Stella: Streptease

Desnudo integral.

En los camerinos del Star Night me preparó para salir a escena. Con un perfilador plateado cubro mis labios, alargo mis largas pestañas todavía un poco más, pinto mis parpados de blanco y con un hilillo de pintura llego hasta mis pómulos que también maquillo, peino de esa forma que yo sé mi melena rubia, jugando a ocultar como yo tan bien se hacer, tapando mi ojo izquierdo. En mi siguiente número utilizaba una chaqueta de cuero, camisa, unos pantalones, todo con velcro para quitarlo mejor y unas botas altas, por encima de la rodilla. Todo, absolutamente todo, blanco.

La tata María, que tanto me cuidaba, se aseguraba de que mi atuendo de Reina de Hielo estaba listo y perfectamente impoluto. A mí se me anunciaba como "La sensación venida del frío", "La salvaje vikinga", "El volcán nórdico" y bastantes otras cosas que me hacían reír por no llorar, llorar de risa, de esa que te da cuando te tomas tres copas.

-Ese secador es mío –le espeto a la tata Ingrid, una de mis compañeras en el Star Night.

-Aquí todo es de todas –dijo cortante la tata.

-No sé por que tú tienes ese papel, ni eres rubia natural ni vienes del norte y por no tener volcán no tienes ni monte de Venus –me soltó así como el que quiere la cosa mientras tranquilamente se encendía un cigarro. La tata se me quedo mirando y cuando apago el secador me volví a Ingrid.

-Mira, pedazo de mierda con piernas, yo tengo éste puesto y éste número por que mi número es el que llena la sala que ves ahí fuera, por que vienen a verme a mí y no a tus tetas caídas. ¿Lo entiendes? Lo que quieren es ver un buen espectáculo y eso, es lo que yo les doy, espectáculo, por que es lo que soy, quieren lo que no pueden tener entre sus brazos, y yo tengo pechos grandes y duros como dos ruedas y una polla más larga que el freno de mano, así que no malgastes tu tiempo en insultarme y si de verdad quieres ganarte la vida con este trabajo hazte un favor a ti misma y a los demás y levántate las tetas, opératelas.

La tata termino de peinarme y me acompaño al escenario, en treinta segundos empezaba mi número y después para casita o yo que sé, seguramente no, seguramente habrá que alternar un poco, pero eso es lo de menos. Estoy nerviosa, me sube un no sé que por el cuerpo que se apodera de mí. Todas las noches lo mismo, el corazón se me sale del cuerpo, puede ser emoción, puede ser miedo, puede ser frustración, un poco de todo, incluso asco y orgullo ¿Por qué no?

Mido más de un metro noventa, mis grandes manos y pies son fríos como el hielo que tomo picado, mis pechos están rellenos de artificialidad, en realidad nada de mi cuerpo es mío salvo los sentimientos y la polla que me cuelga entre las piernas. No me quejo ya que soy la Reina de Hielo en mi pequeño reino que es el Star Night, ahora subo a mi trono que es el escenario.

La canción de esa noche fue Relax take it easy de Mika.

Con los primeros acordes yo daba mis primeros pasos en el escenario, miraba a todo el mundo clavándoles mis ojos, lentamente me quitaba la chaqueta mientras estiraba todo mi cuerpo, libre de la chaqueta se podían vislumbrar todas mis formas, alrededor del escenario yo era una cazadora en busca de mis presas, una leona hambrienta, tiraba la enorme chaqueta al suelo justo en el momento del primer Relax y mi melena se adueñaba de todos, sólo para que instantes después mis caderas los arrodillaran y la visión de mi culo los fustigará, ya conocéis el dicho ¿no? Si Dios te dio maracas, muévelas.

Levantaba mis manos al cielo, acariciaba mis brazos, jugaba con mis dedos entrelazados, creaba formas en las que mi cara acababa adueñándose de ellas, todo para que en el primer minuto de canción yo me abalanzara sobre la barra, la hiciera mía, escalara sobre ella, la atacara, le demostrará quien era su señora, giraba entorno a ella, la hacía una extensión de mi cuerpo. Subía por ella y me dejaba resbalar para levantar las piernas y cogerme con ellas antes de tocar el suelo con las manos, abría mis piernas y caía lentamente acostada de espaldas al suelo, me daba la vuelta y a cuatro patas me arrastraba hasta el final del escenario, movía mi culo, mis pechos, mi cabeza de arriba abajo buscando siempre como una puta desesperada la mirada cómplice de un espectador.

Para cuando llegaba el segundo minuto de la canción yo ya estaba arrodillada al final del escenario sin dejar de mover mis caderas, sincronizada con un Relax me arrancaba la camisa blanca y dejaba mis pechos al descubierto, acariciaba entonces mis pezones, abrazaba con furia mis pechos mientras mi ombligo no dejaba de moverse. Abría mis brazos y movía mi cuello de forma circular, me retorcía hasta que mi cabeza tocaba el suelo, ocultaba mis pechos bajo mis manos y abría mis piernas al máximo, alzaba entonces mis caderas de forma extrema, las bajaba lentamente y haciendo fuerza con mis rodillas me levantaba. Acariciaba mis costillas, juntaba mis manos en mi entrepierna para unir con mis brazos mis pechos.

Segundos antes de llegar al tercer minuto me arrancaba los pantalones y dejaba al descubierto mi microscópico tanga, lo que tenía escondido tras él crecía por momentos de manera muy sutil, me acercaba de nuevo a la barra y la metía entre mi culo, me agachaba sin soltar la barra, sin dejar de restregármela, metía mi cabeza entre mis piernas y poco a poco subía mis brazos sobre mis piernas. De nuevo mi melena se apoderaba de la sala al hacer un movimiento salvaje con mi cabeza. Yo, en ese instante, ya no miraba a nadie, para mí estaba completamente sola. Andaba cruzando mis piernas como yo fuera unas enormes tijeras, cortando el espacio y el aire entre muslo y muslo, me dirigía al principio del escenario para coger carrerilla y lanzarme así sobre el final del escenario, sacaba de su prisión a mi miembro ya erecto y lo movía con una mano bamboleándolo mientras que con la otra mano llamaba al espectador más cercano, lo cual era del todo innecesario, por que en varias ocasiones hasta se había pagado por ese asiento, por ese honor, con mi miembro allí el espectador de turno lo tocaba, lo lamía durante algunos instantes, rápidamente yo me elevaba sobre mis altas botas, me quitaba el tanga como buenamente podía y se lo restregaba por la cara al espectador antes de darme la vuelta y marcharme por donde había venido.

Tres minutos y algo más, eso duraba mi espectáculo, eso duraba mi poder sobre ellos, mi reinado era corto pero intenso en mi pequeño mundo, no lo cambiaría por nada pero deseosa lo regalaría. Tres minutos y algo es mi vida cada día, me despierto para ese tiempo, vivo para esos tres minutos y algo. En tres minutos me olvido del tamaño de mis pies, de los dolores en todos los huesos de mi cuerpo, de que tengo a la pobre tata cosiendo día y noche por que no apenas tengo ropa aparte de la que utilizo para bailar, soy feliz, aunque esa sensación es falsa. No soy ni hombre ni mujer, un monstruo repudiado de día que se arrastra entre las sombras y que se eleva sobre todos para ser una diosa en tres minutos y algo más.