Soy un genio
El genio de la botella...
Lucas estaba enseñando a jugar al golf a su mujer en una explanada de las afueras de la ciudad:
- Mira, querida, toma el palo con suavidad, calcula bien la fuerza necesaria a emplear para dar el golpe con el impulso necesario en función a la distancia hasta el hoyo, y, después, golpea la bola con precisión. A ver ahora si metes la pelota en el hoyo de la base del árbol.
Dicho árbol estaba a unos cinco metros, pero la mujer pegó un enorme golpe a la bola y la mandó por los aires hasta el otro lado de la calle rompiendo el cristal de una ventana.
- ¡Mierda! ¡Te dije que en función de la distancia! -gritó exasperado Lucas-. Tendremos que ir a pedir disculpas y ofrecernos a pagar los perjuicios ocasionados.
Al dirigirse hacia la casa, de paso, a través de la ventana del cristal roto, ven un hombre viendo tranquilamente la televisión. La puerta está entreabierta. Tocan al timbre.
- ¡Adelante! -suena una voz.
Entran el salón donde está el hombre viendo el televisor. Ven los restos del cristal roto al pie de la ventana y una botella, también de cristal, rota al pie de la mesa... sin que tal desbarajuste parezca perturbar al hombre que sigue absorto con la programación de su televisor. Confundidos con tan extraño caso, no aciertan a pronunciar palabras.
¡Ah!, ¿ustedes son los que han roto el cristal? -preguntó el hombre rompiendo el silencio.
Sí, verá -respondió Lucas-. Lo sentimos mucho. Venimos a pedir disculpas y a pagar los daños ocasionados.
¿Disculpas? De ninguna manera. Soy yo quien debe estarles agradecido.
¿Agradecido? Sí. Mire. Nosotros... Verá... -balbuceó Lucas completamente sorprendido.
Soy un genio -explica el hombre- que ha estado durante diez años preso en esta botella, por eso, cuando he podido salir, me apetecía tanto ver la televisión. Ustedes han roto el cristal de la ventana y las vibraciones de sonido del cristal al caer han provocado la caída de la botella de la mesa, que, como ven, se ha roto contra el suelo. Es decir, yo he quedado liberado. Propongo que para celebrarlo cada uno de nosotros tres exprese un deseo que mi personalidad de genio hará que se cumpla. A ver, empiece usted.
Yo -pide Lucas- quiero ser el propietario de mi empresa de trabajo.
No, no, eso no vale -replica el genio-. Yo no puedo quitar nada a nadie para dárselo a usted. Pero puedo darle un automóvil, un yate, y que mañana le nombren Director de la empresa.
¿Y un chalet?
Sí, bueno, también un chalet. Ya tiene concedido un chalet, un cochazo en el garaje del chalet, un yate en el atracadero del puerto, y mañana cuando vaya a su oficina tendrá sobre la mesa el nombramiento de Director general de la compañía.
¡Magnífico! Y a ti, querida. ¿qué te gustaría pedir? -pregunta Lucas, muy animado, a su esposa.
¡Ay, no sé! -responde ella-. Yo, yo querría una casa en cada país del mundo.
Eso no puede ser -interviene el genio-. Me temo que yo no tengo poderes en el extranjero. Pero puedo concederte apartamentos en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, La Coruña, y Marbella.
¡Ah, sí, Marbella!¡Me encantaría tanto pasar unas vacaciones en Marbella! ¿Y podrías añadir uno más en la Costa Brava?.
Hecho. No hay problema. Puedes considerar cumplido tu deseo de siete apartamentos.
¿Y cuál es tu deseo, genio? -pregunta Lucas.
Bien, desde que quedé preso en esta botella, hace diez años, no he tenido oportunidad de tener relaciones sexuales. Compréndalo. Mi primer impulso es el deseo de hacer el amor con tu mujer.
Ambos se quedan sorprendidos durante un momento que dedican a mirarse fijamente a los ojos. Mentalmente piensan en la cantidad de deseos conseguida, y al unísono se hacen gestos afirmativos con la cabeza.
- Bien, querida, ahora te toca a ti. Yo me quedaré viendo la televisión.
El genio lleva a la mujer a otra habitación, y pasa una hora con ella.
Después de terminar de hacer el amor, al vestirse, el genio la mira y le pregunta:
¿Cuántos años tiene tu marido?.
35 -responde ella-. ¿Por qué?.
¡¿Y todavía cree en genios?!.