Soy una zorra (10)
Juan y Marta en el campo... aparece un pastor y...
Soy una zorra (10)
Espero que os haya gustado la narración de la locura que llevamos a cabo Juan y yo en nuestro viaje de regreso a Madrid. Lo que aconteció ese día no lo olvidaré nunca y he de deciros que hasta entonces jamás había sentido un placer tan brutal como el que alcancé siendo follada por Hammed delante de sus hijos, de dos desconocidos y del propio Juan.
Retomo yo misma la narración de cuando regresamos a Madrid al término de nuestras vacaciones en Cádiz porque el día no terminó en la gasolinera, donde Juan me exhibió y entregó a aquellos desconocidos, sino unos kilómetros más adelante. Quedaba algo más por descubriros, y ahora os lo terminaré de contar porque pienso que os encantará conocerlo, si bien ello significa que este capítulo será más breve que los anteriores, pero no por ello, deseo, menos excitante.
Recordaréis que Hammed tras follarme como nadie lo había hecho antes (ni siquiera Juan, por mucho que le pese) se corrió dentro de mi coño y orinó sobre mí. Juan limpió el cuerpo de semen y demás restos con mi braguita y me obligó a ponérmela tal como estaba, mojada y sucia. Yo continuaba excitada, le obedecí y salimos del WC hacia el coche, vestida únicamente con mis braguitas, y con mis pechos y el culo expuestos al aire libre y al público que pudiere contemplar la escena en aquel preciso momento.
La verdad es que ni se nos pasó por la cabeza la posibilidad de detenernos o volver la vista para comprobar el efecto que causaba mi desnudez a los que en ese momento repostaban gasolina, o a las personas que se encontraban en el mesón y que a buen seguro contemplaban atónitos el numerito que les estaba ofreciendo. Tenía la certeza de que estarían mirándome sin perder detalle. Caminé decidida, orgullosa de mi cuerpo desnudo, abrí la puerta del coche, Juan arrancó, y reanudamos el viaje a Madrid.
A la altura de Ciudad Real el calor resultaba ya asfixiante. Me había quedado un rato medio dormida y desperté sintiendo la mano de Juan acariciando mi entrepierna, la parte interior de mis muslos, presionando levemente para separar mis piernas y obtener un más cómodo acceso a mis partes íntimas. Todavía continuaba en braguitas y desnuda de cintura para arriba. Las braguitas aún estaban mojadas y mi coño hacía como "burbujas" debido al estado de excitación continuado en el que me encontraba.
Cada vez que cerraba los ojos recordaba las escenas recién vividas: ..... follando con 5 desconocidos en el water, delante de Juan y corriéndose todos sobre mí, ..... las veces que llegué yo a correrme, los gemidos de placer, los azotes en el culo, el verme sujeta del pelo mientras me follaba un hombre sucio y mayor, .........., escenas que hacían imposible mi relajación.
Juan me estaba acariciando los muslos, rozando mi sexo por encima de la braguita. Resoplé y abrí un poco más mis piernas, facilitándole su exploración, dándole luz verde a sus caricias, invitándole a proseguir. Me sonrió y me pidió que me abriera todavía más. Me reincorporé plenamente en el asiento y las abrí al máximo.
¿Así Juan?, le pregunté en un susurro, separando las piernas lo máximo que me permitía el lateral de la puerta del coche.
Sí cariño, me respondió. ¿te gusta cómo te acaricio? ¿ Quieres que siga?.... Ummmm , me encanta tu coñito, me vuelve loco. ¡Joder Marta!, lo tienes empapado, mira.
Juan metió dos de sus dedos dentro de mi coño, los sacó y los deslizó hasta mis labios. Viciosamente se los lamí y asentí con mi cabeza, confirmándole que estaba empapada.
Continuó con sus caricias en mi interior, cada vez introduciendo sus dedos aún más adentro de mi empapado sexo. Noté que de nuevo empezaba a perder el control de mi misma:
¡Necesito que me folles, Juan!; ... tengo el coñito como si no se hubiera cerrado, como si todavía tuviera la polla de Hammed dentro de mí. Por favor cariño, lo necesito, no puedo más, ¡FÓLLAME!, QUIERO TU POLLA DENTRO DE MI!
Tendrás que esperar un poco, cielo, me contestó.
Estaba claro que pretendía hacerme sufrir, tenerme a su merced, totalmente salida.
Tengo sed, vamos a parar ahí y comprar una botella de agua, dijo señalando un bar de carretera de los que tiene máquina expendedora en el exterior. Pero, verás Marta, lo divertido es que vas a salir del coche tal como estás, y vas a ser tú la que saque de la máquina el agua.
Juan detuvo el coche en el arcén de la carretera que se encontraba en el lado opuesto a donde estaba situada la máquina, me entregó unas monedas y esperó mi reacción. Me acerque a él, le di un beso en los labios y le dije:
Si crees que tu putita no es capaz de hacer esto después de lo de Despeñaperros estás equivocado. ¡Verás!. Me quité las bragas, se las tiré, y completamente desnuda bajé del coche y crucé la carretera. Llegué a la máquina y despacio, recreándome en la situación, en mi pública exhibición, introduje las monedas, me agaché a recoger el agua, poniendo mi coño y mi culo a la vista de los coches que circulaban por la carretera (pasaron cinco en ese intervalo, de los cuales al menos tres tocaron el claxon). Al regresar le pedí a Juan que me devolviera las braguitas, me las puse junto al coche y me senté de nuevo. .
Juan me besó y atrayéndome fuertemente hacia él me dijo: ¡vamos a follar, pedazo de guarra!.
Arrancó el coche y circulamos unos pocos kilómetros hasta llegar a un cruce con un camino que unos metros más adelante finalizaba junto a un puente. Juan decidió torcer hacia allí, y conducir junto a un riachuelo que discurría por allí, en paralelo al camino, deteniéndose al llegar al puente. La idea era poder estar tranquilos y también refrescarnos un poco.
El paisaje era precioso, el riachuelo llevaba poquita agua, si bien formaba una pequeña poza cerca de donde habíamos parado, en medio de un extenso descampado en el que se encontraban pastando un rebaño de ovejas, casi unas cincuenta, árboles y aparentemente, ni un alma a la vista..
No soy precisamente una gran admiradora de los animales, y la verdad que el hecho de que hubiera tantas ovejas no me hacía ninguna gracia, y así se lo hice saber a Juan:
Oye, yo aquí no salgo. Me dan miedo tantas ovejas. Además mira, hay dos perros, y también un señor, allí a lo lejos, en aquel pequeño alto.
Bahh. Será el pastor, y los perros no hacen nada, solo vigilan las ovejas. Además nos vendrá bien un remojón en el riachuelo. Venga, no seas tonta. Y de paso, echamos el polvo al aire libre, que me muero por metértela de una vez. Mira como tengo la polla, me dijo, sacándosela fuera del pantalón.
Está bien, vamos, le contesté riéndome. Cuando iba a coger el top para ponérmelo Juan me dijo que no, que saliera como estaba, en braguitas.
¿Quieres mostrarme al pastor, ehh?. Pero que bicho eres. ¿Quieres que ése también me vea desnuda? ¡Menudo cerdo salido estás hecho!. Pero le obedecí encantada.
Juan me agarró de la cintura y juntos nos dirigimos a la poza. Empezó a meterme mano a conciencia, disfrutando con sus caricias sobre mis pechos o sobre mi culo. Al llegar a la poza me despojé de las braguitas, dejándolas en el suelo, y me metí en el agua. Juan me siguió tirándose sobre mí y sumergiéndonos juntos.
La verdad es que perdimos la noción del tiempo disfrutando de nuestros cuerpos desnudos. Juan se sentó sobre una pequeña piedra que sobresalía del agua, me atrajo hacia él, nos besamos apasionadamente, y luego, golosa, me metí su enhiesta y durísima polla en la boca, empezando a mamársela con todas las ganas del mundo; luego me subí sobre él e hicimos el amor en el agua, quedando, una vez que se hubo corrido en mi interior, quietos el uno sobre el otro, descansando plácidamente.
Permanecimos así unidos un rato y cuando la postura empezaba a resultar incómoda me levanté ligeramente. En ese instante escuché una especie de gruñido a mis espaldas. Era uno de los perros pastores que debían guardar el rebaño de ovejas, el cual, con una expresión nada amistosa, empezó a ladrarnos sin parar, enseñando los dientes. Me abracé a Juan, que intentaba tranquilizarme diciéndome que estuviera quieta, que no pasaba nada, que era peor si el perro notaba que le tenía miedo. Afortunadamente apareció de repente el pastor, dio un grito al perro y este se marchó.
Yo me quedé dentro del agua, protegiendo mi desnudez de la vista del pastor, y Juan salió a darle las gracias al buen hombre. Vi como Juan se ponía el slip y el pantalón, se daban la mano y se ponían a hablar. La conversación se prolongó casi durante seis o siete minutos hasta que el pastor se sentó en el suelo, sobre la hierba, a unos seis o siete metros de donde estaba yo, regresando Juan junto a mí. Le observé disimuladamente, era bajito, de unos sesenta años, barba cerrada, piel muy morena y curtida por el aire, pelo escaso y cano, dentadura pobre, con las piezas bastante amarillas, y vestía ropa vieja, barata, usada durante mucho tiempo. En resumen su aspecto era de total abandono, carecía de un adecuado y mínimo aseo personal y resultaba físicamente desagradable.
Juan se metió de nuevo en la poza y agarrándome de la cintura me apretó contra él y me dijo al oído:
Sabes cariño, el viejo no se ha perdido detalle del polvo que hemos echado hace un rato. Me ha dicho que en su vida había visto desnuda a una chica tan bonita y menos con un cuerpo como el tuyo. Le he dicho que puede continuar mirando si lo desea. He pensado que podría enseñarle tu cuerpo, acariciarte mientras nos observa, claro, siempre que te apet4ezca. A mí me pondría a cien exhibirte y entregarte a él.
Sabes que haré lo que quieras, Juan.
Mientras teníamos esta conversación casi en susurros, su mano se había deslizado hasta mi sexo y había empezado a masturbarme, oculta bajo el agua. Yo me abracé aún más a él, sintiendo mejor sus caricias en mi coño. Pronto empezó a follarme con dos dedos que metió en mi interior, a la vez que intentaba levantarme ligeramente por encima del agua, de forma que mi culo quedara a la vista del viejete.
- Ufff ..... sigue, cómo me gusta, ......., me voy a correr, Juan......... ahhhh......, más , más rápido, .............. sí..... así, ...... otro dedo más, ¡fóllame con tres dedos!, venga ......jódeme más fuerte y rápido, .... ¡qué morbo, diooos!, ¡cómo nos mira el abuelo ......!
Juan calculó el momento en el que iba a correrme para detenerse. Me besó en la boca, poniendo las manos sobre mi culo.
Sigue, por favor, Juan, no te pares ahora.
Venga, Marta, salgamos del agua
Salimos del agua y Juan me condujo de la mano hacia donde estaba sentado el pastor. Cada vez estaba más excitada. Me lo presentó, se llamaba Genaro, y me dio un beso en la mejilla. Juan se puso detrás de mí apoyando su polla sobre mi trasero, y pasando su brazo derecho alrededor de mi cuello se detuvo cuando su mano quedó a la altura de mi pecho izquierdo. Me apretó la teta, tocó el pezón, totalmente en punta, y le preguntó al pastor:
¿Le gusta mi novia? Es una auténtica zorrita y le excita mostrarse ante hombres como Ud.?. ¿Quiere probarla?. Veamos, por un médico precio, digamos 5000.- pesetas le permitiré que la toque y acaricie por donde quiera. A ella le encantará.
Genaro miraba la mano de mi novio acariciar mis pechos, estrujarlos ante su atenta mirada. Juan se separó y me dijo:
- Ahora Marta, vamos a mostrarle a Genaro lo bien hecha que estás, así que separa un poco las piernas para que contemple tu sexo. Nos va a dar 5.000.- pesetas si te dejas tocar por él y le he dicho que encima te gustará.
Me levantó un brazo y me hizo girar alrededor de él para que el viejete contemplara todo mi cuerpo, mi sexo mojado, mi culo desnudo. Luego el propio Juan acercó la mano del pastor a mis pechos y le invitó a acariciarme:
venga Genaro, es toda tuya, a la zorrita de Marta le pone sentirse usada por otro hombre en mi presencia, así que venga, haz que se corra y métele mano en el coño.
No podéis imaginaros cómo me sentía. Estaba siendo alquilada por Juan, vendida como un simple objeto aun viejo pastor. Estaba totalmente entregada, desnuda. El hecho de sentirme humillada de nuevo me hacía permanecer en un continuo estado de excitación próximo al orgasmo.
Genaro no perdió el tiempo, se acercó a mí, nos besamos ....; no me importaba sentir su lengua en mi boca, estaba caliente y perdiendo el control. Juan me daba golpes en el culo con su polla y Genaro ya tenía dentro de mi rajita dos dedos que sacaba y metía sin parar. Me corrí.
Juan me ordenó sentarme en la hierba, abrirme de piernas y exponer el coño para que Genaro lo pudiera ver perfectamente. Era tremendamente morboso sentirse observada y explorada en esas partes tan íntimas por un viejo pastor, desconocido hasta ahora. Sentía que había perdido toda noción de decencia y pudor. Luego me coloqué a cuatro patas, con el culo en pompa, para que no perdiera detalle de mi anatomía, todo delante de Juan, que había ido al coche a por la cámara de fotos y no perdió el tiempo en inmortalizar la escena de exhibición de su novia, de mí.
Y ahora, la traca final, dijo Juan. ¿Qué quieres, Marta?
Yo ya estaba fuera de mí, y ni siquiera sería capaz de reconocerme a mí misma ... ¡Cabrón!, quiero que me folles por el culo mientras le chupo la polla a este jodido viejo. ¿Quieres ver como me trago su leche? ¿te gusta eso, que sea una puta? Lo haré si me da más dinero, quiero 10.000.- pesetas, vale?
El pastor aceptó encantado, le saqué su polla del pantalón, me incliné sobre ella y expuse el culo a Juan para que me la metiera por detrás. Era increíble. No tardaron ni dos minutos en correrse ambos, uno en mi boca y Juan en mi culo.
Una vez hubimos gozado todos, y ya más tranquilos, estuvimos un rato charlando los tres. Yo me había vuelto a poner las braguitas, que la verdad, daban pena, y Juan ya se había vestido. Le dijimos a Genaro que ya era tiempo de marcharnos y al levantarnos para ir hacia el coche aparecieron otra vez los perros ladrando sin parar.
Yo me apresuré a abrazarme a Juan, y éste riendo le comentó a Genaro que les tenía miedo. Genaro los llamó y me cogió de la mano, llevándola despacio hasta la cabeza de uno de ellos e invitándome a acariciarle.
El perro era amistoso y se dejaba querer. Cuando ya iba tomando confianza, acercó su hocico a la altura de mis bragas, de mi sexo. Me estremecí de miedo.
Genaro y Juan contemplaban extasiados la escena. El perro sacó la lengua y la pasó por encima de mis braguitas. Yo seguí inmóvil, asustada, paralizada de terror.
Genaro explicó que parecía que le gustaban mis bragas, diciendo algo sobre que el olor les atraía, y finalmente lo separó de mí.
En eso Juan le interrumpió:
Espera Genaro, veamos que ocurre si le bajamos un poquito las bragas a Marta.
Dicho eso me las deslizó hasta la altura de las rodillas. El perro volvió hacia mí, y lo primero que hizo fue dirigir su hocico a mis braguitas, pero enseguida las abandonó y acercó su lengua a mi sexo, pasándola por mi rajita. Sentí como una corriente eléctrica en mi coño, mis piernas flojeaban, era increíble el placer que me estaba dando.
Juan y Genaro, muy excitados por lo que estaban viendo, me hicieron subir a lomos del perro pastor y me pidieron que frotara mi sexo contra él, de forma que me impregnara de su olor y a la vez me masturbaba con el roce. Era extraordinario sentir todas aquellas sensaciones; no cesaba de encadenar orgasmos por la situación, desnuda sobre un perro, con mi novio a un lado, el pastor al otro, acariciándome los pechos, frotándome el coñito contra el perro, empapada de mis propias corridas escuchándoles decir que era una sucia guarrilla, una perra de raza, que me iban a cruzar ..... .....
Genaro me hizo descender de la espalda del perro y acercó éste a mi sexo, retomando las lamidas que antes había iniciado. El pastor se arrodilló para no perder detalle de la comida de coño que el perro me estaba dando. Movía la lengua a toda velocidad y pronto notaba mis muslos llenos de líquidos, las babas del perro, mis propios fluidos, .... Me corrí otra vez, mientras Juan me insultaba diciéndome que era toda una guarra, una perra asquerosa y viciosa.
..................... Nos dimos unos besos, quedamos en volver a vernos y nos marchamos, llegando por fin a Madrid sin más interrupciones.
P.D. : No puedo ocultaros mi agradecimiento por todos los correos con aportaciones vuestras para que las incorpore. En esta ocasión hay una parte real y otra de fantasía, lo cual os dejo a vuestra imaginación. Besos