Soy Santiago y esta es mi historia XVIII

"Tener su piel entre mis dedos era lo más glorioso que podría existir. Su suavidad y el calor que emanaba me proporcionaba por sí solo un placer indescriptible, todo lo demás era un exquisito toque extra".

NOTA

Saludos apreaciados amigos. Aquí está RodVzla de nuevo enviando un siguiente capítulo de esta história, luego de tener meses de ausencia. He de confesar que me planteé por un momento dejar esta historia inconclusa, pues mi tiempo se limita cada vez más producto de las obligaciones, y adicional a esto, con tantas cosas por hacer a veces (casi siempre) la inspiración huye. Pero he vuelto decidido a darle un fin digno a esta historia que me ha ayudado mucho: a crecer como autor, y como escape a la realidad, muchas veces también como terapeuta, etc. Disculpen el tiempo que pasó, quizás muchos ni recuerden como iba, otros ni recuerden del todo, pero no importa, aquí está el siguiente capítulo, pagando lan deuda que tengo con quienes me leían, y la deuda que tengo con Santiago y su historia ;)

Abrazos&Besos

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RESUMEN

***-

Había ocurrido la fiesta de graduación de Migue y al día siguiente Santiago recibió un correo electrónico desagradable:***

“Santiago, sé que este no es el mejor medio para lo que voy a hacer, pero no encontré una forma más fácil.

Sé que ayer la pasamos muy bien en la fiesta y que también pensaste que nuestra reconciliación era inminente, pero no es así. Luego de meditarlo muy bien, recordé todo lo que me hiciste pasar, no tuviste respeto por mi ni por nuestra relación, te burlaste del amor que sentía hacia ti y traicionaste la confianza que te entregué acostándote con tu hermano, CON TU HERMANO, que me puede decir eso de ti? Si lo hiciste una vez, lo harás muchas más. No te voy a negar que te quiero mucho y que eres especial para mí, pero la verdad en el fondo no te he perdonado. Además, ya terminé mi bachiller y ahora necesito entrar en la universidad, había considerado estudiar una carrera que dieran aquí, iba a estancarme en este pueblo por ti, pero veo que no vale la pena, me iré a vivir con papá a Caracas y allá estudiaré algo que realmente me guste. Te agradezco no me llames, no hagas esto más difícil.

El archivo adjunto te lo envió para que sientas, lo mismo que yo sentí cuando me viste la cara de tonto.

Bye. “

- Santiago fué a casa de Miguel a aclarar el asunto del correo y el video en cuentión:

-Necesito que me digas, aquí de frente, que todo lo que decía ese correo y todo lo que vi en el video es cierto, dime que quieres que desaparezca y que ya esto no tiene marcha atrás –le dije casi gritando, sollozando- ¡Dímelo! necesito oírlo de tu boca.

-Finalmente se aclaró que fue una mala jugada de Daniel y Miguel y Santiago se reconciliaron e hicieron el amor para consumar la reconciliación.

Miguel aceptó la inivtación de acompañar a Santiago y a su hermano a viajar a casas de sus abuelos. Santiago vio a Pedro en el pueblo de sus abuelos, recordaron vivencias.

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Miguel

Desperté porque sentí una pequeña molestia, pero estaba tan plácidamente dormido abrazado a mi Santi, que no había querido averiguar que era lo que me molestaba. Intenté no hacerle caso y seguí acostado con los ojos cerrados, pero la sensación no se iba, así que tuve que abrir los ojos y ver que era: una tremenda erección. Tenía mi pene erecto completamente y el trasero de Santi lo aprisionaba causándome un poco de molestia. ¡Con razón! –pensé-

Y de repente se me vino una idea, una morbosa idea. Ya estaba amaneciendo, entraba algo de luz por las dos ventanas que tenía el cuarto, hacía algo de frío, Santi dormía junto a mí, y Albert en la otra cama también dormía arropado con las cobijas hasta el cuello.

Comencé a meter mi mano por debajo del pantalón de pijama de Santi, el tacto con su piel tersa era electrizante. Recorrí con la palma de mi mano el trasero de mi amor, y toda la excitación subió a mi cabeza de manera inmediata. Volteé a mirar a Albert y continuaba dormido, igual pasaba con Santi.

Tomé el pantalón de pijama desde el borde y comencé a bajarlos, pero por la posición se me hacía difícil. Santi despertó.

-Que haces? –dijo algo confundido y mirándome-

-Shhh, no digas nada –respondí mientras terminaba de bajarle el pantalón y le pasaba mi pene por su trasero-

Los ojos de Santi se abrieron un poco más y sus mejillas comenzaron a ruborizarse, señal de que estaba comenzando a excitarse.

-Pero… Albert está… -lo interrumpí dándole un beso-

De mi pene emanaba abundante precum, estaba muy excitado a estas alturas. En la misma posición, comencé a dirigir mi pene a su ano, ejercí presión y poco a poco fue entrando. A Santi se le escapó un gemido leve, por lo cual le tapé la boca con mis labios, no quería que Albert se despertara y acabara con la fiesta mañanera que se estaba formando debajo de nuestras sábanas.

Tener su piel entre mis dedos era lo más glorioso que podría existir. Su suavidad y el calor que emanaba me proporcionaba por sí solo un placer indescriptible, todo lo demás era un exquisito toque extra.  Nuestros cuerpos se acompasaron como cada vez que hacíamos el amor, yo lo embestía suave pero firmemente, mientras que con su trasero ejercía presión como buscando más. No me cansaba de besarle todo aquello que mis labios tuviesen al alcance, haciendo más énfasis en el sitio de su debilidad: sus orejas.

Ya mi cuerpo enviaba señales de que un orgasmo se avecinaba; mis manos apretaron su cadera mientras lo atraía aún más a mi cuerpo para hacer la penetración más profunda. Las contracciones del ano de Santi me indicaban que se estaba corriendo, yo hacía lo propio. Un orgasmo muy placentero para iniciar la mañana como Dios manda y con mucha energía.

Besé a mi chico para sellar el momento. Separamos nuestros labios y abrí mis ojos, y me encontré con la cara risueña de Santi, se veía tan tierno. En ese momento detrás de nuestra puerta se escucharon voces y el sonido de unas llaves, la expresión angelical de mi amor se tornó en una de terror, casi.

Mi novio saltó de la cama, y en un santiamén ya se encontraba debajo de las sabanas muy pegado de Albert.

-Buenos días muchachos, ya está el desayuno. A comer –dijo el Abuelo de Santi entrando a la habitación-

-Buen día Abuelo –dijo Santi fingiendo un bostezo- Ya vamos.

El abuelo recorrió con la mirada toda la habitación y clavó su mirada en mi, con los ojos algo entornados, luego observó algo en el suelo, yo seguía en la misma posición, bocabajo con la cara volteada hacia él, no era capaz de moverme pues esa mirada me puso muy nervioso.

-No se tarden –dijo mientras salía de la habitación.

Observé lo que estaba mirando el abuelo de Santi y vi que tenía la mitad de mi trasero visible, estaba desnudo. Asomé mi cara fuera de la cama y vi en el suelo mis bóxer enrollados. Rápidamente mi cara se puso caliente por la vergüenza. ¡Rayos!

-Creo que tu abuelo vio esto –dije señalando mi trasero desnudo, mientas veía la cara de poema que colocaba Santi-

Santiago

-Sabes que te pasaste esta mañana –me dijo Albert con una mirada acusadora-

-Por qué? Que hice? –dije yo fingiendo no saber nada-

-… -mirada asesina de Albert-

-Bueno ya, disculpa. Pero yo no fui el que comenzó todo.

-Si, pero no lo detuviste. Que incómodo Santiago, tuve que hacerme el dormido mientras tu “echabas uno” con Miguel.

No sabía que Albert estaba despierto, me moría de la vergüenza al pensar que mi hermano me hubiese visto teniendo sexo con mi novio, era… raro.

-Te pusiste rojo? No seas ridículo, no es la primera vez que te he visto en esa faceta –me dijo guiñándome un ojo-

Me sentí más avergonzado aún, al saber que se refería a la vez que tuvimos sexo.

-Si, pero… -me detuve abruptamente al ver que Miguel se sentaba junto con nosotros en los muebles del porche-

-De que hablan?

-De nada, de que en este pueblo todos los días amanece nublado y con frío –dijo Albert con indiferencia-

-Albert odia este clima, y a mi me fascina, ojala allá fuese tan fresco el clima como aquí –dije-

-Si, a mi también me encanta.

Nos quedamos apacibles observando el tranquilo jardín delantero de la casa. Y, ¡vaya que jardín! Mi abuela sembraba cuanta matita le regalasen, y en verdad que era genial, había de todo, desde plantas medicinales hasta flores, y esas solo eran de su uso personal, a un costado del terreno tenía toda su plantación “comercial”, protegidas por unos invernaderos. Simplemente me fascinaba esa casa. Tenía muy gratos recuerdos de mi niñez, siempre veníamos en las vacaciones de agosto, yo duraba todas las vacaciones, mientras Albert les decía a mis papás que lo fuesen a buscar a mitad de mes.

Mis mejores recuerdos son de cuando llegaban mis primos, mis tres únicos primos, puesto que por esa parte la familia era pequeña. Mi madre sólo tenía un hermano, tío Josué. Con mis primos esa casa era el paraíso. Me encantaba jugar con ellos a escondernos, porque lugares para esconderse si que sobran allí.

Mientras mi hermano y Miguel conversaban muy amenamente, yo estaba recordando viejos tiempos. Nos veía a mí y a Alexander, Luis y Jennifer (mis primos) correteando por todo el patio. Y de repente vino a mi mente un recuerdo muy grato, de una de esas situaciones raras que te suceden alguna vez.

De mis primos, Alexander es el mayor, me llevaba cinco años de diferencia; siempre se inventaba los juegos más divertidos de la vida, y yo literalmente lo adoraba, lo quería mucho y era como un hermano, Albert siempre se ponía celoso puesto que cuando yo estaba con mi primo, lo desplazaba completamente, y no lo hacía adrede, sino que, vamos, a Albert lo veía todos los días, y con mi primo se pasaban días muy geniales. En fin, recuerdo ese día que Alexander propuso que fuésemos por un sendero que atravesaba las faldas de una pequeña montaña, era más bien una colina, pero había rocas grandes y muchos árboles; y al final del sendero había una planicie y una laguna de aguas muy frías. Yo sólo había ido una vez con el abuelo y Albert, y había sido un día espectacular, por lo tanto me apetecía muchísimo ir.

«…

Estábamos sentados en círculo bajo un árbol, aburridos, sin nada que hacer. Alexander acostado en el suelo viendo el cielo, Luis y Jennifer jugando algo con las manos y yo apilando piedrecitas.

-Se me ocurre algo, pero… no, mejor no, ustedes no van a querer –dijo Alexander rompiendo el silencio-

-Dilo vale, no seas así –dije yo protestando-

-Si, dinos –dijeron Luis y Jenni casi al unísono-

-Bueno –dijo incorporándose y colocando cara de suspenso y travesura- Propongo que vayamos a la laguna.

-Estás loco? No, hay que pasar por esos árboles y… Definitivamente no. –Dijo Jennifer cruzándose de brazos-

-No seas cobarde, anda, será divertidísimo –Alexander trataba de convencer a su hermana, pero ésta no daba su brazo a torcer- Y que hay de ti? –le preguntó a Luis-

-No sé hermano –decía dudoso- Si el abuelo se entera nos castiga seguro.

-El abuelo no se tiene que enterar, a menos que tú se lo digas.

-No, yo paso –puntualizó Luis-

-Y tu Santi? –dijo mi primo con mirada casi suplicante-

Yo en verdad quería ir, pero analizando la situación, era cierto lo que decía Luis, si el abuelo se enteraba nos meteríamos en problemas. Sin embargo, eso no me preocupaba realmente, me preocupaba que nos perdiéramos en el camino. No es que fuese muy lejos, sino que los árboles lo hacían confuso.

-Ale, yo quiero. Pero, te sabes el camino BIEN? –dije haciendo énfasis en esta última palabra-

-Obvio, sino no les dijera nada.

-Hmm… Bueno dale pues, pero si llega a pasar algo te voy a echar la culpa de todo.

-Ustedes se quedan, no? –dijo Ale digiriéndose a Luis y Jennifer, ambos asintieron- Bueno, silencio total, si preguntan por nosotros les dices que andamos jugando.

Caminamos por el patio trasero de la casa, mirando hacia atrás a cada momento por si alguno de los abuelos se asomaba y nos veían. Comenzamos a adentrarnos en el sendero rodeado de grandes árboles, y allí comenzó la diversión. Corríamos gran parte del camino, riéndonos a más no poder. Cada insecto que Ale veía, era una parada obligatoria y una explicación de como se llamaba, que comía y todos los detalles; lo mismo pasaba con las plantas.

Ale estaba a punto de cumplir 15 años. El cambio que había ocurrido en su cuerpo era fascinante, había crecido, sus hombros se estaban fortaleciendo y su voz se había engrosado un poco. Sin embargo, no había perdido lo que más me embelesaba de él: sus ojos. Eran redondos, pequeños, negros, muy vivaces, expresaban una ternura increíble y su sonrisa hacía la combinación perfecta. Definitivamente me gustaba mi primo, y es que siempre fui muy enamoradizo. Sin embargo para ese momento yo creía que ese sentimiento era  normal puesto que lo quería mucho, como primo, casi hermano.

Llegamos a la laguna y en mi rostro se perpetuó una sonrisa, de esas que le dicen “de oreja a oreja”. Como siempre, estaba un poco nublado y la brisa fría era una constante, afortunadamente nuestra ropa era adecuada.

-Y ahora? Ya estamos aquí, que hacemos?

-No se tú, primo, pero a mi me apetece un chapuzón –me dijo Ale sacándose los zapatos-

-¡¿Qué?! Estas loco? Pero si esa agua es muy fría?

-Yo se, pero es que me encanta –decía mientras se quitaba la ropa-

Me senté en una roca grande, a observar mientras se desvestía. Lo primero que salió fue su suéter, su camisa y por último una franela de algodón. Poco a poco se iban descubriendo su abdomen y luego su pecho, aún estaba delgado, a penas unos pocos músculos se notaban levemente marcados. Sentía algo extraño en el cuerpo, que pocas veces sentía, una especie de sensación en el estómago. Mi  primo me hablaba, más no lo escuchaba, solo le prestaba atención a su cuerpo, se estaba quitando los pantalones, y para mi sorpresa bajó junto con sus pantalones su ropa interior. Volteé mi cara inmediatamente muy apenado, caminé hacia un árbol y recogí unas hojas y unos palitos, para distraerme.

-Entonces Santi, que dices, te animas a darte un chapuzón conmigo?

-No, es que el agua está súper fría –dije volteando hacia él pero aún sin mirarlo directamente-

-No seas así Santi, claro que está fría pero uno se acostumbra.

-Nop –continué recogiendo unas piedritas-

-Sino te metes por tu propia cuenta, te obligaré.

Acto seguido mi primo corrió hacia mí, me lanzó al piso y  comenzó a hacerme cosquillas. Él sabía que yo era extremadamente “cosquilludo”.

-Dale, dale –decía entre risas- yo me meto por mi cuenta, pero ya para.

-Ves que no resistes nada –decía él riendo- Quítate toda la ropa, así como yo.

-Por qué toda la ropa? –dije algo nervioso, puesto que no me sentía cómodo estando en pelotas delante de alguien-

-Porque si regresamos con la ropa mojada, los abuelos se van a dar cuenta y ahí se arma el lío.

-Bueno –respondí resignado-

Comencé a desvestirme, con mucha vergüenza, pero también con algo de excitación, nerviosismo, o lo que fuese que estuviera sintiendo. Observé a mi primo y éste ni me miraba, lanzaba piedras al agua y las hacía rebotar en la superficie.

-Listo –le dije mientras me tapaba con las dos manos mis genitales-

El me observó y sonrío agitando la cabeza de lado a lado, negando. Me hizo señas para que me acercara a él. Una vez a su lado comenzamos a avanzar hacia el agua. Mis pies entraron en contacto con el agua gélida, instintivamente di dos pasos hacia atrás.

-Ya es muy tarde para arrepentirse –decía Ale riendo y tomándome la mano para conducirme al agua.

Continuamos caminando y el agua cubriéndome las piernas, suspiros salían de mi boca mientras Ale reía suavemente. Seguimos caminando hasta que el agua nos llegó hasta el cuello más o menos, y por mi cuerpo recorrían numerosos escalofríos. Él nadaba tranquilamente, como si no tuviese frío.

-Relájate, que si estás tenso y piensas en el frío, nunca se te va a pasar. Ven –me dijo haciendo señas para que me acercara a él, un poco más profundo-

-No, aquí estoy bien –dije algo dudoso-

-No me digas que no sabes nadar.

-No, no se.

-Bueno, yo te enseño.

Ale se acercó a mí y me tomó de la mano. Seguimos caminando y noté como mis pies poco a poco dejaban de tocar fondo, a tal punto que ni siquiera en puntillas lograba tener la cabeza suficientemente alta.

-Que pasó? –me dijo observándome por haberle halado un poco la mano-

-Hasta aquí Ale –le dije algo nervioso- en serio, no se nadar.

-Yo se, y te dije que te iba a enseñar. Bueno, primero que nada, relájate –dijo colocándose en frente mío- Ahora apoya tus manos en mis hombros.

Y así lo hice, ahora estaba nervioso por más de una razón: primero, no sabía nadar y mis pies  apenas rosaban el suelo, y segundo, estaba con mi primo, desnudos bajo el agua y así de cerca.

-Ya estas relajado?

-Un poco.

En realidad si me sentía un poco más tranquilo, y ya sentía mi cuerpo menos pesado.

-Te voy a enseñar a flotar, si? –yo sólo asentí- Tienes que confiar en mi y estar muy relajado.

Volvía a asentir. Puso su brazo alrededor de mi hombro y me dijo que muy lentamente me echara hacia atrás.

-Relájate, te estoy sosteniendo.

Cerré mis ojos y me dejé llevar. Cuando me di cuenta, ya estaba flotando como una hoja y se sentía tan bien.

…»

MIGUEL

-¡Hey! Despierta –decía Albert chasqueando los dedos en la cara de Santi-

-Que pasa? –respondió Santi con una boba media sonrisa-

-Estabas soñando despierto amor? –le dije pasándole un brazo por encima de sus hombros-

-No, estaba recordando cuando estábamos pequeños y veníamos para acá.

-Si, seguro estabas acordándote de Ale –dijo con tono de burla-

-Y quien es ese Ale? –dije con algo de curiosidad, por la forma en que Albert lo había dicho-

-Es un chamo que vivía por aquí cerca y con el que Santiago perdió la virginidad.

Me puse celoso de ipso facto, pero decidí no demostrarlo.

-Es mentira amor –dijo Santi mientras le dirigía una mirada asesina a Albert- Ale, o Alexander es nuestro primo, que por cierto hace tiempo no vemos.

-Abuela dijo que se mudó para ir a la universidad –intervino Albert-. Santi adoraba a Ale, yo lo detestaba.

-Y eso? –pregunté-

-Es que Albert se ponía celoso porque cuando yo estaba con Ale, lo olvidaba y no le prestaba atención –dijo Santi riéndose- Por cierto, se me acaba de ocurrir una idea genial.

-Acepto todos menos ir a la laguna –decía Albert con tono de fastidio-

-Pues es exactamente eso –dijo Santi- Vamos Albert, no seas aburrido, además nos vamos mañana y no hemos hecho nada interesante. Vamos, si? –puso cara de puchero-

-Bueno, dale –dijo Albert poniendo los ojos en blanco- Pero si nos perdemos será tu culpa, yo no recuerdo bien el camino.

Yo estaba perdido en la propuesta, no sabía que era la laguna, pero igual estaba decidido a ir. Siempre me ha gustado conocer nuevos lugares, vivir nuevas experiencias, y mucho más si Santi estaba incluido en dichos planes.

En pocos minutos nos preparamos con unas cuantas cosas para ir a la famosa laguna: toallas, algo de ropa y chucherías. Comenzamos a caminar por un sendero, y desde el principio me gustó lo que vi. Árboles, rocas, muchas plantas, insectos, etc. En todo el trayecto de mi rostro no se borró una sonrisa. Pero lo mejor fue llegar a la laguna. En verdad el sitio parecía de película, mucho follaje verde, una planicie que parecía estar cubierta de césped perfectamente cortado, rodeada de montañas y el agua muy calma y cristalina.

-Viste amor, te dije que era lo máximo –dijo Santi acercándose a mí con una amplia sonrisa.

Realmente no se había equivocado. Para hacerlo más ideal, el cielo comenzó a despejarse y a aparecer tímidos unos cuantos rayos de sol. Esa tarde la pasamos muy genial, haciendo nada a fin de cuentas, pero muy entretenida. Pocas veces había tenido la oportunidad de compartir mucho tiempo con Albert, y para ser sincero, hasta tenía mis reservas hacia él. La situación que vivieron Santi y él, me hacía desconfiar y verle cierta espina que no hacía que me terminara de agradar; adicional a todo eso, el asuntito de las drogas no le favorecía mucho que digamos. Sin embargo, todo el tiempo que estaba compartiendo con él, hizo que mi opinión cambiara un poco. Vi que en realidad Albert era muy divertido; a pesar de todo, era muy maduro, con cierto sentido de responsabilidad que lo hace un poco sobreprotector. Al principio eso me producía celos, cuidaba en exceso a Santi, pero luego vi que era su forma de ser, puesto que alguna que otra vez fue sobreprotector conmigo.

Estuvimos en el sitio como hasta las 4:00 p.m., cuando se volvió a nublar el cielo y el hambre ya nos estaba afectando. El camino de regreso fue igual de interesante, solo que yo no hablé en todo el camino, no participaba en la conversación amena que sostenían los dos hermanos: mi novio y mi cuñado. ¿Qué me pasaba? No lo sabía, es esa sensación de nostalgia que a todos nos invade alguna vez y no le conseguimos el por qué. Esa sensación de estar absorto a lo que te rodea y todo tiene un sentido diferente. No me gustaba esa sensación, pues generalmente presagiaba que algo no muy agradable sucedería. Al llegar a la casa decidí que no le haría caso.

Llegamos a la casa y la abuela de Santi nos tenía unos postres que se veían deliciosos. Los comimos acompañados con un café con leche que sabía delicioso. La abuela de Santi era muy conversadora, inteligente e interesante, nos contaba muchas historias y de verdad que eran entretenidas; pero la sensación no se iba, a pesar de mis esfuerzos por olvidarme de eso.

-Bueno vamos a arreglarnos para ir un rato al pueblo, no hemos llevado a Migue a que lo conozca –dijo Albert levantándose-

-Ah bueno, fino! –dije mientras bebía el último sorbo de mi taza-

Albert subió a la habitación primero, y Santi y yo subimos un momento después. Al entrar a la habitación, vimos que Albert tomaba su toalla, y ropa limpia, mientras se dirigía hacia la puerta de la habitación, mientras Santi y yo nos preguntábamos a donde iba, puesto que la habitación tenía baño.

-Me voy a duchar en el baño de abajo, no quiero presenciar algo similar a lo de esta mañana –dirigió a Santi una mirada que ligaba reproche y complicidad, para luego cerrar la puerta tras de sí-.

Miré a Santi con cara de vergüenza y duda hacia lo que había dicho.

-Si, nos vio haciendo el amor esta mañana –me confirmaba Santi con una sonrisa nerviosa lo que ya yo sospechaba-.

-¡Que vergüenza! –fue lo único que atiné a decir-

A pesar de todo, no decidimos desaprovechar la intimidad del momento y meternos al baño juntos. Esos momentos siempre eran sublimes. Se iban las palabras y comenzaba el lenguaje corporal, las risitas cómplices y las caricias, sin intenciones de sexo, solo erotismo.

Me acerqué a Santi y comencé a quitarle su ropa. Comenzando por sacarle el suéter que llevaba. Al hacerlo, su cabello se desordenó, dándome cuenta de lo largo que lo tenía. Si por algo se caracterizaba, era por su negativa a cortarse el cabello, no era porque le gustase andar con el cabello largo, más bien le era indiferente, al parecer era flojera, o algo así. Lo cierto es que se le veía hermoso, esos mechones cayendo por su frente. No pude evitar que se dibujara una sonrisa en mis labios. En esos segundos me dio chance de observar de nuevo sus facciones, de recordar esos mínimos detalles de los que me había enamorado, y que ya no recordaba tan bien. El color de sus ojos, la forma de sus cejas, lo perfilada de su nariz adornada de pequeñísimas pecas color café, sus labios rosados y perfectos.

Continué con la camiseta que llevaba debajo, repitiéndose la misma escena de su cabello, y llegando a la misma conclusión: le quedaba hermoso. Con mi dedo índice dibujé una ruta imaginaria, que iniciaba desde sus clavículas, bajaba en medio de su pecho, rodeando suavemente cada pezón, para luego seguir el camino hacia sus pantalones. Solté el primer botón para luego seguir con todos los demás, no usaba cinturón. Y así quedó mi amado querubín, hermoso como siempre, sexi y a la vez tierno, con su piel blanca cubierta únicamente por unos bóxers color verde que hacía muy buen un contraste.

Santi procedió a quitarme la ropa. Desbotonándome la camisa que traía, poco a poco, mientras me daba besos en el pecho.

-Me encanta este perfume, sabías? –me dijo casi en susurros-

-¡Lo sé! por eso volví a usarlo.

Poco a poco mi cuerpo fue quedándose al descubierto. Y me sentía feliz, pleno, completo de nuevo, sin embargo la sensación de nostalgia no terminaba de irse.

Nos paramos uno frente al otro, vistiendo sólo nuestros bóxers. Lo noté un poquito más alto, quizá haya sido impresión mía o quizá era cierto. Me entraron unas ganas incontenibles de abrazarlo. Así lo hice. Caí en cuenta de que lo tenía de nuevo en mis brazos. De que lo amaba profundamente. En mis fosas nasales entró el olor típico que despedía su cabello, mientras en mi mente llegaban los recuerdos de momentos bellos que habíamos vivido. De pronto la sensación de nostalgia se intensificó, no se por qué motivo, y comencé a llorar mientras lo abrazaba. A llorar de alegría porque lo tenía, de tristeza por todo lo que había pasado, y de miedo… miedo de que se volvieran a repetir los eventos que hicieron que nos separáramos, miedo porque Santi cayera de nuevo en la tentación de serme infiel con otro. Miedo de que llegara otro a la vida de mi amado y me sacara de escena.

Miedo infinito a perderlo.