Strep mus

Una amistosa partida de mis entre vecinos puede llegar a algo más. Una buena orgia de puede montar por una inocente partida de cartas.

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Yo me consideraba heterosexual o eso creía yo. Bueno... quién no se ha masturbado alguna vez con un video de chicos guapos comiéndose las pollas o follándose los duros culitos.

Y en mi época de putero, si también tuve una buena temporada de esas, si que me metí en la boca el rabo de alguna transexual sexi. De más de una de hecho. ¿Esas son chicas? ¿verdad?. Tienen tetas. No se puede considerar que eso sea de gays. Me decía a mi mismo, puede que para justificarme o tranquilizarme.

Pero eso fueron pecadillos de juventud. O eso creía yo. Pensaba que esas locuras habían pasado. Si para entonces me daba miedo hasta un examen de próstata.

Con casi cincuenta años, algo de pancita, no gordo, mas bien peludo bueno excepto en la cabeza donde empezaba a ralear, no me machacaba en el gimnasio precisamente. Aunque intentaba mantener la barriga a raya con la bici.

Me consideraba un tipo normal, del montón, un osete. No pensaba que a esas alturas fuera a levantar pasiones. Estaba asentado, incluso el deseo sexual había bajado, no tenía tantas ganas de follar, ni siquiera de hacerme pajas.

Pero sorpresas te da la vida. El divorcio, el cambio de domicilio, todo conspiró para alterar lo que yo creía era una vida cómoda. De un día para otro todo se me volvió patas arriba.

Cansado de la ciudad y pensando en no encontrarme a mi ex a la vuelta de cada esquina, me fui a vivir a un adosado en un pueblo cercano. Era una opción que podía permitirme. Al fin y al cabo no salía por mi barrio y siempre usaba el coche para todo.

En la misma línea de casas había algunas opciones interesantes, por lo menos visualmente, chicas jóvenes que vivían con sus padres y alguna milf que según avanzaba el buen tiempo se iban librando de lo más pesado de sus ropas. Pero no terminaba de animarme a ligar en mi nuevo barrio, puede que por que no me tuvieran por el salido de la zona.

En el chalet de enfrente vivían dos tipos parecidos a mí. Mediana edad, de físico normal, no es que me hubiera fijado mucho en ellos. Aparte de cruzarnos a la salida de los garajes cuando íbamos a trabajar no es que los viera mucho.

El que vivieran solos, sin mujeres me hizo suponer que eran divorciados como yo, que compartían gastos por no poder pagar una casa solos. Eran simplemente parte del paisaje. Seguro que mi ex se hubiera percatado de algunos detalles que para mí pasaban desapercibidos.

Las lluvias de primavera habían vuelto salvajes las pocas plantas que tenía en la parte de delante de la casa. Con harto dolor de mi corazón un caluroso sábado de principios de verano me propuse remediar esa situación. Unos días antes me había acercado a un almacén de bricolaje y me había pertrechado de los útiles necesarios para tan ingrata faena.

Así que con una azuela y unas tijeras de podar, vestido apenas con unas reducidas bermudas y unas viejas playeras me dispuse a sudar la gorda gorda e impedir al menos que el follaje me impidiera las vistas o la entrada de luz, desde las ventanas de la primera planta, no ya desde el dormitorio sito en la segunda.

Y no es que el espectáculo que se divisaba desde mis ventanas fuera algo especial. Mis vecinos hasta entonces siempre habían cuidado de su privacidad y mantenían sus cortinas bien cerradas cuando estaban en casa.

Cosa que yo no hacía, estaba seguro de que si querían verme, solo con asomarse un poco habrían podido disfrutar del pobre espectáculo de verme en gayumbos o cambiándome de ropa totalmente desnudo.

Había removido un poco la tierra y la había puesto algo de abono a mis plantas resguardado por las hojas del único árbol que tenía de lo peor del sol pero ya no podía retrasarlo más y cogí la podadera. Fuera de la sombra comencé de inmediato a sudar.

Un momento después uno de los vecinos de enfrente volvía de la tienda con algo de compra en una mochila. Me saludó simpático como siempre que nos habíamos cruzado.

  • Cuando termines te pasas y nos tomamos unas cervezas. Parece que te hacen falta. Se te ve bastante sudado.

  • Genial, en un rato voy.

  • Estaremos en la parte de atrás, da la vuelta.

Al cabo de un rato ya tenía un montón de maleza para la estufa de leña y pellets que había hecho instalar para no gastar tanta calefacción. Y el árbol estaba lo suficientemente recortado como para no tapar las ventanas el resto del año.

Me puse una camiseta, cogí las llaves y fui hasta la entrada posterior de su jardín que daba a un callejón. Detrás de la casa ellos tenían un cuidado trozo de césped con una sombrilla, una mesa y unas sillas. En esa parte de mi chalet yo solo tenía una terraza pavimentada.

Me abrió el otro vecino, Iván, con una amplia sonrisa y enseguida me alcanzó botellín.

  • Ya me ha dicho Mario que te había invitado. Ponte cómodo. Apenas hemos hablado nunca y ya llevamos unos meses de vecinos.

  • Es verdad, aparte de saludarnos no hemos hablado nada.

Entonces salió Mario de la casa con unos aperitivos y llevando solo las bermudas. Se había quitado la camiseta, lo que no me importaba. Estaban en su casa y podían ir como quisieran. Yo por la mía solía estar en gayumbos con ese calor.

Estuvimos comentando sobre nuestras vidas trabajos y experiencias durante un rato. Les conté sobre mi divorcio y me dijeron que Iván también era divorciado. Mario nunca se había casado.

Mario estiró la mano para alcanzar unas avellanas y rozó adrede un pezón de su amigo. Lo acarició durante un rato y recibió una sonrisa a cambio. Yo me quedé estupefacto durante unos segundos.

  • ¿No te habías dado cuenta?. Compartimos la cama además de la casa. ¿Te importa?

  • Joder ¡No! Solo me pillasteis de sorpresa. Es vedad que para detectar esas cosas soy bastante negado pero no me escandalizo. Y si os va bien yo no tengo por qué meterme.

Antes de marcharme se dieron algún beso suave en la boca y algunas caricias delante de mí sin cortarse demasiado. Pero tampoco nada demasiado fuerte supongo que para no escandalizarme.

Desde que me había mudado a esa casa no había mojado el churro. No había tenido ocasión de quedar con nadie. Tampoco es que me quedaran demasiadas amigas de antes del matrimonio. Le había perdido la pista a todas. Y ni pensar en irme de putas, habría terminado de arruinarme. Así que me mataba a pajas.

La poca acción que había visto entre ellos me había despertado la líbido y me había hecho recordar alguna de mis experiencias. Los días siguientes los pasé bastante excitado. Animado además por que los vecinos dejaron de cerrar tanto las cortinas.

Supuse que la invitación había sido en parte para tantear mi actitud sobre su orientación y ver si podían tener menos cuidado con su intimidad. En varias ocasiones pude verlos desnudos del todo, o casi.

E incluso desde el piso superior tenía una vista bastante buena de su cama King size en su dormitorio. Así que un par de veces pude ver como follaban y además vi que ambos eran versátiles. Follaban y ponían el culito. Y no es que me dedicara a espiarles adrede.

Un par de semanas más tardevolví a coincidir con uno de ellos. Esta vez volviendo de la tienda. Juntos por el camino estuvimos charlando. Desde luego que no comenté nada sobre su nueva vena exhibicionista. Fue una conversación del todo casual hasta que me dijo:

  • El sábado vendrá un amigo a pasar la tarde. Te podías venir y echamos un mus o algo así. Si no tienes nada más que hacer claro.

Me imaginaba que de sobra sabía él que no tenía nada que hacer. Que si no iba con ellos me pasaría la tarde aburrido ante la televisión o haciéndome pajas con Internet.

  • Por mi bien. Yo llevo las cervezas.

La verdad es que estaba algo nervioso ante lo que podía pasar esa tarde. Aunque lo lógico es que fuera una simple partida entre amigos. Aún si dos de ellos eran pareja.

Después de comer volví a entrar por la parte de atrás como me habían advertido. Estaban en la mesa del de jardín con los cafés. Se levantaron para presentarme a su amigo. Algo más joven que nosotros tres y que parecía en buena forma con la ajustada camiseta que llevaba. Por lo demás todos íbamos con bermudas y camisetas.

  • Este es Carlos un buen amigo.

No sé si lo de "buen amigo" iba con segundas.

  • Jorge es nuestro vecino. Nos llevamos bástate bien.

Y juro que tampoco supe si eso de llevarnos bien también iba con cierto retintín. O lo decía por que me habían pillado alguna vez mirando.

En vez de cerveza había llevado una botella de pacharán para acompañar la tarde. Me pusieron un café. Descalzo sobre el fino césped bien cuidado y bajo su sombrilla, con mi copa en mano y buena compañía me sentía muy a gusto.

Como la vez anterior con la pareja, Carlos y yo estuvimos comentando un rato sobre nuestras vidas de forma bastante inocua. Otro divorciado, debía ser una epidemia.

  • Bueno, ¿que os parece lo del mus?.

  • Por mi bien, será una buena forma de pasar la tarde.

Dijo Carlos, y los demás también estuvimos conformes.

  • Pero habrá que apostar algo.

  • Entre amigos no nos vamos a jugar dinero. ¿No?.

  • Entonces ¿qué?.

  • Prendas.

  • ¿En serio?. ¿Como si fuéramos críos?.

  • Venga seguro que podemos hacerlo interesante. La pareja que pierde cada vaca paga prenda.

  • En una idea, pero háganoslo más interesante. No solo prendas de ropa, también pruebas así si una pareja se queda en bolas muy pronto puede seguir la partida.

Yo era el mas indeciso en ese intercambio de ideas. Llegué a pensar si no sería una encerrona, pero en cierto momento llegó a darme igual. Lo peor que podía pasarme sería quedarme desnudo ante otros tíos y al menos uno de ellos estaría en pelota picada como yo. Así que al final dije:

  • Vale, puede ser divertido, aunque nunca he hecho nada así.

Todos sonrieron y echamos a suertes las parejas. Me tocó con Iván y eso que pensaba que buscaría ir de pareja con su ídem. Sacaron las cartas y los amarracos y nos pusimos a jugar como si montáramos una inocente partida todas las tardes.

Gracias o un órdago a pares ganado con unos duples bajos que me indicó tirándome un besito al aire, que más bien parecía dirigido a mí humilde persona, mi compañero y yo nos hicimos con las camisetas de Mario y Carlos.

Daba igual, en el siguiente juego ya estabamos iguales. Todos con el torso al aire.

La siguiente fue bástate reñida pues ya nos jugábamos las bermudas y quedarnos en calzoncillos. O tener que hacer una prueba impuesta por la pareja ganadora.

Las señas, la verdad eran algo bastante sensual. Las treinta y una con guiños bastante pícaros o cuando con dos reyes o dos ases nos mordisqueábamos el labio o sacábamos la lengua.

El culpable de perder los pantalones en realidad fui yo. Caí en una trampa y fui envidando todos nuestros amarracos hasta perder una grande ante tres reyes y un caballo de mi oponente.

La cosa se ponía interesante. Descubrí que mi compañero llevaba una especie de bóxer de cintura baja, muy reducido y ajustado cuando se sacó las bermudas meneando la cadera de forma bastante sensual. Marcaba una polla de respetables dimensiones aunque no estaba dura.

Yo en cambio entre risas y bromas de nuestros contrincantes dejé caer mis pantalones cortos al suelo con bastante vergüenza. Debajo llevaba un slip con una goma ancha en la cintura solo con tela por delante y detrás y los costados sin nada. Pareció gustar bastante la prenda.

Creo que librarme de esa ropa me relajó bastante. Y me permitió disfrutar el resto de la tarde sin complejos. Fue una especie de liberación. Aún así peleamos cada amarraco hasta conseguir que nuestros rivales perdieran sus bermudas.

Sus slips tampoco tenían mucha tela. No es que fueran tangas pero tenían la mitad de las nalgas desnudas. Lo pudimos comprobar cuando se giraron para que pudiéramos verlos por todos los ángulos. En realidad me gustó ver como todos estábamos casi desnudos sin nervios ni corte alguno.

Aún así lógicamente ninguno quería ser el primero en enseñar la polla. Así que la siguiente vaca fue bastante reñida. Pero esta vez nos favoreció la suerte y ganamos con un órdago a chica que echó mi compañero. Parece que se descuidaron lo justo para colársela así con tres ases.

La cosa se ponía interesante. Iván levantó una mano y dijo:

  • ¿No sería un buen momento para una prueba en vez de pagar prenda?.

  • ¿Se te ocurre algo que puedan hacer?

  • Puede que sí, pero tienes que tener en cuenta que a la siguiente que perdamos nos mandarán algo parecido.

  • Veamos, siempre podemos volver a la prenda y que se desnudez del todo.

  • Quiero que os beseis. Pero de verdad, con lengua y durante un tiempo marcado.

Me miraba a los ojos a ver como me lo tomaba y si me disgustaba lo que estaba diciendo. No era así, me empezaba a dar morbo.

  • Pero Mario es tu novio. ¿No te importa que se besé con otro tío?

  • Somos bastante liberales, eso no nos preocupa mientras sea delante del otro. No a escondias.

  • Pues entonces, adelante.

Asentí, esperando a ver como reaccionaban ellos. No hubo protestas por su parte. Se pusieron de pie y se encontraron detrás de mí. Así que tuve que girarme en la silla para poder ver el excitante espectáculo. Siendo sincero me comía la curiosidad.

Se acercaron despacio, de frente poniendo las manos sobre la cadera del otro. Si estiraba un poco el brazo podía tocarlos. Mario acercó la cara y puso la lengua con suavidad por la labios de Carlos. Éste en vez de separarlos para que entrara en su boca sacó la suya y se puso a jugar con la sin hueso de su compañero.

Pronto abrieron las bocas y empezaron a pasar saliva de una a otra. Jugando con las lenguas e incluso empezando a acariciar el cuerpo del otro con suavidad. Nunca había visto algo tan lascivo entre dos tíos.

En vivo nunca había visto algo así. En realidad lo único que se le parecía serían vídeos de lesbianas japonesas jóvenes en Internet. Me excité, como no me iba a pasar con algo como eso delante.

Claro que no fui el único, cuando Iván dijo:

  • ¡Tiempo!

A mi me habían parecido que solo habían paso unos segundos. Pero ellos se separaron marcando en sus slips la dureza de sus miembros.

Pero igual que no habían protestado cuando se planteó la prueba volvieron a sus sillas sin chistar. Yo no era el único que estaba respirando fuerte e intenté calmarme dándole un trago largo a mi vaso de pacharán. No sé si eso fue una buena idea en ese momento.

  • ¡Bueno! ¿Seguimos la partida?. Creo que a todos nos apetece.

Dijo Carlos con cierto cachondeo. Volvimos a repartir. Aunque durante el juego mi rabo se había calmado hasta cierto punto, cuando perdimos y tuvimos que quitarlos los gayumbos mi polla morcillona colgaba entre los muslos.

Así fue, ellos no pidieron prueba, creo que los tres querían verme desnudo del todo. y como ya he dicho no es que el espectáculo fuera algo sensacional.

  • ¿Puedo?.

Dijo Carlos. Y sin respetar mi respuesta estiró la mano y me acarició el escroto. Un escalofrio de placer recorrió mi columna hasta llegar al cerebro.

  • ¡Oye! ¡que eso no es una prueba!

Pero yo me sentía tan a gusto que me dejé sin poner objeciones. Volví a sentarme para seguir con la partida aunque eso ya no era más que una excusa para seguir con la otros juegos. Por cierto pude ver el nabo y los huevos de de Iván sin un solo pelo y de un tamaño respetable antes de que me lo tapara la mesa de nuevo.

Para entonces ya daba igual quien perdía por que sabía que lo iba a pasar bien de todas formas. Así que todos habíamos perdido algo de concentración además de mirar los cuerpos de los demás sin disimulo. Yo parecía el más observado por ser el más nuevo.

Volvimos a perder aunque no hicimos más que pedir mus y creo que me deshice por descuido de algún rey. Como ya estabamos desnudos del todo nos tocaba prueba.

  • Queremos veros bailar.

  • Eso no parece muy difícil.

  • No como estas pensando, separados. Sino un agarrado caliente.

  • Bueno a estas alturas ya no creo que me importe.

Dije sonriendo. Iván me tendió la mano. Me levanté dispuesto a soportar aquello que se me venía encima. Mario busco en su móvil y puso una romántica canción lenta.

  • Tenéis que bailar, mientras dure.

Iván más decidido que yo se acercó hasta pegarse a mi cuerpo. Junto a la mesa sin manos rodearon mi cintura y tiró de mi. Pecho con pecho, vientre con vientre y nuestras pollas rozándose cada vez más duras.

Me estaba dejando llevar, así que puse uno de mis brazos por encima de su hombro. Era cierto, me estaba excitando mucho. Apoyé la cabeza muy cerca de su cuello y la otra mano, para que cortarme, en su espalda casi en su culo.

Él se contuvo todavía menos y unos segundos después me estaba amasando las nalgas mientras la música salía del móvil. Nos movíamos despacio, suave, frotándonos piel con piel.

Poco antes de terminar la canción sentí sus labios en mi piel. La primera boca de un hombre que me besaba así. Lamiendo mi cuello y humedeciendo mi hombro. No me decidí todavía a responder a estos besos y me limité a disfrutar del roce de su cuerpo y de sus manos.

Cuando la música terminó y nos separamos los nabos de los dos apuntaban al techo, duros como rocas.

  • Ya podemos pasar del juego. ¿No?.

Todos dimos nuestra conformidad. Mario el otro miembro de la pareja quería probarme. Tiró de mí hasta que me senté en sus muslos a caballito, mirándole de frente. Ya no podía seguir negándome.

Como dicen los borg, la resistencia es fútil. Nuestros rostros se fueron aproximando hasta que su lengua busco la mía. Nos las chupábamos el uno al otro e iniciamos un intercambio de saliva con sabor al pacharán que estábamos bebiendo.

Justo a nuestro lado Iván le había sacado el diminuto slip a Carlos y se había arrodillado entre sus muslos para empezar a hacerle una mamada de campeonato. Cuando hacía un descanso para respirar yo volvía la cabeza para ver cómo le chupaba los huevos o lamía todo el tronco.

Mario era el único que conservaba el calzoncillo pero su mástil había escapado por la cinturilla de la prenda. El glande me rozaba los testículos. Y me estaba gustando. No voy a presumir de rabo largo pero en esa posición mi glande le llegaba al esternón.

Solo con agachar la cabeza un poco se lo metió en la boca. Hacía mucho que no me hacían una buena mamada. Solo tenía que levantarme para sentir su lengua en mi polla y huevos.

Tengo que admitirlo fue la mejor mamada que me habían hecho nunca. Hasta ese momento, después ha habido muchas más. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no correrme enseguida. Pero claro quería más.

Sentía su lengua en los testículos, el glande, todo el tronco y el pubis. Llenando de saliva mi piel. Nuestro lado los otos dos seguían en maniobras parecidas. Tan cerca que cuando Carlos se puso de pie me besó en la boca. Me cogió de la cintura y empezó a darme lengua. Arrodillados a nuestros pies la parejita nos comía las pollas.

Yo también estiré la mano y agarré el duro culo que tenía a mi lado y empecé a amasarlo. Deslizando un dedo por la raja buscando el ano. Carlos en cambio me pellizcaba y acariciaba los pezones.

Pero también unos dedos buscaban mi culo. De una mano que había pasado entre mis muslos, la de Mario. Los levantamos antes de corrernos y que se terminara la diversión antes de tiempo. Volvimos a besarnos y esta vez probé la boca de Iván.

Pero ahora estábamos tan juntos que notaba manos por todas partes. Y la lengua que tenía dentro de mi boca no era la misma que segundos antes. A veces dos lenguas a la vez.

Mario nos cogió de las manos y nos arrastró hasta su dormitorio. La cama era enorme pero eso ya lo sabía pues la podía ver desde mi piso de arriba después de podar el árbol.

Terminé boca arriba en medio del lecho. Un momento después tenía una boca otra vez dándole un repaso a mi nabo. Pero no debía de vital de los dos miembros de la pareja era por que Carlos estaba sobre mi cara. El culo bien abierto sobre mi boca y los huevos tapándome los ojos.

Si que me dediqué a chupárselo todo. Lamer el ano los huevos y la polla cuando me la metía en la boca. Con mi rabo bien ensalivado y puede que con un lubricante que alguien había buscado en la mesita. Carlos se deslizó hacia abajo y se clavó mi mástil en el ano que yo acababa de abrir con mi lengua.

Su lugar sobre mi cara lo tomó Mario y yo seguí dando placer con mi lengua mientras mi polla era exprimida dentro del primer culo que me follaba en mi vida. Iván no andaba muy lejos, acariciándonos o lamiendo lo que podía.

Carlos empezó cabalgando despacio apretándome el nabo, pero pronto empezó a botar como un potro salvaje. Con ese tratamiento no duré mucho más, me corrí sin remedio jadeando y suspirando.

No me iban a dejar escapatoria. Iván levantó mis piernas sujetandome por los tobillos. Carlos empezó a pasar la lengua y a untar mi ano con el lubricante mientras Mario se lo ponía en su polla. Era evidente quién se iba a quedar con mi virginidad y ni siquiera se lo había jugado a la carta más alta.

Ya con la lengua y los dedos me estaba gustando, encantando. Mi culo se abría a su toque como si lo deseara antes de que yo mismo lo supiera. Mario se acercó y el glande empezó a abrirse camino dentro de mi cuerpo. A esas alturas solo sentía placer, notaba sus roces por toda mi piel.

Carlos e Iván se separaron un poco y podía ver como el último le comía el culo que rezumaba de mi semen, de mi corrida anterior. Con todo eso mi polla volvía a ponerse dura, algo que no solía pesarme pasarme tan pronto después de eyacularpartida

Carlos a cuatro patas recibiendo las atenciones de Iván en su culo se desplazó hasta meterse mi polla en la boca. No hacía falta ni que moviera la cabeza. Con las embestidas de Mario ya le entraba y salía de la boca.

Mario tenía pinta de no correrse pronto. Pero yo con todo lo que notaba le llené la boca de semen a Carlos. Parece que esa tarde era el quien lo recibía. Pero en vez de tragarlo lo compartió en un lascivo beso con Mario. Iván seguía a su grupa.

Para entonces buscando el culo de Carlos con su polla. Él pecho apoyado en su espalda y empezando a entrar en él. Los gemidos y suspiros de todos llenaban la habitación. Por lo menos en ese momento en que nadie tenía la boca muy ocupada.

Mario por fin se corrió en mi culo. Su polla blanda salió sola de mí ano y se derrumbó sobre el pecho buscando de nuevo mi boca para darnos lengua. Lo abracé mientras cambiábamos saliva.

Poco después Carlos e Iván se tumbaron a nuestro lado habiendo terminado con éxito su tarea. Riéndonos todos satisfechos.

  • Ha sido una partida interesante chicos.

  • Parece que te ha gustado, podemos repetir cuando quieras.

  • Vale, pero la próxima vez sin cartas.

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