StarWars: The Darkness In The Blood Cap 2
Segundo capítulo de la historia de Selene, una pirata en la época de la Nueva República... Nuestra protagonista descubre que su pasado es casi tan importante como su futuro.
Capítulo II
Los minutos pasaban como si cada segundo de ellos pidiera permiso, podía sentir los hermosos ojos violetas de Casiopea sobre mí, como si intentaran mirar debajo de mi piel, o taladrar mi alma.
Usé toda mi fuerza de voluntad para evitar voltear y que mis ojos se encontraran con los de mi pasajera, más cuando se quitó su sobretodo y quedó solo con su ceñido traje de cuero vinotino que parecía brillar sobre su cuerpo perfecto para el pecado.
Mi intriga se acrecentaba a cada Pársec, desde el mismo momento cuando dos X-Wing de la Nueva República nos escoltaron desde que salí de mi hangar, hasta pasar el punto de control de Coruscant, evitando que nos molestaran o hicieran preguntas.
Sea quien sea mi hermosa pasajera no solo era muy rica, tenía tantas influencias como para corromper parte de la honrosa armada Republicana.- Puedes preguntar lo que quieras querida, no tengo secretos para ti.- Exclamó Casiopea adivinando mis pensamientos, haciendo que no pudiera evitar voltear y encontrarme con sus ojos, ese brillo fue como una corriente que golpeó mi centro y me calentó como nunca.
-¿Cómo lograste que nos escoltaran esos X-Wing? ¿Perteneces a la Nueva República acaso?- Pregunté sin pensar, casi como si tuviera las palabras atoradas en mi garganta luchando por salir, necesitaba respuestas, y parecía que ella estaba dispuesta a dármelas.
-Digamos que tengo mis contactos, cuando una llega a cierta edad empieza a acumular favores de muchas personas, y pues, resulta que soy buena cobrándolos.- Me respondió, tomándose una pausa premeditada como si supiera que la pregunta que más me carcomía era su relación con la Nueva República, y me sorprendí a mi misma temiendo su respuesta.- Y no, no formo parte de ningún estado, ni antes, ni ahora, mi única afiliación es conmigo misma y con mis promesas.- Terminó de decirme, una mujer de palabra, respetaba eso.
-¿Y por qué me buscaste para llegar hasta ese planeta? No creo que alguien como tú necesite que una pirata la ayude.- Le pregunté por fin, con el dinero e influencias que ella tenía, seguro podría pagarse un yate estelar de lujo, como los que usaban algunos Cancilleres o Senadores.
Una sonrisa se dibujo en sus hermosos labios, como la de una cazadora que disfruta de jugar con su presa, haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda.- No soy de esos lujos querida, además, que tú seas la pirata en cuestión es un plus para mí.- Me contestó, mordiéndose la punta de uno de sus dedos justo al final, terminando de desarmarme.
-¿Qué quieres de...- Solo un par de Pársec antes de llegar al límite con el Borde Exterior, La alarma de proximidad comenzó a sonar, evitando que pudiera seguir la conversación, tal vez para mi propio bien, estaba empezando a pensar que toda una flota de naves enemigas serían menos peligrosas que mi pasajera.
Nada más salir del hiperespacio reconocí el Crucero Templanza y dos cazas estelares RZ-1 Ala-A de la Nueva República que ya me flanqueaban, nunca fue mi estilo huir de una pelea, pero esperaba que no hubiera problemas gracias a las influencias de mi pasajera. - Cargero Corelliano ZR-069, identifíquese.- Exclamó una voz pastosa por la radio, provocando mi rabia, mi Starlight no era Corelliano, o por lo menos no del todo, en esencia era un interceptor Kuat, pero le había hecho tantas modificaciones que tendía por confundirse.
Miré a mi pasajera y esperé alguna señal para proceder, la voz en la radio repitió el mensaje un par de veces más antes de poner posición de ataque detrás de mi nave, y yo me comencé a desesperar, sabía que era capaz de huir de esa situación, pero estaba segura que sufriríamos muchos daños.
Casiopea se levantó de su asiento, y con desparpaja elegancia se sentó sobre mi regazo para llegar hasta los controles de la radio, su embriagante y erótico aroma ya de por sí fuerte penetró mis fosas nasales, y al sentir sobre mis muslos esos glúteos duros y tersos no pude evitar mojarme al imaginar pasar mi lengua entre ellos.
-Aquí ZR-069, somos una misión científica Chandrilana, permiso diplomático número 1138-X7.- Exclamó con suficiencia, haciendo que sus palabras me estremecieran, la mismísima Canciller Mon Mothma era la representante de Chandrila en el Senado, y si ella tenía sus llaves, significaba que podía ir a donde quisiera dentro de la Nueva República.
Solo unos segundos después, los Interceptores abandonaron posición de ataque y pusieron rumbo al Templanza sin más explicaciones que darnos luz verde para seguir hacía el Borde Exterior.
Mi pasajera se entretuvo más de la cuenta sobre mi regazo, como si fuera decidido que seguiría el resto del viaje usando ese “asiento especial”, a pesar del frío del espacio, el choque de la adrenalina por la amenaza que acabábamos de pasar, más la excitación por tenerla tan cerca, provocó de forma irremediable que mis manos empezaran a temblar, mientras una fina capa de sudor cubría mi frente.
-Estás temblando.- Me dijo Casiopea, no era una pregunta, sin siquiera mirarme y con su vista fija hacía el horizonte del espacio ella lo sabía.- Pero es normal, no has alcanzado todo tu potencial, ni siquiera el diez por ciento.- Terminó de responderme mientras se levantaba, apoyando sus manos en mis muslos casi con si los acariciara.
El vacío que sentí cuando su peso dejó de estar sobre mis piernas fue indescriptible, y me asustó descubrir que necesitaba tenerla de nuevo sobre mí, solo que desnuda, con sus perfectos senos a la altura de mi boca para poder devorarlos mientras recorría con mis manos cada rincón de su piel perfecta.
Mi pasajera se sentó de nuevo en el asiento de copiloto, brindándome esa sonrisa de cazadora marca de la casa, quería besar esos labios y cambiarle esa sonrisa por un grito de placer, sus ojos violeta parecían incluso brillar, esa mujer era la perfecta fuente del pecado.- Ya podemos irnos Selene, estamos muy cerca.- Exclamó despertándome de ese sueño erótico que estaba viviendo, ya faltaba poco para llegar a Alzoc III.
Cuando por fin llegamos al planeta seguía siendo una tumba de hielo del que no crecía nada, valle o montaña, todo estaba blanco, y muerto, el rastreador de la nave ni siquiera encontraba formas de vida autóctonas, al igual que la primera vez que vine, seguía siendo una pérdida de tiempo, me volteé esperando ver su cara de decepción, pero Casiopea parecía extasiada por el paisaje desolador que tenía enfrente.
-Tan bello como la última vez que vine.- Dijo más para ella misma que para mí, veía algo en esa soledad que la cautivaba, y por un momento deseé poder ver lo que ella veía.- Aterriza en la ladera de esa montaña de allá.- Terminó de decir usando su dedo para señalar el sitio exacto, aunque para mí, no había diferencia.
Aterrizamos y me sorprendí al ver a Casiopea salir de la cabina sin su abrigo, incluso abriendo la nave ella misma, cuando la alcancé, no sin antes ponerme un grueso abrigo, ya estaba sobre la nieve, su pelo rojo brillaba y contrastaba con el blanco del paisaje.- Deberías ponerte tu abrigo.- Exclamé, pero mi pasajera hizo caso omiso, caminando hacía una pequeña formación rocosa a unos treinta metros en la montaña que formaba una especie de caverna.
La seguí hipnotizada por el movimiento del cuerpo de Casiopea, el frío que debería estar pasando con ese traje de cuero que era casi una segunda piel debía de ser indescriptible, al igual que era peligroso, pero parecía no afectarla en lo más mínimo, tal vez su especie no sentía las bajas temperaturas.
La visión de una puerta de metal entre las rocas de la caverna casi me hizo trastabillar, era imposible de ver a simple vista, al llegar frente a ella mi pasajera quitó la nieve sobre un pequeño panel, y usó un patrón numérico que permitió a la puerta abrirse ante nosotras.
Entramos con premura y descubrí que era una especie de elevador, todo de metal brillante, tanto que el piso nos reflejaba a la perfección, con un solo botón que Casiopea se apuró en presionar, haciendo que de inmediato empezara a bajar a una velocidad impresionante.- ¿Qué es este lugar?- Le pregunté, mientras sentía una extraña sensación de nostalgia y dolor en mi interior.
Casiopea no me respondió, solo tomó mi mano con fuerza, haciendo que me tranquilizara, las puertas de elevador se abrieron y una especie de laboratorio enorme se presentó ante nosotras cuando salimos, el piso era de un negro impoluto, las paredes de roca maciza, y vidrio templado separaba las estancias.
-Aquí naciste tú querida, yo era muy amiga de tu madre, digamos, una Hermana.- Me respondió por fin, haciendo que mi cabeza diera vueltas, al punto que tuve que recostarme de una de las paredes para recuperar el equilibrio.
Siguió caminando hasta que un droide gris de un modelo que jamás había visto, parecido a un 2-1B Imperial, salió a nuestro encuentro.- Mi Señora, bienvenida de vuelta.- Exclamó a mi pasajera, inclinándose como si fuera un droide de protocolo.
-Número dos, tiempo sin verte, espero no me hayas extrañado.- Le dijo Casiopea en forma de saludo, mientras me tomaba de mi brazo y la ponía a su lado para que Número Dos me viera.
El droide por un momento pareció escanearme de la cabeza a los pies.- Joven Selene, tanto tiempo, ha tenido un desarrollo físico estupendo, aunque debería dejar de tomar tanta cerveza pirata y Abrax.- Me saludó, dándome otro sacudón de emociones, no entendía que estaba pasando, y cada segundo que pasaba más y más interrogantes se aglutinaban en mi cabeza.
-¿Cómo es que me conocen? ¿De dónde conoces a mi madre? Yo nací en Coruscant, mi madre murió al darme a luz y mi padre me crió en Palox.- Les dije casi gritando, comenzaba de nuevo a temblar, un zumbido comenzó a sonar en mis oídos, recordé cuando me daban ataques de pánico de niña y mi padre me enseñaba a controlar mi respiración, de esa forma los había evitado hasta el sol de hoy, pero esto me estaba sobrepasando.
Mi pecho empezó a apretarse provocando que jadeara.- Necesito que te calmes Selene.- Exclamó Selene tomando de nuevo una de mis manos, por primera vez su rostro no mostraba tranquilad y parecía estar preocupada por mi estado.- Te explicaré todo, pero debes respirar.- Terminó de decirme, aunque sus palabras no lograban su cometido, el zumbido se había convertido en un espantoso silencio que solo era roto por un fuerte pitido.
De alguna forma, el suelo del laboratorio empezó a temblar, y pude ver el vidrio cerca de mi agrietarse, cerré mis ojos pero solo podía ver la dulce sonrisa de mi padre mientras me contaba sus aventuras, mi padre, si, lo era.
Un grito de rabia salió de mi garganta casi hasta desgarrarla, pero de pronto, sentí un fuerte golpe en mi cabeza, y todo se volvió negro.
-Por favor Selene, vamos a morir y todavía no he logrado salir de este condenado planeta.- Exclamó entre gimoteos Greer, sostenida con fuerza a mi cuerpo mientras llevaba al límite mi viejo deslizador BARC por la llanura externa de Mos Espa.
-¿Quieres ser piloto estelar para la Nueva República y estas llorando por un par de giros?- Le dije en respuesta mientras me reía, odiaba con todo mi ser la idea de que ella se fuera del planeta, pero no era capaz de decírselo, su sueño era ser pertenecer a la flota, y lo respetaba.
Nos detuvimos en la cuesta de una pequeña montaña, ya era casi el anochecer y desde ese preciso lugar la imagen de los dos soles ocultándose era gloriosa, nuestro sitio preferido del planeta.
-Serías la mejor piloto de toda la Flota de Defensa de la Nueva República Selene, ven conmigo.- Me dijo en respuesta, irme con ella a recorrer el espacio era mi sueño desde que llegué al planeta y fui recogida además de cuidada por su familia, le debía todo, pero jamás sería capaz de unirme a la Nueva República, los odiaba demasiado para hacerlo.
-Sabes que no lo haré, no me lo pidas de nuevo, por favor.- Le contesté sin mirarla, con la vista puesta en nuestros dos enormes soles que ya estaban en camino a encontrarse con la infinita llanura del planeta, la Nueva República me quitaría otra persona que amo, parecía que mi destino era estar sola siempre, aunque está vez ella lo decidiera.
-Selene.- Me llamó Greer, y no pude evitar encontrarme con sus preciosos ojos como el ámbar, se había quitado la ropa, su perfecta piel aceitunada resaltaba con la luz del ocaso, haciendo de ella un espectáculo de acuarelas, desde la oscuridad de sus aureolas, pasando por la firmeza de sus curvas, y su hermoso cabello rizado cayendo por sus hombros.
Estiró sus manos hacía mi llamándome, y yo como poseída por sus encantos me abalancé sobre ella tomándola entre mis brazos mientras le daba un apasionado beso de hambre, de deseo, de necesidad, ella fue, es, y será siempre mi primer y único amor, todo mi ser lo sabía, y estaba más que dispuesta de llevar la carga de perderla con tal que de fuera feliz.
Entre las dos quitamos mi ropa con tanta premura que casi la rompía, aunque no me importaba, sentir el contacto de nuestra piel desnuda era algo indescriptible, sus duros pezones rozando los míos, y nuestras manos recorriéndonos con sus caricias, será nuestra despedida, ambas lo sabíamos, y quiero que cada cosa valga.
Abandoné sus labios para seguir besando su cuello, su clavícula, y seguí bajando hasta sus pequeños, pero preciosos senos, los dos recibieron la misma dosis de mis labios, continuando mi recorrido por su vientre plano, sus caderas, hasta llegar a la fuente de su placer, mientras me arrodillaba preparada para adorarlo con mi lengua.
Greer adivinando mis intensiones puso una de sus piernas sobre mi hombro, para dejarme más libertad, y cuando mi lengua rozó su clítoris sentí su cuerpo vibrar al ritmo de la música de sus gemidos.
Ella tomó mi cabeza entre sus manos y la apretó hacía su entrepierna como necesitando más de mí, y vaya que se lo iba a dar, mi mano izquierda subió por la cara interna de sus muslos hasta llegar a su sexo húmedo y caliente para penetrarlo con un par de mis dedos.
El primero de sus orgasmos casi la hizo perder el equilibro, pero la seguidilla que vino después provocó que entre sus espasmos cayera de espalda sobre la arena, llevándome con ella y haciendo que terminara sobre su cuerpo.
Nuestra risa estalló en conjunto, más allá del placer, más allá de nuestros cuerpos, nada me hacía más feliz que escucharla reír, y verla brillar.
-Ven.- Exclamó Greer, haciendo que me pusiera a la altura de su rostro.- Me voy a quedar, te amo demasiado para perderte.- Terminó de decirme haciendo que mi corazón se encogiera, eran con exactitud las palabras que había deseado oír desde hace años, pero al mismo tiempo odiaría verla a ella infeliz por no haber logrado sus sueños por mi culpa.
-No, tú te irás, y serás la mejor piloto de esa flota, no renuncies a eso por mí.- Le contesté mirándola con intensidad a los ojos, podía ver como se llenaban de lagrimas, e intenté que no me pasara lo mismo.
-No me iré sin ti, no puedo hacerlo, solo tú me haces feliz.- Me dijo, y yo solo la besé en respuesta, sabía que si había alguien en el universo más terca que yo, era Greer Sonnel, y discutir sería solo un poco menos que perder el tiempo.
Los soles terminaron de ocultarse en el ocaso y yo perdí la cuenta de cuantos orgasmos nos dimos, será por siempre el más increíble momento de mi vida, regresamos sin hablarnos, pero antes de entrar a la casa, ella tomó mi rostro y me besó con dulzura.- Nos vemos mañana, tenemos que planear nuestra nueva vida.- Exclamó, y yo solo asentí en respuesta.
Esa misma noche recogí mis pertenencias y me dirigí a los puertos espaciales de Mos Espa a ofrecer mis servicios como mecánica con tal de que me sacaran del planeta, allí conocí a Hondo Ohnaka que había traído un cargamento de agua pura al Clan Hutt y estaban teniendo problemas con su carguero ligero Corelliano.
-Si necesitas ayuda, puedo arreglar lo que sea, y casi gratis.- Exclamé al verlo gritar a uno de sus droides mecánicos que no lograban conseguir el problema de su nave.
El Weequay al escucharme se volteó y me miró con rabia acercándose amenazante, me sacaba casi una cabeza, y mucho más de ancho pero no me intimidé ante él, ni siquiera cuando resopló a centímetros de mi rostro.- Nada en esta vida es gratis niña, y si lo es, no sirve.- Respondió con brusquedad.
-No dije que fuera gratis, dije “casi”, solo te pido que me saquen del planeta a donde quiera que se dirijan de la galaxia.- Le dije en respuesta, provocando para mi sorpresa la sonrisa de Hondo.
-Niña, si arreglas mi nave te haré la mecánica oficial de mi flota de piratas, aunque no creo que lo logres.- Yo me incliné en forma de reverencia y con una sonrisa tomé las herramientas.
-Mi nombre es Selene.- Exclamé para ponerme a trabajar, y en media hora logré arreglar el problema de la nave, ante la vista perspicaz del Jefe pirata.
Cuando terminé, me paré en la entrada de la nave con mi mochila.- Ya está ¿Cuándo zarpamos?- Pregunté emocionada, Honde se acercó de nuevo a mí, no podía reconocer las emociones de su rostro en ese momento, pero igual nada me borraría la alegría que tenía de haber hecho el trabajo.
-¿Qué más sabes hacer?- Me interrogó el Weequay sin dejar de mirar a mis ojos.
-Sé pilotar, pelear, pero jamás me pongas a cocinar, podría matar a toda tu tripulación con mis guisos.- Le contesté provocando está vez una fuerte carcajada en Hondo.
-Jefe, de ahora en más, llámame Jefe.- Me dijo pasando a mi lado y subiendo a su nave, yo lo seguí sabiendo que no volvería a ver a Greer, y ella, alcanzaría sus sueños, las estrellas.