Streptease

No me gusta ser solo el espectador.... si puedo me gusta participar. ¿y con ese bombón quien no se animaría?

Estaba en un bar, una noche de viernes cualquiera. Un local de ambiente donde un poco mas adelante, mas avanzada la noche se había programado un streep tease masculino.

Un par de copas mas tarde se atenuaron las luces del local y de detrás de una cortina, al fondo, salió un joven.

Era un chico guapo, atlético y moreno, en sus rasgos se adivinaban trazas de algo mestizo o sudamericano. Cuando se quitó la camiseta al ritmo de la música nos dejó ver a todos los hambrientos machos que allí estábamos su musculoso pecho.

Tomó un frasco de aceite de masaje que le alcanzó un camarero y comenzó a acariciar sus pectorales con el líquido ambarino.

Luego empezó a repartir el pringue en las manos de los que estábamos en las primeras filas y unos cuantos pudimos masajear sus poderosos músculos cada vez que se acercaba.

Alguno intentaba bajar sus manos por el vientre plano hasta los ajustados pantalones de lycra que todavía tenía puestos. Poco le iban a durar. Trataban de acariciar lo que se adivinaba, su poderoso rabo, por encima de la fina tela. Volvió al escenario el tiempo justo para quitarse el resto de la ropa al ritmo de la música.

El delgado pantalón solo tapaba un tanga mínimo. El pequeño triangulo de tela apenas podía contener la que aparentaba ser un bonito rabo. Seguía bailando sensual, lascivo cruzando de lado a lado el estrado. No se molestó en bajarse la pequeña prenda.

De un tirón se quedó con ella en la mano colgando de uno de los finos cordones.

Comenzó a acariciarse los genitales que ya empezaban a delatar su excitación junto a la nuestra. Las nalgas prietas y duras, brillantes por el aceite, que yo me moría por morder, y abrir para poder lamer comer su ano.

Su polla se iba poniendo dura, en cuestión de segundos apuntaba al techo y la mira lo hubiera hecho de no seguir encerrada en mis vaqueros.

Volvió a bajar de la tarima y se acercó a nosotros, su ferviente público. Los mas atrevidos le cogían la polla y se la acariciaban con las manos, le cogían los huevos o le tocaban el ansiado culo, alguno de pie junto a las columnas del local intentaba besarlo.

Comenzó su recorrido por la esquina mas lejana a mí y podía ver como a cada hombre del publico su pene iba aún más consistencia y dureza al mismo ritmo que el mío que ya me apretaba mucho en mis vaqueros.

Poco a poco la excitación que sentía en mi cabeza bajaba a mis genitales al mismo ritmo con el que él se iba acercando a mí.

Todavía teníamos la botella de aceite de masaje circulando entre nosotros. Pero cuando llegó a mi altura volví a acariciar su pecho con suavidad, pellizcando uno de sus pezones, pasando a su cintura, con mi mano en la espalda lo retuve unos segundos. Me agaché deprisa, le cogí el rabo con la mano y me metí el glande en la boca para darle un par de rápidas lamidas.

Todos los que estaban a mi alrededor se escandalizaron visiblemente ante esa actitud, aunque ellos estaban deseando hacer lo que hacía yo con ese apetecible macho. ¡Atajo de hipócritas!. Apenas sintió mi lengua, miró hacia abajo e intentó apartarse pero todavía conseguí deslizar la lengua un segundo por los testículos depilados.

Se separó de mí, continuando su ronda entre los demás clientes, algunos lo acariciaron de nuevo pero desde luego nadie se atrevió ya a tanto como yo.

Su polla se erguía desafiante y su culo redondo y firme cuando se dio la vuelta para marchar evocaba visiones de colinas por explorar.

Seguí tomando mi copa junto a la barra, como si nada, escuchando ausente los comentarios que me felicitaban por mi atrevimiento con el chico, sabiendo que ellos querían haber hecho lo que hice yo.

Otros los que por exactamente las mismas razones me reprochaban y miraban mal.

Al cabo de un rato el chico ya vestido, de paisano y no para un nuevo show, salió del camerino por llamar así al pequeño cuartucho donde se cambiaban y vino directamente hacia mí. Supongo que mi acción había llamado su atención.

-¡hola! Me llamo Mario. Me dijo.

-Y yo Juan. Le contesté.

-quiero conocerte mejor.

Respondió y le invité a mi casa.

-podemos ir a tomar una copa a otro sitio o puedes venirte a mi casa.

Nada mas dejar el local donde sentí las envidiosas miradas de todo el mundo clavándose en nuestros culos, deseando que me lo rompieran o quizá para mi acompañante se los follara a ellos.

Lo abracé en plena calle en la madrugada, cogiendo su cintura entre mis manos y acercando mis labios a los frescos suyos lo besé en la boca. Ante una panda de envidiosos que había sentados en un banco a la puerta del local. Por primera vez metí la mano por dentro de sus vaqueros tocando su firme culo, su piel por debajo del slip que se había puesto y sentí su ardiente lengua explorando la mía.

Hicimos el camino cogidos de la cintura, de vez en cuando agarrando las nalgas del otro o con suaves besos en los labios.

Cuando llegamos a mi casa volví a abrazarlo sin haber cerrado la puerta y me dejé arrancar la camisa de la que saltaron todos los botones.

Besó mi cuello, lamió mi pecho, mordió mis pezones, chupó mis axilas y arrodillado a mis pies abrió mis pantalones de los que saltó de inmediato mi rabo duro pues desde luego no llevaba ropa interior.

Lo cogió con suavidad y haciendo lo mismo que había hecho yo con el suyo ante tanto publico se lo metió en la boca con lentitud apretando mi glande contra su paladar y sujetando y acariciando mis huevos con una mano.

Yo suspiraba y gemía y me agitaba por sus caricias apoyado en la pared. Tiré de él para no correrme tan pronto en su boca ya mismo y volvía a besarlo con pasión a enredar nuestras lenguas dentro y fuera de las bocas, mientras le sacaba su camiseta y vaqueros. El solo se había puesto un pequeño slip debajo, no el reducido tanga del espectáculo aunque a mi me habría dado morbo volver a ver una prenda similar. Y volví a agarrar su polla en mi mano sacándola por encima de la goma esta vez sin nadie que me criticada por ello.

El nabo que me había fascinado en el pub lo tenía al fin solo para mí. Lo masturbé suave y sujetándolo de allí lo conduje hasta mi dormitorio.

Nuestras ropas olvidadas en el suelo del pasillo del salón y del resto del camino, su slip en la entrada de mi habitación. Como venía detrás de mí me empujó boca abajo sobre la cama y se echo sobre mí sujetándome con su peso a la cama. Me besaba en la nuca, el cuello y lamía mi oreja mientras yo sentía entre mis muslos la polla que tanto deseaba.

Apenas nos habíamos cruzado palabra, unas pocas frases, nos entendíamos solo con la mirada. Ni siquiera sabía su nombre y esperaba con ansia su lengua bajando por mi espalda hasta el culo. Cumplió mis expectativas. Cuando clavó allí la sin hueso mi rugido se tuvo que oír hasta en la casa de los vecinos.

Separaba mis nalgas con sus fuertes manos y la pasaba por toda la raja del perineo a mi espalda o buscaba mi ano abriéndolo un poco con la punta. Dejaba caer su saliva ardiente en mi piel y notaba esa humedad como lubricación. Sin dejar de pasar lengua y labios por mi piel uno de sus dedos empezó a penetrarme con suavidad.

Yo levantaba el culo de la sabana buscando sus caricias con lo que mi polla y huevos quedaban colgando y al alcance de su otra mano.

Ronroneaba como un gato mientras recibía sus caricias. Estiré la mano en busca de las partes de su anatomía que deseaba. Lógicamente no se apartó y dejó que agarrara su dura polla sin dejar de comerme a mí.

Ya no podía esperar más.

-¡Follame! ¿A que esperas?.

-a que estés bien caliente.

-ya no puedo estarlo más.

Mi ano estaba bien lubricado con su saliva, yo me mojé la mano con la mía y la extendí por su glande y tronco. No me iba a poner a buscar el lubricante a esas alturas.

Separé un poco mas las rodillas, lo justo para que se colocara entre ellas.

Y pronto noté el capullo en mi ano, suave pero firme fue entrando en mí. Sin prisa pero sin pausa notaba como se abría paso en mi carne. Como todas mis terminaciones nerviosas ardían llevando el placer directamente por la columna que él acariciaba con una mano a mi cerebro. A la parte mas animal de mi personalidad, solo placer.

Con la cabeza apoyada en mi almohada podía llevar una mano entre mis muslos para coger mi polla, mis huevos o los suyos.

Cuando empezó a moverse ahogate y atrás ese placer aun llegaba mas dentro, en oleadas intensas profundas inundándome.

-¡Sigue!

-¡Sigue!

-¡Sigue!

Era lo único que mi obnubilada mente podía decir. Y siguió hasta correrse dentro de mí. Hasta llenarme en culo de semen. Con sus dos manos agarrando mis nalgas cuando su polla se salió sola floja ya se inclinó y siguió dándome lengua recogiendo su lefa de mi abierto ano. Yo seguía notando ese placer salvaje en lo mas profundo de mi mente.

Con el nabo como una piedra y sin correrme me derrumbé en el colchón y él volvió a buscar mi boca mi lengua con ese sabor en la suya. Chupé esa lengua que me ofrecía girando la cabeza y aún notando su firme peso sobre mi espalda.

Se apartó lo justo para dejarme poner boca arriba con mi rabo apuntando al techo. Y cogiéndolo con suavidad con su mano mirándome con una pícara sonrisa me preguntó.

-¿Donde quieres correrte?.

-¿Quieres cabalgarme?

-¡por supuesto!

Me apetecía ensalivar su ano pero él tenía mas prisa que eso y se limitó a dejar caer saliva en mi glande y ponerse en cuclillas sobre mi cadera. Bajando despacio su firme culito sujetando mi polla con su mano guiándola hacia su agujerito. Habíamos intercambiado los papeles. Ahora yo sentía ese placer en mi pene que se abría paso en su carne.

Apoyando sus manos en mi pecho yo podía ver sus duros pectorales moviéndose casi como los de un culturista en una exhibición. Y le pellizcaba sus pezones oscuros y duros.

Mirándonos a los ojos con expresión de vicio en nuestros rostros nos dejábamos llevar por el placer. Desde luego que no duré mucho pero fue bastante para él. Solo pude dejarme llevar y como antes él y llenarle el culo con mi semen. Podía habérmelo dado a lamer de su ano pero solo se derrumbó sobre mi pecho sin sacar mi polla de su culo buscando mi boca con sus labios.

Ya más relajados intercambiando saliva con tranquilidad, una vez pasada la urgencia del deseo pudimos conocernos y hablar. No me molestaba su peso sobre mi cuerpo.

Me gustaba esa intimidad que nos estábamos labrando.

Recorría su espalda con mis manos en suaves caricias sobre su piel mientras me contaba cómo se había hecho streepper. En realidad ni siquiera era una triste historia. Simplemente era consciente de su atractivo de su modelado cuerpo y ya muy joven, con diez y ocho, descubrió que podía ganar dinero con ello. No necesitaba acostarse con nadie bastaba con exhibir su cuerpo perfecto y su dura polla. No lo necesitaba pero si tenía ganas solo tenía que señalar con el dedo a la persona con la que quería follar.

En esa calurosa noche me tocó a mí disfrutar de su cuerpo y su piel.

Creo que nos dormimos, cuando desperté el sol entraba por las rendijas de la persiana, su cabeza descansaba en mi hombro, el suyo en mi axila y uno de sus muslos sobre mis piernas, la rodilla doblada.

Acariciaba su cabello negro, sus rizos en la frente sudada con ternura, aquel chico despertaba todo mi cariño.