Soy Santiago y esta es mi historia VIII

♫Pero los amantes siempre vienen y los amantes siempre se van, y nadie está realmente seguro de a quién esta dejando ir hoy, Alejándose♫

NOTA: Estoy muy apenado por la tardanza, espero que no hayan perdido el interés en la historia ;C Como les dije ando muy complicado en la universidad, y el panorama no pinta que se vaya a descomplicar en lo pronto, pues voy a participar en un concurso y debo escribir un "mega" ensayo, y tengo poco tiempo para redactarlo. Pero antes de comenzar con el ensayo del concurso, hice lo posible por terminar este capítulo. ESPERO LES GUSTE. Y gracias por los comentarios en el relato anterior. ¡Besos y Abrazos!

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...Vi a Migue con una bandeja con desayuno en sus manos, con una cara de ira y decepción terribles. En mi aturdimiento miré a mi lado y Albert aún dormía, me miré a mi mismo y la mitad de mi cuerpo desnudo se mostraba entre las sábanas. Miré a Migue y tenía los ojos aguados, a punto de soltar lágrimas, allí parado, con la mandíbula tensa y con la bandeja de desayuno en sus manos.

  • Maldita sea, que hice –me dije- La he cagado.

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  • Esperaba cualquier cosa de ti Santiago, pero ¿Esto? –decía Migue gritando, dejando caer la bandeja de desayuno en el suelo y con los ojos rojos de ira inundados de lágrimas.

Yo me había levantado de la cama, estaba desnudo, me cubrí con una sabana.

  • Miguel por favor, déjame explicarte –le decía yo con voz quebrada y con un miedo inmenso, un miedo que se materializó al ver que en efecto estaba perdiendo a Migue por mis acciones.

  • ¡NO ME TOQUES SANTIAGO!, que descarado eres, maldita sea que tenga que pasar estas cosas –acto seguido, se dio media vuelta y salió de la habitación muy deprisa.

Salí detrás de el llamándolo por el pasillo, el cada vez más apresuraba el paso, y yo también. Bajo las escaleras rápidamente, atravesó la puerta principal como alma que lleva al diablo, mientras le gritaba que se esperara, que habláramos, que me dejara explicarle lo que había sucedido. ¿Pero que coño le iba a explicar? Todo estaba claro, me había visto en la cama desnudo junto a mi hermano, eso no necesitaba explicación.

Atravesó el jardín por la acera, y mi madre estaba arreglando unas plantas, nos miró extrañada, al verme envuelto en una sabana persiguiendo a Migue que se iba. De pronto Migue se detuvo súbitamente casi al llegar a la reja de la salida. Se secó las lágrimas y se giró hacia mí.

  • Dale, explícame, tienes la oportunidad de darme una respuesta razonable.

No supe que decir, como ya dije, no tenía explicación, no pude contenerme y mis lágrimas comenzaron a resbalar por mi mejilla. La he cagado –repetía para mi ser constantemente.

  • ¡EXPLÍCAME MALDITA SEA! Te dije que tienes la oportunidad de darme una excusa razonable –gritaba Migue sin importar que mi madre observara la escena.

Agaché la mirada, aún con lágrimas saliendo de mis ojos.

  • No tengo excusas Migue, no tengo excusas –dije con la cabeza gacha y con la voz entrecortada.

  • Eres un desgraciado Santiago – Acto seguido Migue se vino sobre mí con la intención de pegarme, pero no pudo, lo único que hizo fue tomarme por lo hombros y zarandearme fuertemente.

  • Maldita sea, te amo tanto que ni siquiera puedo darte un golpe, y tu me pagas de esta manera –dijo apretando los dientes, eso me partió el alma en mil pedazos, en ese momento comprendí el daño que le estaba haciendo a Migue, y que si esta relación por algún milagro del destino, llegase a sobrevivir, no iba a ser lo mismo.

Migue quitó sus manos de mis hombros y se dirigió lentamente a la camioneta que lo esperaba a fuera, antes de subirse, me dirigió una mirada de dolor, mezclada con rabia y decepción. Yo estaba inmóvil, observando como la camioneta se alejaba.

Corrí hacia mi cuarto, llorando a más no poder, mientras mi madre tras de mí exigía una explicación.

  • Santiago, me puedes explicar que es lo que está pasando? – preguntaba sin obtener respuesta de mi parte.

Entré a mi cuarto y me lancé a llorar sobre la cama, Albert ya no estaba. Lloraba desde lo más profundo de mi ser, por ser un tremendo estúpido que había acabado con la relación mas maravillosa y la única que había tenido en su vida, por estar causándole ese sufrimiento a alguien tan espectacular como Migue, que no se lo merecía, que se merecía que todo lo bueno de esta vida le sucediera a él, que no merecía ni siquiera pescar un resfriado. Y yo, precisamente yo, en este momento era el causante de sus lágrimas, yo, el que supuestamente lo amaba inmensamente. Sí, lo amo, pero ¿en que estaba pensando? como pude serle infiel a Migue, ¿Cómo?

Mi madre tocaba la puerta fuertemente, exigiendo que le abriera, exigiendo una explicación por todo eso, pero en ese momento no podía hablar, y menos con ella, no me salían las palabras. Traté de calmarme un momento, aclaré la garganta y a penas pude decirle: “Mamá yo te explico todo lo que quieras, pero por favor déjame solo un momento”. No muy convencida, aceptó y se retiró de la puerta.

Que iba a suceder ahora, como podía obtener el perdón de Migue, y pensar que todavía no sabe que también le fui infiel con Marco, y con Pedro, y con el hombre en el piano-bar de Albert.

  • ¡Dios Mío! ¿Quién soy? Quien coño soy, que arruina una relación así por así, por dejarme llevar por unos deseos que al fin y al cabo Migue podía satisfacer.

Me sentía la peor basura de este mundo, me sentía un degenerado por no pensarlo dos veces para serle infiel a mi pareja.

No quería perderlo, pero que podía hacer, ya me había visto en esa situación. Si tan sólo pudiera devolver el tiempo, y subyugar mis deseos, serle fiel a Migue, el no se merece esto, no se lo merece.

Continué con mis pensamientos, con mi llanto casi incesante por varias horas. Apretaba fuerte la almohada, tratando de acallar mis sollozos. Sentía una presión en el pecho, una angustia, pero sobre todo mucha culpa, y vergüenza.

Mi madre volvió a llamar a mi puerta, y me dijo que ya era momento de que le aclarara la situación y que me esperaría en su pequeña oficina que tenía en la biblioteca de la casa.

  • Ya bajo mamá, dame cinco minutos –le dije-

Me levanté de la cama con pesar, con un dolor de cabeza tan fuerte que creí que me desmayaría en ese momento, pero me aguanté. Me di una ducha rápida, sin siquiera mirarme al espejo, no quería ver la cara que traía. Me vestí y baje a la oficina de mamá.

  • Espero una explicación Santiago –me decía mi madre con paciencia, sentada en su silla, y al otro lado del escritorio, y yo frente a ella.

Suspiré, antes de comenzar a contar.

  • Lo que pasa, mamá, es que –tragué saliva- Migue entró al cuarto y nos vio a Albert y a mi durmiendo en mi cama –paré, temeroso de contar la siguiente parte.

  • Ajá, pero no veo el problema, ustedes son hermanos, no pasa nada –decía mi madre un poco molesta y confusa- No puede ser que Miguel se haya imaginado que algo hubiese pasado entre ustedes, es absurdo.

Bajé la cabeza, mi madre había dado justo en el clavo, y el hecho, es que si pasó algo entre mi hermano y yo. Mi madre notó mi reacción.

  • Un momento Santiago, ¿me estás tratando de decir que efectivamente si pasó algo? –decía mi madre subiendo la voz, estaba comenzando a alterarse.

Yo solo asentí.

  • Por el amor de Dios Santiago, en que estaban pensando, ustedes son hermanos –decía mi madre ya alterada y levantándose de su silla.

  • Mamá, tu sabes que Albert y yo, no somos hermanos.

  • ¡NO SEAS CÍNICO SANTIAGO! –acto seguido, me abofeteó.

Me abofeteó tan fuerte que se aguaron los ojos del dolor. Mi madre nunca en mi vida me había tocado un solo cabello, bueno, esta era la primera vez. Y más que dolerme físicamente, me dolía emocionalmente, había decepcionado a mi madre.

  • Hace apenas poco tiempo te enteraste que Albert no era tu hermano, esa no es una excusa, un hermano no sólo es consanguíneamente, un hermano es de crianza, y ustedes dos han vivido toda la vida como hermanos. Así que no me saques esas excusas Santiago, no juegues conmigo –decía mi madre subiendo paulatinamente la voz, sumamente alterada- Pensé que entre mis hijos tu eres el más sensato, pero me equivoqué. ¿Es que acaso no pudieron controlarse? Yo puedo aceptar que seas homosexual Santiago, pero que tengan relaciones tu y tu hermano, para mi es inaceptable…-

-Santiago ve a tu habitación, déjame a solas con mamá –dijo Albert interrumpiendo súbitamente a mama-

  • Ok, apareció el otro irresponsable, hazle caso Santiago, ve a tu cuarto –dijo mamá

Me sentía devastado, era la primera vez que veía a mi madre tan molesta, tan decepcionada, y además de todo, me había abofeteado. Pero me lo merecía, merecía eso y mucho más. Todas acciones traen sus consecuencias, esta en sólo una de ellas. Me sorprendió que Albert apareciera así, me intrigaba que le podía decir a mi mama, que estaba hecha una fiera.

Me levanté de la silla, y me dirigí a la puerta. Allí estaba mi padre, recargado en el marco de la puerta, había presenciado todo, pero como espectador, no había intervenido en ningún momento. Me miró con unos ojos entre decepcionado y comprensivo, se hizo a un lado para que yo saliera y me dijo

  • Ya hablaremos tu y yo –se adentró a la oficina y cerró la puerta tras de sí.

Me dirigí a mi habitación con pasos lentos. Busqué mi iPod y me dirigí al baño. Siempre me había gustado meterme en la bañera vacía con todo y ropa. No se para qué pero en cierta forma, creo que me relajaba.

Me introduje en la tina y coloqué los audífonos en mis orejas, le di play en reproducción aleatoria. Comenzó el intro de la canción y aún no la identificaba, sin importarme, comencé a recordar cada uno de los momentos que en este escaso mes habíamos vivido, inundado por la melodía triste de la canción. Recordé desde el primer día que comenzamos a tontear, como sus ojos me cautivaron en el pasillo del colegio, de lo bien que me cayó con su actitud diferente. Reconocí la canción, November Rain de Guns ‘n’ Roses ( http://www.youtube.com/watch?v=005Vrwqf1nA ). Esa canción siempre me había transmitido un sentimiento de nostalgia, y hoy tenía más significado que nunca.

Los recuerdos de Migue y míos se proyectaron en mi mente como en esas películas en las que sólo hay imágenes y la música de fondo.

Recordaba los besos electrizantes de Migue, su pasión, no pude evitar erizarme. Su manera de tratarme, siempre pensando en mí, y en los dos, sacándome una sonrisa cada vez que pudiera, llenándome de gestos, simples miradas que lo decían todo, momentos en los que las palabras sobraban y nuestras pieles interpretaban la sinfonía más hermosa que nadie más podía escuchar, ese era nuestro lenguaje secreto, que sólo era perceptible para los oídos de nuestro amor. Un amor que yo me había encargado de destruir desde el momento que rechacé la invitación de Migue de nuestro primer mes aniversario por estar con Marco, quizás ese haya sido el único y el último mes aniversario que celebraríamos.

Mis lágrimas rodaron al recordar la noche maravillosa que pasamos ese día, celebrando nuestro primer mes, juntos. Me había sorprendido con un gesto que a mi me encantó, comiendo pan, vino y frutas con música de piano al fondo, mientras horas antes yo me estaba arrevolcando en mi cama con mi mejor amigo.

Porque nada dura por siempre

y nosotros dos sabemos que el corazón puede cambiar

y es difícil tener una vela

en esta fría lluvia de noviembre

Una fría lluvia que yo mismo había iniciado, y que ahora mojó a Miguel, apagando una llama, haciéndolo sufrir, y que había logrado que la relación que llevábamos se enlodara. Una lluvia con un solo culpable: Yo.

Lloraba sentado en el interior de la tina abrazando mis piernas, hundiendo mi rostro entre mis rodillas, recordando las lágrimas de Miguel, sus ojos rojos por la ira y la decepción. “Te amo tanto que ni siquiera puedo darte un golpe” –recordé sus palabras. Me ama, pero mientras más uno ame a una persona, el dolor de la traición es más profundo, y Miguel solo sabía una parte de mi traición, faltaban tres: Pedro, Marco, y el Hombre en el Piano-Bar.

Pero los amantes siempre vienen

y los amantes siempre se van,

y nadie está realmente seguro

de a quién esta dejando ir hoy,

Alejándose

Yo si sabía a quien estaba dejando ir, a quien veía irse, alejándose, al chamo más maravilloso que he conocido, y que amaba. Porque en realidad amaba a Miguel, nunca se lo había dicho, un “Te Amo” me parece demasiado fuerte como para decirlo a la ligera, o por lo menos eso pienso, pero en verdad amaba a Migue, me arrepentí de nunca habérselo dicho.

Las notas agudas del sólo de guitarra de la canción, eran como púas afiladas que martirizaban mi corazón. Lloraba sin intención de detenerme, me dolía demasiado esta situación, me dolía perderlo, me dolía hacerlo sufrir, pero más que todo me dolía que ni siquiera yo mismo me reconocía, yo no actuaba así, a mi me importaban mucho los sentimientos, pero dónde quedó ese Santiago, en que momento dejé de ser yo mismo. No lo sabía, y eso me dolía.

  • Perdóname Miguel, perdóname.

Dije en voz baja, con la esperanza que el viento se llevara mis palabras y las hiciera llegar a los oídos de Migue, y que lograra ablandar su corazón, y viniera a mí, y me abrazara, y que me dijera que todo estaba bien, que me había perdonado todo, y que volvería a ser como antes. Pero eso era demasiado maravilloso como para ser verdad.

Porque nada dura por siempre

y nosotros dos sabemos que el corazón puede cambiar

y es difícil tener una vela

en esta fría lluvia de noviembre

Abrí mis ojos y Albert estaba parado junto a la bañera, meneó un poco la cabeza indicándome que me levantara y salió del baño. Yo suspiré y salí de la tina. Me encontré con Albert mirándose en mi espejo, me dijo que me quitara los audífonos y dejara el iPod en el buró. Salimos del cuarto. Bajamos la escalera, atravesamos la cocina y llegamos a la piscina. Sin si quiera darme cuenta Albert corrió hacia mi y me empujó hacia la piscina. Nos sumergimos abruptamente al fondo de la piscina. Al recuperar el aliento, Albert se estaba riendo a carcajadas, el muy idiota no entendía que yo no estaba para divertirme, que me sentía muy mal.

  • Vamos hermano, no pensarás pasar el día botando lágrimas por  Miguel.

  • Definitivamente no sabes lo que significa Miguel para mi verdad –le dije, mientras hacía mi cosa favorita en la piscina, flotar como una hoja.

Albert no supo que decir, de modo que se cayó y continuó nadando. Así pasamos toda la tarde, sin hacer nada, sin hablar, dejando que el tiempo pase.

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El fin de semana pasó sin contratiempos, me dediqué a estudiar para las evaluaciones que tenía el resto de la semana. La culpa y la tristeza de todo lo que había ocurrido con Migue estaba siempre presente en mi cabeza, dando vueltas, no podía evitar llorar cuando recordaba eso. Me moría por enviarle un mensaje de texto, pero eso no arreglaría nada, quizás se molestara más.

Ya era lunes, y en realidad no tenía muchas ganas de nada. Henry me llevó al colegio, y llegué tarde gracias al tráfico. Aún así todo fluyó bien en clases, las dos evaluaciones que tenía para ese día habían estado fáciles ya que había estudiado. En ninguno de los recesos había visto a Migue, y bueno, la verdad es que no lo había buscado, no tenía cara para ir a hablar con el, ¿Qué iba a decirle?

  • Marco, tienes que decirle a Esteban que hable con Migue, para ver si existe la posibilidad de me perdone o algo –le decía a mi amigo Marco sentado en el césped del segundo patio del colegio, el que no es tan transitado.

  • Si Santi, yo voy a hablar con Esteban, te lo he dicho ya dos veces, tranquilo.

  • Es que estoy desesperado Mark, la culpa me carcome por dentro, y bueno es un asco estar así sin Migue.

Le había contado todo a mi mejor amigo, el me había escuchado, pero no me decía nada en concreto, me dijo que no podía decirme nada porque a fin de cuentas yo también le había sido infiel a Migue con el.

El timbre de entrada a clases de nuevo sonó. El profesor Julio Ibáñez dio su clase como siempre, me mantuvo entretenido con sus innumerables preguntas repentinas.

Las clases habían terminado, le dije a Marco que se fuera conmigo a mi casa, para que almorzáramos allá, el aceptó, ya que sus padres nunca está en casa, al igual que los míos.

Al acercarme a la camioneta, vi que más adelante estaba la camioneta de Migue, y el se estaba subiendo al asiento trasero, quería correr hacia él y lanzarme en el piso a pedirle disculpas, pero antes de pensar en algo más la camioneta arrancó dejándome con mis pensamientos. Suspiré y entre a mi camioneta.

En la casa todo estaba como siempre, mis papás no estaban, al parecer Albert tampoco y por lo visto ni siquiera Martha se veía por toda la casa. Almorzamos Marco y yo en la mesita de la cocina. Inmediatamente después de comer y luego de lavar los platos nos dispusimos a subir a mi cuarto a descansar, para luego preparar una exposición que tendríamos el día siguiente. Yo me había adelantado y Marco iba detrás de mi, al llegar a la puerta de mi cuarto, Marco me dice con señas que me acerque a la puerta del cuarto de mi hermano, el intentaba escuchar a través de la puerta lo que sucedía allí adentro.

Me acerqué con un poco de curiosidad por la reacción de Mark. Me acerqué y adopté la misma posición que mi amigo: pegando el oído a la puerta.

  • Apúrate Javier que ya no aguanto, dale rápido.

Era la voz de mi hermano hablándole a su amigo Javier. Me preguntaba que estaría haciendo.

  • Verga, uff, coño e’ tu madre espérate que me dolió –continuaba diciendo Albert

Mis alarmas se encendieron inmediatamente, se me vinieron un montón de imágenes a la mente, mientras Marco me veía con los ojos abiertos como platos.

  • Vamos a abrirla un poco para ver que hacen –le dije a m amigo en un susurro, el apenas asintió.

Giré el pomo de la cerradura con sumo cuidado, deseando que la puerta de madera no rechinara. La abrí hasta un punto que me permitía observar al interior sin estar totalmente abierta.

Lo que vi me dejó estupefacto: Javier estaba inyectando a Albert con quien sabe que cosa, lo estaba inyectando en el brazo, justo en el lugar donde pasan los tratamientos intravenosos. Decididamente entré al cuarto, Albert me observó con una cara entre pavor y embobamiento, mientras Javier retiraba la jeringa del brazo de mi hermano

  • Albert, que coño están haciendo

Nadie respondió.

  • DIJE, QUE COÑO ESTAN HACIENDO, ¿ACASO NO ESCUCHAN? –repetí esta vez gritando

  • Eso no es problema tuyo Santiago, salte de aquí, chao –me dijo Javier parándose en frente de mi, e indicándome con movimientos de las manos que saliera del cuarto.

  • No le hables así a Santiago, Javier –dijo mi hermano parándose.

  • Que estaban haciendo –volví a preguntar- Voy a llamar a papá inmediatamente Albert.

  • NO VAS A LLAMAR A NADIE NO JODAS –Me gritó Javier halándome de la camisa-

  • SI VOY A LLAMAR, SUÉLTAME –intentaba forcejear-

  • No Santi no llames a nadie por favor, no llames a mi papá –decía Albert acercándose.

  • QUE SI ALBERT, SI LES VOY A DECIR PORQUE YA ESTO ESTÁ YENDO DEMASIADO LEJOS, COMO ES POSIBLE QUE QUIEN SABE QUE COÑO SE ESTÁN INYECTANDO ALBERT POR DIOS.

  • ¡QUE NO VAS A LLAMAR A NADIE, QUE NO ENTIENDES! – Dijo Javier, acto seguido me golpeó en la cara.

El golpe dio justo en mi nariz, me dejó aturdido, y sangrando.

  • Mira maldito a Santiago no le pegas –era Marco, abalanzándose sobre el dándole golpes, Albert intentaba separarlos, mientras yo en el suelo con la nariz sangrando intentaba ubicarme de nuevo, una vez recuperado, me levanté y agarré a Marco de un tirón.

  • Vente, vámonos, corre –salimos corriendo del cuarto.

Corrimos hacia afuera de la casa, por suerte Henry acababa de llegar con Martha y unas compras, apenas Martha se bajó nos montamos Marco y yo.

  • Henry, dale rápido, a la oficina.

Henry acató la orden de inmediato, un poco desconcertado porque había una mancha de sangre en mi camisa del uniforme, y me tapaba la nariz con un pañuelo de Marco.

  • Dios mío como es posible que Albert llegara a estos extremos, y en parte es mi culpa, yo no hice nada después que me dijo que tenía problemas con las drogas. ¡Maldita sea! me había olvidado de ese asunto –le decía a mi amigo Marco, mientras él me revisaba la nariz que ya paraba de sangrar.

  • Santiago, no es tu culpa, pero como les vas a decir a tus papás, ¡van a enloquecer!

  • No importa Mark, tengo que decirles, esto no es cualquier cosa.

Llegamos al edifico de la empresa de mi papa y mi mamá y bajamos muy a prisa. La recepcionista se sorprendió al verme entrar, puesto que era muy rara la vez que yo andaba por la empresa. Pasé directamente a los ascensores sin siquiera saludarla, ella se apresuró tras de mi, y me alcanzó antes de que entráramos al ascensor.

  • Santiago, espera, tu papá está en una reunión muy importante, no los puedes interrumpir –me decía la mujer, acelerada. Le dirigí una mirada de esas que no permiten una réplica.

Subí al ascensor, presioné el botón del piso donde estaban las oficinas de papá y mamá. Estaba impaciente, nervioso, Marco también, se frotaba las manos y me miraba con cara de circunstancia.

Llegamos al piso y me dirigí como alma que lleva el diablo hacia la sala de reuniones, donde se suponía estaba papá.

Al acercarme, la vieja asistente de papá, una señora muy amable, que había trabajado con el toda una vida, se me acercó tratando de impedir que entrara a la sala, lo cual fue en vano. Entré abruptamente, provocando que todos voltearan a mirarme. Cuando papá me vio, le  indiqué con la mano que saliera, estaba entre molesto y confundido, pero al ver la mancha de sangre en mi camisa se preocupó.

Salí antes que el de la sala, pero andaba tan apresurado que no me percaté que había tropezado a alguien, haciendo que documentos cayeran regados por el piso.

  • Disculpe señor –dije

Mi sorpresa fue mayúscula cuando observé a aquel hombre en el piso recogiendo los documentos apresuradamente. Era el hombre sexy del bar, con quien tuve el encuentro en los baños.

La cara de terror de ese hombre no era normal, al ver que papá se acercaba. Sin embargo, yo estaba allí por cosas mucho más importantes.

Me dirigí con papá a su oficina.

  • ¿Que pasa Santiago, que te pasó, por que tienes sangre en la camisa?

  • Eso no importa papá, lo que pasa es que llegue a casa y vi a Albert con el amigo de el, Javier, inyectándose no se que cosas por la vena.

  • ¿QUE ESTÁS DICIENDO SANTIAGO? –decía papá subiendo la voz y abriendo los ojos y la boca.

  • Si papá, yo no te lo había dicho, y es mi culpa que todo se descontrolara más, pero Albert me dijo hace como un mes que tiene problemas con las drogas.

Papá quedó sin palabras, se llevó una mano a la frente y dijo casi en un susurro para si mismo “¿y ahora que hago?”

  • Vámonos –me dijo tomando su celular del escritorio

Salimos de la oficina y el hombre del bar me veía con ojos de terror, le hice señas a Marco que nos íbamos. Bajamos en el ascensor y salimos al estacionamiento. Subimos a la Camioneta de papá y emprendimos a toda prisa el camino hacia la casa. Papá tomó su celular y llamó a mi madre.

  • Theresa, vete para la casa inmediatamente, es grave –colgó-

Papá iba a toda prisa, con el acelerador hasta el fondo, afortunadamente no había tráfico a esa hora. Llegamos a la casa y afuera estaba aparcado el carro de mi madre.

Entramos a la casa.

  • ¿Qué pasó Anthony? por qué me llamas así –decía mamá molesta

  • Y Albert ¿donde esta? –decía papá dirigiéndose a Martha.

  • No se Tony, el salió en la moto con Javier, justo después que Santiago y Marco salieran.

¿QUE PASA ANTHONY? –decía mi madre ya desesperada por la intriga.

  • Theresa, antes de decirte, dime que te vas a controlar.

  • DIME DE UNA VEZ ANTHONY, NO TENGO PACIENCIA EN ESTOS MOMENTOS

  • Coño que Albert se droga, y hoy Santiago lo vio inyectándose quien sabe que cosa.

Mamá estalló, estaba molesta, iracunda, y ahora me gritaba preguntándome el por qué no le había dicho nada a ellos.

  • Mamá, es que yo quería ayudar a Albert sin decirles a ustedes, pero todo se me fue de las manos mamá –le decía.

  • Que vas a resolver tu Santiago, que irresponsabilidad el no decirnos.

Papá marcó al teléfono de Albert, y éste sonó en la mesita de la sala, había dejado su celular. No sabíamos donde buscar, a quien llamar, así que decidimos esperar a que Albert apareciera.

Papá y mamá salieron de la casa, y yo quedé con Marco y Martha en la casa sin saber que hacer, estaba nervioso, Albert drogado y manejando la moto, eso me preocupaba demasiado.

Marco me dijo que sería mejor que termináramos lo de la exposición del día siguiente. Subimos al cuarto, y a decir verdad el hizo la mayoría del trabajo, yo no me concentraba.

Se hicieron las 6.00 p.m y Albert no aparecía. Ya estaba todo listo para la exposición del día siguiente, así que ya era hora de llevar a Marco.

Henry nos llevo a la casa de mi amigo. Le dije que diéramos una vuelta por la ciudad, para ver si por casualidad nos conseguíamos con Albert. Cruzamos todas las calles, con gente yendo y viniendo, pero sin rastros de mi hermano, o su moto.

Estaba mirando por la ventanilla de la camioneta, cuando de repente vi a Migue saliendo de una cafetería con un muchacho, muy sonriente.  Mi corazón se partió en dos, se me revolvió el estómago, me dolió la cabeza, todo eso de una misma vez. Subieron en la camioneta de Migue y arrancaron del lugar. Estaba atónito, no se porqué me dolió tanto, no estaban en una actitud que delatara que fuesen algo más que amigos, pero como todo ladrón juzga por su condición, lo primero que me vino a la mente, es que Migue ya estaba saliendo con alguien, que fea sensación.

El acompañante de Migue era muy guapo, como de mi estatura, el cabello corto castaño, iba muy bien vestido, pero jamás lo había visto en mi vida, ni en el colegio ni en ningún lado.

La idea de que Migue ya me estuviese reemplazando por alguien, me dolía, y mucho,  el ver a Migue con ese chamo me hizo dar una idea de lo que sintió el cuando me vio con Albert, pero no podía comparar, el me había visto desnudo en la cama con mi hermano, me imagino que se debe sentir mil veces peor. Pero en fin, yo me merecía todo eso, y más.

Pasamos en frente del piano bar de Albert y de su amigo, y a penas estaban abriendo, era alrededor de las 7.00 p.m., decidí bajarme y preguntar si habían visto a mi hermano.

  • Santiago, ¿y eso tu por aquí? –saludó lucho dándome la mano-

  • Hola Lucho, mira es que ando buscando a Albert, no ha pasado por aquí?

  • No, no ha venido en todo el día, lo he estado llamando porque se supone que hoy era mi día libre y el se quedaría a supervisar, pero menos mal no tengo nada importante que hacer –dijo riendo, Lucho era del tipo de persona alegre, despreocupado, nunca se lo veía malhumorado, no era muy agraciado físicamente, pero eso lo compensaba con su personalidad.

  • Hmm, ok. Bueno, yo voy a tomarme un refresco y me voy, tengo buscándolo como una hora, pero no he visto la moto en ninguno de los lugares que frecuenta.

  • Ok dale, tranquilo, anda a la barra y tómate lo que quieras, yo voy a seguir ordenando antes de que llegue mas gente.

Observé el local, y ahora se veía diferente, me parece que le habían cambiado el color a las paredes, y ahora estaba más iluminado. Recordé esa noche en que sucedió el “incidente” en el baño. Había olvidado que había visto al hombre hoy en la oficina de mi papá, quiere decir que trabaja para el, pues la zona en la que lo vi, solamente trabajan personas cercanas al cargo que tiene mi papá, ahora entendía la reacción del hombre. Se veía diferente vestido con traje, pero igual era atractivo.

Me senté en una de las butacas de la barra, no había nadie, esperé a que llegara el chico que atiende la barra para pedirle el refresco. Recordando lo chévere que la pasé con Migue allí, cantando, riéndonos, lástima que mis bajos “impulsos” hayan volteado la cara de la moneda, y ahora no tenía a Migue: el karma quizás. No, no el karma, no el destino, no, eran consecuencias de mis acciones, no habían más culpables ni responsables.

  • Hola –me dijo el chico de la barra sacándome de mis pensamientos-

  • Hola –le respondí con una sonrisa- Disculpa pero no recuerdo tu nombre, o no se si me lo hayas dicho, no recuerdo.

  • No te preocupes, creo que no te lo había dicho, me llamo Alejandro.

  • Alejandro? Que coincidencia, ese es mi segundo nombre.

  • Si? –rió- Bueno, que quieres tomar? Un caprioska tal vez? –dijo riendo, sabiendo que la ultima vez me había ido borracho del bar-

  • No, no, como crees, hoy solo será un refresco.

El chico de la barra, digo, Alejandro, era muy entretenido, y divertido, entablamos una conversación muy amena, haciéndome reír con sus ocurrencias. Se me había olvidado que había visto a Migue con el muchacho ese, y que estaba buscando a Albert. No pasaron ni 10 minutos de estar hablando con Alejandro cuando se me acerca Lucho preocupado con su celular en la mano.

  • Santiago, me acaba de llamar tu hermano, lo tienen en la policía, al parecer andaba con Javier en la moto, Javier estaba manejando y atropelló a alguien, la persona está bien a penas tiene unos moretones, pero los familiares llamaron a la policía y los tienen detenidos.

  • ¿Qué? –fue lo único que atiné a decir-

Eso era lo que faltaba, Albert metiéndose en más problemas por culpa del idiota de su “amigo”.

  • ¿Y que vamos a hacer? –le dije a Lucho-

  • No se Santiago, pensaba llegarme hasta la policía a ver si piden dinero, una multa o algo para que lo suelten.

No sabía que hacer, al parecer la cosa no era tan grave, no sabía si llamar a mis padres, o que hacer.

  • Será que llamo a mis papás?

  • Vamos primero a la policía a ver que tan grave es el asunto, si es necesario los llamamos.

  • Dale, vamos, ando en la camioneta con el chofer.

Henry había entrado conmigo, y se había sentado en una mesa a tomar un café, le indique que nos íbamos.

Nos dirigimos a la comisaría de la policía, llegamos en pocos minutos, pues estaba relativamente cerca del piano bar.

Entramos y en la recepción pregunté por Albert Martins.

  • Si, el está detenido porque se movilizaba en una motocicleta con otro individuo y arrollaron a una persona –decía la mujer policía- los familiares hicieron la denuncia, pero decidieron no proceder judicialmente ya que la persona se encuentra bien de salud.

  • Y entonces señorita, porque lo tienen detenido aún –preguntó Lucho un poco confundido-

  • Lo que pasa, Señor, es que los tenemos detenidos por otra razón. Al ciudadano… -buscó en la carpeta- Javier Milano le fue encontrado una cantidad de estupefacientes superior a la permitida por la ley, y obviamente su acompañante, es decir, el señor Martins también está detenido, pero preventivamente mientras se esclarece el asunto, el señor Milano si será procesado por el incauto.

Sentí un alivio porque la cosa no era tan grave. Pero de igual forma decidí llamar a papá, el sabría que mas hacer.

Papá llego a los 20 minutos aproximadamente, estaba visiblemente estresado y molesto. Mientras el iba de aquí para allá en la policía, yo esperaba sentado en una sala de espera. Lucho se había tenido que ir al piano bar. Unas 2 horas después dejaron ir a Albert, venía con la cabeza gacha, acompañado de mi papá malhumorado.

A pesar de que papá estaba molesto, el no reaccionaba tan mal como mi madre, ella era muy temperamental, y estoy casi seguro de que si ella hubiese venido a buscar a Albert, hubiese hecho lo posible de dejarlo aunque sea un día preso para que “escarmiente”.

Javier no tuvo la misma suerte, su caso ameritaba otros procedimientos, su papá llegó hecho una fiera, sin embargo acepto todos los procedimientos, alegando que su hijo “Tenía que acarrear con las consecuencias de sus actos sin su intervención”.

Fuera de la policía, estaba estacionado el la camioneta de papá y la otra camioneta con Henry, sin embargo mi papá le dijo a Henry que se fuera que el nos llevaba a casa.

Nos montamos en la camioneta y todos en silencio, Albert iba visiblemente apenado por lo sucedido, y porque sabía que al llegar a la casa mi mamá lo estaría esperando para formarle el regaño de su vida, y quien sabe que otra cosa.

  • Definitivamente, no sé que carajo les está pasando –comenzó a decir papá mientras manejaba- Primero la escenita del sábado con Miguel y lo de “ustedes” y ahora esto. ¡EN QUE COÑO ESTABAS PENSANDO ALBERT! Como te atreves a meterte drogas, ANDA DIME EXPLÍCAME, porque no veo la necesidad de que lo hagas.

Albert no respondía.

  • Y tu Santiago –dijo mi papá dirigiéndose a mí- No sabes la vergüenza que pasé con Omar cuando me llamó para preguntarme que era lo que había pasado entre tu y Miguel. No se en que coño nos equivocamos con ustedes, me han decepcionado con sus actitudes, que no les consigo la más mínima explicación.

Llegamos a la casa. Y mi nerviosismo crecía, me imaginaba la reacción de mi madre. Entramos a la casa, ella nos esperaba sentada en uno de los sillones de la sala. Al vernos entrar con Albert, se acercó a el y tomó sus brazos para ver la pichada de la jeringa con la que se había inyectado esta tarde, para confirmar que yo no mentía. La encontró. Una pequeña pinchada ligeramente enrojecida. Al confirmar que era cierto, abofeteó a Albert, se escuchó fuerte, e inmediatamente enrojeció la mejilla de mi hermano. Éste recibió la bofetada con los ojos cerrados, unas lágrimas resbalaron por sus mejillas.

  • ¿EN QUE ESTABAS PENSANDO ALBERT? –Albert no respondía- RESPONDE ALBERT, TE ESTOY PREGUNTANDO.

  • Lo Siento mamá –dijo me hermano con la mirada clavada en el piso, sus lágrimas aún salían de sus ojos-

  • NINGÚN LO SIENTO ALBERT, CON ESO NO SE SOLUCIONA NADA. MAÑANA MISMO VAMOS AL MÉDICO PARA DETERMINAR SI ERES DEPENDIENTE A LA PORQUERÍA ESA, SI ES AFIRMATIVO TE VAS A UN CENTRO DE REHABILITACIÓN –decía mi madre gritando a más no poder- ESTAMOS DE CLAROS ALBERT?

Mi hermano asintió, eso no fue suficiente para mi madre.

  • TE PREGUNTÉ QUE SI ESTABAMOS CLAROS ALBERT, RESPONDEME, MALDITA SEA.

  • Si, mamá.

  • Desaparece de mi vista inmediatamente.

Albert se dio la vuelta y emprendió la marcha a su cuarto. Yo lo seguí.

  • Albert, lo siento pero no tuve más opción que decirles –le dije cerrando la puerta de su habitación después de entrar.

Mi hermano se sentó en la cama, con sus rodillas en las piernas y frotándose la cara y secándose las lágrimas.

  • No te preocupes Santi, ya esto se estaba saliendo de control.

Me senté junto a mi hermano y lo abracé lo más fuerte que pude.

  • Discúlpame Albert, ni siquiera te pude ayudar –le decía a mi hermano, con lágrimas amenazando salir.

Y es que era verdad, no había podido ni siquiera hacer las vueltas para solucionar eso, nada, me había enfrascado en mi mismo, en mi relación con Migue, en mis problemas, que había dejado de lado a mi hermano y su problema que es más serio. Me sentía culpable, egoísta, y muy incompetente.

  • No te preocupes Santi, bueno vamos a  ver como termina todo esto –dijo deshaciendo el abrazo- Ahora vete a dormir, mañana tienes clases, no te digo que duermas conmigo porque, bueno, tu sabes, es un tema sensible –sonrió-

Yo solo asentí y sonreí, le di un beso en la mejilla a Albert y salí de su habitación. Me cambié de ropa y me dispuse a dormir, increíblemente ya eran las 11.00 p.m. Recordé que había visto a Migue hoy con el muchacho ese que no conocía, me armé de valor, tomé mi teléfono y le escribí un mensaje de texto.

- Veo que alguien me está remplazando. No sabes cuanto me arrepiento de lo que ha pasado. Te amo.

Lo envié, muy nervioso, estaba ansioso por saber que me respondería. Ya habían pasado como 20 minutos y no había obtenido una respuesta. Estaba muy desilusionado, esperaba una respuesta de él. Me resigné y me estiré para colocar el teléfono en la mesita de noche, cuando sentí que el celular vibró. Se me iba a salir el corazón, veía la pantalla principal como armándome de valor para leerlo.

- Si alguien aquí fue reemplazado, ese fui yo. Tú me reemplazaste, por tu hermano.

Mi corazón se encogió, yo no lo había reemplazado, el era quien yo amaba, no a Albert, mi hermano simplemente era una atracción física, pero por más que lo intentara, no conseguí palabras para explicarle de una forma que no se escuchara tan mal que con mi hermano fue solo sexo.

- Nunca te reemplazaría por nadie, eres lo más maravilloso que me ha pasado, lo que sucedió fue un error, que cometí por ser un estúpido que se deja llevar por las sensaciones, y a quien el alcohol definitivamente no es su mejor amigo. ¿Algún día me perdonaras?

Deseaba con todas mis fuerzas que Migue me perdonara y que todo fuese como antes, comenzar de cero, borrón y cuenta nueva. Pero yo sabía que lo había herido, y eso no sucedería así de fácil.

- Está claro que fue un error, un error que rompió mi corazón. Tal vez en algún momento pueda perdonarte, pero no ahora, es muy reciente. Otra cosa, que te llegue a perdonar no significa que vaya a olvidar lo que pasó. Por cierto, voy a dormir, buenas noches.

Por lo menos dejó abierta la posibilidad de que en algún momento me llegase a perdonar, eso me aliviaba un poco. Pero necesitaba recuperar su confianza. ¿Cómo? no lo sabía en ese momento, es algo que tendría que averiguar.

- Está bien, buenas noches. Oye, te puedo escribir frecuentemente?

Quería saber si no le molestaba que le escribiera, quizás por ese medio podría ir “abonando” el terreno.

- Puedes hacerlo, pero no te garantizo que te vaya responder.

Eso me hirió un poco, pero por lo menos era un avance para ir acercándomele paulatinamente. Decidí no responderle, ya había sido mucho por esta noche, no quería que se fastidiara por mi insistencia, al día siguiente le escribiría otra vez, y así hasta que o me perdona o me manda a la mierda.

Me dispuse a dormir, conforme por que había hablado con Migue, aunque sea por mensajes de texto. Por otro lado me sentía un poco más aliviado al saber que mis padres le buscarían solución a lo de Albert. A los pocos segundos me rendí en los brazos de Morfeo.

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Mi cuerpo se estremecía al compás de sus caricias. Si, las caricias de Miguel, sus besos, esos besos que me elevaban. Los estaba sintiendo de nuevo, y surgía el mismo efecto que la primera vez. Abrí mis ojos, y allí estaba mi chico de ojos verdes sonriendo. Estábamos en mi cama, desnudos, cubiertos por las sabanas blancas,  con erecciones de campeonato, frotándose nuestras pieles, ¡la sinfonía había vuelo! esa canción de amor estaba siendo interpretada de nuevo.

  • Te amo, por eso te perdono todo, te amo demasiado Santiago Martins –decía mi amor en mi oído-

Mientras yo le prometía mentalmente no volver a traicionarlo. Mentalmente, ya que su boca no dejó que yo respondiera, nuestras lenguas se chocaban, se acariciaban, y yo me sentía en la gloria, de nuevo.

Bajó por mi cuello entre besos y chupetones, y yo sólo podía gemir. Cruzó mi pecho de lado a lado, atendiendo cada uno de mis pezones, los mordía y los chupaba. Emprendió el camino hacia el sur de mi cintura, metiéndose entre las sábanas blancas, besando mi abdomen y bordeando mi ombligo con su lengua.

Tomó entre sus manos mi pene y comenzaba a pajearlo. Sentí su lengua en mi glande y un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

  • AAAHH, esa boca.

Chupaba mi miembro sin descanso, se concentraba en mi glande, recorría el tronco, llevaba mis bolas a su boca. Siguió bajando con su lengua, por el periné, hasta mi ano. Allí chupaba y lamía mi anillo de carne, yo ya estaba deseando que me penetrase. Metió dedo en mi ano, masajeando mi próstata, y yo retorciéndome de placer. Metía y sacaba su maravilloso dedo de pianista, hasta que sentí que no podía soportarlo más.

  • Miguel, hazme tuyo, ya no aguanto más.

Migue abandono el trabajo que estaba haciendo con su dedo, se arrodilló en la cama y de un tirón lanzó las sábanas al piso. Me observó desnudo en la cama, deseando que su pene se alojara en mi interior. Sonrió.

  • Prométeme que este cuerpecito será solo mío –me dijo ubicándose entre mis piernas y acercando su boca para besarme.

  • Te lo prometo mi amor, este cuerpo será solamente tuyo.

Dirigió su miembro en la entrada de mi esfínter, empujó y entró sin ninguna dificultada. Se miembro en mi interior se sentía maravilloso, salía y entraba sin nada que lo detuviera, al fin y al cabo ese sitio era suyo, le pertenecía.

Migue no paraba de besarme, se chupar mis orejas y mi cuellos, y yo le acariciaba con mis manos desde su espalda hasta su trasero firme y redondo.

  • Te amo Migue, te amo demasiado, te juro que no lo volveré a hacer.

  • Calla mi amorcito, lo sé, calla y disfruta.

El ritmo de las embestidas aumentaba, y también la profundidad, y yo en la gloria, feliz de volver a estar con Migue, esta vez no lo dejaría ir nunca más.

Migue comenzó a pajearme mientras continuaba embistiéndome, no aguantaba más, el orgasmo era inminente. Migue aumentó el ritmo de la masturbación, y ahí si que no aguanté, estallé en un orgasmo de los más de placentero, es un orgasmo de “reconciliación”, mientras Migue llenaba mi interior con su abundante semen, poniendo de manifiesto que mi cuerpo le pertenecía.

  • Te amo Migue, te amo demasiado.

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El sonido estridente del despertador sonó, me desperté con la respiración acelerada y sudando un poco.

  • Maldita sea, fue solo un sueño –me lamentaba yo al ver que en mi cama no estaba Migue.

Me toqué debajo del pantalón y estaba mojado, había sido un sueño húmedo, muy intenso.

Demasiado fácil y perfecto para ser verdad.