—Nadia ¿te puedo pedir un favor? —Me preguntó, mientras sus dedos recorrían mi húmeda concha.

—¿De qué se trata?

—No sé si te va a gustar…

—Vos decime qué es y yo te respondo si puedo ayudarte o no.

—Emm… me gustaría hacer una pequeña prueba… ¿te puedo chupar la concha un ratito?

Me quedé pasmada ante ese comentario. A ver, el temita de chupar conchas en la casa no era algo nuevo, ya había pasado. Incluso Mayra le comió la concha a su propia madre. Pero todo había sido dentro del contexto de un juego. Nunca por una petición formal. Me sentí incómoda y sin pensarlo mucho dije:

—No, Mayra. Sos mi hermana. No podemos andar haciendo esas cosas…

—Pero…

—Sí, ya sé qué vas a decir. Aunque deberías tener en mente que todo eso pasó porque era parte de un juego. No creo que debiéramos hacerlo fuera de ese contexto. Sería raro.

—Oh… está bien.

Noté que hacía pucheritos, se me encogió el corazón. La pobrecita parecía al borde de las lágrimas.

—No te pongas mal, nena. Además, ¿quién sabe si esta noche no tenés que hacer un desafío similar a lo que me pediste? Si eso pasa, no me voy a negar.

Ella volvió a sonreír.

—Está bien. Veremos qué pasa esta noche.


Para aligerar el juego, porque todos ya lo conocíamos bien, decidimos comenzar desnudos. Al fin y al cabo ya no tenía gracia desnudarnos lentamente frente a nuestra familia. Nos habíamos visto sin ropa en la suficiente cantidad de oportunidades como para que esa parte del juego dejara de ser interesante.

Había alcohol de por medio, como en las ocasiones anteriores, y al empezar con la vara tan alta desde el comienzo, sentí un morboso revoltijo interno, sabiendo que esto se podría llegar a descontrolar. No quería que eso ocurriera; pero… había una parte de mí que deseaba saber qué tan lejos seríamos capaces de llegar.

Mientras preparábamos todo para el juego, noté que mi tío Alberto andaba más cariñoso de lo habitual. Ya estábamos completamente desnudos y cuando me acompañó a la cocina, a buscar vino y gaseosas, no perdió la oportunidad de abrazarme por detrás. Se aferró a mis grandes tetas y sentí la punta de su pija erecta en la entrada de mi concha.

—Sos idéntica a tu mamá cuando tenía tu edad.

—¿Ah sí? ¿Y a tu hermana también la abrazabas así? —Pregunté, meneando un poco la cola.

—A veces, si ella lo permitía… y solía permitirlo.

La respuesta me dejó boquiabierta. Me imaginé a mi tío ya mi madre con veinte años, arrimándose el uno al otro de esta forma tan descarada. ¿De verdad había ocurrido o eran puros alardes de Alberto?

Intenté restarle importancia al asunto, pero unos segundos más tarde, mientras mi mamá preparaba las cartas sobre la mesa, verificando que no faltara ninguna, Alberto la abrazó de la misma forma en que lo había echo conmigo. Bueno, no exactamente de la misma forma; en esta ocasión su glande se perdió dentro de la concha. Sabía que a mí no me había entrado completo, solo la puntita. Pero a mi mamá le enterró la cabeza y un poco más. Lo que más morbo me causó fue la respuesta de ella, tan natura. Le limitó a reírse y siguió contando las cartas, como si nada pasara. Ahí caí en la cuenta de que esos abrazos de hermanos no eran cosa nueva. De verdad habían ocurrido en varias ocasiones.

La partida de strip póker dio incio y tal como sospechábamos, desde los primeros desafíos la cosa se puso picante.

Le tocó ganar a mi mamá y la que obtuvo la combinación de cartas más lamentable fue Mayra. Después de la charla que tuvimos, y sabiendo que su hija menor ya no era virgen, Victoria no tenía por qué jugar suave con ella.

—Mayra ¿alguna vez probaste el semen? —Le preguntó.

La pequeña se puso roja, agachó la cabeza y media sonrisa se dibujó en sus labios.

—Tal vez…

—Bueno, espero que ese “tal vez” sea un sí, porque sino esta va a ser tu primera vez.

Mayra aceptó estoica el desafío, sabía que poner excusas no le serviría de nada. Levantó la cabeza y preguntó:

—¿Con quién tengo que hacerlo?

—Mmm… creo que Alberto sería el más indicado.

A mi tío le brillaron los ojos, como siempre le pasaba al ver a Mayra desnuda… aunque esta vez había algo más detrás de esa mirada. Noté un deseo morboso. No lo puedo culpar, a él le gustan las mujeres y Mayra es preciosa. Yo también me sentiría igual que él si fuera hombre y me dijeran que le tengo que dar de probar mi propio semen a una pendeja tan dulce y bonita. Y era la madre de la propia pendeja quien le daba permiso para hacerlo.

—Está bien. ¿Empezamos? —Dijo Mayra.

Ella se puso de rodillas delante de su tío y él, sin perder el tiempo, comenzó a masturbarse frente a su sobrina. Me impactó esa imagen, era perversa y sexy a la vez. Mayra lo miraba con sus ojazos bien abiertos y aguardaba con su boquita preparada. Todos guardamos silencio, lo único que se oía era el chasquido de la verga de Alberto... y la de Erik también. Esto me dejó un tanto descolocada. Al parecer a él ya no le daba ningún pudor confesar que se calentaba viéndonos desnudas, y lo manifestó haciendo “la del mono” frente a todos.

El pibe se estaba dando duro a medio metro de mí; su pene se sacudía como el cogote de una gallina, sin llegar a ponerse duro. Yo también podía ser un poquito desinhibida, e incluso, en ocasiones muy especiales, hasta puedo ser buena hermana. Decidí ayudarlo con esa tarea, extendí mi mano hacia él para acariciársela suavemente; Erik apartó sus torpes dedos y me miró con desconfianza. Sin embargo en poco tiempo descubrió que mis intenciones eran buenas y me dejó trabajar. No soy ninguna experta en masturbación masculina, pero provoqué muchas erecciones en mi vida, de las cuales me siento orgullosa. Me di maña para hacerlo lo mejor posible.

Mayra, cansada de esperar a que le dieran de probar la lechita, quiso apurar el trámite. Agarró la verga de Alberto y ella misma comenzó a pajearlo. Evidentemente esto fue una muy buena idea porque mi tío llegó al clímax en pocos segundos.

El primer chorro de semen dirigido hacia la pequeña boca de mi hermana llegó cuando nadie lo esperaba, creí que eso asustaría a Mayra; pero ella estaba lista y lo recibió directamente adentro. Se acercó hasta que el glande quedó apoyado en su labio inferior y las descargas siguieron, podía ver que la leche era muy blanca y espesa; me dio mucho morbo ver como el excedente de semen chorreaba por la barbilla de Mayra. Ella estaba preciosa. La escena me excitó tanto que comencé a masturbarme con la mano izquierda, sin dejar de pajear a mi hermano, al que ya se le estaba poniendo dura.

Mayra se metió todo el glande en la boca y comenzó a chuparlo a la vez que tragaba toda la leche que le habían dado; la niña parecía estar disfrutando a pleno. Mi tío la agarró suavemente de la cabeza y la dejó chupar tranquila. Me pregunté si él alguna vez había fantaseado con que Mayra le hiciera un pete, porque se lo veía muy entusiasmado. De ser así, le estaban cumpliendo sus deseos.

Ella cerró los ojos y tragó una buena porción de esa verga. Mi hermano posó su mano izquierda tímidamente sobre mi pierna, no tenía tiempo para que él tomara coraje, le agarré la mano y la dirigí hacia mi concha. Me metió los dedos de una forma tosca que me hizo doler un poco, pero también me dio mucho placer.

La pequeña le estaba mamando la verga a su tío y a pesar de que la prueba ya había sido superada, no parecía que fuera a soltarlo. Escuché cómo le daba fuertes chupones en la punta cuando lo sacaba de su boca. Al parecer las sesiones de práctica con Darío habían hecho de mi hermana una petera experta. Por fin se detuvo y abrió grande la boca, para mostrarnos que se había tragado hasta la última gota. Todos aplaudimos, eso sirvió para terminar disimuladamente los toqueteos entre mi hermano y yo.

Me pregunté qué pasaría muchos días después de esto. ¿Mi hermano y yo volveríamos a tocarnos de esa forma? ¿Mayra le chuparía algún día la verga a su tío? No podía responder a todas estas preguntas, pero un intenso calor me recorrió el cuerpo.

Este juego es increíble y nos genera mucho entusiasmo. En pocos segundos ya estábamos los seis preparados otra vez, repartiendo esas cartas que decidían nuestra suerte sexual. Uno pensaría que a esta altura nadie le daría importancia al póker, pero lo cierto es que nos interesaba más que nunca, nos esforzamos por ganar… o perder. Sabía que la estrategia de todos sería más o menos la misma, si las cartas parecían buenas entonces intentábamos conservar las mejores, pero si eran malas, conservábamos las peores. Porque recibir desafíos era tan interesante como dictarlos.

Así lo hice esta vez y me dio un buen resultado. Perdí y me alegré de haberlo hecho. La ganadora fue Mayra, quien propuso un desafío de lo más interesante:

—Tenés que chupar dos vergas a la vez —me dijo levantando dos dedos— y tenés que hacer acabar al menos a uno antes de que terminen los diez minutos.

—Yo no estoy para otra ronda —acotó mi tío—. Tal vez más tarde; pero ahora no. Así que los voluntarios tendrán que ser Erik y Pepe.

—Más que voluntarios, yo los llamaría afortunados —acotó mi mamá.

—Me parece bien —dije con una sonrisa, estaba tan cachonda que ya no me importaba nada, quería verga y tendría dos.

Me puse de rodillas, tal y como lo había hecho Mayra minutos antes. Mi papá y mi hermano adoptaron posiciones frente a mí. Dos grandes falos masculinos quedaron ante mis ojos, a pocos centímetros de mi boca. Una sonrisa lujuriosa se dibujó en mi rostro y aferré con una mano cada una de esas vergas, me calentó mucho sentirlas tan duras. Ya había probado esas dos pijas; pero ahora me daría el gusto de comerme las dos a la vez. Comencé con la de mi hermano, dándole un lengüetazo al glande y luego me lo tragué, estaba completamente desinhibida, me sentía una puta y lo estaba disfrutando. El morbo no era sólo por el tamaño de esos miembros sino porque éstos pertenecían a mi hermano y a mi padre.

El tiempo pasaba, aunque no me molesté en corroborar si alguien se había acordado de encender el cronómetro. Pasé a chupar la verga de mi papá, ésta era más grande y me dio más trabajo, pero ya estaba aprendiendo a meterla en mi boca y darle unas buenas lamidas. Sacudí mi cabeza de atrás hacia adelante con fuerza, cubriendo todo su tronco con mi saliva y luego, con un rápido movimiento, volví a chupar la de mi hermano. Esto sólo lo había visto en videos porno y no podía creer que lo estuviera viviendo en carne propia y que, además, lo estuviera disfrutando tanto.

Estos dos se acordarían toda su vida del pete que les hice, puse mucho esfuerzo cada vez que tuve una verga dentro de mi boca, incluso lamí esos velludos testículos.

Quería que me cogieran, inmersa en este momento tan surrealista sentí que todos mis prejuicios sobre el sexo con familiares se habían desmoronado por completo. Aunque seguramente volverían cuando el juego terminara.

Me encontraba chupando intensamente la pija de mi papá cuando sentí algo tibio y espeso inundando mi boca, había logrado hacerlo acabar y me sentí estupendamente bien. Con esmero fui capaz de provocarle un orgasmo a mi padre. No abrí la boca en ningún momento, si Mayra pudo tragar todo el semen de mi tío sin quejarse, yo también podía hacerlo; pero me resultaba difícil, esa manguera de carne no dejaba de expulsar leche y yo no podía tragar tan deprisa. El líquido blanquecino comenzó a brotar hacia afuera por la comisura de mis labios, el sabor me agradó mucho y sentía que me estaba llenando el estómago con el semen de mi propio padre. En un momento me ahogué y tuve que sacar el pene de mi boca salpicando leche y saliva. De todas maneras los tres integrantes de la mesa aplaudieron porque yo había logrado el objetivo.

Me puse de pie con la boca y los pechos salpicados de blanco y casi al instante sentí los dedos de mi hermano hurgando en mi concha, no le di importancia y dejé que me los metiera mientras yo simulaba estar limpiándome con el dorso de mi mano, lo que en realidad hacía era lamer lo que recolectaba.

Erik se colocó a mi espalda y con un suave empujón me obligó a inclinarme hacia adelante. Sentí su dura verga restregándose contra mi húmeda concha y no dije nada; pero de pronto la sentí en el agujero de mi culo. Ahí fue cuando se me dio por recordar mi orgullo: ya le había entregado la concha, no le entregaría también el culo.

—¡No, salí! —me quejé; él intentó penetrarme y comenzó a dolerme la cola— ¡no pará, me vas a hacer mal, salí!

—Erik, no molestes a tu hermana —lo retó mi madre.

—Solamente estoy jugando —se defendió.

—Entonces volvé a la mesa, porque el juego es acá —esta vez fue mi padre el que hizo valer su autoridad; Erik me soltó de mala gana.

Entiendo que él estuviera tan caliente como para olvidarse de las normas del juego. No podía culparlo por querer clavarme. Tal vez si me la hubiera metido por la concha, se lo hubiera permitido, durante un rato. Pero por la cola no.

Reanudamos el juego, entre risas y alcohol. Esta vez conseguí salir victoriosa, gracias a las buenas cartas que llegaron hasta mis manos. Me alegré al ver que la peor combinación sobre la mesa era la de mi madre, con el alcohol que recorría mi cuerpo me costó un poco calcular qué cartas eran peores; pero Alberto corroboró que ella había perdido. Por fin llegó mi momento para vengarme por obligarme a meterme la verga de mi hermano. Fui cruel y despiadada y no me arrepentí de mis palabras.

—Tenés que meterte la verga de Erik… por la cola —le dije con una sonrisa demoníaca.

—¿Cómo lo hacemos?— dijo poniéndose de pie; me pareció que se fijaba en aspectos técnicos para quitarle un poco el morbo a la situación, pero en mí tenía el efecto contrario —¡ya sé! —exclamó.

Fue hasta el garaje y regresó en pocos segundos con una colchoneta que supuestamente usábamos para hacer ejercicio, pero que últimamente el único que la usaba era mi papá, cuando debía acostarse debajo del auto para arreglar algún desperfecto mecánico.

Tendió la colchoneta a mi izquierda, y a la derecha de mi papá. Era obvio que ella quería que yo vea todo claramente. Mi hermano parecía nervioso pero muy excitado. “Si boludón, le vas a dar por la cola a tu mamita” pensé, y esa idea me llenó de morbo.

Intenté imaginar qué pasaba por la cabeza de mi madre, ¿era consciente de que en unos instantes su propio hijo la penetraría analmente? Cuando la colchoneta estuvo en su sitio, ella desapareció otra vez de nuestra vista, supuse que había ido a su habitación. Volvió con una botellita llena de gel lubricante.

Le pidió a Erik que se recostara boca arriba en el pequeño colchón y él obedeció rápidamente. Con una mano, mi madre, comenzó a embadurnar el pene con gel y ya sin más preámbulos se colocó en cuclillas sobre su hijo. Dejó las piernas bastante separadas y se puso gel en el orificio anal. Estaba decidida a hacerlo. Con esas grandes tetas y toda abierta parecía salida de una revista porno.

Acercó su cola y mi hermano guió el pene con la mano para que quedara justo debajo del agujero. Todos mirábamos impacientes. La cabeza de la verga presionó contra el ano pero no entró, ella empujó un poco hacia abajo y se detuvo. Al parecer le dolía o temía que la verga se clavara demasiado rápido. Luego de un par de intentos más comenzó a impacientarse.

—El tiempo no empieza a contar hasta que esté toda adentro —le recordé sólo para regocijarme en su sufrimiento.

Ella me miró un tanto preocupada, agarró la verga con la mano y apretando los dientes dijo “Fuerza” como pidiéndole a mi hermano que colabora un poco. Él levantó la pelvis y logró enterrar parte de la cabeza, evidentemente a mi mamá le dolía, porque se estaba poniendo roja. A pesar de que la verga no había entrado, debo admitir que la escena era muy caliente, comencé a tocarme la mojada concha disimuladamente. Sólo tenía ojos para ese par tirado en el suelo y la verga intentando abrirse paso en precioso culo. Los huevos de mi hermano seguían hinchados y yo rogaba que estuvieran bien cargados de leche, para llenar el culo de su mamita. De pronto me atacó el impulso de chupar esos peludos testículos que colgaban de forma muy sugerente. Intenté reprimirme, pero el impulso era muy fuerte ¡Dios mío, quería chuparlos! Meterlos en mi boca, jugar con ellos, tragarme esa verga y no podía dejar de mandarme dedo. A pesar de que minutos antes estuve chupando dos pijas, eso me dejó una sensación placentera en la boca; quería repetirlo. Miré el pene de mi padre y el de mi tío, estaba como loca, no me importaba cual, yo quería uno. En ese momento mi madre me distrajo diciendo:

—Así no vamos a poder. No lo tengo tan abierto como creen.

A pesar de que mi padre tenía una verga aún más grande que la de mi hermano, no había dejado tan abierto el culo de mi madre, supuse que era cierto que llevaban mucho tiempo sin practicar sexo anal. Me alegré de haber elegido ese desafío, la haría sufrir un poco, como ella me lo hizo a mí.

Victoria le pidió a su hijo que cambiaran de posición, ella se recostó boca abajo con las rodillas levemente flexionadas, Erik se posicionó tras ella y apuntaló su verga entre las grandes nalgas de mi madre, parecía completamente dispuesto a clavarla. Vicky volvió a ponerse gel en la cola y mi hermano untó su pene. Apuntó hacia ese agujero que se resistía. Lo pensé mejor y tal vez el pene no entraba porque mi mamá estaba muy nerviosa, lo que la llevaba a apretar el culo. Al parecer no le agradaba tanto que la clavara su querido hijito. Toda la seguridad, tan propia de ella, se estaba desmoronando. Sentí lo mismo cuando estuve a punto de ser penetrada por Erik, una cosa era decidirse a hacerlo y otra muy distinta era saber que ese pene estaría realmente dentro. ¿Con qué cara miraría a su hijo si él le penetraba el culo? Además debía incomodarle que Erik estuviera tan entusiasmado por hacerlo. En ese momento se me ocurrió que, tal vez, él debía masturbarse frecuentemente pensando en el culo de su madre.

Viki se aferró con ambas manos al borde de la colchoneta y bajó la cabeza, sus grandes tetas quedaron aplastadas bajo su cuerpo. Noté que inhalaba hondamente, como si intentara juntar coraje. Con esto sabría lo que sentí cuando hizo que mi hermano me clave y que además, me acabe en la concha. Erik acercó la punta de la verga y la cara de mi madre se desfiguró. El centro de las cejas estaba arqueado hacia arriba y miraba con sus expresivos ojos para todos lados, su expresión era de total preocupación. Hasta sentí pena por ella. Estuve a punto de detener el desafío cuando Erik se inclinó hacia adelante, ejerció un poco de fuerza y logró clavar la punta de la verga. Nadie en la mesa decía una palabra, todos aguardamos expectantes.

—¡Uuhhh! —Exclamó Victoria intentando mantener una sonrisa en su rostro pero sus ojos mostraban pura turbación y dolor.

Erik se inclinó más sobre la cola de su madre. Ella apretó estrujó el borde de la colchoneta hasta que los dedos se le pusieron blancos. Supe que había entrado otra parte de la verga, a pesar de sus intentos por disimular. Seguía con su fingida sonrisa con la vista fija en ninguna parte, su hijo parecía dispuesto a clavarla. Otra vez exclamó ese “¡Uhh!” que indicaba que el pene seguía ganando terreno. Si ella le había afectado en algo el alcohol que estuvimos tomando, ese efecto se había disipado por completo. Ahora estaba alerta y seguramente era consciente de lo que estaba haciendo.

Erik no tenía clemencia, seguía presionando hacia adentro, pero su verga se mantenía estática. La sacó toda y mi madre se alivió, pero eso fue la calma del ojo del huracán, lo peor estaba por venir. Él la clavó llevando todo su peso hacia abajo consiguiendo que la verga entrara completa, su cuerpo aplastó las nalgas de mi madre haciendo que éstas suban un poco hacia la espalda. Viki apretó los dientes y emitió un quejido de dolor, su cara se puso completamente roja. Lo había hecho, el muy desgraciado le había metido buena parte de la verga en el culo.

—¡Uuuh, qué dura! —dijo ella con un jadeo

Él aumentó la presión y ella siguió emitiendo resoplidos, con los dientes apretados. Ya no podía ver la verga de mi hermano asomando entre esas grandes nalgas. No cabían dudas, estaba toda adentro, por eso puse en marcha el cronómetro, ahora sólo debía esperar diez largos  minutos.

Al parecer a mi mamá le dolía bastante porque apretaba los dientes y resoplaba constantemente. Erik apoyó las manos en el piso a los costados de mi madre, quedando toda su pelvis apoyada en los glúteos de su progenitora. Esa blanca y suave cola parecía inflada bajo el peso del cuerpo de mi hermano. ¿Qué estarían pensando ambos en ese momento? Seguramente él estaría muy feliz por tener una excusa para clavarle el culo sin que nadie le reprochara nada. Mi mamá, en cambio, debía estar contando los segundos mentalmente rogando que todo eso se terminara. Ni siquiera habían transcurrido dos minutos cuando el muchacho se hartó de ser tan pasivo. Le dio una fuerte embestida que la sacudió hacia adelante, ella sintió el impacto y volvió a mostrar esa forzada sonrisa, como si quisiera decirnos “Está todo bien, es solamente un juego” pero lo cierto es que le dolía. Otra acometida siguió a la primera y luego otra. Iban a un ritmo pausado. Empujaba, esperaba un segundo y volvía a empujar. Con cada sacudida la cabeza de mi madre se iba hacia adelante y luego regresaba a su lugar, yo creía que se le iban a salir los ojos. No dejaba de apretar con fuerza la colchoneta, sus nudillos se habían puesto completamente blancos y su frente se estaba llenando de gotitas de sudor. Las penetraciones ya mantenían un ritmo lento pero constante, me extrañó que ni ella o mi padre dijeran algo. Pepe parecía disfrutar de la escena, él tenía la mejor posición para ver esa verga entrando y saliendo de ese agujero. Lo que más me impactaba era cómo el ano de mi madre parecía envolver ese tronco de carne venosa y a su vez cómo éste se deslizaba con aparente facilidad.

Las embestidas comenzaron a ser cada vez más potentes y Victoria sufría con cada una, manteniendo siempre esa sonrisa tan forzada, aunque eso no quería decir que no doliera, o tal vez le dolía el orgullo al estar tendida en el suelo con su pequeño hijo enterrándosela por atrás. Podría haberles recordado que sólo debían quedarse quietos y esperar a que el tiempo se termine, pero si mi nadie no decía nada, yo tampoco lo haría.

El estado físico de mi hermano era bastante bueno, lo que le permitía moverse con facilidad y sin mucho esfuerzo. Mi madre gemía, se quejaba y resoplaba cada vez que la pelvis del muchacho chocaba contra sus nalgas y esto ocurría cada vez con más frecuencia. Recién caía en la cuenta. ¡Se la estaba cogiendo! ¡Mi hermano se estaba cogiendo a mi mamá por el culo! En lugar de molestarme, me calentó mucho, sin darme cuenta siquiera subí los pies a los travesaños de las patas de la silla y quedé abierta y tocando frenéticamente mi clítoris.

Lo que más me calentaba era ver su cara, como si por fin se estuviera arrepintiendo de haber comenzado con este juego. La excitación de Erik iba en aumento, se notaba por el creciente ritmo de las penetraciones. El culo de mi madre temblaba como gelatina y sus uñas se hundían en la colchoneta. Esos continuos movimientos me tenían hipnotizada, no podía dejar de meterme los dedos y estimular mi botoncito. Me sobresalté al escuchar el pitido del cronómetro pero más me sorprendí al ver que mi hermano hacía caso omiso de a éste. No se detuvo, siguió clavándola contra ese agujerito una y otra vez. Miré a mi padre, tenía su gran miembro aferrado con su mano izquierda y miraba fijamente el culo de su esposa. Mi tío estaba en la misma situación, se masturbaba lentamente sin apartar la mirada. Volteé para mirar a mi hermanita y la encontré masturbándose igual que yo. A pesar de su gran vergüenza había momentos en los que parecía olvidar que estábamos todos a su alrededor. Ella maltrataba su concha que ya estaba toda colorada. Me di cuenta de que se estaba metiendo un dedo en la cola. Lo metía y sacaba con gran facilidad. Casi por instinto se me dio por imitarla, separé más mis piernas y comencé a introducir un dedo, me ardía un poco y no era tan placentero que digamos, aunque noté como mi cola se abría de a poco y ya no dolía tanto. Mi hermano notó que me lo estaba metiendo por eso lo saqué rápidamente, aunque no dejé de pajearme.

Viki se limitó a gemir tras cada arremetida de su hijo. Siguió aguantando esas fuertes penetraciones que hacían vibrar todo su cuerpo y transformaban su hermosa carita en una máscara de placentero sufrimiento. Podía ver el gran pene aparecer casi en su totalidad y volver a perderse entre los glúteos en un segundo, me imaginaba cómo se abriría paso por el interior de ese agujerito y qué sentiría mi madre exactamente, tal vez le dolía pero en parte debía gustarle, de lo contrario hubiera apartado a mi hermano. Esto era un poco diferente, lo que hacían ya no se atenía a las normas del juego, estaban cogiendo por puro gusto, aun sabiendo que todos observábamos.

El tiempo fue pasando y el ritmo de mi hermano variaba, de a ratos le daba rápido y luego se movía un poco más lento, como intentando recuperar el aliento. Viki ya no mostraba tantos signos de dolor, de a poco fue levantando la cabeza y cerró sus ojos, al parecer su culo ya se estaba acostumbrando al intenso tratamiento “peneano”. Un minuto después ya podía afirmar que ella lo estaba disfrutando, sus jadeos sonaban de otra forma, ya no había rastros de dolor en ellos. Se estaba dejando llevar por la situación.

—Sí, así… así… ahh —la escuché decir entre sus gemidos.

Le estaba pidiendo a su hijo que la siguiera cogiendo y él obedecía, podía escuchar el chasquido que provocaba el cuerpo de mi hermano al chocar contra esas suaves nalgas. Le estaba dando una buena culeada a su madre delante de la familia, esto era incesto y no podía ser llamado de otra forma. ¿En qué momento nos habíamos convertido en esto? Ah sí, cierto… en el momento en que comenzamos a jugar Strip Póker.

Las embestidas de Erik se hicieron más fuertes. Ese culo debía estar muy rico, si yo fuera hombre y estuviera en esa posición, no me detendría por nada del mundo. Ella comenzó a masturbarse con una mano y parecía estar gozando de verdad, decidida a seguir cogiendo hasta quedar satisfecha. Ahora ella misma acompañaba el movimiento. Ver a mi madre de esa forma fue muy revelador e impactante para mí, pero a la vez me producía mucho morbo. Quería ver qué ocurría atrás con mayor claridad, por eso me puse de pie y rodeé la mesa por detrás de mi hermana con la excusa de llenar mi vaso con vino. Luego avancé unos pasos y allí pude ver cómo esa verga estaba dejando rojo y abierto el culo de mi madre. Nuevamente probé meterme un dedo en la cola pero me dolió un poco y lo saqué. Ahí caí en la cuenta de que estaba parada justo delante de mi tío, me dio cierto pudor que él me viera haciendo eso, pero intenté hacerme la boluda y seguí atenta al espectáculo. Un instante después sentí algo duro y húmedo hurgando en mi cola, era el dedo índice de mi tío Alberto, estuve a punto de quitar su mano pero preferí dejarlo, a ver qué pasaba. Lubricación era justo lo que mi cola andaba necesitando, la diferencia fue notoria, su dedo se introdujo hasta la segunda falange con facilidad. Sentí mi cola estirarse para darle paso y eso me dolió un poco, pero era tolerable. Me dio la impresión de que mi tío sabía lo que hacía.

Podía ver la concha de mi madre goteando como una canilla descompuesta mientras la verga se deslizaba hacia el interior de su culo con enorme facilidad. ¿Qué le estaba pasando ahora? Supuse que la calentura le estaba haciendo olvidar quién se la estaba metiendo, así como yo ni siquiera pensaba en los problemas morales que provocaba que sea mi tío el que me estaba colando un dedo por atrás. Ahora me hacía una leve idea de lo que podía estar sintiendo mi madre, era un dolor dulce. Alberto aprovechó que ya me tenía dispuesta para usar su otra mano en mi concha. Me masturbaba por los dos agujeritos con gran maestría y mi clítoris se ponía feliz al sentir esas rápidas sacudidas que hacían saltar mis fluidos para todos lados. Él tenía la impagable oportunidad de toquetear a su sobrina a discreción sin miedo a que alguien le recriminara algo. Sentí un segundo dedito en mi cola, éste me dolió más pero también aumentó el placer. Tuve que reprimir un gemido. Los movió en mi interior brindándome sensaciones que nunca había experimentado. Estaba muy excitada.

Mi hermano seguía dándole por el culo a su madre y ella gemía suavemente. En ese momento mi tío se puso de pie y me aferró por la cintura, yo tenía la mente divagando por otros lados así casi ni noté cómo me inclinaba hacia adelante y me arrimaba su dura verga por la concha. Apenas sentí su glande entrando, empujé hacia atrás con mi cola para que se metiera entera. Nunca me había sentido tan promiscua en mi vida ¿qué me estaba pasando? Una vez leí que si un grupo de personas comete malos actos es muy probable que el resto los siga, las personas se dejan influenciar por las acciones. Yo estaba viendo a mi hermano cogiéndose a mi madre y me servía de excusa perfecta para dejar que mi tío me la metiera.

Alberto me agarró con fuerza las tetas mientras comenzaba a bombearme la concha. Mi padre no se percató de lo que estábamos haciendo ya que nos daba la espalda y miraba fijamente a su hijo y esposa sin soltarse el pene. Miré a Mayra y me sorprendí cuando nuestros ojos se encontraron, parecía enfadada conmigo, había dejado de masturbarse, supuse que para ella esto ya había llegado demasiado lejos, decidí mirar hacia otro lado para que no me carcomiera la culpa.

Quería que alguien me cogiera esa misma noche, aunque no lo hubiera admitido abiertamente. Nunca imaginé que ese alguien podría llegar a ser mi tío Alberto, pero allí estaba, recibiendo toda su verga en mi interior y totalmente entregada a él. En ese momento vi algo que me sorprendió muchísimo. La concha de mi madre se estaba llenando de un líquido blanco. Primero pensé que mi hermano ya había acabado pero no era así, ese líquido blanco definitivamente salía del interior de su sexo, primero fue un poco y luego vi una cantidad mayor fluyendo desde el agujerito. Yo había leído sobre eso en alguna parte, al parecer había mujeres que eran capaces de expulsar un líquido muy similar al semen y del mismo color, pero sin espermatozoides. Nunca creí que lo vería en vivo alguna vez. El espeso fluido blanco chorreó de forma continua hacia afuera durante unos segundos formando un hilo que cayó sobre la colchoneta negra Esto era demasiado para mi frágil y excitada mente, me incliné hacia adelante aferrándome al respaldo de la silla que había dejado mi madre y me dediqué a disfrutar de la cogida que me estaba regalando mi tío. Podía sentir la cabeza de su verga rozando las paredes internas de mi cavidad vaginal mientras grandes cantidades de flujo manaban hacia afuera.

De pronto la verga en mi concha se salió, pensé que había sido un accidente pero enseguida la sentí contra mi culo. No sabía qué hacer. Comprendí que mi tío sólo se la había lubricado, él quería entrar por detrás. Recordé que si estaba tensa me dolería más, intenté relajarme, de todas formas, si me dolía, podría detener todo. Me inclinó más hacia adelante y comencé a masturbarme. El glande comenzó a frotarse contra mi entrada posterior. Cuando ya estaba totalmente dispuesta y entregada él se apartó y escuché que regresaba a su silla, no entendía nada. En ese momento vi que mi hermano le estaba sacando la verga del culo a mi madre, ella se quedó tendida en la misma posición con su ano colorado y abierto. De su vagina seguía saliendo esa especie de cremita blanca, a los pocos segundos su culo expulsó un poco de semen bien cargado que fluyó hasta su concha seguido por otra cantidad igual. ¿De dónde sacaba tanta leche mi hermano? Tal vez hacía mucho que no descargaba. Regresé a mi asiento antes de que alguien notara lo que había pasado con mi tío, aunque el ceño fruncido de Mayra hizo que me sintiera culpable. Tenía toda la sensación de que le estábamos produciendo un daño psicológico irreparable a la pequeña.

Mi madre se puso de pie con dificultad y nos sonrió tímidamente, era raro que ella actuara así, normalmente era muy segura de sí misma. Se fue caminando casi como un pato hasta el baño más cercano, pobre, debía dolerle mucho el culo después de semejante empernada. Pensé que todo el juego se había ido al carajo, que ya a nadie le importaría seguir con las cartas pero vi que mi padre ya las estaba repartiendo otra vez. ¿De verdad pensaban seguir jugando? La única explicación que encontraba es que las cartas servían de excusa para realizar morbosas actuaciones y hasta yo misma estaba interesada en participar en algunas y creo que mi hermano también, a pesar de que su pija había quedado muerta. Mi tío hablaba de lo bueno que estaba el vino, la charla en la mesa era totalmente ajena a lo ocurrido. La negación era el tema más recurrente para la conversación.

Esta jornada había pasado de inocentes juegos sexuales a sexo duro y explícito. De haber sabido que llegaríamos tan lejos me hubiera negado desde el principio, pero ahora era muy tarde, ya estaba adentro y no podía salir. Mi madre regresó, se la veía un poco más fresca, al parecer se había dado una ducha rápida ya que llevaba el pelo completamente mojado y traía consigo una toalla blanca con la que aún se secaba el cuerpo.

El juego debía continuar.