Soy una zorra (9)

Exhibo a Marta en una gasolinera y la entrego a 5 hombres para que la disfruten en mi presencia.

MI ZORRA

Nunca habría imaginado que Marta llegara a hacer realidad mis fantasías sexuales y se convirtiera en mi mejor complemento, y la verdad es que estaba muy satisfecho de su comportamiento y de la evolución de nuestras relaciones. Aunque siempre he conseguido que mis novias dieran un paso adelante y vencieran sus iniciales tabúes, con Marta se habían superado todas mis expectativas. Atrás había quedado la niña bien que había conocido terminando sus estudios de derecho. Se había transformado en una mujer caliente, abierta a toda clase de juegos, morbosa y atrevida. Además físicamente cada día estaba más atractiva, sin lugar a dudas practicar sexo le estaba viniendo muy bien a su apetecible cuerpo, que por cierto, en estas vacaciones había adquirido un bronceado digno de un país caribeño. Estaba más guapa, de una belleza salvaje, la melena oscura y larga, algo rizada, su piel morena, su figura cada día con más curvilínea, su culo firme y respingón, con forma de pera, llenaba perfectamente cualquier pantalón ceñido que se pusiera y hacía volverse a cuantos hombres se cruzaran en su camino. Además no era en absoluto celosa y se atrevía a con cuanto le proponía, incluso en ocasiones ella misma tomaba la iniciativa.

Ya os hemos contado todo lo que ocurrió en Cádiz. Fue nuestro último verano allí y creo que salvo en muy raras y esporádicas ocasiones, podría afirmarse que Marta no ha vuelto a ver a los componentes de aquella pandilla de verano. Quizás fuera lo mejor para nosotros, evitando así habladurías en una ciudad pequeña como aquélla. Madrid, en cambio, nos da vía libre para hacer cuanto queramos.

Marta viajó conmigo en el regreso a Madrid. Sus padres y hermanos también salían el mismo día. Javi decidió pasar en Sevilla un par de días más por lo que solo nos acompañó hasta esa maravillosa ciudad, a una hora y poco de Cádiz por carretera. Salimos temprano, a eso de las nueve de la mañana. Marta estaba preciosa y muy sexy. Llevaba un pantalón pirata de color blanco, muy ajustado y ceñido a su cuerpo, que resaltaba su espléndida figura y la hacía estar tremendamente sexy, pues le transparentaba por completo las braguitas tanga que se había puesto, también del mismo color. Cubriéndole el pecho vestía un top de color rojo, sin mangas, que desnudaba su ombligo, calzaba unas sandalias azules y se había puesto gafas de sol. La melena se la había recogido en una coleta que le caía hasta la mitad de la espalda. Estaba radiante, o al menos eso me lo parecía.

Después de dejar a Javi en Sevilla continuamos camino. Durante el trayecto mi caliente imaginación empezaba a recrearse con la visión de mi preciosa novia follando con otros. Ya sabéis que me enloquece que se follen a Marta en mi presencia, que me ponga unos buenos cuernos y que se comporte con una ninfómana. Además cada día lograba que le gustara más el sexo y que disfrutara con todo lo que le proponía.

Marta estaba sentada en el asiento delantero contiguo al mío. Pronto, excitado por lo que estaba pensando, acerqué mi mano y la posé en sus muslos. Me sonrió y me preguntó si ya quería guerra, contestándole que sí al tiempo que le separaba las piernas y mi mano se colaba por su entrepierna, acariciándole el sexo por encima del pantalón al tiempo que conducía. Al cabo de un rato de masturbarla con mi mano libre Marta ya estaba salida por completo, y sin previo aviso se agachó, me desabrochó los botones del pantalón, extrajo mi polla y comenzó a hacerme una paja con su boca. Descansó y me dio un beso caliente y húmedo. Nos la íbamos a dar, no podía más. Decidí detenernos. Estábamos a la altura de Despeñaperros, paso obligado entre Andalucía y la meseta castellana. El lugar elegido contaba con una estación de servicio y una fonda en la que decidimos tomar algo de desayuno. El lugar estaba repleto de gente, pero sobre todo de moros, familias probablemente de marroquíes o argelinos que viajaban de regreso de sus vacaciones a Barcelona, Francia y resto de Europa.

Aparcamos cerca de unos árboles, en un extremos de la gasolinera, para proteger el coche del sol. La fonda quedaba a unos 50 metros. Al salir del coche, mientras cerraba las puertas, me quedé mirando a Marta y le dije.

Uff, si llegas a continuar con esa mamada me corro en pleno coche. ¡Cómo te quedan esos pantalones!. ¡Te marcan todas las bragas!

¿No es así como te gusta que me vista?, ¿cómo un putita? ...... Lo hago por ti, para contentarte, para que te excites viendo cómo caliento al personal.

Pues Marta, me parece que la vamos a armar. Este mesón está hasta la bandera de gente desayunando. Y mira la cantidad de coches que hay de los moros que regresan. Me parece que todos van a poder mirar, y admirar, esa preciosidad de culo que tienes.

¿Te gustaría verme follando con otros? ¿Quieres mirarme mientras me como otras vergas diferentes a la tuya? Si es eso lo que te gusta cariño, lo haré por ti, seré una perfecta puta.

Gracias cariño, estoy empalmado solo de pensarlo, mira el bulto de mi pantalón .......

Agarré a Marta de la cintura y nos dirigimos hacia el mesón, aprovechando para acariciarle, de vez en cuando y mientras caminábamos, su excitante y salido trasero. Marta entró en el bar por delante de mí. No pude impedir que mi mirada se fijase en su culo.... esos pantalones blancos, su tanguita, que se veía perfectamente, hacían desear su magníficas nalgas, besarlas, lamerlas, penetrarlas. Observé que no era el único que clavaba la vista en su culito..

Nos quedamos de pie en la barra, uno en frente del otro, pedimos unos cafés y unos bollos para acompañar. Le dije que todo el bar estaba observándola.

¿Te gusta que me miren?, ¿qué todos estos hombres quieran follarme, verdad Juan??, me preguntó en un susurro. Eres un cabronazo. Me estoy poniendo cachonda, ..... tantos hombres ......, tantos moros ....., tienes razón cariño, no me quitan la vista de encima.

Mi polla empezaba a despertar, sentía como latía levemente, como iba aumentando su tamaño. Me senté en un taburete y atraje a Marta hacia mí, encajándola entre mis piernas. Rodeé su cintura con mis brazos, apoyando mis manos justo a la altura del borde superior de su pantalón. Nos besamos en la boca, morreándonos con pasión, cruzando nuestras lenguas. Mis manos pronto acariciaron su culo por encima de la tela del pantalón, recreándome en toda su extensión, sobándolo despacio, a conciencia, delante de todos los clientes del bar.

Simultáneamente cogí una mano de Marta y la puse encima de mi verga. Marta apretó mi miembro, completamente erecto, a través de mi pantalón vaquero. Mi novia empezaba a perder el control, y yo sabía que podría hacer de ella lo que quisiera. Levanté la vista mirando en derredor del bar y observé que al menos diez o doce personas, la mayoría hombres, no perdían detalle, especialmente noté que seguían con atención el movimiento de mi mano sobre el apetecible trasero de Marta.

Cariño, nos está mirando todo el mundo, le susurré. Te gusta sentirte deseada, observada por todos esos mirones, verdad zorra?. Mientras le decía eso al oído yo continuaba tocándole el culo sin parar.

¡Marta!, ¡Acércate más y sácame la polla del pantalón!, le pedí. Vamos, cariño, estoy que reviento!!

Obediente bajó la cremallera de mi pantalón y extrajo mi verga totalmente tiesa, erecta como un mástil. Marta, azorada por la situación, rápidamente se inclinó más sobre mí de tal forma que intentaba taparla con su cuerpo para que nadie pudiera ver lo que iba a hacer con mi polla, mientras que con su mano empezaba a masturbarme, a hacerme una increíble paja, todo eso en medio de un bar repleto de gente.

Bastaron cinco o seis toques para que me corriera sin poder remediarlo, pues estaba terriblemente excitado por la situación. La mano y la barriguita desnuda de Marta se mojaron con mi corrida. Separé a Marta y situándola de pie frente a mí, a menos de 30 centímetros de distancia, no pude evitar llevar mi mano a su entrepierna y delante de toda la concurrencia le acaricié el sexo por encima del pantalón, siguiendo la línea de su raja. Noté como se estremecía de placer y cerraba los ojos.

¡PERO QUÉ PUTA ERES!, le dije, ¡Dejas que te toque el coño delante de todo dios!.

Sí, cabrón, soy tu GUARRA, sigue, tócame un poco más, ufffff... ¡acaríciame! .... ahhhhh, Marta gemía en un susurro, intentando no delatarse. Me estoy mojando toda, estoy empapando las braguitas, me decía mientras apoyaba su cabeza sobre mis hombros, ......... ¡ahhhhhh! .... quiero que vean todos cómo me metes mano, grandísimo cerdo......, qué vean lo PUTA que soy. ¡Vas a hacer que me corra de vergüenza!.

Menudo numerito estábamos montando. Le volví a pasar varias veces más la mano por su sexo, siempre por encima del pantalón .....

Me dijo: Estoy totalmente cachonda. ¡Vámonos fuera Juan, quiero sentir tu polla dentro de mí, quiero que me folles!, ¡cabrón!.

Vale, guarra, pero antes VAS A IR AL CUARTO DE BAÑO Y TE VAS A QUITAR LA BRAGAS. Las traerás en la mano y me las entregarás delante de todos.

Pero Juan, si hago eso van a darse cuenta de que ya no las llevo, de que me las acabo de quitar justo ahora. ¿No te das cuenta que el pantalón se transparenta y se me ven?

Claro cielo, es lo que pretendo, que todos los que han visto tus braguitas tanga a través del pantalón vean ahora que ya no lo llevas.

Está bien, lo haré, me quitaré las bragas para ti. ¿Estás seguro de lo que vamos a hacer?

Confía en mí. Vas a follar como nunca en toda tu vida.

Marta salió hacia los servicios del bar. No tardó más de un minuto en regresar, llevando colgada de su mano izquierda la tanguita que hasta ahora había llevado puesta. Todos los del bar pudieron darse cuenta de ello, además de por pasear sus bragas en la mano a la vista de todos, porque ahora su ajustado pantalón no dejaba traslucir ropa interior alguna.

Estarás contento, ya no llevo nada debajo, pedazo guarro, como a ti te gusta. Y ahora, ¿a qué esperas para joderme?. ¿No es así como te gusta tenerme?.

Se acercó de nuevo a mí y yo no perdí el tiempo. La abracé y puse mi mano en medio de su trasero, sobándola a placer por detrás, por su sexo, por sus pechos.

¡Vámonos fuera!, le dije, cogiéndola de la mano.

Nos dirigimos hacia el coche. Observé que tras de nosotros salían varias personas que no debían querer perderse la fiesta. No me importaba, iba a exhibir a Marta en pelota picada ante todos los que quisieran verla en plena acción, mamando mi polla o siendo follada como una vulgar puta en medio de la estación de servicio.

Al llegar al coche me apoyé en el tronco del árbol bajo el que estaba aparcado. Así a Marta de la coleta y la atraje sin miramiento alguno hacia mí, haciéndole algo de daño por el leve quejido que salió de su garganta.

¿Te he lastimado?, le pregunté sin soltar mi mano de la coleta

Marta, mirándome con una increíble sonrisa de zorra, me contestó negando con la cabeza.

Así me gusta, que seas una buena chica obediente.

Dicho esto me desplacé unos pasos hasta el árbol contiguo al coche, arrastrando a mi novia de la coleta y tirando de ella, sin tener en cuenta si le dolía el fuerte tirón de pelos que le estaba ocasionando.

Apreté su cuerpo contra el mío. Las personas que nos observaban se acercaron hasta nosotros, deteniéndose a unos treinta metros del árbol en que estábamos situados Marta y yo. En total eran cinco hombres, tres de ellos moriscos, (dos altos y jóvenes, y el otro, bastante mayor en edad, gordo y bajito, de aspecto sucio y desaliñado y vestido con una especie de túnica). Los dos restantes eran de mediana edad y vestían un mono de trabajo, probablemente agricultores.

Marta y yo seguíamos abrazados, yo de espaldas al árbol, ella de espaldas a los desconocidos que nos miraban a distancia. Le levanté el top lo justo para que sus tetas firmes y suaves aparecieran ante mí. Las acaricié, estrujándolas con cariño. A Marta le gusta que se las aprieten, es una parte tan sensible que cuando se las tocas se pone si cabe más cachonda. Sus pezones estaban totalmente en punta, y al pasar las yemas de mis dedos por ellos casi le lastimaban. Le agarré las tetas y le retorcí con suavidad los pezones, tirando de ellos hacia arriba y arrancándole gemidos de placer.

Aggggg, me haces daño, cerdo..... para por favor, deja en paz mis pechos, mis pezones ..... no tires tanto......ahhhhh.

¡Cállate cochina!.

Mientras nos decíamos esas lindezas el uno al otro yo no había cesado de magrearle el culo a Marta. Sentirla apretada a mí, gimiendo de placer, me excitaba enormemente, y sentía unos enormes deseos de exhibirla ante los hombres que nos estaban mirando. Mis manos iniciaron un intento de bajarle los pantalones con el fin de desnudar su trasero y exponerlo a la vista de los salidos que nos espiaban. Marta, al intuir el movimiento intentó evitarlo.

No Juan por favor, no me los bajes aquí, delante de esos .....

Venga, cariño, enséñales ese cuerpo tan maravilloso que tienes ....... vamos, déjame bajártelos ....., solo un momento ........Si estás deseando que te vean desnuda, que admiren tu culazo, pedazo de zorra, verdad?

Había empezado a masturbarla tocándole el sexo con fuerza, acariciándoselo con decisión. Mi novia, al sentir el ir y venir de mi mano por su sexo, arqueaba su cuerpo balanceándose sobre mi mano, restregándose sobre ella, al tiempo que su culo quedaba hacia fuera, invitando a contemplarlo. Su resistencia era cada vez más débil y finalmente pude sin obstáculo alguno deslizarlo hacia abajo. Lo detuve a la altura de las rodillas. La visión de Marta debía de ser tremendamente excitante. Abrazada a mí, con sus pantalones bajados hasta la mitad de sus bonitas piernas, exhibiendo su culo desnudo ante unos desconocidos, con mi mano en su sexo, totalmente mojado y chorreando jugos, pues Marta debía de haberse corrido ya un par de veces con el morbo de la situación.

La hice arrodillarse, continuando de espaldas al pequeño grupo que nos contemplaba.

Juan, ¡hijo puta!, te voy a hacer la mamada de tu vida!, y diciendo esto se introdujo mi polla en su boca. Era la segunda paja que Marta me hacía en el día. Me la mamó rápido, fuerte, produciéndome un ligero dolor al rozar mi glande con sus dientes, y sin poder remediarlo enseguida derramé todo mi semen en el interior de su boca.

Vamos, guarra, ¡trágatela toda, bébete toda mi leche!.

Ummm. ..... ¡que rica está!, ¡qué bien sabe! ......me encanta el sabor de tu semen, ¡dame más, cabrón!, quiero más leche, quiero que todos esos cabrones se corran sobre mí!! ¿Quieres que me lo hagan? Quieres que me follen esos tíos? ¿TE GUSTARÍA VER CÓMO SE TIRAN A LA PUTA DE TU NOVIA ???

Pero que cerda eres Marta. Dilo, y en voz alta: soy una puta, una vulgar zorra caliente, le decía mientras golpeaba su cara con mi polla..

Y tu un cabrón, y yo tu perra, tu puta obediente.

Tiré de Marta hacia arriba, de forma que abandonara la posición de rodillas en la que estaba. La coloqué contra el árbol, le obligué a abrazar el tronco, y le dije que sacara un poco el culito hacia fuera porque le iba a azotar allí mismo, en medio de la gasolinera y ante esos cinco hombres que no perdían detalle, que la iba a castigar por haber sido tan guarra..

Sí cabrón , azota a tu puta, pégame cerdo, soy tuya .....

Antes de empezar el castigo de Marta hice una seña a los desconocidos para que se acercaran. No tardaron ni un minuto en estar junto a nosotros. Se colocaron alrededor de ella, ella en el centro, desnuda, con los pantalones medio bajados, las tetas al aire, su culo expuesto.

Entonces le di el primer azote, delante de ellos. Bajé mi mano con fuerza hasta su culo y se escuchó un sonoro ¡ZAASS!, fuerte y seco, que dejó en sus duras nalgas una marca roja.

¿Te gusta Marta?, ¿Quieres que continúe, que vean cómo te sometes a mi castigo?

Sí, eres mi dueño, pégame fuerte si es lo que deseas, hazme gozar como una perra ........

Volví a golpear su culito con otra palmetada, y luego otra más. Paré un instante para cambiar de postura y dirigiéndome a los desconocidos les invité a que la sobaran y la azotaran. Diez manos empezaron a recorrer todos los rincones de su cuerpo mientras Marta se corría de nuevo. Veía como unos dedos se introducían en su vagina, otros en su culo, otros le apretaban los pezones, unas manos le sobaban a placer el culo ...... Me senté a pie del árbol e hice inclinarse a Marta hacia mí, diciéndole que estirara los brazos y me diera sus manos, quedando así su culo levantado y expuesto a los azotes de los cinco amigo que iban a castigarla, pues se encontraba de pie pero agachada hacia mí.

Los hombres comenzaron a azotarla dándole cachetes en el culo mientras yo contemplaba cómo el rostro de Marta reflejaba el placer que estaba recibiendo, la miraba a los ojos y me sonreía mientras jadeaba y se estremecía a cada azote. Yo le acariciaba el sexo, introduciendo primeros dos dedos hasta el fondo de su coño, sacándolos y obligándole a chupármelos, luego tres, cuatro .......

  • Juan, mira, me van a follar ...........

Era verdad. Uno de los moros jóvenes se había bajado los pantalones y estaba dispuesto a metérsela en el coño de mi novia. Le grité que a pelo no, que con condón o nada, y rápidamente uno de los otros desconocidos sacó de su cartera un preservativo y se lo entregó. Una vez lo hubo colocado en su herramienta, por cierto, de muy buen tamaño, se la ensartó hasta dentro comenzado a follarse a Marta sin contemplaciones. Los embites eran tremendos y Marta no cesaba de gemir mientras yo la sujetaba por las manos. Me susurraba que le encantaba como la estaban follando hasta que se corrió.

Ehh, tú, vacía el condón aquí, dije, indicando al extraño la espalda de Marta.

Gustoso siguió mis indicaciones. Luego le siguió uno de los que vestían un mono de trabajo, follando de nuevo a Marta con preservativo. Seguía agarrada a mis manos, mirándome de frente. De vez en cuando acertaba a sonreírme y a balbucear entre gemidos si me gustaba lo que veía, si me gustaba que otros la jodieran en mi presencia, que abusaran de ella. Una vez se corrió repetimos la operación, vaciando su semen en la espalda de Marta. Y así los otros dos, el otro joven y el agricultor que faltaba.

Marta tenía la espalda mojada con la leche de las cuatro corridas que habían derramado sobre ella. La hice ponerse en pie para que descansara de la incómoda postura en la que había follado. Deslicé mis dedos por su espalda y untándolos bien de esperma los llevé a la boca de Marta, que golosa me limpió los dedos hasta la última gota. Finalmente, los restos los limpié con sus braguitas.

  • ¡Y ahora te toca a ti!, - dijo Marta dirigiéndose al moro de mayor edad y aspecto desaliñado.

Se aproximó al viejete y todos pudimos oír cómo le preguntaba su nombre, acercándose a él de manera insinuante y provocadora. El maduro morisco contestó que se llamaba Hammed. Por su aspecto debía rondar los sesenta y pocos años, presentaba barba de una semana y desprendía un fuerte olor corporal. Marta se pegó a su túnica, acercó su boca al cuello del moro y sacando de forma obscena la lengua empezó a lamerle la oreja y el cuello mientras le preguntaba si le apetecía follársela.

Sus compatriotas jóvenes empezaron a reírse y hacer comentarios en voz alta:

Menuda suerte tienes padre, llevas casi diez años sin probar otra cosa que cabras y ahora se te presenta esta preciosidad.

Uno de los jóvenes se me acercó y me explicó que Hammed era su padre, estaba viudo desde hacía más de diez años y que desde entonces no había mantenido relaciones sexuales con ninguna mujer.

Entonces me dirigí a Marta y de manera que todos pudieran oírme le indiqué:

Marta, cariño, Ahora te va a follar Hammed (ella seguía desnuda en medio de nosotros), pero lo va a hacer sin condón, pues ha tenido un largo periodo de abstinencia sexual y no hay riesgo. Estás de acuerdo?. Marta asintió, mirándome viciosamente.

Sí cariño, quiero que me folle ese moro guarro y viejo, que eche su leche dentro de mí y que me joda como si fuera una perra.

Menuda cerda que es tu novia, replicó uno de los hijos del viejo.

Marta seguía pegada a Hammed. Pronto cogió de la mano al viejo y se la acercó a su propio sexo, moviéndola de arriba abajo por su coño, masturbándose con ella. ¿Te gusta mi coño? ¿Quieres probarlo, comérmelo?, oímos como le decía. El moro se arrodilló ante su sexo y empezó a lamer su rajita, agarrando con sus sucias y poderosas manos las desnudas nalgas de mi novia.

Marta empezaba a correrse, sus jadeos se hacían cada vez más intensos, de pie, con las piernas abiertas, intentando facilitar al máximo que la cabeza del moro, y su boca y su lengua tuvieran el mayor recorrido sobre su coño empapado. Veíamos cómo cada vez arqueaba más su cuerpo y restregaba su sexo contra el rostro del viejo.

El viejo era un cabronazo. Cuando Marta se encontraba a punto de orgasmar, se detuvo y dirigiéndose a mí me pidió permiso para follarse a Marta en otro lugar, pues en medio del aparcamiento no era, según él, el lugar más adecuado.

¿ dónde sugieres?

Miró en derredor y finalmente señaló los WC de la gasolinera. Asentí, pues me parecía un buen lugar. Rodeamos a Marta y cogiéndola entre tres la llevaron en volandas hacia los servicios. Yo me limité a acompañarles portando sus braguitas y el pantalón que hasta hace poco había tenido enrrollado en las piernas.

Entraron en el WC de caballeros, y yo tras ellos. La depositaron con suavidad en medio del local, y la rodearon en semicírculo entre los cinco. Todos se sacaron las pollas e invitaron a Marta a degustarlas. La muy zorra empezó una a una, acariciándolas primero, para seguidamente agacharse levemente e introducírselas en la boca. Les daba unas chupaditas, me miraba, se pasaba la lengua por los labios, relamiéndose de gusto, y continuaba con la siguiente. Dos de ellos volvieron a correrse en la boca de Marta, y yo estaba que no podía más con semejante escena. Luego lo hicieron otros dos, sobre sus pechos, llenándola de leche viscosa, y quedaba el viejo. No se corría. Menudo aguante tenía el moro. Eso sí, su polla era enorme, debía alcanzar los 24 cms. y estaba totalmente hinchada, como a punto de reventar.

Marta se arrodilló ante él y cogió la inmensa verga con sus dos manos. Me miró y sonriéndome me dijo:

¡Observa a tu putita cómo se traga esta polla!. Te voy a hacer el mayor cornudo de la historia, cacho cabrón.

Y empezó a mamar esa verga. Primero se la metió un poco, la sacó, pasó su lengua alrededor del glande, volvió a introducirla, y así hasta que se decidió a engullirla, .... hasta el fondo, casi atragantándose con ella ......... uffffff, pero cómo lo hacía. Verla con la boca llena de polla, era alucinante la escenita que me estaba ofreciendo mi preciosa novia. Para enloquecer.

De pronto paró, se irguió y levantó un pierna colocándola encima del hombro del moro. Con una mano cogió la verga de éste y la situó a la entrada de su coñito. Por fin iba a ser follada al natural, sin preservativo, por un tipo sucio, de mal olor, feo como él solo, en contraste con el cuerpo escultural de Marta, con su estilizada figura y cara de niña bien. El moro dio un golpe de riñones y se la clavó hasta el fondo.

Marta jadeaba, abandonada a los embites de Hammed.

Hammed resoplaba, besuqueaba a Marta por todas partes, metiéndole la lengua en la boca de forma obscena, besándola.

Marta le correspondía.

Los otros sobaban el culo de Marta mientras era follada. Alguno la azotaba

Yo me hacía una paja con el espectáculo. Empecé a acariciar la polla de uno de los hijos de Hammed, solo con la mano.

Hammed se cansó de esa postura. Marta también. Se separaron.

Entonces sucedió algo que jamás hubiera imaginado. Los dos agricultores, que ya se habían corrido un par de veces, empezaron a orinar y Marta dando un grito les pidió que pararan y lo hicieran en el suelo. Luego nos miró a los demás y nos pidió que meáramos también hacia el suelo, a excepción de su viejo, al que no permitía alejarse, sujetándolo de la polla, y que con la erección que tenía seguro que le resultaba imposible.

Una riada de meos se esparcía por el suelo del WC, ya de por sí bastante sucio, como es lógico en una gasolinera. Marta, desnuda por completo, se tumbó en el suelo, empapándose de orines y revolcándose en ellos. Levantó las cadera, abrió las piernas y empezó a meterse dedos dentro de su coño, masturbándose como una loca, como una perra en celo, y pidiendo a gritos que quería una polla dentro, que la follásemos de una vez.

El moro se quitó la túnica, quedando desnudo por completo, con su prominente barriga, muy velludo, sucio, y con ese olor tan persistente a humanidad ......,. Pude ver cómo agarraba del pelo a Marta, la hacía levantarse y darse la vuelta, quedando de espaldas a él, de forma que empezó a acariciar desde atrás el culo de mi novia con su verga.

La hizo arrodillarse, le hizo poner su bellos rostro contra el asqueroso suelo y se la metió dentro del coño, empezando a follarla frenéticamente, dándole fuertes y sonoros golpes en las nalgas. Marta gemía y se corría sin cesar. Era todo vicio, lujuria, sacaba su lengua y lamía el suelo como una cerda ............... Y el moro se corrió, llenándola de semen.

Marta sonriente, feliz, cansada del placer obtenido se sentó en el suelo, con las piernas abiertas, e introduciendo dos de sus dedos, como si fueran cucharillas, en el interior de su coñito abierto y enrojecido, comenzó a extraer la leche depositada por el viejo y a llevársela a la boca, bebiéndosela con una cara de gusto inimaginable. La fiesta terminó con el moro orinando sobre ella.

Se fueron. Marta y yo nos quedamos en el WC. La ayudé a levantarse. Estaba empapada de orines, de leche, sucia, olía mal, tenía el cabello revuelto y pegajoso, desnuda, .... pero estaba orgulloso de ella.

La limpié con su braguita, que acabó tanto o más sucia que ella y le pedí que se la pusiera. Ella obedeció y salimos así hacia el coche. No dejé que se pusiera nada más encima, y sentada a mi lado, con las bragas encharcadas, las tetas al aire y una temperatura exterior de 35 grados continuamos viaje a Madrid.

Nota: Enviarme vuestros comentarios. ¿me lee algún coruñés o coruñesa?

Continuará.