Stefa y yo 3

Tercera y Cuarta Parte

CAPITULO TRES

De la ducha salió radiante, se vistió con el uniforme del cole, una faldita con peto a cuadros y una blusa blanca de manga corta, no se puso sostén ni algo parecido como era su costumbre y ese día no se puso los short sobre su interior como lo solía hacer, escogió para ese día un pantaloncito blanco casi transparente, ajustado, estilo cachetero. Se puso frente al espejo y se alzó la falda para verse por última vez antes de salir del cuarto, dio media vuelta para verse la cola, pero lo que más le gusto fue ver como su rajita se dibujaba delicadamente en su calzoncito y eso le agrado porque esbozó una sonrisa ladina.

CAPITULO CUATRO

Toqué a la puerta de Stefa en la mañana como todos los días para desayunar e irnos a clases, debido a su demora en abrir y pensando que estaba enojada decidí no seguir tocando y esperar que ella sola salga y me alcance en el comedor para comer el desayuno que nos estaba preparando nuestra mamá, pero cuando iba a dar la vuelta para retirarme de su puerta, Stefa salió y me recibió con una gran sonrisa, holaa, me dijo como si no nos hubiéramos visto en varios días y me hubiera extrañado, hola, le conteste devolviéndole la sonrisa pero con algo de extrañeza por su actitud pues esperaba que estuviera enojada, indiferente o avergonzada por la gritería que había hecho masturbándose, pero nunca tan contenta como parecía.

Me cogió de la mano y de un jalón me metió a su cuarto y me dijo toda afanada, que la ayude a colocar las medias y zapatos mientras se alisaba el pelo, porque se había quedado dormida y se le había hecho tarde, pero yo sabía que no había sido por eso sino porque muy seguramente se había estado masturbando nuevamente.

Sin dejarme espacio para rechistar y como en varias otras oportunidades yo le había ayudado a lo mismo, no dije nada y complaciente me dispuse a ayudarle en su petición, igual pensar en que ella se había estado masturbando y que podía estar con ella en privado me agradaba mucho, por eso no puse resistencia para ayudarla.

Ella tomo un cepillo del tocador y se sentó en la orilla de la cama donde estaban las medias del cole, mientras se peinaba me afanó para que yo le pusiera las medias, me senté en el piso para iniciar como en otras ocasiones a colocarle las medias como a niña chiquita, ella instintivamente subió una de sus pies a mi rodilla, para que empezara con mi trabajo, pero a diferencia de otras veces abrió las piernas un poco más de lo acostumbrado, se recostó sobre la cama y se puso a tararear una canción.

No le puse mucha atención a lo sucedido, pero en cuanto cogí su pie para iniciar a colocarle la media, levanto su otro pie y lo puso al borde de la cama donde estaba sentada, debido a esta maniobra su faldita se subió más arriba de su pantaloncito, como tenía las piernas abiertas y yo estaba sentado en el piso pude oler el perfume a flores del jabón que siempre usaba al ducharse y admirar su entrepierna muy cerquita a menos de un metro, era un bultico apenas regordete divido en dos, casi se podía ver el color de la piel de su cuquita por lo transparente del interior, la rajita se dibujaba nítida en la tela, dejando ver esas curvas delicadas que el día anterior solo imaginaba mientras yo me masturbaba. A partir de ese momento me volví loco por mi sobrinita, porque ya no la veía como tal, ni como a una amiga que me gustaba mucho, sino como la mujer de mi vida.

Deje de ponerle la media y me dediqué a grabar en mi cabeza esa visión tan maravillosa que me ofrecía mi sobrinita, no sé por cuanto tiempo estuve admirando la cuquita tan linda de mi sobrina Stefa, cubierta solo por una tela transparente, yo solo atine a acariciar su pie y suavemente fui subiendo mis manos hasta más arriba de su rodilla, ella no me decía nada, ni hacia algún gesto de desaprobación al contrario seguía entonando la canción como si estuviera descansando en vacaciones muy despreocupada, eso me dio ánimo para seguir con mis caricias en su pierna, subí y bajé mis manos muy suavecito, tratando de sentir cada centímetro de su piel, poco a poco mis manos fueron subiendo por su pierna hasta tocar con la punta de los dedos el inicio de su pantaloncito y me quede ahí por un rato amasando la carne de su pierna, poco a poco extendí mis dedos hasta alcanzar su cosita, sentí como su piel se erizo, por un momento me detuve pero tome un nuevo impulso y seguí acariciando con la yema de los dedos la tela que cubría su rajita, su cuquita era suavecita, mucho más suavecita que una almohada de plumón, con la yema de mis dedos recorrí el largo de su rajita, ella en un momento no pudo disimular más y pego un brinquito pero no dijo nada, solo abrió un poco más las piernas como dándome permiso para que siguiera.

Puse la palma de mi mano y apreté, su cuquita cabía sobrada en mi mano, ella dejó de tararear y se quedó callada, sentí como un suspiro que se le escapó sin ella pueda evitarlo, entonces apreté nuevamente la palma de mi mano sobre su rajita, ella ya abandonada a mis caricias abrió sin pudor sus piernas y se dejó hacer, amasé muy lentamente y por un buen rato su cuquita, tratando de evitar que se me escape esa oportunidad que me ofrecía Stefa.

En mis pantalones apenas cabía mi pene de lo tieso que lo tenía, lo acomode muy rápidamente a un lado de mi interior  para que no molestara, solo quería seguir acariciando la cuquita de mi sobrinita.

Como ella estaba tan entregada a mi caricia, empecé a bordear el calzoncito para intentar sentir su piel con mis dedos, cuando estaba metiendo mi mano derecha por debajo del interior a la altura de una manga e iniciando  a tocar la piel de su cuquita el inoportuno llamado de nuestra mamá a desayunar me detuvo. Yo me asusté y paré inmediatamente la caricia, Stefa muy tranquila como si no hubiera pasado nada, siguió recostada y apoyada en sus codos solo levantó la cabeza fingiendo indiferencia, tenía aun las piernas abiertas y sin cambiar de posición, me miro a los ojos coqueta. Ahora si me pones las medias? Preguntó sonriente sin dejar de mirarme.

Nerviosamente baje mis manos y empecé a colocarle  la media al pie que tenía sobre la rodilla y cuando iba o coger el pie que estaba sobre la cama para ponerle la otra media, no pude evitar ver su cuquita nuevamente, ella me estaba mirando fijamente y parecía disfrutar mostrándose, parecía que se alegraba haciéndome sufrir. Te gusta?, me preguntó sonriente y picara. Qué? le devolví la pregunta, bajando la vista y disimulando como si no supiera de que estaba hablando. Dudo un rato y dijo: Ayudarme, contestó con tono burlón, o a que crees que me refiero, dijo casi riendo.

Me cogió de sorpresa su astucia y después de pensar un poco lo que le iba a decir, contesté, claro que me gusta ayudarte, cuando no te he ayudado? Le volví a preguntar. Por eso te quiero tío dijo y por fin bajo la pierna para que le ponga la otra media y el calzado.

Bajamos a las carreras a desayunar y como todas las mañanas comimos y salimos disparados al cole, yo adelante arrastrando a mi sobrinita cogida de mi mano para no llegar tarde.

En el trayecto no dijimos nada de lo sucedido el día anterior ni esa mañana, Stefa se sentó al lado de la ventana en bus escolar y actuaba normalmente como cualquier otro día, pero su actitud era diferente, me dominaba sin decir nada. Era como si fuera otra persona y mayor que yo.

Esa mañana no aprendí nada en clases, solo tenía en mi mente la cuquita tan hermosa de mi sobrinita y el recuerdo de sus gritos masturbándose.

En el descanso de clases, como siempre, fui hasta la puerta del salón de mi sobrina para esperarla y salir a tomar algo, ella estaba con nuevas amigas y sin siquiera acercarse a mí, solo de un grito, me dijo que no la espere, que ella salía más tarde con sus amigas.

Me fui de su salón como regañado, nunca había pasado eso antes, al contrario, Stefa siempre me esperaba con impaciencia o salía a mi encuentro para que salgamos al recreo, pero ahora me había rechazado y lo peor con sus supuestas amigas, que nunca le gustaron para compartir. Yo estaba enojado, frustrado o seria solo celoso?

Ese descanso no nos vimos, me fui a mi salón, más desconcertado que nunca, y ahora no solo pensaba en su cuquita, sino también en su actitud tan diferente.