Stefa y yo 1

Historia Verídica de como inicio en la infancia el amor entre tío y sobrina, es algo largo pero espero entretenido

CAPITULO UNO

Desde que recuerdo en mi infancia y hasta ahora, mi sobrina, Stefa, y yo siempre hemos sido muy unidos, compartíamos todo, yo la cuidaba y ella se dejaba cuidar y se alegraba por sentirse protegida por mí, aunque yo solo fuera mayor en dos años.

En muchas oportunidades me eché la culpa de alguna travesura que ella había hecho para que no la castiguen, ella me abrazaba y me decía que me quería mucho y con eso me bastaba.

Estudiábamos en el mismo cole aunque en diferentes grados, nos íbamos juntos en la mañana y regresábamos juntos en la tarde, en los descansos nos veíamos para compartir la merienda o cualquier mecato que comprábamos.

Sus amigas eran mis amigas y mis amigos eran sus amigos, aunque no teníamos muchos porque la mayoría del tiempo la pasábamos juntos.

Yo le ayudaba a hacer sus tareas escolares, le explicaba temas y le ayudaba a estudiar y entre los dos hacíamos los deberes de la casa ya que Lorena su hermana mayor siempre nos dejaba a nosotros algo que hacer, pero este tiempo que dedicábamos a las tareas del cole y los deberes de la casa nos daba más oportunidad para compartir y eso nos hacía más unidos.

Teníamos mucha confianza entre los dos y siempre nos contábamos las cosas que nos sucedían, desde las más pequeñas hasta las más íntimas, todo era entre los dos y lo guardábamos como si fuera secreto, ella me contaba sus sueños, lo que hablaba con sus amigas del colegio y lo que pensaba de la vida y de que quería hacer en la vida, yo hacía lo mismo.

Vivíamos en casa de sus padres,  porque yo quede huérfano desde bebé y mi hermana mayor, o sea la mamá de Stefa, nos crio como hermanos, para todos llevábamos una relación normal de hermanos que se querían mucho, pero los dos sabíamos que no había otra persona más importante en nuestras vidas como lo éramos nosotros, el uno para el otro, ni siguiera mi hermana o sea su mamá, o Luis su papá o su hermana Lorena que nos consentía tanto.

De pequeños nos bañábamos juntos y nos pasábamos horas, jugando bajo la ducha caliente con espuma o haciendo navegar barquitos de papel, hasta que nos sacaban morados del frio.

Aunque cada uno teníamos cama y cuartos separados, a veces  dormíamos juntos, ella generalmente, se despertaba a media noche y con el pretexto de no poder dormir por miedo a alguna pesadilla se metía en mi cama sin que yo me diera cuenta y despertábamos juntos.

Éramos efectivamente como hermanos y nos queríamos mucho, eso es lo que pensaban todos en la casa, incluidos los dos, pero ese sentimiento empezó a cambiar en algún momento, supongo por el cambio normal al inicio de la adolescencia.

Por eso de las revistas, los amigos del cole y del barrio, los dos fuimos conociendo cosas de la vida, el mundo, las personas y sobre todo del sexo.

Todo empezó en los años 90, cuando Stefa tenía 11 añitos y estaba iniciando el cole, yo tenía 13 años y estaba en tercer año de bachillerato.

Alguna vez cuando estábamos comiendo nuestro almuerzo en el recreo, nos sentamos sin darnos cuenta al lado de los muchachos de grado superior. Esa mañana como siempre los muchachos empezaron a hacerse burlas y chanzas entre ellos pero nos causó curiosidad que empezaron a hablar en tono más bajo mientras miraban a las chicas de su misma edad que estaban al frente del patio, formado otro corrillo.

Hablaban muchas casas que no entendíamos muy bien, en algunas de esas cosas decían que alguna de ellas estaba más linda que otras, que sus tetas y su culo era mejor la de una que la de otra, pero lo que más le interesó a Stefa, lo sé porque se quedó escuchando con más atención al muchacho que hablaba, después me lo confirmó, cuando me pregunto qué quiso decir exactamente cuando hablaba de pegarse una pajeada en la ducha pensando en la cuca de una de ellas.

Yo le dije que no sabía mucho al respecto pero que pajearse era tirarse en la paja seca, pero que no sabía qué era eso de la cuca de ella, igual ambos quedamos sin saber que querían decir, entonces nos comprometimos a averiguarlo con alguien que sepa, yo averiguaría con mis amigos y ella con sus amigas.

Más tarde preguntado a muchachos grandes con los que tenía alguna confianza, y después de ser el centro de una gran burla por más de media hora, me puede enterar que pajearse no era tirarse en la hierba seca sino que era masturbarse y que cuca era como se le llamaba a la vagina de una mujer y no algún tipo de galleta.

Al salir del colegio, como era costumbre Stefa y yo nos encontramos para ir a casa, la note algo rara y como en ninguna otra oportunidad ahora no quería hablar mucho, como si tuviera vergüenza con migo por algo. Como siempre le tome la mano y la lleve a casa, pero fui consecuente con ella y deje que se sintiera más cómoda conmigo para hablar y no dije nada, aunque estaba impaciente para contarle lo que me había enterado sobre lo que escuchamos.

Ya en casa y después de un descanso, no pude callarme más y mientras hacíamos tareas le dije casi susurrando, que ya sabía lo que ese muchacho del colegio había querido decir con eso de pegarse una pajeada en la ducha pensando en la cuca de una de ellas, Stefa dijo que las amigas también le habían dicho que era eso de pajearse, hablábamos casi susurrando como si creyéramos que eso era malo, a pesar que estábamos solos en la casa como siempre en las tardes porque nuestros papas trabajaban y Lorena estudiaba en la universidad o se iba a algún lado.

Stefa me pregunto que si yo me había “pajeado” y cuando lo dijo se le salió una risa burlona que tapo con la mano y sin darle tiempo a que terminara la pregunta yo le pregunte lo mismo.

Nos quedamos mirando y nos reímos cómplices y dijimos Noooo… en coro.

Esa tarde y casi toda la semana transcurrió normal, de la casa al cole y del cole a la casa y en las tardes solos en casa haciendo los deberes, pero yo tenía en la cabeza la interrogante de cómo será pajearse y más de una vez mi pene se hinchó e intente acariciarlo pero aparecía Stefa y por vergüenza evitaba que me viera y dejaba de hacerlo.

Una tarde cuando hacíamos tareas escolares aprovechado que Stefa y yo no teníamos secretos y si bastante confianza, le pregunte que se sentirá pajearse, porque ya no aguantaba más y esa idea me estaba atormentando, ella sin dejar de escribir en su cuaderno de tareas, me dijo que no sabía, como no prestó mucha atención a lo que le estaba diciendo le volví a preguntar de forma más directa, ¿no sientes curiosidad en saber lo que se siente al pajearse?, ella levanto la vista de su tarea y me dijo, - No –

Ese no, sonó rotundo, pero  creo que Stefa también tenía la misma idea, solo que no quería dejarme ver su curiosidad por aquello de la vergüenza con la que salió del cole ese dia que sus amigas le contaron que era pajearse

Como no quiso contestarme me quede callado e hice como que a mí tampoco me importaba y pretendí seguir haciendo las tareas del cole, aunque por dentro sentía como mariposas en el estómago y como palpitaciones en mi pene.

Después de más de una hora, yo ya había terminado mis tareas y cuando me iba a levantar de la mesa para descansar, Stefa me dijo que no me vaya y que no siga enojado, yo la quede mirando y le dije que no estaba enojado pero que iba a dejar sola para que termine sus tareas mientras yo hacía algo de comer, ella de mala gana me dejo ir pero no se quedó conforme y como para que no hacerme sentir enojo, me dijo que después me iba a contar lo que le dijeron las amigas sobre como pajearse, y al decirlo se volvió a reír burlonamente con el mismo gesto de taparse la boca con la mano, yo me levante contento porque iba a saber que pensaba mi sobrinita sobre el tema y me dirigí a la cocina a preparar algo para los dos y no pude evitar expresar una sonrisa.

Quería saber realmente como era eso de pajearse, y pensé por primera vez en Stefa, no como la sobrina que era sino como una mujer, la única mujer que había visto desnuda sin verla y la única que había tocado sin acariciarla, trate de acordarme como era su  vagina, porque cuando nos bañábamos no prestábamos atención a nuestra desnudez, solo éramos dos niños bañándose, jugando y nada más, pero ahora era diferente, mientras pensaba en esas cosas sentí algo diferente que nunca había experimentado y por debajo de mis pantalones mi pene fue creciendo y se puso duro como un palo y esa sensación me gustó.

Baje mi manos hacia mi pene y por encima de mi pantalón lo cogí y sentí eso rico que no había sentido jamás, seguí tan extasiado no sé por cuanto tiempo con los ojos cerrados mientras mi mano acariciaba mi pene por encima del pantalón, que no me di cuenta que Stefa estaba al otro lado de la mesa mirándome.

Hola, Que haces?, me preguntó con curiosidad extrema, tratando de levantarse sobre la mesa para ver que estaban haciendo mis manos sobre mi entre pierna.

Yo Salí de mi éxtasis todo azarado y sin saber que decir, solo me di la vuelta y balbucee algo que ni yo mismo supe que fue.

Lo primero que vi fueron los sándwich y torpemente los cogí y le dije con una sonrisa temblorosa, ya están listos, ella los tomo también temblorosa como si sintiera lo mismo que yo estaba sintiendo y sin dejar de mirarme como tratando de buscar algo en mi entrepierna,  y de manera condescendiente solo atinó a decir vamos a comer.

Ya sentados en el comedor empezamos a hablar de cualquier cosa como siempre, la verdad yo comía por comer porque mi mente estaba en el sexo. Quería seguir sintiendo lo que hacía un rato estaba sintiendo y quería también saber que le habían dicho sus amigas sobre como pajearse y quería escucharlo de ella y ver su rostro mientras me lo decía, pero ella no decía nada sobre el tema y yo ya no aguantaba más, pero me hacia el duro para no mostrarle mi ansiedad.

Se tomó todo el tiempo del mundo para comer y hablar de todo menos de lo que yo quería saber, parecía como si supiera de mi deseo y se hacía esperar. Cuando acabo y después de hacerme sufrir por más de media hora me dijo, en tono muy bajito a manera de pregunta, sabes que me dijeron mis amigas sobre pajearse?, me quedo mirando como dudando de si contarme o no. Claro, dije sin hacerla esperar.

No sé cómo empezar, me da algo de vergüenza dijo, todavía en voz bajita.

No debes tener vergüenza conmigo, dije de una manera firme, para que ella deje de dudar y suelte todo el rollo.

Veras, dijo, una amiga dijo que eso de pajearse es solo la palabra vulgar para describir la masturbación y que masturbarse era tocarse el sexo hasta sentir mucho placer, pero que eso no se debe hacer.

Otra amiga dijo lo mismo pero que no había nada de malo en hacerlo y que todas las personas, de todas las edades lo hacían y si se quería se lo podía hacer a cada rato. Y entre ellas dos se pusieron a discutir y no supe si era bueno o malo pajearse o masturbarse que es lo mismo.

Seguía hablando, casi como recitando una lección aprendida de memoria, su mirada se perdía a veces en el cielo raso del comedor o a veces en el piso, como tratando de recordar lo que le habían dicho sus amigas sobre como pajearse,  y sin dar tiempo a nada continuo hablando.

Después otra amiga me dijo que ella si se masturbaba, y cuando le pregunte como lo hacía me dijo muchísimas cosas que si quería las podía ensayar y que escogiera cual me gustaba más a mí, porque eso era personal y cada quien hacia las cosas diferentes y según su gusto.

Al acabar de contarme eso, mi sobrina se quedó callada como mirándome haber yo que decía, como si quisiera que yo le preguntara más.

Al rato no aguante más su silencio y pregunté: Bueno pero que cosas te conto, para pajearte, le pregunte.

Mi sobrinita bajo la cabeza y vi como sus cacheticos se pusieron colorados, como si tuviera vergüenza y como dudando de contarme.

Al rato tuve que rogarle nuevamente que me cuente.

Ella me dijo que las mujeres podían pajearse tanta veces como quisieran, pero lo más rico era en la ducha o en la noche acostada en la cama.

Guardo un rato de silencio como recordando lo que su amiga le había contado y prosiguió diciendo: en la ducha uno puede usar shampoo, del normal que se usa para el pelo y que cuando uno se está bañando con agua caliente se coge en la palma de la mano el shampoo y se soba la cuquita y lentamente se va pasando la mano de arriba abajo por la rajita. Dejándose llevar por la emoción de sus comentarios trató de explicarme mostrándome como debía hacerse, pero cuando levantó su faldita para  enseñarme se dio cuenta realmente de lo que iba a hacer y algo dentro de ella la desanimó y algo avergonzada volvió a bajar la falda y se quedó callada.

Mientras aguardaba a que ella siguiera sentía como mi pene nuevamente se endurecía por debajo de mi pantalón, trate de disimularlo pero era imposible dejar de sentir.

Cuando se empieza a sentir como un calorcito al interior de la vagina, continuó mi sobrinita con su historia, pero sin mirarme directo a los ojos, se pasa sobando más profundamente con el dedo de la mitad por entre la rajita como si quisiera meterlo, en la medida que se vaya sintiendo más, se soba más rápido y más fuerte sobre la rajita, al final cuando ya se siente bien rico se siente el clítoris durito y ahí es cuando uno siente como que se va al cielo de lo rico que es. Termino la última palabra casi sin aliento, como si estuviera sintiendo lo que contaba.

Otra forma de pajearse, continuó, es hacer lo mismo pero acostada en el piso de la ducha y dejar que le caiga el chorro de agua caliente en toda la rajita, que de esa forma se siente mucho más rico, pero lo dijo como dudando y como si quisiera probar para ver si es cierto.

Para pajearse en la cama cuando ya se está acostada, mi amiga me dijo que hay que quitarse toda la ropa y utilizar una crema de esas para echarse en la cara o en cuerpo, que se coge un poco de crema en la mano y que se la hecha en la cuquita y en las téticas, que uno se empieza a acariciar y que poquito a poco se empieza a sentir cosas ricas.

También me contó mi amiga, dijo mi sobrinita, que se podían utilizar cosas para sobarse la cuquita, que la amiga le había cogido a su mamá un aparato que vibra y que eso le hace más rico que cualquier cosa.

Al acabar de contarme todo eso yo tenía mi pene como un palo nuevamente y no podía disimularlo mucho, cosa que me dio un poco  de vergüenza y no me atrevía a levantarme de la mesa por temor a lo que piense Stefa.

Al acabar de hablar, Stefa me miro y me dijo que le contara lo que había averiguado con los muchachos y sin darle más espera le empecé a decir.

Nosotros los hombre nos podemos pajear en cualquier lado, solo basta bajarse la cremallera del pantalón, cogemos el pene y lo empezamos a sobar de arriba abajo, el pene se pone tieso y cuando se soba se siente riquísimo y si se sigue sobando se termina y le sale una leche, y ahí es donde se siente algo más rico.

Cuando termine mi sobrina asombrada, me pregunto, como así una leche, y por qué sale leche, muéstrame, dijo, quiero ver, muéstrame, rogo insistente.

Yo no sabía qué hacer, lo único que le dije es que eso es lo que me había contado mi amigo y que yo no sabía a qué leche se refería, porque todavía no había hecho nada.

Nos quedamos mirando en silencio por un rato, ella tenía en su mirada esa inquietud y ansia de saber cómo era eso de la leche, yo sabía, por la expresión de su cara que ya había visto antes, que quería pedirme algo, tal vez me imagino yo, que le muestre como es eso de la leche, pero al fin no se atrevió.

Como los dos estábamos muy emocionados y en una situación totalmente nueva en nuestras vidas, solo nos quedamos callados y por un buen rato solo seguimos sentados en el comedor sin saber qué hacer.

Ella interrumpió el silencio con una pregunta.

¿Será que es malo hacer eso? Refiriéndose a la masturbación.

Yo quede en duda por que igual no sabía mucho del sexo, y lo único que atiné a decirle fue que creía que no era malo, solo que si no lo dicen en voz alta y era un secreto debía ser algo solo de adultos o de parejas casadas.

¿Por qué te estabas acariciando el pantalón? Continúo preguntando,

Acariciando el pantalón? Volví a repetir haciéndome el que no sabía de qué hablaba.

Si cuando vine a la cocina tú te estabas acariciando la entrepierna por encima del pantalón, me dijo muy seria.

Ahh, dije, es solo que me estaba limpiando algo, dije, rojo y avergonzado.

Mentiroso dijo, yo creo que te estabas acariciando el pene, dijo sin más. Porque uno no se quita una mancha con los ojos cerrados y creo que estabas tan distraído acariciándote que ni te diste cuenta que yo estaba viéndote, continuo.

Que sentías? Volvió a preguntar, pero no me mientas que yo también quiero saber, afirmo muy seria.

No supe que decir, y mientras pensaba que decirle, sentí como mi pene palpitaba dentro de mis pantalones, al verme descubierto y con un ánimo que no explico le solté todo de una vez.

Pues se siente bien rico y mientras le decía me puse de pie y fui acercándome a ella que estaba al otro lado de la mesa, cuando estaba a su lado y sin esperar a que ella dijera algo me baje el pantalón y le mostré desvergonzadamente mi pene tieso como un nunca había estado. Alcé la mirada de mi pene apenas cubierto por mi calzoncillo hacia sus ojos para asegurarme que me vea y cuando ella tenía fija la vista en mi bulto, le pregunté si quería verlo y ella sin pronunciar palabra asintió con la cabeza.

Baje mi canzoncillo con las dos manos y mi pene salto duro, estaba la puntica algo mojada. Con la mano lo moví de lado a lado para que Stefa lo viera, mi sobrinita no supo qué hacer y como asustada y cogida de sorpresa dio un paso hacia atrás, tenía los ojos abiertos fijos en mi pene, tenía una cara de sorpresa que nunca había visto.

Estuve más de un minuto acariciando mi pene con mi mano en frente de mi sobrina y ella no dejo de verlo mientras yo lo acariciaba, volvió a hablar para ingenuamente preguntar si me dolía tenerlo tan tieso. Yo le conteste que no dolía y que por el contrario se sentía muy rico y al ver que ella seguía embobada viendo como mi mano subía y bajaba descaradamente por mi pene erecto, le dije que si quería tocarlo, apenas por un instante su dedo índice toco la piel de mi pene, trató de  extender tocar con la mano como intentando vencer sus miedos, pero más pudo su pudor y solo dijo “noo cochino” como dudando de si hacerlo o no y se salió del comedor hacia su cuarto, poco antes de cruzar la puerta, volvió a mirar hacia mí para ver otra vez mi pene.

Me quede solo en el comedor sin saber qué hacer, con el pene en mi mano, no supe si mi sobrinita se había ido enojada o avergonzada, y me asusté un poco por lo que ella podría contar o reaccionar hacia mí, no sabía si debía ir tras de ella o quedarme para acabar con mi mano lo que estaba haciendo, porque de todas formas estaba muy excitado.

Decidí seguir masajeando mi pene ahí donde estaba, y no me importó que estaba con los pantalones abajo parado en medio del comedor, porque a medida que mi mano subía y bajaba por mi pene tieso, sentía algo tan rico que nunca antes había sentido, y empecé a pensar en todo eso que me había contado mi sobrinita y la imaginaba a ella desnuda en la ducha masturbándose, solo cerré los ojos para disfrutar esa sensación que me obligaba a seguir acariciándome cada vez más rápido mi pene, de un momento a otro y casi sin darme cuenta, me llegó un estremecimiento en todo el cuerpo y de mi pene brotó como a dos metros un poco de leche, como me había dicho mi amigo. Cuando abrí los ojos alcance a ver a Stefa que se escondía tras la puerta del comedor procurando que yo no la vea.

Me había estado mirando como yo me pajeaba por primera vez en mi vida.

Después de esa sensación tan rica me fui a mi cuarto, para pensar que decirle a mi sobrina para que todas las cosas sigan igual que antes, sentí como Stefa cerraba su cuarto y le ponía llave, lo primero que pensé es que estaba enojada conmigo, por lo que me resigne a quedarme en mi cuarto repasando lo que había sucedido, no podía quitarme de la cabeza la expresión que tenía mi sobrinita al ver mi pene erecto, era entre asombro y deseo, el brillo de sus ojos era increíble.

Tampoco podía dejar de pensar que ella me había estado viendo mientras yo me hacia una paja, y me excitó mucho saber que me había estado espiando. Pero también tenía el miedo de mi temeraria acción y no quería que mi sobrinita se enoje y menos que se aleje de mí.  CONTINUARA...