Stag life 21 casanova 1976

No es el Casanova 1976 de Fellini, sino el de John Holmes. En esta cinta setentera se muestra que el secreto de su éxito era un perfume, y cierta herencia particular.

Stag Life 21: Casanova (1976)

Título: Casanova (1976)

Dirige: John Holmes

Título Región 4: Las Eróticas Aventuras de Casanova.

Performancers:

John Holmes, Casanova.

Susan Silver, la psicóloga.

Peter Johns, Paul.

Jane Goodman, Lady Angie.

Susan Catherine, Gratia.

Diane Bills, Louise.

Nancy Hoffman, Miriam.

Iris Medina, la mucama del hotel.

Maureen Spring (aparece como Eileen Dover), Ann.

Tracy O´Neil, Jane, la esposa de Paul.

Blair Harris, Jewel, el hijo de Paul.

Phaedra Grant, la cocinera.

Suzanne French, Rose, la sirvienta.

Paula Wain, hija.

Justine Taylor, hija.

Empleado del Mes:

Maureen Spring

Reseña:

La primera escena sexualmente explícita que vi en mi vida fue una mamada que Marina Frajese le da a un tipo en Emanuelle in América (1976). La cinta aparecía en cartelera como Emanuelle Negra en América, y era una de esas cintas limítrofes entre el hardcore y el softcore que se hicieron en la década de los setentas para aprovechar el morbo del nombre Emanuelle (que para mí la única y original es Sylvia Kristel) y el sub género de sexo chic . La que yo vi era protagonizada por la otra Emanuelle (la piratona), Laura Gemser.

Para hacer un poco de contexto, en esa ocasión caminamos una treintena de cuadras para llegar a los Multicinemas Garza Sada . En aquel entonces, el concepto de un cine múltiple era avant garde , y estos "multicinemas" eran los únicos en Monterrey verdaderamente "multi". Había otros, pero eran solamente "gemelos", es decir, dos salas, una taquilla.

En los multicinemas las salas uno y dos estaban a la siniestra de la tienda de palomitas y refrescos, mientras que las salas tres y cuatro a la diestra. En la uno ponían películas para retrasados; en la dos ponían cintas para todo público pero ya de más "criterio", ahí vi en estreno los episodios II y III de Star Wars , el uno lo vi en el extinto Cine Elizondo. En la sala tres ponían cintas de más octanaje, ya fueran comedias románticas o cine de terror, digamos, convencional, ahí vi "Halloween (1978)", "Friday 13th II (1981)" y subsiguientes, hasta la IV, que es el capítulo dizque final, así como "Jaws (1975)", seguida de los filmes que presentaban a toda la serie de alimañas acuáticas que podían matarlo a uno en aquellos años, "Orca, the killer whale (1977)",Piranha (1978), Mako, the jaws of death (1976), "Alligator (1980)" , la mexicana "Tintorera, el tiburón tigre (1977)","Tentacoli (1977)" , "Barracuda (1978)" y, sin olvidar el paso siguiente según la evolución "Humanoids from the Deep (1980)", donde las alimañas del mar no sólo se comen a las humanas, sino que se las cogen y, en el peor de los casos, las embarazan produciendo partos muy complicados (por decirlo de alguna manera).

El promocional era irresistible.

Por esta y muchas cosas más, la sala cuatro era la que me resultaba más interesante y en la cual definitivamente no debía entrar dada mi edad. Ahí ponían dramas o cualquier otro tipo de cine "adulto". Ahí vi películas que de verdad me causaron impresiones muy fuertes. Una de ellas fue Profundo Rosso (1975) de Dario Argento, estrenada seguramente con retraso en Monterrey, la cual me ocasionó constantes pesadillas, ni siquiera por la escena en que el asesino estrella la boca de un metiche en el filillo de una chimenea, sino con la escena de un irracional muñeco que surge de la nada y es cortado de tajo con un cuchillo enorme (el cuchillo más grande antes de ser machete) separando tórax del resto del cuerpo, mientras el muñeco, que encima se parecía al entrañable Titino (el del dueto Neto y Titino), sigue riéndose en el suelo. La escena era vanguardista porque mostraba brutalidad muy explícita para aquellos años, ni más ni menos cortar de tajo a alguien o algo, sin derramar una gota de sangre, pero con un mensaje de violencia clarísimo.

Quiero hacer una disertación aquí y de una vez, porque no veo cuando vuelva a salir este tema: hay cortes de tajo impresionantes, tal como el segado de una vaca en "Apocalipsis Now (1979)" que es inquietante por auténtico, o el segado de Santiago, el vampiro, interpretado por Stephen Rea en "Interview with the Vampire (1994)", quien es cortado cual caña de azúcar con una hoz, pero esas no interesan, interesa que los cortes de tajo pueden comercializarse para el público infantil si aquello que tasajean es un robot o artefacto mecánico, por humanoide que sea, es decir, no es lo mismo abrir en canal a C3PO que a Ben Kenobi. El oportunista de George Lucas resultó visionario a este respecto, sus cintas de "The Clone Wars (2008)" y la serie del mismo nombre, o bien la serie de dibujos animados "Samurái Jack (2001-2004)" realizada por el animador Genndy Tartakovsky para Cartoon Network, se las ingenian para repartir "violencia inofensiva". En ambos casos los personajes tasajean a granel a los robots, y ello está bien visto porque son simples máquinas. Claro está, si no fueran robots sino gente y fuese tasajeada en forma similar, las cintas serían un baño de sangre peor que "Itchi The Killer (2001)" de Takashi Miike, inadecuado no sólo para los infantes, sino para toda persona de estomago sensible. Esa triquiñuela de destazar robots es la panacea que permite repartir violencia bajo la etiqueta de "sugerida", como si ésta fuese el efecto y no la causa. La violencia es lo que habita la mente de quien tasajea algo, pues a la sangre que brota no se le llama violencia, sino borbotón. En fin, la idea fue de Dario Argento, y era pesadillezca, ya no lo es, los tiempos cambian.

La otra fue que me dejó impresionado de mala manera fue una que no sé cuál sea su título real, que se anunciaba como "La Amante Insaciable", que era un softcore japonés o chino, cuya actriz tenía unos pezones color canela, lisos y turgentes, literalmente del tamaño de una Big Mac . Quizá desde ahí le tengo tirria al porno japonés, tan nutrido de gritos y violencia. La escena que me dejó mudo fue una en la que la protagonista, luego de una golpiza, se da un regaderazo y comienza a sangrar por la vagina. Su pareja, que era un mamón que suplía su corto pene con gritos histéricos, entra al baño y la regaña porque está abortando. La escena del hilillo de sangre diluyéndose por la coladera me hizo encabronarme en niveles hasta ese momento desconocidos para mí. Eso fue suficiente para que, hasta el calenturiento adolescente que yo era abandonara la sala. Hasta eso, tenía criterio desde chiquillo para no seguir mirando lo que no me gusta, y si de plano no pude evitar esa escena es porque llegó muy rápido, mientras estaba yo distraído con aquellos pezones.

Todo esto lleva a cualquiera a pensar en el hecho de que la saga de Jurassic Park no tiene ya futuro, a menos que salgan con la mamada de que una estación submarina, a la vez que jurasica, estuviera infestada de toda esa inmensa gama de pesadillas marinas que había antaño. Siento que la lógica de la película, de por sí inverosímil, llegaría a límites sorprendentes al momento de explicar bajo qué regla moral no escaparía de las inmediaciones de las islas puertorriqueñas un Carcharodon Megalodon , o un Liopleurodon Ferox . Que no escape nadando un Tyranosaurus Rex (cuya débil brazada es célebre) se entiende, la geografía los reprime, pero estos otros cabronazos del mar de plano no pueden ponerse en una pecera. No cabe duda que la única salida es dar el siguiente paso evolutivo en el que los personajes se viesen asediados por mamíferos temibles, como el Andrewsarchus Mongoliensis , o el Hyaenodon Horridus , para quienes los exploradores serían un bocadillo, además de unos cuantos Homo Sapiens Neanderthalis bipolares, quienes además de violentos pudieran sentir algún tipo de atracción sexual por las, o los, protagonistas. El futuro de Jurassic Park estaría, pues, en amenazas del pasado que no sólo pueden comerte, sino que también joderte. ¡A ver si no corren Laura Dern y Tea Leoni!

Si se copiaron a "Profundo Rosso (1975)", bien pueden plagiar a "Humanoids from the Deep (1980)".

A diferencia de los cines Chaplin, América o Independencia, los multicinemas nunca ponían películas tan descaradamente pornográficas, si algún contenido carnal era programado, era softcore o cine erótico pero "artístico".

Había dos formas para acceder al Sanctum Sanctorum que era la sala cuatro: por delante aprovechando una distracción, o por detrás. Por delante era comprar un boleto para la sala tres, salir al baño y regresar, pero a la cuatro. El riesgo es que en el cine había una especie de "inspector autoridad" que estaba muy al pendiente de esta dislexia, que en mis tiempos era muy común entre los adolescentes. Por detrás consistía en esperar a que se diera el final de la función, un empleado abriría las puertas y se retiraría mientras el río de gente salía del inmueble, ahí, a contracorriente y despertando la débil indignación de la gente que dejaba la sala, nos metíamos por la salida. No sé si se deba a la vergüenza que sentía el público de estar abandonando el cine luego de ver a Emanuelle o a la japonesa de los pezones enormes, que nadie decía nada pese a lo obvio que era que estaba mal lo que hacíamos. Reportarnos era, de alguna manera, llamar la atención, y era preferible no hacerlo porque la película que se acababa de ver era seguramente avergonzante.

Ya dentro de la sala había que correr a las butacas de en medio, y sumir la cabeza como una tortuga apenada. A veces funcionaba llevar un periódico, para abrirlo como mampara, cosa que luego era poco creíble porque la luz era escasa y no hacía sino llamar la atención. Con suerte, el empleado malpagado del cine se retiraría sin mirar siquiera al público deseoso de continuar con la muy voluntaria permanencia.

Apagadas las luces, la tortuga se acomodaba y se disponía a ver las bonitas películas que ahí se mostraban.

A veces la forma de entrar era todavía más criminal. Nos cooperábamos para comprar el boleto para alguien que se metiera a la sala tres, fuese al baño y se regresara a la cuatro, y una vez dentro se introdujera en la catacumba que conduce a la salida, abriera desde dentro la puerta de la salida de emergencia para que los demás amiguetes nos metiéramos al cine sin siquiera esperar a que la función terminase. Imagínense la escena. Son las 16:30 horas. En la sala tres proyectan "Gandhi (1982)", con funciones a las 16:00, 19:00, y 22:00; en la sala cuatro "Emanuelle Negra en América (1976)", con funciones a las 15:00, 17:00, 19:00. 21:00 y la función de media noche a las 23:00. En la taquilla un adolescente solitario con acné a tope pidiendo un boleto para la tres. Ni la de la taquilla ni el fulano de la puerta, ni el de la dulcería ni el que limpia los baños ven nada sospechoso en él. Total. Quiere ver "Gandhi (1982)". Aparentemente es un chico que gusta de cultivarse en todo aquello que sea cultural, pues no le llama la atención "E.T. (1982)", que está en la sala uno; tampoco le apetece ver "Tron (1982)", que está en la sala dos. "Gandhi (1982)" es lo que él elige, y "Gandhi (1982)" es lo que ha de ver. Es más, ni siquiera le parece sospechoso al personal del cine que la película lleve más de media hora de empezada, pues como dura tres horas, igual y no se le ha pasado gran cosa. Nadie sospecha tampoco del hecho de que, segundos antes de que pasara a la taquilla, junto al muchacho culto hubiera un grupo de cuatro o cinco muchachos que parecían estarle cooperando para que pudiera entrar, él solito, a ver "Gandhi (1982)" (léase a-verga-ndhi).

Cual hábil Pipila, nuestro amigo logra su cometido, se mete a la sala tres, su vejiga le exige ir al baño, al salir sufre de dislexia adolescente y entra a la sala cuatro sin ser visto, se interna por el túnel que da a la salida de emergencia en una maniobra que ha de ser en extremo rara para el público que ya estaba sentado en la sala disfrutando de su dosis de tetas y del chocho peludo de Laura Gemser. Luego, milagrosamente, el muchacho que entró solitario al túnel de salida de emergencia regresa convertido en seis muchachos (uno de ellos yo), los cuales se distribuyen a lo largo y ancho del cine. Sentarse junto sería ingenuidad, pues si el cácaro, o quien fuese, denunciara la invasión, sacarnos en pandilla resultaría muy fácil. En cambio, regados en la sala, había la posibilidad de que, de entrar el inspector autoridad a sacarnos, tendría que buscar uno por uno, molestando al distinguido público, así que con sacar a uno o dos se conformaría.

Cuando yo entré no entendí muy bien la trama. Laura Gemser se paseaba de aquí para allá en canicas. Luego vino la escena en la que ella fisgonea a través de una rendija que hay en una choza. Dentro está un remedo de Tarzán, y junto a él está Marina Frajese. El Tarzán somete a Marina Frajese y la pone a darle una mamada. Para la capacidad de Frajese, esa mamada es una mamada blandengue. Sin embargo, era algo que yo no tenía forma de saber ni juzgar. Para mí la visión de aquello era la prueba de que era real aquello que había oído, que la chupada de verga era una práctica sexual. No la creía yo posible. Toda mi educación apuntaba a que boca y verga no se llevan, o que boca y coño tampoco. En mi mente ignorante sólo resultaba razonable el sexo anal. Pero la escena era muy clarificadora al respecto. La mamada es poco entusiasta. Tarzán empina a Frajese y la penetra. La escena es brevísima. Filmada con ánimo casi antropológico.

La película prosiguió. Poco podía yo entender en aquel entonces que Gemser era una especie de agente secreto, que en una fiesta descubrió la existencia de una película snuff y que la denunció, y que tenía una cámara de espía para demostrar todo, además de tomar puras fotos pornográficas. La película se acabó. Decidimos hacernos pequeños para ver el comienzo. El que abría la puerta detectó a uno de mis amigos, el Pipila, justamente. Lo sacó, pero sólo a él (luego supimos que esperó como un imbécil a que alguien le abriera la puerta de nuevo, pero lo cierto es que a nadie de los que estábamos dentro se nos ocurrió). Hubo otra escena de mamada, luego una de un trío, todo desangelado. Otra escena interesante era una donde un grupo de sibaritas miran a través de unas ventanas de una especie de establo donde una mujer le soba la verga a un caballo. Snuff, zoofilia, sexo grupal, en definitiva una cinta que no debíamos ver. Nos salimos luego de repetir la escena de Tarzán cogiéndose a Marina Frajese.

Esas fueron las primeras escenas pornográficas que vi. Pero no fue sino hasta Casanova (1976) que vi una verdadera cinta porno. Hoy en día me lleno de emoción al darme cuenta que tuve la suerte de que la primera cinta del género que vi en realidad era una joya. ¿Cómo hacerse una mala idea del porno si tu primera vez es con esta maravilla?

Fue en el Cine América. Todo estaba apagado. Los cartelones eran de alguna cinta pornográfica, pero no de la que se exhibía. Eran otras actrices y otros actores, y con marcador decía "Las Eróticas aventuras de Casanova". La cinta dio inicio. Como nunca había visto yo una película porno, no podía yo juzgar que el que aparecieran toda serie de extras vestidos de manera renacentista implicaba ya un sobreesfuerzo en el género. De hecho, en la primera mitad de la película Holmes sale vistiendo trajes de seda y camisas con olanes.

Luego pasan a un paraje alejado, de esos que se mantienen igual que en 1751. Ahí se baten en duelo un comandante y Giacomo Casanova (John Holmes). La técnica de ambos espadachines deja mucho qué desear; de haberles cambiado las espadas por sartenes la cosa guardaría más congruencia. Durante la pelea no dejan de hablar de Lady Angie. De una estocada Casanova da muerte al comandante, quien con su último aliento dice "Casanova… hazla feliz… prt". Así es, hace el sonido de un pedillo, "prt", para luego sacar la lengua y morir.

La escena brinca hasta una habitación en la que está ya Casanova sentado junto a Lady Angie (Jane Goodman). Ella le dice a Casanova que su reputación es muy grande. Entre una cosa y otra, Casanova le informa, eufemismo de por medio, que ya no se tendrá que preocupar por aquel comandante que la procuraba, que al parecer era un insistente moscardón para Lady Angie. Ella sonríe como sonríe una mujer a la que le han matado un pretendiente molesto, y le dan ganas de agradecer a quien le hizo ese favor.

Entre la plática, Holmes se pone a esnifar una nueva especia que trae en un botecito. Lady Angie le pregunta qué es eso que él aspira, y Giacomo explica que es un regalo que un amigo suyo le trajo desde las "remotas tierras del Perú". Ambos le entran.

El Cine América estaba en silencio sepulcral. Incluso cuando empieza a verse el sexo de Lady Angie nadie dice ni media palabra, tal como si los espectadores estuviesen de sobra acostumbrados a ver coños. Holmes le chupa el coño mientras suena un clavicordio. Cuando Casanova se saca la verga el público respingó; de hecho, ni la mismísima Lady Angie exclamó tanta sorpresa. "Ahijo de su pinche madre", "¡Burro!", "La va a matar".

Lady Angie reconoce que la gran reputación parece estar bien merecida. Siguió una secuencia de sexo musicalizada con Mozart. Algo normal. Al final, Casanova todavía ni se viste cuando la dama ya le está preguntando cuándo volverá.

Casi de inmediato, Casanova está sentado junto a tres muchachitas, Louise, interpretada por Diane Bills, Miriam, encarnada por Nancy Hoffman, y Gratia, protagonizada por Susan Catherine. En los créditos aparecen estos nombres, pero créanme, no hay forma de intuir que se llaman así, porque en la cinta nunca son llamadas por su nombre. Podían llamarse de cualquier manera.

El libertino las observa mientras ellas se entregan a juegos lésbicos. Pareciera que son las hijas de algún noble que misteriosamente se las dio a cuidar al Diablo. Casanova comienza a educarlas una a una, ante la mirada pícara de las demás. La primera en probar lo que es la verdadera vida es Susan Catherine, la que sigue es Diane Bills, y por último Nancy Hoffman. La escena con Miriam ni siquiera culmina, sino que se difumina hasta el tiempo presente.

El final de la parte barroca de la cinta termina con Holmes tirándose a una adolescente que está frente a él en cuatro patas, él encaja su verga y la chica grita. Es un grito al que le ponen un efecto fantasmal, quizá el sonido de una virginidad que muere. La cara de Holmes mientras ella grita "¡Harder!" ostenta esa risilla suya de cuando intenta meterla toda en alguien.

Aparece John tendido en una cama del siglo XX, todo parece haber sido un sueño, sobre su abdomen hay semen, lo que revela su problema: eyaculaciones nocturnas.

Para mí es aquí donde empieza el verdadero agasajo. So pretexto de curar ese extraño síndrome de las eyaculaciones involuntarias, vemos a John Casanova (el propio Holmes) comentándole sus penas a una psicóloga (Susan Silver). Silver en su papel de psicóloga no tendrá sexo explícito en la película, sin embargo, ese dato es algo que no sabes, y la dinámica entre ella y su paciente será de gran tensión sexual. Cada vez que ella abre la boca uno presiente el riesgo inminente de que por fin se entregue a Holmes. En teoría ella no hace nada para provocarte. Está vestida de manera muy ordinaria, incluso evita cualquier libertad para con su paciente, y toma notas. Pese a ello, la mente viciosa del espectador la señala como una potencial y apetecible víctima. John le cuenta que todo empezó cuando fue a una tienda de antigüedades a recoger una caja que le dejó su abuelo.

"¿Cuéntame más de eso?"

El no lo sabe, pero es descendiente directo de Giacomo Casanova, el célebre amante del siglo XVIII, y ello es para él una maldición. Su tataratataratataratatarabuelo le dejó como herencia un misterioso perfume que tiene la particularidad de excitar mucho a las damas, las convierte en perras en celo incapaces de guardar lealtad a nadie ni a nada, capaces de sacrificarlo todo si ello les permite saciar su lujuria.

La premisa es simple, y poderosa. La simple idea de que un artículo así exista, inquieta. A grandes rasgos, se deposita en esa loción la fantasía eterna de ser irresistible. Ese perfume no sólo huele bien, sino que disuelve toda moral, absuelve de toda culpa, libera de todo yugo que haya impuesto la moral y la religión. Reduce, si es que esta es la palabra que deba usarse aquí, al ser humano a su más primitiva realidad, que en el fondo es un animal. Esta idea se explota en otras cintas. Se me viene a la mente "Hawaii Oriental (1982)" donde John Leslie y Familia viven en Hawaii y se encuentran en apuros económicos. Tan mal están que tienen que rentar una habitación a dos estudiantes orientales (Mai Lin y Jade Wong). Ellas comparten con la familia un té. Esa cinta, que sería una especie de híbrido entre "Casanova (1976)" y "Taboo (1980)", la he reseñado dentro de uno de los fascículos de mi serie "Diez de Mayo con mi tía". El tecito hace que todos se entreguen a una orgía con sobrecarga sexual, donde Leslie termina tirándose a su propia hija (Danielle), mientras que su esposa, Jesie St. James, le da una mamada a uno de sus hijos. La escena de Danielle siendo empalada por su propio padre, pero mirando con censura a la puta de su madre que se entrega al abrazo de su hermano, es perturbadora. Y sobre todo. ¿En qué te convierte el que la traigas parada viendo esa escena? "Hawaii Oriental (1982)" era una cinta que ponían de relleno en el Cine América. Cuando no tenían qué estrenar, ponían esa, y yo siempre regresaba para verla otra vez.

Danielle mira a su madre en

"Hawaii Oriental (1982)".

Desde luego, el impacto de "Hawaii Oriental (1982)" sumiría al público del Cine América, tan dado a la filosofía, a violentas reflexiones morales, a batallas campales entre el instinto y los valores. Pero estas complicaciones quedan hechas polvo mediante la explicación racional de tan descarado incesto: no eran ellos, sino la sustancia que los convirtió en bestias.

El tema no es un tema menor. Todos en el Cine América deseábamos tener un botecito de ese perfume de Casanova. Y en la afirmación está la condena. Tú lo querías. Pero el vecino también. Y aunque se antoja omnipotente el tenerlo uno y poder perfumarse delante de la dama que nosotros quisiéramos poseer, ello significa que el vecino podría, si quisiera, ponerse el perfume delante de cualquier mujer que uno respete, estime, ame y hasta presuma de suya. Y esa mujer de todos nuestros respetos nada podría hacer para resistirse. Y la culpa la tendría el perfume.

Claro está, el tataratataratataratatarabuelo de John no sólo le dejó el misterioso elixir como herencia, sino que también le legó una genética particular, ni más ni menos, un pene de diez pulgadas. La psicóloga escuchaba atenta. "¿Por qué no me cuentas un poco más de todo eso?".

John le cuenta a la psicóloga que la caja contenía un frasco con un líquido verde. Una especie de perfume. Le dice que luego de ponérselo se sintió extrañamente feliz, como si se tratara de un afrodisíaco. La psicóloga se interesa más en el caso clínico y le pide más detalles.

"Cuéntame más".

"Las cosas se pusieron más extrañas porque me detuve a dormir en un hotel"

"¿Y qué pasó?"

"Salí a almorzar. Cuando regresé a mi cuarto, la mujer de la limpieza tenía mi chaqueta pegada a su nariz, llevaba los pantalones abajo y con su otra mano se masturbaba".

"¿Y entonces qué hiciste?"

"Cerré la puerta e hice el amor con ella".

Este último dato era, al parecer, importantísimo para poder diagnosticarlo, pues la psicóloga se apresuró a tomar nota. Quizá en su libreta anotó "Se la cogió". La mucama (Iris Medina) es una mujer latina. Holmes se acerca a la cama. Queda muy claro que la cinta gira en torno a su verga, pues la cámara no está puesta sobre la chica, sino que siempre mantiene como epicentro la reata de Holmes. La muchacha no tiene gracia, se tumba en la cama y Holmes le hace de misionero. Luego ella lo monta a horcajadas pero se mueve torpemente. Quien se agita es John Holmes, cuyo largo pene le permite regalar estampas en las que su tranca es tan grande que literalmente serpentea antes de meterse de lleno en el coño de su meretriz. Su verga está chueca, se arremete, se dobla como una anguila que se mete en su guarida luego de dar una vuelta muy cerrada. La anguila entra y sale. Luego el misionero otra vez. La música es rica en teclados, todo muy psicodélico, muy en la onda del Pink Floyd de la época con Syd Barret. Holmes barrena a la mucama mientras su verga danza a un ritmo parecido a "Take Up the stestoscope and walk" , así de alucinado.

Para que la psicodelia sea completa, la escena del money shot es precisamente bajo una imagen de estetoscopio, como un palo visto a través de un diamante. De la nada están ahí tres coños superpuestos y tres vergas barrenadoras que luego expulsan el semen de manera pesada. Toma el estetoscopio y riégate .

"Lo hice con tanta pasión. Fue tan hermoso, en una forma que no había sentido nunca antes. La sensación se quedó en mí durante todo el día. Fue adorable."

"Cuéntame más acerca de eso"

Luego de esto, John se dirige a algún destino, pero hace parada en la casa de un viejo amigo. Es recibido por la familia completa, que está apostada en la cochera para recibirlo. Son tan ordinarios que parecen la Tribu Brady. Todos visten de manera sencilla. Son gente común. Da morbo pensar en que todos, toditos, se entregarán a la jodienda más temprano que tarde.

Paul (Peter Johns), el amigo, parece tener una casa bastante amplia; le presenta a John a su esposa Jane (Tracy O´Neil), su hija Ann (Maureen Spring), sus otras dos hijas (Paula Wain y Justine Taylor), su hijo Jewel (Blair Harris), su sirvienta Rose (Suzanne French), su cocinera ( Phaedra Grant), y su ayudante Bill (John Seeman). Todos son muy atentos con John. Platican de los buenos tiempos, incluso bailan de una manera que pocos esposos permitirían; Jane abraza a John, pero pegan sus pelvis, mientras sus hijas miran. La esposa no puede dejar de notar el olor del perfume, hace algunos comentarios acerca de cuan especial es. Todos se acercan a oler. Coinciden en que es un perfume muy singular. Incluso el ayudante, Bill, que había dicho que ya se marchaba, aparece diciendo, "aquí tiene su chaqueta, señor", y le da una olfateadilla, y se la da a Rose a oler. La velada ha sido bohemia y ahora todos irán a dormir.

"Debo decir que nunca me había pasado nada parecido. Llegué a mi habitación y fui poseído por toda clase de pensamientos en los que yo le hacía el amor a la esposa de mi amigo. Eran sentimientos salvajes e incontrolables. La había visto antes y nunca había sentido por ella ninguna inclinación, sin embargo ahora me sentía fuera de mí. Fue entonces que tocó a mi puerta."

"¿Y qué pasó?"

Luego de tan bonita convivencia, John está dispuesto a dormir, desnudo, por supuesto, para que abra el poro. Tocan a la puerta, suspende el encendido de un cigarrillo que ya tenía en la boca, se coloca una toalla ajada a manera de falda y acude a ver quién es. Es Jane. Todo en esta cinta es setentero. En un libro que tengo desde hace muchos años hay un artículo que filosofa acerca de qué mujer es más fácil, si la soltera, si la casada, o si la viuda. Dicho libro sostiene que, sin duda alguna, la casada es la más facilona, y la que menos problemas acarrea el cogérsela. Jane parece confirmar este conocimiento. La esposa de Paul tiene la virtud de ser muy directa. En muy pocas líneas le resume a John que su marido y ella no se llevan muy bien últimamente, y que ella se siente en derecho de buscar cómo aplacar su calentura. Se puede decir más fuerte pero no más claro, y John sabe escuchar este tipo de plegarias. Tracy O´Neil está perfecta para interpretar a la esposa desesperada, aunque, como se verá, en esa casa todas las mujeres parecen estarlo.

La música tiene una edición pésima. Mientras John se para a abrirle la puerta a Jane, se oye una musiquilla de un teclado exasperante, en el estilo de Esquivel, que convierte la vida en un ascensor. La esposa le cuenta a John sus sospechas de que Paul tiene un amasiato con Rose. Ante tal incitación a la justicia, John la besa. Al tocarse los labios la música cambia a una tonada psicodélica. Misma que es el tema de la cogedera. Esta canción aparecerá cuando el sexo se ejecuta o comienza a ejecutar. John le da una mamada. La música se corta, y la escena también. Aparece Paul saliendo a hurtadillas de su cuarto, como para ir con su amante, mientras suena una tonada estúpida. En otro orden de cosas, hay un tipo que ni siquiera se sabe quién es, mirando por la cerradura a las dos hijas de Paul, Paula Wain y Justine Taylor, que se están dando una agasajada entre ellas, y la música es psicodélica, pero con otro ritmo. Corta la escena y está Blair Harris tendido en el sofá. Su hermana Ann (Maureen Spring) entra desnuda y se le acerca. "¿Qué haces aquí?" le pregunta él. "Bien sabes lo que hago aquí" le contesta.

Establecidas las parejas, empieza el fuckorama setentero.

Están Paul y Rose acariciándose. Él le mete mano en el coño, y Rose sonríe con esa risa de felpudo ninfómano que tiene Suzanne French. Se corta, está Jane dando una mamada a la enorme verga de John, lo cual no deja de ser acrobático. O´Neil no parece estar pudiendo con el reto, sin embargo da una mamada de esposa no muy experimentada pero con ganas de aprender. Ver a Jane intentando abarcar la tranca de Holmes nos habla de su espíritu noble. John la recuesta para metérsela de ladito.

Ann está masturbando a su hermano, pidiéndole que le de un poquito de verga. Él se niega porque "eso está muy mal", sin embargo se deja puñetear. Ann ruega que por favor le deje darle una mamada, aunque sea nada más la punta. Ann es tan efectiva rogando que en el cine se escucharon muchos clamores de "Ya déjala que te la mame, joto". Ann es insistente. Conseguirá la puntita, pero se la comerá toda, y ya que haya ganado ese terreno, conseguirá que su hermano la deje montarlo a horcajadas. Poco a poco esta tenaz chica conseguirá lo que quiere. La forma de rogar es inquietante. De hecho, todos en la cinta tienen un desempeño muy entregado, y conforme el recuerdo va erosionando las imágenes y los sonidos de la cabeza, lo único que parece perdurar es a esta dulzura de chica pidiendo un poquito de verga. Incontables veces volvió aquella voz a protagonizar mis –no sé si llamarles así- pesadillas.

Paul le da a Rose una chupada intensa. Cambio de música. Las otras dos hijas se están acariciando con todo. Cambio de música. John se está cogiendo a Jane, que aguanta estoicamente. Cambio de música. Ann, la hermana, ya monta a Jewel, su hermano. La espalda de Maureen Spring es hermosa. Cambio de música. Paul y Rose están haciendo un sesenta y nueve. Cambio de música. John se corre. Cambio de música.

"Pude saber que la esposa de Paul tenía un amante"

"Cuéntame de eso"

Sobre la cama está Bill (John Seeman) masturbándose. ¿Por qué vive en la misma casa? Quién sabe, pero ahí vive. La esposa entra. "me da mucho gusto que vengas. Estoy muy caliente". "Puedo verlo" dice Jane. Ella se recuesta junto a él y se abre de piernas. Él se sorprende. "Vaya que te has estado calentando tú solita. Tienes el coño hecho agua". "¿Te gusta que esté así?". "Adoro que esté así". Seeman comienza a chuparle el coño, o lo que es lo mismo, a degustar el sabor que dejó a su paso Holmes, que es la causa de que el coño de la esposa esté tan húmedo.

El público del Cine América, machín como es, levanta toda serie de quejas y lamentos "¡No maaaaaames, vas a probar el veneno del otro cabrón! ". Las quejas son raras, y ello se debe a que la víctima del engaño (es un engaño que Jane le deje creer que está mojada ella solita y le oculte el dato de que John se la acaba de coger hace un par de minutos) es John Seeman y está pelón. El público del Cine América podría meterse con cualquier actor, pero no con Seeman; no lo explicaré aquí, sino cuando haga un Stag Life de una cinta de este actor y director, conocido en el Cine América bajo el sobrenombre de "el verga rica".

Vuelven los hermanos. Jewel dice que "hasta ahí", que no es correcto seguir cogiendo siendo que son parientes. Ann le llama cobarde. Jewel la deja sola. Ann medita acerca de cómo solucionar su problema. Jewel va a dar a la habitación de la cocinera (Phaedra Grant), quien está dormida pero con fe de que su muchachito la visite. Paul se riega en el vientre de Rose.

John se dispone a fumarse el cigarrillo que dejó inconcluso cuando la esposa de su amigo lo interrumpió. No alcanza a prenderlo cuando tocan a su puerta. Esta vez es Ann. La chica le explica que ya tiene dieciséis años, que ya puede darle las nalgas como toda una mujercita. John Holmes las acepta (para mayor detalle, ver Stag Life 19 Educating Mandy 1984, donde hablo de ésta y otras enfants terribles ).

John Seeman le da de mamar a Tracy O´Neil. A leguas se ve que ella está más cómoda con vergas más pequeñas que la de Holmes. Se alternan las escenas entre John Holmes y Maureen Spring, Harris y Grant, y John Seeman y Tracy O´Neil. Cuando Ann monta a John, se luce al máximo la estampa de la enorme verga metiéndose en un culo hermoso. El efecto anguila que se dobla al entrar es sorprendente. La pareja de Seeman y O´Neil encuentra muy buen ritmo. Los tres se vienen con alegría.

John Holmes va a parar a la habitación de las otras dos hijas. El mirón misterioso observa como Holmes les hace toda clase de cosas. Enternece ver a las dos chicas mamando la enorme verga de Holmes. La cinta sigue en la misma tónica, pero con un cierre centrado en el personaje de Rose. Se la coge Blair Harris, quien al parecer va a parar ahí con frecuencia. Se la coge John Holmes, pues ella va y lo busca. Se la coge Peter Johns, o recuerda que se la cogió. Así hasta gratis trabaja uno de sirvienta.

La cinta tiene un final de esos que alteraban al exigente público del Cine América, convertido hoy en una dizque sala de dizque conciertos, luego de haber sido un templo del grupo cristiano "Centro de Fe, Esperanza y Amor". El misterioso fisgón y chismoso, David Brook, va y le cuenta a Paul que su visitante amigo se ha jodido a todas las mujeres de la casa, excepto a la cocinera. Paul se encabrona y manda llamar a John a su habitación, y comienza a contarle cosas. John se siente en la obligación de escucharlo, sobre todo porque Paul le apunta con una pistola.

Paul le echa en cara a John el que no hubiere dejado culo vivo en la casa, le dice que le ha dolido mucho que se hubiese cogido a su esposa y a sus hijas, pero sobre todo, que le hiere mucho que se hubiere cogido a Rose, de quien está enamorado. Explica Paul cómo es que Rose es la única mujer que lo entiende, y por entender hemos de asumir que le entiende el culo. En efecto. Paul narra cómo en una noche de pasión, Rose sacó de su cajón una verga de plástico con arnés, y cómo lo penetró, haciéndole descubrir una faceta oculta de su ser. Con justicia John le pregunta "¿Por qué me cuentas eso?". Paul explica a John que no sólo las mujeres se han hecho agua con el perfumito, sino que él mismo está sintiendo pasiones de otro nivel, así que, si quiere vivir, debe en verdad atender todos los culos que provocó, incluido el suyo, el de Paul.

La escena en la que Paul, pistola en mano, le dice a John "cógeme", y John nomás cierra la puertita, hizo que muchos de los espectadores del Cine América rasgaran sus vestiduras, uno entró en shock, y un par de ellos salió llorando de la sala. Así de intenso fue.

"Y eso fue lo que ocurrió"

"No quiero minimizar tus problemas. Pero me parece que la historia que cuentas es interesante. ¿Podría oler ese perfume? Para formarme un juicio clínico, claro está".

"Por supuesto"

"A ver. Mmmm. En verdad huele muy bien."

"Si".

"Es cierto. Produce un efecto extraño".

Susan Silver encoge los labios. Uno puede imaginarse lo que pasa por su mente. Uno puede incluso especular que su coño se va mojando lentamente mientras un calorcillo comienza a inundar todo su cuerpo. Mira a John con ojos lánguidos. Ya está perdida. "¿Podrías hacerme el amor?". John se acerca y le besa. El público sediento quiere ver una última ejecución. La psicóloga se ha metido en la película equivocada y ahora tiene que sucumbir. Pero la imagen se congela ahí, y aparecen unas letras rojas que dicen "Próximamente, la secuela".

Aunque ha habido sexo a raudales, el público queda inquieto, insatisfecho, sediento de ver a la psicóloga caer. No sucederá. Quizás en la secuela. El aviso ha cumplido su propósito, te quedas esperando más.

Memorabilia:

El encuentro entre Maureen Spring y John Holmes es digno de recordarse, sobre todo porque ella tiene un culo muy lindo, mismo que luce muy bien en la rutina que yo llamo "de la anguila". Pero sin duda, y sin que la mente consciente pueda hacer nada al respecto. La escena que se queda encajada en la memoria es la de Maureen Spring pidiendo verga con una voz muy dulce.

La sonrisa de Suzanne French también es perturbadora. Es la de una sirvienta que obtiene los beneficios de trabajar en una casa donde hay muchos hombres sexualmente activos, y donde ella lo que quiere es jugar y probarlos a todos.

Calificación:

Cuatro chiles. No es un clásico, aunque lo es del Cine América, y biográficamente es para mí una cinta fundamental.

Salpicaduras:

Maureen Spring es una actriz con títulos escasísimos. Sale en Casanova 2, pero mediante el inserto de una escena de Casanova 1, o sea, no cuenta. Puede verse un trabajo interesante en la cinta "Legend of Lady Blue (1978)" donde tiene una especie de protagónico. Está muy bien en cuanto a la parte actoral, pero también demuestra que lo suyo es cabalgar.

Una primera escena es muy pastoral, inicia con un día de campo que deriva en un palito muy campestre. El esta escena Maureen monta, encima del mantelito de pic nic, a un afortunado comensal. Si montar a horcajadas fuera matar, ella sería un asesino que mata limpiamente. Sus sentones no son el tedioso sube y baja que a menudo se ve, sino que son sentones con cierta contorsión, como si eligiera sentir en unas partes internas y en otras de su vagina, y su compañero no hiciera sino disfrutar. Sentones como éstos son el antecedente setentero de los sentones que Selen daba allá en los años noventa. Su culo es, sencillamente, muy bonito.

En ella hace el papel de esposa de un motoquero romántico. Distintas situaciones la llevan a serle infiel. La tensión y el morbo que logra despertar con su interpretación de hermana que pide verga, lo logra también, y de sobra, como esposa que cede a la infidelidad.

Todo es muy detallado. El actor es un principiante por dónde se le vea, y aun así, saca adelante la rutina de abrir despacio la puerta de la casa donde le han dicho que está su mujer. Es muy convincente caminando despacio, mirando que al fondo de la habitación hay una pareja que ni se inmuta cuando él entra, pese a que la chica le esté dando una mamada a un caballero. Ver a esta pareja teniendo sexo le ofrece datos de que ahí habita la desvergüenza. Luego mira el abrigo de pieles de su mujer colocado encima de una silla. Al menos sabe que está ahí. ¿Qué estará haciendo ella? Está a punto de averiguarlo. El marido llega cuando ya se la están metiendo. Ella está dándole a un viejo su mejor material, una cabalgada de aquellas. El esposo ni siquiera llegó a tiempo para evitarlo, pero en cualquier caso, ¿Valdría la pena hacerlo? Ella de todas formas ya le dijo que sí a otro, y posiblemente por dinero.

Curioso, Maureen logra transmitir un sentimiento de que el sexo no lo es todo, que el amor es lo más importante, que se puede seguir adelante. Quizá sí hubiera servido llegar a tiempo, pero no fue posible.

Si se desea más de Maureen Spring, esta es la cinta que debe verse, luego de "Casanova (1976)", por supuesto.