Soy una zorra (5)

Continúan las aventiras de Marta, cada vez más lanzada...

Preparando las vacaciones de verano (V):

Esta vez seré yo, Juan, el que os narrará este capítulo de los que componen nuestras experiencias. Aunque Marta ya os ha dicho como soy, deseo antes de continuar, contaros algo más de mí.

Cuando nos conocimos, yo ya estaba trabajando de arquitecto en un estudio. Físicamente no era (ni soy, al menos para mi mujer) mal parecido. No tenía excesivos problemas para ligar pero una cosa hacía que mis ligues me dejasen, mi adicción al sexo, entendiendo por adicción una gran afición a todo lo relacionado con el sexo, sin tabúes, abierto a todas las experiencias posibles. En mi diccionario no existe el "eso no se puede hacer", o expresiones similares. Pienso que podemos hacer todo siempre que lo realicemos voluntariamente y en libertad. Y ese era el problema en la mayoría de los casos. Si a alguna de las chicas con las que comenzaba a salir les proponía abiertamente que quería ver como se masturbaban delante de mí, malas caras; si quería practicar el sexo anal, eso era anti-natura; si incorporar una tercera persona, tampoco. Y ya no hablar de que comprendieran el hecho de gustarme las revistas y las películas porno, masturbarme con su ropa interior, ponérmela, etc.

Y encontré a Marta. Y ya veis lo que pasó, resultó que era tan viciosa o más que yo. Le iba la marcha, le gustaba el sexo y se atrevía con todo. Así que juntos fuimos avanzando en nuestros juegos, en nuestras placenteras perversiones, sin dejar de lado nunca la espléndida relación de pareja que manteníamos.

Bueno, reanudaremos, tras este breve paréntesis, nuestra historia de amor y sexo.

Por lo que ya os ha contado Marta sabréis que me gusta exhibirla ante otros hombres, ver como es follada por otras pollas. Mi mente no cesaba de imaginar nuevas pruebas a las que someterla, pero era consciente de que todo debía llevar un orden. Mi propósito era continuar haciendo que se desnudase sin rubor, que sintiese ella misma deseos de provocar y de ser humillada en público, de compartir sus fantasías más ocultas conmigo, de experimentar cosas nuevas.

Antes de marcharse Marta de vacaciones a Cádiz apenas tuvimos dos días para estar juntos pues estuvo muy liada con los lógicos preparativos del viaje, ayudando a su madre, y haciendo recados diversos. Mientras tanto le hice entrega de varias revistas porno de las que acostumbro a comprar, alguna de contactos con fotos de chicas y de parejas como nosotros, para que viera que no éramos nada excepcional, y también le di un par de cintas porno, en concreto una cuyo protagonista es un conocido artista porno famoso por su poderoso vigor sexual (Rocco S.....), titulada S....., y que trataba de la iniciación de una joven rubia en el sexo por él, y luego la iba entregando a otros, siendo follada por delante y por detrás sucesivamente por un grupo de negros, jóvenes, viejos, asiáticos, un travesti, etc. Esta película le llamó mucho la atención y me confesó que no le importaría llegar a realizar esas prácticas, siempre que yo se lo pidiera. Desde luego le contesté que todo lo haríamos a su debido tiempo.

Como os decía, Marta tenía previsto marcharse el sábado (la noche del parking había terminado el miércoles de madrugada), y hasta el jueves no pudimos volver a encontrarnos.

Quedamos sobre las cuatro de la tarde. Había decidido llevar la cámara de fotos y la de vídeo porque hacía un día espléndido. Nada más verla aparecer me arrojé sobre ella, salido como estaba. No había dejado de pensar en Marta, en volver a follarla, en tenerla desnuda junto a mí. Había soñado con la escena del parking, recreando la visión de Marta con otra polla en su boca. No hace falta deciros que me había hecho más de una paja recordando todo ello. Por eso, al verla la abracé, la besé de forma apasionada, metí mi lengua en su boca y la acaricié, llevando mi mano directamente a su culo. Enseguida noté cómo se apretaba a mí, como le nacía a ella también el deseo, noté su lengua cerca de mi oreja, introduciéndose en ella, mientras me decía que tenía ganas de mí.

Decidimos dar un paseo por el parque del Retiro. Le pregunté por la noche del miércoles, si estaba arrepentida por lo que había pasado. Me dijo que no, y le respondí que me alegraba. Le expliqué que no me importaba compartirla con otras personas en el terreno sexual y que incluso me había gustado verla en brazos de otro hombre. Me preguntó qué me había excitado más, si follarla yo o ver cómo la follaba el guardia. Tardé en contestar, y finalmente le dije que era distinto, pero que me había excitado más verla con otra verga dentro de su sexo, que follarla yo. Me sonrió y me dio un beso, susurrándome que era un cerdo maravilloso.

Luego le expliqué que el vigilante era en realidad un amigo de mi pandilla que había dejado los estudios, y que lo de llevar a algún ligue al parking no se me había ocurrido a mí ni era la primera vez que lo hacíamos. Varios amigos de la pandilla habíamos ido en más de una ocasión al parking con alguna chica para que Julián lo viera todo y lo grabara en vídeo con la cámara de seguridad. Por la cinta le dije a Marta que no se preocupase, que ya la tenía yo y que más tarde, si quería, la podríamos ver en casa.

Bueno, Juan, espero que fuera lo suficientemente cachonda para ti, cabrón!.

Todavía puedes serlo aún mas, le contesté maliciosamente. Me apetece hacerte unas fotos y filmarte. Colócate ahí, le dije, señalando un pequeño rincón rodeado de un seto de media altura y diversos arbustos. Le hice unas cuantas fotos. Luego le dije que ahora tocaban poses más atrevidos, a lo que Marta accedió divertida.

Te gusta así, Juan, con mis tetas al aire?.

Se había subido la camiseta y me mostraba sus pechos desnudos. Le contesté que sí y disparé la cámara. Marta estaba cada vez más salida, más excitada. Vestía una camiseta blanca y un pantalón negro, de lycra, bastante ajustado, que realzaba su figura y le marcaba su perfecto culito.

Ahora Marta, me gustaría que te acercases un poco al seto. Eso es. Bájate los pantalones hasta las rodillas y déjate puestas las braguitas.

Marta obediente hizo lo que le pedía. Mientras le hacía nuevas fotos de esta guisa, le dije que no se preocupase por la gente, que ya estaba yo pendiente de si venía alguien. Estaba preciosa, con los pantalones en las rodillas y con el pequeño tanga cubriendo su sexo y desnudando su culo. Ella misma fue posando por delante, por detrás, sacando el culito hacia fuera, levantando el tanga para mostrarme el inicio de su sexo, separando la tela de la parte posterior para enseñarme mejor su culo, expuesto, ofrecido, tocándose el coño por encima del tanga, poniendo cara de viciosa, con la lengua fuera recorriendo sus labios .........

Vamos Marta, ¡desnúdate entera aquí mismo, en pleno parque y a la luz del día!. Pareces una perra en celo.

Miramos en derredor. Salvo una pareja que caminaba a bastante distancia no se veía a nadie más. Marta debió pensar que le daba tiempo a desnudarse antes de que llegaran a nuestra altura, pues dispuesta se deshizo del pantalón, se quitó la braguita, y se quedó totalmente desnuda.

Disparé la cámara una, dos, tres veces, le pedí que se girara (yo estaba ya muy excitado), que me mostrara el culo, y finalmente que se pusiera a cuatro patas, como las perras. Marta lo hizo, junto al seto, parecía una auténtica perra obediente, desnuda, haciendo lo que le pedía, dejándose fotografiar todos los rincones de su cuerpo. Dejé la cámara de fotos y la sustituí por la de vídeo. Marta me esperó impaciente, pues la pareja estaba ya muy cerca de nosotros. Podíamos distinguir que eran de mediana edad, y que iban charlando, pero Marta no los veía al estar arrodillada en el suelo y tapada por el seto.

Marta, ahora camina a cuatro patas un poquito, siguiendo el seto, mientras te grabo en vídeo, venga. ¡Fíjate en qué te has convertido!. Quién te viera en cueros en mitad del parque, junto a un seto!

Era alucinante tenerla así, desnuda. Me situé tras su culo y lo seguí con la cámara, filmando el modo en que se movía al deslizar sus piernas por el suelo, el coñito prieto entre sus muslos. Ya se podía oír a la pareja. Marta me miró sobresaltada, asustada, temblando sin saber si era de miedo o de puro placer por el morbo de ser descubierta de esta forma.

¡Vamos, vístete!. Corre, te van a ver.

Marta empezó a vestirse sentada en el suelo para que no la vieran. Yo seguía grabándola sin perder detalle. Estaba muy nerviosa, apenas acertaba a ponerse los pantalones, pero consiguió terminar a tiempo.

Mira como estoy, Juan, ¡tócame!, estoy toda mojada. Creo que me he corrido ..............

Se abrazó a mí, con la respiración entrecortada, le acaricié el coño separando el elástico del pantalón de su cintura y posando mi mano directamente en su sexo. Le introduje dos dedos dentro, los saqué y se los di para que los limpiara, diciéndole que tenía razón, que era una guarra y que estaba encharcada. Con cara de vicio me los chupó, relamiéndose.

Más tarde continuamos paseando por el parque, haciendo más fotos y Marta enseñándome alguna parte de su cuerpo en cualquier rincón en el que se lo pedía. Se notaba que le divertía, que le gustaba exhibirse en público.

Cuando llegamos a unas escaleras le pedí que se subiera a la barandilla y se masturbara frotándose contra ella. Siempre me ha excitado ver a una mujer subida a una barra, viendo como se ajusta su sexo al metal, como le viene el placer a medida que se restriega. Además la visión de su culo, protegido por el pantalón ajustado, que ofrecía la postura que Marta adoptaba al frotarse me ponía a mil. Esta vez cuando un grupo de turistas (cuatro o cinco) llegaron hasta nosotros, Marta permaneció subida a la barandilla, una pierna a cada lado, con el sexo contra ella y cara de tener un orgasmo, ofreciendo su culo cubierto por el pantalón de lycra como una segunda piel a la vista de los turistas, que podían apreciarlo en todo su esplendor.

La fotografié, la filmé e incluso, una vez se fueron los turistas, se atrevió a bajarse un poco el pantalón mostrando a la cámara el culo desnudo y al aire. Marta se corrió en medio del parque por segunda vez.

Más tarde, sobre las seis y media, decidimos ir a un centro comercial a ver algo de ropa que Marta quería comprar para las vacaciones. Le dije que de acuerdo, pero quería que se comprase prendas que a mí también me gustasen. Aceptó la condición que le impuse y pronto entramos en una de las numerosas boutiques del centro. Logré, sin apenas esfuerzo, convencerla para que se comprara un pantalón blanco ajustado y bastante transparente, muy de verano, un vestido corto de color rojo que le quedaba espléndido, un traje tipo "mono vaquero" de pantalón muy ajustado, sin bolsillos detrás, y cremallera por delante, que le favorecía enormemente y dejaba que escogiera a su voluntad (subiendo o bajando la cremallera) la amplitud del escote, una minifalda recta de color negro, muy cortita y baja de cintura, un par de tops ajustados, y unas braguitas tanga, tipo cordón por la parte de atrás, rojas y azules claro.

En el vestuario de uno de los comercios, mientras se probaba una de las prendas, no le permití que cerrara del todo las cortinas del probador, y así un señor que estaba con su mujer esperando a que terminara de probarse algo pudo apreciar el cuerpo y la ropa interior de Marta por el hueco que le dejé a propósito, si bien éste miraba intentando disimular, así que yo, para facilitarle las cosas, descorrí de pronto las cortinas del probador de Marta justo cuando ella estaba vestida solo con las braguitas y se agachaba para ponerse un pantalón. Mientras lo hacía le pregunté sonriendo:

Marta, ¿me has llamado?

Ella se sorprendió al verse desprovista de la intimidad de la cortina, y más aún cuando vio al señor mirando atentamente su cuerpo. Pero para mi sorpresa, se enderezó, y en pie, con los pechos erguidos, me dijo que sí, que pasara adentro. Entré, dejé la cortina entreabierta y nos besamos, sobándole yo todo el culo delante del mirón.

Cuando terminamos las compras la verdad es que estábamos muy calientes. Le pregunté a Marta si me acompañaría ahora a un sitio algo especial. Si decía que sí tendría que afrontar un nuevo reto. Me dijo que estaba dispuesta a todo, así que sin decirle a dónde nos dirigíamos empezamos a caminar fuera del centro comercial, hacia Gran Vía.

Y llegamos a las puertas de un cine. Marta parecía sorprendida y me preguntó si realmente me apetecía ver esa película (ni siquiera recuerdo el título). Le dije que no, que lo que quería era que se desnudase en el cine y me permitiera acariciarla en plena sala. Le consulté si se atrevía a intentarlo y me contestó que bueno, que depende. Entramos. Afortunadamente la sala estaba prácticamente vacía, sin embargo escogí sentarme hacia el medio del patio de butacas, dejando a unas diez o doce personas en las filas de detrás de nosotros y justo a un señor mayor delante, concretamente en la butaca de la derecha de Marta.

Se apagaron las luces y comenzó la película. Marta y yo pronto empezamos a besarnos, susurrándome que estaba muy nerviosa. Le contesté que estuviera tranquila, que no iba a pasar nada. Le enseñé mi jersey y le dije que lo tendríamos a mano por si tuviera que cubrirse de forma inesperada. Primero le acaricié entre las piernas, por encima del pantalón. Se resistió un poco al principio, pero pronto se abandonó a mis caricias abriéndose de piernas en la butaca y estirándose hacia atrás todo lo que pudo para sentirme mejor. A la vez levanté la camiseta por encima de sus tetas, dejándoselas al aire, si bien mi mano de vez en cuando las cubría y sobaba convenientemente. Pronto le pedí que fuera ella misma la que se las tocara mientras yo me dedicaba a su conejito. Era una delicia ver su cara de viciosa, estrujándose los senos en medio del cine.

Al cabo de media hora de sentirla gemir ligeramente, de tocarla sin cesar, le susurré:

Marta, ahora es un buen momento. Levanta el culo y déjame que te baje los pantalones.

Ella se movió ligeramente, separándose apenas los centímetros necesarios para que el pantalón se deslizase desde su culo hasta las rodillas. Le dije que se descalzase y terminé de sacarle el pantalón. Estaba en braguitas, con la camiseta puesta pero levantada, mostrando los pechos. Miré en derredor y nadie parecía haberse dado cuenta.

¿Estás excitada, verdad Marta?, le pregunté al oído mientras pasaba mi mano por encima de sus bragas, acariciándole el sexo. Las tenía empapadas. Tiré de ellas hacia arriba, logrando que se le metieran por su rajita, y tiré más fuerte todavía, hasta que ella gimió al notar como se le introducían dentro del coño.

¡Para, por favor, me las estás clavando!l. Ufff, qué gozada!, .... Mejor sigue.... así, un poco más, apriétalas más ........! Vamos, joder, qué gusto!

La cara de Marta era todo un poema intentando evitar que la pudieran oír, la vergüenza que estaba pasando por encontrase semidesnuda en medio del cine, gozando sin poder remediarlo antes mis caricias continuas y directas sobre su coño.

Marta, ahora toca la camiseta. ¡Quítatela!.

Se despojó de ella sin pensarlo. Solo le quedaban las braguitas. Su sexo estaba empapado, mis dedos entraban y salían sin obstáculo alguno, arrancándole cambios de postura y gemidos ahogados de placer. No cesaba de moverse sobre la butaca. La tuve así al menos diez minutos y finalmente le dije:

Las braguitas Marta, ya puedes sacártelas, ¡puta!.

Marta obedeció y quedó totalmente desnuda, expuesta.

Mira cabrón qué puta soy, mira cómo me toco el coño, mira como me meto los dedos dentro del coño. ¡soy tu guarra, tu cerda!

Estaba llegando al orgasmo y no dejaba de masturbarse, yo la miraba y le ayudaba a tocarse, acompañando mis manos a la suya. Mientras le tocaba le decía al oído, ¡ánimo cerda!, ¡Te vas a correr en medio del cine!, ¡Menuda zorra eres!, ¡una niña pija y viciosa que se corre en pelotas delante de la gente!. Estas frases la hacían perder más el control hasta que apretando las piernas aprisionó mi mano entre su coño y se corrió.

No resistí la tentación de comprobar hasta dónde podía llegar Marta. Reconozco que fue una putada, pero en ese momento me apeteció humillarla algo más. Todavía se encontraba desnuda por completo cuando toqué el hombro del señor que estaba delante de nosotros. Se volvió, descubriendo a Marta tal como había venido al mundo, desnuda, abierta de piernas, despeinada, con su respiración entrecortada .........................

Marta empezó a vestirse tranquilamente, sin esquivar la mirada del hombre que no salía de su asombro. Se puso el pantalón, la camiseta, me cogió del brazo, y dándome un beso me dijo, vámonos antes de que termine la película. Y nos fuimos.

Marchamos a mi casa y tuvimos otra antológica sesión de sexo, donde la volví a penetrar por el culo corriéndome finalmente en su boca, pues como ella misma me confesaría en otro momento una de las cosas que más la excitaban era tener que limpiar una polla que acabase de salir de un culo.

Y ya no tuvimos otra ocasión de vernos hasta mi visita a Cádiz a mitad del mes de agosto.

Continuará.