Soy Santiago y esta es mi historia V

Pedro

NOTA: Gracias de verdad a todos por seguir leyéndome y por todos sus comentarios. Quizás este capítulo no esté muy bueno, pero prometo solemnemente que el próximo si lo será (me costó mucho escribirlo xD )

En fin, sigan valorando y comentando, y espero me sigan leyendo ;)

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CAPÍTULO ANTERIOR

  • ¿Papá?

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  • Hola hijo ¿como estas? –Le respondió el señor Omar dándole un beso en la mejilla- llegué hace un rato, estaban dormidos, no los quise despertar-

¿Qué?, el papa de migue nos había visto dormir, estábamos desnudos, y el papá de Migue podía haber atado cabos, Dios que pena –decía yo en mi interior-

Sentía mi cara caliente producto de la subida de sangre hacia ella gracias a la vergüenza, no podía asimilar el hecho de que su papá nos había visto desnudos, imaginándose lo que había pasado.

  • Bien papá, no esperaba a que llegaras hoy –le dijo migue con voz entrecortada y con su frente sudando- te presento a mi amigo…

  • Santiago, ¿como estas? –dijo el padre dirigiéndose a mí e interrumpiendo a miguel- tiempo que no te veía, que grande estas. Por cierto, como está Theresa?

  • Bien señor Omar. Se acuerda de mí, que bien –le dije con una risita algo nerviosa, digo: muy nerviosa-

¿Qué pasa? ¿Por qué no dijo nada? Acaba de ver a su hijo acostado en su cama con otro muchacho y el no dice nada: NADA. Estaba confundido, o quizás esperaría para reclamarle a Migue cuando yo me fuese.

  • Claro, como no me voy a acordar de ti,  tu mamá siempre te cargaba para arriba y para abajo, siempre te llevaba a con ella a todos lados.

  • Ah ok! Ella esta bien, trabajando supongo

  • ¿Ya te vas Santiago? –me preguntó-

  • Si, ya me  voy, mis papás llegan a eso de las 7.30 y quiero estar allá cuando lleguen.

  • Pero si aún hay tiempo –dijo mirando su reloj- vamos por una pizza y luego te llevo a tu casa, así aprovecho y saludo a Tony y a Theresa, tengo tiempo que no los veo ¿nos vamos? –concluyó-

  • Por mi está bien –dijo Migue-

  • Bueno… Si, vamos –añadí-

No tenía nada de hambre, la idea de que el papá de Miguel nos hubiese visto durmiendo juntos y desnudos me tenía martirizado, o a lo mejor es que no se haya visto que estábamos desnudos, quizás estábamos tapados con las sábanas, estaba enloqueciendo, ¿Por qué no reaccionó mal?

Lo cierto es que bajamos al estacionamiento y subimos al auto deportivo del señor Omar –“mi suegro”- salimos sin chofer sin guardaespaldas ni nada. Llegamos a una pizzería muy famosa en el centro de la ciudad, muy concurrida, y en la que había que esperar largo rato por una pizza. En el trayecto desde la entrada hasta la mesa se encontró con medio mundo y con todos hablaba, y nosotros detrás de el esperando que terminara, sin decir si quiera una sola sílaba.

Ya en la mesa se acercó un señor, no muy viejo, que por lo que pude ver era el dueño de la pizzería, a no se quien a que nos trajera la pizza. Cuando la pizza estuvo en la mesa, el señor se despidió para que comiéramos.

El papa de Migue hablaba y hablaba, echaba cuentos, se reía, nos reíamos, me preguntó de todo, de cómo iba en la escuela, por mi hermano, etc etc etc. Comíamos la pizza lentamente y en todo momento él conversando, en mi interior todavía me moría de vergüenza por lo sucedido. Pero como nunca es suficiente…

  • ¿Y hace cuanto que son novios? –Preguntó a los dos-

Casi me ahogo con un champiñón, pues estaba engullendo un trozo de pizza. Inmediatamente mi cara se tornó roja de vergüenza, sentía que me iba a estallar la cabeza. Observé a Migue con cara de no saber que decir y el muy desgraciado tenía una sonrisa de satisfacción.

  • Bueno papá en realidad todavía no le he pedido a Santiago si quiere ser mi novio –dijo Miguel-

  • Y bien hijo, ¿Qué esperas, a que otro se lo diga? –Respondió el padre, como si yo no estuviera allí-

No podía superar la naturalidad con que mi padre y ahora el papá de Miguel abordaran este tema, se que no es nada del otro mundo pero la homosexualidad de un hijo es algo que siempre conmociona a las familias y es prácticamente un tabú; pues este no era nuestro caso, y aunque en el fondo lo agradecía, estas situaciones me resultaban en extremo incómodas.

Entonces los dos se me quedaron mirando  como queriendo saber que opinaba acerca de eso, y yo no podía ni hablar, quería que me tragara la tierra, en esos temas yo era muy vergonzoso, por eso es que soy muy reservado. Al parecer el padre de miguel entendió mi incomodidad

  • Bueno ya dejemos el tema hasta aquí, pero Miguel por favor pon de tu parte –le dijo a su hijo en tono de juego-

Terminamos de comer y yo aún seguía mudo, estaba muy avergonzado como para hablar. El señor Omar continuaba contándonos sobre su trabajo y sobre política. Salimos de la pizzería y nos dirigimos a mi casa. Entramos a la urbanización sin mayor problema. El papá de migue aparcó el carro frente a nuestra casa y bajamos.

Mis papás y el papá de migue hablaron por horas en la terraza que daba al patio, mientras nosotros dos estábamos en mi habitación.

  • Migue todavía no supero que tu papá y mi papá tomen lo nuestro así de normal.

  • No te preocupes por eso Santi, tal vez a sí sea mejor. Por cierto, no somos oficialmente novios todavía.

  • Bueno no me lo has pedido –le dije en tono de recriminación-

No se porqué, pero me sentía el pasivo de la relación, así que el debía tomar la iniciativa.

Migue estaba acostado a mi lado en la cama así que se incorporó y se arrodilló en la cama.

  • Santiago, ¿quieres ser mi novio, o mi pareja, o como sea? Se que apenas nos conocemos pero es que siento que te conozco desde hace tiempo y siento que te quiero –todo esto lo decía con una carita tan tierna que me hizo olvidar lo ridículo y cursi que se veía allí arrodillado, lo siento pero no me gusta la cursilería.

En ese instante reflexioné acerca del hecho de que si bien conocía a Miguel de vista nunca había compartido con él hasta ahora, y además su actitud en colegio no me gustaba ¿Estaría bien que nos hiciésemos novios tomando en cuenta eso? A pesar de todo, estos días lo pasé muy bien con el: me sentía cómodo a su lado, me inspiraba confianza y me había mostrado su vida y sus talentos “ocultos” (me refiero a la música),  ahora es diferente, me encanta estar con el y me trata muy bien, y ni hablar del sexo, ¿pero estaría bien que le dijera que si?

  • Si Miguel, si quiero.

Migue emocionada y sonriendo ampliamente se abalanzó sobre mi y caímos tendidos en la cama, el encima de mi, comenzamos a besarnos y a tocarnos, me estaba excitando pero además me sentía nervioso porque nuestros padres estaban en la casa. Aun así Migue seguía en lo suyo, y yo lo seguía, nos besábamos cada vez mas salvajemente y con los niveles de excitación tremendo.

  • Santiago, ya el… -miguel había entrado de repente en mi habitación y se llevó esa imagen, nos observó y nos dirigió una mirada asesina, y yo muriéndome de vergüenza con el, y agradeciendo que no haya sido mi papa o mi mamá.

Miguel se sentó en la cama a colocarse los zapatos, nervioso, le tenía cierto temor a mi hermano, eso no me molestaba.

  • Santiago te decía, que mando a decir el seños Omar que se van y que Miguel bajara –dicho esto dio media vuelta y salió de la habitación no sin antes fulminar con la mirada a Migue.

Miré a Miguel y estaba sudando y algo pálido, con una cara de susto que no pude hacer más que echarme a reír, es que su cara me pareció de lo más cómica, el también rió pero lo notaba algo picado , me acerqué a el por la espalda y lo abracé

  • No te estreses amor –le decía en un susurro muy cerca de su oreja, y con la voz más sensual y erótica que me salió- Mira que apenas nos hemos hecho novios y no quiero que comencemos peleando. A menos, que quieras sexo de reconciliación, le dije besando su mejilla muy cerca de sus labios-

-Además, esta es una pequeña venganza por la vergüenza que pasé con tu papá –le dije riendo y despegándome de él-

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Habían pasado ya unas semanas desde que Migue me pidió ser su novio, y todo había estado de maravilla. Nuestros padres se reunían continuamente y retomaron esa amistad que tenían desde la universidad.

En una de esas reuniones, nuestros padres acordaron pasar las festividades de semana santa en la finca del papá de Migue, en un estado al sur-oeste de Venezuela que limita con Colombia. Migue y yo nos iríamos dos días antes que los adultos porque ellos tenían compromisos en sus trabajos, no había ningún riesgo, pues iríamos en una avioneta privada del papá de Migue y en la finca estaría el personal que cuidaba de ella y nos atendería a nosotros, mi hermano no iría, pues además de que le parecía aburrido el itinerario, recién había abierto con uno de sus amigo un Piano-Bar en el centro de la ciudad. A decir verdad estaba muy emocionado, la finca quedaba en una población llamada El Nula en uno de los Estados Llaneros de Venezuela, frontera con Colombia. Pero ese viaje traería consigo una experiencia dulce-amarga que no voy a olvidar jamás mientras viva.

  • Estoy ansioso por estar esos días contigo Santi, ya verás que te va a encantar la finca, pasearemos a caballo, nos bañaremos en el río, en la piscina, verás los potreros y el ganado que papá cría allí –Migue estaba muy emocionado, se le notaba en la forma como hablaba-

  • Yo también Migue, será divertido conocer esa parte del país.

Continuamos conversando  animados todo el trayecto hacia el pequeño aeropuerto de la Ciudad, mamá ya me había metido en la maleta un montón de cosas como repelente para insectos, protector solar y una serie de indicaciones detalladas que olvidé casi por completo, así como también ropa como para 6 meses y apenas pasaríamos una semana. Llegamos al aeropuerto, y subimos a la avioneta. En unos minutos comenzamos a volar, no era la primera vez que viajaba por aire, pero sin embargo no dejaba de sentirme nervioso, al ser una avioneta muy pequeña se sentía un poco inestable. Sin embargo, me tranquilicé y comencé a disfrutar del paisaje llanero, y es que los llanos venezolanos son espectaculares  sabanas (o planicies) completamente planas que se perdían en el horizonte, te da una sensación de inmensidad similar al mar. El viaje duró 1 hora mas o menos, al acercarnos a la finca Migue me dijo que mirara por la ventanilla, se veía la enorme casa, la enorme y piscina y otras cosas como las vacas, unos cuantos caballos regados por allí, y una exención de terreno muy amplia sin ningún árbol al rededor que limitaba con una especie de bosque con abundantes arboles, y luego apareció una especie de pista de aterrizaje, no había nadie afuera, cosa que extrañó pero le resté importancia. El aterrizaje fue un poco accidentado debido a que la pista no era tan perfecta como la del aeropuerto.

Bajamos y nos dirigimos a la casa. Al abrir la puerta principal nos encontramos con una especie de militares con capucha apuntándonos con unas armas muy grandes que yo solo había visto en películas y de las cuales desconocía su nombre. Digo “especie de militares” ya que el uniforme de los militares venezolanos era verde aceituna debidamente identificada con la insignia F.A.N.B (Fuerza Armada Nacional Bolivariana) pero el de estos militares era camuflajeado y sin ninguna insignia. Al mirar hacia mi izquierda en un de pasillo había 3 hombres y 2 mujeres amordazados y amarrados, eran trabajadores de la finca supuse. Temí por mi vida. Vi a Miguel y estaba igual de asustado que yo, todo esto se desarrollaba en fracciones de segundos, como acto reflejo hice impulso de retroceder pero habían otros hombres militares encapuchados y nos apuntaron y nos amarraron a Migue y a mí, también vi como habían interceptado la avioneta y al piloto. ¿Por qué coño me tiene que pasar esto a mí? – pensaba yo en mi interior, cada vez mas asustado. Sentí como me colocaron con fuerza un pañuelo cubriéndome la boca y la nariz que tenía un olor que jamás había percibido en mi vida pero que era semejante al olor del amoníaco o a alcohol, hasta ese momento supe de mí.

No se cuanto tiempo estuve inconsciente, lo cierto es que desperté cegado por la claridad y con una sensación incómoda de humedad y muchísimo calor, me di cuenta que estaba tirado en el suelo con las manos atadas detrás de la espalda y los pies atados juntos. Luego recordé todo lo que había sucedido y entró en mí la desesperación.

  • Auxilioo!! Miguel, Donde estás –repetía yo gritando y llorando desesperadamente. En eso escuché una voz varonil pero joven casi como de adolescente, era un muchacho que estaba sentado a un metro más o menos de mí sobre una piedra con el uniforme camuflajeado y un arma de gran tamaño en sus manos, se le veía sereno casi hasta aburrido, me sorprendió un poco, no me había percatado de su presencia-

  • Si cooperas y dejas de gritar puede que te vaya bien.

Esas palabras resonaron en mi mente y recordé que en esa zona que nos encontrábamos sucedían muchos secuestros, y creo que eso era lo que estaba sucediendo: NOS HABÍAN SECUESTRADO. Una angustia se alojó en mi pecho casi como un dolor, pero decidí mantener la calma, como mis padres en ocasiones me habían comentado que debía ser la actitud ante una situación como esta. Decidí por lo menos ganarme la confianza de la persona que me vigilaba.

  • Y Miguel, donde está, que han hecho con el? –Pregunté aparentando tranquilidad, pero mi voz sonaba entrecortada y una lágrima se escapó, no pude limpiarla porque me encontraba amarrado.

Mi captor se acercó y me dijo con una voz tranquila –cosa que me extraño demasiado- acercó su cara hasta la mía y me dijo, - Tranquilo, no le haremos daño, en cuanto se cumpla el objetivo, ustedes quedará libres.

Pude ver los ojos y las cejas del muchacho, pues un pañuelo verde oscuro cubría su cara hasta el tabique y en su cabeza había una especie de gorro. Esos rasgos los encontré fascinantes, sus cejas delgadas y un poco castañas y su color de ojos era un gris un tanto oscuro pero se distinguía el color, muy parecidos a los míos.

Observé por unos instantes sus ojos y el observó los míos, hasta que cortó el contacto visual, se dio media vuelta y se dirigió hasta el sitio, pude observar que se le marcaba un trasero de los más de apetitoso. Qué coño me pasaba, pensando eso en estas circunstancias –reprimí a mi mismo, pero sin embargo me había relajado un poco  ya que me dijo que no me haría daño, ni a mí ni a miguel.

  • Puedes explicarme el por qué de esta situación? –le dije con un tono de niño desvalido y asustado que yo usaba frecuentemente, pero esta vez fue autentico. Le dirigí una mirada en la que le suplicaba una respuesta.

  • El “Señor” Omar Beroes se retrasó en el pago de una vacuna y por eso le estamos echando este sustico – decía el joven con la misma tranquilidad-

¿Vacuna? Había escuchado que a veces los guerrilleros o los secuestradores o lo paramilitares, como sea que se les llame, pedían una especie de “vacuna” a los dueños de fincas de las zonas fronterizas que consistía en darle una cantidad de dinero cada cierto tiempo con la finalidad de brindar cierta “protección” a las propiedades de quienes pagaban.

Me quedé callado tratando de ubicar todas esas ideas en mi cabeza. Me acomodé en la mejor posición que pude para estar un poco más “cómodo”, sentado con la espalda recostada contra un árbol muy grande. Ninguno de los dos hablamos por largo rato. Pero notaba como me miraba constantemente, a veces fruncía el ceño y otras veces lo relajaba.

  • Como te llamas? –Me preguntó. Yo di un leve salto debido a la sorpresa, ya estaba acostumbrado al silencio tan ensordecedor en el que se encontraba esa especie de selva.

  • Santiago –respondí- No te pregunto tu nombre, no creo que me lo vayas a decir.

  • Te equivocas, me llamo Pedro –dijo el en un tono amable, se notaba que quería conversar- Cuantos años tienes?

  • 15 y tu? – le respondí, ya estaba resignado hablar con el, que mas da-

  • 19 -dijo

  • 19? – Respondí visiblemente sorprendido y casi alarmado- Oye pero si estás joven y puedes hacer otra cosas, como llegaste a esto? –decía yo tratando de calmarme, no podía concebir como ese muchacho tan joven desperdiciaba su vida, no me cabía en la mente, era inaceptable para mi. Tenía la misma edad que mi hermano, y de solo pensar en eso me consternaba. Mi hermano. Mi hermano, la droga, su gran problema, no había conseguido ayudarle, tengo que ayudarlo, tengo que ayudarlo.

Me quedé cayado súbitamente pensando en la situación que pasaba mi hermano, y supongo que en mi cara expresaba preocupación, no pude evitar que una fina capa de lágrimas nublara mis ojos, no había podido ayudar a Albert a resolver su problema de adicción, me sentía tremendamente inútil.

  • ¿Estás bien? – me pregunta el “soldado”, ya se me había olvidado que el estaba allí, de pronto mi tristeza volvió, tanto por lo de Albert, por recordar que era adoptado, por encontrarme en esa situación, por estar en medio de una especie de selva sin saber nada de nadie, sin saber de mis padres, de Albert, de Miguel. Una tristeza me embargó y unas lágrimas resbalaron por mis mejillas, pero sin ningún sollozo, sin ninguna mueca, característico cuando lloro desde lo más profundo de mí ser, hacía algún tiempo que no lloraba así.

  • ¿Estás bien? –Volvió a preguntar el muchacho que ya se encontraba frente a mí. Yo inhalé y exhalé varias veces de manera profunda para tratar de clamar las lágrimas que salían sin contención, la respiración funcionó y el llanto fue mermando

  • Si, estoy bien –intenté secarme las lágrimas que rodaban por mi mejilla dejando su húmedo rastro pero fue imposible, tenía las manos atadas a mi espalda y mi hombro no alcanzo a secar nada.

Pedro, el soldado, suspiró como con resignación y con sus dos manos secó mis lagrimas, sus manos eran suaves, eso me extrañó, me las imaginaba ásperas, rústicas llenas de callosidades o algo por el estilo, pero me equivoqué, fue casi una caricia, me gustó, a pesar de encontrarme en esa situación, me gustó ese gesto.

  • Cálmate, con llorar no vas a solucionar nada, además ya te dije que no te iba a hacer daño, ni tampoco le van a hacer daño a tu amigo, cuando se cumpla el objetivo los dejaremos libre –dijo. Las lágrimas volvieron a inundar mis ojos, y yo volvía a respirar profundo tratando de calmarme.

  • Mírame –me dijo- No te va a pasar nada –Subí la mirada para observarlo, se había quitado el pañuelo y su cara ahora estaba visible. Quedé impresionado, era realmente guapo, rasgos finos, su nariz era perfilada, tenía un hoyuelo en la barbilla, labios rosados y algo carnosos bien delineados, la tez blanca se notaba un poco afectada por el sol pero se le veía lozana, ni una sola imperfección, me quedé mudo contemplándolo. El también me miraba sus ojos se movían lentamente: se posaban en mis ojos, en mi boca, en mi nariz. Ya me había calmado y no lloraba. De pronto se escucharon voces y pisadas provenientes de los matorrales, me volví a asustar.

  • Confía en mí, no te va a pasar nada –dijo acercando su cara más a la mía, inmediatamente se retiró y se volvió a colocar el pañuelo. Aparecieron 3 militares mas, el se les acercó, uno habló con el, parecía que le daba órdenes porque solo asentía, supuse que era el jefe o algo así. Pensé en cuando terminaría todo esto y me podría ir, le pedía a Dios que me protegiera y protegiera a Miguel… Miguel, que estará pasando contigo –pensé para mis adentros con tristeza-

Observé a mí alrededor y estaba oscureciendo, habían pasado varias horas ya desde que nos agarraron, llegamos a la finca a las 10 de la mañana aproximadamente, y ahora debía ser las 6 p.m, quizás más o quizás menos. Pedro se acercó con paso firme, los otros se quedaron en su sitio. Sentí una sensación de miedo en el estómago. Me ayudó a levantarme y sacó un pañuelo para taparme los ojos.

  • ¿Qué pasa Pedro? –Le pregunté en voz my baja, con todo el miedo reflejado en ella-

  • Todo está bien, tranquilo. Confía –dijo en un tono conciliador-

  • ¿Qué confíe? –Le dije yo con ironía-

  • Confía, solo confía en mí

Terminó de atar el pañuelo y me puso una mano en la espalda para guiarme, pero la colocó muy abajo así que sus dedos tocaron en principio de mis nalgas, di un pequeño brinquito por la sorpresa y sentí unas leves cosquillas ¿Qué te pasa Santiago? –Me recriminé- Inmediatamente subió la mano hasta la mitad de mi espalda, lo había hecho sin culpa.

Caminamos como 10 minutos, y yo con muchísima dificultad, es horrible caminar sin poder mirar por donde vas, y más en esa situación; escuché el ruido de una puerta que abría, entramos a un lugar un poco fresco pero con olor a humedad, un tipo dijo con voz fuerte pero sin llegar a gritar  -Cierra bien la puerta con seguro, ya mañana en la temprano terminamos con toda esta verga-  Se escucharon pasos alejándose junto con voces, el sonido de la puerta cerrándose y un sonido más fuerte que supuse era el seguro. Sentí que se acercaba alguien, imaginé que era Pedro, no me equivoqué.

Se acercó por mi espalda para quitarme la venda que había mis ojos, se acercó más de lo necesario, su pecho quedó pegado a mi espalda, y su ingle a mi culo.

  • Ves, no pasó nada, solo tenías que confiar –me decía con una voz casi en susurro muy cerca de mi oreja, cosa que me hizo erizar los vellos de la nuca, Pedro desataba la venda y yo seguía mudo, no sabía como interpretar aquella situación, y lo peor de todo sentía ese cosquilleo de la excitación. Lo siento, soy adolescente y las hormonas a veces se encienden sin pedir permiso. Pedro sin embargo se retiró luego de desatarme las manos y los pies,  se sentó en una silla y me invitó a que pusiera “cómodo” en una cama que no se veía mal, más bien se veía cómoda. Me senté allí.

  • Y bueno, ya que vamos a estar aquí hasta mañana, hablemos aunque sea –me dijo con una sonrisa que yo traduje como sincera-

Me quedé sin decir nada, solo observándolo, se me hacía demasiado raro que me estuviese tratando tan bien, se me hacía muy extraña toda la situación, sin embargo me resigné a hablar, parecía que él lo necesitaba

  • Bueno, me llamo Santiago, tengo 15, estudio, eso es todo.

  • Oye y porqué lloraste así hace rato cuando estábamos hablando, si claro, por esto que está sucediendo, pero tranquilo ya mañana estarán libres tu y tu amigo, pero me pareció ver algo más, si quieres me puedes contar, tenemos toda la noche –dijo acomodándose en la silla, Yo suspiré resignado.

Comencé a narrarle mi historia y los acontecimientos que estaba viviendo desde hace unas semanas para acá, claro sin darle muchos detalles, le conté sobre lo de ser adoptado, la adicción de mi hermano, de Miguel, sí, le conté sobre Miguel y nuestra relación, no me importó y se lo conté. Noté un brillo extraño en sus ojos y un cambio de expresión.

-¿Qué pasa? –Le pregunte arqueando las cejas-

  • Eres gay –Lo dijo con una emoción muy reprimida, o quizás yo me imaginé eso-

  • Si. Y tú tienes novia o algo? –No podía aguantarme, tenía que saber el motivo de esa reacción, y no se me ocurrió otra pregunta sino esa.

  • Ehhm –dudó, se puso tenso y sus ojos no estaban quietos- No. Bueno es complicado –dijo finalmente

  • Ahh, me imagino, con todo esto que haces y bueh... –Me callé para no hacerlo sentir mas incómodo-

  • Bueno sí, en parte es por esto y en parte… -cayó como buscando otra cosa que decir-

  • Anda, puedes contarme, mañana ya no voy a estar, y prometo que no te voy a juzgar –dije levantando la mano derecha típico de mí para alivianar la tensión de ciertos momentos-

A todas estas a mi se me había olvidado que estaba secuestrado, y estaba concentrado en la conversación.

  • Ehh, bueno –suspiró resignado- es que nunca he tenido una novia y nunca he besado ni nada de … bueno tu sabes a que me refiero.

  • Eres virgen –dije- Bueno y porque no has hecho algo para cambiar eso, eres atractivo, no creo que ninguna chica no te vaya a prestar atención

  • ¿Te parezco atractivo? –Dijo con los ojos brillando y con una media sonrisa-

  • Si, eres “muy” atractivo de verdad –dije yo con naturalidad y haciendo énfasis en “muy”, el se sonrojó, y cayó durante unos instantes.

  • Es que... ¿Como te digo?... Ehm, bueno las mujeres no me gustan –dijo ruborizándose y sudando un poco- Y yo todavía no lo termino de aceptar y por eso no he tenido pareja ni nada, las mujeres no me atraen en lo más mínimo pero tampoco me decido a dar un paso más allá con un hombre.

  • Te entiendo, así estaba yo antes de conocer a Miguel, y el me quitó todas esas dudas. Pero no hay alguien que te guste o algo así?

  • Pues si, y creo que también le gusto porque a veces lo miro y me está observando y a veces me ha sonreído pero yo no he hecho nada para acercarme a él y él no ha hecho nada para acercarse a mí. Va a la misma universidad que yo.

  • ¿universidad? –dije yo sorprendido, por su expresión supe que había metido la pata contándome que estudiaba en una universidad, desde luego que le pediría más detalle, sin embargo suspiró con resignación y antes de yo preguntarle, prosiguió su relato.

Me contó que su papá estaba involucrado con este tipo de militares rebeldes que hacía cosas como estas todo el tiempo, y que era uno de las personas con mayor rango en esa organización, y que el lo obligaba a colaborarle cuando el tenía períodos de tiempo libre relativamente largos, es decir si tenía vacaciones largas como de un mes, el debía ayudarlo en esto. Me dijo que a él no le gustaba, pero que lo hacía porque su papá le infundía gran miedo, y no quería llevarle la contraria. Me contó que su mamá había muerto cuando estaba muy pequeño, y otras cosas sobre su vida.

Su tono de voz y su expresión corporal todo cabizbajo y triste me hizo dar cuenta que la felicidad se había marchado de su vida, y sentí mucho pesar. Ya no le escuchaba, estaba sumergido en mis pensamientos imaginando lo triste que debía ser su vida. Como es posible que un padre involucre en estas cosas a su hijo, por Dios, esto no es algo común y corriente, como decir que su hijo ayudaría en una oficina o en un local en su tiempo libre, esto era ilegal y peligroso. ¿Qué pasa con la gente dios? –decía para mi mismo-

  • Oye, hey –me dijo tocándome el hombro- Te puedo pedir un favor

  • Este… Bueno. –dudé- Bueno sí claro, mientras esté a mi alcance-.

  • Ehhm, bueno, será que… -Titubeó- Si no quieres no importa eh… Será que me podrías… regalar… un beso –dijo entre los dientes-

  • ¿un qué? –dije yo haciéndome el que no había escuchado, pero la verdad si había oído, solo quería confirmarlo, y quería tiempo para pensar si lo hacía, si tenía ganas de hacerlo pues era atractivo, y además sentía algo de compasión por el, pero no estaba seguro

  • un beso… -dijo ruborizado y con pequeñas gotas de sudor en su frente-

  • Un beso –repetí pronunciando esas palabras como reflexionando, un beso un simple beso para un muchacho confundido que no ha tenido ningún acercamiento de ese tipo, un beso no significa que le estaba siendo infiel a Migue, no, era un favor, si, eso, era un favor. ¿Por que no? Me convencía a mi mismo que ese beso no tenía importancia, y en realidad que no la tenía, me convencí y decidí a hacerlo. No le dije nada, solo me acerqué a él.

Notaba como el nerviosismo del muchacho se acrecentaba a medida que yo me acercaba, tragaba grueso y comenzaba a transpirar.

Coloqué mi mano sobre su mejilla. Era suave al tacto, muy agradable, sin siquiera un imperfección. Mi otra mano la coloqué sobre su rodilla y me fui acercando lentamente a su cara. En un primer contacto fue solo un pico, un pico largo y profundo. De apoco comencé a succionar con mis labios su labio inferior, invitándolo a que se relajara y me dejara explorar su cavidad. Poco a poco logré que se relajara y lo que fue un masaje labial poco a poco se convirtió en el choque de nuestras lenguas. Sentía su respiración caliente fundiéndose con la mía. Todo era tranquilo y relajado, quería hacerle disfrutar al máximo su primer acercamiento de este tipo con una persona de su mismo sexo. Seguimos así por largo rato, perdí la noción del tiempo y me estaba excitando sobremanera, ya nuestro beso no era tierno ni exploratorio, ya estaba cargado de una gran significancia sensual y sobretodo muy sexual. Estábamos agitados, con la respiración más fuerte cada vez y el deseo de estar con Pedro fue aumentando, sentía mariposas en el estómago, latigazos en mi pene, corrientazos en mi espalda y un hormigueo en mi culito, necesitaba saciar esto que Pedro estaba despertando en mí, casi tan fuerte como lo que despertaba mi queridísimo miguel. Miguel, que estoy haciendo, no puedo traicionarlo –me repetía una y otra vez, sin éxito alguno pues mis hormonas de adolescente doblegaban mi autoridad en ese momento.

Me separé de la boca de mi nuevo amante y emprendí hacia su oreja, la mordía, chupaba y volvía a lamer, Pedro disfrutaba enormemente pues sus leves gemidos lo delataban. Continué mi faena bajando por su cuello, su fuerte cuello del cual se desprendía un agradable aroma a perfume de hombre entremezclado con una leve esencia de sudor viril, me deleité en eso olores y la firmeza de su cuello. De un momento a otro Pedro se encontraba sin camisa y yo prendido de un pezón suyo, chupándolo como la más vil de las sanguijuelas, alternando uno y luego el otro mordiendo, chupando, lamiendo y grabando en mi memoria este exquisito momento. Cuando caí en cuenta yo también me encontraba sin camisa y Pedro recorriendo tímidamente mi espalda entre espasmos de placer, mientras yo le proporcionaba una mamada a esa herramienta muy parecida a la de Miguel, pero ligeramente más gruesa y larga.

¡Pero que estoy haciendo! –me recriminé cuando caí en cuenta que le estaba realizando una mamada al que hace poco era mi captor y que ahora era mi amante. Esto ya no era un simple beso, un simple favor, no, esto era una infidelidad a toda regla y no solo porque estaba haciendo disfrutar a Pedro, sino porque lo que estaba haciendo me tenía a mil, caliente a más no poder y deseando más, estaba drogado de placer y esas ganas estaban siendo saciadas con un extraño que no era mi novio. Me desconocí en ese momento, en verdad no me reconocía, como podía estar en una situación así, en un secuestro, con un desconocido. Si embargo no podía parar, en mi mente estallaba la tercera guerra mundial, pero no podía separarme de Pedro, me sentía sumamente excitado.

No se como, pero llegamos a parar a la cama, yo sentado a horcajadas sobre Pedro, besándolo salvajemente, y este acariciándome suavemente el trasero, como cohibido y con miedo a que le recriminase de algo. De su pene emanaba abundante líquido pre seminal, con eso bastó para clavarme esa estaca de un solo jalón sin siquiera sentir dolor alguno, por el contrario, mi ano era una fiera que pedía más y más. Saltaba como un poseso sobre Pedro, ensartándome cada vez más profundo ese trozo de carne, me movía hacia los lados, hacia adelante y atrás, para arriba y para abajo, de todas las formas posibles, estaba fuera de mí. Tomé la cara de Pedro con las dos manos, y lo besé con tanta fuerza como para robarle el alma, mientras  seguía con mi cabalgata imparable. Pedro me veía con una cara que mezclaba sorpresa y placer al máximo, tal vez extrañado por mi comportamiento, quién lo diría, detrás de esta cara de inocencia se esconde el alma de un vil puto insaciable, que cuando se le enciende la vena del placer es incontrolable, y solo puede combatir ese fuego con sexo.

No dejé de mirar a Pedro y su novelesca expresión. Sus manos en mis caderas comenzaron a apretarme con fuerza y su cara se transformaba con esa expresión de un inminente orgasmo, a todas estas yo seguía cabalgando sin parar. Decidí dejarle un recuerdo que le duraría algunos días, posé mis labios sobre uno de sus pectorales y comencé a succionar con  muchísima fuerza para dejarle una marca, esto lo excitó a un más y su inminente orgasmo se materializó, un grito sonoro de placer fue el detonante su orgasmo y para mi clímax propio, eyaculé sobre su torso, y vaya que era muy placentero. Me derrumbé sobre Pedro agotado a más no poder, jadeando fuertemente sintiendo como mi respiración recuperaba su normalidad y el pene de Pedro volvía a estar flácido. Me dormí con remordimiento pero tranquilo.

Sentí como alguien me zarandeaba y susurraba mi nombre, me desperté desorientado y cegado por la luz.

  • ¿Dónde estoy? –dije confundido viendo borroso todo mi alrededor

  • Amor, estamos en la finca. Despierta. ¿Estás bien?... Santiago, responde vale , levántate.

  • ¿Migue? –levante la cabeza confuso  y me senté de inmediato en la cama frotándome los ojos- Miguel

  • Si amorcito soy yo, estas bien? Como te sientes?

¿Estaba soñando o que? lo único que recuerdo anoche era haber tenido sexo con Pedro y ahora Miguel me despierta en un cuarto que no recuerdo. Estaba muy confundido y con un dolor de cabeza fortísimo, que había pasado. ¿Acaso todo esto lo soñé? No puede ser pero si fue tan real –eso era lo que me debatía conmigo mismo en mi interior, no entendía nada, y Miguel lo notó

  • Estas Bien Santiago, MIRAME, ya esta, ya todo pasó ya nos han devuelto a la finca, papá pagó el monto de la vacuna, todo ha sido un susto y ya. Pero dime, ¿estas bien, te hicieron algo?

  • Estoy bien Migue, estoy bien.

Migue me abrazó con todas sus fuerzas, mitras yo estaba como sonámbulo pensando en todo lo que había vivido ese día anterior, y en que efectivamente le había sido infiel a Miguel con un secuestrador extraño, me sentí fatal, con remordimiento, pero aún así confundido, que había pasado con Pedro, como es que ahora me despierto en la finca, como pasó sin darme cuenta.

Mis papás y mi hermano, junto con el papa de Migue entraron a la habitación, me abrazaron y charlamos por un rato cosas a las que no le prestaba mucha atención, quería saber el destino de Pedro y de cómo llegue a la finca, pero no me atrevía a preguntar, no quería dar las explicaciones de por qué mi interés por ese muchacho y ni como sabía su nombre.

Mi madre me dijo que me fuera a duchar, e hizo lo mismo con miguel, pero a mí me dijo que me duchara en el baño que tenía la habitación, sacando a Miguel del cuarto

-De ninguna manera permitiré que se duchen juntos con nosotros en la casa consientes de que eso está pasando –dijo mamá con tono jovial, todos rieron-

Ya en la ducha, continué pensando en Pedro y lo que había pasado, no lograba apartar eso de mi mente. Al quitarme el pantalón cayó en el piso del baño un papel doblado. Inmediatamente lo recogí y me senté en el suelo a leerlo. Estaba escrito en tinta roja y con una letra muy bonita:

Querido Santiago, quiero decirte que lo que viví contigo anoche fue la mejor experiencia que he tenido en mi vida y la primera de ese tipo que me pasa. Gracias por ser tan comprensivo y por regalarme ese inmenso placer a pesar de que teníamos secuestrado. Te preguntarás como llegaste a la finca, bueno, el comandante me dijo que vendría por ti muy temprano en la mañana para entregarte a tus familiares, pues bien justo unos minutos antes de que ellos llegaran te coloqué un pañuelo con cloroformo aún tu estando dormido, luego de asegurarme que estabas desmayado comencé a vestirte para que nadie se diera cuenta de lo que hicimos. De verdad amigo, estaré agradecido siempre por esas sensaciones tan maravillosas y tenlo por seguro que siempre te recordaré, y no por el simpe hecho que me hayas dejado una marca en el pecho, sino porque dejaste una huella en mi memoria. Ah y por cierto, te obsequio mi placa con mis iníciales para que me  recuerdes, la puse en tu cuello.

De nuevo gracias. Recuérdame siempre, tu amigo: Pedro

Me sentía extraño, con un leve sentimiento de nostalgia. Tal como había leído, en mi cuello se encontraba una de esas placas al estilo militar en las que se veías unas iníciales: P.J.V.M. La tomé entre mis manos y con una lagrima amenazando salir de mis ojos, le pedí a Dios por Pedro, porque lograra salir de esa vida y logre encontrar algún día la felicidad.