Soy Santiago y esta es mi historia XVI

-Sigues allí?-dijo Daniel- Mira, Miguel dice que no quiere hablar contigo, y que por favor no lo llames más –acto seguido, colgó-

NOTA:

Saludos amigos. Disculpen la tardanza, despues de casi un mes, aquí está el capítulo 16, espero les guste!! Si quieren comunicarse conmigo pueden hacerlo por mi correo como siempre o por las redes sociales que decidí abrir para estar en contacto con ustedes y opinen sobre lo que escribo. Recuerden comentar y valorar, para mi es importante conocer su opinión. Abrazos&Besos!

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Subimos hasta mi cuarto besándonos durante todo el trayecto. Al llegar a mi habitación, lo lancé literalmente a mi cama y comencé a besarlo salvajemente. Le repetía que lo amaba, infinidades de veces, era cierto, y ni siquiera el alcohol podía borrar de mi mente, ese hecho. Desprendí sin vacilar su hermosa camisa color verde, y recorrí todo su pecho con mi lengua, chupando enérgicamente sus pezones. Seguí bajando de manera casi desesperada hasta llegar a la cremallera de su pantalón, del cual lo despojé luego de desbotonar el cierre y bajar la cremallera, no llevaba ropa interior,

lo cual puso mi morbo a mil.

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Santiago

Me desperté a las 8:00 a.m., algo totalmente extraño considerando que me había acostado tarde, y había estado en la fiesta. Pero por alguna extraña razón, no podía dormir, ya no tenía sueño y estaba dando vueltas en la cama bajo mi gran cobija, hacía frío.

Comencé a recordar lo genial de la noche anterior, lo bien que la había pasado. Había bailado muchísimo, y un ligero dolor en los pies y las piernas podían confirmarlo. No había bebido mucho, puesto que me quedó muy claro que cuando me excedo con la bebida, pasan cosas de las cuales luego me arrepiento. Todo fue perfecto hasta que mi papá decidió que ya era suficiente. Sentí que mi celular vibraba en el bolsillo de mi pantalón, vi que era mi papa y decidí irme a un espacio algo así como una terraza en la que no había tanto ruido, me fui tanto receloso, puesto que Migue se quedó con Miguel, quien le estaba dando tequila.

-Aló? –le dije a papa al contestar la llamada-

-Acaso no sabes la hora que es? –me dijo visiblemente molesto-

-No papá, no sé que hora es, es que me entretuve y se me pasó volando las horas.

-Son las cuatro de la mañana Santiago, y te dimos permiso hasta las 2:00 máximo las 2:30, te recuerdo que aún no eres mayor de edad y no te gobiernas.

-Esta bien papá, disculpa, ya voy a tomar un taxi para la casa.

- No es necesario, estoy afuera del club, sal inmediatamente o se acaban los permisos para salir–acto seguido, colgó-

Papá no había dejado más opción, me había ido a buscar, y no era conveniente hacerlo enfadar, pues no quería que me castigaran, y menos ahora que la reconciliación se estaba concretando. Atravesé todo el salón con destino a la puerta de salida, y entre tanta gente no pude identificar a Migue para despedirme y decirle por qué me iba.

Al entrar al carro papa comenzó a sermonearme, yo solo asentía, más no le estaba prestando atención, mi mente estaba con Miguel y me lamentaba que esta noche no habíamos podido consumar nuestra reconciliación.

Aún seguía dando vueltas por la cama, alguien tocó la puerta y entró a mi habitación. Era mi hermano.

-Pensé que seguías dormido –me dijo mientras se dirigía a mi cama.

Me observó un segundo y se lanzó en mi cama, colocando un brazo y una pierna sobre mí, abrazándome a él. Ese gesto me sorprendió un poco, puesto que luego de lo que sucedió, nuestras expresiones de cariño disminuyeron significativamente.

-Tengo mucho sueño, quiero seguir durmiendo –me dijo con los ojos cerrados, se lo veía muy cómodo, yo también lo estaba-

  • Y por que no duermes?

  • Eso quisiera, pero hoy tengo que ir a Mérida.

  • Qué? A Mérida? –le dije sentándome en la cama, deshaciendo nuestro abrazo- Que vas a hacer para allá?

  • Voy a llevarle unos herbicidas a la abuela, que los necesita urgente y allá no se consiguen. Acompáñame, si?

Nuestra abuela materna vivía en Mérida, una ciudad andina de nuestro país que particularmente me fascina, como toda región montañosa el clima era muy agradable. Abuela tenía una finca en un pueblito a las afueras de la ciudad en la que tenía un vivero, cultivaba muchas plantas, entre ellas flores, y últimamente había hecho de esa actividad un negocio. Me sentía muy tentado con la invitación, puesto que siempre me encantaba ir a visitar a los abuelos, y además me encantaba la ciudad, pero había algo que me frenaba, quería hablar con Miguel y quería pasar tiempo con el.

-Muy tentadora tu invitación hermano, pero me temo que mi respuesta es no –le dije con cara de lástima, en verdad me gustaría acompañarlo-

-Pero ¿por qué? Ya no tienes clases, no tienes nada que hacer –me dijo suplicante- Ah, ya sé: Miguel.

-Yo sólo asentí-

-Bueno, pero por lo menos acompáñame a comprar unas cosas que también le voy a llevar, y a ubicar quien me traslade.

-Está bien, pero déjame alistarme, dame media hora.

Albert salió del cuarto y yo entré al baño. Pude percatarme de que tenía una erección, pero no haría nada, dejaría que se bajara por si sola, iba a reservar todo contacto sexual para el momento en que esté de nuevo con Migue. Entré a la ducha y abrí la llave de la regadera, salió el agua increíblemente fría, pero la soporté, quería despertarme por completo, y estaba funcionando.

Todavía rondaba por mi mente la invitación de acompañar a Albert a casa de abuela, pero sabía que si me iba, pasaría todas las vacaciones por allá, puesto que la casa de abuela es sumamente encantadora, con todas esas flores y plantas, ligado con el clima, lo hacían ideal. Por eso la rechacé por segunda vez. Necesitaba concretar la reconciliación con Migue y pasar tiempo con él, además, en pocos días era su cumpleaños, así que definitivamente era un no rotundo. Me sentía tan emocionado de que al fin estaría de nuevo con el chico que nunca debí haber dejado ir ni haberlo lastimado de esa manera, pero esta era una segunda oportunidad que la vida me estaba presentando y no debía desaprovecharla, debía enmendar todo el daño que le había hecho a Miguel. Cerré la llave y el agua dejó de caer. Sequé todo mi cuerpo con una toalla y salí dispuesto a vestirme, debía darme prisa si quería desayunar antes de salir con Albert. Me dirigí hacia el closet a seleccionar la ropa que me colocaría, mientras lo hacía, un “bip” proveniente de mi celular me distrajo, se me aceleró el corazón al pensar que podría ser Miguel, pero deseché la idea, puesto que seguramente se había ido de la fiesta cuando ya había amanecido, eso sumado a la borrachera que llevaba encima, me indicaba que Migue despertaría después del mediodía. Lo conocía lo suficiente como para saber eso.

Tomé mi celular y deslicé mi dedo sobre la pantalla para desbloquearlo, me percaté que era un correo electrónico, ¡DE MIGUEL! Mi corazón se aceleró de inmediato. ¿Por qué Miguel me enviaría un correo electrónico a esta hora? Y porqué un correo y no un mensaje de texto o una llamada?

Tenía en mi celular en mis manos, aún no había abierto el correo. Pude observar que había un archivo adjunto, me lo indicaba un ícono en forma de clip en uno de los bordes del correo. Sentía un coctel de emociones, algo no andaba bien.

Me dirigí a mi escritorio y encendí inmediatamente mi computadora, necesitaba leer y descargar lo que ese correo contenía, pero no lo haría en mi celular, me resultaba incómodo. Cuando ya se inició por completo, abrí inmediatamente la página de mi correo y allí estaba, sin leer todavía. Respiré profundo, lo abrí y comencé a leer el contenido.

“Santiago, sé que este no es el mejor medio para lo que voy a hacer, pero no encontré una forma más fácil.

Sé que ayer la pasamos muy bien en la fiesta y que también pensaste que nuestra reconciliación era inminente, pero no es así. Luego de meditarlo muy bien, recordé todo lo que me hiciste pasar, no tuviste respeto por mi ni por nuestra relación, te burlaste del amor que sentía hacia ti y traicionaste la confianza que te entregué acostándote con tu hermano, CON TU HERMANO, que me puede decir eso de ti? Si lo hiciste una vez, lo harás muchas más. No te voy a negar que te quiero mucho y que eres especial para mí, pero la verdad en el fondo no te he perdonado. Además, ya terminé mi bachiller y ahora necesito entrar en la universidad, había considerado estudiar una carrera que dieran aquí, iba a estancarme en este pueblo por ti, pero veo que no vale la pena, me iré a vivir con papá a Caracas y allá estudiaré algo que realmente me guste. Te agradezco no me llames, no hagas esto más difícil.

El archivo adjunto te lo envió para que sientas, lo mismo que yo sentí cuando me viste la cara de tonto.

Bye. “

Mi cara de sorpresa al leer aquellas líneas, debió ser un poema, tenía la boca abierta por causa de la impresión, y una opresión en el pecho me embargó de inmediato. Sin embargo, en mi mente me hacía la idea de que era una broma de mal gusto y que el archivo adjunto debía ser Migue diciéndome que era una broma y que me amaba. ¡Si! Definitivamente debía ser eso –me tranquilicé a mi mismo mientras se descargaba el archivo adjunto-

Al fin terminó de descargarse, y vi que era un video. Una voz de “Te lo dije” apareció en mi mente. Sin embargo, dudé un momento para abrirlo, pero volví a tomar aire y le di doble click. El video comenzó a correr, era confuso, pero podía ver que era el cuarto de Miguel. El video continuó y la iluminación mejoró, definitivamente era el cuarto de Miguel, habían encendido la luz. Observé que aparecieron Daniel y Miguel y todo mi cuerpo fue atravesado por un escalofrío: SE ESTABAN BESANDO. Miguel lanzó literalmente a Daniel contra la cama y comenzó a besarlo con desesperación, le quitó la camisa y lamió sus pezones, para luego terminar chupando ávidamente el pene de Daniel.

No podía procesar lo que estaba viendo, me parecía tan irreal, sentí ganas de vomitar, pero me aguanté y seguí viendo ese video que me estaba triturando el alma. Miguel lo penetraba mientras lo besaba, con una fuerza increíble, con una pasión que ya yo había sentido. Estuvo penetrándolo mientras lo abrazaba por unos minutos, hasta que se detuvo súbitamente, salió de Daniel y enérgicamente se puso a gatas, con el culo en pompa ofreciéndoselo a Daniel. No podía creerlo, mi amado Miguel sería penetrado por Daniel, algo que ni siquiera yo había hecho. Daniel se posicionó detrás de Migue, mordiéndose el labio lascivamente lo penetró. Lo embestía rítmicamente mientras lamía su espalda y orejas, ya de mis ojos brotaban lágrimas abundantemente. Daniel continuó penetrando a Migue por unos minutos más, hasta que los dos tuvieron sus orgasmos simultáneamente, para luego acostarse abrazados. El video terminó con unas letras grandes que decían “ADIÓS SANTIAGO”.

No pude aguantarlo más y comencé a llorar, tomé mi celular y marqué el número de Miguel. No contestaba, me colgaba la llamada, lo sabía por la cantidad de veces que repicaba. Me desesperé, de mis ojos seguían brotando lágrimas amargas. Seguí intentado, hasta que contestó una voz que no era la de Miguel.

- Alo? –me contestó la voz-

-Quien habla? Pásame a Miguel –dije yo tratando de sonar tranquilo.

- Ah, Santiago –dijo con fastidio- Habla Daniel, déjame ver si Miguel quiere hablar contigo, espera un segundo.

Odiaba con todas mis fuerzas en eso momento a Daniel, pero mi preocupación era hablar con Migue, necesitaba que me dijera de su boca que todo lo que había leído y visto era una broma de mal gusto y que me amaba.

- Sigues allí? -dijo Daniel- Mira, Miguel dice que no quiere hablar contigo, y que por favor no lo llames más –acto seguido, colgó-

La sangre me subió a la cabeza y la furia mezclada con confusión se apoderó de mí. Marqué de nuevo, le exigiría que me pasara a Miguel.

-COÑO, QUE NO QUIERO HABLAR CONTIGO, DEJA DE MOLESTAR –gritó del otro lado.

Me sentí devastado, puesto que me pareció haber escuchado la voz de Miguel. ¿Qué haría ahora? ¿Qué se supone debía hacer? Ya estaba claro que no quería hablar conmigo. ¡Maldita sea! –grité- todo me lo merecía. Miguel tenía toda la razón de estar así, soy un estúpido, un estúpido de proporciones gigantescas.

Me quedé sentado en la cama con la mirada perdida, me dolía la cabeza horrible y no podía controlar los sollozos aunque hacía un esfuerzo tremendo.

  • No se vale llorar Santiago, estas cosechando lo que sembraste –no podía dejar de repetirme eso a mi mismo, y mas allá de calmarme, lo que hacía es que se incrementaba mi llanto.

Sentía que ahora si había perdido a Miguel, ya no había vuelta atrás, y ese video me lo confirmaba, el Miguel que conocía no era capaz de hacer tal cosa, pero yo con mis estupideces, ahora me tocaba pagar las consecuencias. No podía parar de llorar, en mi cabeza se repetía una y otra vez el video de Daniel y Miguel, una y otra vez, torturándome. Me dolía infinitamente, y pude comprender lo que sintió Miguel al verme con Albert.

-Ya estás listo Santiago –gritó Albert desde fuera de mi cuarto-

-Me estoy vistiendo –dije tomando aire para que mi voz no se notara quebrada- Ya bajo.

Me levanté como por inercia, mi cabeza era un hervidero de ideas, culpas, remordimientos y rabias. Me vestí con lo primero que encontré y me miré al espejo, mis ojos me delataban, así que me coloqué unos lentes de sol. Igual iría con Albert a hacer las diligencias, necesitaba calmarme un poco y pensar con cabeza fría que era lo que iba a hacer. Salí de mi cuarto y bajé las escaleras.

-No vas a desayunar? –dijo Albert detrás de mi-

-No tengo hambre. Nos vamos?

-Pasa algo? –me dijo arqueando las cejas-

-No vale, no pasa nada.

Salí hacia el garaje y me monté en el carro, en el asiento del copiloto, minutos después Albert ocupó su puesto detrás del volante.

-Para donde iremos? –dije forzando una sonrisa-

Albert me miró tratando de adivinar que pasaba, hizo un gesto de resignación y comenzamos a andar.

-Primero vamos al bar, tengo que arreglar unas cosas con Lucho, después vamos a la oficina a ver que camioneta me va a llevar y después vamos buscar los herbicidas, y ya.

No conteste, a penas emití un breve “Hmm”. Todavía rondaba por mi mente toda la situación que tenía encima, no sabia que hacer exactamente, no se me ocurría nada, absolutamente nada. Todos los demás sentimientos se habían ido, dejándome una profunda tristeza. Necesitaba pensar en algo, no podía dejar eso así como así, necesitaba que Miguel me mirara y me dijera viéndome a los ojos que me alejara que ya no quería nada conmigo y que todo había terminado.

La melodía de una canción me sacó de mis pensamientos, Albert había encendido el reproductor. Era una canción de Aerosmith, la reconocí inmediatamente, “Hole in my soul”. Esa canción me traía gratos recuerdos, específicamente me recuerda una vez que pasé toda una tarde con Migue encerrados en mi cuarto, no teniendo sexo, no, ese día lo pasamos viendo películas y escuchando música. Hoy esa canción tenía otro significado.

“Si, hay un agujero en mi alma,

Pero una cosa he aprendido,

Para cada carta de amor escrita

Hay otra quemada”

La melodía me hacía recordar las veces en las cuales me había dicho “te amo”, todas las veces en las que sentí que mi felicidad era suprema, en la que sentí que nuestra relación sería eterna. Pero también recordaba lo egoísta que fui, lo fácil que era doblegar mi voluntad, y todo el drama que le había puesto a nuestras vidas sin ninguna razón.

“Se terminó,

Se terminó,

Porque estoy apagando la llama”.

En una espina sin rosa, en eso es lo que me he convertido, porque a pesar de que me sienta realmente mal por causa de ese correo que recibí, sabía que el culpable de esa situación había sido yo mismo, no tenía derecho a reclamar, toda acción tiene una reacción.

Hacía un esfuerzo tremendo para no llorar escuchando esa canción. Dicen que cuando uno está triste, las canciones toman un significado diferente, y era cierto, y más en mi caso, todas las situaciones en mi vida las asocio con una canción, esta no era la excepción.

Al fin terminó, y pensé que mi tortura acababa, pero no era así. La siguiente era “Fix you” de Coldplay.

-Quiere hacerme llorar con esas canciones, lo se –pensé en mi interior-

“Cuando lo intentas todo pero no tienes éxito.

Cuando obtienes lo que quieres pero no lo que necesitas

Cuando te sientes muy cansado pero no puedes dormir,

Atascado en marcha atrás”

Esta vez mi esfuerzo por no llorar era mayor, la melodía del triste órgano siempre me había bajado el ánimo, sumado a eso la letra y el tono del vocalista, las lágrimas amenazaban con salir.

“Cuando las lágrimas caen por tu rostro,

Cuando pierdes algo que no puedes remplazar,

Cuando amas a alguien pero lo desperdicias,

¿Podría ser peor?

Me dolía la cabeza  por contener las lágrimas. Miré por la ventana del carro y vi que nos acercamos a la zona donde vive Miguel, ya podía ver su edificio, y unas ganas por bajarme me entraron repentinamente, quería salir corriendo e ir a hablar con el, pero había algo en mi interior que me frenaba, no me terminaba de convencer de hacerlo.

“Bien arriba o bien abajo,

Cuando estas muy enamorado como para dejarlo pasar,

Si nunca lo intentas nunca sabrás,

Lo que realmente vales.”

Era suficiente, no podía soportarlo.

-Detén el carro, aquí me bajo –le dije a Albert como pude, un nudo se había apoderado de mi garganta-

  • Pero por qué? Que paso? –me dijo Albert con extrema preocupación al tiempo que frenaba-

  • No te preocupes, no es nada grave, luego te explico. Ve a hacer tus diligencias.

-Pero… -no escuché lo que dijo después.

Salí corriendo hacia la entrada del edificio donde vive Migue, el portero me abrió la puerta de entrada sin siquiera obtener un “hola” de mi parte, subí al ascensor y deseaba que se apresurara. Los oídos me zumbaban, las sienes me palpitaban, sudaba profusamente y mi llanto no cesaba. Salí del ascensor y toqué su puerta incesantemente. La puerta se abrió y yo me dirigí a las escaleras inmediatamente, con destino al cuarto de Migue sin siquiera percatarme de quien abrió. Entré violentamente y la puerta hizo ruido, Migue no estaba en su cama, venía saliendo del baño.

-Necesito que me digas, aquí de frente, que todo lo que decía ese correo y todo lo que vi en el video es cierto, dime que quieres que desaparezca y que ya esto no tiene marcha atrás –le dije casi gritando, sollozando- ¡Dímelo! necesito oírlo de tu boca.

-Santiago, ya va, espera un momento, no entiendo nada –Dijo con los ojos entrecerrados, la luz le molestaba- De que me estas hablando?

-¿Cómo que de que te estoy hablando? –de mis ojos seguían saliendo abundantes lágrimas- Del correo pues, del video que me enviaste de Daniel y tu… Teniendo sexo –dije como escupiendo las palabras-

-Como? –se notaba descolocado- Como que me acosté con Daniel? Si tu dormiste aquí conmigo, me acabo de levantar y no te vi en la cama, en qué momento te habría de enviar ese correo?

­En mi cara se dibujó un gran signo de interrogación. Yo no había dormido con el, y efectivamente los del video eran el y Daniel.

-Migue, yo no dormí contigo –le dije un poco impaciente- Yo me fui temprano papá me fue a buscar. NO JUEGUES CONMIGO MIGUEL. En mi correo está el video –dije llorando a más no poder, estaba al borde del colapso.

Miguel seguía sin entender de qué le hablaba, y eso me desesperaba cada vez más.

-No me crees Miguel, es eso?

Apretando los dientes y los puños me dirigí hacia la computadora de Migue, estaba encendida, pero en modo “Suspendido”, moví el mouse y en seguida la pantalla se iluminó, y estaba en la página del correo electrónico de Miguel, específicamente en la bandeja de salida.

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MIGUEL

Santiago había abierto el e-mail y estaba leyendo el contenido del cual no recordaba haber escrito ni una palabra. Mi entrecejo estaba fruncido a más no poder y mi cara más que sorpresa denotaba enojo. Yo no había escrito eso, no cabía la menor duda, había tomado muchísimo, si, tenia una resaca gigantesca, si, pero estaba cien por ciento seguro de que no había enviado eso. Tomé el mouse y comencé a reproducir el video. Vi el principio, luego lo adelanté hasta la mitad, y por último hasta el final.

Sentía que mis mejillas quemaban, y me palpitaban las sienes.

-Ese maldito –dije demostrando la rabia que se había apoderado de mi-

Salí de mi habitación y entré a la de Daniel, no había nadie. Revisé el closet y su ropa y su maleta ya no estaban, se había ido. Salí de la habitación y entré a la mía, tomé mi celular y marqué al número de Daniel, todo esto bajo la atenta mirada de Santiago. En el buró de mi cuarto sonó el celular de Daniel, lo había dejado.

Estaba tan molesto con Daniel que si en ese momento lo hubiese tenido en frente lo acabo a golpes. Había cumplido; al rechazarlo aquella vez en el parque me dijo que me iba a arrepentir o algo así, no le presté mucha atención en ese momento, pero el muy idiota terminó haciendo lo que quería. Respiré profundo, para calmarme.

-Santi, mi amor. Yo no fui quien te envió ese correo, fue Daniel –le dije pausadamente tomándolo por los hombros con ambas manos-

-Pero que motivo tendría Daniel para hacerlo, el ni siquiera sabía que tu y yo somos… bueno éramos novios.

-Claro que si sabía, porque el me besó un día que fuimos al parque, el mismo día en que tu y Marco nos dejaron esperando porque se había dañado el carro de Albert. El me besó y yo le dije que eras mi novio, entonces me propuso sexo sin ningún tipo de compromiso y como no acepté se molestó y me dijo que el siempre obtenía lo que quería, y bueno, ya ves.

Santiago me miraba con sus grandes ojos grises sin dejar de cesar las lágrimas. Eso me desesperaba, no me gustaba ver a Santi llorar, necesitaba que dijera algo, pero no emitía sonido alguno. Unos segundos más tardes me abrazó con gran fuerza.

-Perdóname –me dijo con su voz entrecortada y con su respiración agitada-

-Santiago, mírame –le dije tomando su rostro en mis manos y mirándolo a los ojos- Yo te perdoné hace mucho, y no te voy a negar que me dolió lo que sucedió, me hirió profundamente, y precisamente por eso es que me dolió tanto, por que te amo. No te creas, que Daniel te haya enviado ese e-mail me molesta muchísimo y me enerva de ira, pero creo que sentiste algo parecido a lo que yo sentí, y espero que recuerdes cada vez que se te presente una “tentación” o algo, lo que se siente ver a la persona que amas en esa situación. Te amo Santiago, lo sigo haciendo como siempre, entonces no tienes que pedirme más perdón por algo que ya sucedió. Pero prométeme que no sucederá de nuevo, no sólo conmigo, porque no sabemos para donde vamos, hoy estamos juntos, mañana quizás no. Quiero que recuerdes lo que duele sentirte traicionado.

-Te lo juro Migue, no sucederá nunca más.

La carita de Santiago me causaba una compasión y ternura increíble. No pude hacer más que besarlo.

Rencontrarme de nuevo con esos labios rosados y tersos como la seda, produjo una descarga eléctrica que estaba esperando hace mucho. Al parecer Santi también lo sintió, puesto que emitió un leve gemido al nuestros labios entrar en contacto. Lo tomé por su cabeza, metiendo mis dedos entre su sedoso cabello. Una sensación de alegría invadió mi ser, una paz interior, un nuevo amanecer en el que se acabaron los días que pasaría sin mi Santiago, se acababa la espera de sus brazos, de sus labios, de su piel. Lo podía sentir, su cuerpo caliente cerca del mío, nuestros corazones de nuevo latiendo uno tan cerca del otro. Plenitud, eso es lo que sentía.

Conduje al amor de mi vida entre mis brazos hasta mi cama. Lo recosté con suavidad mientras nuestros labios continuaban unidos, tal como dos viejos enamorados se rencuentran y no quieren separarse nunca más.

Santiago tenía la capacidad de excitarme en extremo, justo como lo estaba en ese momento, pero también podía despertarme la más inmensa ternura. Entonces esos dos sentimientos encontrados generaban que mis caricias a su cuerpo estuviesen cargadas de sexualidad pero a su vez de sutileza, mis manos se posaban y recorrían su cuerpo con pasión pero con la suavidad con la que se trata a una delicada flor. Porque no hay nada más hermoso que hacer el amor con alguien, y más si amas a ese alguien con un amor que sale de las entrañas mismas, te satisface tanto física como sentimentalmente.

Esa sensación y ese sentimiento habían estado presente desde el primer momento, desde la primera vez que tuve sexo con el. Me había arriesgado, nunca le había abierto mi corazón a nadie tan rápidamente, y a pesar de todo lo sucedido, no me arrepiento.

Mis manos despojaron suavemente la camiseta de su torso, cada movimiento era una caricia a su piel blanca y suave, podía ver que su cuerpo respondía, sus vellos se erizaban constantemente, como si se tratase de una sensación nueva cada vez que mis dedos hacían contacto con su torso desnudo. Sus pezones me apetecían siempre, nunca me aburría, para mi sabía como la miel, dulce, sin embargo nunca me empalagaba. Mi lengua recorría suavemente sus pezones, mientras por mis fosas nasales entraba el dulce aroma de su piel, ese olor embriagador, que me recordaba al chocolate.

Subí de nuevo a su boca, sus besos profundos son mi mayor debilidad. Mi cuerpo sobre el suyo ejercía la presión que yo sabía que le gustaba, mucho. Mientras nuestros genitales entraban en contacto por sobre la tela. En mi calzoncillo podía sentir como se formaba la humedad de mi precum, señal de que estaba enteramente excitado.

Yo no tenía prisa, pero al parecer Santi si. Con sus pies fue halando mi short del pijama, de esa forma tan experta de siempre. En instantes mi miembro estaba al descubierto rosando con gruesa tela de su pantalón de jean, por lo cual retomé el camino hacia el sur: pasando por su pecho, atravesando su ombligo y llegando al botón de su pantalón.

Desabroché, bajé la cremallera y saqué sus pantalones casi de inmediato. La imagen de Santi en bóxer era uno de los placeres visuales que más me encantaban, su cuerpo tan sensual unido a esa cara de angelito sonrojado de ojos grandes y bellos, me dejaban sin aliento. Sonreí como un tonto al observarlo, y él también sonrió, son la respiración un tanto agitada e incorporándose un poco para ver mejor.

-Te amo –le dije sin emitir sonido, solo moviendo los labios.

Tomé en mis manos el elástico de su bóxer y bajé suavemente, allí estaba, el pene más hermoso de todos. No era el más grande, tampoco el más pequeño, pero era hermoso, estéticamente hablando, casi perfecto. Lo tomé y sin pensarlo lo lamí como a una paleta, desde la base hasta el glande. Un escalofrío recorrió su cuerpo, lo supe por los pequeños temblores en sus músculos.

Chupaba su miembro con paciencia, disfrutando la sensación de su glande contra mi paladar. Con la punta de mi lengua jugaba con su frenillo, sabía que eso le encantaba. Mi boca se trasladó hasta sus testículos, chupándolos con ímpetu, mientras alternaba lengüetazos entre los testículos y el periné. Santiago movió su cadera un poco hacia adelante para que su ano quedara expuesto, por lo cual mi lengua fue en busca de ese agujero de placer. Lamía repetidamente su ano, victima de pequeñas y ocasionales contracciones. Continué chupando el ano de mi amado hasta que Santi me hizo saber que quería ser penetrado, su cara lo decía todo, no necesitaba interpretación.

Tomé mi posición mientras Santi colocaba sus piernas en mi cintura. Mi glande comenzó a invadir sus entrañas, mientras el placer que yo recibía era inigualable. Empujaba poco a poco hasta que entró todo mi miembro en su interior. Embestía suavemente, sin prisa, disfrutando al máximo esa increíble sensación, mientras nuestras lenguas se encontraban en un beso húmedo y apasionado. Nuestras respiraciones calientes se mezclaban y eran inhaladas por nosotros mismos, embriagándonos con la esencia del otro.

Placer y amor, la combinación perfecta. Navegamos juntos en el mar de la felicidad y la satisfacción, mientras gemidos ahogados ambientaban la situación como el más maravilloso soundtrack. Trataba de acariciar con mi pene, la zona de la próstata. Siempre había prestado atención a las reacciones de Santi cuando acariciaba ciertas zonas, y había aprendido a identificar que punto debía tocar para que Santi sintiera el mayor placer posible.

Los besos nunca cesaron, los gemidos aumentaron y mi penetración era más profunda, procuraba aguantar hasta que Santi tuviera su orgasmo. Hasta que sentía que no podía aguantar, y estallé en mi orgasmo dentro de él. Besaba con más intensidad sin dejar de penetrar, mientras Santiago eyaculaba abundantemente sobre su abdomen, su respiración acelerada recobraba su tranquilidad.

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Estaba en un estado de relajación absoluta, abrazado a mi Santiago, rodeándolo con mis brazos, su espalda contra mi pecho, yacíamos los dos en mi cama. El olor de su cabello inundaba mis fauces, y en el ambiente flotaba una sensación de tranquilidad. Todo sería como antes, ¡Por Fin! Tendría a mi lado de nuevo al chico más especial que había podido conocer, sin embargo en mi interior estaba una pequeña chispa que me hacía temer, temía que Santi volviera a ser débil y me engañara de nuevo. Pero confiaba, y esa confianza que me daba el amor, era más fuerte que esa insignificante chispa de desconfianza que a penas se asomaba en un rincón.

-Todavía te amo demasiado, carajito.