Soy un caballero y cumplo lo que prometo (18)

“Sólo tengo mis cojones y mi palabra, y no la rompo por nada.” Al Pacino, en El precio del poder, en 30 trozos.

SOY UN CABALLERO Y CUMPLO LO QUE PROMETO

(18-30)

ESCRITA POR:      SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Salí de casa con el dinero en la mano. Llevaba la bolsa bien sujeta, no fuera que me dieran un tirón de última hora y la cagara bien cagada.

Mientras, en casa de Carlota y Arcángel, la cosa se había acelerado.

. - ya no aguanto más, papá –ya no lo llamaba papi-.

. - ¿qué te sucede, hija?, desde lo de Anika te veo muy nerviosa. Lo he estado achacando a su muerte, pero ya hace días de eso.

. - Salvador me ha estado evitando, papá.

. - hija, ha perdido a su compañera sentimental. Dale más tiempo.

. - ya estoy harta. Necesito que vuelva a quererme como antes. Si no, no sé si haré alguna locura.

. - pero hija, estás diciendo unas cosas que me dan miedo. Creí que habías cambiado de actitud al conocer a Salvador.

. - lo hice para convencerlo de que era ya toda una mujer, pero ni así. Papá, quiero que me folles como siempre quisiste follarme, por delante y por detrás. Necesito que me duela todo mi ser. Si no, haré una locura. Si Salvador no me vuelve a querer como antes, haré una locura…

Y así fue. Como si fuera un toro embistiendo una vaca desprevenida, Arcángel, antes un padre reacio a hacerle daño a la chica más del necesario, la penetró como aquel toro a la vaca. Carlota gritó de puro dolor, pero admitiendo que era lo que necesitaba, aguantó. Su padre no cedía un ápice las penetraciones brutales por las que tanto tiempo se frenó. Embrutecido para que su niña no hiciera una locura, como decía ella, no pensaba en nada más que en hacerle daño.

. - papá, me duele, me duele mucho -tuvo que admitir ella-.

No hubo respuesta por parte de su padre. Sus ojos estaban fuera de las órbitas y no oía, no pensaba, solo la follaba violentamente. Lo malo era que se estaba follando no a su esposa o una imagen inventada por su subconsciente, sino a su hija que estaba perdiendo sangre en cantidad.

. - papá, no puedo más, no puedo más, me duele, me duele.

La voz de la niña cada vez se estaba apagando por el dolor y por la pérdida de sangre.

Debía de estar en otro lugar, Arcángel, pues no se daba cuenta de que estaba matando a la hijita de sus ojos. Solo cuando no oyó hablar a su niña, despertó como de un mal sueño se tratara y aminorando las penetraciones cada vez más hasta detenerse, vio lo que había hecho.

. - oh, Dios… ¿qué he hecho?, Carlota, Carlota, despierta, por favor.

Arcángel zarandeaba a su hija para despertarla, sin acordarse siquiera de sacarle el pene de su ensangrentada vagina. Cuando vio el rojo carmesí de la sábana y de que su pene aún estaba en su interior, lo retiró chorreando sangre. Como si de un tapón se tratase, al retirar el pene, gran cantidad de sangre salió detrás de él a borbotones.

Carlota no se movía, no respiraba. Por momentos se estaba quedando blanca por la falta de oxígeno en su cuerpo. Aquello era el fin para un sueño de otoño. El fin de un sueño para ella y para su padre, también. Mientras tanto, el criminal cayó en la trampa y la policía le cayó encima. Tardó poco en soltar la lengua. El nombre de Carlota salió a relucir. Era la que le había pagado y llegó a oídos del inspector, que dio orden a los agentes de entrar a la fuerza en casa de Arcángel.

Lo que encontraron allí hizo que más de un agente echara la pota fuera de la casa. Allí estaba la chica en un charco de sangre, muerta y más allá, en el cuarto de baño, Arcángel colgando de una cuerda alrededor de su cuello de uno de los barrotes de la ventana del baño. Se había suicidado cobardemente.  A casa llegó, vía móvil, la noticia de lo encontrado en aquella casa que más parecía un matadero que otra cosa. El inspector me pasó la información.

. - han encontrado muerta a la chica en la cama y al padre ahorcado en el baño.

. - Dios mío, qué horror. Carlota, ¿por qué, Carlota?

. - tenía razón –dijo el inspector- aquí ya no tenemos más que hacer. Tendrá que hacer una declaración oficial, pero será puro trámite y tendrá que declarar a hacienda esos 50.000 euros, aparte de eso, está fuera de sospecha. En cuanto el juez nos autorice, le devolvemos el dinero que le sustrajeron y el del rescate. Buenos días.

. - gracias y buenos días a usted también.

Cuando se fueron, tuvieron que darme por culo Víctor, Dámaso y Adrián. Después me comí sus pollas hasta hartarme de leche, descargando en uno de ellos, no sé en cuál, pues estaba en un estado que no sabía dónde tenía la cabeza y mucho menos, la polla. Dos días después asistí al entierro de Carlota y su padre Arcángel. Una ceremonia tranquila y rápida. Yo mismo pagué su entierro, con sus lápidas, pues los familiares vivos no quisieron saber nada.

En cuanto a Anika, ya había enviado a sus padres, concretamente a su madre en Melbourne, cuantas cosas eran suyas. Solo dejé algo que era mío, el cuadro que me había pintado y había encontrado entre sus otras obras. Estaba a medio terminar, pero era suficiente para colgarlo de la pared junto a mi título de abogado, como quería.

Una vez me serené, llamé al padre de Anika y le informé de lo acaecido. Celos, esa fue la palabra que empleé cuando le hablé de Carlota hacia su hija, Anika. Ya lo sabía, pues tenía contactos cercanos a la policía española.

La muerte de mis dos chicas me hizo caer en un bajón emocional que duró el tiempo que tardé en cambiar de casa, pues no podía seguir viviendo en el mismo piso que el que había hecho el amor con Anika, pues la veía por todas partes. En la nueva casa, fuera de la universidad, solo admití una persona que conviviera conmigo, Adelaida, mi segunda madre.

La convencí de que se mudara a mi nuevo piso hasta acabar los estudios. Ella era quien mejor me podía cuidar, sexual y emocionalmente.

. - te agradezco que hayas pensado en mí para hacerte compañía, mi amor.

. - eres la única de mis dos madres que está sola y deseo tenerte cerca. Nos haremos compañía mutuamente durante este año hasta acabar las clases, luego ya veremos el rumbo que cojo. Oficialmente, tienes una vida propia. Eso fuera de la casa, dentro, seremos pareja como siempre lo hemos hecho en el pasado –dije jugando con una de sus grandes mamas y su también, gran pezón-.

. - siempre que me necesites, allí me tendrás. No tengas que darme explicaciones. Puedes traer amigos y amigas y usar la otra habitación cuando quieras estar con ellos. Ya sabes que no soy nada celosa, bastante ya me das como para serlo.

Pronto dejé los pechos y me bajé a su gran monte de venus. Allí enterré mi cabeza, donde mi lengua viperina la hizo vibrar como cada vez que le trabajaba el clítoris y sus labios no mayores, sino gigantes y los menores, que no tenían nada de menores. La hacía disfrutar cada vez que le metía media mano allí, dentro de su vagina. Era una mujer que me daba más de lo que yo a ella y por eso, estaba no solo en mi corazón, sino en la punta de mi polla. Era la única que podía disponer de mí siempre que quisiera, el resto, madre incluida, no.

. - date la vuelta, querida, te la voy a enterrar hasta los huevos.

. - ya sabes que puedes disponer de todos mis agujeros, mi amor.

Con su enorme culo ante mis narices, disfruté pasándole la lengua por todo su enorme nalgar. Su ojete ya lo conocía muy bien mi polla. Se la enterré de un golpe. Era tan receptiva que mi polla ya se sabía el mejor camino para que su lívido explotara cada vez que me la follaba culadamente y es que ella sabía que su culo me volvía loco y por eso era mi parte favorita, después de sus portentosas tetas que no me cansaba de mamárselas.

El primer día y primera noche fue un sin parar de disfrutar de nuestros cuerpos, al segundo y siguientes, las folladas fueron estableciéndose hasta llegar a las cuatro cada día. A veces, cuando estaba inspirado, hasta seis, pues las noches frías son muy propicias para tener la polla en un agujero siempre calentito. Ella siempre decía que sí, como debía ser. Yo no era menos cuando estaba caliente mi segunda madre y la dejaba que disfrutara de mí cuanto quería.

Cierto día, mientras Adelaida, desnuda, estaba arrodillada frente a mí, haciéndome una de tantas mamadas que me hacía por su cuenta y riesgo, de uno de mis tantos libros de arquitectura, cayó al suelo y sobresalió la punta de un sobre. Entonces supe que era el puto sobre que me había mandado la princesa Paula y que aún no había sido capaz de abrir, pues cuando no era una cosa, era otra y nunca tenía ocasión de abrirlo. Así que ahora, sí. Dejé que Adelaida continuara con la felación, alargué la mano y abrí el sobre.

Cuando mi mamadora levantó la cabeza para decir algo al verme abrir el sobre, le hice bajar de nuevo su cabeza para que continuara mamándome. Y así lo hizo.

Dentro del sobre lacrado había una hoja pulcramente doblada. Solo había una palabra. Gracias y a su lado, unos labios rojos intensos pintados, después de haberse dado pintalabios en cantidad. Sonreí, por no llorar.

Adelaida me dio estabilidad emocional y me tenía bien servido de sexo. También los escoltas me surtían de sus mejores leches cada vez que me apetecía retozar con ellos. Así que los estudios pude continuar ya sin problemas que me distrajeran.

Cada vez me encontraba mejor y cada vez mejoraba las notas, hasta que me puse a tono y las clases cada vez me parecían más fáciles, de hecho, no bajaba del notable alto en cada examen como en los viejos tiempos. Sin duda, era lo aprendido en el edificio de la constructora con los diferentes arquitectos a los que ayudé y me ayudaron con sus enseñanzas.

Por ese motivo, el ser uno de los más aventajados de la clase, se me pegó cierto día una chica que solía tener algún que otro problema con alguna de las partes que tocábamos. Era tímida y no solía hablar con nadie, a excepción de una amiga, tan tímida como ella, pero que no estudiaba arquitectura como nosotros. Así que un día me pidió ayuda.

. - disculpa, soy Rebeca, una compañera de clase –dijo bajito que casi no la oía-.

. - lo sé, te veo todos los días. Te sientas en la parte digamos, centroderecha, junto al cuadro de Picasso, que es más falso que judas.

. - es verdad.

. - ¿el qué?, ¿qué te sientas allí o que el cuadro es falso?

El menda estaba sentado en el césped, leyéndose una novela de espionaje industrial. Iba en pantaloncito corto, pues el día así lo aconsejaba.

. - las dos cosas.

. - ¿qué puedo hacer por ti, aquí, en mis dominios? –sonreí-.

. - necesito ayuda –dijo ella-.

. - ¿para ligar?, mira, lo mejor es empezar por aflojarte un par de botones de la…

. - no es para ligar.

. - ah, entonces tú dirás, pues si no es para ligar…

. - con los estudios que cursamos los dos. Hay asignaturas que no hay manera de que me entren con las explicaciones del profesor que ha relevado al anterior. Casi no se le entiende.

. - sí, es verdad. Es un tanto idiota el tío explicando las cosas. Si te fijas bien, acabas cogiéndole el tranquillo y sabes lo que quiere decir. Pon atención y verás.

. - necesito alguien que me eche una mano. Que me dé algunas clases prácticas.

. - una pregunta, ¿a cuántos le has pedido esto mismo que ahora me pides a mí?

La chica, avergonzada, bajó la cabeza y no respondió. Le cogí de la barbilla y le levanté la cara. Me quedé mirándola. Al final lo dijo.

. - eres el cuarto.

. - hay que joderse. El cuarto, nada menos. Todos te mandaron a paseo. ¿Qué te dijeron para rechazar tu amable proposición?

. - todos me dijeron algo parecido, que no tenían tiempo para perderlo conmigo.

. - es verdad, arquitectura no es una carrera fácil y si la perdemos enseñando a otros, el tiempo que te daría a ti, lo pierdo yo para mí.

. - ¿esa es tu respuesta?, ¿no quieres ayudarme?

. - ¿qué gano yo?

. - ¿qué quieres decir? –se alarmó la chica-.

. - no te hagas la tonta. Si has llegado al último curso, no lo eres en absoluto. ¿Qué gano yo con ayudarte?

. - ¿qué quieres?, ¿sexo es lo que me estás pidiendo?

. - yo no he dicho que quiero sexo. Te pregunto qué es lo que me darás tú a mí a cambio de perder un tiempo valioso enseñándote.

. - dinero, te puedo dar dinero. ¿Cuánto quieres?

. - no quiero dinero.

. - entonces volvemos a lo de antes. Quieres sexo. No puedo darte sexo, no es mi forma de ser.

. - oye, tú tienes un problema con el sexo, ¿a qué sí?, ya lo has dicho dos veces y yo ni una vez. Mira, te propongo una cosa. Te echaré una mano a cambio de que sonrías un poco. Eres de las chicas más tristes del aula y mira que hay más chicas que chicos. ¿Por qué no sonríes nunca?

. - no tengo motivos para sonreír, es por eso.

. - pues cuando cambies esa cara triste por una más alegre, te echo una mano, antes no.

La chica sonrió por primera vez. Era una sonrisa simpática en su cara.

. - ¿está bien así? –dijo sonriendo-.

. - ya lo creo. Ahora sí. Hasta pareces más guapa y simpática que antes. Ya solo te falta que cambies de look tu vestuario y serás una chica moderna.

. - ¿tampoco te gusta cómo visto?

. - ¿tú te has visto?, valga la redundancia. Vistes como en los años 70. Fíjate en esa monada de ahí. Ella si está bien guapa y no viste como si fuera una…, ya me entiendes.

. - sí, es guapa, pero a mí no me sentaría bien ese tipo de ropa.

. - suéltate el pelo, por favor.

. - ¿para qué?

. – tú, suéltatelo.

Se lo soltó. Tenía una coleta atrás como si fuera una niña malcriada. Cuando se la soltó, su cara cambió.

. - joder, ahora es otra cosa. Te sienta mejor así, suelto y no con coletas de colegiala japonesa que más parecen lo de antes, ya sabes.

. - ¿me estás diciendo que voy como una puta?

. - no me has entendido. ¿Tú has visto a las japonesas con esa ropa de colegiala?, ¿faldita corta, camisa blanca, corbata chillona y coleta?, a mí me parecen unas putas, lo siento. Eso me parece a mí y no te llamo puta, faltaría más. Pero al verte con esa horrible coleta, me acordé de las japonesas.

. - como decís los chicos, me he hecho la picha un lío. Resumiendo. ¿Me ayudas si sonrío y cambio de look?

. - ¿ves como no eres tonta? así es. Ni más, ni menos. No quiero a mi lado a una persona que no se quiere a sí misma y no vaya guapa por la vida, interiormente con la sonrisa y exteriormente, con el vestuario.

Ella se me quedó mirando. Cogió aire y lo soltó.

. - aunque no lo parezca, ahora sí que te he entendido. Interiormente con la sonrisa y exteriormente con el vestuario. Está bien. Tenemos un trato. Tú me ayudas y yo cambio mi manera de ser.

En eso empezaron los aspersores a llover. Pronto todo el mundo que estaba como nosotros sentados en el césped quedó mojado sin remedio, pues si no nos cogía un aspersor, nos cogía el de al lado. Salimos corriendo fuera del jardín, yo llevaba de la mano a la chica.

. - la madre que los parió. Seguro que lo han hecho adrede estos cabrones –dije sacudiéndome el agua de la cabeza como los perros. La chica no estaba menos que yo. Su blanca blusa hacía traslucir su sujetador que no era opaco tampoco precisamente. Aparte de verle perfectamente los pezones, vi que tenía un tatuaje de un barquito de vela, con mástil y todo. Estaba junto al pezón izquierdo y eran de un blanco más intenso por la falta de sol playero-.

En cuanto se dio cuenta lo que miraba, corriendo fue a taparse con ambas manos.

. - mierda, no mires, coño.

. - mujer, ¿a dónde quieres que mire si no?, vayamos a ese banco. El sol nos secará rápido.

Hacia allí fui y ella detrás. Una vez sentados, con una mano, me quitaba el agua del brazo contrario y viceversa. Ella seguía protegiendo sus tesoros.

. - no te avergüences tanto, mujer. ¿Era un barco el tatuaje?

. - sí, es por papá, es marinero de un barco en los caladeros del Mar del Norte. Atunes, es lo que pesca, habitualmente.

. - para ser tan tímida, el hacerte un tatuaje ahí te costaría la leche.

. - me la hizo una chica.

. - coño, ¿y qué?, si un tío me hace un tatuaje en el pito, me daría la misma vergüenza que si me lo hace una tía buenorra. Se me levantaría, seguro.

. - serás bestia –dijo riendo-.

. - por cierto. Para hacerme un tatuaje ahí abajo, por fuerza tendría que estar empalmado, si no, no veo como lo van a hacer. ¿Me hará una mamada el tío o la tía de turno?

. - pero qué bruto eres. Tendrías que ir ya empalmado.

. - hay que joderse. Tranquila. Ahí abajo, ni en ningún sitio, me harán a mí un tatuaje. No creo en esas cosas, pues cuando me deje de gustar, tendría que pasar por un hospital para que me dé laser para quitármelo y siempre se me quedará una marca ahí. Una solemne tontería, sin duda.

. - tengo otro.

. - otro tatuaje, ¿dónde?

. - no pienso decírtelo. Es muy íntimo.

. - ¿más íntimo que en un pecho?, déjame pensar…

. - no lo digas, que sonará muy feo.

. - joder, con la tímida. Si no lo llegas a ser…, oye, mira que son bonitos –dije sonriendo-.

. - ¿el qué?

. - de nuevo te haces la tonta. ¿Qué van a ser?, tus pechos.

. - no intentes mirar debajo de mis manos, por favor.

. - ¿para qué?, ya los he visto en todo su esplendor y por eso te digo que son bonitos, nada caídos, abundantes en su justa medida, vamos, perfectos. Como nos gusta a los chicos. Solo tienen una pega. Su color blanco lechoso. Necesitas ir a una playa para que el color se homogenice con el resto de tu cuerpo.

. - no sigas o me largo.

. - mira que eres tímida. La vergüenza es algo pasajero que se cura con el tiempo. Mierda –recordé-, me dejé la novela sobre el césped-.

. - ahora ya estará muy mojada.

. - pues era de la biblioteca. A ver como la convenzo yo ahora de que se me mojó en el jardín con los aspersores. Será mejor comprarle una nueva, esa habrá engordado lo que no está escrito.

La chica se echó a reír.

. - coño, si hasta sabes reír de verdad. Practica y lo harás de maravilla.

. - ¿te sigues riendo de mí?

. - no mujer. Me río contigo, que es diferente. Dime, ¿en qué estás atascada y no avanzas?

. - al hacer los planos, me cuestan si no tengo a mi lado a alguien al que echarle un vistazo a escondidas de vez en cuando. Eso solo al principio. Una vez desatascada como dices, ya cojo carrerilla.

. - eso es inseguridad en ti misma y no que el maestro de las pelotas hable como un pato mareado. Mira, vas a tener una suerte del carajo. En verano he estado trabajando en una empresa con algunos arquitectos. Ya sabes, le ayudaba con los planos y demás. Yo aprendía y ellos tenían a un chico para todo. Veré si convenzo a alguno para que puedas hacer unas prácticas con uno de ellos. Es la mejor manera de aprender, delante de uno que sepa hacerlo con los ojos cerrados. Seguro que el profesor nuevo no sabe hacer los planos de un barquito como el que tienes en ese pecho precioso.

Sonrió y miró a ambos lados, luego separó un segundo la mano donde tenía tatuado el barquito. Pude verlo, luego volvió a taparlo.

. - y no se lo digas a nadie o te mato.

. - tranquila. Tu secreto estará seguro conmigo y el resto de la universidad.

. - serás cabrón. No serás capaz...

. - no mujer, pero si me lo dejas ver mejor, te lo agradecería. Aparta las dos manos.

. - pero si solo lo tengo en el pecho izquierdo.

. - es para compararlos.

. - serás salido. –volvió a mirar a ambos lados y se abrió un instante ambas manos. Sus pechos seguían allí, no habían ido a ninguna parte, ahora más traslúcidos por pegar ella la mano y hacer que la humedad ayudara a verlos mejor. Luego volvió a taparse-.

. - sublime. Si continúas tapándote así, no vas a conseguir secarte con este sol que nos cae del cielo.

. - ¿y qué pretendes?, ¿que esté con los pechos a la vista para que todo el mundo me los vea también?

. - no, pero si te sientas frente a mí –¿dónde habré visto yo este método de secado rápido? - solo me los enseñarás a mí, el resto del mundo no podrá verlos por la posición en que estarías. Es una sugerencia, solo eso-.

. - tienes razón. Me jode, pero tienes razón. Así no voy a secarme en la vida. Cuando coja al jardinero cabrón ese…, -se sentó frente a mí a horcajadas. Suerte para ella que llevaba un pantaloncito-.

Su cuerpo daba hacia la arboleda circundante y yo al resto de alumnos. Apartó las manos respirando hondo. Sonreí, pues eran preciosos. Solo faltaba meterles mano.

. - no los mires tanto, que parece que te los vas a comer.

. - si pudiera, lo haría, pero hoy no tengo hambre –seguí sonriendo-.

. - ¿quién eres, Salvador?, he oído cosas de ti.

. - nadie, solo uno más del campus. Y preferiría seguir siendo eso, nadie.

. - ¿te duele recordar?

No le respondí, miré a lo lejos, a nada en concreto. Respiré hondo.

. - disculpa, no debí hurgar en la herida.

. - no, no has debido.

. - no lo haré más, perdona.

Los minutos pasaron y la conversación bajó hasta mínimos. Ella supo que la había jodido, pero ya no podía dar marcha atrás. A hurtadillas, pues intentaba mirar hacia los árboles, ella me miraba. Sus pechos se llenaron de aire de golpe, para luego continuar al ritmo normal o eso intentaba. Nunca había estado en una situación como aquella, donde le estaba enseñando prácticamente los pechos a un desconocido durante bastante rato hasta que se le secara la blusa.

. - el sujetador difícilmente se me va a secar –dijo ella para sacarme de donde estaba, que no lo sabía ni yo-.

. - es cierto.

. - ¿qué te parece si me lo quito?

. - claro. Sería lo mejor.

Ella se metió mano bajo su blusa y se desenganchó el sujetador, luego tiró y se quedó con él en la mano, ocultándolo en el banco entre los dos para que el sol lo secara. Sus pechos subieron y bajaron varias veces. Ella vio como yo apenas le ponía atención a su práctica desnudez y miraba a cualquier sitio menos a ellos y eso le dolió como mujer.

. - ¿ya no te gustan mis pechos?, ¿es por lo que te dije?

. - perdona, intentaba olvidar y has vuelto a recordármelo.

. - lo siento mucho. Quizás sea mucho más práctico hablar de lo que te duele, así ya no dolerá tanto después.

. - ¿quieres que te cuente mi vida?, apenas te conozco.

. - yo a ti tampoco y aquí me tienes, enseñándote los pechos como si fuéramos amantes de toda la vida.

. - ¿sabes lo que es amar a una persona que se te entrega sin condiciones, día sí y día también y que al día siguiente no puedas estar más nunca con ella?, no lo creo. Pues eso es lo que me pasó.

. - ¿y por eso no te he visto con nadie en ningún momento?

. - ¿me has estado vigilando?, eso te lo has inventado. Si así fuera, no me habrías pedido que te ayudara en cuarto lugar. Dime la verdad, ¿por qué te dijeron no, los anteriores, a los que les pediste ayuda?

. - ¿quieres la verdad? fue lo que hice y me dieron la patada todos ellos.

. - es mejor la verdad, al final se acaba sabiendo.

. - está bien, a lo mejor ya no quieras ayudarme.

. - pruébame.

. - tengo pareja.

. - mira que bien.

. - es de mi mismo sexo.

. - pues mira que bien.

. - ¿no te importa?

. - ¿tendría que importarme?

. - creí que al gustarte tanto mis pechos…

. - y me siguen gustando. De hecho, cada vez me gustan más. ¿Qué tiene que ver que seas lesbiana para que tengas unos pechos preciosos y me guste mirártelos?, si pudiera, hasta te los mamaría hasta hartarme, pero eso no viene al caso.

. - ¿eres sincero o estás pensándote el ayudarme?

. - yo soy un caballero y cumplo lo que prometo. Te dije que te ayudaría a cambio de las condiciones que quedamos y lo haré, seas o no lesbiana. Esto es así y va a misa.

. - gracias y para que sigas disfrutando, no seré yo rácana ocultándote algo que tanto te gusta –dijo ella y se desabrochó la blusa hasta dejarme ver ambos pechos, unas monadas de pechos.

. - no te pases. Seguro que alguna cámara ya te está enfocando.

Ella se aterró.

. - ¿estás seguro?

. - yo lo haría –dije riendo-.

. - ah…, casi me da algo.

. - no te des la vuelta, pero tienes una en la farola.

. - no, no me voy a dar la vuelta, tranquilo. ¿Estás disfrutando? –se miró sus pechos abundantes, como a mí me gustaban-.

. - ya lo creo. Solo falta que me saque el pene para estar un poco a la par, pero me temo que no estaría bien por mi parte, sobre todo porque la cámara sí me enfoca a mí.

. - mejor no. Déjala donde está –dijo riendo ella también-.

. - sí, aunque si se me escapa, no le hagas caso, pues está que revienta.

. - ¿empalmando delante de una lesbiana declarada?, hay que tener valor –sonrió-.

. - ya tú ves. No hago distingos de mentalidades sexuales, por la sencilla razón de que he tenido relaciones con chicas que amaban a chicas. Fue igual de placentero para mí y para ellas, creo recordar.

. - ¿me estás pidiendo relaciones sexuales, aun después de decirte que soy lesbiana?

. - no, en absoluto. Solo te digo que ya he tenido relaciones con lesbianas y no pasa nada. Solo eso. Creo que ya tienes seca la blusa, será mejor que te guardes tus tesoros, pues llegamos tarde a la siguiente clase.

. - sí, es verdad. Creí que no se iba a secar nunca. Por favor, ayúdame con el sostén.

Sonreí y la ayudé. De hecho, yo lo hice casi todo. Le pasé el sostén alrededor de su espalda, luego me dejó colocárselo por delante. Se lo enganché y le abroché cada botón de la blusa, mientas ella sonreía. No sabía dónde meterse, pues se había corrido de gusto. Aun así, supo disimular perfectamente como toda mujer que se precie.

. - perfecto. Cuando estés lista, nos vamos.

. - de acuerdo. Vayámonos pues.

Me llegué hasta el libro que estaba escurriendo. Lo sequé un poco sacudiéndolo por el camino y entramos en la facultad juntos, pero no revueltos.

. - ¿qué haces, Rebeca?, nunca te ha gustado ese tipo de ropa.

. - ahora sí. Voy a cambiar de look, ya está bien de llevar ropa desfasada.

. - ¿quién te ha metido en la cabeza esa idea?

. - un compañero de clase que me va a ayudar a cambio de que cambie. Quiere que sonría y vista mejor.

. - ¿te estás cachondeándote de mí, mi amor?, ¿seguro que no te pidió que te acostaras con él o que le hicieras una mamada?

. - pues no. Y surgió el tema, pero no.

. - entonces es marica, seguro que es marica, como nosotras, lesbianas.

. - no lo es. Le dije que era lesbiana y no le importó como a los otros. De hecho, ha tenido amantes lesbianas.

. - vete a la mierda. Esas no son lesbianas ni nada que se les parezca.

. - ¿Te gusta este modelito?

. - qué va, es demasiado moderno.

. - me lo voy a probar.

. - tu misma.

Entraron en el probador y Rebeca se desnudó, dejándose el sujetador y las bragas. Su amiga, Celia, se arrodilló de una pierna y apartando sus braguitas, metió la lengua en su vagina.

. - deja de hacer eso, que nos pueden ver, joder.

. - calla, coño. ¿Quién va a entrar aquí? –continuó usando su lengua, cosa que puso por las nubes la lívido de Rebeca, que tuvo que agarrarse de ambas paredes del probador, pues sus piernas no la sostenían del placer que su novia le estaba dando.

En eso entré yo a probarme unos vaqueros en el mismo probador en que estaban ellas dándose gusto.

Aparté la cortina para pasar y me quedé de piedra. Allí estaba mi nueva alumna siendo comido su chumino por la que supuse su novia.

. - perdonad, disculpadme. No estaba encendida la luz roja. Os dejo que continuéis –dije mirando a una Rebeca que no sabía dónde meterse. Su compañera estaba más molesta que avergonzada de ser interrumpida. Pasé la cortina y me fui a otro probador. Oí una imprecación de la novia, algo de mi madre. Sonreí y me desvestí, probándome un par de pantalones. Luego salí con ellos hacia la caja donde ya había clientes esperando a ser cobrados.

Las chicas aún seguían en el otro probador y ahora estaba la luz roja encendida.

. - ¿sabes quién es ese chico? –dijo roja Rebeca-.

. - ¿un cabronazo mirón?

. - no, es Salvador. El que me va a ayudar con las prácticas.

. - no jodas, pues sí que está bueno el tío.

. - ¿ahora te gustan los tíos?

. - a ese le haría un favor gratis.

. - Celia, eres de lo que no hay.

Rebeca eligió un par de modelitos diferentes, luego coincidimos en la caja al pagar.

. - hola, Salvador –dijo ella aún colorada-.

. - hola, Rebeca. Perdonad, entré si saber.

. - la culpa es mía por no encender la luz roja. Mira, te presento a mi compañera, Celia.

. - hola –dije y le di un beso en las mejillas.

Ella me miró de arriba abajo.

. - hola, ¿te gustó lo que viste?

. - sin comentario.

. - Celia, no te pases.

. - me gustaría saber si le gustó, solo eso.

. - sin comentario, dos. Os dejo, llevo un poco de prisa, voy a ver a cierta arquitecta para preguntarle si puedes hacer unas prácticas con ella.

. - gracias, te lo agradezco.

Nos dimos un beso en la mejilla y me fui de allí. Ambas se me quedaron mirando el trasero. Celia con cara traviesa y Rebeca seria. Luego se fueron a una peluquería. Rebeca quería arreglarse un poco el cabello.

. - ¿seguro que te arreglas tanto para que te pueda dar las clases? ¿No te gustará ese chico?

. - es majo y me cae bien, no voy a negarlo.

. - te doy permiso para que me pongas los cuernos.

. - ni que fueras mi dueña. Soy lo que soy, pero también puedo ser más cosas. Además, tú no has parado de mirarle el culo.

. - ¡touché!, No discutamos por un tío, Rebeca. Ya sabes lo que siento por ti.

. - y yo por ti, Celia, pero a veces eres insufrible.

. - por eso me quieres –y le dio un beso de tornillo en medio de las clientes de la peluquería, que se quedaron flipando-.

. - ¿Es en este edificio tan alto? –preguntó Rebeca, asombrada de lo grande que era-.

. - sí, son buena gente. Solo conozco algunos, pero en general, no son muy cabrones.

. - ¿estoy bien así?, no quisiera dar mala impresión la primera vez que me vea esa arquitecta.

. - descuida, estás para comerte. Entremos en los ascensores de aquella zona.

Pasamos al ascensor y antes de que se cerrara, una mujer se metió corriendo antes de que lo hiciera. Era Berta, que había engordado bastante y ahora ya casi estaba en los kilos que le convenía.

. - Salvador, mi amor. ¿Eres tú…? –se me abrazó y besó en los labios y no poco tiempo. Yo sonreía y miraba a una Rebeca asombrada- ¿has vuelto a trabajar en el edificio?

. – no, querida. He venido con una amiga de visita. Quizás venga algunas veces más, aun no lo sé. Te veo muy bien.

. - ¿verdad que sí? –dijo dándose la vuelta, las tetas supuse que eran de mentirijillas, pues no crecen al mismo ritmo que el resto del cuerpo de una persona- estoy bastante bien, ¿no crees?

. - estás pero que muy bien. Ahora sí que tienes carne al que meterle mano.

. - pues ya sabes, como en los viejos tiempos –dijo socarronamente, mientras me tenía la mano cogida con las dos suyas-.

. - no me descubras ante mi amiga, mujer.

. - perdona, se me escapó. Chica, te llevas un buen ejemplar, si lo sé yo.

. - yo es que no…

. - sí, mujer. No seas tonta. Salvador es lo mejor que me ha pasado nunca. Comprobado. Híncale el diente.

. - ni que fuera un trozo de ternera, Berta. Anda, no me avergüences más, por favor.

. - vale, guapetón. Yo ya he llegado, hoy me quedo en esta planta. Ven a visitarme antes de irte.

. - no sé si podré, otro día lo haré, seguro.

. - vale y no te olvides –dijo dándome otro beso de tornillo que me dejó sin aliento- no te olvides, te estaré esperando –y salió del ascensor-.

El silencio entre Rebeca y yo se podía cortar con un cuchillo. Respiré hondo.

. - sin comentario.

. - ¿cómo dices?

. - ya lo has oído. No preguntes.

. - si su parada estuviera más alta, te hubiera bajado los pantalones y te hubiera hecho una mamada aquí mismo. La tienes coladita por tus huesos.

. - pero qué cotillas eres –sonreí- mira, salvado por la campana, nos bajamos aquí.

Bajamos del ascensor y fui hacia la planta de los arquitectos. Allí, en la entrada, estaba otra de mis amigas/amantes, Emilia, tan exuberante como siempre. Fue verme y alegrársele la vista. Se levantó y se vino hacia mí.

. - Salvador, mi amor. ¿De nuevo aquí? –dijo besándome los labios, no importándole que estuviera Rebeca a mi lado-.

. - no, solo de visita, Emilia de mis amores. ¿Cómo está Gloria?

. - esperando que le hagas una visita. Pregunta por ti a cada rato. La tienes loquita.

. - y ella a mí. Mira, ella es mi amiga Rebeca.

. - hola, guapa. ¿Estás con Salvador?

No dejé que respondiera.

. - no, Emilia. Viene conmigo para ver a la arquitecta Sonia. ¿Sabes si está dentro?

. - sí, antes le llevé unos papeles. Cuando te vea se pondrá contenta.

. - gracias, Emilia. No te quito más tiempo. Dale besos de mi parte a tu hija.

. - y a mí, ¿qué?

. - vale, a ti también –y me incliné y la besé en sus labios. Ella también casi me deja sin respiración. Sí señor, esto es vida y lo demás, caca de la vaca.

Con una desorientada Rebeca, entramos donde estaban agrupados los arquitectos. El trece, esa era la oficina de Sonia, si no la había cambiado. Nos llegamos y detuvimos en la entrada. Allí estaba ella como la primera vez que la vi, inclinada sobre los planos. Toqué con los nudillos, no en la puerta, porque no había, sino en un estante interno. Solo había una cortina deslizante, nada más. Ella se dio la vuelta y sonrió al verme.

. - hola, Salvador. Ya habéis llegado.

. - ¿cómo estás? No me lo digas, estás estupenda, como siempre.

. - tú siempre ligando. Eres terrible. Da gracias que tengo a mi hombre en casa, que si no…, tú debes ser Rebeca.

. - sí, señora.

. - pero pasad. –entramos y me dio un beso en los labios. A ella en las mejillas, uno en cada una-.

. - me dijo Salvador que te atascas en los planos.

. - así es, señora.

. - llámame Sonia, como todo el mundo.

. - de acuerdo, Sonia. Los planos no sé qué tienen que me cuestan entrarles, una vez dentro, ya es otra cosa, pero al principio...

. - no te preocupes, esto lo arreglamos con la práctica. Mirad, en vuestro nombre, he empezado un nuevo proyecto. Lo haremos conjuntamente, aunque no podrán aparecer vuestros nombres en los papeles, pues no tenéis aun la titulación, normas de la empresa.

. - no me importa. Lo que quiero es aprender a soltarme un poco.

. - vale, con la ayuda de Salvador y mía, te soltarás y podrás volar sola. Acercaros a la mesa. Lo que tenemos que hacer es una vivienda tipo chalet, piscina y jardín de 325 metros cuadrados.

Inclinados los tres sobre los dibujos que el cliente había enviado para que lo hiciéramos igual, mis ojos se iban hacia los pechos sin sostén de Sonia. Antes no tenía ningunos, por un cáncer, pero ahora se había puesto unos postizos de lo más molones.

. - veo que no has cambiado, Salvador.

. - ¿por qué lo dices, Sonia? –me hice el loco-.

. – cómo has podido comprobar, me puse un poco de pechos. En tu honor no me he puesto hoy sostén, así podrás disfrutarlos cuanto quieras –luego se giró hacia Rebeca, que se estaba poniendo colorada de nuevo- este Salvador es como un niño. Le dejas ver los muslos o como ahora, los pechos y al poco se cansa y se pone a trabajar. Ya lo tengo catado.

. - algo de eso había oído –dijo ella mirándome y sonriendo esta vez- tendré que hacer yo lo mismo –dijo Rebeca. Se sacó el sostén y se aflojó varios botones. Luego se guardó el sujetador en su bolso y se agachó para enseñarme los pechos– ¿así está bien, Salvador?, ¿los ves bien? -.

. - chicas, me estáis abochornando las dos. Pero sí, así está muy bien –dije mirándoles los pechos a las chicas que se habían vuelto a agachar ante los dibujos, mientras sonreían-.

. - lo dicho, como un niño –dijo Sonia sonriendo-.

. - sí, pero a los niños se les da de mamar, a mí no.

. - perdona, se me había olvidado –se acercó a la entrada y pasó la cortina. Luego se aflojó varios botones más y me los puso en la boca para mamárselos- este Salvador no se cansa nunca –dijo ella cerrando los ojos y llevando la cabeza hacia atrás, mientras se agarraba de la mesa-.

Rebeca se estaba corriendo allí mismo ante lo que veían sus ojos. Tuvo que aguantarse, pues aparte de mamarle ambos pechos a Sonia, le metí mano bajo su faldita, apartando sus braguitas. Los gemidos apagados de Sonia, casi no se oían, pero si entraba alguien…

. - la madre que te parió, Salvador. Sacátela y entierrámela como los viejos tiempos, por favor. No aguanto más.

. - ¿qué pasa con el que tienes en casa? -le dije-.

. - que le den. Yo no le voy a decir nada, ¿y tú?

. - tampoco.

Dicho y hecho. Me la saqué. Rebeca me vio el cacho rabo que le enterraba a su nueva maestra de prácticas vagina adentro. Con cada clavada, el estante en el que estaba apoyada Sonia se movía. Estuve dándole polla un buen rato, después dejé de follármela y ya Sonia sabía qué hacer. Se agachó y mamándomela, me sacó la leche rápidamente, pues estaba ya apuntito. Le hice un guiño de ojos a Rebeca, que no sabía dónde meterse.

Una vez terminada la follada y mamada, cogí varios papeles de un solo uso y le di un par a Sonia. Ella se limpió el coño y yo mi polla. Luego nos lo guardamos todo y como si nada hubiera pasado, volvimos a los dibujos del cliente.

. - ¿me puedes pasar varios de esos papeles?, lo siento, pero me he corrido al veros haciéndolo –dijo Rebeca-.

. - si quieres puedo limpiarte con mi lengua –dijo Sonia como si tal-.

. - ¿lo harías?, -preguntó incrédula Rebeca-.

. - por supuesto.

. – bueno, si es así… –dijo ella y se acercó a Sonia, que me hizo una señal de que vigilara el cotarro aquel. Me fui hacia la cortina y allí hice vigilancia-.

Sonia le puso una pierna encima de la mesa y agachándose, apartó las bragas de Rebeca. Allí metió la lengua y dio rienda suelta a su disfrute personal, limpiándole cuanto jugo había soltado la chica. Solo cuando no pudo sacar más o por falta de tiempo, vete tú a saber, se levantó y comiéndole la boca a Rebeca, se dieron un morreo de cojones. Luego, una vez acabada Sonia, ella también puso la pierna sobre la mesa. Rebeca no tuvo más remedio que comerle la almeja a su maestra. Una vez terminada la sesión lésbica, se limpiaron y arreglaron, volviendo su atención hacia los dibujos.

Al principio todo eran miradas y sonrisas, pero poco a poco, se impuso la profesionalidad del trío y comenzamos a hacer el trabajo por el que pagarían a una Sonia bien satisfecha de sus dos alumnos.

Salimos bien entrada la noche del edificio, pues Sonia quería agradar a sus alumnos y habíamos pactado un horario diferente para que pudiéramos compaginar la universidad con las prácticas con ella. En agradecimiento recibió una andanada de polla en su culo y ella y Rebeca posteriormente, se dieron un nuevo buen lote de coño calentito.

. - ha sido fantástico -dijo Rebeca-.

. - ¿el qué?

. - el placer de aprender de una profesional y el placer de haberme comido un buen coño.

. - me alegro por ambos placeres.

. - tu tampoco te has quedado corto.

. - no, lo reconozco. Sonia tiene un buen polvo. Mierda, empieza a llover ahora.

Con la chaqueta intenté proteger a Rebeca de la lluvia.

. - acerquémonos a ese bar hasta que escampe un poco. La próxima vez traigo el auto –dije viendo a Dámaso en la esquina. No le hice señas, no debía-.

Nos sentamos, protegidos bajo un techo y vimos llover. Caían chuscos de punta. Pronto la calle era un río. Allí nos quedamos tomándonos unos refrescos y unas papas fritas, que compartimos.

. - Salvador, sé que no hace nada que nos conocemos, pero ¿qué te parecería si echáramos un polvo un día de éstos?

. - me parece que no.

. - ¿no?, ¿por qué no?, dijiste que no te importaba que fuera lesbiana.

. - por eso no, por tu novia Celia, más bien.

. - ¿qué tiene que ver ella en esto?, solo es entre tú y yo.

. - ¿desde cuándo te gustan los tíos?, ayer no querías pagar con sexo mis servicios.

. - no es para pagarte, es porque quiero. Fue ver a Sonia hacérselo contigo y luego conmigo, que pensé, ¿por qué no probar yo también, a lo mejor hasta me gusta?

. - sigo diciendo que no. He tenido ya bastante con una desgracia triple, como para volver a las andadas. No quiero que Celia se ponga como una moto y mande matarme a mí o a ti. Tu chica estará todo buena que quieras, pero no acaba de gustarme su actitud.

. - pero eso solo pasa una vez en la vida. No son habituales. Y Celia no es como la pintas. Es todo fachada, eso sí, me da unas comidas de chumino, que me deja baldada todo el día.

. - ¿quién de las dos es la que lleva los pantalones?, por decirlo de alguna manera.

. - ella, sí. Vale, es ella, pero no soy su esclava. A la hora de las decisiones, las hacemos juntas.

. - no, no me interesa y mira que tienes un cuerpazo, pero no.

. - ¿y si hablo con Celia?

. - ¿y que le ibas a decir?, a mor mío, ¿me das permiso para follarme a este tío?

. - no, le diría si quería compartir este tío conmigo.

. - ¿hacérmelo con las dos?, ¿es esa tu maravillosa idea?

. - ¿no te gustaría?, dos por una.

. - ni, aunque no fuerais pareja. Sería coger los mismos riesgos que la vez anterior. No te molestes, pero como has podido ver, tengo damas que me abrirían las puertas nada más tocar en ellas.

. - sí, ya me he dado cuenta de ello.

. - por de pronto, dejemos el sexo aparte de nuestra relación profesional. Conque me enseñes los pechos, tengo bastante para calentarme y desfogarme luego con alguna de mis amigas. ¿Nos vamos?, ya ha aflojado y el Metro cierra dentro de poco.

No quise avanzar con Rebeca. Me gustaba y quería follármela como un loco, a ella y a su puñetera amiga, pero debía poner freno, no se podía repetir lo mismo de nuevo. Además, porque dejara vivas a estas dos, no iba a morirme por ello. El curso avanzó y en casa siempre me esperaba una mujer mayor ansiosa de hacerme feliz y yo a ella. Sonia y las demás de la empresa, me daban cuanto quería fuera de casa. Rebeca aprendió y bien, aparte de comerse el coño de Sonia, a entender los planos de los diversos tipos de proyectos. Me alegraba por ella.

Estando en casa de Mauri disfrutando de cuatro pollas a la vez en mi culo, aunque por sus tamaños, realmente eran dos, del papá y de la mamá de la casa y de otras dos en mi boca, la del mismo Mauri, cuando sonó el puto móvil.

. - Déjalo que suene, cariño. No nos cortes ahora –dijo la mamá de la casa-.

. - tienes razón. Que se joda el que llama para interrumpirnos -dije-.

El enculado cuádruple aumentó de potencia, mientras seguía mamando a Mauri cada una de sus dos pollas. Pronto las lechadas iban saliendo disparadas de ellas, no solo de Mauri, sino de sus padres también. Me dejaron el culo encharcado con tanta leche y no digamos la boca, que saboreé cada gota de la leche de Mauri, como siempre.

Una mamada doble en profundidad a Mauri y lo dejé seco. Luego me di la vuelta y cada polla de sus padres, también las disfruté y las iba dejando sin gasolina una tras otra. Mientras tanto, detrás de mí, Mauri se hartaba de la leche de mi culo. Remedios, su hermana, se relamía, pues sabía que en cuanto terminara con ellos, iba a por ella y por su húmedo coño.

Así fue y hacia ella me llegué. Su coño era todo un disfrute comérmelo sin tregua para ella. Pronto tuve mi polla en su vagina y la hice disfrutar como siempre que iba a su casa. Desde luego, el culo de Remedios no se iba a escapar sin ser follado como Dios manda y se la enterré bien adentro, mientras me agarraba de sus tetorras. Después de tragarse mi polla y dejármela como nueva, decidí que ya podía coger el cabrón teléfono.

Habían dejado un mensaje, que pasé a oír.

“Salvador, cuando oigas este mensaje, llama a tu hermana, por favor. Es urgente”. Se me pusieron por corbata los huevos sin leche. Aquello no podía ser nada bueno. Llamé y me salió mi Fati del alma.

. - hola, mi amor. ¿Qué sucede?

. - padre y madre.

. - ¿qué pasa con papá y mamá, hermanita? –oí al otro lado que lloraba-.

. - han tenido un accidente con el auto y han…, han muerto. Salvador, papá y mamá han muerto.

. - oh, Dios…, no puede ser... ¿Cómo ha sido?

. - no me lo han dicho. Ha venido la Guardia Civil y nos han informado a Toni y a mí.

. - iré de inmediato para casa, cariño.

. - gracias, no tardes.

Colgué y me giré hacia la familia.

. - tengo que irme. Mis padres han tenido un accidente grave.

. - ¿Cómo están, mi amor? –me dijo Mauri-.

. - han fallecido los dos.

Las lágrimas surgieron, no solo de mis ojos, sino de buena parte de aquella familia que tan bien se portaban conmigo. Me di una ducha rápida y llamé a Adelaida, informándole. No quería preocuparla no yendo por el piso a dormir. De camino a mi coche me interceptó Adrián compungido.

. - me temo que tengo malas noticias, jefe.

. - lo sé. Me acaba de llamar Fátima. Aun no sé cómo fue el accidente. Quiero saber los detalles, Adrián.

. - sí, señor. Intentaré informarme. ¿Le llevo esta vez?

. - sí, será lo mejor. Podría tener también un accidente estúpido.

El entierro y el funeral se hicieron el mismo día, dos días después. Asistieron Diana y su hija Clara y numerosos vecinos y conocidos. No quise avisar a más gente, no tenía ganas de confraternizar, este día, no.

Al final supe cómo murieron mis padres. Otra estupidez humana. Un todoterreno enorme adelantando, se quedó sin espacio al venir otro vehículo de frente y echó fuera de la calzada al primero que cogió por delante para no estamparse. Sencillo y macabro al mismo tiempo. Dos vidas cegadas por nada, por no salir con antelación de dónde diablos viniera.

Fati y Toni tomaron posesión de la casa paterna. Aun no querían casarse, pero sí vivir juntos, cosa que me pareció maravilloso, así Fati no estaría sola nunca. Además, ya lo hacían de hecho, pero a intervalos, pues Toni regresaba a su casa cada dos o tres días. Ahora vivirían juntos y por tiempo indefinido o hasta que se peleen y se separen, que puede suceder.

Los padres del chico ya lo habían asumido hacía tiempo, así que no hubo traumas que reparar. En la práctica, yo era el cabeza de familia, pero no ejercía como tal, pues no debía meterme entre los dos, ya se arreglarían ellos. Por el dinero, Fati no debía preocuparse, la aseguradora pagaría un buen pastón por el seguro a todo riesgo que les tenía contratado, pagado por mi empresa sin que lo supieran.

Con ese dinero, seguro que montaría lo que siempre soñó, una boutique de ropa de marca. Regresé a la universidad con un nuevo bajón, que superé, pero no olvidé, pues no podré olvidarlo nunca.

Era algo que podía suceder, me refiero a los accidentes de tráfico y no había que hacer un drama infinito. Dolía, claro que dolía y mucho, me cago en la madre que pario del tío aquel del todoterreno de los cojones. Pero ya estaba hecho y no se podía dar marcha atrás, ya no podría volverlos a tener en casa como siempre, follando y discutiendo, discutiendo y follando.

Por suerte me esperaba en el piso un bálsamo de paz y remanso que sabía cómo amansar la fiera que llevaba dentro. Nunca podría agradecerle tanto a esta mujer que me cuidara como si fuera aquel hijo que perdió.

. - mi niño, mi niño. Cuantos golpes se ha llevado mi niño sin poderlo evitar –me decía Adelaida besándome la frente, mientras me acariciaba como solo una madre sabía hacerlo, con cariño sin fin, que los hijos nunca devolvemos, aun sabiendo que lo merecen.

Pronto retomé las clases y el ritmo también. Ya solo me faltaba un trimestre para salir de allí y volar un poco. Un último esfuerzo y ya sería arquitecto con mi título bajo el brazo.

Rebeca y yo mismo, habíamos terminado con Sonia. Lo que seguía era todo teórico y lo teníamos chupado, como se suele decir. Ella y su novia, apenas ya nos veíamos, solo en clase a Rebeca, pero ninguno de los dos hacía por acercarse al otro. Ella por la imposibilidad de echarme un polvo y comprobar si se podía follar a un chico y yo para no buscarme problemas. Así que cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Buscando un poco de tranquilidad por culpa de los capullos bulliciosos que siempre hay en todas partes, me fui a la biblioteca de la universidad a leer algo, aunque fuera Caperucita Roja. Pero no, a Caperucita que se la folle el lobo si quería. Elegí un tomo de la época en que los libros duraban y duraban como cierto detergente. Era sobre los antiguos aventureros que se metían en África como yo voy al cine, sin miedo a ser comido por los caníbales locales. Solo había un problema, el que fui a buscar ya lo estaba cogiendo una negrita con unos pantaloncitos bien cortos, con un culo que tiraba para atrás y unas domingas que se te clavaban en un ojo si te despistabas un poco y no estaba gorda, estaba buena, la condenada. Su tez súper negra me hizo pensar en los documentales de las mandingas africanas. Era todo un bombón y me cogió mirándole el culo.

. - ¿puedes dejar de mirarme el culo, por favor?

. - perdona, la culpa la tienes tú.

. - y eso ¿por qué, si se puede saber?

Tenía una voz que me daban ganas de estar oyéndola todo el día, aunque ahora me hablaba con cierto desprecio, todo había que decirlo. Aun así, me gustaba su voz africana. Hablaba un español no tan perfecto, pero se le entendía todo, gracias a Dios. Me quedé mirándole los pechos puntiagudos.

. - perdona que te lo diga, pero estás buenísima.

Creí que me iba a soltar uno de los grandes insultos del día, pero no, se echó a reír la muy jodida. Reía como los ángeles.

. - ¿te hace gracia el piropo?

. - ¿te quieres casar conmigo?

. - ahora soy yo el que se ríe –y me reí o más bien, sonreí-.

. - lo digo en serio. Necesito los papeles para poder seguir estudiando.

. - dos cosas, morena. ¿Podemos compartir ese libro que tienes en la mano?, era el que vine a buscar y dos, ¿podemos hablar luego?, aun no me he repuesto de tu petición. Quisiera saber más.

. - hecho y hecho. Lo puedes llevar, pesa lo suyo.

. - claro, son libros de verdad los de esta zona.

Lo cogí y salimos de allí y lo llevamos a una mesa solitaria y alejada de todo Dios, pues quería parlamentar con aquella hembra mandinga que quería casarse para obtener los papeles. Una vez en la mesa, me senté junto a ella. El libro, entre los dos.

. - Me llamo Salvador.

. - yo, Guadalupe Conrado.

. - ¿pero no eres africana?

. - sí, y a mucha honra. Guadalupe Conrado Nguema. Soy de Guinea Ecuatorial.

. - ¿la antigua colonia?, ¿La de Fernando Po y el capullo de Macías, que se llevó por delante a unos 80.000 compatriotas?

. - así es. Veo que estás informado de mi país.

. - no creas. Solo lo que sale de vez en cuando por la televisión y la verdad, cada vez sale menos de tu país.

. - suele pasar cuando hay tantas noticias y tienen que hacer una razia para emitir las más interesantes y que no haya democracia en mi país, apenas importa al resto del mundo, incluida a la metrópolis colonialista española.

. - si estás tan resabiada con nosotros, los españoles, ¿por qué quieres los papeles para quedarte aquí?

. - porque amo la libertad y aquí la hay, de momento.

. - de momento, ¿eh? –sonreí- y si me caso contigo, ¿tendremos sexo a todas horas?

. - ¿a todas horas?

. - a todas horas.

. - no aguantarías mi ritmo. Soy muy ardiente.

. - yo también. Fuera bromas, cuéntame algo de tu vida.

. - ¿para qué?, ¿te vas a casar conmigo?

. - no, pero tengo amigos que tienen a su vez amigos en el ministerio de exteriores y por ahí, a lo mejor, te puedo conseguir los papeles, siempre que no me mientas, porque antes de soltar un papel, te revisarán de arriba abajo, por eso quiero que me cuentes tu vida y la de tu familia.

. - entonces será mejor que salgamos de la biblioteca, en otro momento volveré a coger el libro.

. - lo mismo digo, aunque yo lo iba a sacar para evadirme un poco.

Dejamos el libro en su estante y salimos. Buscamos un banco tranquilo y casi no lo encontramos, pero lo había, junto a un ciprés medio seco. No me corté mirando el cacho culo que tenía. Era un pandero de primera categoría, sí señor.

. - aún no puedes tocar mi culo, así que no lo mires tanto.

. - me estoy haciendo a la idea. Pero qué buena estás, morena.

(Parte 18 de 30)

FIN