Soy Santiago y esta es mi historia III

Sexo

NOTA: Estoy muy impresionado por todos los comentarios, gracias a todos de verdad. Veo que a muchos de mis paisanos les gustó que haya incluido palabras coloquiales venezolanas. Para los que no conocen esas palabras, "Naguará" es una expresión que denota exclamación, sorpresa, decepción, es my versátil xD y "de pana" es como decir "en serio". De nuevo gracias y sigan comentando y valorando, jeje!

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CAPIYULO ANTERIOR

¿Oye quieres ir a mi casa?

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Nos levantamos del banquito y salimos a la acera, cerca de la entrada del parque había una camioneta igual a la que mi hermano y yo teníamos a disposición, pero a diferencia de la nuestra (que es negra) esta era blanca. Afuera de ella estaba el mismo hombre que me había mostrado Migue y que era su, “guardaespaldas” –que exclusividad- pensé para mis adentros.

En fin, el hombre nos abrió la puerta  trasera del vehículo y entramos en él, ya el chofer estaba en su posición y el guardaespaldas ocupó el asiento del copiloto. Debo confesar que me dio algo de miedo al estar solo entre esos tres hombres, a la hora de cualquier cosa yo no tenia posibilidades de nada, solo el guardaespaldas era suficiente como para inmovilizarme, pero decidí no pensar en esas cosas y disfrutar del ‘paseo’. Migue me tomó la mano, cosa que me sorprendió pero me encantó. Salimos al centro de la ciudad y recorrimos una de las calles principales. Nos acercamos a uno de los edificios más grandes de la ciudad y entramos en su estacionamiento subterráneo. Bajamos de la camioneta y nos dirigimos a la entrada, el portero nos abrió la puerta y saludó a Migue

  • Joven, Buenas tardes –le dijo aquel hombre ya entrado en edad-

  • Buenas tardes Pedro –le respondió Migue- el es mi amigo Santiago –añadió dirigiéndose a mi-

  • Buenas Tardes Señor –me dijo el hombre, a lo cual solo respondí asintiendo con la cabeza y con una sonrisa-

Nos dirigimos hacia uno de los tantos elevadores de la sala, el que tenía un número que indicaba 115-B. Al entrar me percaté que tenía pocos botones para ser un edificio de tantos pisos, pero no pregunté nada. Al llegar, me di cuenta que habíamos entrado de una vez a la sala del departamento, que más bien era un pent-house porque tenía en total tres pisos. Estaba muy bien decorado y los objetos que estaban en la sala se veían algo costos. Pero no fue eso lo que me sorprendió, ya estaba acostumbrado a cosas como esas, lo que me sorprendió fue que en realidad Migue era una persona de dinero –o bueno, al menos su papá-.

  • Siéntate Santi –me dijo señalándome un gran sofá de cuero marrón muy elegante- Estás en tu casa, te lo digo en serio, yo voy a ver si la comida esta lista, muero de hambre –dijo mientras se atravesaba un pequeño pero elegante arco, que me imaginé daba hacia la cocina.

Allí sentado pude detallar todas las cosas que habían en esa habitación: frente a mí, había un gran televisor de plasma en un gran mueble con gavetas y compartimientos en los que habían fotos familiares, adornos de cerámica, una réplica de la torre Eiffel tamaño miniatura y uno que otro libro. En una de las paredes había un cuadro de un paisaje de los llanos venezolanos muy hermoso, también un título de Abogado de la Universidad Central de Venezuela que pertenecía a su padre y uno de Lic. En Estudios Internacionales que pertenecía a una mujer, seguramente de su madre.

En la mesita del medio que estaba frente al sofá, había una foto de Migue pequeño, lo reconocí de inmediato, aunque había cambiado un poco seguía siendo muy lindo. La tomé en mis manos para detallarla más de cerca. E hice de nuevo lo que hago para observar mejor algo: ladear la cabeza como un cachorro, y claro, no podía faltar la sonrisita de rigor.

  • Santi ya podemos comer –me dijo-

Me asusté un poco, estaba muy concentrado en esa foto tan linda que ni me percaté de que Migue se había acercado.

  • Me encanta tu foto –le dije ya sin vergüenza alguna- no has cambiado nada, sigues igual de lindo –que puto soy, pensé-

  • ¿Si? –Me dijo medio sonrojado- ahí tenia 5 años

  • Si, en serio, me encanta esta foto –le dije poniendo el portarretratos en su sitio-

  • Bueno vamos a comer ya. Ven –me dijo estirando su mano para que la agarrara, y así lo hice-

Cruzamos el pequeño arco y llegamos al salón comedor, igual de elegante. Ya en la mesa comimos todo lo que pudimos, estábamos realmente hambrientos. Hablamos de todo un poco.

  • Migue y ¿por qué no vives con tu papá en Caracas? –le pregunté-

  • Porque a mi no me gusta el ritmo de vida de allá, mucha gente, mucho tráfico, el caos total –dijo- además yo me crié aquí toda mi vida y tengo mis amistades aquí y todo eso, ves….

  • Ah Ya –dije yo-

  • Santi ¿quieres ir a arriba a descansar un poco? –Me preguntó- es que estoy tan full.

  • Si, vamos. Yo también estoy casi que exploto.

Subimos a la siguiente planta por una elegante escalera de madera cubierta con una alfombra color vino tinto. Al llegar a la parte de arriba había una salita con sus respectivos muebles, pero había además un piano muy elegante.

  • ¿Sabes tocar? –Le pregunté señalando al piano-

  • Si –dijo algo orgulloso- ¿quieres que toque algo para ti?

  • Claro, me encantaría –le dije un poco emocionado- quizás te acompañe cantando, me han dicho que canto muy bien –dije riéndome-

Y la verdad es que yo si sabía cantar, mamá me había inscrito en cuantas clases se le atravesara por el medio, y una de esas es la de canto.

  • Ah pues yo también se cantar –me dijo algo arrogante pero sonriendo- podemos hacer un dúo o algo así.

Nos acercamos al piano y el se sentó primero en el banquillo y luego me dijo que me sentara junto a el.

  • ¿Qué quieres que toque Santi? –me preguntó-

  • Sorpréndeme –le dije yo, levantando la ceja en son de juego-

Pensó por unos momentos, como eligiendo cual canción tocar, y comenzó. Al principio no reconocí la melodía, pero al transcurrir la canción me di cuenta que se trataba de “Bésame Mucho” de Andrea Bocelli. Y la verdad es que Migue tocaba excelente. De pronto comenzó a cantar, y me cautivó. Su voz era profunda, muy profunda como la de un verdadero tenor, estaba muy bien afinado y realmente la combinación del piano con su voz era totalmente armoniosa. Y allí estaba yo observándolo fijamente con esa canción inundando mi lado auditivo del cerebro. Llegaba a los tonos altos con una facilidad tal que me tenía transportado y totalmente a su merced.

- Quiero tenerte muy cerca, mirarme  en tus ojos, perder junto a ti. Piensa que tal vez mañana yo ya estaré lejos, muy lejos de ti - me cantaba Migue mirándome fijamente a los ojos mientras yo sentía que me derretía por completo como un helado en el desierto del Sahara-

Y así continuó hasta terminar la canción: con tanta pasión que se me aguaron los ojos de la emoción, de lo hermoso que se escuchaba todo.

  • Y ¿Qué te pareció Santi? –me preguntó-

No le respondí. En vez de eso, le di un beso, el beso más apasionado que pude, puse todas mis fuerzas en dar ese beso, incluso creo que le mordí suavemente el labio, aunque no se quejó. Nuestras lenguas luchaban una contra la otra en una guerra para ver quien le daba más placer a quién, sentía como su respiración caliente se mezclaba con la mía, así estuvimos por unos minutos, hasta que nos separamos, el mordiendo mi labio inferior y halándolo hacia él suavemente.

  • Oye, pero no cantaste tu –me dijo- me quedé con ganas de escucharte.

  • Hmm, ok esta bien, te cantaré –le dije emocionado-

  • ¿Cuál canción? – me preguntó-

  • Que te parece, una de Adelle ¿“Some one Like you”? –le dije –

Me encantan las canciones de Adelle y esa era mi favorita, y además la versión original era en piano así que quedaría perfecta.

  • Me parece perfecta –dijo buscando las notas en el cuaderno del piano-

Comenzó a tocar las primeras notas: hermoso, solamente esa palabra podría describir como se escuchaba. Llegó mi momento de comenzar a cantar, estaba nervioso, quería hacerlo bien, quería lucirme con Migue.

- I heard that you’re settled down, that you found a girl and you’re marry now…

Continué cantando hasta el final, poniendo todo el empeño, quería que a Migue le encantara, y más perfecto no me pudo salir, alcancé todas las notas y no desafiné, estaba satisfecho. El estaba observándome fijamente con una sonrisa de complacencia. De repente escuchamos a una persona que aplaudía, era la señora que cocinaba que nos aplaudía

  • Joven disculpe el atrevimiento –dijo dirigiéndose a Mi- pero es que se escucha hermosísimo, de verdad; además, hacen una bonita pareja-

  • ¿Waaath? –Pensé yo en mi interior ¿“bonita pareja”?- que vergüenza  con esa señora, Dioss. Trágame tierra –todo eso se desarrollaba en mi interior en ese momento, pero Miguel no ayudó en nada a calmar mi vergüenza, me “ zampó” un tremendo beso delante de esa señora que me llevó a niveles de ruborización sin precedentes en mi rostro.

  • Verdad que si nos vemos lindos Nora –le dijo Migue a la amable señora-

  • Si, se ven más que lindos –terminó esta, como que si no hubiese sido suficiente.

Y si bien es cierto que no me avergüenzo de lo que soy, prefiero la mayor discreción posible. Y en el lugar donde vivimos, a pesar de todo, la gente sigue teniendo la mentalidad de pueblo y no están acostumbrados a demostraciones de afecto entre hombres, ni siquiera entre dos hombres que son familia, imagínense, una pareja de hombres, gay, besándose: ¡Que escándalo!

En fin, la amable señora Nora se retiró a continuar con sus labores y quedamos Miguel y yo solos, acompañados de un silencio un tanto incómodo

  • ¿Qué te pasa mi Santi? ¿Y esa carita? –Me preguntó rompiendo el hielo-

  • Nada Migue, lo que pasa es que me dio como que pena que me besaras delante de Nora, no es por nada, sino es que me da mucha pena, que irá a pensar esa señora de nosotros –le dije con cara de drama, la novela de las 9:00 y tal-

  • No seas tonto Santi, que Nora ni pendiente –me dijo- su nieto es gay y desde hace ya tiempo que yo le dije lo mío.

  • Hmm, si tú lo dices –le dije algo inconforme-

  • Si, de pana , no te preocupes –me dijo frotando mi nariz con la suya-

  • Migue y como es que aprendiste a tocar y cantar así, de verdad que estoy que me recogen con cucharilla, de lo derretido que estoy –le dije-

  • Jajaja, no exageres –me dijo riéndose- es que desde pequeño me ha gustado cantar y eso, y aprovechando que tenemos este piano en la casa mi papá me pagó un profesor para que me enseñara. Y tu, ¿como aprendiste a cantar así, de verdad que cantas hermosísimo?

Y así estuvimos hablando un buen rato, Nora nos avisó que se iba y continuamos nuestra charla en el sofá de la sala.

-¿Quieres que coloque algo de música Santi?

  • Dale, si quieres –le respondí-

Migue se levanto del sofá y se dirigió al estante donde se encontraba un reproductor de música. Colocó un tango moderno con  rasgos de tecno que a mi me encanta llamado In-Tango.

  • ¿Quieres Bailar? – Me dijo, y yo por dentro decía ¿Que Queee?

  • Si –lo dije antes de que me arrepintiera-

Empezamos a bailar, a mi encantaba el tango, incluso mi mamá nos inscribió a mi hermano y a mi en una clase y quedé fascinado, pero siempre había tenido ganas de bailarlo con un hombre, y hoy se me cumplió. Y la  verdad es que la sensación de bailar con Miguel superó mis expectativas. Me sujetaba fuerte y nuestras entrepiernas estaban pegadas fuertemente, no se si realmente estuviésemos bailando bien lo que si sabía es que la estaba pasando espectacular y me estaba excitando, Miguel también estaba comenzando a excitarse, su “amigo” lo puso en evidencia.

En una parte lenta y sensual de la cancón me coloqué de espaldas a el, y mi culo quedó justo en su paquete ya erecto completamente, el roce me puso a millón. Y ya no aguanté más: gire mi cara para encontrarme con sus deliciosos labios, y así como comenzó toda la pasión.

Nos fundimos en un apasionado beso, lento pero de esos que te roban el alma pedacito por pedacito, sentía perfectamente su lengua recorrer todos y cada uno de los más pequeños rincones de mi boca, la introducía lo más profundo que podía y yo lo ayudaba abriendo más la boca. A esas alturas ya la canción había cambiado, pero no le di importancia, tanto así que no recuerdo cual era, pero en fin, no era el momento de andar pendiente de canciones, debía disfrutar del momento, de la pasión que me estaba regalando Miguel.

La posición en la que estábamos besándonos ya me resultaba incómoda, así que me giré lentamente para quedar frente a él. Lo volvía a rodear con mis brazos en su cuello y el se atrevió a poner sus manos sobre mis nalgas, esa sensación me hizo lanzar un suspiro, ahogado por su propia lengua. El entendió que me gustaba y empezó a masajear mis glúteos suave pero firmemente. Ya no me traía a millón, no, ya me tenía a una cantidad astronómica de excitación totalmente desconocida por mi hasta ese entonces. Decidí hacer lo mismo, pero con una pequeña diferencia: puse una sola mano sobre una de sus nalgas firmes y la otra la coloqué en su pene. No se lo esperaba: se sobresaltó un poco y emitió un gemido, callado por mi lengua obviamente. Comencé a masajear su herramienta sobre el pantalón. Lo hice por un buen rato, y con el aún masajeando mis nalgas, hasta que decidimos que la ropa nos  sobraba. Tomé yo la iniciativa y comencé a desbotonarle la camisa, botón por botón, sin prisa pero sin pausa. Al mismo tiempo el comenzó a aflojarme el cinturón del pantalón sin ninguna dificultad, seguido por el botón y por ultimo el cierre. Mis amplios pantalones de gabardina del uniforme colegial cayeron  al suelo dejando mostrar unos bóxer blancos muy ceñidos, al tiempo que su camisa del uniforme era quitada de su torso por mis manos. Esta vez acarició mis glúteos pero por debajo de la fina tela de algodón de mis bóxer, esa sensación hizo que se me erizaran todos los escasos vellos de mi cuerpo. Decidí despojarlo también de su pantalón tal como el había hecho con el mío, al tiempo que el desbotonaba mi camisa tal cual yo había hecho con la suya. En pocos minutos estábamos casi desnudos los dos, uno frente al otro, a no ser por la ropa interior que nos cubría. Lo fui empujando suavemente hasta que llegamos al amplio sofá, allí nos acostamos: él conmigo encima. Me despegué de su boca poniendo fin a ese beso largo, casi eterno. Sin embargo, fui bajando por su cuello: le daba pequeños mordiscos, lo succionaba, lo lamía, lo volvía a besar, lo volvía a lamer y lo volvía a succionar, y a todas estas, Migue gimiendo casi imperceptiblemente, disfrutando evidentemente de mis caricias. Fui bajando por su cuello, pasando mi lengua, dejando un rastro de saliva en el camino, llegue a su pecho: allí le di la atención que me exigían esos pezones duros como una roca, erectos producto de la excitación, los besé, los mordí y succioné con toda la dedicación que podía, uno a uno los ensalivé hasta dejarlos brillantes. Seguí bajando por su torso hasta encontrarme con su ombligo: allí introduje mi lengua haciendo que se le escaparan unas carcajadas: si, tenía cosquillas en el ombligo. Decidí dejar de introducir mi lengua allí para no causar la pequeña molestia que causan las cosquillas. Seguí bajando siempre recorriendo su piel con mi lengua, hasta toparme con el elástico de su bóxer. Allí debajo estaba su miembro, no muy grande, no muy pequeño, simplemente perfecto, o al menos eso me parecía. Se dibujaba perfectamente esa silueta, y justo en el lugar en donde se encontraba el glande, se podía ver una mancha de precum, visible gracias al color gris de la tela del calzoncillo de mi “ nuevo amigo” . Subí la mirada para observar a Miguel, como quien pide permiso para proceder, este se había incorporado un poco apoyándose de sus codos, simplemente acepto mi petición asintiendo levemente.

A todas estas yo mismo no me reconocía, había acabado en esta situación con Miguel, que si bien íbamos al mismo colegio y nos conocíamos de vista, no dejaba de ser un extraño, no me reconocía porque nunca antes me había atrevido siquiera confesarle mi homosexualidad a nadie, ni darme siquiera un beso con nadie y justo ahora estaba a punto de realizarle mi primera mamada a Miguel. Todo esto paso por mi mente en un flash que duró menos de un segundo, sin embargo deseché todas esas ideas y decidí disfrutar el momento. Que coño, ya estas aquí –me dije a mi mismo-

Metí los dedos medio y anular por debajo del elástico del bóxer y lo bajé lentamente. Apareció el vello púbico pero estaba cortito, “podado”. Más abajo se veía la base de su pene, y mi corazón latía tan fuerte y la sangre circulaba tan rápido en mi cabeza que me zumbaban los oídos, y sentía calor. Los terminé de bajar de un solo tirón y apareció su amiguito, igual de blanco que el resto de su piel, con el glande parcialmente cubierto por el prepucio, y me encantó: como ya había previsto no era ni grande ni pequeño, ni grueso ni flaco, simplemente perfecto, era hermoso. Lo tomé en mis manos y retiré lentamente el prepucio, Migue suspiró. Al hacer eso de el agujerito de glande salió una gotita de precum, hasta ese momento no había hecho más que retirarle el prepucio y observarlo como un niño con un juguete con el cual no sabe que hacer. Sentí un impulso de probarlo, y me lo metí en la boca. La sensación de ese glande en mi paladar fue grandiosa, era suave y me recordó al tejido que recubre la boca pero más firme. Era un manjar que nunca en mi vida había probado. Empecé a chupar y lamer, con toda la energía que me proporcionaba la adrenalina y la excitación que tenía. De un tirón lo introduje hasta mi garganta, sentí como tocó mi glotis, y no sentí ninguna arcada, me imagino porque no me tomó por sorpresa. Una vez su glande en mi garganta empecé a hacer movimientos como su estuviese tragando. Miguel a todas estas estaba transportado al espacio sideral de tanto placer que estaba sintiendo. Retorcía sus pies, se movía espasmódicamente, temí a que eyaculara quería seguir disfrutando todo eso, quería ese pedazo de carne delicioso taladrando mi agujero, que ya no era virgen por cierto por culpa de Albert. Miguel entendió lo que yo quería y se incorporó, colocándome a mi acostado en el sofá en la misma posición en la que el estaba, me quitó el bóxer blanco que yo llevaba, retiró el prepucio de mi glande: solamente con esas simples caricias me estaba sacando fuera de mí, se sentía riquísimo, pero más rico fue sentir esa húmeda boca sobre mi pene, con la legua recorría circularmente mi glande, lo succionaba, subía y bajaba por el tronco con su lengua, y yo aguantando para no eyacular, respiraba profundo y trataba de no apretar los músculos que rodean la próstata para poder seguir disfrutando de tal sensación. Sentí que bajó su boca hasta mis testículos y los introdujo en su boca tal cual como yo me imaginaba en mis fantasías con mi hermano, pero esto era mucho mejor: vivirlo era mucho mejor. Recorrió con su lengua hasta mi periné, lo lamió por largo rato para luego ubicarse en mi ano, no puedo describir lo que sentí al tener su lengua en mi ano, era una mezcla de cosquillas, placer, frío, calor, humedad, todo a la vez, de mi garganta se escuchó un “¡Dioss!” con mi voz que era un suspiro, un pujo y un grito aghogado. Lo chupaba fuertemente, tanto así, que hacía ruido, me penetraba levemente con su lengua, y yo sentía que mi ano se abría poco a poco. Que lengua tan deliciosa –pensaba yo-. De pronto se paró en seco e inmediatamente extrañé esa magnifica sensación, pero su lengua fue reemplazada por su glande: lo restregaba contra mi ano y empujaba suavemente sin llegar a penetrarme, así estuvo por un rato hasta que yo me desesperé, quería que me penetrara. Así se lo hice saber

  • Que esperas Migue, Hazlo –le dije casi suplicando-

  • ¿Santi, en serio quieres? No quiero hacerte daño, de verdad –me dijo algo preocupado pero hiperventilado por la excitación.

  • Si, ¿no ves como me tienes? –Le dije- hazlo ya porfaaaaaaa.

Así lo hizo, empezó a empujar firmemente y yo relajé lo más que pude mi esfínter. Penetró el glande por fin, pero ni rastros de dolor sentí, más bien se sentía riquísimo. Continuó penetrando y ya yo estaba que enloquecía,  estaba consiente que el rose de su pene contra mi próstata era la causante de tanto placer. Al penetrarme completamente Migue se paró como esperando a que mi esfínter se acostumbrara al intruso, pero ya se había acostumbrado desde un principio, no era un intruso, era una visita muy anhelada y que me estaba dando un placer muy grande.

  • Continúa Migue por favor –le dije con los ojos cerrado y entrecortadamente- Dale Miguel, me encanta.

Miguel empezó a bombear a un ritmo moderado y constante y el placer se fue intensificando. Que divino se sentía. Su ritmo empezó a acelerarse y mi placer cada vez más y más fuerte. Me penetraba profundamente y lo retiraba hasta casi sacarlo por completo: eso me enloquecía, así que lo continuó haciendo, pero en una de esas maniobras se salió por completo, al volverme a penetrar sentí los signos de un inminente orgasmo. Miguel aumentó el ritmo y allí comenzó mi orgasmo: lo más intenso que había sentido hasta ese momento. Cada embestida era salvaje y Migue comenzó a eyacular dentro de mí, orgasmo causado principalmente por las contracciones de mi ano contra su tronco. Su ritmo era casi frenético y yo me encontraba en la psicodelia, transportado viendo toda clase de colores. Estaba drogado de placer. Migue al terminar su orgasmo se acostó sobre mí y me besó profundamente, nuestra respiración seguía agitada pero se fue calmando a medida que transcurría el beso. Sentí como su pene ya flácido salía de mi esfínter.

  • Santi, me fascinas, Te quiero un montón, de verdad, te quiero, te quiero, te quiero muchísimo –me decía Miguel-

  • Yo también te quiero Migue, te re-quiero.

Así estuvimos por un rato, yo con el sobre mí. Pero la verdad es que me estaba incomodando el rastro de semen que salía de mi agujero, y así se lo hice saber.

  • Vamos a ducharnos Santi –me dijo Migue-

Se puso de pie y me ofreció su mano para ayudar a incorporarme. Subimos a su habitación agarrados de mano. Al entrar vi que su cuarto era grande, estaba pintado de blanco, era muy limpio y ordenado, con una mesita para la PC, un estante lleno de libros, una cama grande y al lado de esta en el piso había una alfombra mas o menos grande y peluda, yo tenía una igual, que coincidencia –pensé-. El cuarto tenía otro tanto de cosas, adornitos, un sillón, fotos en las paredes. Pero lo que más me impresionaba era lo limpio y ordenado que estaba, y a mí me gustaba mucho eso: el orden y que todo esté limpio y agradable.

Pasamos al baño, era grande, con una combinación de baldosas en blanco y azul celeste. Llenó la tina, muy parecida a la mía, solo que esta era azul celeste. Me invitó a que entrara en ella cuando aún no se llenaba y poco después entró el.

Nos lavamos uno al otro recorriendo el jabón toda la extensión del otro. Todo sin decir una sola palabra. Le mojé el cabello. Al hacerlo todo el gel que traía se mojó haciendo que sus pelos en punta cayeran, llegándole a cubrir un poco más que media frente, que lindo se veía. Así continuamos, las caricias no eran sensuales sino cargadas de cariño y de ternura. Nos terminamos de duchar y salimos de la tina y me ofreció una toalla para que me secara y el tomó otra. Luego de secarse la enrolló en su cintura. Yo tomé una más toalla más pequeña y comencé a secarle el cabello.

  • ¿Por qué siempre llevas gel y el cabello todo parado? Me gusta más así como lo traes ahora –le dije aún secando su cabello-

  • ¿Así me veo mejor, en serio? –preguntó-

  • Si, en serio, así te ves mejor. Bueno al menos a mí me gusta más así.

  • Hmm –pensó- Bueno mañana no me echaré gel para ir al cole a ver que tal.

Bajamos al salón aún con las toallas en la cintura para ir a buscar mi ropa e irme, sin darnos cuenta ya eran las 8.00 pm y ya debía estar en casa. Me coloqué la ropa y busqué mi celular en la mochila. Tenía un mensaje de Albert:

por que no has llegado?, tengo que hablar contigo :S “

Que será lo que quiere -pensé-

ya vo y –respondí-

Bajamos de nuevo por el ascensor hasta el estacionamiento. Nos montamos en la camioneta, esta vez conducía el chofer nada más, no había “guardaespaldas”. El chofer me preguntó la dirección exacta y se la di. En el camino veníamos hablando de todo, alegres y relajados. Sin embargo me tenía preocupado el hecho de cómo tenía que comportarme con el al día siguiente en el cole, no sabía como reaccionar y me daba pena preguntarle como nos íbamos a tratar en el colegio. Me tenía angustiado la idea de que lo fuese a saludar se comportara como el idiota que siempre era. Decidí no preocuparme por el día siguiente y seguimos conversando. Al llegar a la entrada de mi urbanización, el vigilante le preguntó al chofer que hacia a donde se dirigía.

  • A la residencia de los Martins –respondió el chofer-

El vigilante hacía más preguntas de las convenientes así que bajé el vidrio y me asomé por la ventana.

  • Juan, ¿tendría la amabilidad de dejarnos pasar? –le dije algo irónico-

  • Buenas noches joven Santiago, disculpe –dijo el vigilante algo apenado-

Sé que ese es su trabajo, mantener controladas las entradas a la urbanización, pero me estresé, además quería llegar rápido y ver lo que quería Albert.

Al fin entramos y pasamos por la amplia calle principal, rodeada por esas enormes y hermosas casas, todas al estilo campestre.

  • Gire a la derecha por favor –le dije al chofer- Aquí es.

El chofer se estacionó frente a nuestra casa

  • Migue baja conmigo –le dije- para que mi mamá te conozca y no se preocupe por haber llegado a esta hora.

Miguel se puso un poco nervioso pero asintió. Entramos y atravesamos el jardín. Abrí la enorme puerta de mi casa y mamá estaba en su estudio –como siempre-. Hasta allí nos dirigimos.

  • Hola mamá –le dije dándole un beso en la mejilla- el es mi amigo Miguel.

  • Mucho gusto señora Martins –le dijo miguel algo nervioso y extendiéndole la mano-

  • Hola cariño, un placer –le respondió mi madre dándole un beso, se le quedó observando como extrañada y luego sonrió- puedes decirme Theresa. ¿Cómo está Omar?

  • ¿Conoce a mi papá? –le preguntó Miguel a mi madre algo sorprendido-

  • Claro cariño yo estudié con el en la Universidad –le dijo mamá- no te veía desde que tenías como 5 añitos, pero no has cambiado nada, sigues igual de buenmozo.

  • Gracias señora –dijo migue algo ruborizado- mi papá está bien, en Caracas, como siempre.

  • Le das mis saludos cuando lo veas –dijo mamá sentándose en su escritorio y poniendo la vista sobre la pantalla de la PC, eso significaba que había que retirase-

  • De nuevo un placer señora Theresa, hasta luego –le dijo Migue-

  • Hasta luego cariño, estas en tu casa –le dijo mamá-

Salimos del despacho hacia la sala y estaba Albert parado junto a la escalera, no dejaba de ver a Miguel con cara de pocos amigos.

  • Ehmm, bueno Santi será mejor que me vaya –me dijo Migue algo incómodo por la acosadora mirada de mi hermano.

Le hice un gesto indicándole que esperara y le dije a Albert que bajara.

  • Miguel el es mi hermano Albert –le dije-

  • Mucho gusto Miguel –respondió serio Albert estrechado su mano con la de Miguel-

  • Mucho gusto –le dijo Migue aún nervioso.

Acompañé a Miguel hasta la camioneta y nos despedimos con un pequeño beso en los labios, pero justo en ese momento pareció papá, no tenía idea de donde salió.

  • Hola hijo –me dijo sonriendo-

  • Hola papá –le respondí dándole un beso en la mejilla, yo estaba muy nervioso, muuuuuy nervioso- el es mi amigo Miguel.

  • Mucho gusto Miguel –le dijo estrechándole la mano- ¿ya te vas?

  • Un placer señor Martins, si, ya tengo que irme –le dijo Miguel más nervioso que yo-

  • Hasta luego muchacho –dijo papá-

Miguel se montó en el asiento trasero de la camioneta y enseguida arrancó el chofer. Papá y yo nos dirigimos hacia la casa, yo no decía nada, estaba avergonzado mi papá me había visto dándole un beso a Migue, que pena.

  • Hijo no tienes porqué avergonzarte –dijo rompiendo el hielo- tu mamá y yo ya sospechábamos eso hace tiempo, desde que estabas más pequeño.

  • ¿Que?, ¿se me nota tanto? –pensé para mi interior, pero seguía sin pronunciar una palabra, estaba demasiado avergonzado.

  • Lo que si no me parece es que lo hayas presentado como amigo y no como novio –continuó diciendo papá con una naturalidad que me estaba martirizando-

  • Es que el no es mi novio papá –le dije al fin, aún mirando al piso-

  • Ah, entiendo, entonces son amiguitos especiales, ¿no? –continuaba papá con tono de pícaro-

  • Papá, por favor –le recriminé-

  • Bueno esta bien, ya me cayo –dijo aún riéndose-

Entramos en la casa y Albert me esperaba en la escalera con cara de circunstancia, me hizo un gesto indicándome que subiera hacia su cuarto, así lo hice, el iba a mi lado. Al llegar entré y me paré en medio de su habitación. Allí recordé todo lo que había sucedido, como me cogió sin ninguna compasión y todas las malas palabras que me decía, y por supuesto recuerdo como se corrió en mi espalda. Sin embargo recordar eso no me hacía mucho daño, había conseguido a Migue y estaba feliz por eso.

  • Dime Albert, que querías hablas conmigo –le dije a mi hermano-

  • Siéntate Santi –me dijo señalando la cama-

Me senté en el borde de la cama, me saqué los zapatos y me recosté en la cabecera de la cama con las piernas entrecruzadas (tipo indio), le indiqué que se sentara en frente mío. Por su cara de tragedia adiviné que me iba a pedir disculpas por todo lo sucedido. No me equivoqué

  • Santi, no sé como empezar. Pero de verdad quería pedirte perdón por todo lo que ha pasado en estos dos días. Se que no tengo justificación pero quería hacerte saber que estoy muy arrepentido por eso –decía mi hermano con la cabeza gacha, yo lo miraba atentamente-. Lo que pasa es que tengo un problema, un problema serio, sé que no es excusa pero ese problema es el culpable de que haya pasado lo que pasó.

  • Que problema Albert, cuéntame –le dije yo comenzando a preocuparme, ya no me importaba lo que había pasado, ya lo estaba superando, pero si me intrigaba saber que era lo que pasaba con Albert-

  • Lo que pasa es que un día en la casa de Javier, me dijo que nos drogáramos, y yo lo hice –dijo mi hermano-

  • ¿Qué? –Dije alarmado- te volviste loco Albert, tu sabes que las drogas no son juego. Te pasas de inventador Albert, que necesidad tenias de hacerlo –le recriminaba en voz baja a mi hermano, no quería que papá o mamá escucharan eso-

  • Eso no es lo peor Santi –me decía mi hermano comenzando a sollozar- es que de allí para acá no he podido dejar de hacerlo, creo que me he vuelto un maldito adicto a esa mierda. Es que la primera vez me dejó una sensación inigualable Santi, y quería más y más. El día que te hice lo que te hice aquí en mi cama, venía muy drogado, estaba en casa de Javier y allí tomamos mucho y nos drogamos, lo hice porque el día que estábamos en el gimnasio, la cercanía de tu cuerpo, tu trasero sobre mi pene aprisionándolo y masajeándolo, todo eso me encantó, y te deseé, te deseé como nunca he deseado a nadie. Eres el primer hombre al que deseo así, tu sabes bien que a mi me van las chicas, pero es que contigo es distinto. Y entonces como si eso no fuese suficiente, ver esos ojos tuyos tan inmensamente grises, grandes y vivaces me cautivaron, todo tu ser me cautivó y ese sentimiento me asustó, me abrumó. Estaba confundido. Era algo que no podía ser, eres mi hermano y te adoro, pero es que al verte crecer y ver lo hermoso que te has vuelto, me ha hecho desearte, por eso es que ya no te abrazo casi, y no es porque no tenga ganas, no, mas bien me muero por estar el día entero contigo abrazándote como antes, pero es que al hacerlo, al abrazarte, no puedo evitar imaginarnos teniendo sexo, y no puedo evitar la erección que esos pensamientos me causa.  –mi hermano se desahogaba y sus lágrimas rodaban-

No lo podía creer, mi hermano si me deseaba, pero estaba confundido, si me adoraba tanto porqué me había mostrado esa carpeta.

  • Albert pero porqué me hiciste saber que era adoptado, no entiendo –le decía a mi hermano sin entender nada de nada-

  • Un día drogado revisando el escritorio de papá, buscando dinero para comprar mas coca, me conseguí con esa carpeta. No se porqué me llamó la atención y la abrí. El domingo antes de bajar a almorzar Javier había venido y nos habíamos drogado otra vez. Sentía rabia conmigo mismo y me sentía un desgraciado por haberte penetrado a la fuerza. Pero al verte allí en la mesa como si nada y que me hayas pedido el pan así de natural como si no te hubiese hecho nada me hizo enfurecer, sentí rabia hacia ti. El detonante fue la cachetada de papá, que mas allá de dolerme físicamente, me demolió el ego, papá nunca me había pegado, y ahora lo hacía defendiéndote a ti, al ser al que yo más odiaba en ese momento. Por eso busqué la carpeta y te la enseñé. Al momento me sentí bien, me sentí satisfecho. Pero luego me invadió un sentimiento de culpa y dolor muy grande al saber que le había hecho daño a mi hermanito, a mi apreciado hermanito –decía mi hermano con un hilo de voz y sin parar de llorar-

Lo abracé tan fuerte como pude, sequé sus lágrimas con mis manos. Tomé su cara con mis dos manos y acerqué la mía. Pero en vez de besarlo le dije

  • Tenemos que solucionar eso de la droga. Lo que haya pasado ya no me importa. Ya te perdoné y mas ahora que me diste tu explicación. Pero no puedes seguir consumiendo eso. Hay que hacer algo, no puedes convertirte en un drogadicto. –le dije a mi hermano sin separar mi cara, el solo asintió y volvió a abrazarme- ¿Hace cuanto tiempo que lo haces?

  • Hace como un año Santi –me dijo mi hermano-

  • ¿Un año? –era un tiempo considerable, esa adicción tenía que terminarse lo antes posible antes que se vuelva dependiente- Bueno Albert ya veremos que hacemos con eso.

  • Gracias Santi, por eso es que te quiero tanto, por ser como eres. Siempre has sido como un niño pequeño a pesar de que estás creciendo, ingenuo, adorable, tierno. Todo eso me encanta de ti, pero es más fuerte lo que siento por ti como hermano al deseo que me produces. Eres mi hermanito y siempre he tenido la necesidad de cuidarte y protegerte, todo lo contrario a lo que hice estos últimos dos días.

  • Ya Albert, no importa –le dije-

  • ¿Puedes dormir conmigo hoy? –Preguntó mi hermano- te juro que no va a pasar nada, te lo juro.

  • Si Albert. Claro que si. –Le dije acostándome sobre la cama-

El se acostó a mi lado y nos abrazamos, así con todo y ropa.

  • ¿Santi quien es ese muchacho con el que llegaste hoy? –Preguntó- ¿Es tu novio?

  • Si, algo así Albert –le dije-

Me preguntó un montón de cosas acerca de Migue y yo se las respondí todas. Luego sin darme cuenta me quedé dormido, no sin antes recordar que teníamos que resolver el problema de la adicción de mi hermano, eso tenía que terminar.