StarWars: The Darkness In The Blood Cap4

Selene planea rescatar a Casiopea de las manos de Aphra, y pide ayuda a su Jefe pirata, mientras recuerda la ultima vez que se cruzo con Greer... Cuarto Capítulo de mi fanmade de StarWars...

Hondo estaba mudando su base de Florrum a Batuu cuando llegué al planeta, había aprovechado el tiempo del viaje interestelar para reparar a Número Dos, mi Jefe no ocultó su sorpresa cuando me vio en el cinturón los sables laser mi padre.

-Pensé que no te vería tan pronto Selene.- Exclamó Hondo con una sonrisa que se disipo al ver mi mirada llena de oscuridad.- ¿Qué pasó?- Preguntó mientras su fiel droide R5-P8 y su segunda al mando Piit, una weequay, se acercaban a nosotros.

-Una mujer llamada Aphra nos consiguió con un comando de SpecForce y tomó prisionera a mi pasajera.- Le contesté viendo el rostro de Hondo cambiar cuando dije ese nombre.- Sabes quién es.- exclamé, no como pregunta, sino como afirmación.

El Jefe pirata suspiro, nunca lo había visto abatido por nada en todos los años que tenía a sus servicios.- Si, la conozco, tuve negocios con ella antes de que nacieras, pero nunca imaginé que trabajara ahora con la Nueva República.- Respondió Hondo.

-No me interesa qué sea para ti esa mujer, pero necesito que me ayudes a rescatar a mi pasajera de sus manos.- Le dije, intentando controlar la ansiedad que crecía en mi pecho.

Hondo se sonrió negando con su cabeza.- Te quiero mucho Selene, pero no voy a luchar contra la Nueva República y mucho menos contra alguien como Aphra, esa mujer ha logrado engañar al mismísimo Darth Vader o a Luke Skywalker y salir viva.- Me dijo mi Jefe en respuesta.

Yo sabiendo que diría eso, llamé a Número Dos por el intercomunicador y bajó con el pesado baúl que Casiopea me había dado por mis servicios, una fortuna hasta para él.- No entiendes Jefe, te pagaré por tus servicios, sabes que mi pasajera tiene esto y más.- Le dije mientras sus ojos brillaros al ver los diamantes Arkanianos.- ¿Tenemos un trato?- Le pregunté.

Hondo suspiró, miró a Piit y su droide, y me tendió la mano.- Tenemos un trato piloto.- Me contestó, sabía que su palabra valía, y no me fallaría, mandó a prepararse para despegar en una hora, y cuando estuvimos solos me encaró.- ¿Sabes siquiera donde está Selene?- Me preguntó.

-Si Jefe, Casiopea, digo, mi pasajera tiene un localizador especial que solo Número Dos puede ubicar, el problema es que pensaba que se irían a alguna base de la Nueva República, en cambio, están en un planeta de las Regiones Desconocidas, mucho más allá del Borde Exterior.- Le expliqué, y para mi sorpresa, no hubo reacción por su parte.

-Tal vez sea casualidad, pero con Aphra todo es posible.- Me dijo Hondo tomándose una pausa de nuevo con rostro sombrío.- Hay rumores de un resurgir Imperial en las Regiones Desconocidas, con varios planetas en su control.-Explicó.

Era imposible, sabía que había un par de sistemas pequeños todavía controlados por algún Mos ex-imperial jugando al Rey en el Borde Exterior, pero que un grupo se estuviera reuniendo y organizado sin que la Nueva República se haya enterado era algo difícil de creer, además, las tropas que Aphra había usado eran sus soldados de elite.

Claro, siempre ha habido rumores de que los vicios heredados del Imperio, y los nuevos hacían que cada vez más sistemas estuvieran descontentos con la Nueva República, por lo que no solo era evidente que no estaban preparados para combatir una nueva guerra intergaláctica, podían tener muchos traidores y espías en sus filas.

-¿Quién es Aphra Jefe?- Le pregunté por fin, él sabía que lo haría en un momento u otro, y se limitó a apoyarse en uno de los paneles que alimentarían de combustible a mi Starlight.

-Una sobreviviente.- Exclamó con pesar Hondo.- Es inventora, arqueóloga, espía, criminal, trabajó para ambos bandos en la Guerra Civil ganándose en respeto de todos, siempre buscando su propio beneficio, puede jurarle lealtad a quien sea con tal de poder conseguir lo que le obsesione en ese momento.- Terminó de decir.

Conocía personas así, solo guiadas por su codicia, podía decir que estaba incluso frente una ellas, mi Jefe se movía casi con exclusividad por algún beneficio, directo o indirecto, y yo misma había aprendido a vivir de esa forma bajo el código pirata.

Vivir solo para existir no valía la pena, la búsqueda de la felicidad en una galaxia llena de corrupción y desidia dependía casi en exclusiva de cuanta riqueza eras capaz de acumular, no importaba quien tuviera el control de la República, o si seguía siendo un Imperio o no, había gente por encima de esos conflictos, que incluso se hacían millonarios con ellos.

-¿Qué crees que le hará a mi pasajera?- Pregunté nerviosa, la necesitaba, sin importar si pudiera ayudarme o no a quitar el velo de secretos sobre mi pasado, quería que estuviera a salvo.

Hondo se tomó unos segundos para responder, seguro imaginando las posibilidades.- Depende de quién le haya pagado por capturarla, pero sin importar lo que crea, necesitamos llegar lo más rápido posible, tu nave es la más rápida de la Banda, y la única que podría acercarse al planeta sin ser detectados, iremos en ella mientras mi Katooni nos cubrirá la retaguardia.- Me contestó, las misiones de rescate eran tan impredecibles que siempre era mejor tener varios planes de respaldo, y ahora que teníamos una persona como Aphra en el bando contrario más.

El Jefe se incorporó e iba de camino a irse cuando se volteó a mirar justo a mi cinturón donde tenía los sables láser.- ¿Ahora eres una usuaria de la fuerza, Pirata?- Preguntó el weequay con una sonrisa.

Tomé una de las empuñaduras y la encendí haciendo que el azul resplandeciera y ese ruido sordo envolviera el ambiente.- No, creo que mi… mi padre era uno, aunque no estoy segura de nada.- Le respondí con sinceridad.

-Selene, no importa quienes fueron tus padres, tu eres una Pirata, la mejor que he conocido, no pondría a nadie a pilotar antes que tu si mi vida corriera riesgos, no lo olives nunca.- Me dijo Hondo siguiendo su camino.

Que me dijera eso el Jefe me llenaba de orgullo, había tenido suerte por haberlo encontrado, aun así, mi cabeza era un torbellino de emociones, quería a toda costa saber la verdad de mi pasado, ese pasado que estaba relacionado a mi madre y al dueño de estos sables láser.

Apagué el sable pero seguí sosteniendo la empuñadura mientras entraba de nuevo a mi Starlight para iniciar la carga de combustible, descubrí desde que despegamos de Alzoc III que sentir el frió metal que parecía no calentarse nunca, ni cuando estaba encendido con su luz me tranquilizaba a tal punto que evitaba que los ataques de pánico regresaran.

-Joven Selene, necesita descansar.- Exclamó Número Dos asustándome, tenía mucho despierta, pero no era momento para hacerlo, menos ahora a las puertas de algo tan peligroso.

-Cuando rescatemos a Casiopea lo haré, tranquilo.- Le dije en respuesta, siguiendo con los preparativos de la nave.

Solo un par de horas más tarde ya todo el equipo estaba listo y estábamos en el hiperespacio de camino a las Regiones Desconocidas, R5-P8, dos enormes Niktos rojos y Hondo iban conmigo en mi nave, mientras que en su Katooni estaba con Piit su segunda al mando, además el resto de la Banda pendientes de apoyarnos si hacía falta en la retaguardia.- Está misión será de rescate, pero no te equivoques Selene, si cuando lleguemos al planeta vemos que es imposible el contrato se cancela.- Me dijo Hondo en la cabina de mando, estaba clara en eso, pero aunque sea sola lo intentaría.

-No soy tonta Jefe, pero aun así, confío en ti.- Exclamé, el weequay se limitó a mirarme serio, al tiempo que ponía una de sus manos sobre mi hombro.

-No deberías tenerme tanta estima Selene.- Respondió Hondo mirando a mis ojos.- He traicionado a personas importantes para mí en el pasado.- Continuó diciendo lúgubre.

-¿De dónde conoces a Casiopea?- Pregunté cambiando de tema, ya tenía claro el escenario de la derrota desde que pedí su ayuda.

Hondo entendió, y relajó un poco sus hombros.- En realidad, solo había oído rumores de ella, una figura en las sombra tan influyente, que controlaba bajo cuerda algunos sistemas del Senado desde la época del Imperio, contactó conmigo y te pidió a ti con la condición de un contrato legal de transporte.- Dijo en respuesta.

-Entonces podríamos pedirle ayuda a la Nueva República si esto se nos escapa de las manos.- Exclamé en respuesta, sorprendiéndome a mi misma que me emocionara ante la idea de pedirle ayuda a la gente que más odiaba en la Galaxia.

El Jefe negó con la cabeza.- Imposible, no sabemos hasta qué punto Aphra tiene influencias en la Nueva República, incluso si entregarla al Imperio fuera parte de algún tipo de negociación a alta esfera de la que no estábamos enterados.- Contestó tranquilo, siempre lógico y pragmático.

No estaba segura si quería hacer está pregunta, pero en un arrebato de curiosidad me obligué a hacerla.- ¿Qué sabes sobre los dueños de estos sables láser?- Le pregunté casi con un hilo de voz mientras le volvía a mostrar la empuñadura.

-¿Saber? Todo y nada, por el color del láser lo más probable es que fuera de un Caballero Jedi, tuve negocios con ellos incluso antes de las Guerras Clón, además, serás la primera persona que lo sabe, pero mi Katooni se llama así por una de ellas.- Me respondió con una sonrisa de añoranza al final.

Ese brillo como de tristeza me hizo preferir no preguntarle nada sobre la Jedi que inspiro el nombre de su nave insignia, pero me acordé de otro detalle.- Casiopea tenía un sable, pero era casi rojo.- Exclamé.

Hondo se volvió a erguir alerta, algo de lo que le dije lo incomodó tanto que no pudo disfrazar su reacción.- Estás cansada, ve y duerme un poco, yo te aviso cuando lleguemos, es una orden Pirata.- Me dijo casi obligándome a entregarle los controles de la nave.

Cuando se sentó y estuvo de espaldas a mi pude escuchar su tono más ronco que nunca salir de su garganta.- Si su sable es rojo, entonces es una Sith, lo que complica todo aun más.- Terminó de decirme.

No sabía que contestar a eso, estaba tan cansada que no podía pensar con claridad, le di una palmadita a Número Dos que se quedó en la cabina haciendo el papel de brújula, saludé a los Niktos que jugaban Dejarik en la bodega, y entré en mi pequeño camarote, cayendo como una roca en mi cama vencida, estaba tan agotada que el desmayo fue inminente.

Y todo se hizo negro.


-¿Selene? ¿Eres tú?- Me preguntó una voz que reconocería cuándo y cómo fuera, la vi entrar en el bar, pero no había forma en que pudiera haberme ido sin que me viera, era el riesgo de tomar el mejor Abrax de la galaxia, te podías encontrar con toda clase de personas.

Chandrila era de forma oficial la capital de la Nueva República, pero Coruscant seguía siendo el centro de todo el comercio, por lo que no era sorpresa que no solo mucho de su brazo militar estuviera presente, sus principales políticos hacían vida acá.

-Greer.- Contesté el saludo volteándome hacia ella, se veía incluso más hermosa que la última vez que la vi en Tatooine, sin duda, los años la habían convertido en una mujer despampanante, tenía puesto un hermoso pantalón ajustado morado, con botas altas, y una sudadera negra cerrada con el símbolo de la Nueva República en su manga, sus labios seguían siendo carnosos y hechos para besar, y con ojos color ámbar para adorar.

La piloto me regaló una hermosa sonrisa y me abrazó fuerte, cuando nuestros cuerpos se tocaron pude sentir esa energía que siempre parecía regalarme recorrer mi cuerpo de nuevo casi como si fuera electricidad.

-Nunca imaginé verte acá, no sabes lo mucho que te he buscado durante todo este tiempo.- Exclamó Greer con real alegría, intenté que mi rostro no mostrara la emoción que todo mi ser sentía.

-Pues ya me ves, en pocos lugares hay mejor licor.- Le dije casual sin mostrarle importancia.

Greer pidió al droide de la barra una botella de Abrax y un vaso.- Este encuentro tiene que celebrarse.- Y me arrastró con ella hasta una de las mesas más apartadas del Bar, nos sentamos frente a frente y no sé cuánto tiempo estuvimos solo mirándonos, pero pudieron ser horas, hasta que por fin me habló.- ¿Qué estás haciendo en Coruscant Selene?

-Soy piloto en una empresa de transporte, a veces tengo esta ruta.- Le contesté, no importaba que fuera o no mi amiga, ella pertenecía a la Nueva República, y los piratas espaciales seguíamos siendo delincuentes para ellos, por lo que no hacía falta decirle ese detalle.

Greer se sonrió con dulzura y tomó una de mis manos sobre la mesa.- Sabía que un día serías piloto Selene, estoy orgullosa de ti.- Me dijo en respuesta, regalándome esa mirada de amor que había añorado cada noche desde que me aleje de ella.

-Veo que tu también lograste llegar alto.- Exclamé intentando ocultar mi voz entrecortada por sus palabras y apuntando hacía la manga de su sudadera para soltar su mano.

El amor de mi vida cerró sus ojos por fracciones de segundo, no era un parpadeo, sabía que lo que fuera que pensó en ese momento le dolió, aunque lo ocultara con una sonrisa.- Si, fui piloto unos años, pero mi quema de sangre no me dejó seguir en la flota, ahora soy la Jefe de seguridad de una Senadora, no piloto tanto, pero es un cargo importante.- Me contestó con su mejor sonrisa, sabía de la enfermedad de Greer desde que la conocí, pero no imaginé que le iba a afectar tanto como para dejar de ser piloto para la flota.

-¿Tus padres?- Pregunté, me habían acogido y cuidado sin tener necesidad de hacerlo y los tenía en alta estima.

-Ya no están, les dolió mucho como te fuiste, como a mi.- Me dijo, y por primera vez pude ver dolor y reproche en sus ojos, sabía que había sido una cobarde por huir de esa forma, pero quería que nada la detuviera de sus sueños, ni siquiera yo.

Tomé de un trago mi vaso y me levanté de la mesa.- Me encantó verte Greer, pero será mejor que me vaya.- Exclamé, no quería dar explicaciones intentando cerrar heridas ya viejas y cicatrizadas.

Me giré y salí tan rápido del bar que casi me tropiezo con un grupo de cantantes Theelinas que estaban entrando para hacer su número, pero una mano firme pero suave me sostuvo atrayéndome hacia ella.- No quiero que vuelvas a huir de mí.- Me dijo Greer tomando mi rostro y uniendo sus labios con los míos en un apasionado pero dulce beso que me dejó sin aliento.

Me montó en su deslizador BARC de último modelo con el símbolo de la Nueva República, y casi no pude sentir ni el calor de su cuerpo cuando ya habíamos llegado a un lujoso edificio de apartamentos oficiales de la Nueva República.

Cuando llegamos hasta el suyo y la puerta se cerró tras nosotras no bastó tiempo para desnudarnos, podía sentir mis manos temblar de emoción cuando por de nuevo pude deslizarlas por su piel tersa, apretando su glúteos para atraerla hacía mi y poder besar sus labios con más intensidad.

Pero ella tampoco se quedaba atrás, sus manos no paraban nunca, tocaba mi rostro, mi espalda, recorría mi cuerpo, yo me concentre besarla, en sentirla, quería alargar lo mas que pudiera ese beso, ese momento, quería que no se acabara nunca.

Una de mis manos como con vida propia fue a parar hasta su sexo, estaba empapada, me impresiono lo caliente que estaban sus labios, mis dedos buscaron su entrada, pero solo para rozarla, su boca se abrió cuando casi la penetré, toqué su clítoris y empecé un lento pero fuerte masaje como sabía que le encantaba.

Su respiración se entrecorto, y su sus manos parecieron paralizarse en mis pechos, en ese momento detuve el beso, para dedicarme a devorar su cuello impregnado de su fragancia, sabía que no aguantaría mucho, sus piernas empezaron a flaquear, y dejó de tocar mis pechos para poner sus brazos alrededor de mi cuello para así sostenerse.

Dejé de masajear su clítoris y con un dedo la penetré, de lo húmeda que estaba no opuso ninguna resistencia, luego de dos o tres movimientos le metí un segundo dedo, para empezar una penetración profunda y sostenida.

No sé cuantos movimientos hizo mano, pero cuando empezó a derramar sus jugos en mi mano producto de un largo y profundo orgasmo, la canción de su grito fue liberadora, como quien desea sentir ser libre y por fin lo logra.

Creo que nunca me había sentido tan orgullosa por llevar a alguien al orgasmo de esa forma, estaba plena, llena, feliz, no solo era la primera vez en mucho tiempo que la podía tener de nuevo para mí, su cuerpo me recordaba, y era capaz de sentir el placer más intenso por y por mí, tanto que no me importaba el pasado, presente o futuro, solo quería estar esta noche con ella y disfrutarla a más no poder.

Justo cuando Greer recuperaba el aliento, su intercomunicador empezó a sonar, noté como su rostro se incomodaba, se separó de mi y contestó el llamado.- Ransolm, cariño, lo siento, pero tuve que irme, estoy en el apartamento, me sentí algo indispuesta.- Le dijo, no sé si lo habrá escuchado, pero mi corazón se rompió en mil pedazos en ese momento.

Tomé mi ropa y caminé lejos de ella, entré al cuarto de baño que estaba en su habitación, miré al rostro que me devolvía el reflejo y noté como las lágrimas ya corrían por mi mejilla, abrí el lujoso grifo y noté que todavía tenía el símbolo Imperial, lo mismo, todos eran iguales, falsos, corruptos, llenos de mentiras.

Me vestí aun con el dolor en mi pecho, cuando salí del cuarto de baño ella estaba sentada sobre la cama.- Es un Senador, tiempo juntos, aunque no es nada oficial.- Exclamó sin mirarme.

-No necesita explicar nada Oficial, espero tengas una buena vida, solo para que lo sepas, soy una Pirata, la próxima vez que te vea, tal vez tengas que arrestarme o matarme, que la fuerza te acompañe.- Terminé de decirle mientras salía del apartamento, pude escuchar un hilo de voz suplicando que no me fuera, pero no le hice caso, entre los pasillos vi a la Senadora Leia Organa caminado apresurada y con rostro preocupado, era imposible no reconocerla, por su belleza y lo famosa que era la líder de la otrora Rebelión.

-Detente Selene por favor.- Exclamó Greer a mi espalda, me había seguido después de todo pensé.

-Greer, necesito salir de inmediato, mi hijo me necesita.- Le dijo la Senadora con voz entrecortada, cuando sus ojos se cruzaron con los míos pude ver una mueca de extraña curiosidad, pero lo que fuese que sucediera era más importante para ella.

Al igual que para Greer, que afirmó con la cabeza y le dijo que tenía lista su nave para irse de inmediato, no me dijo nada más, ni siquiera me volvió a mirar, tomé el elevador hasta la salida y un taxi para regresar al bar, ahogaría mis penas en alcohol, y metería mi rostro entre las piernas de mil mujeres con tal de olvidarla.