Soy un caballero y cumplo lo que prometo (28)

“Sólo tengo mis cojones y mi palabra, y no la rompo por nada.” Al Pacino, en El precio del poder, en 30 trozos.

SOY UN CABALLERO Y CUMPLO LO QUE PROMETO

(28-30)

ESCRITA POR:      SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Una vez la puse a vibrar con los orgasmos que le hice sacar, le metí mano a sus pechos bien grandes. Mis manos, bajo el sujetador, jugaron con ellos mientras nuestras bocas se comían la una a la otra. Luego le levanté un poco la cabeza y la puse a mamarme la polla de nuevo. Hasta que no me hizo correr, no dejó de hacerlo.

. - sigue un poco más y déjame sin gota.

No hacía falta que se lo pidiera, pues no soltaba mi polla. Cuando ya estaba echa una birria, se le salió de la boca. Una comida de chumino rápido y un último morreo y me levanté, dándolo por terminado. Sí, era un contrato en toda regla.

. - estás contratada, Begoña.

. - ¿le ha gustado como se la he mamado, señor Morales?

. - eres divina, mamándome. Te voy a nombrar mi primera mamadora de la casa.

. - gracias.

. - ¿sabrás comportarte como tu abuela?

. - ¿a qué se refiere?

. - a la discreción. Que me la hayas mamado no quita para que hagas tus deberes en la cocina y no ponerte zalamera, sino como lo que eres, una empleada de la casa a la que le gusta y a mí también, mamar pollas.

. - oh, descuide. La abuela ya me habló largo y tendido de cómo debía comportarme.

. - me alegro. Tu abuela es una joya, cuídala y aprende de ella, lleva toda la vida de cocinera.

. - lo haré. ¿Puedo darme una ducha en su piscina?

. - siempre que quieras, pero desnuda, como el resto de la casa. Cuando tenga invitados, queda anulado, ¿lo comprendes?

. - por supuesto. No mear donde se come o algo parecido.

. - algo parecido, sí. Buena chica. Ahora te dejo.

. - gracias, de nuevo.

. – no, gracias a ti, que voy descargado y muy bien, por cierto.

Sonrió, mientras se desnudaba y se metía en la piscina. Yo me puse la toalla y salí de allí, encontrándome a Natalia y a Diego tras la puerta.

. - su nieta ha sido contratada, Natalia.

. - gracias, señor Morales.

. - Diego, como le dije a la chica y también a Flora, el personal de la casa puede usar la piscina cuando no tenga yo invitados y siempre desnudos, como yo lo hago. Así, que cuando, por ejemplo, aquí Natalia esté sofocada y quiera darse un chapuzón, usted no dirá ni mu y dejará que la disfruten. También pueden usar las hamacas y descansar allí, en vez de en sus dormitorios. Eso sí, cuando traiga invitados, con disimulo, avise a quien esté usando la piscina para que la dejé libre, por si mi invitado o invitada quiera usarla. ¿Me ha entendido, Diego?

. - a la primera, señor.

. - así me gusta. Llegará lejos conmigo y por el amor de Dios, coma un poco más, está en los huesos. Aprenda de Natalia y las demás.

. - soy de poco comer, señor.

. - pues eso habrá que arreglarlo. Ya hablaremos al respecto. Ahora les dejo, me doy una ducha y me voy. No me esperen a almorzar, si decido venir, ya comeré cualquier cosa.

. - sí, señor Morales –dijo Natalia-.

Ya en mi habitación, me quité la toalla según entré y me fui al baño. Casi me doy de ostias con Anita, la chica de la limpieza estaba con los espejos.

. - perdona, Anita. No te vi. Quisiera darme una ducha.

. - sí, por supuesto. No faltaría más. Salgo de inmediato.

. - no, por Dios. Siga, me ducho en un momento –según lo dije, me metí en el plato de ducha. Anita no pudo por menos que mirarme el rabo todo flácido-.

Mientras yo me duchaba, ella continuó limpiando, pero echando miradas furtivas a mi cuerpo a través de la mampara. Cuando alargué la mano para coger la toalla y secarme, Anita me la puso en la mano.

. - gracias Anita.

Me sequé y salí. Dejé la toalla sobre el cubo de la ropa sucia y desnudo como estaba, me llegué al armario. Saqué un juego de ropa y me lo puse. Cuando estaba sentado en la silla mientras me ataba los cordones, salió Anita.

. - ¿Anita, sabes hacer nudos de corbata?, es algo que nunca se me ha dado muy bien.

. - sí, señor. No hay problema.

. - ¿te gusta ésta o esta otra? –le señalé dos corbatas-.

. - la de la derecha le hace más guapo aún.

. - ¿cómo has dicho?

. - no, nada.

. - ¿te parezco guapo?

. - usted sabe que lo es, señor.

. - guapo, guapo, no, pero bien parecido, creo que sí.

. - no, es guapo, muy guapo –dijo haciéndome el nudo. Su respiración estaba acelerada y sus pechos subían y bajaban. Se vislumbraban preciosos-.

. - tendré que creerte, Anita. Tú también eres bien guapa.

. - no diga eso. Soy gorda.

. - no, mujer. Eres gordita, pero hay a quien le gustan las gorditas guapas como tú.

. - eso se lo dirá a todas.

. - no, solo a las gorditas guapas como tú.

. - en nudo ya está, señor.

. - te lo agradezco. Hoy voy a presumir de nudo de corbata, algo que nunca me ha gustado demasiado, pero bueno, hay que aguantarse de vez en cuando.

. - sí, señor. Es lo que tienen los convencionalismos –Anita se alzó y de prisa y corriendo, me besó en los labios, para luego salir corriendo, dejando atrás la ropa sucia. Sonreí, esta chiquita estaba colada por mí-.

Diego apareció en la puerta del dormitorio.

. - señor, los vehículos ya han llegado.

. - gracias, Diego. Oiga, de verdad, me preocupa usted. Está muy delgado. ¿Acaso es anoréxico?

. - no, señor, ya se lo dije. Soy de poco comer.

. - ¿puede hacer algo por mí, Diego?

. - usted dirá, señor.

. - ¿puedes comer más, por favor?

. - señor, ya le he dicho…

. - sí, que eres de poco comer. Pero no, Diego, esa delgadez suya no es ni normal, ni buena para su salud.

. - ¿y la gordura de los demás?

. - tiene razón, tampoco es buena. Así que haremos una cosa. ¿Comerá más, si hago que ellas y él, adelgacen un poco?

. - eso habrá que verlo, señor. Si consigue que adelgacen, yo haré todo lo posible por engordar un poco.

. - hecho. Vaya diciéndoselo a los demás, al jardinero también. Veré como lo hago, pero que lo sepan para que no les coja de sopetón cuando hable con ellos.

. - sí, señor.

Ya en la oficina…

. - ha llegado la señorita Marisol Echevarría, señor Morales –me dijo la secretaria por el interfono-.

. - hágala pasar, por favor.

Estaba revisando una carpeta llena de papeles. Las ideas se me amontonaban en la cabeza y los papeles también.

Marisol venía con una ropa muy veraniega, suelta por todos lados. Venía sonriendo.

. - buenos días, ¿debo llamarte sr. Morales o Salvador?

. - lo dejo a tu entera discreción. Pasa y sentémonos en la mesa grande. Ahí tengo unos papeles que quiero que veas y estudies.

Mientras ella iba hacia la mesa grande, yo me levanté de mi mesa y me fui hacia ella.

Marisol cogió uno de los papeles y lo leyó, luego cogió otro y también. La dejé que fuera leyendo hasta hartarse o pararse y preguntara algo. Solo con mirarla se notaba que era toda una mujer y que sabía lo que quería. Puto padre que le tocó podía haber sido mía desde hacía mucho tiempo.

. - Salvador, ¿me oyes?, ¿dónde estás, Salvador?

Desperté de un sueño donde los dos éramos felices en grado máximo. Estábamos ante una chimenea mientras la parejita de querubines correteaba por allí. Pero la voz de Marisol me trajo a la realidad.

. - perdona, estaba en otro sitio.

. - sí, lo sé. ¿Esto que me has hecho leer es lo que quieres para la fundación?

. - a grandes rasgos, sí. Por eso quiero que me eches una mano para afinarlo un poco. Tú, que te dedicas al ramo de la ayuda al prójimo, debes saber más que cualquiera de este edificio al respecto. Las preguntas que quiero que me des respuestas son: ¿Cómo?, ¿a quién? y ¿cuánto?

. - ¿y si me equivoco?

. - así tendré a quien echarle la culpa –dije sonriendo-.

. - bueno, pero qué malo eres, Salvador.

. - es una broma. Dime algo al respecto.

. - entiendo que el nombre elegido es por alguien importante en la empresa.

. - en la empresa, no. En la vida de su padre y mía. Muy importante, créeme.  Era una persona sin brazos durante toda su vida. Sin embargo, era muy cariñosa y pensaba con la cabeza.

. - ¿falleció?

. - así es.

. - primero responderé al “como”. Yo diría, rodeando la fundación de seriedad, antes que nada. Que cuando se la oiga nombrar, se sepa, antes de nada, que son gente seria y cumplen lo que promete. Luego está el “quien”, pues es fácil, quien esté en esas o parecidas condiciones y no pueda pagárselo. “Cuanto” ya depende del presupuesto que quieras meter en la fundación y quedarte sin él, claro.

. - ¿qué cantidad sería la adecuada?, me refiero en general.

. - ahí no tengo ni idea. Habría que hacer algún estudio de lo que cuesta el material. De si harías un centro de rehabilitación, de si pagarías sus traslados hasta el centro, de muchas cosas.

. - ¿con diez millones de euros bastaría?

. - ¿estás loco?, eso es demasiado dinero. A no ser que…

. - suéltalo.

. - que dieras la mitad de esa cantidad directamente a ONGs. Ayudarías a mucha gente con ese dinero.

. - quiero que la fundación sea una especie de ONG para personas discapacitadas y sin recursos. Que no se puedan valerse por sí mismos. O que, si le damos una silla de ruedas o unas muletas o unos pies nuevos, se puedan ver más independientes. Y la verdad, preferiría que la fundación hiciera su trabajo, pero casi anónimamente. No sé si me entiendes.

. - no quieres reconocimientos públicos.

. - no, nunca me han gustado. Tu tendrás que encargarte de decidir a quién sí y a quien no se le da las ayudas.

. - Salvador. Esa es mucha responsabilidad para mí. No sé si lo sabré hacer bien.

. - tú estás hecha para esto, Marisol. Puedes compaginar ser enfermera, estudiar para médica y llevar la fundación. Te pondré personal que te ayuden en ello.

. - ¿por qué yo, Salvador?

. - te lo he dicho, eres la más adecuada para ello. Quiero que me presentes un informe pormenorizado de cómo se hará todo y los gastos iniciales. Puedes consultar con tus amigos de Médicos Sin Fronteras o con quien quieras. Cuenta con esos 10 millones de euros. Probaremos y veremos que sale de todo esto. Ten en cuenta que hasta que no te dé el visto bueno final, no puedes tocar un euro. Tengo buitres detrás de mí que, si por ellos fuera, a la fundación le pegaban fuego, pues son gastos sin retribución posible. Recuérdalo.       Bueno, sí, desgravan, pero eso a mí no me importa.

. - lo recordaré. Dime la verdad, Salvador. ¿De quién es la empresa?

. - no puedes decírselo a nadie, Marisol. Si se llega a saber, mi seguridad estaría en más peligro que ahora que solo soy uno más de la corporación.

. - ¿me estás diciendo que es tuya esta inmensa empresa?

. - solo el 90% de ella, el resto es de la actual presidenta. Los asesores no quieren ni oír hablar de una fundación, que es un coladero de dinero, pero no les he hecho caso. No todo puede ser ganar dinero, tiene que haber algo más.

. - si no fueras mi jefe, te daría un besazo.

. - ¿es que los jefes no tienen derecho que les den besazos?

. - ¿te lo doy?

. - ya estás tardando.

Ella, sonriendo, se me acercó y con delicadeza supina digna de una dama como lo era ella, me besó suavemente. Luego retiró sus labios.

. - que desilusión.

. - ¿no te ha gustado?

. - eso para mí no es un besazo, más bien un besito.

. - pues no pienso darte otro. No suelo ir por ahí besando a la gente. Tendrás que ganártelo. Aun no me has dado el visto bueno a la fundación.

. - ¿y cuando te lo dé, me besarás como Dios manda?

. - entonces, sí. Hasta puede que te dé un extra.

. - me acordaré y te lo recordaré.

. - estoy seguro de ello –sonrió-.

. - hola mamá –Marisol le dio un beso a su madre- ¿está papá?

. - Está en su despacho. ¿Vas a quedarte a comer, hija?

. - ¿qué has hecho hoy?

. - potaje de berros y unas albóndigas.

. - mamá, ya sabes que no me gustan las albóndigas. Me quedaré por el potaje.

. - tu hermana, ¿dónde anda?, no viene hace días.

. - ya sabes como es. No le gusta mucho salir de casa.

. - dile que su madre quiere que la venga a ver.

. - se lo diré. Voy a ver a papá, necesito su ayuda.

. - ¿te ocurre algo, hija?

. - no, nada mamá. Es para que me asesore en una cosa que tengo entre manos. Voy con él.

Marisol tocó con los nudillos y su padre le dio la entrada.

. - hola hija, que bien que has venido. ¿Ha venido también tu hermana?

. - no, solo yo. Papá necesito tu ayuda.

. - tú dirás, hija.

. - te acuerdas de Salvador.

. - ¿Salvador?

. - sí, aquel Salvador del que aún estoy enamorada.

. - ¿aún, hija?, ¿después de tanto tiempo?

. - papá, donde manda el corazón…

. - eres un caso perdido, hija. Ahora ya da lo mismo.

. - ¿por qué lo dices, padre?

. - ahora ya no puedo influir en vosotras dos, ya no necesitáis de mi dinero.

. - papá, tú siempre serás mi padre y siempre te necesitaré, pero en cuanto a mi amor por Salvador, no podrás cambiarlo.

. - ahora lo veo, hija. He hecho muchas cosas malas, créeme y una de esas fue alejarte de ese chico y lo mismo hice con tu hermana, a la que aparté de mí con mis hechos.

. - por eso Irma no quiere venir por aquí, aún no lo ha olvidado. Papá, aunque ella se equivocó pese a tus deseos de que no se casara, tenemos que equivocarnos nosotras y aprender de los errores. No puedes obligar a nadie a no querer a alguien, es hasta antinatural, padre.

. - lo he aprendido un poco tarde. ¿Qué decías de ayudarte?, ¿en qué?

. - ¿sabías que Salvador ahora es un importante hombre en la empresa dónde está?, se encarga de otras cosas, pero ahora va a hacer una fundación y quiere que yo la dirija.

. - ¿tú, hija?

. - dice que soy la más indicada para ello.

. - ahí le doy la razón.

. - pues va a emplear 10 millones de euros y tengo que, prácticamente, hacer yo la fundación y darle los datos de su formación y desarrollo y había pensado que tú, siendo un empresario, sabrías más que yo de estas cosas. Pues la fundación es al fin y al cabo como una empresa, pero sin ánimo de lucro. ¿Me ayudarías a darle forma, padre?

. - ¿lo sabe Salvador?, ya sabes que no nos llevamos muy bien.

. - no lo sabe. Me dijo que podía consultar con quien quisiera y pensé en ti, padre.

. - ¿y si se entera y se enfada contigo y lo anula todo?

. - me dijo que ya no tiene nada contigo, que había hecho las paces.

. - ¿te dijo eso?

. - más o menos eso fue lo que me dijo. Además, voy a trabajar de enfermera en la empresa y también podré estudiar para médica. Todo eso salió de Salvador, que yo no sabía nada hasta hace dos días.

. - te debe querer mucho, hija.

. - ¿tú crees?

. - me temo que sí.

. - yo a él sí, pero no se lo he vuelto a decir desde hace mucho tiempo. ¿Me vas a ayudar?

. - pero que no lo sepa él, por si acaso. Exactamente, ¿en qué quieres que te ayude?

. - lo que es la formación de la fundación y las cosa que hay que comprar. De la asistencia y demás, hablaré con Médicos sin Fronteras para que me ayuden en lo que puedan.

. - has traído algo donde empezar.

. - sí, tengo las bases de lo que quiere. Desde ahí podemos avanzar. Tengo que dárselo todo pormenorizado.

. - bueno, pues veamos esos papeles…

Pasaron una hora hablando, hasta que llamó su madre a comer. Luego y durante la tarde, siguieron. Así estuvieron varios días, para luego ir a la ONG y allí informarse del resto de cosas que necesitaba. Mientras tanto, yo seguía con mi vida y mi vida continuó la tarde de la primera reunión con Marisol. Al regresar a casa, me esperaba una sorpresa desagradable. Era la guardia civil.

. - ¿es usted Salvador Morales y tiene una hermana llamada Fátima Morales?

. - sí, señor. ¿Ha ocurrido algo?

. - ha ocurrido un accidente, su hermana está en el hospital Nuestra Señora de la Esperanza. Su cuñado, el marido de la señora Fátima, ha fallecido.

. - joder. ¿Cómo ha sido?, ¿está grave mi hermana?

. - se la llevaron inconsciente los de la ambulancia, pero viva. Salían de una joyería después de robar varias joyas. Se les persiguió e hicieron caso omiso. Al final se estrellaron contra la trasera de un autobús parado en un stop.

. - gracias por venir a decírmelo. Ya me hago cargo yo, muchas gracias.

Con la misma, volví a salir de la casa y me subí al auto en que vine.

. - Dámaso, al hospital Nuestra Señora de la Esperanza, por favor.

Por la cara que tenía, Dámaso no abrió la boca, por si acaso salía volando por la ventana. Al llegar al hospital, me fui directamente a admisiones. Me dijeron la planta y el número de la habitación donde estaba siendo tratada y hacia allí fui, raudo y veloz. No pude entrar, pero si verla desde un cristal. Estaba toda entubada y con vendajes en su cabeza y brazos. A la pregunta de cómo estaba, un médico se me acercó.

. - está en coma.

. - ¿saldrá del coma?

. - nunca se sabe. Lo normal es que pase una larga temporada en ese estado. Unos despiertan, otros no.

. - gracias, doctor.

. - hay otra cosa.

. - ¿el qué?

. - está embarazada. Está en sus comienzos, pero lo está.

. - es lo que ella quería –dije sin añadir nada más-.

. - le avisaremos si cambia su estado, ahora mismo no hace falta que este por aquí, tenemos mucho trabajo con ella aún. Debe rellenar unos papeles antes de que se marche. Necesitamos saber si dejó algo al respecto si quedaba en este estado, si la desconectamos o no.

. - no me dijo nada al respecto. Yo abonaré los gastos de su tratamiento. Ahora son dos personas, ella y su hijo.

. - veremos si los salvamos a los dos, a uno o a ninguno, aún no podemos darle esa información, es pronto.

. - pues eso, llámeme cuando cambie algo.

De camino a casa pensé en lo que estaba haciendo Fati cuando tuvo el accidente. Era lo último, robar en joyerías. ¿Qué sería lo próxima?, eso, si despertaba del coma. El auto ya estaba parado, así que Dámaso me habló más alto.

. - señor, ya hemos llegado.

. - ah, sí. Gracias, Dámaso. Mañana a la misma hora.

. - ¿se encuentra bien?

. - la verdad es que no.

. - ¿quiere que me quede con usted esta noche?

. - te lo agradezco, pero no, vete a descansar.

Entré en casa y me di una ducha, para luego ponerme la bata.

. - señor, tengo reunidos a la servidumbre en su despacho.

. - ¿para qué?

. - me dijo que les iba a hacer adelgazar.

. - ah, sí. Lo siento. Con esto de mi hermana y mi cuñado se me había olvidado.

. - lo podemos dejar para mañana.

. - no, será mejor quitármelo de encima. Mañana tengo que arreglar el entierro de mi cuñado.

. - como guste. Le doy el pésame.

. - gracias, Diego.

. - ¿y su hermana?

. - está en coma y encima, está embarazada.

. - vaya, cuánto lo siento.

. - vayamos a mi despacho.

Cuando me vieron entrar, se pusieron en fila.

. - le damos el pésame, señor –dijeron varios-.

. - gracias, se lo agradezco a todos. Sentaros, por favor, usted también, Diego.

Una vez sentados, noté que algunos de los presentes tenían sueño. Todos estaban en bata.

. - Diego, están que se caen de sueño, lo podíamos haber dejado para otro día.

. - como usted me dijo…

. - bueno, dejémoslo estar, ya que estamos aquí, vayamos al meollo de la cuestión. Por favor, necesito que todos se queden desnudos frente a los demás, usted también, Diego.

. - ¿para qué, señor? –Dijo Diego-.

. - quiero que cada uno y una compruebe por sí misma lo gorditas que están todos, menos usted, claro, que es lo contrario. Me gustan los gorditos y los flacos, no voy a deciros que no, pero la salud esta antes que el placer y más adelante, tendréis problemas por ello y no es un cuento chino, todos lo sabemos. Para que no se diga, yo también me quedaré desnudo, así no podrán decir de mí que me quedo vestido yo solo.

Me saqué el albornoz y me volví a sentar, cruzando los pies. Esperé y poco a poco, se fueron desnudando todos, la nueva fue la primera en hacerlo. Cada una se quedó en pelotas. Sus piernas pegadas unas y cruzadas otras, era todo un panorama de grasa sobrante y falta de ella en el caso de Diego, que parecía traslúcido.

. - ahora quiero que nos pongamos de pie y que cada una o uno, de una vuelta sobre él o la que esté más cerca de él o ella y la o lo vea bien.

Así lo hicieron. Cuando todos dieron una vuelta alrededor de alguien, les pegunté.

. - ¿que habéis visto?

. - estamos muy gordos todos, menos Diego –dijo Fidel-.

. - ¿estáis de acuerdo el resto?

Afirmaron, pero mirando algunos al suelo e intentando taparse.

. - no os avergoncéis de vuestra desnudez y vuestras carnes. No tenéis por qué. Solo deberíais hacerlo si no hacemos algo al respecto.

. - nos dijo Diego que nos iba a hacer adelgazar –dijo Natalia-.

. - es voluntario, pero sí. Mañana mismo vendrán dos personas, uno es especialista en nutrición y la otra, una psicóloga.

. - no estamos locas, solo somos gorditas -dijo una-.

. - no tiene nada que ver. Nadie ha dicho que estéis locos. Es una psicóloga de la alimentación. Sí, los hay para todo. Haréis lo que os manden si queréis volver a vuestro peso correcto o acercaros a él.

. - ¿no habrá represalias si uno no quiere?

. - solo una. Ni me visitará, ni la visitaré.

. - se refiere a…

. - a eso, ni más ni menos. Los que sigan el régimen y quieran, mi cama estará siempre dispuesta a recibiros.

. - ¿podemos taparnos ya? –dijo Anita-.

. - no, por favor. Quedaros así y conoceros. Y dejar de ocultar vuestros pechos y vaginas, o los penes en los hombres, nadie debe avergonzarse del cuerpo que tiene, ni de enseñarlo. Quiero que ahora cada uno se vaya a dormir así desnudo y que piense si mañana estarán a las órdenes o no de esas dos personas que vendrán a ayudarles. Buenas noches a todos.

. - ¿me puedo quedar con usted, señor Morales? –Dijo la buenorra de Begoña-.

. - por supuesto, querida. Vayamos a mi cama. Allí estaremos mejor.

. - ¿yo también puedo, jefe? –dijo Diego-.

. - claro, Diego. Tú también puedes.

. - ¿y yo, señor? -dijo Natalia-.

. - ya cuatro somos demasiado, Natalia. Lo siento. Mañana te compensaré antes de irme.

. - ¿me lo promete? -dijo sonriendo-.

. - te lo prometo.

. - ¿puedo darle un beso de buenas noches?

. - claro, mujer.

Fui hacia ella y nos encontramos en el camino. Cogí su boca y se la besé largamente y apasionadamente. Todo ello mientas sobaba ambos pechos para después llevarme a la boca ambos pezones al mismo tiempo. Mientras lo hacía, el jardinero se había arrodillado ante los dos y sin mediar palabra, ya tenía mi polla en su boca.

. - Raúl, no puede ser. Compréndelo. Si me haces correr, ¿qué le vas a dejar a Begoña y a Diego?

El hombre se separó y se levantó.

. - lo siento, jefe. No pude aguantarme.

. - no te preocupes. Mañana me buscas, que, si Natalia no me ha dejado seco, será tuya.

. - pues no voy a dejar nada, Raúl, tendrás que aguantarte y hacerte una paja –dijo Natalia muy orgullosa ella de su saber sexual-.

. - si no, por la noche, señor. Me gustaría pasar la noche con usted en su cama, señor.

. - la pasarás, Raúl. Mañana, cuando llegue, te espero ver en mi cama.

. - gracias, señor. ¿Un beso?

. - no faltaría más.

El viejo no era manco y me morreó como Dios manda. Yo le di lengua para rato. Luego nos separamos y cogiendo de la mano a Diego y a Begoña, nos fuimos a mi dormitorio. Ya en el dormitorio nos dejamos de sutilezas y me fui directamente y sin meterme en la cama, a por la boca de Diego, que muy receptivamente, me correspondió. Begoña, ante dos pollas, una frente a la otra, no pudo refrenarse y las cogió ambas.

Ante un atisbo de Diego de recriminar a Begoña, le dije que no con la cabeza, entonces retomamos nuestros besos con más profundidad de color. La chica, viendo que ninguno se quejaba, se metió ambas pollas en su boca, disfrutándolas al mismo tiempo. Luego se tragó toda una, alternándola con la otra. Ambas le parecieron bien sabrosas. Dejé de comerme su boca y a una, levantamos a Begoña, para ponerla en la cama y subiendo ambos, nos pegamos, codo con codo, para disfrutar de su almeja, que era pura almíbar.

Con ambas lenguas casi pegadas, chupábamos del mismo sitio, para, de vez en cuando, llevarme su lengua a mi boca. Él hacía lo mismo con la mía. Al unísono avanzamos hacia arriba hasta los pechos de la pequeña puta que teníamos en la casa, un pecho para cada uno, sin dejar de enterrarle cada uno un dedo en la almeja que habíamos mamado.

Los gemidos de Begoña eran irrefrenables y salían de la habitación, cosa que nos importaba una puta mierda que se oyeran fuera. Dejé a Diego que siguiera disfrutando de la chica, mientras yo me fui hacia su culamen, el del delgado mayordomo. Sus sabrosos huevos pude disfrutarlos, al mismo tiempo que separándolo un poco de Begoña, de su polla también. Ante un intento de Diego de encasquetársela a la chica, fue impedido por su mano.

. - no, nada de penetración, Diego.

. - ah, ¿no?

. - cierto, Diego –dije- ella no quiere ser penetrada, solo comérnosla y ella mamarnos nuestras pollas. Menos da una piedra, ¿no te parece? -.

Mientras Diego le ofreció su polla a la chica, yo ya tenía la mía cerca de su ojete y allí se la enterré. No esperaba gritos desenfrenados al tener mi polla en su culo por parte de Diego, pero tampoco aquello. El tío movía el culo para colocársela bien y disfrutar de mi rabo. Sin duda, mi benefactor ya se la había metido bien en su delgado culo, que según vi el agujero que le estaba haciendo con mi polla, ya tenía la holgura necesaria para cualquier tipo de polla, la mía incluida.

Viendo que no se quejaba, le cogí de la cintura y se la fui clavando fuertemente hasta los huevos. Ello hacía que la polla que tenía Begoña en su boca, la de Diego, le entrara hasta la glotis misma, cada vez que le daba candela de la buena al mayordomo. Ni el uno, ni la otra, se quejaban de los movimientos de mi pelvis y así continué un rato más.

Mi culo me pedía alimentación de la buena y dejé el de Diego en paz, sacándosela para alimentar a Begoña, que no le hizo ascos, pese a estar en un culo. Se la tragó toda, entonces Diego se puso detrás mío y como yo antes, me la metió bien dentro y bien fuerte. De nuevo Begoña fue la receptora final de la follada de los dos machos.

Al final acabé corriéndome allí donde la tenía metida, en su boca, cosa que la chica disfrutó mamándome con más ahínco para dejármela seca. El tal Diego, viendo que la chica era muy mamona y se lo tragaba todo, se salió de mi culo y también fue a por su boca. No tardó nada en soltar lastre y entregarle la calentita leche a Begoña, que le dejó la polla como el rosario de la aurora.

. - ¿una duchita, chicos? –dije sin esperar respuesta-.

Nos metimos en mi baño y allí nos dimos una fregada por todo el cuerpo, no saliendo hasta que Begoña no fue su almeja secada a lametones. Una vez en la cama de nuevo, el juego sexual no acabó, pues los pechos de la chica se merecían más mamadas, muchas más mamadas. Entre tanto y tanto, las bocas de Diego y mía se encontraban a cada momento para comerse la una a la otra, incluyendo en el festín la de Begoña que estaba disfrutando como lo que era, una chica de lo más liberal. Aunque si se la pudiéramos meter, ya sería la reostia, pues mi polla se iba indefectiblemente hacia su chumino y su culo, pero mi cerebro le ordenaba dar marcha atrás en todas las ocasiones. ¿Hasta cuándo aguantaría…?

La noche fue larga, muy larga. Así, cuando desperté y vi aquellos dos cuerpos tan distintos, desnudos en mi cama, no los toqué más, pues si lo hacía, me harían correrme de nuevo y no, la primera lechada de la mañana la tenía ya vendida. Una ducha rápida y salí hacia la cocina. Natalia ya me esperaba, pero no allí. Había dejado una nota sobre la mesa. Decía que fuera a su habitación, que allí se estaría mejor. Sin duda, así era. Cuando llegué, estaba tendida en su cama con las piernas abiertas de par en par y sin nada que la cubriera.

. - ¿me esperabas?

. - por supuesto. ¿Qué tal mi nieta?

. - ya le contará ella, pero sí, muy servicial y receptiva. Una pena no poder usar sus dos agujeros, pero, en fin.

. - hablaré con ella al respecto. ¿Qué tal si usa los míos?

. - no me lo va a repetir dos veces –dije sonriendo, con mi polla ya en mi mano para ponerla a tono-.

Me subí a la cama después de dejar atrás la toalla. Su chumino rezumaba zumo y allí me fui de cabeza, primero que nada. Sus jugos los pasé a mi boca con mi lengua ya entrenada para aquellos menesteres. Ella gemía con cada lametón que le daba a su almeja chorreante.

Pero lo que yo quería era metérsela por todo el culo. La hice dar la vuelta y con una sonrisa en su vieja boca, así se puso, a cuatro patas como los perritos, pues ya iba sabiendo mis gustos culinarios. Fue una clavada de las que hacen época. Del primer trallazo se la puse al fondo de su culo. Gritó de dolor primero, para después azuzarme para que se la metiera una y otra vez con más empaque si cabe y yo, buen chico, le daba polla a toda la potencia que daba mi tranca.

Cuando me vacié en su culo, me quedé encima de ella sin resuello, ella también lo estaba, con ambos pechos a los lados de su cuerpo que era un deleite admirárselos. Así que se las cogí sin moverme un milímetro y apretándolas con mis dedos, le pasé las yemas de los dedos por ambos pezones, que hizo que ella resoplara del placer que le estaba dando aun después de haberle roto el culo.

Se salió de puro agotamiento mi polla de su orondo culo y de allí luego saqué cuanta leche había metido a base de mucha maña, pues había que apartar mucha grasa, una grasa que me la ponía dura sin estarlo. ¿Por qué me gustaba tanto las gorditas y sus grasientos culos y vaginas?, ¿y qué me dicen de sus grandes pechos que rebozaban en mis manos?, habría que preguntárselo a un loquero, pero así era. Era una exuberancia que sin embargo muchos odiaban y no era para menos, pues el olor que solían desprender los cuerpos gordos sin ducharse, era tremendo. Suerte que lo dejé bien claro, quería limpieza, ante todo. No solo de enfermedades, sino de olores que no fueran los normales en un cuerpo serrano como los de la casa.

Luego mi lánguida y chorreante polla fue mamada para deleite de ambos, dejándomela bien limpia de toda materia prima que fabricaba a destajo mis huevos.

Una comida de boca y de tetas al por mayor y lo dejamos. Ambos nos fuimos a la piscina, saliendo ella antes para irse a la cocina, mientras yo me iba a mi hamaca a descansar un poco, pues aquella mujer era inagotable, puesto que aun en el agua y nadando como un delfín pese a los kilos que tenía encima, me mamó de una polla que ya no iba a sacar nada en limpio, aun así, me la chupó bajo el agua, haciendo que su orondo y viejo cuerpo, pareciera una ballena silenciosa, pero de lo más encantadora. Aquella mujer era algo que tenía que proteger como un valioso tesoro sexual en aquella casa.

Cuando se presentó toda vestida con su ropa habitual y con la bandeja con el desayuno, era otra. Había cambiado el chip. El de antes era de veterana amante. El de ahora, solo cocinera atenta con su jefe.

. - gracias, Natalia. Deja la bandeja en esa hamaca.

. - luego regreso a por la bandeja, señor Morales.

. - muy bien, te lo agradezco.

Ella se fue y yo cerré los ojos, pero por poco tiempo, un oloroso y limpio jardinero estaba ante mí antes de abrir los ojos.

. - disculpe –dijo carraspeando Raúl ante mí-.

. - hola, Raúl, ¿ya habló con Natalia?, lo siento, me dejó seco, ya puede vérmela –le dije señalándome la polla que languidecía-.

. - sí, ya la veo. Pero la mía sigue intacta. Me la reservé para usted.

. - ¿quieres que se la mame, Raúl?, ¿es eso lo que me está pidiendo?

. - si pudiera ser, se lo agradecería y me alegraría el día.

. - claro, hombre –dije sentándome en la hamaca. Con una señal, se acercó más a mí hasta tener delante de mi cara, su paquete, que se notaba que estaba a punto de explotar-.

Le bajé la cremallera y no me costó sacársela, pues la tenía llena de sangre sexual. Era una señora polla, aunque no muy larga, sí era gorda como su dueño. Le pasé la lengua por la punta y Raúl se tensó. Luego y sin previo aviso, llegó Flora hasta nosotros con un teléfono en la mano. Cuando me vio que estaba ocupado con la polla de Raúl, se frenó y tapó el auricular del teléfono con su mano libre.

. - disculpen, no sabía que estaban…

. - ¿mamándosela a Raúl?, pues sí. Pero ya que está ahí, ¿dígame que deseaba, Flora? –dije mientras volvía a darle una pequeña mamada a la polla de Raúl, luego y sin soltársela, miré a Flora esperando que dijera algo-.

. - le llaman del hospital donde está su hermana-.

. - gracias, déjeme el teléfono –dije sin soltar la polla de Raúl para nada. El hombre estaba algo rojo, pero sabiendo que nadie le iba a echar la bronca, pues era el jefe quien tenía su polla en su mano, aguantó el tipo allí de pie con su polla fuera, mientras Flora nos miraba- dígame –dije al que había llamado-.

. - soy el doctor que está atendiendo a su hermana. Ha tenido un paro cardíaco y ahora mismo solo está respirando por las máquinas que tiene conectadas. Quería saber si desea que siga con las máquinas encendidas o, por el contrario, desea desconectarla.

. - ¿y su hijo si la desconecta? –dije mientras le daba una nueva mamada a aquella polla que languidecía a ratos para endurecerse ratos después-.

. - también moriría, claro.

. - entonces que no se la desconecte, ya creo que se lo dije. Cuando lleve a término su embarazo, veré lo que hago, de momento, que siga con los mejores tratamientos.

. - muy bien, usted decide.

. - así es, yo decido. Buenos días-.

. - buenos días- dijo el médico y corté-.

Le entregué el teléfono a Flora y volví con Raúl y su polla, que ahora sí, mamé hasta casi hacésela reventar lácteamente, pero me paré en el momento justo.

. - ¿se puede sentar, Raúl? –dije-.

. - sí, claro.

Se sentó en la hamaca, para yo, rápidamente, sentarme sobre su polla. Me entró de inmediato toda su corta, pero gorda polla. Luego me comí su boca mientras subía y bajaba sobre su tranca hasta que se corrió. Con mi culo enlechado y escurriendo su corrida, me levanté y colocándole mi ano a un palmo de su boca, le pedí una limpieza general de mi culo.

El hombre, que era la primera vez que se tomaba su propia leche y para más inri, del culo donde la había echado momentos antes su polla, así lo hizo, pese a no gustarle mucho la idea, pero si el jefe se lo pedía era porque más veces se lo pediría y no iba a ser él quien no fuera a hacerle tal favor. Así que metió su lengua a todo lo que daba en mi ojete y tragó su leche a base de bien. Luego que noté una limpieza somera, me salí de su cara y agachándome, me agencié su chorreante polla hasta que la dejé limpita como los chorros del oro y muy, pero que muy pequeñita, más de lo que ya lo era.

. - muy bien, Raúl. Esta noche probaré yo ese culo suyo. ¿Sabe nadar?

. - no señor.

. - una pena. Dese una ducha ahí mismo –le señalé las duchas- yo me voy a meter en el agua y nadar un poco antes de desayunar y marcharme. Recuérdelo, esta noche lo espero en mi cama. Llegaré a la misma hora que hoy.

Besé su boca y me tiré al agua de cabeza. El hombre se desnudó del todo y se dio una ducha de polla y luego se fue a cortar el césped.

. - ¿Víctor, puedes acercarte por mi oficina, por favor?

. - claro, jefe. ¿Le va bien ahora?

. - claro, te espero, no tardes, voy a salir. Tengo que enterrar a mi cuñado.

. - salgo para allá, jefe –corté y esperé mirando unos papeles-.

El interfono sonó. Era la secretaria.

. - sr. Morales, hay dos personas que dicen son el psicólogo y el nutricionista que había pedido.

. - que pasen, por favor.

Según entraron, me levanté de mi mesa y los recibí a medio camino. Les saludé a ambos, eran hombre y mujer.

. - sentémonos en el sofá, por favor.

Hacia allí fuimos y hablé durante un par de minutos. Cuando terminé, se miraron el uno al otro como si alucinaran.

. - ¿y dice que tenemos que hacer el trabajo, desnudos?

. - esa es la condición para contratarlos a ambos. Ellos también lo estarán todo el rato.

. - ¿nos puede decir el motivo de tal cosa?

. - no tengo problema en informarles. Mientras están haciendo sus ejercicios o atendiéndolos, o comiendo lo que les han prescrito, pienso disfrutar de algunos o de todos ellos.

. - ¿se refiera a que tendrá sexo delante nuestra?

. - así es y sexo anal y vaginal. Si es muy fuerte para ambos, que sé que son matrimonio, lo dejamos aquí. Si lo hacen a mi modo, recibirán un extra en sus minutas, que según me han dicho no son cortas.

. - porque somos unos profesionales.

. - pues ya me dirán ustedes si les interesa el trabajo.

Volvieron a mirarse y sonriendo, asintieron.

. - de acuerdo. Así se hará.

. - pues ya los están esperando en mi casa. Si hay algún problema, que mi mayordomo me llame a mi móvil. Mi secretaria les dará la dirección. Y recuerden, ellos son voluntarios de hacerlo o no, ustedes no, están cobrando. Me informarán a mí del mismo modo.

. - ¿también desnudos?

. - así es. Pero solo en mi casa, pues yo también lo estaré. ¿Supone un problema añadido para ustedes?

. - ninguno.

. - perfecto entonces. Les recuerdo que tendrán que firmar un papel de confidencialidad total a mi secretaria. Si lo infringen, no tendrán dinero suficiente para pagar a sus propios abogados, pues lo míos cobran un pastón y tendrán que ponerse en una esquina a pedir limosna. Ya pueden acercarse por mi casa y suerte.

. - gracias, señor –dijeron ambos con un sudor frío que les perlaba la frente-.

Según se fueron aquellos dos, entró Víctor, después de tocar en la puerta. Le di la entrada y lo esperé en el mismo sofá.

. - vente para acá, Víctor. Necesito un favor.

. - claro, jefe. El que desee.

Según se sentó junto a mí, nos besamos en la boca. Fue un morreo corto, pero intenso.

. - necesito que me busques a esta pareja –le di los datos del hijo de Raúl y su mujer- Sobre todo a él. Es el hijo de mi jardinero y no lo ve desde hace mucho tiempo. Averigua que le pasa y por qué no visita a su padre, que ya es mayor.

. - si lo encuentro, ¿hablo con esa persona?

. - sí, por supuesto. Luego me das un toque y me informas.

. - muy bien. Pediré un par de favores a un amigo que trabaja en el gobierno. Tiene acceso al ordenador de los contribuyentes. Si está vivo, tendrá que pagar impuestos.

. - buen chico.

. - ¿qué tal se comportan los escoltas que le puse a sus órdenes?

. - hay un novato que ya no veo, al que casi me lo como por idiota.

. - sí, ya me enteré. Es joven y ya le hablé claro. No volverá a importunarle. Está protegiendo a un músico que está de vacaciones en Marbella.

. - cuando acabe con el músico, me lo devuelves. Veré si ha aprendido algo.

. - descuida, se lo enviaré según acabe. Qué tal si nos damos gusto, jefe. Vengo bien caliente.

. - entonces habrá que enfriarte un poco. Vayamos a mi cuarto especial que ya conoces…

Sonriendo ambos, nos levantamos. Mientras Víctor se iba a la habitación detrás de una puerta y se desnudaba, yo avisé a la secretaria que no nos molestara hasta nuevo aviso. Solo dijo sí, señor.

Al llegar a la habitación, cerré tras de mí y después de desnudarme, nos enzarzamos Víctor y yo a una serie de mamadas de polla en un 69 hasta que nos pasamos a darnos por culo directamente. Fue una follada rápida, pero intensa, como las que solíamos tener entre los dos y con Dámaso y Adrián, los otros dos escoltas. La leche nos la repartimos en los culos del otro para después sacarla a lengüetazo limpio. Un morreo que no acababa y marchamos al baño. Allí, una nueva comida de boca y de polla seca, y salimos para vestirnos. De nuevo éramos dos caballeros con sus bonitos uniformes de ejecutivos.

. - no me tardes mucho con el favor que te pedí, querido Víctor.

. - me pongo a ello en cuanto llegue a mi despacho.

Nos besamos una última vez. Luego se fue de lo más alegre y sin gota de leche. Vamos, como yo mismo.

. - …Descanse en paz –decía el cura en su monótona homilía en el cementerio municipal-.

Solo estábamos yo, mis escoltas a mi lado y los enterradores, más el cura, claro.

Aun así, le compré una caja y una lápida decente. Los padres del chico ya hacía tiempo que los había perdido, pues antes de desplumarme a mí, ya lo había hecho con ellos y encima, robándoles, según me dijeron cuando les llamé para informarles del fallecimiento de su hijo. Me dijeron que ya no era su hijo desde hacía tiempo y me colgaron. Era lo que se busca uno si iba por el mal camino. Una pena, pues tenía un culo que me gustaba disfrutar. Como llegamos, nos fuimos. Sin lágrimas que derramar. De allí me fui al hospital a visitar a mi hermanita, la otra pata que también era la puta leche. Niña estúpida, podías tener el mundo y ahora solo tenías una habitación de hospital solitaria.

Cuando llegué ante su cama, el silencio era total. La enfermera había acabado de cambiarle y se fue en silencio. Silencio, todo era silencio, excepto las máquinas de aire y el subir y bajar de las ondas de su corazón. No somos nada, un día tan alegre robando una joyería y al día siguiente en la cama de un hospital, con muerte cerebral declarada. Y, sin embargo, aun la quería. Era mi hermanita, mi única hermanita que eligió el camino oscuro, pese a tener las mejores linternas del mundo, el puto dinero. Seguramente fue eso, el dinero, el mucho dinero en sus manos y que despilfarró, lo que la llevó a querer más de lo que podía ganar con el sudor de su frente. Y no es que yo fuera un dechado de buen chico, pero al menos intentaba hacer algo en esta vida y no era despilfarrar, precisamente.

Cuando me iba a ir, pensé, ¿y por qué no?, quizás así reaccionara y despertara del coma. Nunca se sabe...

Miré hacia la puerta que seguía cerrada. Metí la mano bajo su ropa y me llegué hasta su vulva, una vulva que tan bien conocía tanto mi lengua, como mi polla. Allí enterré varios dedos y le sobé toda la almeja, clítoris incluido. No vi ninguna reacción en su cuerpo, aun así, la saqué corrida. Corrida que me llevé a la boca. Sería algo automático, pensé. De nuevo profundicé más aun en su vagina y más jugos saqué, pero tampoco se movió nada de su inmóvil cuerpo. Me volví a chupar los dedos y con un pañuelo, le limpié la vulva. Luego me guardé el pañuelo, le di un beso en la frente y salí de allí para hablar con admisiones.

. - necesito una enfermera las 24 horas del día ante mi hermana. También quiero que le hagan ejercicios de sus extremidades, para si se despertara algún día, no tenerlas anquilosadas –le dije a la fea recepcionista, que tenía una mala leche encima que tiraba para atrás-.

. - para ello debe firmar estos papeles. Las facturas se le pasarán directamente a usted, pues es su familiar más cercano.

Firmé cuantos papeles me dio, que solo leí solo por encima. Una vez se los devolví, me dio una copia de cada uno. Se los daría a uno de los abogados para que los mirara, por si la letra pequeña y que tenía mucha, podía joderme un día. Nada más llegar a casa, me di una ducha en mi habitación. Raúl no estaba en la cama, pues aún era temprano. Me había adelantado unas horas, pues quería ver cómo iba la cura de adelgazamiento y engrosamiento, según quien, de mis empleados de la casa. Con una toalla tapándome las vergüenzas, me fui a la sala que teníamos para hacer ejercicios. Allí estaban todos, menos Natalia, que entraba en aquel momento con varios vasos de zumos. Cuando me vio, sonrió. Todo el mundo iba desnudo, así que yo dejé la toalla en la entrada, en el tirador de la puerta.

. - buenas tardes a todos –dije y recibí la misma contesta-.

Me fui hacia los allí reunidos. Estaban todos en el suelo, sentados, escuchando a los desnudos profesores. Yo me senté en una de las máquinas de gimnasia allí reunidas mientras los oía hablar.  Los profesores, pues eso era para los sirvientes, dejaron de hablar un segundo, para volver a seguir instruyendo sobre comidas y ejercicios, algo primordial para todo aquel que quisiera adelgazar, sin morir en el intento.

Raúl se levantó y se fue hacia mí. Lo recibí con un beso en su boca, cosa que hizo sonreír al hombre. Le cogí la mano y se la puse sobre mi polla e hice que me hiciera una paja. Todos los presentes miraban hacia atrás y sonreían casi todos, menos Flora y su hija, Anita, que aún no sabían lo que era mi polla de juguetona. Los profes tragaron saliva y continuaron con sus explicaciones.

Raúl se entusiasmó y acercó su boca a mi polla. Lo dejé trabajar, claro. La mamaba de puta madre. Todo ello mientras le metía varios dedos en su culo. Luego le hablé al oído y sonrió, asintiendo. Dejó en paz mi polla y se puso a cuatro patas. Allí mismo y sin importarme nada, se la enterré en el culo a un Raúl que no se quejaba para nada, solo gemía del placer que le estaba dando. Pronto llegó la putilla oficial del grupo, la pequeña zorrita, Begoña, que me habló al oído mientras le daba polla a Raúl.

. - mejor en mi cama.

. - no, quiero que me folles delante de todos, incluido los tíos esos –dijo señalando a los profes-.

. - pues ponte a mamármela ya –dije sacando la polla del culo del jardinero. Le hablé al oído a éste y entendió-.

Begoña pronto se puso a mamármela como lo solía hacer. Luego la puse en el suelo. Me fui a mi albornoz y saqué un condón que me puse. Luego y tendiéndome entre sus piernas, le comí el chumino, para de inmediato, acercar mi polla a su vulva y enterrársela bien despacito. Pese a ello, gritó de dolor. No por ello dejé de desvirgármela, cosa que dudaba de aquella zorrita. Pero, en fin, quería follármela y ya lo estaba consiguiendo. Cuando cogí velocidad de crucero, me detuve para que resoplara un poco. No por ello dejé de hacer cosas, como mamar la polla a Raúl, que estaba detrás mío esperando que la enculara, para encularme él a mí.

Cuando se puso a cuatro patas, todo el mundo, todos, sabían lo que significaba aquello. Me saqué el condón y lo tiré a la papelera más cercana, luego me posicioné con mi polla perpendicularmente a su ojete y para dentro me fui. Gritó que era una gloria puta oírla. Seguí follándome aquel culo mientras la oía gritar y gritar de dolor. Cuando dejó de hacerlo, paré, pues ya no era lo mismo. Aun así, no se la saqué, pues Raúl ya la estaba metiendo en mi culo. Con sus embestidas, volvía a follarme a Begoña y así hasta que le vino la corrida a mi enculador.

Esta vez las lechadas fueron a las bocas. A mi boca la leche de Raúl y la mía, a la de Begoña, que ya tenía la boca abierta como esos pajaritos en los nidos esperando la comida que les traían sus padres. Una vez las pollas secas de toda leche de huevos, le di una comida de chumino y de culo a Begoña, que la dejé medianamente limpia. Luego ambos se sentaron junto a mí y seguimos escuchando a los profesores de los cojones.

. - lo dejamos por hoy, mañana más –dijo el profe macho- pueden irse a duchar todos-.

Nadie se fue, se vinieron hacia mí y los que estaban junto a mí. Flora me cuchicheó algo al oído. Asentí. Luego su hija también me cuchicheó lo mismo y también asentí.

. - nos vamos, señor Morales –dio la mujer psicóloga-.

. - muy bien, hasta mañana entonces.

. - hasta mañana-.

. - Diego, acompaña a los señores a la puerta.

. - sí, señor Morales.

Desnudo como estaba, los acompañó. Ellos se vistieron y luego abandonaron la casa. Se habían ido con unas ganas locas de follar entre ellos, que no pudieron aguantarse y pararon en un lugar apartado. Allí se dieron gusto a costa nuestra. Luego sí, se fueron a su casa, donde los esperaba una linda gatita y nadie más.

. - Diego, ¿te das por follado?

. - ¿quiere eso decir que no voy a dormir esta noche con usted?

. - ¿cuántas veces lo hemos hecho?

. - una completa ahora y la mitad, esta mañana.

. - ¿y cuantas veces lo he hecho con ellas dos? –dije señalando a mis dos cuchicheadoras-.

. - ¿ninguna?

. - exacto.

. - de acuerdo, pero volveremos de nuevo a hacerlo, ¿verdad?

. - eso no lo dudes.

. – vale, entonces. Adelante, no molestaré esta noche.

. - gracias, te debo una –le dije comiéndome su boca. Los demás, uno a uno, fueron pasando por mi boca y morreándonos. Solo Flora y su hija Anita, no. A ellas ya me las pasaría por la piedra esta misma noche y no hacía falta.

. - a todo esto, tengo hambre de alimentos, Natalia y Begoña-.

. - ¿quieres algo en especial? –dijo esta última-.

. - ¿qué te parece una tortilla bien grande para todos?, solo papas, huevos y perejil. Con algo de ajo.

. - eso está hecho. ¿Me ayudas, abuela?

. - hija, ¿no te duele nada?

. - ya no, abuela. Ya no –dijo sonriendo la muy mentirosilla-.

Mientras hacían la tortilla, todo el mundo seguía desnudo. No dije nada, pero me gustaba aquello. Con Flora y su hija, me senté a ver un poco la televisión. Luego el resto se nos unió, menos las cocineras, claro.

Los pechos de Anita me llamaban por lo grandes y curvados que eran hacia arriba. Los de su madre también eran grandes, pero tipo pera hacia adelante, pero caídos por el peso de la gravedad y de los años. A su hija también le pasaría más pronto que tarde, pero su juventud aun jugaba a su favor. No paré de mamar a una y a otra mientras esperaba por la tortilla. Cuando alguna se iba a por mí polla, las frenaba, pues aún no estaba como para volver a dar guerra, había que darle tiempo a la cosa. Yo, sin embargo, no tenía límites. Diego, que también estaba por allí, lo hice acercarse y ponerle delante de nosotros.

Le cogí la cabeza a Anita y pese a su negativa, acabó haciéndome el favor de mamar al mayordomo. Tanto le gustó, que tuve que quitarle la polla de la boca, para poner a su madre, que también se fue a por el rabo, pero sin restricciones de ningún tipo. Fui pasándole la polla de una boca a otra hasta que todo el mundo mamó de Diego, Raúl y yo también.

Cuando el hombre no pudo más, allí mismo, sentado, levanté las piernas a todo lo que podía y ofrecí mi ojete al delgaducho mayordomo. Me la enterró según vio el agujero anal y me folló con todas sus fuerzas hasta que se corrió en mi culo. Según la sacó, Raúl se puso a comerle la polla, mientras Flora, toda veloz, se ponía a comerme el culo para sacarme la leche allí metida. Se valió de un par de dedos. Su hija la miraba muy atentamente, la cual, también se corría que era un gusto.

La timidez en la cara de Anita ya casi no existía. En la de su madre, hacía tiempo, tampoco.

. - ¿no tiene miedo a que el nutricionista y la psicóloga se vayan de la lengua?

. - para nada. Podemos follar delante de ellos tranquilamente. Tienen un contrato de confidencialidad que, si lo rompen, se van a quedar sin calzoncillos él y sin bragas ella. Cobran por callarse, así que lo harán o se atendrán a las consecuencias.

(Parte 28 de 30)

FIN