Spanish slipper - capítulo final

Berta, al ritmo de los zapatillazos, acabó diciendo: ¡¡Me corro me corro me corro me corro!! ¡¡¡Me corro!!!

Genoveva llegó a casa con la carpeta bajo el brazo. Su tía estaba sentada en su sillón, al calor del fuego de la chimenea, con el pelo suelto. Vestia una falda azul, una blusa blanca y calzaba unas zapatillas azules. Genoveva, le dijo:

-¡Qué guapa está, tía!

La tía, seria, le respondió:

-¿Qué te dije que te pasaría si no te comportabas en el colegio?

-¿Zapatillazo que te crió?

Berta se quitó del pie una zapatilla.

-Ven aquí.

Genoveva posó la carpeta en un sillón y fue junto a su tía.

-Échate boca abajo en mi regazo.

Genoveva ya no tenía miedo. Se echó en el regazo de su tía dispuesta a disfrutar. Berta cogió el rubio cabello de su sobrina y lo echó hacia un lado para poder ver su cara mientras la azotaba. La azotó como Sor Piedad. Por encima de la falda. Paf, paf, paf, paf, paf, paf, paf... Le levantó la falda y la azotó por encima de las bragas. Paf, paf, paf, paf, paf, paf, paf... Le quitó las bragas, que le quedaron encima de los calcetines, y le dio. ¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas...! Genoveva abrió las piernas, Berta vio como se le abrieron los labios del chochito y vio la mucosidad que había en él y la humedad de los muslos. Con la cara más colorada que el culo de su sobrina y tan mojada como ella, dejó de azotarla y le dijo, mientras se calzaba la zapatilla:

-Espero que no te tenga que volver a azotar.

Genoveva no iba a dejar que las cosas acabaran así.

-¿Están en casa Dorotea y Celia?

-No, tienen el día libre.

Genoveva se agachó. Le quitó a su tía la zapatilla que se acababa de calzar y la dejó en el piso. Besó sus rodillas. Berta abrió las piernas. Le levantó la falda y fue besando y lamiendo sus muslos. Al legar arriba, le besó su chocho mojado por encima de las bragas, y le dijo:

-Levántate y date la vuelta.

Se acabara el tratamienti de "usted". Berta creía que la iba a azotarar con la zapatilla, pero Genoveva, que de la timidez había pasado al descaro, tenía otras ideas. Berta se dio la vuelta. Genoveva quitó de la carpeta un cutter. Le volvió a dar la vuelta a su tía. Berta, al ver aquella especie de navaja se asustó. Berta cortó los hilos de un botón de la blusa de su tía y la besó en los labios, sin lengua. Repitió el beso con cinco de los botones restates. Con el último le metió la lengua en la boca y su tía se la devoró. Le cortó el sujetador. Las grandes tetas de Berta salieron disparadas como muelles. Le cortó la bragas por los dos lados mientras le lamía y chupaba tetas y pezones. Las bragas cayeron sin ofrecer resistencia. Se agachó y le comió un ratito el coño empapado. Berta, gimiendo como una perra, se quitó de encima la blusa y el sujetador... Genoveva cogió la zapatilla del piso, se sentó en el sillón de su  tía, y le dijo:

-Ven y échate en mi regazo.

Berta se echó en el regazo de su sobrina, diciendo:

-Hemos creado un animal sexual.

Genoveva separó las piernas de su tía, le metió dos dedos en el coño y comenzó a masturbarla y a azotarla. ¡Zas zas zas zas zas zas zas zas zas zas...!

Berta, al ritmo de los zapatillazos, acabó diciendo:

-¡¡Me corro me corro me corro me corro. ¡¡¡Me corro!!!

Berta se corrió empapando la falda de su sobrina, que no era ni la cuarta parte de la mitad de dura de lo que quiso aparentar, ya que al ver temblar a su tía en su regazo y sentiir sus gemidos de placer, sin tocarse, se corrió con ella.

Cuando se recuperaron, le dijo Berta a Genoveva. Voy a cambiarme. Echa mi ropa al fuego de la chimenea.

Poco después estaban tía y sobrina en bata de casa sentadas en dos sillones. Berta había decidido cambiar su vestuario del siglo XIX, donde llevaba años encerrada.

-Te dije que un día hablariamos de tu madre. Hoy es el día.

-No sé yo si después de lo que hemos hecho le gustará mucho a mi madre que le des más cera

-Los muertos no siente ni padecen. No hay cielo ni infierno. Y no le voy a dar cera a tu madre.

-¿Y ese cambio?

-Esta mañana leí la carta que me dejó el día que se marchó.

-¿Y que te decía?

-Que se acostó con nuestro padre con la condición de que no siguiera abusando de mí...

-¡¿El viejo abusaba de ti?!

-Desde los trece años y con el consentimiento de mi madre.

-¡Que cabrones !

-Si que lo fueron.  Encima, mi madre se muere de pena porque el cerdo se va con mi hermana y yo me quedo sola a los 15 años. Tengo que meterme en un convento y paso las de de Cristo en la cruz. Me volví dura como una piedra, y si no llega a ser por una monja que miró por mí..

-¿Spanish slipper?

-Si oíste la leyenda no es como la cuentan.

-¿Y cómo es?

-Fui yo la que seduje la pobre mujer. Ella era una santa.

-¿Hace mucho tiempo que no ves a Sor Piedad?

-Sí,  pero el jueves viene a darme una visita. Por cierto, ¿Conoces varón?

-No.

El jueves, si quieres, lo puedes conocer.

-¿El cura?

-Parece que estás puesta en mi vida amorosa.

-La ama de llaves, la sirvienta, la monja, el cura y yo.

-Te falta una, pero estás puesta, estás.

Lámaron a la puerta, Berta fue a abrir. Era Lucía, su mensajera, una joven, digamos que era una joven nuy joven. Berta miró para atrás, como su sobrina no la veía, beso a la joven en los labios. La muchacha le dio la nota con la respuesta del cura, y le preguntó:

-¿Cobraré el domingo?

-Sí, en el sitio de siempre.

El jueves a las 5 de la tarde,  fueron a tomar el té a la casa señorial el cura y SPANISH SLIPPER. El té lo tomaron la monja, Berta y Genoveva.  El cura, que era andaluz, se tomó unos cuantos finos, y fino estaba cuando le preguntó a Genoveva:

-¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas, hija?

-Nunca me he confesado. No creo en Dios.

-¿Atea?

-Gallega, pero sé si subo o bajo. ¿Subimos?

-¿Adónde?

-A mi habitación.

-Subimos, hija, subimos.

El cura se levantó y siguió a Genoveva a su habitación.

Sor Piedad le preguntó a Berta:

-¿Aún conservas la zapatilla que te regalé?

-La tengo en mi habitación en la caja fuerte. ¿Quieres verla?

-Claro.

Al irse todos, Dorotea mandó a Celia recoger la mesa.

En la habitación de Genoveva el cura ya se había desnudado y estaba tumbado boca arriba en la cama. (estaba cachas el cabronazo) Tenía la polla morcillona... Genoveva tenía sobre la mesita de noche una tarrina de leche condensada y una botella de aceite de oliva, le echó la mano a la tarrina de leche condensada. Agarró la polla del cura con una mano, la pringó con la leche y actó seguido se la chupo hasta dejarla limpita. Al cura se le puso tiesa como una estaca...

En la cocina, Dorotea besaba a Celia en el cuello. Le quitó el delantal y después el vestido. No llevaba sujetador. Le metió dos dedos en el coño. Le chupó y lamió tetas y pezones. Celia comenzó a gemir...

En la habitación de Berta, de pie, junto a la puerta, la monja y ella se comían a besos, la monja le decía:

-Te quiero, te quiero, te quiero...

Genoveva ya estaba desnuda. El cura le comía las pequeñas tetas. La joven lo masturbaba... Se untó el chocho con leche condensada y se lo dio a comer al cura. Al rato, Genoveva le quitó el chocho de la boca y le dió el culo. El cura le folló el ojete con la punta de la lengua. Genoveva le cogió la polla y puso el glande en la entrada del ojete...

Berta y la monja ya estaban desnudas en la cama. Berta le comió el coño. La monja llevava tantos años sin que se lo comieran que, en un par de munutos se corrió en la boca de Berta, diciendo:

-¡¡¡Me corro, amor mío!!!

En la cocina, a Celia se le comenzó a ir la vida.

-¡¡Me voy a correr, Dora, me voy a correr!! ¡¡¡Me corro!!!

Genoveva acarició el ojete con la polla mojada de aguadilla... Le dio las tetas a chupar al cura... El hombre estaba caliente como una brasa. Haría lo que Genoveva le mandase. La joven se sentó en el borde de la cama, y le dijo:

-Échate boca abajo en mi regazo, pecador.

El cura hizo lo que le dijo. Genoveba cogió la botella de aceite y le echó un chorro en cada nalga. Se las masajeó. Después le folló el culo con un dedo. Acto seguido lo azotó con su mano derecha, suave al principio. Pin, plas, pin, plas... y más fuerte cuando comenzó a gemir. ¡¡Pin plas, pin plas, pìn plas...!!

SPANISH SLIPPER en la habitación y Celia en la cocina, tenían a Berta y Dorotea en sus rodillas con el culo al aire. Dos zapatillas andaban a cien. ¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas...! Berta estaba con las piernas abiertas y  Sor Piedad le masturbaba el chocho con dos dedos.  Dorotea se masturbaba ella misma... Al correrse  chillaron como dos cerda en el momento de la matanza, sólo que ellas chillaban de placer.

Genoveva untó la polla del cura de aceite. La puso en la entrada del ojete y empujó con el culo hasta meterla toda. Después metió dos dedos en el coño... Se masturbó y se folló el culo... El cura  le llenó el culo de leche, y poco después, soltando un torrente de flujo que empapó su mano, excamó:

-¡¡¡Me vooooooooy aaaaaaaaaaaaaaa moriiiiiiiiiiiiiiiir!!!

FIN.