Spanish slipper - 4 -

Genoveva vio como la monja sacaba una sandalia de uno de sus pies. Estuvo a punto de levantarse y salir huyendo... La monja, experta en estas lides, sabía que Genoveva se iba a correr...

Genoveva acababa de dar clase de matemáticas. Estaba esperando por Sor María, la profesora de física y química. Laura, la chica que estaba en el pupitre detrás de ella, le dio un tirón de pelos. Genoveva se giró y le preguntó:

-¿No tienes nada mejor que hacer que tirarme del pelo?

Laura, que era una joven morena, de ojos negros, bajita y bizca, le respondió:

-No.

Clara, la chica del pupitre de al lado, (la de la leyenda) le dijo a Genoveva:

-Dale una hostia y ponle los ojos en su sitio.

Laura se pudo brava.

-¡Dámela tú si tienes lo que hay que tener!

-Si te la meto yo te dejo un ojo mirando para Cuenca y el otro para Orense.

Salieron al pasilllo  y se  enzarzaron en una pelea. A hostia limpia. Nada de tirarse de los pelos. Acabaron dando tumbos en el suelo del pasillo y enseñando sus bragas blancas, mientras unas chicas jaleaban a Clara y otras a Laura. Pasaron de las hostias a los golpes bajos, y ahora sí, ahora se tiraban de los pelos, Laura le agarró los pelos a Clara, pero los pelos que rodeaban su coño, había metido su mano dentro de las bragas. Laura, con el dolor, exclamó:

-¡¡Puta!!

Clara le metió la lengua en la boca a Laura. Pensó que así la soltaría, pero Laura  no estaba dispuesta a soltar su presa. Además, le estaba gustando, si no fuera así se la hubiera mordido. Al final, Clara, que ya estaba mojada, sintió como Laura dejaba de tirarle de los pelos. Le tocaba con la palma de la mano en el sexo y le acariciaba la lengua con la suya. Si no estuvieran donde estaban se hubieran comido vivas. Al final, Laura separando la boca de Clara, chilló:

-¡¡Guarra!!

Se levantaron y se volvieron a dar de hostias. Tanto daba una como la otra. Genoveva quiso separarlas. Laura le metió una hostia gorda en la cara. Genoveva se asustó. Aquello no era lo suyo. En ese momento entró en el aula, Sor María.

-¡¡¿Qué está pasando aquí?!!

Las tres se quedaron quietas. Clara y Laura estaban coloradas como granas, y con las bragas mojadas, que todo hay que decirlo. El resto de las chicas se apresuraron a sentarse en los asientos de sus pupitres. Genoveva, le dijo a la monja:

-Vera...

-Ya he visto todo lo que tenía que ver. Siéntate, Genoveva, y vosotras dos, de rodillas delante del encerado con los brazos en cruz y las palmas hacia arriba.

Clara y Lucía hicieron lo que le dijo. Sor María les puso dos libros a cada una en las palmas de las manos. Después le dijo a otra alumna:

-Araceli, te quedas a cargo de la clase. Toma nota de las que hablen.

Araceli, una joven de gafas, morena, delgadita y con cara de marisabidilla, se levantó del pupittre y fue a sentasrse a la silla de la profesora.

-Sígueme, Genovea.

Unos minutos mas tarde, Genoveva estaba  en el despacho de la directora, que estaba sentada en la silla de su mesa, y que al irse Sor María, le preguntó:

-¿Qué has hecho Genoveva?

La joven le contó lo que había pasado.

-Dime una cosa, Genoveva. ¿Te excitó ver como se peleaban tus compañeras de clase?

-Sí, pero sólo al ver la mano dentro de la braga y con el beso.

-Eso merece un castigo. Ven aquí.

Genoveva, temblando, fue junto a la monja, que había apartado la silla de la mesa.

-Échate boca abajo en mi regazo.

Genoveva vio como la monja sacaba una  sandalia de uno de sus pies. Estuvo a punto de levantarse y salír huyendo. Creía que le iba a dar con una zapatilla. Aquella situación la sobrepasaba. Sus temblores aumentaron a medida que aunentaba su miedo, y la cosa empeoró cuandoi la directora le dijo:

-Esto te va a doler.

Le dió unos cuantos azotes en cada nalga por encima de la falda. Paf, paf, paf, paf... La monja sabía azotar. Le dolía pero muy poquito. Le levantó la falda y la volvió a azotar, por encima de las bragas. Paf, paf, paf, paf... Le dio más de 50 azotes. Genoveva ya estaba excitada. La monja,  vio que empezaba a mojar las bragas. Le bajó las bragas blancas, que le quedaron a la altura de las rodillas, y volvió a azotarla. Paf, paf, paf, paf... Genoveba apretaba las piernas y el culo. La monja, experta en estas lides, sabía que Genoveva se iba a correr. Sacó de un  cajón de su mesa una zapatilla de felpa de piso de goma y la azotó con ella. ¡Plas, plas, plas....! Genoveva, apretando el culo, lanzo un gemido:  ¡Aaaaah! Y hizo lo mismo que hiciera su tía 12 años atras, correrse y manchar el hábito de la monja con su flujo.

Al acabar de correrse, le dijo:

-Lo siento.

-No te preocupes. Lo raro sería que no alcanzaras el orgasmo. ¿Te gustan mis castigos?

-Sí, muchísimo.

Al salir Genoveva del despacho, la directora levanto el teléfonno.

-Si, espero, Dorotera... ¡Hello, darling... sí, si, si, ya la azoté... Sí, sí, se corrio como un angelito...  ¿Cuándo?... Ahí estaré... ¿Crees que irá?... Sería una tarde inolvidable.... Sí, llámame... bye, darling, bye.

La clase de fisica y química acabó a las 6. Todas las chicas se fueron a sus casas, todas menos una, la bizca, que fue al despacho de la directora.

-Hice lo que me dijo, Sor Piedad.

-Lo se, ven y siéntate en mi silla, que he sido muy mala.

En la sacristía de la iglesia parroquial, Lucía le daba una nota a don Alfonso, el cura de la parroquia, un hombre de 32 años, moreno, de 1.77 de estatura. El cura, despué de coger la nota, le dijo:

-Cierra con llave la puerta de la sacristía, Lucía.

Lucía hizo lo que le dijo el cura. Después se desnudó. Se veía que no era la primera vez que cerraba la puerta de la sacristía. El cura levantó la sotana y se sentó en una silla con la polla empalmada y descapullada.... Lucía le puso el coño en la boca. El cura le agarró las nalgas. Al comenzar a comérsela, le dijo Lucía:

-Acabarenos en el infierno, Fonsi.

-Puede, pero antes pasaremos unos segundos por el cielo.

El cura, que lo que tenía de cura era el alzacuellos y la sotana, le metió la punta de la lengua en el culo repetidas veces. Hizo lo mismo con la vagina. Lamió durante unos minutos los labios inferiores, los superiores y el clítoris, cuado se detuvo, Lucía se puso en cuclillas. Metió los 20 centímetros en la boca. Le llegaban hasta la garganta. La sacó y lamío la polla desde los huevos hasta en prepucio. Le chupó el glande... Le hizo una buena mamada.

Después, de pie, con las piernas abiertas, y echando sus brazos alrededor del cuello del cura, Lucía se fue agachando y metiendo la verga del cura en su coño. Cuando la tenía toda dentro, besándolo , lo folló, alternando movimientos lentos y rápidos, hasta que...

-¡¡Me voy a correr, Fonsi!!

El cura, al sentir caer el flujo calentito sobre sus huevos, le llenó el coño de leche. Lucía al correrse, temblando, exclamó:

-¡¡Al cielo, me voy al cielo!!

En el despacho de la directora. Laura azotaba con la zapatilla de felpa con piso de goma el culo blanco como la leche de Sor Piedad  (ahora estaba rojo como un tomate)  La monja tenía las piernas abiertas. Laura azotándola, le metió tres dedos en el chocho empapado, y  la monja. movindo el culo, se corrió, gritando:

-¡¡Esto sí que es estar cerca de Dios!!

Continuará.