Soy Santiago y esta es mi historia IV

Mi sorpresa fue mayúscula al ver al papá de Migue sentado junto a uno de los mesones de la cocina tomando una taza de café (¿Se habrá dado cuenta que teníamos sexo?)

NOTA: Antes que nada quería agradecerles sus comentarios, de verdad estoy muy complacido de que les haya gustado la historia hasta ahora, espero que sigan comentando y valorando.

Voy a aprovechar para hacer un reclamo dirigida a DELICIOUS. Como es posible que no haya continuado la Historia Indiferencia Agridulce, la estoy esperando aún u.u y quería, si no fuese mucha molestia que la terminara, por favor y gracias xD Creo que demás esta decir que soy su fan.

En fin, sería interesante que para los que no conocen esta canción la escucharan http://www.youtube.com/watch?v=ZmWvdrdm7VE (CANTO DELLA TERRA - Andrea Bocelli) ya verán por qué.

PD: Recuerden que los modismos venezolanos están indentificados en letra "itálica" .

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...me quedé dormido, no sin antes recordar que teníamos que resolver el problema de la adicción de mi hermano, eso tenía que terminar.

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A la mañana siguiente me desperté a las 6.30 como de costumbre. Miré a mi lado y allí estaba Albert, aún durmiendo, se le veía tierno, dulce, vulnerable, tal como nos vemos todos cuando dormimos. Me levanté de la cama con sumo cuidado para que mi querido hermano no se despertara aún. Pues el tenía clases solamente en las tardes.

Un sentimiento de angustia me embargó  al observarlo una vez más antes de salir de su habitación, y es que recordé lo que me había contado acerca de las drogas. No podía explicarme cómo pudo mi hermano caer en eso, sin embargo no lo juzgué pues nadie sabe las circunstancias de los demás. Tenía que ayudar a mi hermano a salir de eso. Pero como lo haría, esa era la pregunta del millón. No me atrevía a decirles a nuestros padres  todavía, quería agotar todos los recursos por mi mismo, los mantendría a ellos como una última opción por si yo no lograba nada.

Salí de la habitación con un nudo en el estómago y entré en la mía. Me quite la ropa que traía aún y con la que había dormido (el uniforme de colegio). Entré al baño y me duché bajo la regadera. Recordé todo lo que había pasado ayer: el encuentro con Miguel, las canciones que tocó en el piano, el maravilloso placer que nos dimos el uno al otro y otra vez recordé lo de mi hermano y me volví a preocupar.

Salí de la ducha, busqué mi uniforme de deporte y mis zapatos deportivos. Me miré al espejo para peinarme y recordé que Migue me había dicho que no se iba a colocar gel en el cabello hoy, y me volví a preocupar, no sabía como debía actuar en la escuela con respecto a Migue, no sabía si el quería que no lo saludara o algo así, tendría que descubrirlo yo mismo. Eché un último vistazo a mi apariencia en el espejo, y todo en orden. Tomé mi mochila y recordé que no había revisado los cuadernos desde el viernes. Así que no sabía si tenía alguna tarea o trabajo pendiente, pero para mi tranquilidad todo estaba en orden, sólo que debería averiguar con Marco las clases que había perdido ayer, recordé que debía contarle los últimos acontecimientos.

Bajé a desayunar, mis padres ya se habían ido, así que desayuné solo en la cocina, bueno con la compañía de Martha. Tenía apetito a pesar de estar preocupado por lo de Albert, me había acostado sin cenar.

Salí hacia el jardín delantero buscando a Henri para que me llevara al colegio. Me dio los buenos día y abrió como de costumbre la puerta de atrás para que yo entrara. A mitad de camino estalló un neumático y la camioneta se desestabilizó pero Henri pudo mantener el control, que susto –pensé-. Tuve que esperar a que Henri cambiara el desinflado por el de repuesto, tardó unos 15 minutos. Yo estaba un poco estresado porque llegaría tarde, y a mi me gusta ser puntual. Henri terminó todo sudado y con su camisa blanca algo sucia. En ese momento me percaté de que Henri no estaba nada mal, era joven, tenía un cuerpo atlético con espalda ancha, era moreno claro y con el cabello corto, tenía un rostro exótico con rasgos fuertes y otros delicados; y me fijé en algo en lo que nunca me había fijado antes: su trasero, se veía firme y redondito, aunque no era muy grande se le marcaba perfectamente en el pantalón negro de gabardina de su uniforme. En eso momento me recriminé por estarme “ buceando” a mi chofer. Nos montamos en la camioneta, pero esta vez yo me senté en el puesto del copiloto. Henri se sorprendió pero no se mostró disgustado.

  • Que susto Henri, pensé que acabaríamos chocando –le dije con tono de alivio- se nota que eres muy buen conductor

¿Estas coqueteando Santiago? Vergüenza debería darte –me recriminaba yo internamente-

  • Bueno no es para tanto Joven –me dijo haciéndose el humilde- ¿le molestaría que me quite la camisa? Es que está toda sudada y algo sucia, me está comenzando a incomodar.

  • No hay problema Henri, con tal de que no quedes con el torso desnudo no hay problema –le autoricé-

Se quitó la camisa con algo de dificultad pues aún iba al volante, en ese momento desapareció el buen conductor, estaba siendo imprudente al quitarse la camisa allí, pero aún así no ocurrió nada. Se quedó con una franela igual de blanca.

  • Y cuéntame Henri, cuantos años tienes –le pregunté-

Henri se extraño por la pregunta pero respondió normalmente

  • Tengo veintidós Joven  –me dijo-

  • ¿Veintidós? Pero aparentas más edad –le dije algo sorprendido-

  • Debe ser el uniforme que hace verme más mayor –dijo riéndose suavemente- ¿Pero me veo muy viejo? ¿Tan mal estoy? –preguntó-

  • No, al contario, te ves muy bien –ya era oficial, hablaba sin pensar-

  • Gracias Joven –me dijo riéndose nerviosamente- a usted tampoco se le ve mal.

No me gustaba mucho que Henri me tratara de “usted” y de “joven Santiago”, pero antes de pedirle a Henri que me tuteara y seguir con mi coqueteo recordé que mi madre me decía siempre que a los empleados no se les debía dar mas de la confianza necesaria porque se pierde la autoridad, me parecía eso un poco exagerado pero decidí acatar la orden de mi madre.

  • Llegamos Joven –me dijo Henri sacándome de mis pensamientos-

  • Hasta luego Henri –me despedí de él-

Justamente al salir de la camioneta sonó el timbre de entrada, y me apresuré para no llegar tarde a la clase de historia, pero al entrar en el salón vi que no había llegado el profe aún, respiré aliviado. Recorrí con la mirada todo el salón para ubicar a Marco, estaba sentado en un puesto cerca de uno de los rincones, estaba tan entretenido en su celular y con los audífonos puestos que no se dio cuenta que me había sentado a su lado. Así que le puse mi cabeza en su hombro para hacerle saber que estaba allí y para ver lo que estaba escribiendo, pero al ver que era yo giró su celular para que no viera que estaba haciendo. ¿Qué oculta Marco? –pensé-

  • Santi me asustaste –me dijo-

  • ¿A quien le escribes? –le pregunté con una sonrisa-

  • A nadie vale , pensé que no vendrías hoy, ayer te me perdiste y ni un mensajito. Ta bien , con ese amigo es con el que yo cuento.-decía marco con tono de novela-

  • Si eres dramático Mark, tengo una novela entera que contarte, lo que ha pasado desde el sábado para acá. Pero antes tengo que decirte algo, no se si lo sabías –le dije con cara de circunstancia-

Yo nunca le había dicho a Marco que me gustaban los hombres, no sé si se había dado cuenta, pero de mi boca nunca lo había oído.

  • Dime, dime. Desde ayer me tienes en angustia –dijo marco intrigado-

  • Este… Bueno… Ehm… Lo que pasa es que soy gay. No se si te habías dado cuenta o no sé, pero yo no te lo había dicho. Soy gay –le dije bajando la voz y acercándome a el-

  • ¿Eso es todo? –Me dijo con una mueca rara y levantado la ceja- Ya eso lo sabía Santiago. Y eso no es nada, yo también soy gay.

  • ¿Qué? –En verdad no me esperaba eso- Marco no me jodas, que gay vas a estar siendo tu, si hasta has tenido novia –le dije incrédulo pero aún en voz baja, no quería que nuestros compañeros nos escucharan-

- De pana , te lo juro. Eso de las novias es pura paja , para disimular, tu sabes hay que ser discreto. Pero lo tuyo lo había imaginado, y no porque no tengas novia, sino porque me daba cuenta como veías a algunos chamos de vez en cuando –concluyó mi querido amigo-

- Naguará Marco, es que no te creo, es que ni se te nota –le dije aún incrédulo-

  • A pues, que sí soy. Mira, ahorita ando de novio con Esteban, el capitán del equipo de waterpolo, el amigo de Miguel –me dijo-

  • ¿Quee? Con  Esteban –era el mejor amigo de Migue, no podía salir de mi asombro- Marco coño, si me estás jodiendo me las vas a pagar coño é tu madre –le reproché-

  • Coño Santiago, que sí. Mira – me dijo mostrándome en su celular una foto, muy linda por cierto, de ellos dos juntos-

Mis ojos no daban crédito a lo que estaba viendo, pero enseguida me mostró otra foto de ellos dos besándose. Casi me desmayo, era verdad. Coño, no soy el único que se guarda cosas en esta amistad –pensé-.

  • Viste Santiago, no te miento – me decía Marco mientras yo aún miraba la foto con su celular en mis manos, y habían otras mas de ellos muy acaramelados- Ajá, ya te conté lo mío, ahora cuéntame lo que me ibas a decir –me dijo quitándome su celular de las manos-

- Naguará Marco, no lo puedo creer –seguía diciendo yo-

  • Ya, supéralo, que me ibas a decir –me decía-

  • Bueno Mark, lo que pasa es que me enteré de que soy adoptado, que tal –le dije yo sin cambiar de expresión, ya no me afectaba, me había acostumbrado a la idea y además tenía cosas más importante por qué preocuparme-

  • ¿Queeeeeee? –exclamó Marco con visible sorpresa- De pana Santi, ¿no me estas jodiendo tu a mi? Santi en serio, deja el juego.

  • Ningún juego Mark, te lo juro. Albert me mostró los documentos que muestran todo, ese día me iba a dar un infarto, un paro respiratorio y una aneurisma, todo eso a la vez –le decía yo a mi amigo-.

  • Santi, que increíble. Naguará . Y como te sientes, como estas con eso. –me preguntó algo preocupado-

  • Bueno todavía me da cosita –le dije- pero ya me acostumbré a la idea y no me afecta tanto como el domingo.

  • Ah ok, por eso era que andabas así de raro el ayer –decía mientras se rascaba la cabeza- por cierto, para donde te fuiste que tenías el celular apagado, y llamé a tu casa y me dijeron que no estabas.

  • Esa es la otra parte de la historia Mark. Te vas a desmayar cuando te diga –le decía yo emocionado-

  • Coño dime, no des más vueltas –me reprochaba Marco-

  • Bueno, cuando iba camino hacia la oficina del director, me encontré en el pasillo a Miguel.

  • Miguel, ¿el desgraciado ese de ultimo año que siempre te jode la paciencia? Bueno el que nos jode a nosotros siempre –dijo Marco intrigado-

  • Si. Ese mismo. –dije yo-

  • Ajá, ¿y entonces? –Me decía marco apurando mi relato-

  • Bueno, cuando iba caminando al lado mío, me empujo, no muy fuerte pero caí bruscamente al suelo –le decía yo a mi amigo rememorando en mi mente las imágenes- el se mostró preocupado y me ayudó a levantar. Pero yo lo que hice fue sentarme en el suelo a recoger lo que se me había caído. Y bueno entonces el me entregó los lentes que rodado por el suelo, y al verle a la cara me derretí chamo es increíble, pero tiene unos ojazos que… Naguará.

- Santi si eres pajúo. ¿ Eso es todo? –Me decía Marco-

  • A pues Mark, ¿será que te puedes esperar a que termine?

  • Pero apúrate coño que ya no me quedan uñas, que intriga.

  • Bueno, que el también se me quedó mirando embobado. Bueno nos quedamos los dos como un par de gafos hipnotizados viéndonos –continúe-

  • ¿Qué? No me digas que el Miguel ese también es mariquita –me decía Marco sorprendido-

  • ¿Será que te puedes esperar? –le recriminaba yo-

  • Pero coño Santi, resume chamo .

  • Bueno, bueno. De ahí continuamos hasta la oficina del director, hablando. Salimos de la oficina y hablando todavía. Paseamos por el parquecito ese que está ahí bajando la calle. Y ahí me metió un beso que ni te cuento. –mentí, yo era quien lo había besado-

  • Santi, te pasas. Como te vas a besar con el de una vez, y ahí en el parque, quién sabe si alguien te veía. Indiscreto –me decía Marco aún sorprendido-

  • A pues quien nos iba a ver, además eso ni me importaba. Bueno lo cierto es que me invitó a almorzar a su casa. Después de comer subimos al segundo piso y allí había un piano. Pues le dije que si sabía tocar, ¿y que crees? Toca el piano y canta espectacular.

  • ¿Estamos hablando del mismo Miguel, Santi? –Me preguntó extrañado- Con lo rústico que se ve no me lo imagino cantando.

  • Te lo juro Mark, y yo también cante con el. Fue demasiado chévere Mark, estaba que me recogían con una cucharilla.

  • Hay que ver Santi, partido estabas con el Miguel ese. –Me decía poniendo los ojos en blanco-

  • Súper partido , diría yo. No y eso no es todo. Y yo de puto bailé un tango con el, que tal.

  • Santi, te desconozco, de pana . –Me decía Marco girando la cabeza de lado a lado-

  • Pues agárrate que hay más –le decía en tono de misterio y abriendo mis ojos- Después de bailar quedamos ahí todos calientes y nos acostamos.

  • ¿Se acostaron a dormir? –Me preguntó con algo de ingenuidad-

  • Coño Mark, si eres lento. Que tuvimos sexo vale –le decía yo bajando aún más la voz-

  • ¿Cómo es la cosa? –me decía Marco con la boca abierta- No, no, no. Córtame las piernas pero no me digas eso. ¿Ya te cogiste a Miguel? No pierdes tiempo Santiago Martins, me sorpendes de verdad, dime en serio vale .

  • No querido Marquito. Miguel me cogió a mí –le decía yo-

  • ¿Queee? Santi, ni yo. Y que tal estuvo. Yo no lo he hecho nunca, me da miedo. ¿No duele? –Me preguntaba Marco acelerado de la intriga-

  • A mi no me dolió nada, seguro porque estaba relajado. Pero te digo Mark, es lo mejor. Demasiado bueno tienes que probarlo. Oye pero no te he contado la última parte de la historia. No es muy buena que digamos –dije con mi cara seria-

  • ¿Que paso?, no me asustes –me pregunto Marco preocupado-

  • Bueno, que Albert anda en drogas –le dije cabizbajo-

  • ¿Qué? ¿Estas seguro Santi? Como sabes, naguará , no te creo chamo .

  • Si en serio. El me lo dijo. No se como iremos a solucionar eso, pero no le quiero decir a mis papás.

  • No Santi, tienes que decirles rápido –me decía marco- para que solucionen, porque si pasa más tiempo es más difícil quitar ese vicio.

  • No sé Mark, ya veremos –concluí-

En ese momento entró el director y nos dijo que el profesor de historia no había podido venir por un inconveniente que se le presentó a última hora, y que podíamos salir al receso.

Salimos al patio y aún seguíamos hablando. Marco me pedía el más mínimo detalle de la sesión de sexo con Miguel, y el me decía que no había hecho nada con Esteban porque le daba miedo y ninguno de los dos había tocado el tema, llegamos a uno de los bancos de concreto que hay en el patio, y al alzar mi vista estaban Miguel y Esteban hacia un lado del patio con su acostumbrado grupito.

  • Oye Mark sabes me intriga como deba tratar a Migue aquí en el cole –le dije un poco confundido- es que tu sabes con la fama que tiene no se como nos vamos a comportar aquí.

  • No seas tonto Santiago –me decía Marco- Esteban y yo ni nos vemos aquí en el cole, normal pues, nos enviamos mensajes y eso, pero cuando nos vemos en la tarde ahí si nos hablamos y todo.

  • Ah ya, pero no se, de pana que me intriga.

En ese momento Miguel giró y miró hacia donde nosotros estábamos sentados: me sonrío, me hizo un gesto con la mano saludando yo le respondí el gesto pero mi cara era de confusión. Me percaté de que no traía gel y no llevaba el cabello de punta, que diferencia, se veía menos malo. En ese momento sacó su celular, escribió en el rápidamente y me observó como esperando una reacción. Inmediatamente mi celular vibró alertando que había llegado un mensaje de texto. Al revisar vi que era de un número desconocido. El mensaje decía

  • “¿ Que tal me veo con mi nuevo look?” Ah este es mi número. Miguel.”

Al leer el mensaje no pude evitar sonreírme y lo miré, también sonreía, decidí responderle.

- “Te ves guapísimo. Ah por cierto ¿Cómo conseguiste mi número?

Lo miré y estaba leyendo el mensaje. Sonrió una vez más, y respondió

  • Jajaja, si exageras. Ah y tu número lo conseguí, tu sabes, tráfico de influencias. Me muero por salir del cole para que nos veamos y abrazarte y darte un besosotote hasta que quedes sin aliento. Tkm <3”

Lo de tráfico de influencias me causó gracia, y una vez más reí. Levanté la mirada para observarlo y ahí estaba  con su sonrisa, esa que me descalabraba todas las articulaciones y me dejaba sin armas.

- Yo también tkm. Me escribes para vernos. Un beso = .*

Lo miré, estaba viendo el mensaje, al subir la mirada y vio que yo lo observaba, asintió como diciendo que estaba de acuerdo, miró para los lados y me lanzó un beso al aire. Me sonreí por su ocurrencia.

  • Te pasas de gafo Santiago, que ridículos se ven –me sacó Marco de mi embobamiento-

  • Si eres corta nota Mark, deja el fastidio. –Le dije sin que se borrara la sonrisa de felicidad que tenía- hoy no trae gel en el cabello, yo soy el responsable de eso –dije orgulloso-

  • Si eres payaso carajito , gran vaina –dijo riéndose sonoramente-

Estuve un buen rato hablando con mi amigo Marco, poniéndonos al día. Al rato me entró otro mensaje de texto al celular, era del mismo número desconocido, o sea que era Migue. No guardé el número –pensé-

- Santi, ven para la biblioteca, tengo que hablar contigo algo. ¡Apúrate!

No respondí el mensaje. Alcé la mirada al sitio donde estaba Migue y ya se había ido. Luego de despedirme de Mark  me dirigí a la biblioteca: vacía por cierto. Busqué a Migue con la mirada y allí estaba, sentado en una de las mesas. Al ver que me dirigía hacía el, se levantó de su asiento y me recibió con un beso, corto pero tierno. Me dijo que me sentara y así lo hice.

  • Cuéntame Migue, ¿que paso? Por qué tanta urgencia –le dije un tanto preocupado pero aún feliz por ese besito-

  • Santi, lo que pasa es que el director de la orquesta sinfónica es amigo de mi papá y sabe que canto, y quiere que yo cante con la orquesta y con el coro un concierto que van a dar dentro de dos semanas –me dijo Migue emocionado y nervioso- No se que hacer, si voy o no. Es que es muy poquito tiempo y además me da pena, yo no he cantado con un público así de grande, es en el Teatro Municipal. Naguará va a ir un montón de gente importante –concluyó aún nervioso-

  • Como que no vas a ir, hazlo, tú cantas demasiado bien. No puedes desaprovechar esa oportunidad. –le dije yo emocionadísimo, como que si yo fuese el que cantara, pero igual me alegraba mucho por el-

  • Santi pero quieren una respuesta inmediatamente, además quieren que vaya hoy a las 2.00 de la tarde a un primer ensayo, es como una prueba o algo así, no se Santi, que nervios.

  • Yo te acompaño, al salir de aquí vamos a comer a algún sitio y luego vamos para la orquesta, no puedes dejar de ir Migue, cantas tan bello –le dije yo con cara de cachorro, de verdad tenía muchas ganas de que cantara, y más en ese teatro, el más grande del estado y que además era precioso-

  • Dale Santi, vamos, gracias por apoyarme-me dijo dándome un beso en los labios-

  • Así quedamos Migue, te escribo un mensaje. Me tengo que ir, Mark me dijo que llego el profe de deporte. Chao mi cantante pechocho –le di otro beso y me reí sonoramente-

  • Si eres malo Santi, búrlate –me dijo en tono de melodrama-

  • No me estoy burlando. Nos vemos en un rato –le dije yéndome-

Efectivamente el profesor ya estaba en el salón, creí que íbamos a salir a hacer alguna actividad física en alguna de las canchas, pero no, el profesor tenía preparada una clase tipo sermón acerca la conducta en el colegio. Esas fueron las dos horas más largas de mi vida. El profesor no paraba de hablar, y hablar, y hablar, y yo no paraba de bostezar, bostezar y bostezar. Por fin sonó el timbre y yo salí disparado del salón, claro no sin antes despedirme de Marco, que si me iba sin aunque sea decirle chao me montaba una novela entera con monólogo incluido.

Afuera del colegio estaba Henri esperando a un lado de la camioneta, un tanto más adelante estaba la camioneta de Migue con su respectivo chofer. Migue llegó al instante y me dijo que nos fuéramos en su camioneta, así que le dije a Henri que no se preocupara que yo no iba para la casa en ese momento, que ya le había avisado a mi mamá –mentira, no le había dicho nada a ella-. Henri accedió a irse sin mí, se fue no muy convencido pero me daba igual. Inmediatamente le envié un mensaje de texto a mamá poniéndola al tanto de la situación, a lo que ella respondió con su típico “Ok”, un mensaje para solo decir eso. En fin, llegamos a un restaurante pequeño pero acogedor, mientras comíamos yo tranquilizaba a Migue, le decía que lo haría bien y que cantaba hermoso

  • No se Santi, me da pena –eso era lo que me repetía y repetía-.

Y así llegó la 1.30, era hora de salir hacia la orquesta a la prueba-ensayo. Yo pensaba pagar mi parte de la cuenta pero Migue me detuvo y le hizo una seña al guardaespaldas –que estaba en una mesa contigua a la nuestra- para que pagara la cuenta. “Oooh” –pensé.

Salimos del restaurante y abordamos la camioneta, inmediatamente arrancamos. Le tomé la mano a Migue y la tenía súper fría, muy nervioso, lo que le faltaba era temblar.

- Tranqui Migue, vas a cantar precioso –le repetía yo continuamente—

Llegamos y el chofer aparcó la camioneta en frente de la sede la orquesta. Un edificio antiguo con fachada colonial pero muy grande, yo nunca había entrado allí, pero por las fotos que había visto, sabia que era lujoso. Llegamos a la recepción y Migue indicó la razón por la que venía, la amable recepcionista nos indicó que pasáramos por una puerta que daba hacia el auditorio. Al entrar se comenzó a escuchar la música de los instrumentos: ya estaban practicando. En ese momento comencé a sentir yo nervios también, aunque no se lo demostraba a Migue, yo estaba allí para hacerlo sentir mejor, no para empeorar sus nervios.

Entramos a un gran auditorio, muy elegante y algo oscuro, solo el escenario ocupado con los músicos y los instrumentos estaba iluminado. Nos acercamos hasta el borde del escenario y un hombre le indico al director que Migue había llegado.

El director era un hombre maduro con un leve acento español y una gran trenza hecha en el cabello, lo que le daba un aire “alternativo”.

  • Miguelito, me alegra que estés aquí y que te hayas decidido –le decía el hombre estrechándole la mano a Migue-

  • Si maestro, aquí estoy. El es mi ‘novio’ Santi –le dijo dirigiéndose a mi-

¿Novio? ¿Desde cuando? Que yo recuerde no me había pedido ser su novio, o su pareja, como sea –decía yo en mi pensamiento-

  • Mucho gusto Chico –me dijo dándome la mano-

  • Un placer Señor –le dije respetuosamente

  • Ven Miguel, para darte la letra de la canción, la letra es en italiano pero confío en tu facilidad para los idiomas –le dijo a Migue- y tu Santiago puedes sentarte acá en primera fila para que veas mejor el espectáculo.

Miguel solo asintió y siguió al director hacia el escenario, no sin antes darme una mirada que demostraba terror. Me senté en mi lugar.

Al parecer Miguel no tenía problemas con la letra de la canción, más bien parecía que la conocía y le gustaba, porque sonreía.

El director en su puesto le preguntó a miguel con voz fuerte que si estaba listo, e hizo una señal para que la orquesta comenzara a tocar. Estaban los músicos y otros jóvenes agrupados a un lado del escenario que identifiqué como el coro. La canción inició.

La música era muy suave pero era algo inexplicable, esos instrumentos se escuchaban realmente hermosos. No se si ya lo he comentado, pero la música clásica  me encanta, me ‘derrite’, me relaja, me transporta, en fin me encanta, y esa era la especialidad de Migue, ese tipo de música.

Miguel comenzó a cantar, muy pasivamente al ritmo de la melodía, allí identifiqué cual era la canción, era “Canto della Terra” de Bocelli. Miguel se estaba luciendo, sonaba realmente hermoso, creí haber muerto y haber llegado al mismísimo cielo. Miguel cantaba con una pasión que nunca antes le había visto a nadie, tenía los ojos cerrados y tenía una mano sobre su abdomen, la canción salía de sus entrañas. Me tenía apunto de llorar.  Y de pronto comenzó a cantar el coro. Dios mío, que preciosidad. Hacía un contraste con la voz de Miguel que sonaba celestial. No pude contenerme y unas lágrimas escaparon de mis ojos. Era que se escuchaba realmente hermoso, era una sensación que no puedo describir, Miguel se había lucido. Había cantado perfecto, había alcanzado todas las notas altas y súper difíciles de la canción sin ninguna dificultad.

El director estaba muy sorprendido y lo único que podía decir era “Bravo Miguel, excelente”.

Miguel le agradecía y bajó del escenario hasta donde yo estaba. Yo estaba aún emocionado, no podía decir nada. Estaba muy sorprendido y orgulloso de Migue.

  • Que tal estuve Santi –me preguntaba Migue con sus ojos brillantes-

No pude responderle, solo lo abracé lo más fuerte que pude y le di un beso de lo más apasionado, digno de ganarse un Óscar al beso más romántico. Migue tamblaba, estaba pálido y frío, pero sonriente. Ya no me importaba que hubiese gente a nuestro alrededor, sólo importaba que yo estuviera orgulloso de mi Miguel y quería demostrárselo.

Al terminar nuestro beso, el director le dijo a Miguel que ensayarían pocas veces para no dañar su voz y porque además ya estaba preparado, se sabía la canción y supo acoplarse con la orquesta; además le dijo que se cuidara de enfermarse de gripe o algo así. Le indicó que ya nos podíamos retirar.

Salimos del edificio antiguo pero bien conservado, ninguno de los dos hablaba, subimos a la camioneta y el chofer inició la marcha directamente a su casa. Llegamos al edificio, subimos al ascensor y nos encontrábamos en la sala

  • ¿Y bueno? –me preguntó Migue-

  • ¿Y bueno que? –le dije-

  • ¿No vas a decir nada?

  • No es el momento para hablar –le respondí e inmediatamente comencé a besarlo-

Quería tener sexo con mi adorado “amigo”. Y eso lo entendió muy bien, empezamos a besarnos con pasión pero lentamente, no había apuros.

  • Santi, ¿te parece que subamos a la habitación?

  • Si, vamos –le dije y comencé a caminar-

  • Espérate, así no –me detuvo-

Se inclinó y me levantó en sus brazos, tal como el novio carga a la novia para entrar a la habitación en su luna de miel. Me pareció totalmente ridículo pero aún así lo dejé hacer, no quería romperle la ilusión de hacer tal cursilería. Enrollé mis manos en su cuello para tener algo de estabilidad y subió las escaleras conmigo en sus manos, lo hizo sin mucho esfuerzo, era un poco más grande que yo y por lo tanto más fuerte. Al llegar la puerta de la habitación estaba cerrada, trató de abrirla pero lo que hizo fue que mi cabeza golpeara contra la pared.

  • ¡Ouch! –Me quejé riendo- déjame yo la abro.

Abrí la puerta y entramos al cuarto. Me acostó sobre la cama y se puso encima de mí. Continuamos besándonos y recorriendo cada uno de los rincones de nuestro cuerpo. Yo ponía especial atención a su trasero, me encantaba tocarlo por encima del pantalón, lo apretaba, lo amasaba y así estuve por largo rato. El no dejaba de besarme en la boca, en el cuello, lamía mis orejas e introducía de nuevo su lengua en mi boca, nuestras lenguas bailaban juntas el baile más sensual del planeta, se daban placer una con la otra  con el rose. Esa sensación me encantaba, el sabor de su boca, sentir su respiración caliente mezclarse con la mía, me encantaba como nuestras narices chocaban lentamente. Sentir su peso sobre mí era algo que me excitaba mucho, sentir el calor que desprende su cuerpo era fantástico, y más fantástico aún era sentir su dureza chocando contra la mía luchando cariñosamente uno contra el otro. Metí mis manos por su pantalón y acaricié directamente sus preciosas nalgas, cubiertas por una fina capa de vello.

Miguel comenzó a sacarme la franela del uniforme deportivo. Ya con mi torso desnudo bajó con sus besos hasta mi pecho, a encontrarse con mis tetillas, jugaba con mis pezones erectos por la excitación, era una sensación placentera pero difícil de explicar, es un placer diferente el que perciben los nervios en esa zona. Siguió bajando con su lengua recorriendo todo mi abdomen, ya no sentía tantas cosquillas como la primera vez, ahora era mucho más placentero. Sentía debajo de mi mono deportivo como de mi glande emanaba el precum, empapando mi ropa interior. Llego hasta la goma del mono, debajo se dibujaba mi erección, se lo quedó mirando un poco y luego bajo lentamente, pero sin bajarme el bóxer. Tomó con su mano derecha mi mástil de carne palpitante y comenzó a masajearlo suavemente, cosa que me sacó un suspiro. Acercó su cara y acarició con su nariz mi glande. Pasó su lengua por la mancha de precum que se dibujaba en mi bóxer color blanco, yo solo podía resoplar y disfrutar. Abrió su lengua introduciéndose la cabeza de mi pene y comenzó a succionar por sobre la tela. Se sentía rico pero yo quería que bajara ya la tela, quería sentir el calor y la humedad de su boca, pero no lo hacía, continuaba en lo suyo. Sin embargo tuve que poner de lado mi impaciencia y lo dejé hacer hasta que se cansara. Al poco tiempo lo hizo por fin, bajo el bóxer y mi pene rebotó sobre su cara. Sonrió. Comenzó a hacerme una paja muy lenta, apenas subía y bajaba el prepucio, muy lentamente. Que rico se sentía. Si embargo yo quería que se lo metiera ya en la boca. Unos segundos después lo hizo. Se lo introdujo todo en la boca, y me proporcionaba un placer exquisito, yo respiraba muy profundamente para no correrme antes de tiempo y poder disfrutar al máximo la situación. Ponía mucho esmero en esa mamada, subía y bajaba por mi tronco, recorría con su lengua mi glande, lo succionaba como que si de una paleta se tratara, me tenía transportado al mágico mundo del placer sexual, sólo me dediqué a disfrutar de ese intenso placer con los ojos cerrados, no quería que ese  momento acabara nunca. Pero como nada es eterno, paró. En un segundo se quitó completamente la ropa. Mientras lo hacía parado en la cama lo pude contemplar en todo su esplendor, tenía un cuerpo espectacular y eso me ponía cada vez más excitado, no pude evitar morderme el labio inferior, el solo sonrió por ese gesto de lujuria.

Se volvió a colocar encima de mí, esta vez mis manos no tenían nada que las entorpeciera, recorría toda su piel firme pero muy suave. Enrollé mis piernas alrededor su cintura mientras le acariciaba el cabello y lo besaba con pasión, quería que me penetrara ya. El entendió mi deseo. Se acomodó mejor y dirigió su pene hacia la entrada de mi ano. Entró el glande, suspiré. El me miró a los ojos buscando algún gesto de dolor, pero lo animé a seguir. Así lo hizo, rápidamente introdujo en resto de su miembro.

  • ¡Ufff! –Exclamé de placer-

Me encantaba la sensación de tener a migue dentro de mí. Me sentía lleno, la sensación llegaba hasta en la boca del estómago. Todo me encantaba, el roce de su piel contra la mía, el vaivén de sus caderas, sus manos fuertes en mi cintura, el choque de sus testículos en mis nalgas, todo era genial. Estábamos disfrutando los dos del placer que nos ofrecíamos mutuamente. En ese momento, mi mente era rehén del placer que sentía mi cuerpo, se me ocurrió cambiar de posición. Hice que parara, me miró algo extrañado pero la excitación no lo dejaba pensar, le indiqué con un gesto que acostara en la cama, no dijimos una sola palabra, el solo obedeció. Me posicioné caminando de rodillas sobre la cama, me senté a la altura de su pene pero aún sin penetrar mí agujero. Mostró una sonrisa de lujuria. Tomé su pene con mi mano y lo dirigí hacia mi ano, presioné y entró de un solo tirón -¡Ufff!, exclamé de nuevo-. Arquee un poco mi espalda y mi nuca hacia atrás, el placer era quien me controlaba. Empecé a mover mi cadera hacia adelante y hacia atrás, lentamente, se sentía de lo mejor, ayudaba el hecho de saber que quien controlaba la situación en ese momento era yo, le añadía algo especial. Ahora me movía en círculos, el placer aumento, si eso era posible. Abrí mis ojos para mirar a Migue y éste yacía con los ojos cerrados y apretando la mandíbula: le gustaba. Eso me animó a aumentar el ritmo, ahora los movimientos eran de arriba abajo, cada vez más aumentaba el ritmo. Sentía como su pene rozaba mi próstata, brindándome un placer inigualable, que solo se siente con el sexo anal, un placer más intenso y que yo estaba disfrutando en ese momento. Mi ritmo ya era desenfrenado, y comencé a sentir los signos típicos del orgasmo. Yo me movía en todas las direcciones, me encontraba fuera de mí en ese momento. Comencé a eyacular sobre el abdomen de Miguel sin siquiera haberme tocado, vi como migue me miraba sorprendido, luego sentía como su pene estallaba en un gran orgasmo y depositando su semen en mi recto. Mis movimientos fueron menguando hasta que por fin me detuve y eché mi cuerpo hacia adelante posando mi torso sobre migue aún con su pene dentro de mí, pero no duró mucho allí, al volver a su estado flácido se escurrió fuera de mi ano.

Me quedé dormido sobre Migue, no se porqué pero me sentía muy cansado. Estaba entre dormido y despierto, aún percibía todo lo que pasaba a mí alrededor pero lo veía lejano. Al poco rato Migue me recostó sobre la cama. El se abrazó a mí y quedó dormido también. Más tarde me desperté y miguel no estaba en la cama, escuché ruido desde el baño y me dirigí hacia allá, aún tenía rastro de semen por las piernas y el ano y me quería duchar. Migue estaba en la ducha, me metí con el. Estaba sonriente y feliz al igual que yo.

  • ¿Dormiste bien? –me preguntó Migue con su sonrisa de oreja a oreja-

  • Si, pero tengo jaqueca ahora, cuando duermo en la tarde siempre me pasa –le contesté- ¿Qué hora es?

  • Ahm, ya te doy una pastilla. Y son las 6.30, ¿ya te tienes que ir?

  • En un rato, mis papás llegan a eso de las 7.30. –migue solo asintió en un gesto de aceptación-

Continuamos duchándonos mutuamente, en silencio, pero sin que nuestras caras de felicidad se borraran de nuestro rostro. Nos vestimos: yo me coloqué mi uniforme de deporte nuevamente y migue se colocó una bermuda y una chemiss.

Bajamos hacia la cocina a buscar la pastilla para mi jaqueca. Mi sorpresa fue mayúscula al ver al papá de Migue sentado junto a uno de los mesones de la cocina tomando una taza de café (supongo) y leyendo unos papeles.

  • ¿Papá?