StarWars: The Darkness In The Blood Cap 3

Tercer capítulo de mi fanmade de Star Wars... Vemos como Selene obtiene obtiene la Starlight y Casiopea le revela su pasado, y el origen de su sangre.

-No quiero apurarte mujer, pero si no devuelves la energía al propulsor no la contamos.- Exclamó una voz más chillona de lo que seguro aceptaría luego Mirs, un Nikto rojo piloto de la Banda de Hondo.

-Se supone que sería un transporte sencillo Mirs, pero tú tenías que tener la brillante idea de meternos en este campo de asteroides con media flota del Consorcio Zann tras de nosotros.- Exclamó enojada Zardra, una cazarrecompensas que a veces trabajaba como seguridad para la Banda cuando algún negocio podía tener más riesgos de los normales en la entrega.

Salí debajo del tablero de la Starlight, un viejo interceptor Kuat que por su espacio era muy usado para transportar armas y droga a mucha velocidad.- Necesito silencio coño, Mirs, no sé cuándo fue la última vez que revisaste estas conexiones, pero la mayoría de estos cables están sulfatados.- Exclamé muy fuerte, para volver debajo del tablero, no sin antes escuchar el gruñido del Nikto.

Dos impactos de los Cazas Starviper sacudieron la nave tan fuerte que una de las placas de recubrimiento golpeó a Mirs haciendo que cayera sobre mis pies, aunque antes pude sustituir uno de los cables conductores para que parte de la potencia regresara al propulsor.

Zardra me ayudó a levantarme demostrando una fuerza increíble al mover al enorme e inconciente Mirs liberándome, cuando salí estaba algo dolorida, pero completa.- Dime que sabes pilotar, porque no quiero morir sin pelear.- Exclamó, no estaba asustada, ni siquiera triste, solo ansiosa, era conocida por su adicción a las batallas, la adrenalina era lo que más le ponía.

-Sí, pero no saldremos de acá en una pieza si te quedas acá viendo, ve hasta la torreta y dispara a todo lo que veas, debemos perderlos antes de entrar en el hiperespacio.- Le dije mientras le daba un intercomunicador a la hermosa cazarrecompensas, me sacaba por lo menos una cabeza, con cabello largo azabache y un cuerpo espectacular, hecho para la guerra y el amor.

Una sonrisa de satisfacción se asomó de sus labios llenos y carnosos, además de un grito de pura euforia, y estaba segura que no sería por la alegría de tenerme a mí como piloto.- A sus ordenes Capitán.- Me contestó corriendo rumbo a la torreta, y en esta oportunidad fui yo la que me sonreí por sus palabras.

No perdí más tiempo y me senté en el asiento de piloto, una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo desde la parte baja de mi espalda, había deseado ponerme al mando de la Starlight desde que la vi por primera vez, casi como si fuera amor a primera vista.

No sabía si algún día llegaría a ser su Capitán, pero hoy, hoy la haría crujir y llegar al límite seguro.

Dos giros rápidos para evitar los cañones de los Cazas del Consorcio Zann, la Nueva República no tenía el control total del espacio, no solo había zonas todavía controladas por pequeños gobiernos proimperiales, la organización criminal encabezada por Tyber Zann tenía el dominio de gran parte del borde exterior.

Y menos mal esos cazas no eran TIE o Alas-A de los que han robado y negociado con el Imperio y la Nueva República, porque de haber sido así, sería imposible que pudiéramos escaparnos.

-Zardra te voy a poner a dos de esos Cazas justo enfrente de ti, haz lo tuyo.- Exclamé por el intercomunicador, al tiempo que usaba el magnetismo de uno de los asteroides más grandes para girar casi 130 grados a estribor y tener la oportunidad de destruir a nuestros principales perseguidores.

A pesar de lo descuidada que estaba la nave de Mirs, resistió la fuerza del giro, y un gritó triunfo de la cazarrecompensas me avisaron que habíamos tenido suerte, con dos giros más logre alejarme lo suficiente de los cazas más alejados y salté al hiperespacio rumbo a Florrum donde Hondo tenía su base principal.

Las manos me temblaban, y sentía una fuerte presión en el pecho, pero antes de que pudiera levantarme del asiento del piloto, Zardra cayó sobre mi regazo poniéndose frente a mí con sus brazos alrededor de mi cuello.

Su aroma a belladonna togoriana golpeó mis sentidos de forma embriagadora, y antes de que pudiera nada, la cazarrecompensas devoró mi boca en un beso tan intenso que pude sentir el sabor ferroso de nuestra sangre, no era solo deseo, era pasión pura.

Faltó tiempo para desnudarnos, y cuando pude darme cuenta Zardra me tenía sobre la consola, con las piernas abiertas y su cabeza metida entre ellas mientras recorría mi sexo con su experimentada lengua.

Tuve que rodar mis ojos y gritar cuando el orgasmo me golpeo, contorsionaba su lengua con habilidad increíble, y usaba sus dedos con un ritmo casi perfecto, demostrando que la pericia amatoria de la cazarrecompensas estaba a otro nivel, al igual que su fuerza, sin esperar que recuperara el aliento me levantó de la consola con facilidad y yo rodeé las piernas a su cuerpo mientras nos besábamos.

Zardra me acostó en el suelo y se puso de cuclillas sobre mi cabeza, poniendo su sexo ante mis ojos, con una fina capa de vellos oscuros adornándolo.- Ahora vas a aprender a comerte un coño, y ambas lo vamos a disfrutar.- Me dijo, al tiempo que me alcanzaba su sexo húmedo y mi lengua comenzó a trabajar.

La mejor enseñanza de mi vida, menos mal Mirs no se despertó hasta que llegamos a Florrum, ni siquiera con los gritos de placer que ambas nos provocamos.

Cuando estuvimos frente a Hondo Zardra le contó con lujos y detalles todo lo que pasó durante el trabajo, Mirs estaba molesto porque tomé el mando de su nave mientras estaba inconsciente, no podía ocultarlo, pero también sabía que de no ser así todos fueramos muerto, cuando terminó el Jefe se acercó hasta Mirs y le arrancó la insignia de capitán de la Banda Ohnaka de su chaqueta, caminando luego hacía mí.

-Tu nave, piloto.- Exclamó Hondo mientras me dio la insignia, sorprendiéndome, la Starlight era mía.

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-Despierta Selene querida.- Escuché a duras penas entre mis ensoñaciones, provocando que mis ojos intentaran abrirse, no sin dificultad.

Me sentía mareada y muy desorientada, pero reconocí los hermosos ojos violetas de Casiopea mirándome con ternura, tenía en su rostro algunos cortes recientes.- ¿Dónde estoy?- Pregunté con voz pastosa, intentando incorporarme sobre la suave cama de esa habitación, me costó un poco ubicarme, pero era el sitio más limpio en el que había estado nunca.

Paredes y pisos negros brillantes, la cama era de un blanco impoluto, Casiopea tenía tomada mi manos, su piel era cálida, suave.- Está es mi habitación, o bueno, lo era hace muchos años.- Contestó, brindándome una dulce sonrisa que ocultaba una nostalgia evidente.

-¿Quién eres Casiopea? Necesito saber todo o me volveré loca.- Le dije, con el frio de la angustia clavado en el medio del pecho.

Mi otrora pasajera apretó mis manos y suspiró.- Tu madre y yo éramos hermanas, pero no de sangre, sino de vida, llegó aquí muy joven, cuando todavía estaba en la academia de pilotos del Imperio, eso sí, llegó a ser la mejor del Escuadrón Ocho Negro.- Respondió por fin con autentico orgullo en sus ojos.- Yo era parte de un equipo secreto de Darth Vader, no pertenecíamos al Imperio, tampoco a los Rebeldes, nuestra misión era lograr que él devolviera el equilibro de la Fuerza y la paz a la galaxia, pero por supuesto, fallamos, yo soy lo último que queda.- Termino de decir, esto último con dolor y amargura.

-¿Entonces tu y mi madre son fanáticas de la Fuerza? Esa estúpida religión que ahora usan en la Nueva República para justificar sus acciones.- Exclamé con amargura, no podía creer que ella y mi madre en algún momento creyeran esas patrañas.

Casiopea me sonrió antes de levantarse de la cama, tendiéndome una de sus manos para ayudarme a levantarme.- Acompáñame.- Me dijo haciendo caso omiso a mis palabras, aun con la rabia que tenía adentro, la dulzura de sus ojos violetas me convencieron, y tomé su mano para acompañarla.

Al ver mi reflejo en la pared me di cuenta que no cargaba mi ropa, sino un camisón negro muy cómodo, y me ruboricé al imaginarla quitándome la ropa y viendo mi desnudez.- ¿Tú, me cambiaste de ropa?- Pregunté apenada.

Casiopea sin voltearse me contestó.- Si, tenías vidrio por todos lados y no quise que te hicieras daño.- ¿Vidrió? Me pregunté a mi misma, solo recuerdo cuando perdí el control y mi ataque de pánico me envolvió.

Salimos de la habitación y caminamos por un par de pasillos, el complejo era enorme, y contaba hasta con un pequeño hangar con salida superior, llegamos a la parte donde había ocurrido todo, y lo que vi me hizo trastabillar, parecía que una granada de concusión había estallado en el lugar justo donde me había dado la crisis.- Joven Selene, me alegra verla mejor.- Exclamó Número Dos, le faltaba un brazo y estaba muy golpeado.

-¿Qué te ocurrió? Tranquilo, puedo reparte, solo necesito un par de piezas y quedaras como nuevo.- Pregunté mientras buscaba entre los escombros alguna de las parte del droide.

-Puede ser que para ti sea una estupidez, pero tú hiciste esto, y lo hiciste por que llevas la Fuerza en tus venas.- Me dijo Casiopea, poniéndose a mi lado y tomando con suavidad uno de mis brazos para voltearme hacía ella.- No quiero atosigarte, ni mucho menos presionarte, pero es la verdad, y me gustaría enseñarte los caminos de la Fuerza, tu madre e incluso tu padre lo hubiera querido así.- Siguió diciendo, pude sentir la presión del pánico creciendo de nuevo en mi interior, pero de alguna manera pude está vez controlarlo.

-La Fuerza no es mala ni es buena, es el equilibrio de la vida misma, los Jedis, los Sith, ambos lados estaban pervirtiéndola, usándola, y obligándote siempre a escoger un lado, mi Maestro descubrió eso muy tarde.- Narró Casiopea tomándose una nueva pausa para suspirar con nostalgia.- Tengo una misión, una razón de ser, y tal vez yo no pueda devolver el equilibrio a la galaxia, pero lo intentaré hasta que llegué mi último aliento.- Terminó de decir, mientras de sacaba del cinturón de su traje de cuero la empuñadura dorada y curva de un sable de luz, había oído de ellos por los relatos de mi padre, pero no lo había visto nunca, cuando lo encendió, una luz rompió el aire, de un color rojizo, más parecido al rosado por su opacidad.

-Es precioso.- Exclamé hipnotizada, incluso por el ruido sordo que hacía, ese brillo parecía llamarme, mi otrora pasajera se sonrió, y apagó el sable.

Se acercó hasta Número Dos y esté se sacó de un compartimiento en su pecho dos empuñaduras más pequeñas, negras con blanco, se las dio a Casiopea y ella luego me las tendió.- Estas son los sables de tu padre, nunca pude rescatar la de tu madre.- Me dijo en respuesta con tristeza, los tomé, una en cada mano, y cuando le di al pequeño botón, dos hojas de luz de azul intenso aparecieron, más pequeñas que el sable de mi otrora pasajera, pero descubrí de inmediato que podían unirse y formar una especie de sable doble.

-Tu madre desaparecía el sol con su belleza, y tu padre asesinaba estrellas a su paso, te amaban, pero fueron traicionados por ambos lados de la guerra, y no les quedó más remedio que pedirle a Procyon que te llevara lejos y te salvara de toda esa corrupción, él, siempre enamorado de tu madre cumplió su promesa.- Siguió narrando, se notaba lo mucho que le dolía revivir la historia, yo estaba abrumada, pero algo dentro de mí me decía que todo era correcto.

-¿Dónde están ahora?- Pregunté con apenas un hilo de voz.

Pude ver una lagrima salir de sus ojos violeta.- No llegué a tiempo, lo siento.- Me contestó, mientras se arrodillaba abatida, yo caí con ella y la abrace consolándola, el calor de cuerpo era cálido como los soles del ocaso en

Tatooine.

Un fuerte explosión nos obligó a separarnos, cuando la cortina de humo se disipó, ambas pudimos ver la figura de una hermosa mujer apareció escoltada por un comando de

SpecForce de la Nueva República

de un boquete cerca del hangar.- Aphra.- Exclamó Casiopea, mientras se incorporaba y hacía destellar su sable luz poniéndose frente a mí.- Número Dos, llévala al ascensor, su nave está fuera.

-Estás loca si crees que te dejaré sola, de peores he salido.- Le dije en respuesta mientras sacaba mi bláster y disparaba a uno de los

SpecForce

que ya se acercaba entre los pasillos.

Ella se limitó a sonreír, y corrió hacía la zona del complejo que vi la primera vez que entré, yo la seguí cubriéndola, siempre he tenido una puntería de la que me siento orgullosa, y no desaproveché ni un solo de los disparos.

Número Dos a pesar de los daños era capaz de moverse con velocidad y no nos retrasó, pero lo que me sorprendió fue la habilidad de Casiopea, nunca había visto a nadie luchar así, desviaba los bláster con su espada y empujaba a los comandos que tenía cerca con un movimiento de su mano.

Llegamos hasta el ascensor, pero justo antes de entrar la mujer que Casiopea llamó Aphra disparó un paralizador que nunca había visto con una precisión increíble abatiendo a la amiga de mis padres.- Llévatela.- Exclamó y ante mis ojos, Número Dos le dio al botón del ascensor y las puertas se serraron cuando ya los

SpecForce

de la Nueva República se acercaban.

-¡Tenemos que regresar!- Le grité al droide mientras intentaba parar el elevador.

-Debe salvarse joven Selene, es una batalla que no puede ganar.- Exclamó Número Dos, lo sabía, pero igual dolía, Casiopea era lo único que tenía de una pasado que desconocía.

Cuando salimos un par de soldados custodiaban mi Starlight, y no fueron problema para mi  bláster, subimos a mi nave y logré huir antes de que los Cazas de la Nueva República me cercaran el paso.

Sabía dónde tenía que ir para intentar rescatarla, y lo haría, pase lo que pase.