Soy una zorra (4)

Marta se licencia en derecho mostrando sus partes a ......, lo celebran y terminan en un parking......

Licenciada en Derecho (IV):

La víspera del examen de Derecho Civil, último obstáculo para obtener mi licenciatura de derecho, estaba muy nerviosa. Apenas había visto a Juan durante esa semana para no distraerme, aunque todos los días conversábamos por teléfono un rato. La verdad es que se mostró muy comprensivo en todo momento y me animaba diciéndome que no me preocupara que seguro que iba a aprobar. Serían eso de las nueve de la noche, encontrándome repasando por enésima vez, cuando decidí llamar a Juan para quedar a tomar un café frente a mi casa. En el bar le agradecí que hubiera venido, y le pedí repasar juntos algunos temas, a lo que accedió encantado. Eso me tranquilizaba, pues comprobé que dominaba bastante bien el temario. Después le dije que lo peor de todo era que el examen fuese oral.

¿Cómo?. ¿No es escrito?.

No, es oral. Es un fastidio, pues me pongo histérica. Además tienes que entrar antes y ves cómo lo van haciendo los cuatro o cinco anteriores. La verdad es que no sabes ni a dónde mirar.

Juan, con una sonrisa maliciosa e replicó: Pues yo creo que es una ventaja para ti. ¿Cuántos te examinan? ¿Un catedrático? ¿varios?

Me examina el catedrático y uno de los profesores del departamento. Se alternan en las preguntas y me harán exponer dos o tres temas del programa, le informé.

¿Cómo son, jóvenes, mayores, serios, simpáticos, ....? ¿Cómo los definirías?

Pues, .... no sé. El catedrático es el típico cincuentón, feo, serio. Incluso nos parece un poco tipo "viejo verde", pues nos mira bastante a las chicas cuando pasamos junto a él. Por otro lado creo que es buena persona y da bien las clases. Me tiene que conocer de sobra porque apenas he faltado. El profesor es más joven, unos treinta años, y siempre anda de juerga con estudiantes.

Ves, lo tienes tirado. En lugar de ponerte nerviosa lo que vas a hacer es ponerles nerviosos a ellos. Me has dicho que entras antes de examinarte y que tienes que esperar a que te toque el turno. Te pones en un sitio dónde ellos puedan verte bien desde donde están examinando, llevas una falda corta, y les pones a mil. Es muy fácil. No se enterarán ni de lo que te preguntan ni de lo que les contestas.

Me reí.- Eres tonto Juan, qué cosas se te ocurren.

Marta, hablo completamente en serio. Piénsalo. Nosotros tenemos la mayoría de las veces la cabeza en la polla y ellos no van a ser menos. Somos todos iguales. Además, si ves que no funciona, paras y te comportas de forma natural.

Umm, no sé. Además, !Qué vergüenza!.

Bien vale una licenciatura. Anímate.

Bueno, ya veremos.

En ese punto dejamos la conversación y proseguimos con el repaso. A la mañana siguiente me desperté temprano, a las siete de la mañana. El examen sería sobre las once, y dispuse de nuevo a repasar sin lograr concentrarme mucho. A las nueve empecé a vestirme para ir a la facultad. Me puse unos pantalones y una blusa, me miré al espejo y me dije, vamos Marta, hay que jugar todas las bazas. Volví al armario y descolgué una minifalda de color azul y una blusa blanca escotada en pico. Estaba bastante sexy con esa ropa. Me puse unas braguitas blancas y me senté frente al espejo para ver el efecto. Abrí y cerré las piernas, y la verdad pensé que no sería suficiente con lo que dejaba entrever, solo la tela blanca de mis braguitas. Decidí quitármelas pues si quería ponerles calientes qué mejor que pudieran ver en vivo mi coñito.

Ensayé frente al espejo, primero cruzando y descruzando rápidamente las piernas, comprobando que ofrecía una panorámica fugaz, suficiente para llamar la atención pero no para permitirles percatarse de si llevaba bragas o no. Luego, repetiría el movimiento más lentamente y así verían que no tenía las bragas puestas, y por último me abriría de piernas, manteniéndolas entreabiertas para que pudieren deleitarse en la visión que de mi coño les ofrecería. El resultado lo consideré óptimo.

Ya en el aula donde me iban a examinar me senté en las sillas de la primera fila y comencé mi actuación. Primero, mientras se examinaba una compañera, tiré un bolígrafo al suelo, truco muy mañido pero siempre eficaz para llamar la atención, sobre todo porque ya habían visto que vestía una minifalda y sabían que cualquier movimiento mío les enseñaría algo más de mí, algo que todos los hombres ansían ver, nuestra entrepierna. Noté como sus ojos seguían mi cuerpo mientras me agachaba a recoger el bolígrafo. Ya los tenía en mi poder, pensé.

Al retornar a mi posición inicial descrucé las piernas, cruzándolas después en el sentido contrario. Alcé la vista y observé que ambos no perdían detalle. Se estaban olvidando de la chica a la que examinaban y atendiendo a lo que no debían. Seguí con el juego, tal como lo había preparado, mientras se examinaban los dos siguientes compañeros de clase. Para entonces ya sabían que no llevaba bragas, ya estaban babeando, deseando que esa estudiante de la primera fila fuera aún más allá y se mostrara más guarra, les exhibiera el coño desnudo bajo la falda. Y llegó mi turno.

Me senté en una silla frente a ellos. El resto de compañeros quedaban tras de mí, sin posibilidad de ver lo que yo hacía. Les sonreí con cara de viciosa, separé lentamente las piernas, y les mostré el sexo, el coño quedaba a apenas dos metros de ellos, y me hicieron la primera pregunta. Sabía la respuesta, era un tema que dominaba. Antes de iniciar la exposición, adelanté mi culo al borde de la silla para que tuvieran una visión óptima de mis partes íntimas. La verdad es que no dejaron de mirarme el coño durante la exposición de ese tema y del siguiente. Estaban nerviosos, con un tremendo bulto asomando por sus pantalones y finalmente me dijeron que estaba aprobada y que podía marcharme. Ya era licenciada.

Salí contentísima, sentía algo especial, por fin había terminado mis estudios, iba a comenzar una nueva vida, buscaría trabajo, ...... En eso estaba pensando mientras descendía por las escaleras de la Facultad cuando divisé a Juan, que me estaba esperando abajo. Aunque estaba con otros dos chicos que no conocía, le grité desde arriba:

Juan, ¡lo he conseguido!, ¡He aprobado!, apresurándome para tirarme en sus brazos.

Él me cogió al vuelo y me dio una vuelta completa alrededor de sí mismo, sin sospechar que sus amigos iban a poder admirar como su novia no llevaba las bragas puestas.

Cuando me di cuenta le susurré al oído:

¡Para, Juan, estáte quieto!, Verás, .... seguí tus consejos y, ......, no llevo bragas......, les he puesto a mil mientras me examinaba, me han visto todo el coñito, sabes?. Deja de moverme así porque de lo contrario tus amigos me van a ver que voy sin ropa interior ..................

Se separó de mí, me sonrió y como si quisiera comprobarlo introdujo su mano derecha bajo la mini hasta acariciarme el sexo y hacer que de mi garganta saliera una exclamación, breve, de placer.

Menuda zorra te estás volviendo, Marta. Ven, te presentaré a mis amigos.

Nos dimos unos besos y yo creí morirme de vergüenza cuando uno de ellos me miró de forma especial, como avisándome de que me había visto "al natural". El otro en cambio no debió percatarse de nada. Hechas las presentaciones, nos dimos un beso, y me despedí de ellos para ir a casa y dar la buena noticia.

De todas formas quedé con Juan en que esa noche íbamos a salir a morir y olvidar el horrible mes de encierro y estudio que llevaba encima. Acordamos telefonearnos sobre las ocho de la tarde.

A la hora acordada sonó puntualmente el teléfono. Era Juan. Le conté que mis padres estaban encantados conmigo, que toda la familia había celebrado durante la comida mi licenciatura, que después había dormido una tremenda siesta por los nervios y lo cansada que estaba, y que estaba preparada para salir y pasarlo de muerte.

También le anuncié que me iba de vacaciones a Cádiz con mi madre y mis dos hermanos lo que quedaba del mes de julio y todo agosto, mes en el que mi padre se reuniría con nosotros (Mi madre, al ser profesora, tiene las vacaciones coincidentes con el calendario escolar). Eso le contrarió un poco pero finalmente me dijo, que bueno, que intentaría reunirse conmigo al menos 15 días también en Agosto, si a mí me apetecía verle. Le respondí que claro que querría verlo, que le quería junto a mí, en definitiva, le dije "te quiero, Juan, eres mi vida". Él respondió que también me quería.

Finalmente nos pusimos a hablar sobre lo que íbamos a hacer por la noche. Juan me preguntó:

¿Qué te apetece hacer esta noche?

Ya sabes, salir a tope, pasarlo bien, olvidar todos estos meses de encierro. Podríamos ir a cenar, luego a tomar unas copas por algún pub, a una disco a bailar, y luego, ¡hacer el amor!

Entonces, ¿te apetece que te folle, que te eche un buen polvo?

Otra vez esa sensación extraña, placentera, que me venía cuando Juan empezaba a hablarme así, directamente de sexo, de forma vulgar, sin rastro de ternura o amor en sus palabras, pero que dejaban entrever su deseo sexual hacia mí, empezó a recorrer mi cuerpo. Me mojaba irremediablemente al trasmitirme así sus intenciones, obligándome a manifestarle abiertamente mis deseos sexuales.

Sí, cabrón, quiero que me folles, le contesté excitada.

¿Por dónde? ¿Por el coño, por la boca, que te dé por el culo, cerda?. ¿Quieres?

Sí guarro, por todos los sitios, quiero que me penetres por todos mis agujeros. Seré tu puta otra vez.

Vale Marta, pero quiero que te vistas de forma especial.

No me importa, cariño. Deseo satisfacerte, que te sientas orgulloso de mí. ¡Dime cómo te gustaría verme!, Juan.

Vístete con una falda o vestido transparente, o casi, de color blanco o similar, y la tela como de gasa, para que pueda verse la ropa interior que lleves puesta. ¿Tienes algo así?

Creo que sí, contesté. Un vestido blanco que suelo usar para ir a la playa. Es de corte recto, algo ajustado en las caderas, y que recuerde trasparentaba el bikini totalmente.

Perfecto, es la idea que tenía. La ropa de playa suele ser ideal para exhibir un cuerpo como el tuyo. Ya sé que no es un traje de noche pero estarás guapísima de todas formas.

Lo que pasa Juan es que es vestido entero, con cremallera por detrás y escote recto a la altura de donde comienzan los pechos, y bastante informal. ¿Te sirve?.

Sí. Irás sin sujetador.

¡Joder Juan!, Voy a ir casi con las tetas al aire, se me van a ver perfectamente en cuanto me agache.

Eso es lo que pretendo, exhibirte ante todo el mundo. Verás que excitante es y cómo vamos a disfrutar.

Eres un cerdo, pero lo haré. Me parece que me estoy convirtiendo en una exhibicionista, y la verdad, en el fondo disfruto con estos juegos, con lo de provocar y excitarte a ti. ¿Te pone cachondo que me miren, que me vean desnuda? Me empieza a gustar lo de provocar.

Marta, la polla la tengo a reventar mientras dices eso, si te tuviera ahora junto a mí ya la tendrías dentro de tu boca.

Ya tendrás ocasión de que te la chupe después. ¿Y las braguitas, cuáles quieres que me ponga?

El tanga negro, para que todo el mundo vea la ropa interior que llevas. Seguro que más de uno pensará que eres una chica fácil.

A lo mejor es que lo soy, le respondí maliciosamente.

A qué hora quedamos?

Te recogeré a las nueve y media.

Un beso, hasta luego.

Después de colgar fui a mi habitación a vestirme. La verdad es que me encontraba alterada, bastante nerviosa y excitada, imaginando que esa noche podría ocurrir cualquier cosa. Algo desconocido me hacía seguir adelante en este juego que Juan y yo misma habíamos iniciado. Me puse el tanguita negro, cuya parte posterior era simplemente un cordón delgado que se metía entre la raja de mi culito. Luego me puse el vestido. Me contemplé en el espejo y no me gusté. La trasparencia del tanga negro bajo el vestido blanco era demasiado obvia, y además no favorecía la ropa interior, sino más bien la vulgarizaba. Me cambié las braguitas y me puse un tanga blanco, con más consistencia en la parte posterior, lo que hacía que se dibujara perfectamente su contorno, y también el de mi trasero, bajo el vestido. Además, también transparentaba por delante, dejando entrever el bonito encaje que cubría mi sexo. Me felicité por la elección pensando sobretodo que también a Juan le gustaría.

Tuve especial cuidado al marcharme de casa evitando que mis padres me vieran salir vestida de forma tan descocada y provocativa, pues era algo a lo que no les tenía en absoluto acostumbrados.

Juan al verme me sonrió complacido, me hizo dar una vuelta completa girándome sobre mi misma y exclamó:

¡Estás preciosa, Marta, vas a causar sensación!. Llevas unas braguitas muy bonitas. Has hecho bien, seguramente te quedan mejor que las negras, pero verás, no se trataba de eso. Lo que yo quería es que parecieras una chica fácil, accesible, y no que fueras conjuntada. Ahora ya no importa, y me gustas como estás, pero te agradeceré que para otra vez te limites a hacer lo que yo te indique.

Mientras me decía estas palabras le miraba sintiendo que en el fondo estaba complacido, por eso no me importó la pequeña reprimenda que acababa de hacerme.

No te preocupes, le contesté, la próxima vez me pondré solo lo que tu quieras.

Fuimos a cenar, a tomar unas copas, la noche iba transcurriendo de forma perfecta, encontrándome muy a gusto en su compañía. A eso de las cuatro de la mañana (y la verdad es que yo ya estaba bastante entonada) nos encontramos con un grupo de compañeros/as de mi clase en la facultad que estaban celebrando también el haber terminado los exámenes. Se encontraban muy "alegres" y nos dijeron que iban a una discoteca céntrica que ese día celebraba la "fiesta de la espuma" y la elección de "chica de la semana". Juan y yo nos unimos al grupo y fuimos todos juntos.

Al entrar en la discoteca, fuimos todos directos a la pista de baile. Estuvimos un buen rato bailando sin parar, y la verdad es que yo empezaba a sentirme excitada sabiendo que mientras bailaba me podían ver perfectamente las braguitas y el culo. Además alguno de mis compañeros ya habían realizado comentarios del tipo, ¡caray Marta como vienes hoy!, etc., y notaba como de forma disimulada acercaban sus cuerpos a mi trasero, y yo, animada por las copas que me había tomado, por el ritmo de la música, por el ambiente y por la complicidad de Juan, me dejaba sobar. Al cabo de un rato Juan me susurró al oído que iba a la barra a pedir una copa, pidiéndole que le acompañara. Fuimos los dos y entonces empezó a acariciarme el culo sobre el vestido, explicándome lo que quería que hiciese:

Ahora Marta, escúchame con atención, me dijo. Su mano continuaba sobre mi culo. Te estoy acariciando el culo, y te gusta, verdad?

Sí cariño, me gusta.

Sabes Marta, todos tus compañeros de clase están viendo cómo te toco, como te lo acaricio, y ahora voy a levantar lentamente el vestido para dejar tu trasero al aire, para que puedan verte bien el culo. ¿Te importa?

Estaba excitadísima. No, uff, no me importa, le dije, y me abracé a él. Noté como deslizaba su mano bajo el vestido y sentí como éste se alzaba. Luego era su mano la que acariciaba directamente mis nalgas. Estaba expuesta públicamente a sus caricias.

Para ya por favor, Juan, creo que ya me han visto lo suficiente.

Bien Marta. Ahora volverás como si tal cosa a la pista de baile. Cuando anuncien el inicio del concurso "chica de la semana" quiero que te presentes. Me han comentado que hay que bailar sobre una tarima y luego, cada chica hace lo que se atreva, bailar solo, un pequeño strip-tease, etc. También te rociarán con espuma y agua mientras bailas.

Y hasta dónde quieres que llegue? Le pregunté.

Tu misma has de ponerte el límite. Y seguidamente me besó de forma apasionada diciéndome que me quería.

Tras anunciar el inicio de la elección de la chica de la semana nos presentamos alrededor de nueve o diez aspirantes al premio (una minicadena bastante completa). La verdad todas eran bastante guapas o al menos lo parecía, alguna de ellas con aspecto de putón de feria o de profesional de esta clase de concursos. Las cuatro primeras bailaron de forma sensual, agachándose, moviendo las caderas, los pechos, el trasero, dos de ellas prácticamente mostraban sus pechos casi desnudos bajo sus blusas empapadas de agua, circunstancia que no hizo sino aumentar los gritos de todos los salidos que estaban animándonos sin parar, llamándonos desde tías buenas hasta zorras, desde pedirnos que nos quitásemos la ropa hasta gritarnos que nos la meterían hasta la garganta, etc.

La quinta era una compañera de clase, Patricia. Llevaba un top negro y la verdad es que montó un numerito muy excitante que culminó cuando se bajó el top y mostró al natural sus pechos. La temperatura ambiente cada vez era más alta.

Y me tocó a mí. Y bueno, fue algo inolvidable. Me subí al escenario, bailé y perdí el control bajo la dirección de la mirada de Juan. Tenía el vestido blanco empapado y notaba cómo se pegaba a mi cuerpo, dejando traslucir completamente mis braguitas y mis tetas desnudas. De pronto me di la vuelta, dándole la espalda al público, y empecé a subirme el vestido hasta llegar a la cintura, mostrando mi culo cubierto solo por el tanga. Moví el trasero como lo hacen las strippers, me agaché, lo sacaba hacia fuera, hacia el público, y lo volvía a tapar con el vestido. Estuve a punto de terminar ahí mi actuación, pero seguían animándome, pidiéndome más, que siguiera, y sin pensarlo siquiera les sonreí a todos y metí las manos bajo el vestido, cogí las braguitas y las deslicé hacia abajo, despojándome de ellas. Todo el mundo me las pedía, las arrojé y entonces como colofón volví a subirme el vestido de espaldas y les exhibí mi culo desnudo, acariciándome yo misma las nalgas mientras oía:

¡Qué culo tienes! ¡Eres la gran zorra de la semana! ¡El coño!, ¡Enséñanos el coño, puta! ¡Quítate toda la ropa, guarra!

Y lo hice. Me quité el vestido. Me quedé completamente desnuda sobre el escenario, con las piernas abiertas, sonriente, hasta que me vino la vergüenza y cogiendo el vestido me lo puse de nuevo. Luego, aplausos, gritos, ..... ¡Gané el concurso!.

Juan estaba muy orgulloso de mí. Ya a su lado, empezó a acariciarme sin parar, a encenderme y hacerme perder el control.

¿Te ha gustado Juan?. Lo he hecho por ti, porque sé que te pone cachondo que me vean desnuda, verdad?, ahí en el escenario, mostrándome delante de toda esa gente ......

¡Fóllame Juan, vamos, quiero que me poseas, que me la metas por donde quieras, deseo tener tu polla dentro de mí!

Juan me abrazó de nuevo, me besó con pasión, con deseo, entrelazando nuestras lenguas, intercambiando saliva, comiéndonos la boca como si fuera lo último que íbamos a hacer en nuestras vidas, incluso quería morderle, ...

Pequeña zorra. Eres estupenda. Vamos, quiero follarte. Tenemos el coche en el parking. Y va a ser allí donde voy a follarte y a dejar que te follen

¿Qué quieres decir?.

Pues eso, que voy a dejar que otro te folle. Te gustará y a mí me encantará verte disfrutar con otro macho.

No dije nada pero solo pensar que iba a ser follada por un desconocido ante las mismas narices de mi novio hacía que perdiera por completo el control de mi misma. Solo pensaba en entregarme, gozar y complacerle.

Salimos de la discoteca y entramos en el garaje. Caminábamos juntos, entrelazados, acariciándonos mutuamente sin pudor alguno. Yo le acariciaba la polla por encima del pantalón y le decía que me la iba a tragar entera, y él me sobaba el culo sin parar, y los pechos, y me besaba ...

A la entrada del parking nos topamos con el guardia de seguridad, que se encontraba dentro de una cabina. Dada la hora que era parecía bastante adormecido y al vernos entrar, riendo y acariciándonos nos siguió con la vista, sobre todo a mí. Noté como al pasar junto a su puesto de trabajo Juan levantaba mi vestido y le mostraba con descaro mi culo desnudo. Yo reía complacida ante el hecho de que Juan me mostrase como una mercancía, como una vulgar ramera, y le besaba. No me importaba y me ponía más caliente todavía.

Juan me indicó que caminara como una puta, que me moviera provocativamente para darle envidia al vigilante. Lo hice, obediente, andando con el vestido enrollado sobre mi cintura y totalmente desnuda de ella para abajo. Decidí que no era suficiente y me quité el vestido, dándoselo a Juan, quedando desnuda y de espaldas al guardia.

Vamos al coche, cariño, y por favor no dejes de tocarme el culo o el coño, de acariciarme todo el tiempo. Quiero que ese guardia tenga que hacerse una paja viendo en su monitor a la puta de tu novia desnuda y follada en medio del garaje.

Llegamos hasta donde estaba aparcado el coche, busqué con la mirada la cámara de vigilancia, se la mostré a Juan y me puse de espaldas a ella. Me arrodillé en el suelo y seguidamente me coloqué a cuatro patas, levantado el culo y acariciándome el coño, masturbándome. Juan se bajó los pantalones se sacó la polla y también de espaldas a la cámara me la metió en el coño.

¡Cabroooón!, Jódeme como a una puta! Métemela dentro de mi coño de zorra, vamos, cerdo, follaje,...así.. más fuerte, venga ......ahhh, que gusto, ahhhhh......!

¡Guarra!, ¡Mira que eres puta, Marta, toma mi polla, te voy a reventar, cerda, estás a cuatro patas, y te están viendo por una cámara!, ......

Sííí, vamos fóllame fuerte, jódeme.......espera. Me levanté y me puse de pie, me fui a una columna y alzando los brazos me situé junto a ella. !Dame en el culo, pégame, azótame, cabrón!.

Juan se acercó a mí. Tal como estaba, totalmente desnuda, abrazada a la columna, con el culo en pompa hacia fuera, esperando el castigo que yo misma le había pedido. Juan levantó su mano derecha y la dejó caer sobre mis nalgas. Luego me dio otro azote, y otro, hasta ocho. Notaba el trasero rojo, caliente y no sé cuántas veces me había corrido mientras escuchaba el eco del ruido que hacían las palmadas de Juan al golpear mi culo. Cubriéndome con el cuerpo de Juan me arrodillé junto él, me introduje su polla, dura a reventar, en la boca y se la mamé hasta que se derramó en mí, llenándome de su leche. Nos besamos y nos fuimos al coche. Nos volvimos a besar. Yo seguía caliente y Juan alucinaba conmigo.

Marta, pareces una perra en celo, no paras, me dijo, pues ya tenía de nuevo mi mano sobre mi coño, tocándome.

Arrancó el coche. Yo ni siquiera me había vestido, seguía desnuda, abierta de piernas sobre el asiento, acariciándome, con cara de estar poseída por algún demonio que hacía que perdiera el control de mi misma.

Teníamos que parar junto a la cabina del vigilante de seguridad. Juan detuvo el coche y empezó a hablar con el guardia. Luego me miraron y continuaron hablando. Finalmente Juan se acercó y me dijo:

Marta, le he pedido al vigilante que nos entregue la grabación de la cámara de seguridad, pues nos ha filmado follando. No hay problema, nos la va a dar, pero le gustaría ver lo guarra que eres más de cerca.

¿Qué quieres decir, Juan? ¿Quieres verme follando con otro? ¿Es eso? Te gustaría que el guardia metiera su polla dentro de mí?

Yo estaba realmente caliente por el polvo monumental que nos acabábamos de echar, y ni siquiera pensaba en lo que decía. Unicamente me sentía muy excitada, un poquitín fuera de control, con ese punto que te hace traspasar sin miedo alguno la frontera de la vergüenza y del pudor, de los tabúes sexuales, y además seguía teniendo ganas de follar. Si Juan quería verme en brazos de otro hombre, me vería. En ese momento no pensaba en las consecuencias que mis actos desencadenarían mas tarde, y que ya no tendrían marcha a tras.

Juan me abrió la puerta del coche, me tendió la mano y me ayudó a salir. Desnuda por completo, nos dirigimos hacia la cabina. Juan nos presentó. El se llamaba Julián y yo era simplemente la guarra de su novia. Mientras me presentaba de esta forma introdujo dos dedos en mi boca y exclamó en voz alta:

¡Mira como chupa esta cerda!.

Yo le chupé los dedos. Luego me arrodillé junto al guardia, le bajé la cremallera, extraje su miembro y comencé a lamerlo, a chuparlo con deseo, introduciéndomelo en la boca. Deslizaba mi lengua por toda la longitud de la polla del vigilante, sin dejar de mirar a los ojos de Juan, que empezó a masturbarse contemplando la escena. Le hice una inolvidable mamada. Cuando iba a correrse Juan me dio un preservativo y me dijo:

Ahora, ¡fóllatelo!.

Le puse el condón en su polla, le tumbé en el suelo, me senté sobre su duro miembro, a horcajadas, introduciéndomela yo misma hasta el fondo. Tenía un buen tamaño y se deslizaba a la perfección dentro de mí. Le cabalgué mirando a Juan, pidiéndole que me insultara mientras follaba con otro, que me llamara puta, su puta, y se corrió. Saqué su polla y cogí el preservativo, lleno de semen.

¿Quieres que me lo beba? ..... , le pregunté.

Juan no tuvo tiempo para contestarme. Casi al instante me tragaba la corrida del guardia, relamiendo como una viciosa los restos de semen que asomaban por mi boca.

Seguidamente me acerqué a Juan. Tenía ya la polla flácida pues se había corrido antes que el guardia. Todavía le quedaban restos de semen sobre los muslos, restos que, tras mirarle de nuevo a los ojos, recogí con mi boca para besarle a continuación, traspasándole el sabor a la leche de los dos hombres, él y el guardia, cuya corrida me había tragado.

Por fin me vestí, nos entregó la cinta y nos marchamos. Juan me llevó a casa. Estaba agotada. Había sido una noche muy intensa y me esperaban muchas más.