Soy Santiago y esta es mi historia VII

- Lo vas a perder Santiago, vas a perder a Migue por tus pendejadas –decía una voz en mi mente.

NOTA: Quería pedirles disculpas por la tardanza, pero es que la universidad a penas me deja tiempo para respirar, y seguiré tardando un poco en publicar ;C Como siempre; sigan leyendome, y valorando mis relatos. Obviamente no se olviden de comentar, y si quieren, en mi perfil está mi correo para quien guste ;)

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  • No te merezco –dije en mi mente- No te merezco.

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Luego de nuestro aniversario, todo iba bien con Migue, mi remordimientos estaban mermando y todo iba normal.

Por otro lado, mi relación con Marco permanecía casi intacta, a veces sentía ciertas tensiones pero todo transcurría normal, además el colegio nos tenía tan ocupados que los problemas personales pasaron casi que a un segundo plano. Al parecer las cosas en casa de Marco mejoraron, o bueno por lo menos no empeoraron, no volvieron a tocar más el tema, cosa que agradecía mi amigo, pero obviamente había asperezas con su padre que el tiempo quizás se encargaría de limar. Migue había hablado con Esteban y estaban en proceso de reconciliación. Ya era viernes, y la jornada en el colegio a penas iba por la mitad.

  • Amor, quizás deberíamos planear algo para hacer este fin, te noto muy estresado –me dijo Migue acariciándome la espalda-

  • Sería chévere Migue, pero es que…

  • Pero es que nada Santiago, necesitas despejarte –me interrumpió casi súbitamente

No tuve más opción, esa era la última palabra, era tan excitante cuando el imponía su autoridad. Se escuchó el timbre para entrar de nuevo a clases y tuvimos levantarnos del banquito donde estábamos sentados en el patio secundario de la escuela, el menos transcurrido.

  • Paso por ti a las 7:00 p.m., no me falles –se despidió con un beso, y cada quién se dirigió a su salón.

Las clases transcurrieron muy agitadas, de evaluación en evaluación, sentía que ya no podía más, era estresante, normalmente en esta época me sentía bien, con ánimos de estudiar, pero notaba que estaba perdiendo un poco el interés, era final de lapso, con evaluaciones importantes, y yo no me permitía bajar de nivel.

El timbre de la salida sonó al fin, y yo salí casi corriendo afuera a montarme en la camioneta y salir por fin de allí, me estaba matando el hambre, y el cansancio me tenían estresado, hasta me dolía la cabeza.

Al llegar a casa comí demasiado, estaba full, todo mamífero luego de comer, duerme, y yo no soy una excepción a esa regla, me quedé dormido profundamente.

Sentí una ligera cosquilla en la nuca, era agradable, pero estaba durmiendo muy rico como para despertarme. La cosquilla seguía, se hacía un poco mas intensa la sensación, hasta que no pude aguantarme más y abrí los ojos, vi a Migue sonriendo cerca de mi cara, me sorprendió un poco.

  • Migue, que pasó ¿Cómo entraste?- dije aun ubicando mis ideas y tratando de despertar completamente.

  • Martha me abrió la puerta –decía mientras me besaba de nuevo el cuello- te estaba llamando a tu celular pero como no contestabas supuse que dormías, además son las 6:30 y hoy tenemos una salidita –volvió besar mi cuello-

Me sentía tan bien así con Migue, yo estaba acostado de lado y el casi encima de mí rodeándome con sus brazo y besando mi cuello.

  • Santiago levántate que te tardas mucho en vestirte –me dijo casi susurrándome al oído

  • Mamá cinco minutos más por favor –le dije en tono de adolescente haciendo una rabieta.

  • ¿Mamá? Ya verás, ¡desobediente! –me dijo simulando indignidad. Acto seguido comenzó a hacerme cosquillas, no muy fuerte pues Migue sabía que me incomodaban un poco.

EL seguía haciéndome cosquillas y riendo a carcajadas, rodando los dos sobre la cama. Estaba ya encima de mi y paró el embate de cosquillas, nos miramos profundamente a los ojos, sus ojos verdes que me enloquecían, mientras en mi rostro se dibujaba una sonrisa de felicidad, me sentía  afortunado en tener a Migue en mi vida, y en verdad el remordimiento por haberle sido infiel con Marco aún seguía presente, Migue no se merecía eso, era tan bueno conmigo.

  • Te quiero demasiado Santiago –Me besó

Los besos de Migue son mi mayor debilidad, sus besos tenían la capacidad de hacerme erizar constantemente, y me transmitían una sensación de paz, de tranquilidad, el  tiempo se detenía y solo existíamos los dos, flotando en un universo en que no hay nada más, solo nosotros. Paró el beso

  • Anda a bañarte y a arreglarte que se hace tarde –me dijo con voz suave, tierna

Se levantó de la cama y me extendió la mano para que yo me levantara. Salí de la cama y fui al baño. Me aseé concienzudamente, sin embargo no tardé mucho, mientras me secaba en el baño, ya fuera de la ducha, pensé en que Migue y yo no habíamos tenido sexo en algunos días, y quizás antes de salir pudiéramos hacer algo, “rapidito”. Planee lo que iba a hacer y salí del baño.

Migue estaba tendido sobre la cama ojeando un libro que yo tenía en la mesita de noche, me observó durante unos instantes y volvió su vista al libro. Llevaba la toalla en mi cintura, algo floja para que se callera en cualquier momento. Me ubiqué frente a las puertas corredizas del closet y le hablé para llamar su atención

  • ¿Como se supone que deba vestirme? –dije sin voltear hacía el, revolviendo la ropa que estaba colgada en el closet. Justo en ese momento resbaló la toalla de mi cintura y cayó al suelo. Acto seguido observé a Migue por encima del hombro izquierdo, con la mirada mas lasciva que pude conseguir en ese momento. Migue me observaba con una sonrisa en sus labios, levanté la ceja como invitación.

Miguel en un dos por tres ya estaba detrás de mí con sus manos en mi cadera y restregando su paquete contra mis nalgas, haciendo su pasatiempo favorito, besarme la nuca.

  • Quiero que me hagas el amor aquí y ahora, contra las puertas de este closet –le dije-

Migue no se hizo de rogar, me apretó contra la puerta del closet recorriendo con sus manos mi cuerpo desnudo. Yo estaba completamente excitado, y Migue también, notaba su dureza en mi trasero.

Migue fue bajando entre besos por mi espina dorsal hasta llegar a la altura de mis nalgas, las besó, las mordió y apretujó. Tomó una en cada mano y abrió hasta dejar expuesto mi ano. Lo lamió sin vacilar. Daba fuertes chupetones, mientras yo gemía con la cara pegada a la puerta del closet. Migue hizo que subiera un poco una pierna, y con su hábil lengua recorrió desde mi ano hasta mi pene, recorriendo en el trayecto mis bolas y mi periné. Yo solo podía disfrutar de aquellas sensaciones, abandonado al placer, duró así unos minutos.

Luego volvió a pararse detrás de mí, desprendiéndose presurosamente de su ropa, mientras yo restregaba mi trasero contra su pene. Ya sin la ropa, tomó su pene con una mano y lo dirigió hacia mi entrada, lo clavó de un solo empujón, pero gracias a su abundante precum, su miembro resbaló fácilmente dentro de mi ano, escapando de mi boca un suspiro hondo.

Mi espalda baja estaba arqueada, sacando el culo para que no tuviera ninguna traba, y para que siguiera embistiéndome. Su boca estaba en mi oreja ensalivándola, con besos, mordiscos y lametones, mientras una de sus manos recorría mi pecho y uno de sus brazos rodeaba mi abdomen.

Al ritmo de sus embestidas le añadí las mías propias, hacía movimientos con mis caderas para yo mismo ensartarme mas con su miembro. Su mano que acariciaba mi pecho se trasladó a mi pene y lo pajeaba enérgicamente. Mi orgasmo se avecinaba, Migue lo notó y aumentó el ritmo de sus embestidas. Varios chorros de mi semen se repartieron entre la puerta del closet y la mano de Migue, mientras el se vaciaba en mi interior.

Luego de la maravillosa sesión de sexo, procedí a vestirme, me coloqué una franela unicolor de algodón, verde aceituna y un jean azul.

Salimos de la casa y estaba el carro del papá de Migue estacionado afuera.

  • De tanto insistir me lo prestó –decía Migue orgulloso mostrándome las llaves

Subimos al auto y comenzamos a andar. Dimos vueltas por el centro viendo un lugar adecuado para cenar y para pasar el rato, y para tomar alguna bebida, esto último a petición de Migue, no me gustaba mucho el alcohol, de hecho en dos ocasiones solamente se puede decir que  llegué a embriagarme, y la verdad es que no me gustaba mucho la sensación y tampoco me gustaba porque hablaba de más.

  • Ese no es el Piano-Bar que abrieron Albert y Lucho? – Me dijo Migue

Lucho es el amigo de mi hermano, y ahora, su socio.

  • Si, si quieres entramos, creo que venden comida allí también.

Migue buscó un espacio donde aparcar y bajamos del carro. Me tomó de la mano y caminamos hasta el recinto. Yo nunca había ido al ese local, y la verdad es que no estaba nada mal, tenía muchas mesas y la luz era tenue, y había música en vivo, una banda tocaba en una especie de tarima, en la que resaltaba un piano.

  • Miguel, Santiago, que sorpresa, hasta que por fin se decidieron a venir –dijo Lucho al acercarnos a la barra, dándole la mano a Migue y a mi revolviéndome el cabello.

  • Y Albert no está hoy? –le pregunté

  • No, hoy es su día libre, y los días libres de el son sagrados, el cabrón ese no se aparece en todo el día por aquí. Por cierto, no se animan a cantar hoy? Bueno Migue en el piano y tu cantas –dijo Lucho

Migue me miró con ojos de cachorro, mientras Lucho sonreía

  • No se, más tarde a lo mejor, ahorita quiero comer.

  • Ok por lo menos no dijo que no –Dijo Lucho dirigiéndose a Migue- Bueno busquen una mesa ya les llevo nuestro “selecto menú” –rió- Yo los atiendo.

Nos dirigimos a una mesa cerca de una pared, el lugar estaba muy agradable y la música era buena. No podía creer que mi hermano estuviera a cargo de un lugar así.

Llegó Lucho y pedimos dos hamburguesas. Nos las trajeron rápido y mientras comíamos me burlaba de Miguel, pues la hamburguesa era tan grande, que se le había llenado la nariz de mostaza y mayonesa.

  • No te rías y por lo menos límpiame –decía Miguel riendo

Me acerqué a el y estiré mi lengua y procedí quitar la mancha de mostaza y mayonesa

  • Si eres cochino, que sabes si tengo mocos –decía Miguel riendo sonoramente

  • Hmmm, que mocos tan ricos –dije yo glotonamente

Ambos reímos, obviamente no había ningún “moco”, era en la punta de la nariz no en las fosas nasales.

Continuábamos comiendo y riendo, y desvié mi mirada hacia una de las mesas y un hombre nos observaba, un hombre en extremo atractivo y muy viril, tomaba su whisky sin despegar sus ojos de los míos, la tenue iluminación me dejó ver que era un hombre de unos 35 o 40 años, tenía rasgos árabes y una especie de barba de más de 3 días.

Dejé de observarlo, porque me intimidó un poco y para que Migue no notara que observaba al hombre de esa mesa.

Terminamos de comer y pedimos algo de tomar, Migue pidió una cerveza, para ser exactos una “Solera Verde” y yo pedí una Smirnoff Ice.

Tomábamos nuestras respectivas bebidas, y yo de vez en cuando miraba disimuladamente al hombre de la mesa vecina, nuestras miradas coincidieron numerosas veces.

  • Vas a cantar por fin Santi? –Preguntó Migue casi suplicante- Yo te voy a acompañar con el piano –hizo un puchero-

  • No se Migue, es que me da pena cantar delante de toda esta gente –Migue hizo un puchero aún mas grande- Está bien Migue, pero espera que me haga efecto esta bebida –le dije poniendo los ojos en blanco.

Y en verdad la bebida si me estaba haciendo efecto, me sentía un poco mareado, pero no le daba demostrar nada a Migue, a penas era la 3ra Smirnoff que me tomaba, y el llevaba varias mas cervezas que yo, pero aún así no se le notaba mucho el efecto.

Comenzaron a cantar en vivo, hasta ese momento solo era música instrumental. Una chica muy linda por cierto, con una voz angelical, Sentada en una silla alta en medio del pequeño escenario.

Estábamos absortos a la presentación de Jullieth –así se llama la chica- Las horas pasaban,  las botellas de cerveza y smirnoff se vaciaban, y yo de vez en cuando le echaba una miradita a aquel señor tan sensual, estaba solo en esa mesa.

Se acabó la presentación, era casi medianoche.

  • Oficialmente queda el micrófono abierto para quien quiera cantar –Decía Jullieth

Inmediatamente Migue se levantó y me tomó de la mano casi que arrastrándome, vi hacia la barra y vi que Lucho tenía una sonrisa de satisfacción, y yo ya me encontraba bajo los efectos del alcohol, y no me importaba demasiado cantar frente a todos. Me senté en la silla alta que minutos antes había ocupado Jullieth y delante de mí, el micrófono. Hice un paneo con la vista del lugar, y aunque no estaba lleno, si había gente.

  • Buenas Noche a todos –dije risueño y con las mejillas coloradas por el alcohol y porque estaba un poco intimidado. Sentí una leve preocupación porque Migue no me había dicho que canción iba a tocar para que yo cantase, lo miré y ya estaba en posición en el piano, me sonrió y comenzó a tocar.

Al escuchar las primeras melodías sonreí ampliamente porque reconocí inmediatamente la canción. Esa canción me fascinaba, era divertida, y la cantaba uno de mis cantantes favoritos, el argentino Charly García, la canción era Chipi Chipi ( http://www.youtube.com/watch?v=8GTwMB5oOuE ) Observé a Migue y le sonreí arrugando la Nariz.

Las personas aplaudieron con las primeras notas y me emocioné. Comencé a cantar sensualmente, e imitando los movimientos de Charly García en su video MTV unplugged. El alcohol me desinhibía totalmente, y hacía que me pusiera “payaso”.

Yo nunca fui a New York, no sé lo que es París, vivo bajo la tierra, vivo dentro de mí.

Yo no tengo un espejo… La lágrima me habla y está dentro de mí.

Yo solo tengo esta pobre antena, que me transmite lo que decís, una canción, mi ilusión, mis penas, y este souvenir.

Seguía cantando, y el señor sexi me observaba fijamente. A todas estas yo seguía haciendo gestos, y moviéndome en la silla alta.

Tómalo con calma la cosa es así, ya se hace de noche me tengo que ir.

-piano-

Y te digo baby, Chipi chipi chipi, chipi bombon, bombon, bombon , bombon. Chipi Chipi.

Si este dolor durará por siempre porque el mercurio lo tengo aquí  ya no digas más palabras, nene ya vete de aquí.

Esta canción durara por siempre por eso mismo yo la hice así una canción sin amor sin dolor la canción sin fin.

La canción terminó y yo estaba feliz, no se, me sentía emocionado, la gente nos aplaudía, y el señor sexy de la mesa vecina no dejó de observarme con una media sonrisa, y me pareció ver que alguna vez se mordió el labio inferior. Me sentí nervioso y a la vez excitado.

Migue y yo volvimos a nuestra mesa, y a partir de allí nos llovieron invitaciones para que acompañásemos a grupos de personas en sus mesas, las cuales Migue se encargaba de rechazar cortésmente.

Ya había perdido la cuenta de cuantas Smirnoff me había tomado, andaba de lo más alegre, mareado, y casi balbuceaba las palabras, Miguel reía a carcajada limpia cada vez que mi lengua se trababa, reíamos los dos, esa era nuestra noche, la estábamos pasando de maravilla.

En una de esas mi chico se levantó para ir al baño, y de un momento a otro el sexi señor se sentó en mi mesa, ocupando el lugar de Migue.

  • Cuando se vaya tu noviecito, si quieres nos hacemos compañía –me dijo con una voz ronca y profunda

En verdad este señor era muy sexi, y con esa vocesota más todavía, hablaba fuerte muy cerca de mi oído, pude sentir el olor de su perfume, de macho. Llevaba una camisa color gris, con varios botones abiertos que dejaban ver un pecho algo velludo y firme, adornado con una cadena de oro gruesa, además de unos jeans azul claro muy apretados que dejaban ver unas piernas fuertes y musculosas.

Abrí mi boca para decir algo, pero luego medité bien lo que iba a decir, yo estaba esa noche con Miguel, y no iba a dar pié a que sucediera algo más, no, yo iba a serle fiel a Migue en todos los aspectos.

  • Muchas gracias de verdad, pero es que yo vine con el y me voy con el –le dije con tono firme-

  • Está bien, pero sabes donde estoy por si cambias de opinión – Se levantó de la silla y se caminó hacia su mesa.

Y ¡madre mía! cuando me dio la espalda, ese hombre se gastaba un culo de lo más apetitoso, grande y paradito enfundado en ese jean azul, me mordí el labio inferior, y mi pene inmediatamente dio un fuerte respingo. Sacudí la cabeza para despejar mi mente de esos pensamientos.

Migue se sentó de nuevo en su silla, con cara de circunstancia.

  • Amor, mi papá me llamó y me dijo que me he pasado media hora de la hora que acordé con el.

  • ¿Media hora? Pero si no me dijiste que teníamos límite –le dije haciendo un puchero y con mi lengua más trabada que nunca intentado articular palabras entendibles.

  • Si, me dijo que a las 2:00 a.m debía volver con el carro, y ya son las 2:30 –dijo mirando su reloj-

Bueno –suspiré de resignación-

Nos levantamos de la mesa y fuimos hasta la barra para pagar lo que habíamos consumido, pero Lucho no lo permitió.

  • A pues Migue como que van a pagar, si tu cuñado es uno de los dueños –decía Lucho Negándose

  • Por Dios Luchín si una cosa son los negocios y otra cosa es el parentesco, no, dime vale cuanto es.

Lucho seguía inamovible de su decisión.

  • Bueno, por lo menos acéptame la “propina” por el buen servicio –dijo colocando dos billetes de 100 debajo de una botella que había en la barra.

Cuando Lucho se percató de la cantidad de dinero Migue salió corriendo hacia la salida llevándome a voladillas por una mano. AL salir reímos por la ocurrencia y recuperamos el aliento. Cuando nos dirigíamos al carro, mi hermano se estaba bajando de su moto, estacionándola justo delante del carro de mi suegro.

  • Santiago? y eso ustedes por aquí –dijo saludando con la mano a Migue-

  • Nada Albert, que salimos un rato, pero ya nos vamos –le dije con mi tono de borracho

- Coño e’ tu madre pero si vas borracho, a que le digo a mi papa –decía juguetón-

  • Tu eres loco Albert, ni se te ocurra.

  • Mi silencio tiene un precio –dijo en tono pícaro-

  • Lo que sea, soy tu esclavo por un mes

Seguimos jodiendo por unos instantes y recordé que Migue debía irse. Le dije a mi hermano que nos retirábamos.

  • Pero Miguel se te va a hacer más tarde, de aquí a que lleves a Santiago, imagínate, si quieres me lo dejas, yo paso a ver como va todo y después directo a casa.

Migue pensó por un momento y me observó para saber que pensaba yo.

  • No tengo ningún problema Migue, nos vemos mañana, si? –le dije a mi novio encogiéndome de hombros

  • Ok amor, nos vemos mañana. – Me abrazó y me besó, subió al auto y arrancó.

  • Uy mi salvador, para seguir la noche –le dije a mi hermano riendo a carcajadas

Albert solo rió y entramos de nuevo al local. Le dije a mi hermano que me sentaría de nuevo en la mesa mientras el hacía lo que tenía que hacer. Pedí otro Smirnoff pero un muchacho que también atendía la barra y muy amigo de mi hermano y de Lucho me dijo

  • Así que te gusta la Smirnoff –yo asentí- Bueno te va a encantar este trago, espera un segundo.

Saco un vaso de vidrio, ancho, lo llenó con hielo picado y una rodaja de limón (luego supe que en realidad era lima), en una coctelera vertió una especie de jugo, que me pareció limonada, vodka y unas cucharadas de azúcar, lo agitó y lo sirvió en el vaso con un pitillo (pajilla, sorbete).

  • Pruébalo, y me  dices que tal –dijo sonriendo y extendiéndome el vaso.

Probé el coctel y en verdad que estaba buenísimo, no era jugo de limón era de lima, era un poco fuerte por el vodka pero dulce.

  • Se llama Caprioska, pero calma galán, que no te queremos sacar en carretilla –me dijo haciendo que parara de beber.

  • Tranquilo, que Albert me lleva al hospital –le dije entre carcajadas- Me voy a la mesa.

  • Dale Santi, yo estoy pendiente de recargarte el trago –me dijo guiñando el ojo-

Volví a mi mesa, y esta vez había un poquito más de gente, pero el mismo hombre sexi de la mesa vecina seguía allí, al observarme me sonrío y me guiño el ojo. Me sonrojé y desvié mi mirada hacia el escenario, le sería fiel a Migue, le sería fiel.

El micrófono abierto seguía, y esta vez cantaba una chica, gordita pero de cara realmente hermosa, cantaba una canción muy movida, no recuerdo el nombre pero había animado el ambiente. Y la verdad es que me sentía bien allí, solo tomando mi caprioska y escuchando la música, hubiese preferido que Migue estuviera, pero no la estaba pasando tan mal, después de todo.

La chica terminó y todos aplaudimos enérgicamente. Al momento, el hombre sexi de la mesa vecina, se levantó y antes de dirigirse al pequeño escenario me dedicó una sonrisa y levantó ligeramente la ceja. Iba a cantar.

Intercambió unas rápidas palabras con el chico del piano y se sentó en la silla alta destinada para las personas que se animasen a cantar. Y ¡Ave María, por Dios! que paquetazo marcaba ese hombre sobre la tela del jean, no podía despegar mis ojos de ese bulto, y mi “amiguito” comenzaba a cabecear dentro de mis pantalones. Con un gran esfuerzo logré apartar mi vista y la dirigí hacia la cara del hombre sexi, este me veía fijamente y me sonreía. Me dio mucha vergüenza, obviamente se había percatado de que miraba su paquete. Sorbí de nuevo mi caprioska y volví a observarlo.

Comenzó a cantar al compás del hermoso piano. Otra vez Charly García, esta vez sonaba “No soy un Extraño” ( http://www.youtube.com/watch?v=TIb4tA6f0wE )

Era una canción muy sensual, así como el hombre que la estaba cantando. Particularmente, esa canción me gustaba mucho, así como todas las otras de Charly García, pero esa, aludía a una pareja de hombres.

Dos tipos en un bar, se toman las manos, prenden un grabador, y bailan un tango, de verdad. Y yo los miro sin querer mirar, enciendo un faso para despistar, me quedo piola y empiezo a pensar que no hay que pescar dos veces con la misma red.

A todas estas el hombre no dejaba de mirarme, y yo tampoco apartaba la mirada de su rostro, las notas de la canción me tenía bobo, como siempre, y el caprioska no dejaba de rodar por mi garganta.

Y siento un olor poco familiar, alguien se acerca y comienza a hablar, me quedo piola y digo ¿que tal? vamos a pescar, dos veces con la misma red.

Él continuaba con su canción, y yo movía la cabeza de lado a lado al compás de la música. En eso se acercó el chico de los caprioskas y me dejó otro vaso, le sonreí arrugando la nariz.

Ya el hombre sexi terminó de cantar, ahora estaba recibiendo los aplausos, incluyendo los míos. Se acercó a su mesa, tomó su trago y se dirigió a la mía.

  • Puedo? –hizo ademán de sentarse.

  • Adelante –le dije asintiendo.

Nos quedamos mirando unos segundos, tenía los ojos negros, creo, detallé sus rasgos y de verdad era inmensamente atractivo, esa barba de más de 3 día le quedaba de infarto, lo miraba sorbiendo con el pitillo el caprioska. El sonrió, se le hizo un hoyuelo en la mejilla.

  • Así que te dejaron solo al final de la noche –dijo recostándose en el espaldar de la silla tomando de su whisky.

  • Pues si y no, me quedé con mi hermano, pero no se donde se habrá metido –dije recorriendo el local con mi mirada.

  • Cantas muy bien –dijo el hombre-

  • Tu también –respondí

No intercambiamos muchas palabras, solo miradas, escuchábamos la otra persona que estaba cantando, el hacía comentarios y yo me limitaba a responder.

  • Voy al baño –le avisé-

El solo asintió. Al levantarme sentí mejor el efecto de los caprioskas, caminé lentamente para no tambalear y me dirigí a los baños. Estaba vacío, me lavé la cara para despejarme un poco, no quería serle infiel a Migue, pero ese hombre me atraía, tenia un aura de misterio y sensualidad que me excitaba, y mucho, su seguridad, su media sonrisa y ese cuerpazo de infarto.

Me metí en el cubículo del fondo, el último, dispuesto a vaciar mi vejiga, saqué mi pene semi-erecto y apunté el chorro hacia la baldosa de wáter, no me gustaba el sonido que hace el chorro directo al agua. Terminé, sacudí, y guardé mi miembro en mis pantalones. Al girar dispuesto a salir del cubículo, me lo encontré, allí estaba parado en la puerta del cubículo, apoyado con una mano en el marco de la puerta, mientras con la otra sobaba su paquete descaradamente sobre el pantalón, mordiéndose su labio inferior.

Me quedé pasmado, la imagen era grandiosa, ese hombre tan sexi, con su camisa desbotonada como hasta por la mitad, con ese pecho velludo en el que colgaba una cadena gruesa de oro. Muy irreal y excitante. Sin dejarme tiempo para pensar en nada, entró al cubículo súbitamente cerrando la puerta con pestillo tras de sí, se fue encima directo a besarme, salvajemente, sentí su lengua entrar en contacto con la mía, y percibí el sabor del whisky en su boca. Me pegó contra su cuerpo y sobaba mis nalgas enérgicamente. Se sentía espectacular, ese cuerpezote  me arropaba casi en mi totalidad, y esas manos grandes abarcaban mis glúteos fácilmente. Lamió mi oreja mientras su barba de 3 días raspaba mi cuello. A todas estas mi mente estaba en blanco, no pensaba en nada, solo vivía el momento. Ubicó sus manos en el broche del pantalón y lo abrió ágilmente, de un solo tirón bajo mi pantalón con mi bóxer color verde que hacía juego intencionalmente con la franela que llevaba.

El hombre inmediatamente se agachó frente a mi pene y lo introdujo en su boca totalmente, con una facilidad impresionante. Sentía como mi pene tocaba su campanilla. Chupaba mi glande como si de una paleta se tratase, hacía ruido, y babeaba. Con su lengua recorría mi tronco y mis testículos, dando pequeños mordiscos a mi escroto, mientras yo gemía quedamente en mi posición.

Sentía que me correría en cualquier momento, se acercaba el orgasmo, pero se detuvo, se levantó y vi que tenía su pene en la mano. Y que pedazo de instrumento, era bastante grande y grueso, nunca había visto en persona uno igual de grande como ese, y bueno, tampoco es que tuviera toda la experiencia del mundo. Me giró y me pegó contra la pared del cubículo, bajo hasta mi trasero y se dispuso a lamer mi ano.

  • AHHHHJ –sólo eso pude articular al sentir esa lengua en mis intimidades. Lo hacía muy bien, chupaba y chupaba sin descanso. Duró unos segundos así y se levantó de nuevo. Se pegó a mí y sentía su pene restregarse contra mi ano mientras mordisqueaba mi nuca.

  • Espera –le dije algo preocupado.

  • Tranquilo- me dijo mostrándome un condón

A la velocidad de la luz se lo colocó y comenzó a penetrarme. Me dolía a horrores, nunca había tenido un instrumento de tal envergadura en mi ano, y parados en esa posición no ayudaba. El hombre paró con mi quejido. Esperó unos segundos y volvió a intentar, pero no, me dolía muchísimo.

  • Espera, espera, me duele demasiado –le dije con la respiración agitada. Era tanta así la incomodidad que mi erección había bajado un poco.

El tenía los pantalones enrollados en los tobillos, y conservaba su camisa. Yo solo traía el pantalón en una pierna, y la camisa enrollada a la altura de mi pecho.

  • Que pasa nene, eres virgen? –me preguntó el hombre pajeándose sobre el condón un poco impaciente.

  • No, no soy virgen.

  • Y que edad tienes pues?- me preguntó acercándose a mí para intentar de nuevo.

  • 15, Aaau –me quejé pues aún no entraba-

  • ¿15? – Repitió sorprendido- Pero si aparentas más edad… -se detuvo al no saber mi nombre-

  • Santiago –le dije- Me llamo Santiago Martins.

  • ¿Santiago Martins? – Repitió con los ojos como platos, parando su masturbación- ¿Tú eres hijo de Anthony?

  • Si, ¿por qué?, ¿lo conoces? –pregunté confundido por su reacción.

  • Verga –dijo acomodándose su ropa- Me tengo que ir Santiago, chao.

Y así sin más salió del cubículo, y yo con un gran signo de interrogación en la cabeza. ¿Qué mierda fue eso? Me dije a mi mismo sin creerlo. Comencé a acomodarme la ropa, y me acordé de Migue.

- Coño e’ su madre , que poca fuerza de voluntad tengo, maldita sea –me recriminaba a mi mismo- Pero si había quedado en serle fiel a Migue y mira la situación en que me he metido.

Miguel no se merecía nada de eso, y yo cada vez me sorprendía a mi mismo por la voluntad tan quebrantable que tengo.

  • Lo vas a perder Santiago, vas a perder a Migue por tus pendejadas –decía una voz en mi mente.

En ese momento reflexioné, era cierto, si seguía dejándome envolver por este tipo de situaciones, terminaría perdiendo a Migue, y la verdad es que no lo soportaría, y tampoco me perdonaría hacer sufrir a Migue después de tantas cosas bonitas, y después de cómo me ha tratado, y de todas las cosas que hace por mí. Soy un gran pendejo, un pendejo muy grande, eso soy –decía mientras me acercaba a la barra en busca de Albert.

  • Donde estabas Santiago, vámonos, mamá me llamó y me dijo que te llevara a casa, que aún no eres mayor de edad para andar a estas horas –me dijo Albert en todo de hermano mayor preocupado-

  • Pero ando contigo, eres mi representante legal –le decía con mi lengua mas trabada que nunca, y la verdad es que ya estaba bastante tomado.

Salimos del local, y nos dirigimos a la moto, Albert me veía divertido pues hablaba un montón de cosas, cambiaba de tema con tanta frecuencia como parpadeaba. Albert subió a su gran moto, parecía de carreras, era tan divertido andar con el en esa moto, a toda velocidad. Me pasó el gran casco, solo llevaba uno y me lo dio a mí, a fin de cuentas el borracho era yo.

Comenzamos a andar, efectivamente a toda velocidad, y yo abrazando por la cintura a mi hermano, pegando todo mi pecho a su espalda. Se sentían tan firmes sus pectorales, comencé a recorrerlos con las manos, Albert volteó levemente la cara y me sonrió, aceleró. Ya no solo recorría los pectorales, sino que también su estómago de piedra, muy plano. Yo me estaba excitando, y aparte ya venía un poco caliente, como me dejó ese hombre sexi en el baño. Entramos a la urbanización, y recorriendo la distancia que faltaba para llegar a casa, trasladé mi mano a su paquete, que ya estaba despertando, y no lo moví de allí, masajeaba muy suavemente. Llegamos y la puerta del garaje se abrió. Estacionó la moto y quité mi mano de su paquete antes de bajarme. Me quité el casco y le dije

  • Aún me pareces sensual, y me sigues pareciendo muy atractivo –acto seguido lo besé.

Me dispuse a salir del garaje, lanzándole una mirada sensual como invitación. Entramos a la casa y Albert detrás de mí. Subimos las escaleras y volteé para verlo, me miró mordiendo su labio inferior y mirando descaradamente mi trasero. ¡Listo! ya sabía lo que se avecinaba.

Entramos a mi cuarto, y esta vez fue el quien se abalanzó sobre mí para besarme. El beso era muy pasional, fuerte, nuestras lenguas chocaban con aquella energía. Chupaba mi labio inferior, chupaba mi lengua, chupaba mis mejillas, chupaba todo lo que estuviera a su alcance.

Yo comencé a besar su cuello, subiendo y bajando de su cuello hacia su oreja, el suspiraba. Le saqué el suéter que llevaba puesto, y besé sus pezones, duros como roca, hacía frío en la habitación. Bajé con mi lengua por su abdomen, iba bajando debajo del ombligo, donde se dibujaba una finísima capa de vellos. Aflojé su correa, desbotoné su pantalón, abrí el cierre y sus pantalones cayeron, dejándome ver unos boxérs negros que guardaban su espada. Restregué mi cara contra su herramienta, impregnándome con el olor de mi hermano. Comencé a chupar su pene por encima de la tela, enérgicamente, mientras recorría sus piernas casi lampiñas. Bajé su ropa interior y su pene salió como un resorte, babeante, un resorte de carne babeante. Sin dudarlo me lo metí en la boca. Enrosqué mi lengua en su glande, y con una mano masajeaba sus huevos, mientras el jugaba con mi cabello. Me paré y me puse de frente a él para dirigirlo a mi cama. Literalmente lo arrojé a ella y me acomode en sus piernas sin perder tiempo para continuar con mi labor. Albert respiraba sonoramente, mientras le propinada esa mamada. Comencé el cásico mete saca al tiempo que lo masturbaba, seguí así hasta que me avisó que se correría.

  • Aún no hermanito –le dije parando la mamada.

Me subí sobre él a horcajadas a la altura de su cintura. Lo besaba apasionadamente mientras restregaba mi culo con su pene. Tomé el pene de  mi hermano y me lo clavé de una estocada. Albert solo pudo emitir un sonido gutural. Yo estaba como loco, cabalgaba a mi hermano, me movía de arriba abajo rápidamente, moviéndome en todas las direcciones, al tiempo que me masturbaba.

Detuve la cabalgata mi me puse de perrito en la cama, para que Albert me penetrara, éste no se hizo de rogar, así lo hizo, tomándome fuertemente de la cintura, mandándome su trabuco de una sola vez. Escuché claramente el sonido de las pieles chocándose. Ya no aguantaría más, se avecinaba el orgasmo. Mi masturbación era frenética. Me vine sobre las sábanas azules de mi cama, mientras las paredes de mi ano se contraían, apretando el pene de mi hermano, haciendo que este se corriera dentro de mí.

Terminamos exhaustos, y los ojos me pesaban sobremanera. Me acosté atrapando a Albert con mis brazos, sin darle la oportunidad de que se fuera a su cuarto. Mi hermano nos cubrió con el edredón pues hacía frío. Me dormí.

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Me desperté enceguecido por la luz, con un dolor de cabeza enorme, y escuchaba una voz que me hablaba.

  • ¿Qué vaina es esta Santiago? –Decía la voz- ¿Qué coño e’ la madre pasa aquí vale?

Me incorporé y vi a Migue con una bandeja con desayuno en sus manos, con una cara de ira y decepción terribles. En mi aturdimiento miré a mi lado y Albert aún dormía, me miré a mi mismo y la mitad de mi cuerpo desnudo se mostraba entre las sábanas. Miré a Migue y tenía los ojos aguados, a punto de soltar lágrimas, allí parado, con la mandíbula tensa y con la bandeja de desayuno en sus manos.

  • Maldita sea, que hice –me dije- La he cagado.