StarWars: The Darkness In The Blood

Selene es la hija de un Gran General del ejército Imperial que le fue arrebatado cuando era una niña, ahora, es una de las mejores Piratas de la galaxia, y esta, es su historia, a mi estilo, llena de erotismo y sordidez...

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...

-Otro golpe así y...- Exclamó mi padre en voz alta, aunque al verme el rostro asustado, noté como suavizó su mirada brindándome una dulce sonrisa.- Tranquila Selene, está vieja corbeta corelliana aguantara hasta que venga la ayuda.- Terminó de decirme mientras tomaba mi mano con fuerza.

Huíamos de nuestro hogar, cerca del borde exterior en un pequeño planeta llamado Pólux, una Fragata de Asalto intentaba tomar la nave, pero estoy segura que mi padre será capaz de repelerlos, en otra época fue un famoso Gran General del ejército Imperial, pero cuando mi madre quedó en cinta y murió en el parto, decidió abandonar su antigua vida, para ir a su planeta de origen y criarme lejos de todo.

Bueno, eso fue lo que me dijo, a mis diez años era una niña muy curiosa, y no había noche que no le pidiera a mi padre una de sus épicas historias para ir a la cama, desde la vez que luchó contra la rebelión en Lothal en inferioridad numérica y con poca munición pero aun así venciendo, o mi preferida, cuando estuvo al lado del mismísimo Darth Vather y el Almirante Thrawn en Malachor.

Cuando llegó el siguiente impacto, todas las alarmas de la corbeta comenzaron a sonar como si avisaran de la llegada al Averno, los demás refugiados comenzaron a gritar y gimotear, hombres, mujeres, niños, acianos, todos sabían que la muerte nos estaba mirando a los ojos, el poco personal de seguridad de la nave se limitaba a una docena de jóvenes también asustados, que no contaban siquiera con suficientes blásters para defenderse.

-¡Seremos abordados!- Gritó uno de ellos, y noté como la nave comenzó a detenerse, nos tuvimos que ir de Pólux porque nos habían descubierto, tomando el primer transporte a Tatooine para contratar una nave que nos llevara hasta Alzoc III, donde según mi papá todavía estaban algunos de sus amigos escondidos al igual que nosotros, pero, aunque tenía fe ciega en él, mi miedo se acrecentaba con cada respiración.

De pronto, mi padre puso su rodilla en el suelo, poniéndose a mi altura para mirarme a los ojos con mucha intensidad.- Selene, ellos no pueden saber que eres mi hija, me tomaran y me llevaran con ellos, pero tienes que sobrevivir, no importa lo que me pase, solo tú importas.- Exclamó, su voz apenas audible por las explosiones y los blásters que empezaron a sonar, no podía creer que el Gran General Procyon se estaba rindiendo, después de tantas batallas, y todas sus enseñanzas, iba a entregarse sin luchar.

-¡No puedes rendirte!- Grité con desesperación, y lo golpeé en el pecho intentando que reaccionara, pero él solo me apartó con fuerza, haciendo que el aire saliera de mis pulmones cuando choqué mi espalda contra un viejo RA-7 de la nave, cayendo sobre mis rodillas al tiempo que intentaba recuperar el aire.

-¡Droide! mete a la niña en una capsula de escape, y cuando la tengan lista, hazla salir de acá.- Le ordenó, con dificultad pude levantar mi vista para mirarlo, su rostro era severo, pero sus ojos todavía seguían siendo los de mi cariñoso padre, cuando volvió a mirarme fue cuando ya el RA-7 me tenía sobre su hombro metálico.- Una vez me tengan destruirán la nave, pero estoy seguro que no les importará que una capsula de escape con una pequeña forma de vida les importe mucho cuando logren su objetivo, sabes que es lo correcto.

Y vaya que lo sabía, mi padre me había enseñado desde el primer momento de mi memoria que hay situaciones donde no se puede hacer otra cosa que sacrificar algo para sobrevivir, como en un juego de Dejarik, donde hay piezas que deben morir para alcanzar la victoria.

Intenté luchar, me revolví y me esforcé para liberarme del agarre del Droide y ayudar, pero cuando giré el cuello para ver a mi papá siendo tomado y llevado, grité su nombre, tan fuerte que mi garganta parecía desgarrarse, hasta que me golpeé con fuerza la cabeza, y se hizo la luz.


De nuevo la misma pesadilla, la tormenta de esos recuerdos me golpeaba de vez en cuando, aunque en los últimos meses todo parecía haber empeorado, podía sentir las sabanas pegadas a mi piel sudada, y mi respiración todavía jadeante, una Twi’lek yacía a mi lado, como casi siempre, no recordaba la forma en que había llegado a mi cama, ni mucho menos su nombre, pero podía sentir el sabor tan característico de su sexo dulce todavía en mi boca.

El camarote de mi nave, la Starlight, era pequeño pero acogedor, necesitaba todo el espacio posible para poder llevar mercancía de un lado al otro de la galaxia, más cuando fuera de contrabando, así que no podía tener mucho espacio para la comodidad, lavé mi rostro en el lavado y me miré al espejo, ojos grises, pelo castaño hasta los hombros, una pequeña cicatriz sobre mi ojo izquierdo y pecas que contrastaban con mi piel blanca como la leche.

Tenía un par de marcas de chupones y mordeduras en mis senos medianos pero firmes, a las Twi’lek les gustaba jugar rudo, y a mi me fascinaba complacerlas, ligar dolor con placer era la mejor forma de alejar los demonios y las sombras en mi mente.

Habían pasado quince años desde que mi padre había sido secuestrado, lo había buscado por todos los rincones de la galaxia, pero nunca pude conseguirlo, supongo que fue asesinado por su afiliación al Imperio nada más estuvo en las manos de los líderes de la gloriosa Nueva República.

Había sido noticia la gran Purga de tropas y altos rangos Imperiales luego de la Batalla de Endor, no solo en sitios apartados, sino en las propias calles de Coruscant, donde todavía algunos cascos de Stormtrooper adornaban hasta negocios en los barrios más duros.

Odiaba la capital de la República, es un recordatorio total de la decadencia del sistema galáctico, donde los pobres son cada día más pobres, los ricos, cada vez más ricos, y la aparente prosperidad que intenta transmitir el restaurado Senado Galáctico con grandes sesiones públicas, era solo una gran tapadera para repartirse las fuentes de minerales y recursos que lograron quitarle de las manos al Imperio cuando cayó.

Pero todo esa corrupción y vicio convertía a Coruscant en el mejor sitio de la galaxia para hacer negocios, y mientras estuviera protegida por las personas correctas, nada podía tocarme, ni siquiera cuando transportaba píldoras letales o agua pura de Rampa II, claro, esa protección valía créditos, y si tenías los suficientes, tenías tanto poder como cualquier Emperador.

El avisó de mi holotransmisor me sacó de mis diatribas políticas y económicas, me puse mi cómoda bata de tela Zeyd y presioné el botón para recibir la llamada.- Buenos días Jefe.- Exclamé, Hondo Ohnaka era un Weequay, considerado uno de los más grandes piratas de la galaxia, y tenía planeado que algún día lograría ser tan grande como él, pero por ahora, me conformaba con ser su piloto estrella.

-Maldita sea Selene, tengo rato llamándote, en una hora una persona llegará a tu hangar, necesito lo que lo lleves a donde te pida.- Me dijo Hondo con su particular tono grueso, ya era mayor, incluso para su especie, pero seguía siendo alguien temido e imponente.

-¿Qué más tendré que cargar? Porque no soy taxista, no transporto personas- Pregunté molesta, era mi única regla desde que empecé en la piratería, y mi Jefe lo sabía, y hasta hoy, respetaba mi forma de trabajar.

Se quedó quieto solo un momento, como midiendo con total exactitud las palabras que iba a decir.- Tiene un precio que ninguno de los dos podrá rechazar, así que será mejor que escuches su oferta.- Respondió cerrando la comunicación y dejándome sorprendida, mis honorarios son los más altos de su flota de piratas, pero mi récord perfecto de entrega y velocidad valían la pena, así que si su oferta era tan buena como para hacerlo pedirme romper mi única regla, tal vez fuera algo que valía la pena escuchar.

La Twi’lek se levantó de mi cama y me abrazó por detrás, sus calientes labios besaron mi cuello y de inmediato mi sexo reaccionó humedeciéndose.- ¿Qué tantos orgasmos puedes darme en media hora?- Pregunté, nunca fui fan de las sesiones de sexo fugaces, pero por algún extraño motivo, tenía una emoción en mi pecho que debía drenar de alguna forma.

¿Es una reto pregunta o un reto?- Me contestó mi azul amante, no sin antes dejar que mi bata cayera al suelo, y lanzar su boca hasta mis pezones, al tiempo que sus manos me apretaban hacía ella.

A duras penas pude empujarla para poder llegar hasta mi cama, y me acosté con mis piernas abiertas y mi sexo adornado con una fina capa de vellos, invitándola a usar esa boca que en su especie irradiaba puro calor y placer.

Ella, entendiendo la indirecta dejó caer su rostro y comenzó a lamer mi clítoris con maestría, la sensación era indescriptible, el roce de su delicada lengua, combinado con el calor de su boca hacían que electricidad pura recorriera mi cuerpo desde su propio centro, y mi primer clímax me golpeara como una de las olas gigantes del planeta Tython.

La Twi’lek sonrió de júbilo ante su primer logro, pero de inmediato se enfrasco en una lucha por encadenar el siguiente, metiendo dos de sus finos dedos en mi sexo empapado, mientras retomaba las caricias de su lengua, mis caderas como poseídas se acoplaron al ritmo de la penetración, y no tardó en lograr su objetivo.

Dos orgasmos más casi consecutivos me hicieron nublar mi vista, y tener que usar mis manos para tapar mis gritos de placer, se detuvo para mirar mi reacción y no podía ocultar ese brillo de deseo en sus ojos, no sabía su nombre, pero en está cama me había hecho feliz.

-Veamos si puedo hacerlo mejor.- Exclamé, y está vez fui yo la que me sonreí, me incorporé y tomé a mi amante azul con fuerza, haciendo que apoyara sus rodillas y se inclinara delante de mí, dejando su hermoso trasero en pompa a mi disposición.

Su sexo lampiño parecía brillar por sus jugos, con mis manos apreté sus glúteos mientras mi lengua recorrió los pliegues de sus carnes prohibidas, mis pupilas gustativas gritaron eufóricas por el dulzor de sus jugos, era casi como un manjar frutal que de paso era afrodisíaco, porque mi propio placer se acrecentaba con cada lamida.

Subí mi lengua unos centímetros más arriba y no me costó casi esfuerzo penetrar su esfínter, mientras ahora dos de mis dedos penetraban con ritmo su sexo, no sé cuántas veces alcanzo el clímax, pero llegó un punto donde se dejó caer rendida, jadeando y pidiendo piedad.

Ella era grandiosa en la cama, vale, tal vez yo no tenga el sexo dulce como una fruta, o mi boca caliente para dar placer... Pero sigo siendo mejor amante.

-Vístete, tengo una reunión importante en unos minutos y debo prepararme.- Le dije mientras me levantaba de mi cama e iba de nuevo al lavado ha asearme y vestirme para recibir a mi cliente, sabía que no me robaría nada, mi fama me precede y no se arriesgaría a ser mi enemiga.

Escuché como todavía gimoteando mi amante azul se incorporaba con dificultad y se ponía sus ropas.- ¿Nos volveremos a ver Pirata?- Preguntó, había deseo en su voz, lujuria, como una promesa o mejor, una declaración de que quería repetir.

-Tal vez, nunca sabremos que nos deparará el futuro, adiós.- Le contesté, no me molestaría tener esa lengua azul de nuevo entre mis piernas la próxima vez que venga a Coruscant, aunque rara vez repetía, había razas que siempre valían la pena.

-Que la fuerza te acompañe.- Exclamó justo antes de salir de la nave, dejándome un torbellino de rabia en mi interior que me recorrió todo el cuerpo, retiro lo dicho, esa fanática Jedi no volvería a entrar en mi cama.

Odiaba a la Nueva República, pero más lo hacía a esa religión que se había formado alrededor de su gobierno, no es que no supiera que el Imperio estaba lleno de pecados, desde los más crueles genocidios hasta villanía atroz, pero por lo menos no se ocultaban en un manto de una supuesta Fuerza que bendecía todas sus acciones.

Me terminé de vestir, botas, pantalones negros, mi pistolera con su bláster, una sudadera negra y sobre ella una chaqueta marrón, recogí mi cabello en una media coleta, y cuando me dispuse a salir de mi nave, fuera ya me esperaba sentada en un gran baúl de acero una mujer.

Tenía puesto un sobretodo negro, botas a juego y un traje completo de cuero vinotinto ceñido, de un cuerpo estilizado y firme, con curvas muy femeninas, aunque su rostro mostraba que estaba por encima de los cuarenta años, incluso un poco más, seguía siendo hermosa.

Ojos violeta, pelo rojo, y piel blanca, incluso más que la mía, dudaba que fuera humana, aunque no tenía idea de a que raza pertenecía.- Me dicen que busca transporte.- Exclamé intentando mantener mi mejor cara de póquer, no quería demostrarle más de la cuenta la intriga que me carcomía.

-Así es, necesito ir al borde exterior, un pequeño planeta nevado llamado Alzoc III, y si pudiéramos salir de una vez te lo agradecería.- Me dijo, y no pude evitar trastabillar cuando caminaba hacia ella.

-Ese planeta está vacío, no hay nada allí.- Contesté, fue el primer planeta al que fui cuando busqué a mi padre, solo para darme cuenta que era un gran bloque de hielo en lo más alejado de la galaxia, perdido y casi desolado.

-No, no lo está, y necesito llegar pronto, esto es tuyo.- Exclamó mientras se paraba y abría el baúl mostrándole la mayor cantidad de diamantes Arkanianos que había visto en mi vida, con esa cantidad podría comprar por lo menos media docena de naves más, aun así, tuve resistencia para aceptar, no quería transportar personas.

-No transporto personas, no importa lo que me paguen.- Le dije en respuesta, mientras me cruzaba de brazos, no creía que una persona como esa pudiera caer en unas tácticas de negociación tan infantiles, pero era lo mejor que tenía en ese momento.

-Oh, querida, esto es solo un adelanto, te prometo que al llegar a nuestro destino, recibirás el mayor pago que podrías querer, y yo siempre cumplo mis promesas- Me contestó, pasando a mi lado y subiendo a la nave, dejando un delicioso perfume de belladonna togoriana, que podría reconocer a kilómetros por una hermosa cazarecompensas amiga de mi Jefe adicta a la adrenalina y al sexo.

No sé cuánto tiempo estuve parada como una idiota, con la boca abierta inclusive, pero cuando por fin pude reaccionar había tomado una decisión sin darme cuenta, monté el baúl en mi nave, y me dirigí hasta la cabina de mando, donde ya la mujer me esperaba sentada con las piernas cruzadas.

La Starlight en teoría, había sido una nave interceptor hecha para ser pilotada por dos tripulantes, pero había hecho las modificaciones pertinentes para que sola pudiera sacarle todo el provecho a sus características, aunque por algún extraño motivo, dejé el asiento de copiloto, y era la primera vez que dejaba que alguien se sentara en mi cabina.

Respiré profundo llenado mis pulmones de ese delicioso aroma, y me senté en mi lugar para despegar.- Mi nombre es Selene.- Exclamé queriendo romper el hielo cuando empezaba a despegar y agarrar altura.

-Lo sé querida, puedes llamarme Casiopea.- Me dijo, todo mi cuerpo reaccionaba a su presencia, una extraña energía me hacía querer huir de ella, y al mismo tiempo quedarme a su lado, sería un viaje largo, así que tendría tiempo para intentar averiguar sobre ella.