Soy tu marido, no tu dueño
Me moví como nunca y no pude evitar expresarme con jadeos y gritos incomparables con nada anterior y temblé de solo pensar que mi marido se diera cuenta de lo que me ocurría pero aún así seguí jadeando y gritando durante todo el breve periodo que me llevó al primer orgasmo,
Mi nombre es Nuriel, soy médica y todo el mundo me llama Dra. Nuriel. Estoy casada con el hombre a quien amo desde hace unos cinco años, tengo treinta y cinco y un buen ver. Mi marido es un buen hombre, bastante apuesto, de treinta y nueve; como dije antes lo amo y tenemos lo que se diría un buen matrimonio. Pero algo ha ocurrido.
Con motivo de la crisis me he visto obligada a aceptar un empleo menor, bastante humillante para mi situación de profesional reconocida por capacidad y jerarquía pero los números mandan y las pocas monedas que agrego a mis ingresos cada fin de mes no son para nada despreciables en la actual situación, por otro lado me demanda muy poco tiempo y no arriesgo nada, no corro riesgos o al menos eso creía. Me han contratado para las revisaciones mensuales de los alumnos del natatorio de un importante gimnasio de mi vecindario.
Y sucedió que buscando hongos entre los dedos de manos y pies, caries, erupciones en piernas, axilas, ingles y demás partes llegó a mi consultorio Xavier, un joven de unos veinte y tantos años, muy serio, reservado, de muy pocas palabras y endemoniadamente atractivo. Al ingresar se quedó parado frente a mi observándome atentamente lo que me hizo sentir intimidada, solo atiné a pedirle que cerrase la puerta y girar sobre mis pasos para buscar un baja lenguas mientras escuchaba el inconfundible sonido del picaporte cediendo.
Al volver a enfrentarlo Xavier estaba totalmente desnudo observándome, esperando la revisación médica profesional o mi reacción como mujer; entre otras partes de su muy estimulante cuerpo no pude evitar observar su polla de excelentes proporciones, hermosa y apetecible como ninguna, quedé confundida y solo atiné a decir que no era necesario que se desnudara, que esta revisación era solo de rutina y le pedí que se calzara nuevamente el pantalón de baño. No contestó ni obedeció, permaneció desnudo, quieto, en silencio, desafiante, esperando mi actuación profesional, por lo que superando mi confusión le examiné la boca, las axilas de las que emergía una fragancia tan embriagadora que estuve tentada de clavar mis uñas sobre su pecho y espalda y lamerlas de la manera más obscena que fuera capaz, al observar sus pies la polla y los testículos quedaron peligrosamente al alcance de mi boca y tuve que esforzarme para no engullirlos, su forma y tamaño eran inmejorables y su olor tan varonil hicieron que mi boca se llenara de abundante saliva que tuve que tragar con esfuerzo para poder hablar. Cuando las tomé entre las mías quise empujar sus fuertes manos, recias pero bien cuidadas, hasta mis senos y al llegar a la región inguinal le ordené que hiciera a un lado sus genitales con sus manos para concluir con el examen y obedeció sin dejar de mirarme fijamente a los ojos en un gesto muy seductor sujetando su polla con una mano y los testículos con la otra desplazándolos con morbo para un lado y el otro ofreciendo lo que no dudaría en calificar como un espectáculo de masturbación exclusivo para mi. Con mis defensas vencidas, sintiendo un fuego abrasador en mis mejillas y una necesidad angustiante entre mis piernas, con apenas un hilo de voluntad le indiqué que se retirara pero como no lo hizo la que se fue fui yo, huí, salí casi corriendo, escapando seguramente más que de él, de mí.
Cuando regresé del servicio Xavier ya no estaba en el consultorio, me asomé entonces desde un balcón del primer piso y pude verlo nadando con muy buen estilo junto a cuatro compañeros, siguiendo las órdenes del profesor. Al detenerse se secó la cara y acomodó sus cabellos con ambas manos provocando que su torso luciera imponente y al volcar la cabeza hacia arriba y atrás me descubrió observándolo. Sonrió discretamente, devolví su sonrisa y lamenté no haber ido ese día con falda para abrir las piernas y provocarlo invitándolo a ver. Los cuatro compañeros y el profesor, un muy apuesto hombre de unos cincuenta años, muy atlético, varonil y seguro de si mismo, formaron un círculo y mientras hacían ejercicios de elongación conversaban y reían mirando cada uno a su tiempo en mi dirección lo que me hizo sospechar que Xavier les estaría comentando su hazaña. Quedé alterada y más excitada, asustada al darme cuenta de que además del encuentro con Xavier me encendía pensar que estos jóvenes me consideraran una perra en celo. Con el correr de las horas pude serenarme luego de desahogarme con el auxilio de mis dedos y fui volviendo a la realidad, confiando en que pronto me olvidaría lo sucedido aunque en mi interior sospechaba inminentes cambios en mi personalidad que no estaba segura de poder controlar.
Por la noche en casa todo fue muy normal, como la rutina ordena, luego de cenar limpiamos todo y antes de meterme a la cama besé a mi esposo y me fui a tomar una ducha. La única diferencia con los demás días fue encontrar mi vagina empapada de una manera exagerada. Yo sabía que estaría húmeda, pero no sospechaba que fuera para tanto. ¡Que suerte que vine a tomar la ducha!, pensé, no quería que mi marido pensara, sospechara o imaginara algo que, por otra parte, no había sido nada.
Al acostarnos fue cuando temí quedar en evidencia porque al entrar en contacto con mi hombre, con su piel, sus músculos, sus brazos y piernas, su aliento y olor, su fuerza y pasión, me di cuenta de que no podría contener mi gran excitación. No me animé a mirarlo de frente, le di la espalda, me apoyé contra él buscando su polla y al dirigirla con una de mis manos logré que me penetrara completamente en un solo impulso y hasta el final. Al no verlo imaginé que quien me penetraba era Xavier, en mi mente sentía sus brazos apretándome, sus muslos empujando los míos, sus manos agarrando mis pechos, su polla metida toda dentro de mi y veía su cara con esos ojos que más que mirarme me penetraban y esa sonrisa sobradora que me indicaba su triunfo por llegar.
Me moví como nunca y no pude evitar expresarme con jadeos y gritos incomparables con nada anterior y temblé de solo pensar que mi marido se diera cuenta de lo que me ocurría pero aún así seguí jadeando y gritando durante todo el breve periodo que me llevó al primer orgasmo, momento en el que comprendí que este día había cruzado un límite inimaginable hasta el día de ayer y que ya no era la misma. Mi marido también eyaculó mucho más y mejor que otras veces, luego me acarició, besó, se dio vuelta y se quedó dormido. Yo fui al baño a higienizarme pero al necesitar más me masturbé con fuerza hasta lograr un segundo orgasmo, luego dormí un rato y antes de que él se despertara una vez más, esta vez con la ayuda de mi vibrador, imaginando a Xavier junto con sus compañeros logré exteriorizarme nuevamente quedando, ahora si, un poco aliviada.
Al día siguiente, todavía aturdida, luego de que mi marido se fuera al trabajo, me pregunté qué me estaría pasando. Yo siempre había sido una mujer tranquila, bastante activa a la hora del sexo pero todo dentro de lo normal, nunca había engañado a mi marido y tampoco pensaba hacerlo pero al mismo tiempo me daba cuenta de que estaba experimentando nuevas sensaciones que por otra parte de alguna manera que no logro comprender se las transmití a él que inconscientemente reaccionó de la mejor manera como si siempre hubiese sabido las nuevas necesidades de su mujer. Esa misma noche, como si de repente se enterara de que la noche anterior con lo suyo no me había alcanzado luego de llevarme muy rápido al primer orgasmo se dedicó por más de media hora a lamer, morder y chupar mi vagina casi con desesperación, sujetando con firmeza mis brazos y piernas para impedir que me escapase ante lo que me iba a hacer sentir, logró hacerme llegar a tres orgasmos más y no me liberó hasta hacerme pedirle a los gritos que se detuviera porque no aguantaba más. Hasta ese día no lo sabía pero en ese momento, gracias al esmero de mi compañero, estaba descubriendo mi condición de mujer multi orgásmica.
Esa semana tuvimos sexo todas las noches. Todas las noches esperé alguna pregunta o comentario de mi esposo pero jamás dijo nada. Todas las noches me demostró su amor y ternura y todas las noches se esforzó con su polla, sus dedos y su lengua a darme y darme comprendiendo el pobre que por algún motivo a mí ahora nada me alcanzaba. Yo por mi parte me preguntaba por qué no sentía su polla como antes, o se me había agrandado la vagina, o a él se le había achicado el pene o mis excesivos jugos hacían bailar lo que antes entraba ajustado, y yo necesitaba sentir más, de ser posible hasta con algo de dolor, hasta que en la séptima noche de esa semana, siempre ubicada de espaldas dirigí su polla a la entrada de mi culo y le pedí que empujara con fuerza, sin compasión y cuando lo hizo, obedeciendo mi pedido, sentí por fin algo distinto mucho mas fuerte, más intenso y vejatorio que me dejó tranquila permitiéndome descansar relajada por primera vez en tantos días aunque siempre observando en mi imaginación el deseado cuerpo de Xavier, su cara, su torso, sus genitales y sus compañeros. Y no me dolió tanto el orificio anal desvirgado como las piernas, especialmente los muslos a los que les imprimí una tensión extrema hasta hacerlos parecer de acero en el momento de mayor tensión. Me quedó muy claro desde ese momento que lo mío ya era consciente, yo sabía muy bien que era lo que me estaba ocurriendo más que como mujer como hembra, en cambio lo de mi marido era puramente intuitivo, él sabía que algo había cambiado, algo que lo calentaba mucho y lo hacía rendir sexualmente más que nunca, y como no se cuestionaba se dedicó a disfrutarlo.
Las dos siguientes semanas transcurrieron igual con el agregado de que mi marido parecía muy contento, por lo visto la nueva posibilidad de poder culearme, cosa que antes nunca habíamos hecho, lo tenía muy satisfecho, sobre todo porque él jamás me lo había pedido ni yo se lo había ofrecido y habrá pensado que todo llega dentro del matrimonio y que le había llegado el momento de disfrutar por completo de su mujer como corresponde. Supongo que pensaría que siempre era mejor hacerlo con la propia esposa de uno que con cualquier puta ¿sospecharía que ahora su querida mujer estaba dando los primeros pasos para convertirse en una de ellas? De cualquier manera no se lo veía para nada preocupado, por el contrario cada noche estaba muy apurado por terminar de cenar y dirigirse a la cama. Yo estaba mejor que nunca, me sentía plena y satisfecha y además del mejor sexo lo único novedoso era la fantasía de follar con Xavier cada noche sin ignorar la presencia de sus compañeros. La tercera semana me di cuenta de que mi ansiedad y nerviosismo aumentaban al acercarse el día de la nueva revisación mensual.
Ese día fui vestida como me había imaginado el primero cuando observaba a Xavier desde el balcón, una falda amplia y corta que asegurase que desde abajo se pudiera ver, una camisa desabotonada hasta la mitad de mi generoso busto, tacones bien altos, no medias, no bragas. Si es cierto que en cualquier momento una mujer se puede emputecer que nadie dude que yo, la Dra. Nuriel, prestigiosa profesional, reconocida por colegas e instituciones, admirada y querida por su vasta lista de pacientes, mujer de su hogar, fiel y abnegada esposa, de la noche a la mañana me había emputecido, y lo que es peor: muy feliz por ello, como niño estrenando juguete nuevo.
No sabía lo que hacía pero lo hacía, no lo había pensado y mucho menos planificado pero me salía de esa manera, no podía evitarlo, me daba cuenta de que estaba loca, loca de calentura, ninguna otra sensación, nada de amor ni de ningún tipo de sentimientos solo ansiedad corporal y aunque a cada momento me decía que no haría nada, que solo se trataba de autosatisfacción, que me reprimiría a la hora de concretar, en el fondo, muy dentro de mi, sabía que ante el menor pedido de Xavier cedería comenzando a convertirme en la mujer adultera, puta para mejor decir que pugnaba por emerger de mi interior y no solo Xavier estaría en mi consideración, al terminar con él revisaría a sus compañeros también y si no eran lo suficientemente descarados para desnudarse en mi presencia yo los obligaría a hacerlo imponiendo mi autoridad profesional, tantos pensamientos y fantasías apenas si cabían dentro de mi cabeza. ¿Y qué pasó?
Pasó que el muy cabrón, hijo de puta, demonio, frío y calculador como pocos, dueño de mi pasión, amo dominante de mi presente, de mi cuerpo, de mi locura, ese día faltó, dejándome desarmada, humillada y preguntándome como podía ser posible que este hombre haya podido hacer de mi lo que hizo sin decir una palabra, sin tocarme, con solo mostrarse como vino al mundo frente a mi para que yo imaginara lo que quisiera. Como pude hice las revisaciones a los otros alumnos pero sin desearlos, de repente me había olvidado de todo, me temblaban las manos y transpiraba un sudor frío, más de uno me preguntó si me sentía bien y cuando terminé con el último cerré la puerta y lloré porque fue la única manera de liberar la angustia contenida y cuando terminé de llorar me masturbé con tanta fuerza hasta lastimarme mientras temblaba compulsivamente sin poder contenerme. Hacía un mes que esperaba desesperadamente volver a verlo, tocarlo, olerlo.
Esa noche con mi marido me propuse volver a ser como antes, mucho más cariñosa y tierna, le dije cuanto lo amaba, lo colmé de caricias suaves, besé todo su cuerpo comenzando con los dedos de los pies a los que chupé uno por uno, las piernas, los muslos, las ingles, los testículos, lo hice dar vuelta y lamí su ano hasta hacerlo estremecer, ensalivé su espalda, mordí hasta hacerlo gritar su nuca, me comí su lengua hasta dejarlo sin aliento y chupé su verga hasta hacerlo terminar en mi boca y me tragué su leche como si se tratase de mi único alimento en varios días. Cuando logré que tuviera una nueva erección me la metí en el culo, situada en cuclillas sobre él, logrando que llegara completa hasta el fondo, provocando nuevos dolores ya que en la base la tiene bastante más gruesa y hasta ahí empujé hasta que entrara. No sé por qué actué así, además de la calentura creo que pudo haber algo de agradecimiento a mi esposo por su discreción, comprensión y esfuerzos por satisfacerme pero más me inclino por creer que intenté demostrarme y convencerme que lo de Xavier estaba por suerte terminado y que solo se había tratado de una fantasía, muy excitante pero pasajera.
Pasaron los días y pareció que todo volvía a la normalidad pero no era así, yo había cambiado, y esos cambios se vieron manifestados en mi manera de vestir, en mis relaciones sexuales pero sobre todo en mi nueva forma de ver a los hombres en quienes quería encontrar, sin darme cuenta, a un Xavier que me diera lo que tanto había imaginado y necesitaba de manera imperativa. Poco a poco mis faldas treparon sobre mis muslos, mis escotes bajaron buscando la base de mi esternón, los botones se abrieron, las miradas se intensificaron provocando a más de uno, los perfumes y maquillajes se tornaron mucho más intensos, aparecieron algunas transparencias y mi vulva estuvo constantemente mojada. Simultáneamente se intensificaron mis prácticas onanistas, compré otro vibrador un poco más grande y suave y lo convertí en un artículo de uso diario. A mi marido, que nunca objetó mis cambios, no le di tregua, llegando a tenerlo al final del mes completamente extenuado, dando claras muestras de requerir un descanso y esa tenue señal me bastó para ignorar su amor y entrega y justificar la nueva actitud de salir a buscar fuera de casa lo que sentía que me faltaba, pero no hizo falta porque al comienzo del siguiente mes, cuando menos lo esperaba reapareció Xavier presentándose en el consultorio de la misma manera que lo había hecho la primera vez es decir en silencio y desnudo con la única diferencia de que esta vez su pene se presentaba en un estado de incipiente erección.
Ya te informé la vez anterior que no es necesario que te desnudes, le dije fingiendo una indiferencia que no sentía e igual que la otra vez calló, no dijo nada y esperó a que lo revisara. Faltaste un mes, insistí para ver si le sacaba alguna palabra y solo dijo: tuve problemas. ¿Qué problemas?, si es que se puede saber. Me lastimé, dijo sin dar explicaciones. ¿Qué fue lo que te lastimaste? Bajó la vista, se sonrojó y solo atinó a decir: no tiene importancia, ya pasó. Mira Xavier soy médica, te estoy revisando y es mi obligación saber que te ha pasado, ¿qué fue lo que te lastimaste? El pene, respondió sin dar más vueltas. Como única respuesta le ordené que se acostara boca arriba sobre la camilla mientras me calzaba los guantes de látex preparándome a examinarlo.
Antes de acercarme a la camilla verifiqué que la puerta estuviera bien cerrada para dirigirme inmediatamente a la polla de Xavier que esperaba plácido tendido boca arriba. No dudé ni fui con vueltas, le ordené que abriera ligeramente las piernas, con una mano sujeté sus testículos y con la otra sostuve delicadamente el pene moviéndolo a cada lado para facilitar una mejor visualización. Pude observar una ligera cicatriz muy superficial sobre un lateral del prepucio y lo empujé hacia abajo liberando por completo el glande. ¿Duele? Pregunté y ante la negativa volví a cubrir el glande. Repetí este movimiento unas tres veces y el resultado no pudo ser otro que una formidable erección. Siempre con su polla en mis manos le dije, como para arrancarle una sonrisa ¿sabes? De esto no morirás. ¡Que bien! Contestó mientras me contemplaba. ¿Cómo fue que te lastimaste? Con una cremallera. En qué apuros te encontrarías… No respondió y entonces sin soltar su polla que parecía crecer cada vez más me salió decirle sin ningún pudor o vergüenza ¡fóllame!
Si hubiese hablado chino quizás me hubiese entendido mejor, Xavier dio claras muestras de no creer qué era lo que le estaba exigiendo, por lo visto no estaba acostumbrado a que le ganaran la iniciativa y cuando intentó hablar no le di tiempo a nada, no iba a esperar otro mes por otra oportunidad, casi gritando le ordené: ¡que me folles! ¡Que me la metas! Si, si, claro, dijo, pero ¿aquí, ahora? Si, aquí, ahora y siempre, fóllame, tras lo cual se levantó de la camilla, se acercó, me abrazó y me levantó como si yo fuese una pluma. Yo colaboré abrazando su cintura con mis piernas y al apoyar mis manos sobre la camilla facilité lo mejor que pude su acceso permitiendo que me la metiera sin contemplaciones toda y de una vez haciéndome sentir un estremecimiento inédito tan intenso que me dejó al borde del desfallecimiento. No había casi contacto físico, yo colgada de su cintura y volcada hacia atrás, con la espalda arqueada, él sosteniéndome de los glúteos con su estaca clavada en mí a modo de tarugo que sostiene un tornillo. Era su polla contra mi coño, una terrible energía y nada más. No me había equivocado, este joven era todo lo que imaginé y mucho más, me folló en esa posición sin detenerse hasta eyacular y en ese momento en lugar de sacarla como hubiera hecho cualquiera se siguió moviendo hasta volver a ponerse erecto y siguió empujando como lo haría un león salvaje con la leona alzada hasta acabar nuevamente llenándome de tanta leche que pude sentir al derramarse como se desplazaba por mis muslos. Cuando dejó de estremecerse se apartó, se calzó el traje de baño y se retiró sin decir adiós. Yo quedé jadeando, sin aliento, satisfecha, feliz por sentirme una puta, decidida a no detenerme jamás.
Ya en casa, sola y más tranquila tomé una ducha altamente estimulante. Al contrario de una mujer violada acariciar mi cuerpo sucio me causó infinito placer, agasajé a mi vulva con incitantes manoseos orientados a agradecer los intensos momentos de placer que me había ayudado a vivir y lamí mis dedos intentando aprender los sabores de Xavier a quien ni siquiera había besado y aunque me sentía plena necesitaba más pero no desesperé, pronto llegaría mi marido para completarme. Emulando a Xavier lo recibí completamente desnuda abriendo la puerta de par en par sin importarme que me vieran lo que le causó mucha gracia y provocó que comentara risueñamente que estaba loca, que como me las traía y que esa noche nos íbamos a matar. Cené desnuda actuando como creía que lo haría una puta, lamiendo cuanto objeto fálico hubiera sobre la mesa, acariciando su polla cada vez que la tenía cerca, abriendo las piernas para dejar bien expuesta toda mi intimidad. Tanto hice que no llegamos a la cama, mi marido me forzó a inclinarme sobre la mesa dejando mi culo bien parado, untó mi ojete con mayonesa y me metió toda su polla lentamente logrando que sintiera y gozara cada centímetro de su penetración anal mientras comentaba que hoy estaba especialmente atractiva, que no sabía todavía bien de qué se trataba, que además de mi nueva actitud desnudista había algo diferente y luego de un rato, cuando estaba por eyacular dijo: ya sé, hoy hueles diferente. ¿Y te gusta? Pregunté, a lo que respondió “me enloquece”.
Todo ese mes follamos con Xavier como dos desesperados casi diariamente y yo me sentía cada día más hembra. Me parecía que me estaban creciendo las tetas, que se me ensanchaban las caderas, que se me alargaban las piernas y mi boca se asemejaba cada vez más a la de las putas, ahora la pintaba de un rojo carmesí intenso y estiraba permanentemente los labios besando imaginariamente a cualquiera que estuviese dispuesto a darme placer. Mi marido se excitaba cada día más y también me penetraba diariamente por vía anal lo que me calentaba más, razonaba como las putas: el culo es solo para mi hombre todo el resto para todos los hombres. Luego de culearme me lamía y chupaba mis jugos hasta hacerme llegar dándome cuenta que cada vez que lo hacía intensificaba más su pasión hasta que llegué a la conclusión que era el olor o sabor de Xavier lo que lo estimulaba de manera tan especial. Para comprobar si estaba en lo cierto comencé a dejar de lavarme secándome apenas con una toalla o un papel higiénico luego de las sesiones de sexo clandestinas y no me sorprendí cuando comprobé que no solo no me dijo nada sino por el contrario esas veces que estuve sucia me lamió mucho más y con mayor desesperación.
Durante la revisación del mes siguiente uno de los compañeros de Xavier, el menos agraciado, un gordito bastante insulso, me consultó acerca de una supuesta dolencia. Me dijo que sentía una irritación bastante molesta en la piel del pene y preguntó si podría recomendarle alguna pomada. Pensé en ese momento dos cosas: sin duda la consulta era una excusa y este muchacho había estado hablando con Xavier. Debía tomar una rápida decisión y lo hice. Desnúdate y recuéstate sobre la camilla que te revisaré le dije mirándolo fijamente y él obedeció con una sonrisa que solo reflejaba felicidad. Resultó que el gordito tenía una polla casi mejor que la de Xavier, más gorda y brillosa que se paró instantáneamente de solo mirarla palpitando a ritmo cardíaco, dando la sensación de querer explotar. Veamos le dije, mientras la tomaba con mis manos y él dejaba caer su cabeza hacia atrás quedando sus ojos completamente blancos, no parece que le pase nada, yo creo que necesita un poco de esto y comencé a lamerla como quien lame un helado, corrí su prepucio bien hacia abajo y me la metí toda en la boca sintiendo por primera vez en mi vida algo que traspasaba mi garganta lo que a mí me provocó arcadas y a él una eyaculación excesivamente abundante que llenó tanto mi boca como mi estómago y unas palpitaciones de su glande que agredieron mis amígdalas dejándolas irritadas. Me parece que ya estás curado, le dije. Me parece que sí, respondió, eres una doctora fabulosa, gracias, y antes de retirarse preguntó ¿puedo volver cuando lo necesite? Solo dije: vuelve cuando quieras. Y se fue a nadar. Y otra vez se reunieron para relajarse, hicieron comentarios dirigiendo sus miradas hacia el balcón desde el que los miraba ahora sí con mi falda amplia, las piernas abiertas y sin bragas y todos nos sonreímos con complicidad.
Al día siguiente nos encontramos con Xavier en un apartamento prestado por un amigo y fue la primera vez en esos meses que intentó hablar antes que follar reprochándome de alguna manera mi experiencia con el gordito. Serénate le dije, que lo nuestro es solo sexo y yo follo con quien quiero por otro lado si no quieres que vengan a mi no hables de más. Tan puta eres. No, más puta quisiera ser. Me pidió entonces que lo esperara un par de minutos que aproveché para quitarme la poca ropa que llevaba puesta y cuando regresó no estaba solo, venía acompañado por otro de los nadadores tan fuerte y tan atractivo como él. Desnuda como estaba, sin atinar a cubrirme lo desafié diciendo: es que no puedes tú solo con una frágil mujer. Con una mujer tú sabes bien que puedo pero para una verdadera puta hace falta más, por eso invité a Luis, entre los dos te haremos bien puta. Me incliné sobre la cama, con algo de gracia y bastante desenfado abrí las piernas y dije: Vamos, que no puedo esperar…
Y yo que me había propuesto que el culo fuera solo para mi marido, qué ingenua había sido, mi intensión no llegó más lejos que esa tarde y desde ese día mi marido sería un completo cornudo, ya no tendría nada mío en exclusividad, desde que los vi supe que a estos chicos no se los podría negar. Esta tarde, sin que yo me lo hubiera propuesto comenzaba una nueva etapa, además de muy puta debería ser muy cínica y esta posibilidad también me excitaba. Quisiera aclarar que el hecho de que mi marido se convirtiera en un completo cornudo no era un fin sino una consecuencia, nunca ni él ni yo tuvimos alguna conversación al respecto, ni yo le he pedido nada ni él ha consentido con algo pero claro, si estás casado con una puta que anda por la vida fallándose a cuanto tío le da la gana tú eres un cornudo y si ella no lo confiesa deberá ser muy cínica para que no la descubras.
Los chicos se acostaron uno a cada lado dejándome en el medio aunque libre para hacer lo que quisiera y lo que hice fue lo que se hace en estos casos, cogí cada una de las pollas con mis manos y las acaricié primero y sujeté bien fuerte después aplicándoles un movimiento de sube y baja que los obligó a cerrar las piernas tensionándolas para no eyacular. Acto seguido me arrodille entre ellos y metí sus pollas en mi boca, primero la de Xavier, luego la de Luis y por último ambas al mismo tiempo para lo cual tuve que estirar mis comisuras al máximo. Mientras los lamía los sujetaba del culo y en muchos momentos posé mis dedos en la puerta de sus anos y ninguno de ellos dio muestras de rechazo a ese tipo de provocación. Dediqué bastante tiempo a lamerles las bolas, cosa que me encanta y provoca abundante secreción salival que facilita la posterior felación y me prepara para intentar tragar enteras sus pollas aún sabiendo que al empujar traspasaran mi garganta causando sensaciones de vómito. Cuando me harté de chupar Xavier se levantó y me alzó obligándome a colgarme de su cuello y permaneció parado con las piernas abiertas con su garrote incrustado en mi coño provocándome el conocido placer y entonces sucedió algo nuevo para mí, Luis se acercó desde atrás haciéndome pensar que me colocaría su verga en el culo concretando la doble penetración pero en lugar de eso se apoyó contra mi y comenzó a besarme, primero la nuca, luego el cuello, las orejas, las mejillas, la cara completa llenándola de saliva y por último la boca metiendo su lengua entera, pasándome su saliva y recibiendo la mía como si fuésemos dos sedientos en el desierto y fue tan intenso lo que me hizo sentir que casi me olvidé que Xavier me tenía sostenida con su polla que oficiaba de punto de apoyo a modo de perchero.
Yo me había propuesto no besar a nadie, lo mío debería ser solo follar pero Luis con sus besos y caricias me mató de placer y cuando creí que ya no tenía más nada para darme recién en ese momento apoyó su polla contra mi culo y empujó sin descanso hasta que entró completa comenzando un movimiento de entra y sale que se acopló perfectamente con el de Xavier, cuando uno entraba el otro salía, funcionando como una experta orquesta en la que cada instrumento sonaba como debía. Cada uno de ellos acabó dos veces sin tener necesidad de sacarla y a mi me llevaron al orgasmo en no menos de cinco oportunidades dejándome prácticamente extenuada. Disfruté mucho y se los agradecí con una mamada final y dejándolos acabar sobre mi cara que quedó tapada por el semen con los ojos inundados, casi ciega.
Durante este nuevo mes follé casi a diario con cada uno de los cuatro alumnos pero teniendo el cuidado de que Xavier y Luis vinieran siempre juntos. Una sola vez reuní a los cuatro y me los follé uno a uno y a cada uno le entregué el culo y los mamé hasta el hartazgo pero en ese gang bang no me hicieron doble penetración, y no fue porque yo no quisiera, simplemente no se dio. Lo que me dio mucho placer fue estar arrodillada en el piso entre los cuatro y lamerlos y chuparlos uno a uno mientras sujetaba otras pollas en mis manos. También me encantó que los cuatro acabaran en mi cara dejándome a la miseria.
A pesar de estas intensas experiencias cada día seguía teniendo mis sesiones de sexo anal con mi marido que continuaba sin preguntar ni cuestionar nada, solo una vez se tocó el tema y fue así: me dijo que había notado que mi esfínter se había agrandado, que su polla entraba sin ninguna dificultad y que temía estar causándome algún daño o que al no estar tan apretada como antes que yo no estuviese sintiendo el mismo grado de placer. No te preocupes le dije, yo gozo como siempre, ¿por qué crees que se habrá dilatado? Seguramente por el uso intenso. ¿A qué te refieres? A que lo usamos casi todos los días. Es que me encanta ¿Y a ti no te gusta? ¿Qué si me gusta? Me vuelve loco, ya lo habrás notado, solo me preocupé al notar que ya no ofrece resistencia. ¿No creerás que yo…?
Y en ese momento me dio la respuesta que yo creo que hoy define nuestro matrimonio. Me dijo: Mira amor, yo no creo ni dejo de creer nada, soy tu marido, no tu dueño, estoy contigo porque es lo que deseo y entiendo que estás conmigo por los mismos motivos, lo cual me halaga mucho. A tu lado soy feliz y deseo seguir siéndolo. Anhelo intensamente que tu lo seas y jamás te preguntaré ni cuestionaré nada así que si a ti no te molesta que se te dilate el culo, pues sigamos por la vida con tu culo dilatado que a mi me hace muy feliz…