Soy tu amigo

Una linda amistad entre un Amo y su amiga sumisa.

Tujefe dice:

Cuando yo practico el sexo anal casi nunca dilato a nadie...espero poco a poco que la cabeza de mi polla se abra camino. Claro que lubrico un poco, pero me gusta sentir que rompo el culo de la mujer.

Ella dice:

tu siempre sabes elegir las palabras

Ella dice:

aja

Ella dice:

y a ella le duele cuando haces eso?

Ella dice:

eso es lo q te gusta?

Tujefe dice:

eso produce un poco de dolor...pero eso tambien me gusta...que sienta que lo rompo...que la uso porque a mi me gusta. Ha habido ocaciones en que lo he conseguido con mujeres que no les gusta en absoluto el sexo anal...asi es mas excitante incluso.

Ella dice:

ya

Ella dice:

depende d como lo hicieras,,,,,m daria miedo

Tujefe dice:

pues asi...la primera chica que me permitio...o me insinuo más bien, que podia usar su parte trasera fue una de mis mejores amantes.

Tujefe dice:

y miedo es lo que quisiera que sintieras...me gustaria atarte y tenerte a mi disposicion...para despues darte unos pequeños golpes en el culo para ablandar la carne..despues..

Si, aquel había sido uno de los momentos del MSN más recordados de los que había vivido. Era una conversación de amigos, de dudas y respuestas, para aclarar temas, pero había estado intercalando pequeñas insinuaciones que esperaba calaran en su mente de una manera inconsciente, lenta pero segura. Muchas veces lo recordaba con una sonrisa en mis labios, cuando estaba en mi trabajo o en reuniones. Era mi secreto particular y nadie podía imaginarlo. Mis amigos veían al profesional de siempre, amable y cumplidor de su trabajo y compañero sincero. Pero yo tenía un secreto: una sumisa pronto me visitaría.

Habíamos quedado que ella aprovecharía su asistencia al Congreso en la ciudad para conocernos, hablar y conversar mas acerca de nuestras aficiones y la manera como veíamos el BDSM. Además, el tiempo del chat nunca se puede comparar con una buena conversación al calor de un café. Ella no había sido sumisa de nadie. Incluso no estaba segura de serlo. Simplemente le gustaba mirar, leer y aprender, cuando su tiempo en la oficina se lo permitía. Pero últimamente necesitaba y deseaba conversar con alguien que hubiese tenido mayor experiencia y se puso en contacto con un Dominante fuera de su cuidad para mayor seguridad y que hubiera aportado en los temas que mas le interesaban. Y me eligió a mi afortunadamente. Quedamos a una hora después de terminado el Congreso para tomar un café cerca de allí. No tomaríamos alcohol ni era una cita ni mucho menos. Solo conversar. Además sería la primera vez que nos veríamos personalmente y no había razón para apresurarse.

  • Hola, como estas Rosa.- la llamé por su nombre secreto para que me reconociera. Ella dio un respingo y me miro. – Hola – con una pequeña risa nerviosa – tú eres el Jefe? – mirándome de arriba abajo, como midiendo cuanto era yo merecedor de su atención.

Comenzamos a hablar, pero nuestro tema no era fluido ni podíamos tratarlo tan abiertamente debido a la cantidad de gente que había en el te/café. Aunque nadie nos prestara atención sentíamos que éramos observados por nuestras diferencias. Ella toda una señora, elegante, muy guapa y de buen cuerpo, con un vestido caro de amplia falda y blusa a juego. Recordé que yo le había dicho que ese tipo de vestidos me gustaban, pero me recriminé inmediatamente porque simplemente era una coincidencia. Yo era uno más del montón, de su misma edad, pero tal vez un poco más alejado en la escala social.

  • Vamos a mi piso – dije – allá podremos hablar mejor -. Rosa me miró a los ojos largamente, apretando los labios y queriendo penetrar en mi mente y descubrir que pensamientos oscuros podría yo tener hacia ella. Luego de unos largos segundos suspiró y dijo – vale, pero será solo unos momentos. Mis compañeras me esperan esta noche para salir esta noche. - Mi corazón comenzó a latir a mil por hora, pero los colores no se me suben fácilmente a la cara, así que muy calmadamente la conduje hacia ese nuevo sitio.

Cuando llegamos le ofrecí un zumo de frutas, yo tomé un refresco y nos sentamos uno frente al otro. Nuestra conversación comenzó a fluir mas abiertamente, y nos acordamos de nuestra cordialidad habitual en el chat, donde habíamos llegado a ser muy cercanos. De un momento a otro hablábamos de las vestimentas del BDSM cuando ella me dijo – Recuerdas que me dijiste que te gustaba mucho la lencería, sobre todo los encajes?. Yo he comprado uno de los modelos que creo te gustan –. Tragué una pequeña bola que no sabia por que tenia en mi garganta y le dije como si fuera lo mas natural del mundo: - No me digas. Y lo traes puesto hoy? - Ella me miró y se sonrojo profundamente – Si – bajando los ojos. – Pues enséñamelo y te diré si es así -. Se levantó muy lentamente, me dio la espalda y comenzó a subir su larga falda. – No – la detuve antes que lo consiguiera, - siéntate donde estabas y abre las piernas. Así será mas interesante para mi -. Me miró como dudando que había escuchado esas palabras; pero una orden había sido dada, abiertamente, y a ella le correspondía decidir si obedecer o no. Se sentó nuevamente, recogió su falda hasta las rodillas y abrió sus piernas muy lentamente.

Sentí que pasó una eternidad hasta que finalmente abrió las piernas con una gran amplitud. Un pequeño mareo de placer recorrió mi cerebro, pero no era tiempo de pensar en nimiedades. – Lo has comprado blanco. Me gusta, pero sabes que prefiero el azul oscuro o el verde oliva. – dije con toda la calma que pude reunir. La miraba como si fuese cosa de todos los días tener a un bella mujer así, en mi sala. – Pero la chica del almacén me dijo que así estaba de moda – contestó. Yo la miraba y observaba lo bien que hacia juego con sus medias y liguero del mismo color y tratando de seguir conversando le dije - Muy bonitas esas bragas, sobre todo por la sombra que produce tu coño oscuro en esa región -. – Si? Tú crees? pero si me depilé antes de venir al Congreso –. – No me digas -. – Si, claro. Yo soy una chica muy limpia y delicada -. - No, de eso no tengo la menor duda...-. - Que? no me crees?-. - Si, si claro que te creo-. – No, no me crees. Mira, me cuesta muy caro como para que no se aprecie...si ves...depiladita y limpia -. Se apartó un poco bruscamente el tanga hacia la derecha y me mostró un coño arreglado con gran esmero. – Solo que me dejo este pequeño triangulo para que no se vea tan desvalido -. - Muy bien, de acuerdo...ya veo que si – dije con un hilo de voz que difícilmente pude escuchar yo mismo.

Seguí hablando de todo un poco y ella permaneció así, con sus piernas abiertas y terminando su zumo. –Y el sujetador? El conjunto está incompleto - . Me miró con los ojos llenos de rabia diciéndome – Tú crees que yo compro mi ropa en los chinos de todo a un euro? Claro que compré el conjunto completo, joder -. Y con estas palabras abrió su blusa hasta la cintura y me enseño un precioso y delicado sujetador de encajes blanco, que hacían perfecto juego con las bragas y las medias, tuve que reconocer. Su cara de triunfo solo competía con la mía de satisfacción. – Tienes unas tetas preciosas, muy blancas y bien cuidadas. Tu piel seguro utiliza los mejores productos -. – Si, yo me cuido la piel muy bien, con productos de fuente natural -. – Pero tus pezones deben ser muy oscuros...no se porque lo creo -. – No, en realidad en mi familia somos de pezones rosados. Si ves? -. Si, lo veía y no lo podía creer. Unos precioso senos de rosados pezones me miraban fijamente y algo en mi comenzó a crecer un poco como ellos. Porque estaban grandes, un poco arrugados y sé que no hacia frío en ese momento en mi apartamento. Rosa alternaba su mirada una vez a hacia ellos y otra hacia mis ojos.

Para salir de ese estado hipnótico me levanté y le dije: Deseas otro zumo? O prefieres que prepare algo para comer?. – No, gracias, ya he comido de los entremeses de la reunión y no me apetece nada. Podría ser otro café, pero primero debo ir al servicio, que tengo un pis -. Se levantó y le enseñe donde quedaba. Mire un poco su magnifica espalda cuando se fue hacia allí. Yo entré en mi cocina aliviado en que no tuviera que preparar nada, pues me hubiese cortado todos los dedos con el temblor que tenía en ese momento en las manos. Coloqué lo necesario en la cafetera y muy rápidamente tenía preparado dos aromáticas tasas de café colombiano. Mientras tanto ella había regresado a la sala, pues escuché sus pasos. Pues todo en una pequeña bandeja y lo llevé a la sala. Las manos ya no me temblaban afortunadamente, porque la encontré exactamente como la recordaba: con la falda recogida, las piernas abiertas envueltas en unas medias con liguero, unas bragas blancas de encaje y sus pechos afuera sostenidos por un delicado sujetador, mostrando unos pezones rosados de fábula.

Dejé la bandeja en la mesa para que ella se sirviera. – Por qué sigues así, con el sujetador recogido debajo de tus tetas? – pregunte interesado. – No me has dicho que lo cierre nuevamente – dijo con mucha naturalidad. Si, esa era una buena razón, y no le dije que lo hiciera.

Continuamos hablando y llegó el tema del bondage. Yo no tenia mucha experiencia, pero ella la tenia aun menos. – Yo he visto que en el Club una rubia preciosa practica el self-bondage, recuerdas? Esa, la que se llama MariaNa – dijo con admiración. – Si, claro. Nas es una verdadera artista – le contesté – incluso hace unas rosas preciosas con las cuerdas. Una rosas preciosas como tú -. Ya lo había dicho, no podía echarme atrás. Un silencio prolongado se hizo mientras tomábamos unos sorbos de nuestros cafés. Le comenté que incluso había comprado un poco de cuerda para cuando tuviera oportunidad de practicarlo. Ella me preguntó si debía ser especiales y yo le contesté que se supone que si, que hay ciertas especificaciones. Se mostró interesada, no tanto por las técnicas, si no saber que se podía sentir estar atada. Después de unos minutos me dijo que le gustaría verlas.

Fui a mi cuarto y las traje. Se las mostré y ella las palpó con curiosidad, casi como si fuesen a cobrar vida y atarla por su cuenta. Me miró a los ojos con una suplica, pero yo me hice el desentendido. Quería que lo dijera con palabras, que sintiera humillación y fuese consciente de sus actos. Volví a mirar mi café y ella me dijo – de verdad quieres practicar? Si quieres yo te ayudo -. – Vale, me parece bien – dije calmadamente, mientras una carcajada estallaba en mi interior. – Pero deberás quitarte la falda y la blusa, que me entorpecerían mucho -. Ella se los quitó sin ninguna prisa, como en un estado nebuloso. Comencé mi tarea, pero me detuve. – Deberemos ir a la cama, porque sabes que tengo un problema en mi espalda y no puedo hacer grandes esfuerzos -. – Si, cierto, lo había olvidado, perdona – me respondió comprensiva.

Fuimos a la habitación y se acostó sobre la cama. Continué mi trabajo, pero lo volví a interrumpir. - Las bragas se podrían dañar con las cuerdas y además como son nuevas es mejor que te deshagas de ellas también -. – No, eso si no. Me tendrás a tu merced y no podré defenderme. Solo vine a conversar un poco y mira como me encuentro: casi desnuda y ni siquiera te conozco bien -. Una sonrisa sarcástica afeó mi cara, pero logré decirle – pero tu confías en mí. Lo dicen tus actos, entiéndelo -. Me miró nuevamente como queriendo adivinar como se movían los engranajes de mi mente, pero con calma de quitó el tanga. Ese triunfo de mi mente sería lo más grande que tuve esa noche, porque afuera ya Madrid estaba entrando en su vida nocturna. Pero allí, mi habitación era otro mundo, algo que no existía si no solo para nosotros. Nuestra realidad.

Tardé unos veinte minutos completar un bondage que muy seguramente no presentaría en ningún concurso, pero era mío y tenia una verdadera sumisa atrapada. Lo había logrado.

No volví a hablarle. Solo apreciaba mi obra con orgullo de artista, de creador. Tomé un pañuelo que tenia por si las ocasiones eran propicias y que mejor que esta. Tenia un poco de mi perfume, pues quería que la privación del sentido de la vista aumentará sus sensaciones olfativas y así dejar un recuerdo duradero en su mente. Tapé sus ojos con su colaboración, pues subió un poco su cabeza para facilitármelo. Continué tocándola, como un paquete bien envuelto para regalo. Sus nalgas eran preciosas, lo mismo que su coño, que se apreciaba recogido en ese hueco precioso que forman la piernas cerradas, pero las rodillas flexionadas hacia delante. Pero sobre todo eran preciosas porque ahora eran de mi propiedad.

Mi instinto animal, de macho dominante hacia que mi pene estuviera completamente duro y ansioso; así, que comencé a tocarla con el, como señalando mi territorio. Deseaba que mi olor se impregnara en ella, que todos descubrieran mi olor en su cuerpo. Que supieran que era mi hembra, que era de mi propiedad y que era así porque yo y ella lo queríamos. Cuando pasaba por su cara ella la apartaba con un ligero movimiento, pero no impedía que repasará todo el contorno de su perfil. Volvía a mis procedimientos sin hablar y sin decir una palabra. La siguiente vez no se movió, pero tampoco tomó una iniciativa. En mi tercer intento estaba jadeando, así que solo fue una casualidad que la cabeza de mi polla se apoyara un poco en sus dientes. Solo la mojé un poco y seguí con mis actividades, tocando, palpando, conociendo y oliendo. Oliendo, porque había un olor que no había sentido hasta entonces. Olía a otro cuerpo, pero no olía a sudor, olía a hembra. Olía a hembra en celo, a hembra excitada, a hembra dispuesta. Y ese olor solo podía venir de un lugar especial, así que quise comprobarlo. Su coño estaba cerrado, pero permitió la entrada de mis dedos con gran facilidad, con gran familiaridad, como si los estuviera esperando. Saqué mi mano mojada y la olí. Si, olía a hembra, a mi hembra. Pasé un poco de ese liquido viscoso que me volvía loco por la cabeza de mi polla y lo extendí en el tronco. Me alcanzó bastante, porque era abundante.

Volví a abrazarla a todo lo largo de su cuerpo, quería que me sintiera, que comprendiera que apreciaba su regalo, su sumisión. Mi cabeza se en encontraba la altura de sus pantorrillas cuando sentí que recibía una descarga en la ingle. Ella había tomado mi polla en su boca y me la mamaba acompasadamente, sin prisas, como comprendiendo lo que quería decir con mi abrazo. Una comunicación especial había en nuestros cuerpos. No hacia falta palabras, solo nuestras vibraciones. Sus mamadas eran fuertes, con ganas, pero con pequeños movimientos. Me separé de ella para apreciar mejor como entraba y salía mi pene de su preciosa boca cuidada. Esos labios acostumbrados a los pintalabios mas caros ahora rendían homenaje a mi pene.

Ahora nada me podía detener. Necesitaba afianzar mi propiedad sobre ella. Debía dejar mi marca imborrable en su cuerpo. Tomé un poco de aceite para el cuerpo y lo puse en el ojo del culo, pero solo metí un poco el dedo, no mucho. Coloqué una buena cantidad en mi duro pene y la tomé por las caderas. Aplique una presión constante, no brusca, pero constante. Tener la sensación de cuando la cabeza de mi polla entra venciendo la fuerza de su esfínter externo, pero aun queda por abrir el interno, es como que me ahorcaba. Pareciera que no puedes mas. Que solo admitirá la cabeza, que se ha quedado a medio camino, aprisionada. Mantuve un poco más mi presión y sentí que un gran suspiro salió de su boca, o fue un pequeño grito...pero solo pequeño, porque le gustaba que la usara. Luego un poco mas de presión y mi polla se fue deslizando por el cilindro de su culo. Poco a poco llegó hasta que mis cojones llegaron a su coño. Descansé un poco para que mi polla pueda sentir el calor de su culo. Porque es muy relajante sentir ese calor de perra, de mujer sometida. Después comencé el habitual mete y saca, despacio, disfrutando del momento. Era muy interesante el ver que la piel de tu culo comenzó a deformarse, a ablandarse, comenzó a salir un poco junto con mi polla. Luego de unos momentos no había la más mínima dificultad de seguir follándola por detrás. Muy rápidamente conseguí tener un placer muy grande, pero sobre todo por verla allí, expuesta y abierta, con el culo muy dilatado. Tanto que podía sacar la polla y mirar ese ojete que intenta recogerse y parece un beso de despedida. Pero no...vuelvo a arremeter contra el, para que no tome tanto descanso. Mis movimientos se aumentaron en intensidad y escuchaba tus gritos. Mi mente reaccionó un poco para prestar atención a esos lamentos, pero pude identificar que no eran mas que lamentos de placer. Se quejaba de una manera acompasada con mis arremetidas, a un perfecto ritmo. Quería meterme completo en su culo, hundirme en esas nalgas y partirla en dos. Su gran grito casi no lo pude escuchar, pues estaba llenando de leche ese agujero que me produjo tanto placer. Pero no había terminado. Faltaba la culminación de ese acto de propiedad: mirar como gotea mi semen saliendo de su pobre culo, un poco adolorido. Hermoso, solo se me ocurre esa palabra para describir lo que sentí al ver ese espectáculo.

La abrace desde atrás y me quedé dormido unos diez minutos, de tan exhausto que estaba. Cuando desperté la miré y vi que también estaba dormida. Comencé a desatarla muy lentamente, como con temor de perturbar su sueño. Aún dormida fue recuperando poco a poco la movilidad, hasta que se estiró a todo lo largo de la cama y continuo durmiendo. Solo hacia falta tomar una fotografía de su sueño de paz, de satisfacción. Creo que así debe haber dormido cuando era pequeña, cuando no había nada en el mundo que le preocupara. Pero no la fotografié. Sabía que esa imagen y esa sensación habían quedado en mi mente para siempre.

Velé su sueño durante dos horas, hasta que despertó con una sonrisa en los labios. Fue al baño y regresó para vestirse. Se vistió y maquilló sin decir palabra, solo me miraba de vez en cuando, como si quisiera asegurarse que yo realmente estaba allí. Tomo sus cosas, agarro mi mano y me llevó a la sala. – Ha sido una muy buena practica, gracias. Me has hecho saber las sensaciones más intensas que he tenido en mi vida y te lo agradezco -. Qué se responde a eso? No sé, solo se me ocurrió decir – No, gracias a ti, a tu entrega, se ha conseguido lo que hoy pasó -. - Seguiremos conversando por el MSN, eso es seguro. Y te llamaré y te pediré consejo. No sé que haré de ahora en adelante, pero sabré que estas allí. Pero sabes que volveré. Maldita sea si lo sabes – me dijo con una sonrisa hermosa, de amiga. – Soy tu amigo – solo eso atiné a decirle.

Se levantó y se despidió de mi, tal vez para siempre. - Sabes que te quiero, pero yo a ti más.