Soy tuya.

He decidido poner este relato en la categoría de Sexo Oral, aunque tiene bastante de sumisión y auto-dominación. Espero que os guste.

Sentada delante de mi escritorio mientras juego con un lápiz entre mis labios, y mis ojos observan el lento transcurrir de los minutos en ese reloj que cuelga en la pared de la oficina, espero como casi todos los días a que vibre mi teléfono, y sea tu nombre el que aparezca en él al mirar la pantalla.

Se que sólo soy un pasatiempo para ti. Un recipiente en el que vaciarte cuando lo necesitas. Alguien a la que conseguiste enamorar con tu indiferencia desde el primer día; como a la adolescente que se muere porque el chico malo de la clase se fije en ella, y él nunca lo hace.

Nunca me pedirás una cita; ni me llevaras a un sitio bonito a cenar; ni hablaremos durante horas de la película que ese día vimos en el cine.

Eso nunca pasara, y lo sé. Pero me da igual.

Únicamente espero a que ese maldito aparato suene de una vez; mientras mis bragas se humedecen pensando en lo que me harás en ese servicio.

Al fin llega mi recompensa en forma de escueto mensaje.

"En quince minutos donde siempre, no tardes".

No puedo comprender como la frialdad y el desafecto que esa misiva transmite, hace que cuando termine de leerla, me sienta más cachonda aun si cabe.

Noto las sucias miradas de nuestros compañeros cuando paso a su lado, a la vez que escucho la palabra "zorra", salir suspirando de sus bocas.

Saben dónde voy; porque tú ya les has contado desde el primer día, cada detalle de nuestros encuentros. Pero no me importa. Hasta me excita pensar en cómo se tienen que masturbar cuando lleguen a sus casas, después de haber oído lo que haces conmigo.

Llego a nuestro destino a la hora que has indicado. Abro la puerta y allí no hay nadie; te encanta hacerme esperar, y lo sabes.

Me dirijo al último reservado del ese aseo de señoras, que ya se ha convertido en la única habitación donde poder disfrutar de ti, y me siento en el inodoro esperando a que tú entres en él.

Sé que no te gusta que lo haga, pero no puedo evitar subirme la falda y empezar a frotar mi clítoris, para después introducir un par de dedos dentro de mi vagina.

Ellos notan mi humedad interior nada más traspasar mi coño. Deseo introducirlos una y otra vez hasta llegar al orgasmo que tanto necesito… Pero he de aguantar; odias que me toque mientras tú no estás; y eso haré.

Saco la mano de mi ropa interior y la llevo hasta mi boca, saboreando esa gelatina salada que ha acumulado  mi matriz, desde que sé que hoy perderás algo de tiempo conmigo.

Al fin oigo el susurrar de esa puerta. Y sé que eres tú el que se aproxima hacia nuestro particular reservado. Cuento los pasos que das, mientras mi corazón palpita por la excitación.

Entras, y echas el pestillo tras de ti. Te colocas de frente, y sin dirigirme la palabra, desabrochas tu cinturón y te bajas los pantalones.

Levanto la mirada hacia tu precioso rostro mientras me muerdo el labio inferior, suplicando algún gesto de tu cara que me indique que hoy vas a hacerme disfrutar. Pero no lo veo…

La tristeza me invade por saber que esta mañana no me follaras como un salvaje, hasta conseguir hacerme llorar de felicidad, mientras mi orín y mis flujos chorrean entre mis piernas. Hoy no ahogaré mis gritos mordiendo mi brazo, a la vez que azotas mis nalgas hasta colorearlas de violeta.

Tienes prisa, y me duele. Pero hace tiempo que conseguiste transformarme en tu perra; en tu sumisa. Y lo acepto.

Acerco mi nariz hacia el bulto que se delata tras tu slip, e inspiro el fuerte aroma que desprende esa prenda. Huele a hombre; huele a macho; huele a ti.

Bajo tu calzón y aparece ante mí ese grueso trozo de carne ya erecto, que tantas veces me ha llevado hasta el cielo desde la primera vez que dejaste que disfrutara de él.

No te hago esperar más y retiro la piel que me separa de tan dulce manjar. Acerco mis labios a tu glande, y lo beso varias veces dándole la bienvenida, para después sacar mi lengua y lamer despacio toda la extensión de tu tronco, como si de un helado de fresa se tratase.

Pero no sabe bien. Mi paladar nota ese sabor amargo y rancio que me dice que esta mañana no te has duchado; dejando acumular el sudor y los restos de orina para que yo te los limpiase.

Veo que te está gustando. Una viscosidad transparente sale de tu uretra; es líquido preseminal que rezuma de tu interior, regalándome el primer premio de esta mañana.

Lo recojo con la punta y lo degusto con calma, para después meter tu dura polla de un golpe en lo más profundo de mi boca.

Dejo unos segundos tu rabo allí dentro notando cada pliegue, cada vena que sobresale de ella, mientras mi lengua trata de llegar a la base de tu pene, y alcanzar el vello púbico que cubre esa parte de tu perfecto cuerpo.

La saco de mi interior  y respiro profundamente,  dejando un hilo de saliva a su paso que retiro con mis dedos, para a continuación volver a engullir tu carne y empezar a mamártela como una autentica puta.

Mi cabeza se mueve sin control de atrás hacia adelante, mientras devoro con ansia toda tu extensión, notando a cada chupada, la dureza extrema que he conseguido provocarte con mis movimientos.

Pero no consiento que acabes tan pronto, quiero disfrutar más tiempo de ella. Vuelvo a sacarla y con mi mano retiro tu descomunal verga hasta tus marcados abdominales, y me tiro como una posesa hacia tus huevos.

Los chupo uno por uno, mientras tiro de ellos hacia atrás con mis labios todo lo que puedo, para después soltarlos, escuchando el vacio que dejan al salir.

Me agarras del pelo retirándome bruscamente de mi delicioso pastel, y te das la vuelta mostrándome tu perfecto trasero.

Se lo que quieres, y aunque sabes que lo odio, no pienso negarte nada.

Abro tus glúteos y llevo la punta de mi lengua hasta tu ano, para repasar con ella cada rugosidad que hay en él. Trato de introducirla en tu interior una y otra vez, para después lamer con toda la intensidad que puedo tu sudoroso culo.

Cuando consigo que quedes satisfecho con mi acción, te vuelves a dar la vuelta y me ordenas abrir la boca todo lo que pueda. Te agachas y escupes dentro de ella, para después volver a meterme tu rabo hasta que mi laringe frena tu tremenda envestida.

Me agarras la cabeza con tus rudas manos y empiezas a follarme la garganta con toda la fuerza que puedes.

Cada arremetida es más y más profunda; pero ni siquiera ver las lágrimas que salen de mis ojos a causa del esfuerzo, hacen que te apiades de mí.

Mis dedos notan el sudor que desprenden tus caderas por el ensañamiento que imprimes a cada empujón, intentando atravesar con tu polla mi esófago hasta llegar a mi tráquea.

Mis babas hace rato que encharcan tu rabo y tus testículos, formando una camisa de fluidos sobre ellos, mientras el ruido que produce el choque de tus cargados testículos contra mi barbilla, inundan el ambiente.

Casi no puedo respirar, y lo sabes, pero te encanta hacerme sufrir.

Subes más aún si cabe el ritmo y la profundidad de cada estocada, y sé que el sonido de mis arcadas, acompañadas de los mocos que salen por mi nariz,  no son suficientes para ti. No paras hasta que consigues hacerme vomitar el café que me tomé esta mañana, y satisfecho, decides sacar tu rabo de mí, dejándome tomar aire y dar un respiro a mi destrozada mandíbula.

Limpio mi cara con el antebrazo y vuelvo a dirigir mis enrojecidos ojos hacia los tuyos, pero ni si quiera te dignas a mirarme.

Sé que ahora quieres que termine lo que has empezado, y sin pensármelo un segundo, introduzco tu falo en mi boca, y vuelvo a mamártelo con la misma avidez que lo hice al principio.

Escucho como jadeas, haciéndome ver que pronto terminaras, y subo la intensidad de mi felación, apretando todo lo que puedo mis labios a cada pasada de tu polla, hasta que noto que esta palpita y se endurece como nunca.

Vuelves a sujetarme por la nuca y durante unos segundos persistes en utilizar mi garganta como tu coño particular, hasta que tus huevos sueltan toda la leche que han acumulado en el día,  y te corres dentro de mi boca como una bestia.

Cinco largos y espesos grumos de lefa salen de tu venosa polla. Trago con glotonería cada gota de semen que rezuma de ti, para alojarlo lentamente en lo más profundo de mi estómago.

Tu respiración se tranquiliza mientras mantengo tu miembro dentro de mí, succionando los restos de tu brutal eyaculación, hasta que noto que pierde su vigor.

Vuelvo a mamar tu flácido pene, repasándolo con mi lengua hasta dejarlo completamente limpio y brillante.

Agachas tu cabeza y me besas una sola vez en la frente. Ese va a ser todo el agradecimiento que voy a recibir de ti. Pero aun así, te estoy agradecida.

Cuando vuelves a vestirte y sales por la puerta, dejándome allí sola, si ni siquiera despedirte con un triste "adiós", la última lágrima de la mañana corre por mi mejilla; pensando en lo que darás a tu mujer el resto de su vida y que a mí me negaras para siempre.

Pero sigue sin importarme. Únicamente espero que mi teléfono vuelva a sonar, y seas tú el que marque mi número.

FIN


Espero que os haya gustado este relato, y agradezco los buenos comentarios que recibió la serie: "Yo, padre". Aunque haya algún lector que se empeñe en valorar mis textos como terribles, escriba lo que escriba. Pero qué le vamos a hacer, no se puede gustar a todo el mundo, por más que uno lo intente.

Espero que vosotros, y los vuestros estéis bien, y que paséis este confinamiento lo mejor que podáis. Sé que es jodido estar en casa, pero mucha gente vivirá si cumplimos como debemos. Un abrazo a todos, y cuidaros.

PD: Este relato va dedicado a C.G. Cuídate, amigo.