Soy Santiago y esta es mi historia XIX

PENÚLTIMO CAPÍTULO: "Mi mundo se acaba de desmoronar. Las palabras de Miguel cargadas de amargura y desdén solo podían indicar una cosa: que se había enterado de toda la verdad. No pude articular palabra."

NOTA:

Saludos queridos amigos, finalmente pude terminar de escribir el siguiente capítulo de esta história, el penúltimo. Si, ya la história llega a su fin y el Capítulo XX será el último. Muchas gracias por seguir leyéndome, a pesar de que me pierdo tanto tiempo, ocacionando que ustedes pierdan en hilo de la historia y quizás hasta pierdan el interés. Muchísimas gracias a los que valoraron y comentaron el capítulo anterior, y a los que leyeron en silencio, gracias también. Trataré de enviar lo más pronto posible el Capítulo Final, pero como entenderán, quiero dedicarme especialmente a él, para que quede perfecto y digno de ustedes. Abrazos&Besos.

CAPÍTULO ANTERIOR:

"Nos paramos uno frente al otro, vistiendo sólo nuestros bóxers. Lo noté un poquito más alto, quizá haya sido impresión mía o quizá era cierto. Me entraron unas ganas incontenibles de abrazarlo. Así lo hice. Caí en cuenta de que lo tenía de nuevo en mis brazos. De que lo amaba profundamente. En mis fosas nasales entró el olor típico que despedía su cabello, mientras en mi mente llegaban los recuerdos de momentos bellos que habíamos vivido. De pronto la sensación de nostalgia se intensificó, no se por qué motivo, y comencé a llorar mientras lo abrazaba. A llorar de alegría porque lo tenía, de tristeza por todo lo que había pasado, y de miedo… miedo de que se volvieran a repetir los eventos que hicieron que nos separáramos, miedo porque Santi cayera de nuevo en la tentación de serme infiel con otro. Miedo de que llegara otro a la vida de mi amado y me sacara de escena.

Miedo infinito a perderlo."

Santiago

Ya estábamos de vuelta a nuestra ciudad. El viaje desde casa de mis abues había sido bastante agotador, por lo que no me fue difícil quedarme dormido gran parte del viaje abrazado con mi amorcito en el asiento trasero de la camioneta. Por suerte un viejo amigo de Albert pidió que le diéramos un aventón, lo que me salvó de ser el copiloto de mi hermano y así me pude dedicar a mi Migue.

Nos estacionamos frente a la entrada principal del edificio donde vive Miguel para dejarlo en su casa y luego irnos a la nuestra a descansar. Me bajé de la camioneta con él para acompañarlo a la puerta.

-Bueno amor, nos vemos más tarde, si? Y así cuadramos bien que vamos a hacer mañana para tu cumple –le dije a Migue mientras me inclinaba para darle un beso. Sin embargo para mi sorpresa Migue, desvió su cara imposibilitando el beso-

-Que sucede? –le dije mostrando confusión-

-Santiago, tu me amas? –me dijo mirándome a los ojos, pude notar como se abrillantaban-

-Por supuesto mi vida, claro que te amo.

-Que… tanto? –dijo aclarándose la garganta a mitad de la frase y mirando al otro lado de la calle por un instante para luego clavar su incisiva mirada en mis ojos-

-Muchísimo, amor –le dije preocupándome-

-Si? Seguro? No parece.

-Qué pasa amor, por qué dices eso? –dije alarmado-

-Pasa, Santiago, que cuando una persona ama como tú dices amarme, puede llegar a ser muchas cosas, pero sobre todo, es sincera. Y tu, “amado mío”, no has sido sincero con aquel a quien dices amar “muchísimo”.

Mi mundo se acaba de desmoronar. Las palabras de Miguel cargadas de amargura y desdén solo podían indicar una cosa: que se había enterado de toda la verdad. No pude articular palabra.

-Pasa que el motivo por el cual nuestra relación se terminó, sólo era la punta del iceberg. Saber que me fuiste infiel en cuatro ocasiones, es más de lo que el pendejo de Miguel puede soportar. Si, un pendejo por haberme enamorado de esta manera de ti. Es que desde el principio esto se veía venir, si te acostaste conmigo el primer día que comenzamos con ‘esto’, que más se podría esperar? Dime.

Las palabras de Miguel se sentían como espinas clavándose por todo mi cuerpo, por lo duras y verdaderas que eran. Me sentía una inmensa basura, y quizás lo era; o en efecto lo era. Mientras, yo seguía mudo, no podía hacer más que dejar que mis lágrimas fluyeran sin control. Esta vez no diría nada para defenderme, Migue tenía razón. En mi cabeza se alojó la intriga por saber la forma en la que se enteró de todo. Mi mente maquinaba y trataba de imaginar la forma en la que hubiese podido enterarse, pero no encontré ninguna. Además ya no importaba, ya lo sabía todo.

-Ya que no dirás nada, al menos quiero que me cuentes cuando y con quienes fueron esas cuatro infidelidades. Bueno, sólo tres, porque una de ellas ya la se –dijo refiriéndose a mi suceso con Albert-

En definitiva, la actitud de Miguel era lo que más me dolía. Sus lágrimas caían profusamente, y en su mirada veía una mezcla de dolor, decepción, tristeza y sobre todo mucha rabia.

-Migue, yo… -decía tratando de recobrar aliento para continuar la frase- Yo de verdad no creo que sea necesario que…

-No, si es necesario, y creo que por alguna vez merezco tu completa sinceridad. Así que dime. No pido detalles. Sólo cuando y con quién. No creo que sea tan difícil.

La rabia y decepción que contenían las palabras de Migue, eran quizás lo más doloroso de todo. Intenté verlo a la cara pero no podía. Comencé a pensar en que quizás era cierto, quizás no lo amaba tanto como creía.

-Dime pues, estoy esperando.

-Migue, por favor… –decía yo mientras inhalaba y exhalaba tratando de calmarme resignándome a contarle lo que exigía - La primera vez fue con Marco, el día en que su papá lo cachó con Esteban teniendo sexo. Él estaba muy triste y bueno… Ese fue el día en el que tú y yo estábamos cumpliendo nuestro primer mes juntos.

La reacción de Miguel ante ello fue apretar los ojos mientras el caudal de lágrimas que rodaba por sus mejillas se hacía más fuerte.

-Continúa –me instó-

-La segunda vez… -hice una pausa para tomar aire, al saber que contaría una de las infidelidades más absurdas- La segunda vez fue cuando nos secuestraron en la finca. Fue con el tipo que me retuvo; no fue una violación, porque yo lo consentí.

Migue la mirada de Migue expresaba incredulidad y, ¿asco?. Me escuchaba como el más cínico y loco ser. Me odiaba a mi mismo, ¿Cómo pude llegar hasta estos extremos? Lo había dañado todo.

-La noche en la que fuimos al piano bar… -continué yo sin esperar que él me dijera algo, quería acabar con esto- Esa noche no sólo te fui infiel con Albert, sino que después que tu te fuiste, tuve un encuentro con un señor desconocido en los baños del local.

Ya estaba hecho. Ya había sido del todo sincero con Migue. No fue la mejor forma, ni la que yo esperaba, pero eso era todo. Sabía que Migue me odiaba, y tenía todo el derecho, hasta yo mismo me odiaba. Sabía también que hasta aquí había llegado nuestra historia, principalmente porque su cara me lo decía todo, y por otro lado, eso era lo razonable. Y hasta cierto punto era lo mejor, Miguel no se merecía a alguien como yo. En toda nuestra, relación no tuve una sola razón para quejarme de él. En cambio, él tenía cuatro, y todas se las lanzaba de un solo sopetón, eso multiplicaba la intensidad del efecto.

Migue seguía parado delante de mí. Con su chaqueta en las manos y su mochila colgando de su hombro; y secándose las lágrimas con el puño de su súeter de manga larga, con la voz un poco más tranquila y serena me dijo:

-Bueno Santi, como es obvio, hasta aquí llegó todo. Es cierto que dicen que el amor verdadero todo lo perdona, pero yo no puedo. La verdad, no me siento con la madurez de perdonarte. Sé que te preguntas cómo me enteré de todo, bueno, el que busca encuentra; yo busqué en tu celular, y encontré. Sólo espero que algún día encuentres a alguien que te ame mucho más que yo, pero también espero que no le causes el mismo dolor que yo estoy sintiendo en este momento. No te voy a negar, lo que siento por ti es muy fuerte, y lo que viví contigo no lo voy a olvidar fácilmente; pero la verdad duele. En realidad, TU verdad me duele, y mucho.

Miguel terminó de hablar y con una media sonrisa más que fingida, se dio la vuelta y entró al edificio donde vivía. Mientras yo estaba literalmente paralizado en la acera. Sintiéndome la peor basura, una escoria de persona por causarle sufrimiento a quien se supone es la persona que ‘amo’. En ese momento caí en cuenta de que esta vez si iba en serio, esta vez ya había terminado todo. Y muy en el fondo, sabía que era lo mejor. Era lo mejor porque no era justo que Miguel me haya dado una segunda oportunidad, y yo haya traicionado esa confianza al ocultarle cosas muy importantes en nuestra relación.

Uno cosecha lo que siembra, no? Así que ahora te aguantas Santiago –me dije a mi mismo antes de derrumbarme en la acera, dándole rienda suelta al llanto que salía desde el fondo de mi alma-

MIGUEL

Contuve lo más que pude el tsunami de emociones que me estaba inundando todo por dentro, mientras entraba al edificio camino al departamento. Por los pasillos me crucé a varios vecinos y al portero; a todos les saludé con una sonrisa, pero eso sí: sin mediar palabra, sabía que si abría la boca, mi dique emocional se rompería y saldría a la luz todo el llanto comprimido que tenía.

Saqué mis llaves de mi morral con desesperación, así como cuando tienes muchas ganas de ir al baño y la premura se intensifica al saberte cerca de tu casa. Lo que quería era abrir la puerta lo más rápido posible, subir corriendo a mi cuarto y echarme en mi cama a llorar hasta que doliera menos. Pero desafortunadamente, mis manos temblaban e imposibilitaban abrir la puerta rápido. Al fin pude, mi respiración se comenzó a agitar mientras iba en dirección a mi cuarto.

-Miguel, que bueno que llegaste –escuché la voz de mi padre que me hablaba a mis espaldas-

Me quedé estático unos segundos tratando de respirar lo más profundo que podía, intentando calmarme, apenas logré conseguirlo. Me di vuelta despacio tratando de poner mi mejor cara, algo muy difícil de hacer dado el momento.

-Hola pá, bendición. Se me había olvidado que venías –dije mientras le daba un beso a mi progenitor-

-Claro hijo, mañana es tu cumpleaños, cómo no voy a venir.

-Cierto, lo olvidé –y era cierto, me había olvidado de todo, hasta de mi cumpleaños-

-Que pasa Miguel? –dijo mi papa preocupado pasando su mano sobre mi cabello-

-Nada papá –dije al borde del llanto-

-Como que nada Miguel, mira que te conozco muy bien, eres mi hijo –papá me abrazó muy fuerte y ahí si que no me pude contener más.

Comencé a llorar amargamente. Trataba de controlar mis sollozos, pero aun así seguían siendo percibidos por los dos. En los brazos de mi padre me sentí protegido, y el olor de su perfume invadiendo mis fosas nasales, comenzó a activar recuerdos aleatorios en mi memoria. Recordaba de todo: mi niñez, mi madre, recuerdos bonitos, otros tristes, y muchos con Santiago. Recuerdos sencillos pero marcados de mucha significancia. Porque eso era lo que me encantaba de él, su sencillez tan encantadora, que lo hacía tan delicado, tierno e inocente. Pero eso de la inocencia sólo era externo; resulta que Santiago se había convertido en un promiscuo al que yo desconocí desde el primer momento en que lo vi en la cama con Albert y mi corazón se rompió por primera vez.

Me parecía tan irreal que Santiago tuviese el estómago de hacerlo con un maldito secuestrador, en que carajos estaba pensando. Y aparte de atreverse a hacerlo con quien sabe qué viejo verde en los sucios baños de un bar. En verdad me sentía decepcionado. Pero sólo eso, decepcionado. Era incapaz de sentir odio hacia él, y eso me hacía tener rabia conmigo mismo. Como se puede ser tan estúpido en esta vida?

Como le había dicho a Santiago: el que busca, encuentra. Noté una actitud extraña en él, cuando fuimos al pueblo cercano del lugar donde viven sus abuelos; entramos a un café y la estábamos pasando de maravilla hasta que Santiago se quedó mirando a un chico que había entrado al lugar. Se puso nervioso al verlo, y aún más al observar que el chico, que iba acompañado de otro chico y una chica, se sentó en una de las mesas contiguas a la nuestra. Santiago no se relajó hasta que se fueron, el chico no dejó de mirarnos frecuentemente mientras estuvo allí. Esa misma noche, Santiago decidió dormir con su hermano, alegando que su abuelo podía llegar a atar cabos y saber lo que pasaba entre nosotros. Esa noche duró hasta tarde escribiendo mensajes en su celular, a alguien que hasta ese momento desconocía.

Al día siguiente, mientras íbamos en camino de regreso, Santiago cayó dormido inmediatamente después que tomamos la carretera. Llevaba un mono deportivo amplio, por lo que su teléfono se cayó un par de veces a causa de movimientos bruscos por caer en baches. Por lo que decidí tenerlo en mi mano para que no se cayera más. En ese momento el celular vibró en mi mano, pude ver en la pantalla que era un mensaje de texto de un número desconocido. La curiosidad me estaba matando; quería leer el mensaje pero se me hacía una falta de respeto a la privacidad de, en ese entonces, mi novio. Sin embargo, la duda y la curiosidad se intensificaron cuando recordé la actitud de Santiago la noche anterior. Por lo que decidí leerlo.

- “Hmm, bien, que tengas feliz viaje entonces. Me gustaría verte de nuevo para sentarnos a charlar y me cuentes como terminó el asunto con tu novio (que es muy lindo, por cierto). Te cuidas.”

El mensaje no tenía nada de malo, sólo ese tal “asunto” al que hacía referencia. Decidí leer la conversación completa, efectivamente era el chico al que habíamos visto en el café. El chico le decía que yo era muy guapo y que se notaba que yo le quería mucho. La conversación transcurría y Santiago le exponía el dilema de cómo contarle a su novio que le había sido infiel en cuatro ocasiones. Eso me puso mal, muy mal. Mi cabeza no terminaba de asimilar lo que estaba leyendo.

En la conversación, Santiago sólo explicaba tres de las infidelidades: con Marco, con el tipo del bar, y con Albert. Supongo que algo de sensatez quedaba en su mente, y quiso obviar la vez del secuestrador. Mi estómago se descompuso, quería vomitar. No podía concebir cómo ese tierno ángel que dormía cómodamente apoyando su cabeza en mis piernas, fue capaz de montarme los cuernos en cuatro oportunidades diferentes, y encima con cuatro tipos diferentes. Quería despertarlo y pedirle una explicación allí mismo, pero no era el lugar adecuado así que decidí esperar. El viaje más largo de mi vida.

-Toma, bebe un poco de agua. Te sientes mejor? –preguntó mi padre. Yo solo moví la cabeza afirmativamente-

Ya me había calmado un poco. Sentía algo de vergüenza por haberme puesto así delante de mi papá, pero tenía que sacar todo, si no, iba a estallar.

-Quieres hablar de lo que te sucede? Déjame adivinar: Santiago.

-Si, acertaste –dije cabizbajo-

-Quieres decirme que sucedió?

-Bueno –suspiré- leí unos mensajes de texto en el celular de Santiago, en los que le contaba a un tipo que no se quien es, que me había sido infiel otras tres veces más, a parte de la vez que me fue infiel con su hermano. Entonces decidí que todo acabara.

-Ya veo. Debo decir que me sorprende la actitud de Santiago, yo pensaba que él era un poco más seriecito. Sus padres lo criaron muy bien. Sin embargo, puedo llegar a comprenderlo –papá hablaba en tono apacible, mientras yo le prestaba atención, quería saber su opinión- Puedo entenderlo porque a veces uno atraviesa por etapas en la vida que muchas veces no enfrenta de la mejor manera. A pesar de todo, Santiago sigue siendo muy joven; un joven que recién descubrió el sexo y le cuesta controlar sus impulsos. No te puedo decir si dejarlo estuvo bien o mal, eso está en ti. Cada uno sabe hasta donde puede soportar, y si éste es tu límite, pues bien. Lo que estás sintiendo va a pasar, lento o rápido, quién sabe. Lo interesante, es que te lleves un aprendizaje y tomes experiencia para que puedas actuar en situaciones futuras.

-Si papá, lo sé.

-Ahora bien, quiero que vayas a ducharte, come algo, duerme, y reponte, que quiero conversar contigo sobre algo muy importante.

-Sobre qué? –pregunté intrigado-

-Tu futuro. Te tengo varias propuestas. Pero en estos momentos no es conveniente que decidas nada, estás muy sensible.

-No importa papá, cuéntame ahora, no decidiré nada todavía. Sólo dime ahora y decido después.

-Bien. Como ya te has graduado de bachillerato, es hora de ir pensando en elegir una carrera universitaria. Lo que pasó hoy con Santiago, me hace estar más seguro de proponerte esto, o mejor dicho, de presentarte estas opciones, porque todas representan salir de esta ciudad, y creo que ya no hay nada que te ate a ella. –Eso removió sentimientos en mí, sin embargo era cierto, Santiago era lo único que podría retenerme aquí, pero ya no más-

-Continúa –le dije a mi padre-

-Uno de los beneficios de mi carrera política, es que se abren muchas puertas. Tú puedes estudiar en cualquier universidad del país que desees, la carrera que quieras. Sinceramente, yo no te veo estudiando una carrera como la mía, o cómo la de tu madre, yo siempre te he visto como un músico, a pesar de que ya no tocas el piano como antes, tienes un don especial para ello. Por eso quise darte también, alguna opción de ese tipo. Investigué mucho, pero no me convenció ninguna de las escuelas que hay en el país. Por eso, te propongo dos escuelas de fuera. –Dijo mientras me pasaba dos folletos-

Los folletos eran de dos escuelas de arte, una de Madrid y la otra de Nueva York.

-No quiero incidir en tu decisión, hijo. Pero creo conveniente contarte que yo preferiría, en caso de que quieras estudiar fuera, que escogieras Nueva York.

-Por qué? –pregunté aun ojeando los folletos-

-Primero, porque en esa escuela trabaja un viejo amigo ex compañero de universidad, y se te hará mucho más fácil el ingreso, obviamente tienes que hacer una audición y todo eso para poder entrar. Por otro lado, esa ciudad fue muy importante para tu madre y para mí, puesto que nuestra luna de miel la pasamos allí. Y años más tardes, ambos hicimos un postgrado allá, tu mamá estaba enamorada de esa ciudad, de hecho, fuiste concebido en ella justo antes de terminar nuestro postgrado. Teníamos muchos planes de establecernos allá y algunos proyectos que te contaré en su momento, -a papá se le notaba en los ojos la emoción al rememorar esos tiempos felices- Ah, y lo olvidaba, también tenemos un departamento allí, no tan grande pero si muy acogedor y en buena zona.

Me sentía muy extraño hablando de eso con mi padre. También me sentía extraño de pensar en que dejaría la ciudad, y que quizás el país. Pero no lo veía tan malo, puede que hasta fuese conveniente.

-Tengo mucho que pensar papá, luego te doy una respuesta.

SANTIAGO

No pude pegar un ojo en toda la noche. Las palabras de Miguel retumbaban en mis oídos una y otra vez, aturdiéndome. No dejaba de culparme por haber hecho que todo acabara. Y recordar que mi amor, mi Miguel estaba cumpliendo 18 años justo hoy, me destrozaba el alma. Yo había planeado pasar todo el día con él: ir a almorzar, pasear, y todo lo que se nos antojara, y en la noche, salir a cualquier sitio a festejar. Pero todo eso se había esfumado, no quería saber nada de mí, y con toda razón.

Caminaba por todo el cuarto tratando de arreglar un poco el desorden, más para despejar un poco la mente que para otra cosa. Pero eso era imposible. En mi cuarto habían cosas de Migue: ropa, unos cuadernos, un reloj, entre otras más. Inconscientemente, comencé a juntar todas ellas encima de la cama, mientras una oleada de sentimientos volvía a azotarme y mis lágrimas comenzaban a resbalar sin contención alguna.

Mi llanto se intensificó cuando vi un estuche negro que contenía el regalo para Migue. La abrí y allí estaban dos pulseras, hechas con cuerditas de cuero negro, de esos que usan para hacer collares y accesorios playeros. Las había hecho yo mismo, eran dos pulseritas muy simples que tenían en acero el símbolo del infinito. Una se la iba a dar a él y la otra me la pondría yo. Quería representar de alguna forma nuestro amor, y no se me ocurrió más que eso.

-Pero de que amor estoy hablando? –Dije mientras lanzaba al otro lado de la habitación la cajita y su contenido. Recordando todo el sufrimiento que le había causado a Migue.

Seguí recolectando las cosas de Miguel y las metí ordenadamente en una caja para guardarla en algún lugar de mi closet, quería conservar esas cosas conmigo.

El día entero me la pasé pensando, quería hacer algo, quería que Migue me perdonara, pero todo esto era más grande de lo que yo podía arreglar. Estaba sentado en un sofá de la sala, la casa estaba completamente sola como de costumbre, ya era mediodía. El sonido del timbre me sacó de mis pensamientos.

-Hola Santi –me saludó Marco dándome un corto abrazo-

-Como estas Mark?

-Bien, y tu? Bueno, creo que no esta tan bien –dijo soltando un suspiro y sentándose en el sofá-

-Ya te enteraste –dije afirmando más que preguntando-

-Sí, me lo dijo Esteban. Él llamó a Migue para desearle feliz cumpleaños y le ha dicho todo.

-Me vas a regañar y a juzgar? –le dije al notar un poco de reclamo en sus palabras-

-No, no lo haré tonto. Tú sabes que eres mi amigo, mi hermano pues, y siempre estaré de tu lado. Pero no te voy a negar estar sorprendido por lo que me enteré, yo puedo entender que con tu hermano y conmigo haya pasado lo que pasó; pero con dos extraños, Santi? Eso no puedo comprenderlo. Tú no eres así.

Lo sabía, ya eso yo lo sabía. También me había preguntado lo mismo y por más que pensara, no encontraba la respuesta.

-Ay Mark, no lo sé. De verdad. Yo quisiera tener una explicación a todo esto, pero no puedo. Simplemente las cosas pasaron, y antes que yo me diera cuenta, ya había metido la patota hasta el fondo. Soy un idiota.

-Ya no vale la pena culparse Santi –decía Mark abrazándome- Lo que tienes que pensar es que vas a hacer para enmendar.

-Nada, que puedo hacer? Ya lo perdí, no quiere saber de mí.

-No puedes no hacer nada Santi, no puedes quedar de brazos cruzados y permitir que se vaya así.

-Que se vaya? –le dije confundido-

-Si, Migue le dijo a Esteban que su papá le había dicho para irse a la playa a pasar su cumple, y que estaba pensando si ir o no, que aun no se decidía.

-No creo que sea buena idea ir.

-Esteban también me dijo que quizás se quedara por allá, recuerda que ya Migue no tiene nada que hacer aquí, ya terminó el cole y dudo mucho que vaya a la universidad de aquí. De hecho, Esteban también se va, eso si consigue cupo –dijo Mark esto último con tono triste-

Era cierto, ya nada retenía a Migue en esta ciudad, me partía el alma saber que se existía la gran posibilidad de quedase con su papá en Caracas, pero yo no podía hacer nada, no podía ofrecerle nada más.

-Por qué no vas y le llevas el regalo que le hiciste? Uno nunca sabe que pueda suceder

-Tu crees?

-Si vale , que es lo peor que podría pasar? No tienes nada más que perder. Yo te acompaño si quieres.

Medité por unos segundos. Era cierto, no perdería nada más. Sería mi ultimo chance de decirle que lo amo, a pesar de que haya sucedido lo que sucedió, yo amaba a Migue profundamente. Entonces decidí ir. Fui a mi cuarto con prisa para buscar el estuche con las pulseras, que había quedado por el suelo. También aproveché a cambiarme de ropa y ponerme algo más acorde. Salí con Mark y tomamos un taxi a la casa de Migue. Yo estaba nervioso, sudaba y mis manos estaban frías. Tenía mucho miedo, no sabía de que exactamente, pero sentía miedo. El taxi nos dejó en la puerta principal, pero decidí que entráramos por el estacionamiento, ya que el portero de esa zona me conocía y nos llevábamos muy bien. Al acercarnos mi corazón latía aún más. Las sienes me palpitaban. Mi frente se mojaba con el sudor. Los oídos me zumbaban. Era mucha la presión. Al acercarnos, el portero me reconoció.

-Como está Santiago, tiempo sin verle! –me dijo el hombre de mediana edad muy amablemente- Si viene a ver al señor Miguel me temo que el salió con su padre hace como media hora, iban de viaje, llevaban varias maletas.

MIGUEL

Papá me había propuesto irnos a la playa, y accedí. No quería quedarme en casa pensando y haciendo de mi cabeza un lío más grande de lo que estaba hecho. Salimos a eso de las once de la mañana. El recorrido por las calles de mi ciudad me llenó de mucha nostalgia, como si las estuviese dejando para siempre, y quizás así fuese. Nostalgia porque en esa ciudad viví tantas cosas. Viví prácticamente solo desde que murió mamá y desde que papá se metió de lleno con la política. Trataba de hacer tantas cosas para llenar los vacíos afectivos que tenía en mi vida, varias funcionaron a medias, otras de plano no. Con Santiago eso fue superado, él llenó el espacio que había en mi vida, con su espontaneidad me ayudó a salir del escudo que me había creado, a abrir mis sentimientos, y puedo decir que fui feliz mientras duró. Ahora ese vacío volvía.

Habíamos llegado a la playa a eso de las 3:00 p.m., no había casi gente y estaba muy tranquilo todo. Papá leía la prensa mientras yo miraba el mar. Como reventaban las olas en la orilla, produciendo ese agradable sonido. El viento cálido chocaba contra mi cara y mis pulmones respiraban oxígeno puro con ese olor tan particular, a playa, a sal. Mi corazón se arrugaba, estaba a punto de decirle a papá que había tomado una decisión. Yo creía que era la mejor, en realidad no lo sabía, pero esperaba que todo terminara bien.

-Papá, acepto tu propuesta, estudiaré piano en Nueva York –no pude evitar que dos sendas lágrimas cruzaran mis mejillas, al saber que eso significaba que me alejaría de Santiago, de mi ciudad, de lo que estaba acostumbrado, de mi país.

No deberías estar triste Miguel –me dije a mí mismo- A fin de cuentas, de esto se trata la vida: de evolucionar, de cambiar, de sacar de tu vida lo que te hace daño. Tienes que aceptar que inicias una nueva etapa en tu vida, y que Santiago Martins no formará parte de ella; él te hizo daño y no puedes seguir con alguien que te haga sufrir. Acéptalo, tienes que olvidarlo. Aunque sea jodidamente difícil.