Soy Soraya. relato de una perversión

de como cai en una muy grata y esperada carrera de lujuria y perversion sexual

LA MADRE DE JOSÉ 2. Esclava de mi suegro.

Entregada a la lujuria, y a la humillación. Un relato de Soraya la novia

de José.

Me llamo Soraya, y supongo que todo pasó, porque tenía que pasar, o porque quería que pasara. Si habéis leído la primera parte de "La Madre de José", sabréis un poco quien soy. Por que yo soy, la novia de José.

Cuando empiezo este relato, ya han pasado unos años de aquel primero. Unos cinco. Y estamos preparando la boda de mi hermana Leonor con Pablo, el hermano de José.

La boda la estábamos preparando muy rápidamente, porque Leonor esta embarazada.

Hemos decidido hacer una gran reunión familiar, que empezara unos días antes del enlace, y que culminara con la fiesta de la boda. El plan era hacer las cenas despedidas el mismo día, pero separadas. Y al día siguiente irnos todos juntos ha hacer algo divertido. La boda era en una gran finca hotel a la que nos trasladaríamos tanto para la ceremonia como para la fiesta posterior. Y allí teníamos habitaciones para todos, para evitar desplazamientos después del convite.

Seriamos muchos invitados a la fiesta, pero para las despedidas éramos menos, y no todos habían podido confirmar la asistencia. Uno de los que no lo había hecho era Ferru.

Ferru es, el amigo de José.

Hacía unos tres años que no lo veíamos. Pero habíamos revuelto cielo y tierra para localizarle, a todos nos hizo mucha ilusión cuando nos confirmó su asistencia a la boda, pero nos dijo que no estaba muy seguro de poder ir a las despedidas.

Así que llegó el gran día.

Al menos la noche de las cenas. A nosotras las mujeres, nos recogía en mi casa un autobús, nos llevaba a un restaurante, después a una discoteca y luego nos devolvería a casa, sobre las tres, porque al día siguiente había que madrugar, al menos a la que quisiera regresar. A los chicos otro autobús les haría un servicio parecido.

Yo tengo muchas ganas de marcha esa noche, tengo 23 años y estoy bastante bien. No soy muy alta, escasamente 1,65m, pero me gusta ponerme unos taconazos de infarto, de unos ocho ó diez centímetros, así realzo mi figura y marco un bonito culo. No soy una bellezón de infarto, pero dicen que con mi melena morena tengo cierta belleza racial. Y mis pechos no pequeños, son erguidos y suelo potenciarlos con sujetadores de copa baja, para poder mostrar un buen escote. Para la cena había elegido un modelito marrón de minifalda peto y una torera ajustada, que marcaba mi busto.

Me había puesto unas botas marrones de caña alta, con un tacón de diez centímetros, estaba matadora.

José me había puesto mala cara cuando me había visto así vestida. Y eso que le había insinuado que no bebiera demasiado, para que me hiciera los honores al volver a casa.

La noche había sido genial. La cena la habíamos regado con un buen vino, y el espectáculo del Boy, que habíamos contratado nos había puesto a mil. Después en la disco me lo había pasado genial. Me había dado cuenta que los tíos hacían cola para bailar conmigo, y eso me había subido la moral un montón. Las cosas con José no iban mal, pero tampoco demasiado geniales, y yo estaba un poco depre.

A las tres, nos habíamos quedado solas tres chicas. Paula, Helena, la hermana de José y yo. Las demás se habían marchado en el bus. Cuando fuimos a la barra a por una copa, un cachas de infarto desde el otro lado de la barra nos tiraba besos y nos hacía guiños.

Paula y yo nos cachondeamos un montón, pues íbamos bastante puestas, cuando el tío se nos acercó.

Paula es una amiga de hace un montón de años, recien casada y más que un poco loca, pero me extrañó que de repente se lanzara a los brazos del cachas y le diera un montón de besos.

No se si el alcohol que yo había tomado me había nublado la vista, pero el cachas, que estaba al lado era Ferru, el amigo de José.

La verdad es que había cambiado, antes era alto pero desgarbado, ahora, su metro noventa estaba escoltado de un torso increíble, la verdad es que estaba buenísimo.

Nos dijo que había llegado por la noche y ante la imposibilidad de localizar a nadie, pues se le había quedado el móvil sin batería, había optado por darse una vuelta por las discos de moda con la esperanza de localizar a José. Pero que la casualidad, le había hecho encontrarse con nosotras.

Me di cuenta de que no me quitaba el ojo de encima. Para esa hora yo me había desabrochado el peto y este caía sobre mi falda dejándome el ombligo al aire. Hacia poco me había puesto un piercing en el y la verdad es que no solía mostrarlo mucho. El me felicito por el look.

Para esa noche me había hecho unas mechas rubias y la verdad es que me favorecian un monton. Tambien picaramente me había alabado un colgante de Svaroski en forma de corbata que descansaba sobre mi pecho. No se porque, pero creo que en ese momento empece a ver a Ferru, no como el amigo de José, sino como algo diferente. Aunque me parecia una locura e intente quitarmelo de la cabeza.

Estuvimos una hora en la disco, bailando un montón, sobre todo Paula y Ferru. A Paula se la veía que le tiraba mucho y yo la verdad estaba un poco celosa. Así que hacia las cinco decidimos irnos a casa.

Ferru, tenía su coche fuera. Un escarabajo, azul metalizado. Nos metimos en el coche Helena y yo atrás y Ferru y Paula adelante. Paula llevaba un vestido de verano muy corto, con un escotazo de vertigo que le permitía mostrar mucha teta y mucha pierna que es algo que la ha gustado siempre, y vi como más de una vez, Ferru posaba su mano sobre su muslo disimuladamente durante el trayecto a casa.

Paula había llamado a Roberto, su marido, que le había dicho que llegaría tarde, pero que le esperase en casa de José. A Ferru, le habían ofrecido el sofá de casa, porque no tenía alojamiento hasta la noche siguiente en la finca donde íbamos a celebrar el sábado la boda.

Cuando llegamos a casa Ferru y Paula se quedaron en el salón, tomándose una copa, mientras que yo subía a acostar a Helena, que se encontraba bastante perjudicada. Cuando baje al salón, Paula estaba acostada en el sofá y Ferru la estaba haciendo un masaje, le había soltado los botones del vestido y le masajeaba los hombros y la espalda. Yo estaba sentada en el orejero observando las manos de Ferru, recorrer el cuerpo de mi amiga.

Ella estaba tumbada completamente en el sofá, y el hacia la mitad, casi a la altura de su culo y reclinado, masajeaba dulcemente los hombros de ella, de vez en cuando bajaba las manos por la espalda, y alguna vez, los dedos de el de deslizaban un poco por los costados del vestido, tanto hacia los pechos, como hacía abajo, hasta los glúteos, entonces ella marcaba limite y el volvía a zonas menos sensibles.

A ese juego habíamos jugado de adolescentes, cuando algún chico nos gustaba. Y aunque sabía que era peligroso, yo confiaba en la sensatez de mi amiga.

Subí a acostarme, y de paso a ver como se encontraba mi cuñada, y estando en la habitación recordé que me había dejado el bolso abajo con el móvil. Baje despacio para no molestar a Helena, que se encontraba durmiendo en su habitación ni a mis suegros que estaban tambien dormidos y cuando iba a entrar en el salón oí suspiros y jadeos. Me asome con cuidado a la puerta y vi como las mano de Ferru se habían perdido entre el vestido de Paula y le masajeaban fuertemente sus tetas. Mi amiga no objetaba nada, sino más bien lo contrario, lanzaba pequeños gemidos y alzaba el culo, restregando su vientre, contra el sofá. Ferru, tenía una erección prominente, puesto que un notable bulto se le formaba en el pantalón. Ferru, cambio la posición de sus manos deslizándolas hasta las caderas de ella. Y sus dedos debieron alcanzar el sexo de Paula, pues ella soltó un pequeño gemido. Sus dedos debían estar trabajándose el clítoris de mi amiga por encima del tanga que debía seguir llevando puesto, puesto que en un momento dado la alzo por las caderas y deslizo la prenda hacia abajo. Ella soltó un pequeño grito cuando uno de los dedos de Ferru debió introducirse en su sexo y empezó una rápida masturbación. Ella se mordía los labios y se removía compulsivamente en el sofá, restregándose más y más. Una de las manos de ella se había deslizado hacia la bragueta de el y liberándola le masajeaba suavemente la polla.

A mi la escena me turbaba y me excitaba. No podía apartar la vista de aquello que mi amiga tenia en sus manos y que hinchada y erecta lucía en todo su esplendor. Mi amiga debía estar al borde del orgasmo, por los espasmos que hacia, cuando Ferru paro el masaje, y alzándola nuevamente por las caderas hacía el hundió su cara entre sus piernas, y empezó a comerle el sexo rápida y salvajemente.

Paula se retorcía frenéticamente, apretando a y soltando la polla al ritmo de sus espasmos. Cuando le vino el orgasmo, se derrengo en el sofá.

Ferru se inclino suavemente y abriéndole ligeramente las piernas dirigió su miembro hacia el sexo de mi amiga, ella protesto ligeramente, pero exhalo un suspiro de placer cuando la verga de Ferru la penetró suavemente. Empezó un ligero metesaca que arrancaba suspiros y jadeos a Paula acompasados a los de él. Ferru no parecia tener prisa por acabar, el vaivén era suave, armonioso, delicado. Las manos de él agarraban los hombros de mi amiga, que abandonada al placer acompañaba con movimientos de su culo las penetraciones del macho, porque en aquel momento, Ferru, el amigo de mi novio José se había transformado en eso.

Nada quedaba en el del adolescente que yo había conocido. Con el que había jugado y al que casi había tomado por un hermano. Algo en mi estaba cambiando, y la excitación que notaba por eso iba en aumento.

Paula empezaba estremecerse en lo que no podía ser más que otro orgasmo, Ferru lo debía notar también pues incrementaba el ritmo de la penetración llevando a mi amiga hasta el limite cuando empezó a sonar un teléfono.

:- Roberto, es Roberto, mi marido-: dijo, Paula entre jadeos incorporándose a medias. Consiguió levantarse y acercarse hasta la mesa donde había dejado el bolso, tarea nada fácil puesto que llevaba su tanga a media pierna y la incomodaba andar.

Contestó al teléfono. Roberto debía detener ganas de conversación puesto que aquella duró bastante rato. Paula a duras penas disimulaba su trastorno, amparándose en la mala cobertura que tiene la casa.

Cuando Ferru se dio cuenta que la conversación iba para largo se levantó también y se acerco a la mesa y beso a Paula en el cuello a la vez que la inclinaba suavemente hacia delante, mi amiga no se resistió nada y colaboro colocándose de bruces sobre la mesa y abriendo todo lo que pudo las piernas. En esta posición le fue enormemente sencillo a Ferru volver a penetrarla. Paula ahogaba suspiros y jadeos apretando fuertemente la boca y dejando escapar solamente monosílabos, para que su marido no se percatara al otro lado de la línea de lo que estaba pasando. Mientras tanto los empujes de Ferru habían ganado en intensidad y también ahogaba sus propios jadeos. Tenia agarrada a Paula por las caderas y aumentaba la intensidad de la penetración para buscar su propio orgasmo, cuando ella cortando la llamada empujo el móvil lejos de la mesa y se derrumbo en lo que no podía ser mas que su propio clímax. Ferru apuro las embestidas y en un momento le vi tensarse y empujar un par de veces más hasta que se quedo completamente inmóvil sobre la espalda de ella. Paula se agito debajo de el y le dijo:-Roberto está camino de casa, llegara en diez minutos.- e incorporándose y mirándole a la cara: -eres un cabrón, podía haberse dado cuenta de todo-.

Ferru la sonrió. – Supongo que lo soy, pero no pensarías qué te iba a dejar a medias ¿no? -.

– ah, así que lo has hecho solo por mi, que considerado-. Respondió Paula, aunque no había recriminación en su voz, sino casi lo contrario. Su cara demostraba que se encontraba radiante. Ferru respondió besándola con firmeza, y cuando se separó la dijo. – Ojo por ojo y diente por diente, y si las cuentas no me salen mal, aún estas en deuda conmigo-. Y volvió a besarla.

Retrocedí rápidamente. No quería, estar allí más tiempo. Subí aceleradamente a mi habitación y me metí en la cama. Estaba excitada y no me podía dormir. No oía ruidos abajo, pero eso no me tranquilizaba. Y mi sexo me pedía cosas que no quería concederme.

Debí quedarme dormida. Aunque movimientos en la habitación me despertaron. Era José, que ya había regresado. Venia borracho, pero con ganas de guerra. Me beso dulcemente, él siempre era así. Y debió parecerle extraño que no le rechazara. Me beso los pechos a través del pijama y deslizó mi pantalón. Jugueteo un poco con mi sexo, que respondió rápidamente. Yo le dejaba hacer, abandonada dulcemente a un placer que me había prohibido minutos antes. Se hincó en mí, con una suavidad que lamenté. Necesitaba fuerza, fiereza y agresividad. Pero eso no me lo podía proporcionar él, al menos no esta noche. Por eso era yo la que le sujetaba con fuerza. La que gemía y se removía. La que se agitaba, y la que le pedía mas, pero él se agitó brevemente dentro de mi y noté como se corría rápidamente. Se retiró murmurando algo, diciéndome que me quería, pero yo no le quería oír. Me levante y me fui al baño.

Me senté a lavarme, pero comencé a tocarme.

Cerré los ojos y me trasporté a otra parte, a otro lugar, a uno en el que no sólo mis manos me tocaran. Empecé a notar oleadas de placer que me golpeaban. Acelere el ritmo de mis caricias, para acelerarlo y llegó, brutal, salvaje, demoledor. Me golpeo y se extendió por todos los poros de mi piel. Tuve que apretar fuertemente la boca para no chillar. Mis piernas casi no me sujetaban cuando volví a la habitación.

Al meterme en la cama, bese a José y le dije que le quería. Al fin y al cabo, la culpa no era del todo suya. El se había enamorado de una mujer y esa noche se había acostado con otra completamente diferente. Pero eso tampoco era culpa mía.

Cuando sonó el despertador, remolonee un poco más de la cuenta en la cama. José se levantó y se fue a la ducha. Salió muy rápido y se bajó a desayunar. Yo tenía que acabar de preparar la ropa para la boda. Durante todo el tiempo estuve oyendo risas. Abajo en la cocina se lo debían de estar pasando muy bien.

Cuando baje no había nadie en la cocina. Todos los trastos estaban en el fregadero, esperando que alguien los metiera en el lavavajillas. Intente buscar una taza, pero no había ninguna limpia. Recordé que en el armario alto, mi suegra guardaba alguna extra.

Me incline de puntillas para alcanzarla pero no llegaba. Tendría que coger una silla para poder alcanzarla, pero estaba intentando un último esfuerzo, cuando alguien por detrás me la alcanzó.

  • no me des las gracias -. Me dijo.

-Te lo debo por lo de anoche -.

Me di la vuelta toda sonrojada. Por supuesto era Ferru.

– no entiendo nada -. Le dije. El se rió.

– Lo digo por no molestar, cuando estábamos en plena faena, bastante moscón fue el teléfono-.

Mi sonrojo fue en aumento. ¿Me había visto?. Creo que tartamudee.

– no se de que me hablas.- atine a decir.

El se volvió a reír, y mirándome fijamente me dijo:

– lo único que lamento, es no haber sido yo, el que apagó lo que encendí. Creo que a Paula no le hubiera importado, que al final te hubieras unido a la fiesta.-

Creo que me atragante, o que casi me ahogue. Se me acelero el pulso, y tuve ganas de darla una bofetada, pero me quede quieta.

Y en susurros le dije:

– Lo que le hiciste anoche a Paula es una canallada.-

  • No. Lo que hice, fue solo sexo. Solo dos polvos cojonudos. Nada más. Tú deberías probarlo de vez en cuando.-

-Claro, contigo, ahora, en el sofá del salón.-

  • Con cualquiera que sepa sacarte lo que llevas dentro. Cualquiera menos el jilimemo de tu novio.-

Y dándose media vuelta se marchó.

Me quede alterada.

En parte tenía razón. Odiaba su forma de ser, agresiva, directa. Pero me atraía.

Paula había tenido anoche lo que mis deseos más escondidos deseaban. Sexo salvaje, sin contemplaciones, sin compromisos. Solo placer por placer.

Pero eso estaba lejos de mí. José era paciente, dulce, cariñoso, amable. Estaba a mil leguas de Ferru, del hombre que me había alterado desde que lo había vuelto a ver en la disco.

Termine de desayunar y busqué a los demás. Estaban todos fuera, hablando y bromeando.

Para ese día teníamos preparada una escapada de aventura, consistente en una jornada de paintball, comida y piscina en una finca de la sierra. Nos venían a buscar en varios 4 x4, para que nadie tuviera que coger el coche. Por la noche al acabar todo, nos llevarían hasta la finca donde se celebraría al día siguiente la ceremonia. Los equipajes para la ceremonia vendrían a buscarlos por la tarde y ya teníamos arreglado quien los cargase.

El viaje hasta la aventura, como lo llamábamos fue divertido, alguien había traído una botella y estuvimos dándole tragos por el camino. Yo estaba de buen humor, aunque interiormente hervía en sentimientos encontrados. Arreglaba el asunto, que Ferru hiciera el recorrido en otro de los vehículos. Conmigo viajaba Paula. Estaba radiante, súper cariñosa con su marido que arrastraba una resaca de campeonato. Había saludo con dos besos a Ferru. No parecía para nada afectada por lo de la noche pasada.

La mañana transcurrió sin incidentes. Lo del paintball fue divertidísimo, divididos en equipos, estuvimos disparándonos sin tregua, enfundados en unos monos de colores, desgastados por la pintura. Aunque la verdad es que no me pude quitar de la cabeza a Ferru, en ningún momento.

El único inconveniente vino casi a la hora de ir a cambiarnos para ir a comer. Cuando pasamos por al lado de la piscina, José y Roberto, nos tiraron a Paula y a mí al agua. Salimos empapadas pero riéndonos. El único problema que se me planteó es que llevaba mi bikini debajo del mono, y aunque el vestido que había traído estaba en el vestuario, no tenía ninguna ropa interior que ponerme. La bolsa que tenía preparada con las mudas se me había quedado en casa. Paula enterada de esto me animo a ponerme el vestido sin nada debajo, y que dejara el bikini colgado en el baño, para que se secara mientras comíamos. Ya que por diferencias de talla, ella no me podía dejar nada.

  • si se lo cuentas con disimulo a José, quizás podáis encontrar un lugar para tener una agradable siesta-. Me dijo quisquillosa.

  • ! José ¡si se entera, no me deja comer así.-.

Cambiadas las dos. Salimos las últimas para el comedor. Cuando llegamos ya estaban todos sentados. Nos habían reservado sitio en casi en el centro de una larga mesa. A mi izquierda se sentaba Paula. Enfrente de ella Roberto. Enfrente de mi, José. A mi derecha mi hermana Leonor. El que estaba enfrente de mi hermana era Ferru, ya que Pablo se sentaba a la derecha de mi hermana.

Empezamos a comer con apetito y sobre todo con sed. El vino corría por la mesa para apagar los rescoldos de la resaca de la noche anterior, y tenía la virtud de tranquilizarme. Estaba empezando a estar un pelin plisplada, cuando noté una caricia en las piernas. Un pie las acariciaba. José, calentado por el vino, iniciaba uno de sus juegos preferidos. Acariciarme por debajo de la mesa mientras los demás ignoraban lo que pasaba. Su pie acariciaba mis piernas desde el tobillo hasta la rodilla, de abajo hacia arriba una y otra vez. Ahora su pie presionaba mis rodillas. Yo mantenía las piernas juntas, aguantando la tentación de dejarle acariciar el interior de mis muslos. Quería que presionase con un poco más de fuerza. Que se impusiera a mi voluntad. Pero note que retrocedía. Su pie se retiro de mi pierna y la caricia se esfumo. Tardé unos minutos en volverlo a sentir. Otra vez note su dedos recorrer mis tobillos. Primero uno y luego otro suavemente. Luego sentí como subían, trepando por el exterior de mis piernas. La caricia punteaba mi piel de finos escalofríos. Advertí como llegaba nuevamente a mis rodillas y las acariciaba. Luego se volvía a deslizar suavemente hacía abajo y otra vez hacía arriba, ahora por el canal de mis pantorrillas que seguían juntas. Los dedos acariciaron mis rodillas. Primero con suavidad, para hacerlo luego más intensamente. Buscaban un resquicio, por el que poder avanzar hacía el interior de mis muslos. El juego me estaba calentando. Me gustaba la insistencia que mostraba hoy. No se rendía tan fácilmente como de ordinario.

Presionó con fuerza y separé un poco las rodillas, el exploró con la punta de los dedos el terreno ganado. Su pie acariciaba ahora el interior de mis muslos. Paula y Roberto hablaban entre si. Teo intervenía en la conversación a ratos. Mi novio José y Ferru, mantenían una de sus casi olvidadas trifulcas. La única que estaba callada era Leonor, se la veía apagada y triste. Como descolocada.

Paula, me miraba a ratos, sin sospechar el juego que yo, amparándome en la intimidad que me proporcionaba la larga falda de mi vestido de verano, alentaba.

El pie había avanzado por el interior de mis muslos. Yo me había inclinado un poco hacia delante, para proporcionarle mejor acceso. En parte estaba haciendo trampas, puesto que ya no estorbaba el avance. Me alegraba de no haberle dicho nada de mi ligereza de ropa a José, pues deseaba sentir la sorpresa que se iba a llevar cuando la descubriera.

El pie avanzó unos centímetros más y se topó con mi sexo. Retrocedió como sorprendido y volvió a avanzar. Sus dedos juguetearon unos segundos con mi vello puvico. Como asegurándose la inexistencia de una prenda que daba por seguro encontrar. Uno de ellos acarició delicadamente mis labios exteriores. Un calambrazo de placer recorrió mi cuerpo con esa delicada caricia. Mis ojos se posaron en José que hablaba ahora animadamente con Ferru. El intruso juguetón, se había vuelto más atrevido. Inicio un lento avance, milímetro a milímetro. Ahora acariciaba mi clítoris, entreteniendose en esa pepita escondida, arrancándome sacudidas de placer que recorrían mi cuerpo. Me costaba verdaderos esfuerzos mantenerme aparentemente imperturbable mientras hablaba con Paula.

Ahora era todo el pie el que había alcanzado la meta. Varios dedos me acariciaban.

El que había estado excitándome, se deslizó unos milímetros, y se introdujo en mi interior. Fue como un calambrazo. Hurgaba allí, como un rey sobre territorio conquistado. Yo estaba entregada a aquella penetración tan poco común, dejándome llevar hacia un orgasmo deseado, cuando José se levantó.

Quería brindar por los novios. Y alzaba su copa, mientras pedía que los demás también las alzáramos.

Pero el perturbador intruso seguía ahí dentro. Su masaje se había acelerado y mis músculos vaginales habían empezado a temblar, señal inequívoca de mi propio deleite.

José seguía hablando, discurseando, con la verborrea propia del que esta anegado en vino. Yo fijé mi mirada en Ferru. Observaba a José, pero me miro un instante y enarco las cejas. No como señal de disculpa, o petición, sino como señal de posesión.

Todos habíamos alzado las copas para brindar, aunque la mía me costaba mantenerla en el aire y brindamos.

Sentimientos encontrados golpeaban mi cabeza, por un lado tenía ganas de levantarme y acabar con ese juego que yo engañada, en parte había estado amparando.

Por otro lado, aquella situación cargada de morbo, estaba siendo masturbada, por alguien que no era mi pareja, en medio de todos sin que nadie lo notara, me excitaba más a cada momento. Aunque estaba decidida a levantarme, no se porque cerré las piernas. El profanador, no ceso sus caricias, sino que las aumentó. En ese momento, me barrió el orgasmo. Oleadas de placer arrasaron mi cuerpo, y tuve que hacer verdaderos esfuerzos, para no exteriorizar nada. Aunque mis piernas abiertas completamente temblaban como locas debajo de la mesa.

Ferru, dirigió su copa hacia mí y me invito a brindar nuevamente. Mientras acercaba mi copa a la de él, noté como retiraba el pie con el que me había regalado una bajo mesa muy especial.

Después de comer, intente mantenerme alejada de el. Cosa que era fácil porque el grupo nos mantenía separados. Los chicos se habían quedado jugando a las cartas mientras que las chicas nos manteníamos en la zona de la piscina, unas en el agua otras tomando el sol. A media tarde me dirigí al bar a por una copa. Allí en la barra se encontraba Ferru.

  • se te ve resplandeciente, parece que la comida te ha sentado bien – me dijo sin dejar de sonreír.

La verdad es que me desarmaba. Tenía sentimientos encontrados, no sabía si abofetearlo o lanzarme a sus brazos.

  • antes, antes, no sabia que fueras tú, creía que era José – le dije casi tartamudeando.

  • ¿y si se hubiera dado cuenta alguien? – pregunte tontamente.

  • supongo que me habría perdido la boda. Pero hubiera merecido la pena. Sabía que eres un volcán. Y por nada del mundo me hubiera perdido la ocasión de sentirte en erupción.- me dijo mirándome fijamente a los ojos.

  • eres un... y espero que no se te vaya a ocurrir repetir algo semejante – le respondí intentando marcar serenidad en mi voz, ya que no podía tenerla en mi cuerpo.

  • eres un trofeo demasiado hermoso, como para dejarte ir sin probarlo. Además el fin de semana es muy largo y esto no ha hecho nada más que empezar. – me susurro casi al oído.

Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, por una parte lo que deseaba oír y por otra lo que temía escuchar llego hasta mis oídos: - además me debes uno, que por la cara que pusiste te lo pasaste estupendamente.- y cogiendo su copa se alejo hacia la mesa.

Cuando cogi la mía y me dirigí a las tumbonas me temblaban las rodillas y me hice una promesa. Mantenerme alejada lo más posible de él, porque no confiaba en mi.

El resto de la tarde transcurrió tranquila, pero llego la hora de marcharnos y surgió un problema con los coches que debían llevarnos al hotel. Uno de los 4x4 se había averiado y estaban buscando un medio de llevarnos a todos sin causarnos demasiadas molestias, en compensación y hasta que pudieran solventar el problemas, nos darían una cena frugal en el comedor.

A la mayoría de la gente el plan les parecía genial. Porque así se olvidaban de prepararse para cenar en el hotel, y el que quisiera podía irse o a la cama o a tomar unas copas, dependiendo del madrugón que tuvieran que darse al día siguiente. Sobre todo las mujeres con las peluqueras del hotel. Aunque la boda no era hasta la tarde. Yo tenía hora a las nueve.

Cuando llegamos al comedor, habían preparado las mesas con unos candiles de gas, puesto que unos problemas generados con la luz, no les permitían dotarnos de iluminación suficiente. Lo que hacia que el comedor estuviera en penumbra.

Intente sentarme de tal forma que la gente me protegiera de Ferru. Pero acabo sentándose a mi izquierda entre Paula y yo. Creo que estuve nerviosa toda la cena, atenta a cualquier movimiento de el pero no se produjo ninguno, hasta el final.

En un momento dado note como su mano se apoyaba sobre mi pierna, aparentemente de forma casual. Pero empezó a deslizarla suavemente, como con una caricia casi imperceptible. Se deslizaba por el muslo desde la rodilla hacia arriba, como buscando la abertura del vestido que le permitiera ganar en audacia y deslizarla sobre mi piel. Rápidamente deslicé mi mano suavemente bajo el mantel decidida a acabar con aquel juego que podía acabar con la poca cordura que me quedaba. Pero su mano atrapo la mía y tiro de ella. (continuara...)