Soy un caballero y cumplo lo que prometo (4)

“Sólo tengo mis cojones y mi palabra, y no la rompo por nada.” Al Pacino, en El precio del poder, en 30 trozos.

SOY UN CABALLERO Y CUMPLO LO QUE PROMETO

(4-30)

ESCRITA POR:      SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Toqué el timbre. Iba hecho un pimpollo de guapo. Domingo fue quien me abrió.

. - hola.

. - hola, Salvador.

Entré y cerré tras de mí. Luego me giré hacia el chico y nos besamos largamente. Para luego adentrarme en la casa por un anaranjado pasillo. Maite y su madre nos esperaban juntas y de pie. Me acerqué a Maite y la besé largamente también, mientras le metía mano a su pecho derecho. Luego a la cabrona y pesada de su madre. A ella también la besé largamente, mientras le apretaba una teta, que hizo mojarle el sujetador, pues la leche mojaba.

. - gracias, por venir, Salvador. La comida ya está preparada. ¿Comemos?

. - sí, traigo hambre de todo –dije sonriendo y besando a Domingo de nuevo-.

Domingo me cogió de la mano y llegamos a la cocina. Allí todo estaba dispuesto, solo faltaba la comida en los platos. La comida transcurrió bastante bien, con miradas furtivas por parte de Maite y alguna que otra, de su madre. Domingo no se cortaba en reír y de vez en cuando, acercar su boca a la mía y besarnos como si nada. Una vez la sopa de polla, perdón, de pollo estuvo en mi estómago, trajeron el postre. Unos melocotones en almíbar que me bajaron que era un gusto.

. - quisiera un poco de leche. ¿Puede ser?

. - veré si Domingo dejó algo en la nevera –dijo levantándose la madre-.

. - no me refiero a las de bote. Me refiero a esa que tiene usted –dije señalándole los pechos-.

. - ah, que tonta soy. Claro, no faltaba más. ¿Te sirves o te la pongo en una escudilla?

. - ambas cosas, si no le importa –dije levantándome y cogiendo una escudilla de su estante, la puse en la mesa. Luego la invité a sentarse. Le desabroché la camisa y luego el sostén XXL. Sin preguntarle nada, le cogí ambos pechos y apreté sus ubres. De inmediato comenzó a manar leche de sus pezones y el tazón a llenarse de leche. Aquello me la ponía bien dura.

Cuando lo tuve a medio llenar, acerqué mis labios a cada pezón y se los sequé, para luego coger el tazón y bebérmelo todo, pasándome la lengua por los labios. Estaba calentita, como debía estar.

. - ¿vamos al dormitorio? -pregunté-.

. - ¿y los platos? -preguntó la madre-.

. - no van a ir a ningún sitio. –le di la mano y se levantó, sin guardarse los pechos. Con la otra, cogí la mano de Maite-.

Domingo nos guio y nos llevó al dormitorio matrimonial. Allí senté a Eusebia, la mamá de la casa. Acabé de sacarle la ropa de arriba.

. - chicos, sentaros a su lado y mamad de vuestra madre. Eusebia, ¿el bebé ya ha tomado su ración?

. - no te preocupes. Por si acaso, ya me saqué leche y la tengo en la nevera para cuando la necesite.

. – previsora, me gusta -le di un beso de tornillo-.

Sus dos hijos se pusieron a mamar a su señora madre. Yo le saqué la falda, quedando en bragas. Le abrí bien de piernas y le di unos lametones a sus blancas bragas de algodón. Se humedecieron de inmediato y no por mi saliva precisamente. Luego aparté un poco las bragas y localicé su vulva, recién afeitada y oliendo a colonia. Allí metí mi lengua y le di hasta hacerla retorcerse de placer. Acabé de desnudarla y quitarle las bragas, para luego pasarle la mano por toda su vagina. Salió bien húmeda, que me llevé a la boca, así de sibarita me había convertido de tanto follarme a las tías, casadas o no.

. - Subid todos a la cama y desnudaros, chicos.

Mientras ellos se subían e iban desnudándose, yo me saqué la ropa de encima y pude exponer mi polla en todo su apogeo, mirando al cielo. La sonrisa en la cara de aquella mujer a la que le faltaba un tornillo y diez remaches más, era elocuente, pues se pasó la lengua por sus labios. Maite respiró hondo, al igual que su hermano.

. - Eusebia, voy a follarme a tus dos hijos.

. - sí, eso es lo que queremos todos, que lleguen a mañana siendo desvirgados. Es lo que quieren ellos y yo también.

. - perfecto. Pero lo haremos de la siguiente manera. Su hijo la penetrará a usted y yo a él, luego su hija le comerá el coño a usted y yo a ella. Durante la noche nos intercambiamos, para así todos haber disfrutado de los otros tres, no sé si me entiende.

. - quieres que cuando te vayas, mis chicos y yo podamos proseguir dándonos placer. Mira, no lo había pensado de esa manera, pero si mis chicos están de acuerdo, me gustaría seguir disfrutando de los dos. ¿Qué decís, hijos?

. - que…, que… bueno. Por mí, vale –dijo Domingo, que no había pensado en la vida, darle polla a su madre, cuando el chico lo que quería era darle polla a uno de sus semejantes machos, para ser más precisos, chicos de su edad o similares.

. - ¿Maite?

. - ¿está bien hacerlo entre familia?

. - siempre que se desee. No hay nada que lo impida, mientras no trascienda fuera de esta casa y yo no diré ni pío.

. - ¿vendrás más veces por esta casa?

. - es posible. Si los tres lo pedís, vendré alguna que otra vez a haceros una visita y disfrutar del momento, pero sin compromiso por ninguna de las partes. Si no, no vendría.

. - me parece perfecto. ¿Cuándo empezamos? –dijo la madre-.

. - ya mismo. Domingo, comete el chumino de tu madre, mientras ella te come el rabo en un 69. Yo y Maite disfrutaremos juntos.

Me fui con Maite y con un morreo preliminar, hicimos otro 69. Ella me comía la polla y yo su felpudo, que no se había afeitado. Olía a gloria puta aquella vagina suya. Sus gemidos y los de su madre, iban parejos, pues el chico se empleaba a fondo con el chumino materno. Después de haberle disfrutado el coño a Maite, poco a poco, iba avanzando hacia su boca, pasando por sus pechos que me deleité comiéndoselos. Mi polla buscó y encontró un agujero calentito donde meterse. Allí se instaló y Maite se dolió. Aun así, seguí enterrándosela hasta las tres cuartas partes de lo que daba mi polla. Sus gemidos ganaban a su madre y después de habérsela enterrado toda, me la empecé a disfrutar.

. - aaaaaaahhhhhhh…, aaaaaaahhhhhhh… -gritaba ella y así hasta que me cansé de disfrutar de su coño caliente. Seguidamente me salí y dejándola coger resuello, me fui hacia su madre, que la puse a mamar, mientras su hijo estaba follándosela por su vagina.

. - Domingo, no te corras en su vagina, ni en la de tu hermana.

. - estamos tomando la píldora, Salvador.

. - aun así, no es el 100% seguro que no os deje embarazadas de nuevo, aunque a usted, lo dudo, tan pronto.

. - tienes razón. Hazle caso, cariño. Ahora me daré la vuelta y métemela por el ano.

. - sí, mamá –dijo el chico algo menos cohibido, aunque cuando se la clavara en su culo, ya veríamos si volvería a cohibirse-.

Ese momento había llegado. Me posicioné detrás de él. Sus huevos me los comí desde allí, para luego meterle un par de dedos en su agujero cagón para agrandárselo.  Vi que sobre la mesa de noche había un par de botes de vaselina y alargué la mano, cogiendo uno. Eché una buena cantidad donde hacía falta y para adentro.

. - aaaaaaahhhhhhh…, aaaaaaahhhhhhh…, aaaaaaahhhhhhh… -gritaba el chaval y es que mi polla jodía bien los culos de los primerizos como él-.

Seguí hasta las tres cuartas partes y allí me paré, besando su cuello y su oreja, para de repente, continuar hasta que mis huevos hicieron tope. Una vez conseguido el primer objetivo, metérsela hasta los huevos, me salí y busqué el ano de Maite, que lo tenía bien oculto al sentarse sobre él. La desplacé y usando la vaselina, la unté bien. La chica, a cuatro patas, miraba con lágrimas a su madre, que estaba en la misma posición. Su madre la sonrió y le acarició la cara. Cuando se la enterré, no paré en sitio alguno. Entonces no lloraba, era lo siguiente a llorar. Aquel culo era una delicia follármelo y me lo follé a conciencia hasta hartarme, para luego y sin haberme corrido, salirme y dejarla coger resuello.  Me fui hacia su madre y desplacé a su hijo, que puse detrás de mí culo. Lo entendió a la primera. Me la empaló a todo lo que daba, esperándolo sin problemas. El ano materno hecho al tamaño de su hijo, fue agrandado por mi polla.

. - aaaahhhh…, aaaaahhhhh… –gritaba la mujer-.

No hubo compasión con aquel culo de hija de la gran puta, por los hechos atrás mencionados. No dejé de darle polla con movimientos circulares hasta que me harté como con su hija. Lo siguiente fue hacer mamar a Maite de la polla de Domingo, así como a la madre, de la mía. Pronto las corridas fueron sucediéndose en las bocas de las chupapollas. Así hasta agotar la cuajada de nuestros huevos. Como se imponía un descanso de anos y vaginas, dejamos de usar nuestras herramientas, para usar solo nuestras lenguas. El chico dando lametones a la vagina de su madre, mientras yo me la comía con mi boca y ella con la suya la mía.

El cansancio llegó y un tentempié hizo falta para recomponer fuerzas, así que nos tendimos los chicos y yo mirando hacia el cielo, mientras la Eusebia, se colocó a cuatro patas, con sus tetas encima de nuestras bocas.

Nos surtimos del mejor manjar del mundo, su leche, que salía rauda y veloz una vez la mamábamos o apretábamos sus ubres. Así la dejamos a medio vaciar sus cántaros, dejando el resto para más tarde, pues la noche era aún muy joven. Pasé una noche de folladera con aquella familia que tenía una matriarca que no estaba en sus cabales.

Partí al día siguiente temprano más que cansado de atender a tres cuerpos que pedían y pedían hasta dejarme seco en varias ocasiones. Al final, hasta Maite se aficionó a que le diera polla por el culo. Domingo era otra historia, había nacido para ser enculado hasta hartarse uno. Eusebia ya tenía a sus hijos más que apadrinados para darle placer el resto de sus vidas. Solo esperaba estar a la altura las veces que regresara a aquella casa donde el que menos corría, volaba sediento de sexo. Me temo que he fabricado a dos monstruos. La tercera, su madre, ya lo era antes de conocerme a mí.

Llegué a casa antes de la hora que me había fijado. O eso, o aquellos tres acaban conmigo. Papá hasta se dio gusto dándome por culo una vez más y es que es un placer ponerle el trasero a papá las veces que me lo quiera romper. Solo deseaba que nunca perdiera el vigor encontrado o tendría que volver a ser el que llevara los pantalones en la casa y eso, aunque parezca mentira, cansa cantidad, sobre todo un cansancio de polla, que no terminaba de recuperarme, cuando ya solicitaban de nuevo sus servicios para volver a descargarme.

Salimos a eso de las 9 de la mañana ya desayunados. Papá era el conductor de la familia, pues a mamá eso de conducir, como que no. Estábamos eufóricos de nuestro viaje a la playa nudista. Lugar que nunca habíamos frecuentado, pues antes no éramos nudistas, ni nada que se le pareciera. Sin duda, allí sí que habría carne de todos los colores y grosores.

. - papá, una pregunta, ¿salimos ya desnudos del coche hacia la playa? –preguntó Fati en su inocencia-.

. - no, hija. Uno llega a la playa y allí se desnuda. Tened en cuenta que en todas las playas nudistas hay un principio y un final, donde no se puede invadir la zona anexa, digamos normal y con ropa. Solo tenemos que fijarnos donde está la gente desnuda en su mayoría y no salir de allí.

. - ¿y en cuanto a jugar un poco con tu polla papá?

. - hija, pareces tonta. A la playa solo se va a tomar el sol en pelotas y a meterse en el agua. Nada de sexo o nos echan a patadas. Nada de juegos eróticos, ni bromas pesadas, chicos.

Llegamos a la playa elegida, más que por nada, porque estaba en boca de todo el mundo. Aparcamos lo más cerca posible y bajamos con las toallas, sombrillas y una nevera con algo de comida y bebida, solo para no deshidratarnos. Estaba más llena de lo que yo había pensado. A decir verdad, había tantos nudistas, como con bañadores y la separación era una hilera de palos clavados en unas bases de cemento. El que no las veía era porque era tonto o se lo hacía. La playa nudista tenía su propio salvavidas humano subido a una torreta y más atrás, una caseta donde ponía Cruz Roja. Perfecto, seguridad y sanidad, todo en uno. Me fijé que en la otra playa con ropa también había de ambos. Había muchos mirones en la zona con bañadores, que no perdían detalle, así que decidimos asentar nuestros desnudos culos en medio de la zona nudista.

. - buenos días –le dije a una dama de tremendas tetas que estaba sentada mientras daba de mamar a un crío. Tenía un felpudo que habría que afeitar con un cortacésped. Casi me echo a reír cuando se lo vi, pero no, soy un caballero, ja, ja, ja.

. - buenos días.

. - ¿cómo está el agua?, ¿la ha probado?

. - aún está un poco fría para mi gusto, pero se puede usar.

. - gracias.

Allí mismo clavamos las sombrillas, dos unidades. Las toallas debajo, dos por cada sombrilla. La nevera entre las dos. Me senté en mi toalla y me fui quitando la ropa, los demás me imitaron. Cuando estuve en pelotas, le di la ropa a mamá, que la puso toda junta dentro de una bolsa.

. - Fati, ¿echamos una carrera hasta el agua?

. - no sé. Joder, mira que cacho tío –dijo señalándome a mi derecha. Cuando me giré, salió corriendo hacia el agua-.

. - será jodida la tía.

Corrí, pero ella me ganó por la mano.

. - eres una tramposa.

. - a joderse toca. No haber sido un pardillo. A ver si me coges.

Fati nadó hacia adentro y la seguí. Esta vez sí que la alcancé y la hundí en el agua. Estuvimos jugando un rato entre el resto de bañistas.

. - tened cuidado –oí que decían, detrás nuestro-.

Me giré y vi a una chica pecosa que nadaba de lado.

. - ¿cómo dices?

. - que tengáis cuidado. Hace unos días unas medusas picaron a unos niños que se adentraron en el mar.

. - gracias por el aviso. Me llamo Salvador.

. - yo, Clara.

. - ¿por qué nadas de esa manera tan extraña?

. - ¿no te has fijado?, fíjate en lo que me falta –dijo señalándose las piernas-.

. - vaya, perdona. No me había fijado. Pues te desenvuelves muy bien con una sola pierna.

. - gracias. ¿Es tu novia?

. - qué más quisiera ella –dije hundiéndola en el agua-.

. - no quieras ahogarme, hermanito. Hola, soy, Fátima, Fati para los amigos. De este cafre, no te fíes o te la lía.

. - ¿qué quieres decir? –dijo riendo-.

. - ¿yo?, nada –Fati se largó a nadar más allá.

. - Fati, no te adentres más en el mar.

. - vale, cascarrabias –Fati se fue hacia fuera varios metros, pero sin salir del agua. Allí encontró unas chicas con quien hablar-.

. - tu hermana es muy graciosa.

. - así es mi hermana. ¿Has venido sola?

. - no, con mi madre. Solo somos ella y yo. Papá falleció hace tiempo.

. - lo siento.

. - gracias. Está en aquella sombrilla que parece un arco iris.

. - sí, ya la veo. Los míos están allí. Bueno, ahora no están en la sombrilla –me giré para buscarlos y los vi nadando- mira, allí están. Son aquellos dos que están juntos-.

. - ah, sí. Los veo. ¿Vas a estar mucho tiempo?

. - acabamos de llegar, aun no lo sé. Es la primera vez que hacemos nudismo. ¿Tú lo sueles hacer?

. - sí, ésta es mi playa favorita. Vengo muchas veces. Algunas veces hasta vengo sola –dejó caer con una sonrisa-.

. - bueno es saberlo. ¿Tienes novio, novia, amante, marido, ex?

. - tengo un ex.

. - ¿un ex de qué?

. - un ex de novio. Cuando me amputaron la pierna al tener un accidente de auto con papá al volante, desapareció sin dejar rastro y hasta ahora. Papá murió ese día.

. - lo siento por tu padre, pero tu ex es un capullo el tío. Cuando más lo necesitabas, se larga. Yo no me hubiese largado, no señor. Además, con el cuerpazo que tienes, ni loco te hubiera dejado marchar.

. - ¿ni con una pierna de menos?

. - tienes la cabeza en su sitio, unas buenas… ya me entiendes y del resto del cuerpo, ni qué decir tiene. Lo dicho. Tu ex fue un verdadero idiota.

. - gracias por lo que me toca. Tú tampoco estás mal…, de cuerpo, me refiero.

. - lo puedes jurar y no es por vanidad. Me gusta el ejercicio físico –no le dije que tipo de ejercicio, pues cualquier modo de quemar grasas es un tipo de ejercicios, ¿o no?

. - ay… –se quejó la chica-.

. - ¿qué te ocurre?

. - me acaba de picar algo. -La chica empezó a desestabilizarse, más por el miedo que por el picor, que, aunque molestaba y bastante, el terror es mala compañía en el mar-.

Me hundí un segundo y confirmé que una medusa estaba alejándose de ella. Así que le grité a Fati y a quién quisiera oírme.

. - Fati, sal del agua. Hay medusas.

La espantada fue general. La chica ya se estaba hundiendo y hacía esfuerzos por salir a flote, pero el nerviosismo y la falta de la pierna, se lo impedía. Así que fui hacia ella y la subí a flote, para después arrastrarla hacia la orilla. Por el camino vi que Fati y los viejos ya habían salido del agua junto con el resto de bañistas. Cuando toqué fondo, la cogí en brazos y la llevé hacia el puesto de la Cruz Roja. Su madre, una mujer con un cuerpo de diosa, llegó antes de que yo lo hiciera.

. - hija, ¿qué te ha pasado?

. - ha debido ser una medusa, señora. La vi alejarse de ella.

. - no pasa nada, mamá.

Al final la dejé en una camilla y el enfermero le echó un vistazo.

. - sí, ha sido una medusa. Suerte que no es una niña, que, si no, estaría dando gritos. Estas medusas son muy urticantes. Le daré una pomada y veré si le ha clavado algo.

. - gracias, Salvador. Te debo la vida –dijo Clara.

. - no ha sido nada. Te dejo en buenas manos. Hasta ahora.

. - gracias, hijo. Has salvado a mi niña –me dijo la madre de la chica, que estaba para mojar con pan y no acabar nunca-.

. - de nada, de nada. –Y me escapé de allí para irme hacia donde estaba papá, mamá y Fati-.

Cuando llegué, me aplaudieron, no solo mi familia, sino la gorda, de las gordas tetas y varios otros nudistas. Me puse colorado y me tendí en mi toalla sonriendo y algo ruborizado.

. - hermanito, eres todo un héroe -y me dio un beso en la mejilla-.

. - vale Fati. Déjalo correr. No ha sido nada.

. - éste es mi hermano –dijo a quien quiso oírla-.

. - calla loca, que nos echan de la playa.

. - hijo, deja que presuma de hermano –dijo mamá abrazándome. Papá sonreía-.

Una sombra con ropa tapó la luz por nuestra espalda.

. - ¿Salvador Morales? –preguntó-.

. - ¿cómo dice? –dijo papá viendo a aquel trajeado, un señor mayor con cara algo enfermiza-.

. - preguntaba por Salvador Morales.

. - hijo, preguntan por ti.

. - sí, soy yo. ¿Que desea?

. - quisiera hablar con usted un momento si no le importa.

. - ¿ahora?

. - por favor, es importante. Soy el padre de Lidia, su vecina.

. - ¿Lidia?, ¿le ha pasado algo?

. - ¿podemos hablar a solas, por favor?

. - sí, claro. Perdonad, vuelvo enseguida –dije a los míos-.

Sin ponerme nada encima, fui con el hombre aquel, el padre de Lidia, mi vecina paralítica. Era chocante, yo, desnudo, junto a un caballero vestido de domingo, juntos hacia… ¿dónde?

. - será mejor colocarnos en medio de las dos playas. Así ninguno estará fuera de su entorno.

. - como quiera. Sentémonos en aquella roca que está en la frontera –dije-.

. - como quiera.

Hacia allí fuimos. En vez de sentarme, me apoyé en ella y esperé a ver que me decía. El hombre lo primero que me miró fue la polla floja.

. - la cara la tengo aquí arriba, caballero.

. - sí, perdona.

. - dígame algo. Me tiene sobre ascuas.

. - lo que le voy a pedir es algo que no se lo pediría a nadie, aunque me mataran, pero debo pedírselo.

. - ¿a qué se refiere?

. - mi hija lo necesita, se está muriendo.

. - ¿no me diga que es eso?, ¿de verdad se está muriendo?, desde que la conozco, los médicos la dan por muerta mes sí y mes también. No crea todo lo que dicen los matasanos. Su hija no se va a morir.

. - Lidia me contó su historia con usted.

. - ¿y por qué hizo tal cosa?, le pedí expresamente que no dijera nada a nadie. Por cierto, ¿cómo ha dado conmigo en plena playa nudista, si ni yo sabía ayer por la mañana que vendríamos?

. - tiene una vecina cotilla.

. - no me lo diga, la del 43, la cotorra de Benedicta.

. - esa misma.

. - ¿también le dijo a qué playa?, ¿cómo es ello posible?, ni que tuviera micrófonos en mi casa. Bueno, dejemos a esa que ya se las verá conmigo. En cuanto a su hija, no se va a morir, se lo digo yo.

. - no, esta vez es verdad. Recayó y está en las últimas. Ahora mismo está en mi casa esperando el momento.

. - voy a tener que creerle. No creo que un padre mienta sobre algo así. Aunque mi pregunta es, ¿cómo es posible?, si la dejé hace poco como una rosa. Discúlpeme, he dicho una estupidez. No viene al caso.

. - sí que viene. Lidia me ha contado que usted ha sido como un salvavidas para ella. Igual que esa joven se hubiera ahogado si no la saca del agua y la lleva al puesto de socorro. Desde donde estaba creí reconocer a una amiga, pero mi vista ya no es lo que era. Cosas de la edad –dijo el viejo-.

. - no lo crea. Había un socorrista. Seguro que la sacaba y mucho mejor que yo.

. - aun así, fue usted. Mi niña me dijo que gracias a usted ha podido aguantar todo este tiempo sin volverse loca. Su marido es un cero a la izquierda y solo piensa en gastarse el dinero de mi niña y no se preocupa por ella. Mi hija me pidió que le trasladara su último deseo.

. - ¿su último deseo?, ¿No me dirá que me va a pagar por haber estado con su hija?, ni se le ocurra. Nunca estuve por su dinero, estuve por ella. Me gustaba y yo a ella. Nada más. Si es eso, darme dinero, ya puede irse por donde ha venido.

. - también me dijo que un día le ofreció dinero y estuvo tiempo sin ir a verla, pese a sus recados.

. - como para ir de nuevo. Yo no me vendo y nadie me puede comprar cuando lo que hago lo hago por amor a alguien y ella lo sabía y, aun así, quiso pagarme. Casi perdemos las relaciones por su estupidez. Al final volví y reanudamos las relaciones cuando quedó claro que no me hablaría nunca más del puto dinero.

. - eso le honra, pero lo que le voy a pedir no es para que reciba dinero, mi niña le pide que… que…

. - venga, hombre, dígalo ya.

El hombre llenó los pulmones y lo soltó.

. - que le haga por última vez el amor.

. - joder, esto sí que es fuerte. ¿Seguro que le dijo algo así?

. - textualmente.

. - ¿y usted que piensa al respecto de la petición de su hija?

. - un padre debe procurar lo mejor para su hija y si es su última voluntad…

. - entiendo. Deme la dirección. Iré mañana a verla.

. - puede que no llegue a mañana.

. - ¿tan grave está?

. - sí, más de lo que se imagina.

. - ¿y si mientras estoy con ella, se me muere en los brazos?, ¿dirá que la maté yo?

. - no, diré que mi niña murió feliz en brazos de quien verdaderamente la quiso. ¿Lo hará, por favor?

. - iré, señor. No le puedo prometer que haga lo que me pide cuando esté junto a ella, pues ni yo mismo lo sé.

. - con eso es suficiente para mí. Le he anotado la dirección de mi casa. Solo estaré yo en la vivienda. Ahora mismo están los médicos con ella, pero los haré salir en cuanto usted llegue. ¿Le parece bien?

. - sí, me parece bien. ¿Qué hay de su marido?

. - ni lo sé, ni me importa. Cuando muera Lidia, lo desheredaré, pues nunca cuidó de mi niña.

. - de acuerdo. Llegaré a su casa lo que tarde en darme una ducha y ponerme ropa limpia. Se lo prometo.

. - no me falle, por favor.

. - no, no lo haré.

Me fui hacia los míos, que no nos habían perdido de vista. Una vez junto a ellos, les dije que debía marcharme.

. - debo dejaros. Mi amiga Lidia está a punto de fallecer según su padre y ha pedido verme antes de morir.

. - vete, hijo. No te preocupes por nosotros.

. - ¿puedo ir, Salvador? –dijo Fati-.

. - no, hermanita. Ese no es lugar para ti. Volveré a casa cuando pueda. No me esperéis, ya os llamaré si no voy a dormir.

. - no te preocupes. Haz lo que tengas que hacer, hijo –me dijo papá poniéndome una mano en el hombro-.

. - gracias, papá.

Comencé a vestirme y cuando me estaba colocando el cinturón, oí una voz conocida.

. - ¿ya te vas?

Era Clara, que, con una pierna ortopédica y dos bastones, estaba delante de mí.

. - sí, tengo que marcharme. Mi familia se queda aquí un rato más.

. - ¿te ibas sin despedirte siquiera?

. - perdona, tengo la cabeza en otro sitio. Déjale un teléfono a mi madre. Te llamaré cuando pueda. Hasta la vista, Clara –me acerqué a ella y le di un casto beso en la frente. Luego di la vuelta y me fui hacia la parada de taxis-.

Clara estaba a punto de llorar. Por una vez que había encontrado un chico que la entendía…

. - ¿por qué se va? –preguntó sin preguntar a nadie en concreto, mamá le respondió-.

. - va a despedirse de una amiga que está muy enferma.

. - ¿su novia?

. - no, no es su novia

. - ¿tiene un boli para anotar un teléfono? –preguntó ahora con esperanzas de al menos volver a oír mi voz-.

Duchado y con ropa limpia, llegué ante la dirección del papel. ¿Era una mansión encima de un edificio o un edificio con una mansión debajo?, fuera lo que fuera, destacaba del resto de edificaciones aledañas, aunque a mí, no acababa de gustarme el aspecto, solo para limpieza, tendría un regimiento al que habría que pagar religiosamente cada mes. En fin, eso a mí me importaba un pito. Estaba allí por Lidia y nada más. Toqué el timbre adecuado y sonó la voz del padre de mi amiga.

. - soy yo, Salvador Morales.

. - coja el ascensor y pulse el ultimo botón, por favor.

La puerta se abrió y la empujé. Una vez dentro busqué el ascensor. Estaba reluciente, como el resto del espacio adyacente. Entré y pulsé el susodicho botón. No se oía nada, solo sabía que nos movíamos porque las luces de los diferentes pisos se encendían y apagaban. Una vez arriba, se abrió la puerta y me encontré de golpe y porrazo a tres tíos con batas blancas que me miraron de arriba abajo, pero sin decir nada. Les di los buenos días y se metieron en el ascensor sin abrir la boca, desapareciendo de mi vista.  El padre de la chica me esperaba en la puerta. Entré y cerré tras de mí.

. - lo llevaré a su habitación.

. - gracias.

Aquello era enorme y tardamos en llegar más tiempo que lo que tardé en subir hasta arriba en el ascensor. Una vez ante la puerta, el padre la abrió y asomó la cabeza.

. - hija, ya ha llegado Salvador.

. - gracias, papá.

La voz apenas era un susurro. Entré y el padre cerró la puerta despacio.

. - hola preciosa. ¿Qué es eso de que tienes ganas de irte para el otro barrio?, ya sabes cómo son los matasanos, unos mentirosos.

. - has venido, acércate mi amor.

Me descalcé y subí junto a ella. Estaba sentada, con la espalda en el espaldar de la cama. Acerqué su frente a mis labios y se la besé.

. - me queda poco tiempo, Salvador.

. - no digas eso, mujer. Todavía te queda cuerda para rato.

. - no, ya no. Quiero que me ames una última vez, por favor.

. - anda ya. Tú lo que quieres es dejarme seco como siempre y luego más y más y más. Mira que eres insaciable, mi amor.

Su cara, demacrada por la enfermedad hablaba bien claro. Esta vez se nos iba. La besé en los labios suavemente. Luego el resto de su carita azulada por la enfermedad. La coloqué tendida en la cama y aparté la manta, que tiré fuera de la cama. Su desnudez volvió a ponérmela dura.

. - sigo haciendo que se te ponga dura solo con mirar mi cuerpo desnudo –dijo en susurros.

. - sí, mi amor. Eres una preciosidad y nunca dejo de disfrutar de tu visión.

Comencé a besarle los pechos y el muñón de su brazo. Luego bajé hasta su pubis, afeitado para la ocasión, sin duda, pues parecía recién afeitado.  Gimió de placer, el último placer que le daría, por lo que me empleé a fondo, pero sin brusquedades. Su vulva, tan conocida por mi lengua y mis labios, la hicieron retorcerse y gritar de pasión. Gritos, que su padre, sentado junto a la puerta, podía oír perfectamente. Solo cuando supo que su hija estaba disfrutando los últimos momentos de su vida, se fue de la puerta a llorar a solas.

. - ¿no vas a desnudarme como siempre, amor?

. - las pocas fuerzas que me quedan, quiero que sean para sentirte dentro de mí. Date prisa o no volveré a tenerte.

. - no te preocupes, me tendrás y durante todo el tiempo del mundo.

Me desnudé rápidamente y una vez sin ropa alguna, comencé a comerme su almeja hasta hacerla vibrar y correrse a más no poder.  La penetración fue delicadamente hecha, cosa que molestó a mi amante.

. - fóllame como lo haces siempre, por favor.

. - sí, mi amor.

Cambié y puse la velocidad más alta de mi repertorio sexual. La cama se movía como si un terremoto grado siete estuviera bajo nosotros. Luego y como siempre hacía, le dé la vuelta y la empalé con mi polla, también a máxima velocidad como siempre me la follaba.

Gritos de puro placer, pero ahogados por la muerte cercana. Cuando la lechada se me venía encima, me salí y acercando mi polla a su boca, se la di a disfrutar.

. - gracias, mi amor –fue lo último que dijo y se la tragó toda ella. Me la mamó y mamó hasta que se fue apagando y dejó de hacerlo. Ya no movía los labios, simplemente, había muerto-.

Como había visto en tantas series de televisión, le puse un par de dedos en el cuello y esperé oír algo, pero nada, ni un puto bombeo de su corazón.  Saqué con cuidado mi polla de su boca y le puse la cabeza en la almohada. Como último homenaje, recorrí todo su cuerpo con mi lengua para despedirme de ella. Todo ello, con las lágrimas resbalándome por las mejillas. Una vez terminé, bajé de la cama y salí de la habitación, desnudo como estaba. Busqué al padre y lo encontré aun llorando un par de habitaciones más allá. Al verme, supo lo que había pasado.

. - Lidia ha fallecido en mis brazos –no podía decirle que lo había hecho en mi polla, sería demasiado- con su permiso, quisiera lavarla antes de que la vean los demás-.

. - tienes mi permiso. En su habitación hay un espacioso baño, hazlo allí.

. - gracias.

Regresé junto a Lidia y antes de cogerla en brazos y llevarla al baño, fui a dicho baño y comprobé si había bañera, plato de ducha o lo que fuera, donde lavarla bien. Eran tan grande, que había un jacuzzi. Lo puse a llenar y fui en busca de Lidia. Luego la deposité en el fondo y apagué el agua cuando la cubrió en su totalidad, menos la cabeza, que se la había dejado fuera. La lavé con champús que olían a flores silvestres. Todos sus agujeros fueron lavados y perfumados. Solo cuando estuve seguro de que no se me escapaba nada, la saqué y la tendí sobre un par de grandes toallas y la sequé bien. Allí la dejé un momento. Me fui hacia la cama y quité las sábanas y puse nuevas, para después depositarla encima de ellas, tapándola con otra sábana más. Me vestí, recogí la habitación y salí al pasillo.

. - ya está –le dije al hombre abatido que estaba sentado junto a la puerta-.

Entró como un autómata y yo detrás. Le apartó la sábana de la cara y la observó.

. - parece feliz.

. - sí, así era ella, una mujer feliz, en un cuerpo enfermo.

. - gracias, Salvador. No lo olvidaré nunca.

. - Lidia se merecía esto y más. Ahora lo dejo, debo marcharme.

. - gracias de nuevo –dijo abrazándome. No sabía qué hacer. Al final, le puse mis manos en su espalda, palmeándolo suavemente. Cuando se recuperó, salí de la habitación y me fui hacia los ascensores.

Abajo estaban los tres médicos. Según los vi, les informé que la señorita Lidia había fallecido y me fui a casa. Dos días después era el entierro de Lidia. La entrada del cementerio estaba atestada de periodistas y curiosos. Dentro se estaba celebrando el entierro por la infortunada mujer. Era solo para los familiares y amigos íntimos. Un par de seguritas impedían la entrada a quien no estuviera en un papel con nombre y apellidos.

. - agente, ¿cuántos son los invitados? –preguntó uno con una grabadora en su mano y colocada ante sus narices-.

. - no puedo informarles de nada. Solo estamos aquí para proteger la intimidad de los allegados.

. - solo digamos cuantos hay en el entierro.

. - díselo de una vez, así se calla la boca –le susurró el compañero al oído-.

El aludido miró el papel y lo soltó.

. - son cinco personas, dos empleados del cementerio y el cura. Uno de los allegados aún no ha venido.

. - ¿cómo se llama?

. - que no puedo decirles nada más. Sepárense, por favor y dejen hueco.

El taxi que me llevó al cementerio aparcó en la misma entrada. Al ver aquel gentío tuve ganas de continuar y olvidarme de todo, pero se lo debía a Lidia y no podía hacerle aquello. Los periodistas vieron el taxi y se giraron, los flases de las cámaras casi me dejan ciego antes de salir. Me puse unas gafas oscuras de sol y le di un billete al taxista. Le pedí que esperara a que saliera. Con el billete bastaría. Salí y me encaminé hacia la entrada, sin mirar a nadie, solo al que tenía la lista en la mano. Saqué el carnet y se lo entregué, ante la mirada intrigante de todos los allí reunidos. El segurita miró el carnet y los nombres que tenía anotados. Me devolvió el carnet y me dejó pasar.  Una vez dentro, busqué donde estaban enterrando a Lidia. Fuera, el alboroto volvió.

. - ¿ese chico es el que faltaba, agente? –se agolpaban las preguntas de los periodistas, micros y grabadoras en mano-.

. - no seáis pesados, que no puedo decir nada.

. - ¿alguien conoce a ese chico? –preguntó uno de los periodistas al resto de los reunidos, nadie supo decir nada-.

Los más avispados y viejos de la profesión se fueron hacia el taxista y lo inundaron a preguntas, pero el pobre hombre no sabía una mierda, por la sencilla razón que no le había dicho una mierda. Lo más, donde me había recogido. Cuando los encontré, me acerqué a ellos. Solo había cuatro personas junto al cura y dos empleados un poco más separados de ellos. Me llevé una sorpresa porque dos de ellas, las dos mujeres, ya las conocía. Eran Clara y su madre, de la playa nudista. Luego había dos hombres, el padre y el marido cornudo. Estaban todos sentados mientras el cura de pie decía la misa. Junto a Clara había una silla desocupada, me guardé en las manos las gafas y hacia allí fui.

. - buenos días –dije a todos, luego me senté junto a Clara, que, junto con su madre, me miraban extrañadas de verme por allí. Su marido no estaba menos extrañado de ver a un vecino en el entierro de su mujer. No por haber venido, sino por ser el único invitado fuera de los cuatro presentes-.

. - ¿fue por Lidia que te fuiste de la playa? –preguntó bajito y a mi oído Clara-.

El comienzo de unas lágrimas en mis ojos fue toda mi respuesta. Clara no preguntó nada más. Solo me cogió la mano, dándome ánimos. El cura se pasó un rato hablando de lo que hablan los curas, aunque atención, atención, no le puse ninguna. Cuando vi moverse a los operarios, desperté de mi letargo nostálgico. Clara me entregó una flor blanca. La cogí y esperé mi turno para tirársela encima del lujoso ataúd, que seguro costaría más que mi casa. Cuando me tocó a mí, la tiré y me fui directamente hacia su padre.

. - le doy el pésame, señor.

. - gracias, hijo. Me alegro de que hayas venido.

. - aunque no me invitara, hubiera venido de todas maneras cuando todos se hubieran ido.

. - te lo agradezco, ella estará contenta ahí arriba.

Me giré hacia su marido y le tendí la mano.

. - le doy el pésame.

El hombre se lo pensó una décima de segundo, pero luego extendió la mano.

. - gracias –dijo, diciéndose qué coño hacia aquel mocoso en el entierro de su mujer, pero no podía hacer una escena, delante del viejo-.

Le di el pésame también a la madre de Clara, que luego supe se llamaba Diana.

. - gracias y gracias por lo de mi hija de nuevo.

. - no fue nada.

. - a ti también te doy el pésame, Clara –dije y le di un beso en una mejilla-.

. - gracias –dijo ella algo colorada, luego reaccionó- ¿te llevamos a tu casa?

. - te lo agradezco, pero no es necesario. Tengo un taxi fuera esperando. Adiós a todos.

Todos, menos el marido, me dijo adiós. Y todos se me quedaron mirando mientras desaparecía. Volví a ponerme las gafas oscuras y de nuevo la nube de periodistas volvió a inundarme de flases. Busqué el auto y me metí dentro sin responder a ninguna de las preguntas que me hicieron. Por seguridad, me quedé bastante lejos de mi casa, no quería tener a nadie acampado en mi puerta, aunque no sabía por qué, si no era nadie de la farándula o familia de la difunta.

La normalidad volvió a mi vida. Ese es el mejor bálsamo para todo. Una semana después del entierro de Lidia, Clara estaba que se subía por las paredes. Su madre Diana no sabía cómo calmarla. Vivían en una elegante casa terrera, habilitada para Clara y su invalidez. Estaban junto a la piscina climatizada. Ambas mujeres sentadas en un lado de sus hamacas, con los pechos desnudos y frente a frente.

. - mamá, ya ha pasado una semana y no me ha llamado. Se ha olvidado de mí.

. - hija, no te lo tomes así, hay más chicos como Salvador.

. - no, mamá. Como Salvador, ninguno. Es bueno, atento y te dice las cosas a la cara. Hablamos poco tiempo, sí, pero suficiente para querer volver a oír su voz.

. - no sé qué puedo hacer hija, si no llama es que no lo desea y ante eso, nada puedo hacer.

. - mamá, seguro que el sr. Delgado sabe dónde vive, fue quien lo invitó al entierro de su hija. Fue al único que invitó.

. - eso es cierto y aun no sé por qué –se quedó pensativa la mujer- aun así, sería una descortesía preguntarle por ese chico-.

. - entonces lo haré yo. Si Mahoma no viene a la montaña…, ya sabes el resto.

. - hija, ¿tan prendada estás de ese chico? sí, sé que te salvó la vida y no es poco, pero, ¿y si no quiere saber nada más de ti?, puede ser peor buscarlo y saber que no quería nada contigo.

. - es posible mamá, aun así…

. - hija mía, eres una tonta, ¿lo sabías? –le dijo abrazándola cariñosamente-.

. - sí, mamá. Una tonta, pero por una vez que un chico me gusta y no le importa que me falte una pierna, no voy a dejarlo escapar sin luchar. Así que mamá, averigua donde vive, pregúntale al sr. Delgado o utiliza esa agencia de detectives que tiene tu empresa.

. - hija, esa empresa no se puede usar para estas cosas. Le preguntaré al sr. Delgado y veremos qué me dice.

En realidad, la empresa constructora, que estaba a nombre del padre de Lidia, César Delgado, la llevaba la accionista minoritaria desde hacía unos años. Viendo que Diana era una excelente gestora, se la nombró presidenta de Continental Building , que así se llamaba la empresa de arquitectura. Y no por la cara, sino avalada por investigaciones externas sobre las cuentas del consorcio. Así y todo, el sr. Delgado seguía ostentando el 90% del consorcio. Con ella y los millones que tenía en el banco, era un hombre muy rico, pero los años no pasaban en balde y los achaques eran cada vez mayor y ahora tenía un problema encima con el fallecimiento de su única heredera.

Estaba barajando diferentes opciones para cuando muriera y debía decidirse cuanto antes, pues el tiempo corría más de lo que uno quisiera. Una opción estaba ganando frente a las otras. No sabía si iba a hacer bien o hundir en la miseria a la persona que tenía pensado entregar toda su fortuna.

Diana también era rica por parte de su marido fallecido, el cual había heredado de su padre una pequeña empresa constructora y la llevó a lo más alto. Diana era la cabeza pensante y su marido la mano ejecutora, hasta que murió. Poco antes de tener el fatal accidente y donde Clara perdió su pierna, vendieron la empresa, con lo que se hicieron con un buen capital que invertir ¿y dónde?, en la empresa del sr. Delgado. Compraron el 10% de Continental Building y hasta ahora, con Diana al mando de la empresa. El sr. Delgado tenía su propio despacho en la central de la empresa, un exclusivo edificio de su propiedad. Aún estaba cavilando qué hacer con su dinero, cuando vio entrar a la presidenta Diana.

. - buenos días, Delgado –se tuteaban, claro- ¿cómo se encuentra hoy?

. - bien, Diana. ¿Qué te trae por aquí?

. - nada que ver con la empresa, que va viento en popa. Es algo privado.

. - ¿privado?, ¿a qué te refieres? –Delgado puso atención, pues no era normal que Diana le hablara de cosas privadas. Ella hacía su vida y él, la suya-.

. - es algo sobre mi hija. Ya la conociste en el entierro de tu pobre Lidia.

. - sí, ¿cómo nunca me hablaste de ella?

. - ya sabes cómo son estas cosas. Pasa el tiempo y todo es trabajo y trabajo.

. - tú sabías de los problemas de mi hija, pero yo de los tuyos...

. - sí y lo siento. Debíamos ser más comunicativos, pero eso ya no tiene remedio, ¿no te parece?

. - sí, es verdad. Ya no tiene remedio.

. - César, necesito que me hables del chico que asistió al entierro de tu hija, Salvador se llama.

. - ¿para qué quieres saberlo?

. - mi niña se ha prendado de Salvador. No para de darme la tabarra con que le dio su teléfono y no le ha llamado.

. - ¿lo conocías de antes?

. - sí, salvó a Clara de morir ahogada cuando una medusa la atacó.

. - ahora caigo. Tú estabas en la playa nudista y la chica que vi en brazos de Salvador era tu hija. Creí verte, pero mi vista no es muy buena y me olvidé de ello. No sabía que te iba el nudismo.

. - sí, lo llevo practicando toda mi vida. ¿Me vas ayudar, César?

. - te voy ayudar, Diana. Pero me tienes que prometer una cosa.

. - ¿a qué te refieres?

. - primero prométemelo, luego te diré el qué.

. - ¿no tendría que saber qué voy a prometer cumplir antes de prometerlo?

. - así lo quiero. Si no, no podré decirte nada sobre Salvador.

. - de acuerdo, César. No es muy ortodoxo lo que me pides, pero te prometo cumplir lo que me pidas sobre Salvador. Venga, ¿dime que ocurre con Salvador?, ¿quién es y por qué fue el único desconocido hasta dos días antes que asistió al entierro?

. - va a ser el heredero de toda mi fortuna y del 90% de Continental Building .

. - vaya, no me lo esperaba, César. ¿Lo sabe el chico?

. - no y no puedes decirle nada. Tampoco puedes intermediar entre tu hija y Salvador. Lo que sea que pase entre ellos es cosa de ellos. Si me entero de que has hecho algo para unirlos, no te gustará tenerme en contra, Diana.

. - comprendo. Sabes que no necesito tu dinero. No tengo tanto como tú, pero lo que sí quiero es la felicidad de mi niña.

. - y yo la de Salvador. Por eso quiero que sea él y nadie más, quien decida con quien estar.

. - realmente, ¿quién es Salvador?

. - solo debes saber quién será, nada más. Será quien gobierne mi fortuna y si quiere, la empresa. Eso ya depende de Salvador y de ti si os ponéis de acuerdo. Te daré su dirección y espero que no intercedas más entre tu hija y Salvador.

. - te lo prometo.

En otro momento y lugar…

. - no te des la vuelta, Adelaida –dije a mi limpiadora favorita-.

. - ¿eres tú, Salvador?

. - sí, soy yo.

Adelaida estaba de rodillas limpiando una mancha del piso.

. - oh, mi amor. Cierra con llave la puerta querido, no me moveré.

Pasé la llave y me fui hacia Adelaida. Por el camino me aflojé los pantalones, que se quedaron en el camino junto con los calzoncillos. Una vez junto a Adelaida, le levanté la maxifalda y pude comprobar que todo seguía en su sitio.  Sus extras grandes bragas me la ponían dura y pronto se la bajé y saqué de encima. Mi lengua pronto comenzó a introducirse en su ano, mientras mis manos apartaban ingentes cantidades de grasa.

. - oh, mi niño. Fóllate a esta vieja puta. Hazlo como te gusta, mi niño.

Con mi polla más que tiesa, se la enterré de un trallazo en todo su culo. Ella gritó de placer y para darse y darme más placer, se desabrochó de su parte delantera, sacándose sus enormes pechos de debajo de su sujetador XXL. Con cada embestida, aquellas tetorras suyas volaban a todas partes. Cuando se la saqué y le di la vuelta, me perdí entre sus tetas, para luego besar aquellos viejos labios hasta casi hacerle daño. Mi Adelaida era como un salvavidas cada vez que tenía que descargar y no había donde. Iba a los baños y si no estaba allí, a su casa y me la pasaba de puta madre dándole polla por donde más le y me gustaba, su orondo culo, sin dejar de comerme y follarme su felpudo afeitado para mí.

. - déjame mamártela mi niño. No me canso nunca de mamártela, querido.

. - y yo quiero que me la mames siempre, mi querida limpiadora.

Así estuvo dándome placer hasta que decidí que la lechada debía ser para ella y cerrando los ojos, exploté en su boquita de viola-niños, como me gustaba decir, no en vano aún era un puto niño de 18 años, cercano a los 19.

. - gracias mi niño. Cada vez que vienes a mí, me rejuveneces un poco más.

. - me alegro, querida Adelaida –dije besando su boca en busca de algo de mi leche y como siempre, no encontraba nada pues le gustaba casi tanto como a mí-.

Sus pechos enormes y caídos no me cansaban de cogérselos y sobárselos, mientras me comía sus negros pezones.

. - déjame chupar más tu polla vacía. Sabes que me vuelve loca seguir mamándote aun sin leche en los huevos.

. - y yo te lo agradezco. Mámame cuanto quieras, querida. Aprovéchame al máximo, como yo lo hago contigo.

Le entregué mi flácida polla y me la estuvo mamando hasta que la cordura se impuso y dejó de hacerlo.

. - Dios, no me canso nunca de chuparte esa polla tuya, aun vacía.

. - dejémoslo ya, querida. O creerán que estamos follando en estos baños –dije sonriendo. La ayudé a levantarse y a guardarse los enormes pechos. Le puse también las bragas después de pasarle mi lengua por todo su chumino y tomarme un buen jarro de sus jugos. Luego me vestí y arreglándome la ropa ella a mi como si fuera mi madre, me dio un beso en la frente, como haría cualquier madre, menos la mía, que me la daría en la punta del cipote. Adelaida era como mi segunda madre putativa con la que compartir un poco de mi leche y siempre estaba dispuesta a recibirme dentro de ella. Eso es amor de madre y no lo demás.

. - anda, vete ya, mi amor y no tardes tanto en volver con esta vieja limpiadora.

. - cuando menos te lo esperes, me volverás a tener dentro de ti.

. - anda, vete, mi niño.

Le di un beso suave y corto en los labios y otro en la frente. Sonreí y me fui de los baños públicos, que si pudieran hablar…

Ya en casa…

. - amor mío, quiero que conozcas a un chico que me gusta –dijo Fati mientras le comía su vulva toda húmeda-.

. - ¿precisamente ahora, mujer?

. - no tonto, sigue, sigue ahí abajo, me gusta cómo me comes el chichi.

Continué y me ayudé de un par de dedos, para luego sentir en mi culo la polla de papá. No lo había visto llegar y me cogió desprevenido.

. - Jo, papá, avisa, al menos.

. - lo siento, hijo. Fue verte con ese culo tuyo y olvidarme de los buenos modales.

. - no te preocupes. Sabes que tu polla siempre será bienvenida en mi culo. Anda, fóllate a tu hijo.

. - gracias, querido.

Continué comiéndome el chumino de Fati, mientras era follado por papá con la quinta marcha puesta, como sabía que me gustaba.

. - chicos, la comida ya está.

. - ¿puedes esperar un poco, querida?, acabo de empezar a disfrutar -dijo papá-.

. - vale, pero si se os enfría el pescado que está en los platos, no me vengáis con que os lo caliente de nuevo.

. - joder con vuestra madre. Siempre en lo mejor aparece.

. - papá, sácasela a Salvador, yo te la descargaré rápido.

. - vale, hija. Aunque el culo de cada uno de vosotros es cosa fina, vuestras bocas no se quedan cortas.

Me la sacó del culo y se la entregó a una hija que le gustaba ayudar a su viejo. Se la mamó bien rápido. Yo, para ayudar un poco, me comí los huevos de papá. Entre una y otra cosa, papá se corrió en los pechos de Fati, regando ambos pezones. Luego y mientras papá se tomaba su leche directamente de donde había echado su corrida, yo me entregaba a mamarle la polla y dejársela como los chorros del oro de limpia de semen y demás condimentos. Una vez acabados y sin ponernos ropa alguna, marchamos a la cocina. Mamá, con los brazos en jarras, no estaba muy contenta.

. - ¿Son esas maneras de venir a la mesa?, mira que sois unos guarros. No podemos comportarnos como unos cerdos, chicos. La próxima vez os dais una ducha y os vestís antes de venir a la mesa. Ya sabéis a la hora que se come aquí.

. - mamá, ¿qué te pasa hoy?, nunca habías estado tan enfadada. Lo hemos hecho muchas veces el venir en pelotas a comer –dije-.

. - perdonad, chicos. Es que tengo que deciros algo muy importante y me ha dado por ponerme idiota.

. - ¿qué es ello, querida?

. - yo sé lo que le pasa a mamá –dijo riendo Fati-.

. - ¿lo sabes, mocosa? -dije-.

. - sí, que lo sé. ¿Lo digo, mamá?

. – díselo, anda –sonrió mamá-.

. - mamá está embarazada.

. - oh, felicidades, mamá –me levanté y besé a mamá en cada pecho que descubrí abriéndole el albornoz, para después ponerle la mano en la barriga, como si pudiera oír algo a los pocos días de haberse quedado preñada-.

Papá también se vino hacia mamá y le besó en la frente.

. - ya has conseguido lo que querías, mi amor. Otro retoño que amamantar.

. - no solo amamantar a mi nuevo bebé, sino a mis otros niños también. ¿No me preguntáis de quien es el niño?, ¿quién es el padre?

(Parte 4 de 30)

FIN