Soy Santiago y esta es mi historia II

DRAMA, DRAMA EVERYWHERE. La historia da un giro.

NOTA: En este relato he incluido varias palabras y expresiones coloquiales venezolanas y las he identificado con letra “ itálica” , digamos que es una pequeña venganza por haber leído tantas expresiones españolas (ES BROMA OK xD ) En fin quería agradecerles a todos los que comentaron mi primer relato, la verdad no esperaba tanta receptividad. Bueno, eso es todo lo que tengo que decir jeje.

PD: En mi perfil está mi correo, si gustan escribirme o algo!

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Entré a mi cuarto y noté que había muchísimo calor, fui a buscar el control del aire acondicionado. Presioné en botón de ON pero no funcionó. ¡Perfecto! Mi aire se había descompuesto. La excusa perfecta que además era verdadera… ¡Que alegría! –Pensé para mí- estaba ansioso de que llegara mi hermano, a penas eran la 7 de la noche y el llegaría sobre las 9. Esa noche intentaría algo más.

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Se hicieron las 9.30, las 10, las 11 y mi hermano nada que llegaba, decidí esperarlo en la sala y me recosté en el sofá tratando de mirar la tele, pero la verdad es que estaba algo cansado y me dormité un poco. A eso de la 1 de la madrugada oí un ligero golpe y un casi inaudible “¡Oouch!”, me desperté algo sobresaltado, era mi hermano que iba borracho balbuceando cosas que no entendía. Me levanté, estaba con su ropa toda desaliñada y sobándose un pié, el que se había lastimado con el sillón.

Me acerqué para ayudarlo a irse a la cama y lo tomé por un brazo empujándolo un poco para que empezara a caminar, y así lo hizo. Comenzó a andar con un poco de dificultad pero a un ritmo constante. Cundo estábamos subiendo las escaleras se detuvo, me miró directo a los ojos

  • Tu crees que no me doy cuenta de lo que intentas –dijo- pero cuando tu vas  ya yo he venido tres veces, no me creas imbécil, se lo que intentas.

¿Queeeee? –grité en mi mente- que digo ahora, Dioos- definitivamente no sabía como reaccionar, pero aunque tenía un lío interno en ese momento no le demostré nada a Albert, puse la cara más serena que tenía en ese momento y le pregunté

  • ¿Y según tu, más o menos que estoy tratando de hacer?

  • No te hagas el loco Santiago que si sabes a lo que me refiero –me dijo con cara de impaciencia-

  • Pues la verdad que ni idea de lo que me estas hablando –respondí- sigue caminando, que si llega a salir papá de su cuarto y te ve así te vas a meter en un problemón –y  jalé un poco para que siguiera caminando-

De pronto se detuvo en seco y yo me giré, en ese momento me plantó un beso en la boca muy salvaje para mi gusto, introdujo su lengua en mi cavidad bucal de una vez y la sentí una intrusa. De verdad estaba atónito, no me lo esperaba, y la situación de encontrarnos en las escaleras con Albert comiéndome la boca y que papá o mamá salieran sin avisar de su habitación me infundió un temor inmenso, que no me permitió disfrutar de aquel beso que mi hermano mayor me estaba dando. Le puse una mano en el pecho y lo paré

  • Que te pasa, deja –le dije mas asustado que molesto-

  • No te hagas el santo ahora Santiago, que los dos sabemos muy bien que esto es lo que quieres –me dijo un tono que jamás le había escuchado a Albert y he de confesarlo: me asusté-

Ahora fue el quién me tomó del brazo y me obligó violentamente a subir las escaleras, abrió la puerta de su cuarto y me metió allí como quien mete a un ladrón en una celda. Me empujó y caí en la cama, el se devolvió a cerrar la puerta con seguro y mi temor se acrecentó. Yo tirado en la cama y no sabía como reaccionar. Ese es uno de mis grandes problemas, al estar en situaciones diíficles me congelo y no sé como reaccionar, en fin, Albert empezó a desvestirse rápidamente y en un instante ya estaba en pelotas, con ese instrumento que  yo había observado esa tarde, empinado viendo al techo pidiendo un agujero cálido y estrecho en donde alojarse.

Yo estaba sin palabras, no era capaz de hacer o decir algo. Albert se acercó a mi y de un tirón me bajo el pantalón del pijama y quedé desnudo de la cintura para abajo –yo no utilizo ropa interior para dormir y eso Albert lo notó-

-  Pero si el muy puta no utiliza bóxer para dormir –dijo- El muy maricón esta preparado para cualquier polvo rápido que se le presente.

En ese momento me dio rabia y tristeza a la vez, al escuchar que se refería a mí en ese tono y con esas palabras. Me había dicho puta y maricón, mi hermano, al que tanto quería y respetaba.

Inmediatamente me dio la vuelta,  rápidamente y quedé bocabajo en la cama, exponiendo mi culo lampiño a mi hermano

  • ¡Uffff!, lo tienes más rico que una nena, putoncito –dijo sobándome el trasero-

Tomó mis nalgas, cada una en una mano y las separó. Allí vio mi agujero nunca antes penetrado y metió uno de sus dedos de golpe y sin lubricación alguna. Me quejé del intenso dolor.

  • Pero porqué gritas puta, ¿no era esto lo que querías?

  • Ya para Albert por favor, de verdad me duele, deja –le rogué con las lagrimas amenazando salir, no por la tristeza o el dolor, no, POR EL INTENSO ARDOR QUE SENTÍ-

  • No vas a ningún lado hasta que yo diga.

En ese momento cogió mis dos manos y me las puso en la espalda, apretándolas él con una fuerza que desconocí. Lo siguiente que sentí fue un escupitajo en mi raja y en seguida su glande abriéndose paso en mis nalgas para alcanzar mi agujero. Sentí como tanteaba en busca de mi ano virgen. Lo encontró. Empezó a empujar firmemente y yo sentía que desgarraba todo a su paso. Decidí relajar todo mi cuerpo en ese momento, porque a fin de cuentas, eso era lo que buscaba, ¿o no? Su pene seguía avanzando con la insuficiente saliva como lubricante. Entró todo. En ese momento dejé de ser virgen. Empezó a bombear firmemente mientras yo sentía un ardor que quemaba mi recto. Ese ardor empezó a calmarse, supuse que por la lubricación natural que salía de su pene, pero eso no impidió que siguiera sintiendo incomodidad. Ahora con su mano libre empujaba mi cabeza contra el colchón. Y allí estaba yo, había conseguido lo que en un principio quería con mi hermano mayor, pero no lo quería de esa forma. Me sentía humillado, mi hermano me estaba cogiendo en la posición que yo encontraba más deprimente, como una perra en celo. No hubo besos ni caricias como las que yo esperaba, en vez de eso estaba siendo sodomizado, cogido bruscamente, nada se asemejaba a lo que yo imaginaba en mis fantasías. Estaba  sumergido en mis pensamientos en vez de disfrutar de mi primera vez. Me sentí sucio, utilizado, y todo tipo de sentimientos negativos pasaron por mí, mientras mi hermano eyaculaba sobre mi espalda, tal cual yo veía en las películas pornográficas y que me gustaba, pero ahora que me lo hacían a mí me pareció humillante y asqueroso: eso era exactamente lo que me estaba ocurriendo. Al terminar su orgasmo se dejó caer sobre su cama y casi al instante se durmió. No me quedó más remedio que recoger el pantalón de mi pijama y salir de ese cuarto con el orgullo por el suelo y en mi espalda la abundante corrida de mi hermano.

Entre a  mi cuarto y me duché, sin pausa pero sin prisa. Lavé todo mi cuerpo, especialmente mi adolorido ano. Lo que más me dolía era que mi hermano me había cogido a la fuerza y además que me hubiese dicho puta, maricón y quien sabe que otro tipo de improperios, que fuese precisamente quien me causara ese dolor físico y emocional. En eso estaba y me quedé dormido casi cuando el sol empezaba a salir.

  • Menos mal es domingo –pensé- y no hay clases, puedo descansar.

Pero me equivoqué, ese domingo todo iba a estar más complicado que nunca.

Me desperté a la hora del almuerzo porque mamá avisó que bajara para almorzar. Me cambié, me lavé los dientes y salí al comedor, ya mi papa, mama y Albert estaban esperándome para comer.

El almuerzo transcurría normalmente, mamá y papa hablaban sin parar de la empresa y yo francamente no les estaba prestando mucha atención.

  • Albert por favor, pásame el pan –le dije a mi hermano tan natural como pude-

Me observó con algo de sorpresa y rabia.

  • No, no quiero –respondió el cruzando sus brazos a la altura de su pecho-

Que le pasa –pensé- ¿después de lo que pasó anoche todavía tiene la osadía de tratarme mal? –Trataba yo de asimilar la actitud de mi hermano-

Miré a papá como quien pide ayuda o algo así.

  • Albert que le pases el pan a tu hermano –dijo papá con su voz grave y profunda-

  • Que no quiero, coño. Además papá, sabes realmente que ‘ÉSTE’ no es mi hermano –dijo alterado-

  • ¿Cómo? –Dije con cara de no tener idea-

Miré a mamá buscando una explicación: estaba sorprendida, confundida, asustada; vi a papá tenía una mirada de ira hacía mi hermano

  • De que coño hablas Albert –dijo papá-

  • Tú sabes de lo que hablo, no tienes porque negarlo. Ya lo se todo, Santiago es adopta… -y en ese momento papá lo interrumpió dándole una cachetada fortísima con el dorso de su mano-.

En seguida Albert se enfureció y sus ojos se llenaron de lágrimas producto de la impotencia, salió rápidamente del comedor y entró de nuevo con una carpeta en la mano.

  • ¿No me crees Santiago? –Dijo dirigiéndose a mí- Pues velo por ti mismo –dijo lanzándome la carpeta-

Papá no se movía y respiraba agitadamente, y a mi madre se le salían las lágrimas pero sin ninguna expresión en la cara, típico de ella. Todas las miradas se posaron en mí, esperando la reacción al leer aquellos documentos.

En la carpeta estaba mi partida de nacimiento, pero en vez de estar el nombre de mis padres, estaba el nombre de una mujer que yo desconocía. El siguiente documento era una sentencia o algo así, se que era un documento escrito en papel sellado, de no se que tribunal, en donde decía que procedía la adopción de “un menor de 2 meses de edad motivado por la muerte de su madre biológica, cuyo nombre consta en los libros de registro civil del Distrito Capital como  Santiago  Alejandro (Mi nombre). Se concede la tutela del menor a los ciudadanos Antony Martins y Theresa Pierlucca de Martins” (mis padres) y BLA BLA BLA es resto era cosa que no entendía.

Según ese documento si, efectivamente era adoptado. No lo podía creer, quede sin palabras, con la vista perdida en esos papeles, sin embargo ya no estaba leyendo, estaba procesando esa información, y por más que lo intentara no podía encajar tal cosa en mi mente de adolescente.

Inmediatamente papá se abalanzo sobre mi hermano con su cinturón en la mano dispuesto a pegarle por tal imprudencia que había cometido, sin embargo yo detuve a mi padre diciéndole

  • Pegándole no vas a solucionar nada –le dije serio, sereno, tratando de ocultar mi expresión de dolor, si Albert quería hacerme daño no le iba a dar el gusto de sentirse satisfecho de haberlo logrado.

  • Hijo, tenemos que hablar –dijo por fin mi madre- vamos al despacho de tu papa.

Me levanté de la mesa y me enfilé de primero al despacho de mi padre, seguido por mama y por último por mi desorientado papa.

Al entrar me senté en una de las sillas del escritorio, mamá a mi lado, y papa del otro lado del escritorio en su silla.

Mamá comenzó a hablar:

  • Hijo de verdad te ruego que nos perdones por no habértelo dicho antes, efectivamente eres adoptado… -decía mama con dificultad-

Y allí estábamos papá y yo junto con mi madre, escuchando la historia de mi adopción. Ella me dijo que yo era el hijo de una de las empleadas que tuvo nuestra casa, que a mi padre biológico no lo conocía porque María –mi madre biológica- mantuvo siempre su nombre en secreto. Al momento de yo nacer,  a mi madre biológica le subió la presión arterial y los médicos se debatían entre salvar a mi madre o salvarme a mi. La mujer moribunda decidió por mi vida y le dejó dicho a mi madre que se encargara de mí y que me acogiera como hijo suyo. Y así mamá lo hizo. Me crió junto con papa y me llenaron de todas las comodidades y el cariño que necesitaba, y le dieron un hermanito a Albert, este había alimentado cierto rencor hacia mí ya que yo era el centro de atención ahora, y no era que al lo dejaron de lado, simplemente ya no lo mimaban como antes. Pero a pesar de eso Albert siempre me trató muy bien y me cuidaba y jugaba conmigo. Por eso me extrañó que me haya mostrado esos documentos, así “sin anestesia”.

  • Mamá, para mi estos documentos no tienen importancia –le dije lo más tranquilo posible- para mi ustedes siempre han sido mis padres y siempre lo serán y los amo profundamente. Ahora les pido que desaparezcan estos documentos, ya no importa, esto forma parte del pasado. Y por favor, quiero pedirles que no regañen a Albert, el es mi hermano, lo quiero como tal, y no le guardo ningún rencor –concluí- ustedes son mis padres y los amaré siempre.

Mis padres y yo nos abrazamos y lloramos por unos instantes, luego nos separamos y yo me dirigí a mi cuarto como si nada. Sin embargo, al cerrar la puerta de mi cuarto me derrumbé por completo. Toda mi vida cambiaría de allí en adelante, aunque no quería demostrarlo me sentía sumamente herido, engañado. Un dolor muy grande me invadió al saberme un recogido de mama y papa, y al descubrir que mi hermano –al que tanto quería- mostraba ahora un odio y rencor hacia mí que yo jamás habría podido imaginar. No lo podía creer, no podía concebir el hecho de que yo no proviniera del vientre de mi madre, y que la persona que me trajo al mundo era una perfecta desconocida para mí y que nunca la conocería porque estaba muerta, y que nunca le podría dar las gracias por sacrificar su vida para que yo viviera. Con esos pensamientos y ese profundo dolor, me quedé dormido, no sin antes prometerme que no les demostraría nada a mis padres ningún tipo de dolor y a mí hermano no permitirle encontrarse satisfecho por haberme herido tan profundamente.

Al día siguiente me levanté como de costumbre a las 6.30 de la mañana, para alistarme e irme al colegio. No pude evitar recordar todo lo que había ocurrido el día anterior y ponerme a llorar por todo lo sucedido. Al salir de la ducha y mirarme al espejo vi mi cara, tenia los párpados súper inflamados y los ojos rojos de tanto llorar. Salí del baño, busqué en el closet mi uniforme, me lo puse, busqué mis zapatos y mi morral. Al verme al espejo todo estaba en orden, excepto por las ojeras y los ojos rojos e inflamados. Decidí buscar unos anteojos de sol que mamá me había comprado recientemente y me los coloqué. No me veía mal pero ese, no era mi estilo, a mi me encanta hablar con la mirada, expresiones, muecas, todo, pero que mas da, era eso o tener un aspecto horrible. Peiné mi cabello, un poco largo, como acostumbraba para ir al colegio: todo hacia adelante y a los lados, me eché perfume y salí a tomar el desayuno.

Al bajar Martha me dijo que papá y mamá estaban tomando el desayuno en la mesita del jardín y hacia allá me dirigí. Solamente comí ensalada de frutas y jugo de naranja: no tenía casi apetito. En el desayuno todo transcurrió normal, nadie mencionó nada pero sin duda estábamos algo incómodos por lo sucedido. Albert aún dormía, pues el tenía clases en la tarde.

Al terminar mi desayuno, me despedí de mama y papá con un beso y me dirigí hacia la entrada de la casa en busca de Henri para que me llevara al colegio. En una media hora ya nos encontramos a las afueras del colegio, atestado de estudiantes correteando y jugando. En donde siempre, se encontraba mi mejor amigo Marco, que se acercó a mí inmediatamente cuando baje de la camioneta y se extrañó por los anteojos de sol. Me sonrió y me echo un brazo sobre los hombros, como siempre hacía.

  • Que paso Santi, ¿y esos lentes? –me dijo- ¡todo un rockstar! –bromeó y se rió-

  • Si eres payaso-le contesté riendo también- no, nada. Bueno en realidad si, pero te cuento más tarde, ahorita no quiero hablar de eso, de verdad –le dije cambiando la expresión y tratando de disimular  la incomodidad que me resultaba recordar lo ocurrido la mañana anterior.

- Naguará vale –replicó- viste como eres. Dime, de pana . No seas así –trató de insistir.

Pero justamente sonó el timbre que indica la entrada a clases y le dije:

  • Más tarde te cuento Marquito, apúrate que el viejo idiota de biología se estresa cuando uno llega tarde. Muévelo –le dije dándole una sonora nalgada-

  • Idiotaa –me dijo tallándose su nalga, bien durita y paradita por cierto- de pana Santi, tienes que contarme –me dijo preocupado-

  • Si, si. Ya te dije que te voy a contar –le contesté- apúrate.

Entramos en el salón y justamente venía detrás de nosotros el profesor Julio Ibáñez, el más pedante de los profesores, exigente, sobre todo conmigo que nunca perdía oportunidad para retarme y hacerme quedar en ridículo con mis compañeros, cosa que nunca había logrado, ya que yo siempre iba preparado, pero justamente hoy yo andaba en el limbo.

  • Jóvenes, quedamos en que harían los cruces genéticos de sus familias y los traerían hoy, recuerden que estamos en las leyes de Méndel. –Dijo el insípido profesor-. Así que cada uno irá pasando a la pizarra a resolver el cruce de su respectiva familia, recuerden que estamos trabajando solamente con las características fenotípicas de los ojos y el color de piel, para no enredarlos tanto –dijo con tono irónico y una media sonrisa en su rostro- ¡VIEJO CABRÓN! –le grité en mi cabeza-

En ese momento me empecé a preocupar, no había hecho esa puta tarea el fin de semana, y con lo jodido que es este profesor conmigo lo más seguro es que me humille si no la hago bien.

  • Martins –alzo la voz dirigiéndose a mi- sabe que a mi clase no se puede venir con lentes ni con gorras, ¿lo olvidó?

  • No profe, lo que pasa es que… -pensé en alguna excusa rápidamente- el oftalmólogo me dilató las pupilas el sábado y aún me molesta la luz –dije cortando la respiración y apretando los dientes esperando que me creyera-

  • Hmm –a penas pronunció-

  • Sigamos con Méndel jóvenes, veamos quien es el primero en pasar a la pizarra… –dijo mirando la lista de la asistencia-

A pesar de tener los conocimientos básicos yo estaba muy nervioso y creía en ese momento que se me había olvidado todo, por cualquier error el profesor me mandaría a sentar y me regañaría, de eso no hay duda.

Yo rezaba para que no me pasara de primero, pero como mi suerte estaba descompuesta:

  • ¿Martins Santiago? –Preguntó-

  • ¿Sí profe?

  • Pase a la pizarra –dijo alargando su brazo y ofreciéndome el marcador- puede comenzar.

  • ¿Cómo es que esa la verga esta? –pensé tratando de comenzar- ah ya, el color de ojos de mama y el color de ojos de papá, tengo que ponerles a uno letras mayúsculas y al otro minúscula según sean dominantes o recesivos, a mamá le coloco “mm” porque sus ojos son marrón y el marrón es recesivo y a papá le coloco “NN” porque sus ojos son negros y son dominantes... -Y así fui resolviendo el ejercicio hasta que el resultado fue: “75% de hijos con ojos color negros y 25% de hijos con ojos color marrón”-

Inmediatamente ese resultado no encajo en mí, pues yo tengo los ojos grises… y allí fue donde caí en cuenta y recordé: “¡Que coño! si yo soy adoptado”… por mi mente no pasó la posibilidad de que alguno de mis abuelos tuviera los ojos de mi color, pues no, mi mente quería recordarme cada vez que pudiera que yo no era hijo de mis padres, sino que era adoptado. – “Dioos, que torturaa” –pensé en mi interior infernal-

Inmediatamente mi cara cambio: se me aguaron los ojos apreté la mandíbula para que no temblara (cosa que es característico en mí cuando voy a llorar), se me produjo inmediatamente un dolor de cabeza profundo. El profesor notó mi incomodidad, pero a pesar de eso me dijo:

  • Bien, puedes sentarte

  • Profe será ¿que me puedo retirar? –Le dije en voz baja y acercándome a él- es que no me siento muy bien.

  • Son apenas las 9:30 Martins–dijo mirando su reloj- si piensas salir del colegio tienes que pasar por la oficina del director a que te autorice, sino te regresas a clase, ¿ok?

  • Si profe, esta bien.

Fui hasta mi sitio y recogí mis cosas rápidamente. Marco se volteó hacia mí interrogándome con la mirada, visiblemente preocupado. Yo le respondí con una seña diciéndole que lo llamaría luego. Y salí del salón hacia la oficina del imponente y respetado señor Gonzalo, el director.

En el pasillo me conseguí a Miguel, el típico popular desordenado  mal estudiante, mal portado, idiota y con un aire se superioridad que detestaba en al 1500%, y que de paso en ocasiones se metía con Marcos y conmigo ya que somos muy unidos, y bueno se presta para eso.

Sin duda Miguel era muy atractivo, rubio, siempre llevaba el pelo en punta con abundante gel, ojos verdes y una mirada maliciosa, muy blanco de piel y unos labios realmente apetitosos, pero esas cualidades se veían empañadas con su rebeldía, y al final del día siempre terminaba odiándolo por su comportamiento.

Al pasar por ese pasillo, yo prácticamente era un zombi, a penas me percaté de su presencia, iba sumido en mis pensamientos y con un nudo en el estómago y un dolor de cabeza que me tenían en la luna.

Sentí un empujón, que si bien no fue muy fuerte, bastó para que cayera al piso. Y como no caer si estaba totalmente desprevenido. En la caída mis lentes rodaron por el piso. Miguel no esperaba que cayera de esa manera, lo noté por su expresión, y se dispuso a ayudarme a levantar: claro, no sin antes mirar a los lados a ver si no venia nadie, que irán a pensar los demás si le veían ayudar a uno de los ‘mariquitas’ del colegio, sin embargo no venía nadie, a esa hora todos estaban en sus respectivas clases.

Me incorporé y me senté con la espalda apoyada en la pared a recoger  lo que se había salido de mi morral (que por cierto no sé si estaba abierto o qué, porque se salieron mis cuadernos y otras cosas). El se agacho hasta quedar a mi altura y estiro su brazo un poco,  ofreciéndome mis lentes que habían rodado con la caída

  • Toma, no se rayaron –me dijo con un tono totalmente diferente al que utilizaba cuando andaba en sus chulerías y típicas juergas, y me pareció sexi su voz e interesante, no era ni grave ni aguda, era perfecta, según mi parecer.

  • Gracias –le dije levantado mi cara para observarlo-

Y ahí estaban esos ojos verdes de chico malo, no pude evitar perderme ahí por unos instantes, eran hermosos: de color verde intenso con unas líneas marrón súper claro radiando desde la pupila. Bajé la mirada detallando cada rasgo de su rostro, su nariz perfilada, y finalmente sus carnosos labios sonrosados. Inconscientemente ladeé la cabeza como un cachorro para observar mejor esos ojazos que se gastaba el muy cabrón. También noté que su mirada se clavó en mis ojos y relajó el seño fruncido hasta ese momento, cosa que me despertó del paseo que estaba dando por esos enormes lagos. Sentir su mirada taladrando la mía produjo que me sonrojara y terminé agachando la mirada. Recogí mi morral y me levante azorado. El me imitó y también se levantó. Continué caminando con el a mi lado, íbamos en silencio, hasta que rompió el hielo

  • ¿Para donde vas a esta hora con tu morral? –Me preguntó mirándome- Claro, si se puede saber –dijo eso ultimo con una sonrisa que aflojó todas las coyunturas de mi cuerpo. Traté de verlo a la cara pero cuando su mirada se posó en la mía no la pude soportar y terminé bajado la cara, de nuevo.

Que bochorno, era la primera persona a la que se me era imposible sostenerle la mirada. ¿Que coño me pasa? –Pensé para mí-

  • Voy… -esa palabra me sonó con un hilo de voz súper aguda, aclaré mi garganta carraspeando y continué…- voy a la oficina del director a pedirle permiso para retirarme, no me siento bien.

  • Hmm, yo también voy a eso –me dijo- ah y se nota que no te sientes bien, tienes los ojos rojísimos y te caíste y a penas te toqué.

Recordé que no me había vuelto a colocar los lentes y me los puse de nuevo.

  • ¿Si? ¿Me veo tan mal? –le dije-

  • Bueno no tan mal, pero si se nota.

  • Hmmm –Le respondí- ¿y tú también te vas a tu casa? No traes tu morral.

  • La gente como yo no trae morral, solo trae un cuaderno, con eso basta –me dijo en tono divertido y mostrándome una libreta de resorte que llevaba en su mano izquierda-

  • ¿La gente como tu?

  • Si, la gente como yo, tu sabes –me miró- la gente rebelde pues –concluyó-

  • Aahm –le dije bajando la mirada al sentirme acosado por esos ojos-

Llegamos a la oficina del director y la secretaria nos indicó que teníamos que esperar porque el director estaba ocupado. Nos señaló unas asientos en donde podíamos esperar. Hasta allí nos dirigimos. Al sentarnos, nuestras piernas se rozaron a penas unos instantes. Unos instantes que bastaron para que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, provocando que todos mis escasos vellos se erizaran. Creo que a el también le ocurrió lo mismo.

  • Y cuéntame, ¿que edad tienes Martins? –me preguntó-

  • ¿Martins? Mejor dime Santiago, o Santi –le dije-

  • Ah ok, disculpa. Santi. –Me sorprendió que no pensara que era muy gay decirme Santi, digo, con lo macho que se la daba, esperaba a que me dijera Santiago-

  • Mucho mejor –le sonreí- Tengo 15.

  • Aah, yo 17, en menos de un mes cumplo 18.

  • ¿18? –le miré sorprendido-

  • Si. Lo que pasa es que perdí un año del cole–me respondió con un poco de vergüenza-

  • Ah ok, no vale, no pasa nada –le tranquilice- yo soy el menor de mi clase ya que mi mama me inscribió bien temprano en la escuela –“Mi madre adoptiva” pensé, y mi cara volvió a cambiar; el lo notó.

  • Oye, debe ser grave lo que te pasa, desde que te he visto en el cole, primera vez que te veo así, triste. Siempre andas con una sonrisa en esa cara que casi estresa. –Me dijo poniendo su mano en mi rodilla-

Al principio me sorprendió que hiciera eso, pero la verdad es que me encantó el calor que su mano despedía y su contacto me resultaba más que agradable. Me quedé observando su mano en mi rodilla por un momento, al notar esto la retiró rápidamente un poco apenado.

  • Si, lo que me pasa no es lo más agradable que he vivido, cosas familiares, tu sabes. Pero nunca imagine que iba a pasar por algo así.

  • Ja, pues, de problemas familiares soy casi experto. Yo “vivo” con mi papá y con el siempre tengo rollos, y peleamos bastante. –me dijo-

  • ¿Y por qué haces énfasis en “vivo”? –le pregunté- Ah ¿y eso que vives con tu papa? ¿Tus padres son divorciados? –le pregunté con una confianza que hasta yo mismo me extrañé, pero una confianza que en el poco tiempo de conversación el me había generado-

  • Ehm, bueno mi mamá murió hace 3 años –dijo algo cabizbajo- y ese énfasis es porque papá trabaja en Caracas y paso la semana solo en el apartamento, el viene los viernes y se va los domingos.

  • Disculpa mi imprudencia, de verdad que no sabía lo de tu mama –le dije apenado al saber que su mama había muerto-.

  • Tranquilo, ya lo he superado un poco, aunque todavía duele, no te creas.

Eso de “todavía duele” causó mucha impresión en mí, Miguel tiene su corazoncito, y concluí allí empíricamente que esa podría ser la causa de su rebeldía, la ausencia de sus padres.

  • ¿Y en qué trabaja tu papá? –le pregunté-

  • Esto, –dudó- el trabaja… -y en ese momento interrumpió la secretaria:

  • Ya pueden pasar –dijo-

Me lamenté la gran imprudencia de la secretaria estirada esa, imprudencia que dio fin a tan agradable conversación. En ese momento pensé que al salir de la oficina del director cada quien seguiría su camino y más nunca hablaría con el. ¡Qué suerte la mía! –pensé.

Hablamos con el profesor y cada uno expuso su caso, a lo que para nuestra sorpresa, accedió a dejarnos ir, alegando que estaba de buen humor y de tratarse de nosotros: “dos muy excelentes alumnos del colegio”.

  • ¿Miguel excelente alumno? –Pensé- Interesante.

Al saber que el director estaba de acuerdo nos despedimos de él protocolarmente y salimos de la oficina al desolado pasillo a esas horas. Nos dirigimos a la puerta de salida y caminamos lentamente hasta la acera de la calle, en silencio, como queriendo que nunca llegara el momento de despedirnos. Ya en la acera:

  • Bueno ya me voy –me dijo con las manos en los bolsillos y mirando al piso-

  • Yo también me voy, nos vemos –le dije estirándole mi mano invitándolo a estrecharla como despedida, y así lo hizo-

  • Chao Santi, un placer haber hablado contigo –me dijo sonriendo-

  • Chao Miguel, igualmente.

Cada uno agarró una dirección diferente y apenas comencé a andar sentí que alguien caminaba a mi lado. Al voltear vi que era él.

  • Santi, es que no quiero estar en mi casa –me dijo con cara de fastidio-¿te importa que paseemos un rato?

  • Pensé que nunca me lo pedirías –dije entre los dientes, casi susurrando, muy bajito, diciéndoselo a mi yo interior, pero al parecer, me escuchó.

  • ¿Como dices? –pregunto sonriendo simulando no haber escuchado bien lo que dije-

  • Que si me gustaría –dije algo abochornado al verme descubierto- Yo tampoco quería estar en casa.

Y así continuamos caminando por la calle lentamente, al fin y al cabo estábamos paseando. El día estaba algo nublado y hacía buen viento, comentamos acerca de eso y de otras trivialidades, la verdad es que Miguel tenía buen tema de conversación. Sin embargo recordé que no me había respondido la pregunta acerca del trabajo de su papá.

  • Oye, y te hiciste el loco y no me dijiste en que trabaja tu papá –le pregunte, he de reconocerlo, fui un poco chismoso, ¡que digo un poco!: MUY CHISMOSO, pero la verdad es que me intrigaba saber.

Llegamos a un parquecito no muy grande y nos sentamos en uno de sus banquitos.

  • Lo que pasa es que a mi papa no le gusta que la gente sepa que yo soy su hijo, por cosas de seguridad y eso. Te voy a decir pero no lo comentes, le prometí a papá que no lo andaría comentando por todos lados. ¿Prometes no decirlo? –me dijo-

  • Obvio, te juro que no digo nada –le dije con la mano derecha levantada para darle mas dramatismo, cosa que le causó gracia y sonrió-

  • Bueno mi papá es Omar Beroes el es…

  • El diputado de la Asamblea Nacional- Afirmé más que preguntar

  • Si, el mismo –me dijo orgulloso- ahora entiendes porqué no le gusta que la gente sepa que yo soy su hijo.

-No me digas que tienes guardaespaldas.

  • Pues si, ese es. – Dijo señalando un tipo con ropa normal y unos lentes oscuros-

De verdad que no me esperaba eso, Miguel era hijo de un político importante, o sea que tenía mucho dinero. No me lo esperaba porque su facha de niño malo y desordenado.

  • Oye entonces estoy sentado al lado de un chico adinerado –le dije en tono de juego-

  • Pues tu no te quedas atrás –dijo riendo- Se que tu familia es dueña de la Procesadora Martins , y sí que les entra dinero a ti y a tu familia. Pues tienes hasta chofer –concluyó levantando una ceja-

  • Hmm, pues sí. No me quejo –dije con un gesto de resignación-

  • Oye y no me vas a contar que fue lo que te sucedió –dijo- claro, si no te molesta, si no quieres de verdad disculpa mi imprudencia.

  • No, no, tranquilo, creo que me haría bien desahogarme un poco –dije- lo que pasó fue que ayer mi “hermano mayor” –hice énfasis al decir eso- muy enfadado me mostró una carpeta en donde habían unos documentos que decían que no soy hijo natural del mis papás, sino que soy adoptado. Te podrás imaginar lo que eso representa para mí, por eso es que estoy así –dije con la voz quebrándose cada vez mas- . Y bueno es que me sentí engañado, me sentí que no formaba parte de la familia. Tantas cosas que siento en estos momentos. A lo mejor para otras personas le perece que estoy exagerando, pero la verdad es que esa noticia me impacto como un proyectil justo en mi cerebro, y lo peor es que ese proyectil no me mató sino que fue muy doloroso, bueno, es muy doloroso, súper doloroso -dije ya con lágrimas rodando por mis mejillas-

  • Wow –exclamó en voz baja- pero no te aflijas por eso, yo se que es difícil pero tus papas seguro que te quieren y pase lo que pase siempre te van a querer igual. Solo date tiempo de que tu cerebro procese eso, y con el tiempo ni te vas a acordar. Solo espera a que se te pase y ya verás que te sentirás mejor –dijo pasando un dedo por una lágrima que rodaba sobre mi mejilla-.

Yo sólo quedé en silencio, en realidad no tenía nada que decir, eso ya lo sabía pero me gustó mucho que el me lo dijera.

Y la verdad es que Miguel ahora conmigo era una persona muy distinta a la que yo estaba acostumbrado. Era espontáneo, reía, me contaba cosas, y lo mejor de todo: no me había llamado “mariquita” en todo ese rato. En eso estaba pensando, casi hipnotizado y lo volví a hacer: me quedé mirándolo fijamente con la cabeza ladeada, y esta vez le añadí una sonrisita de bobo.

  • ¿Qué pasó? –Dijo Miguel al notar mi embobamiento con una risita algo nerviosa-

  • Es que eres realmente lindo –dije sin pensar, algo así como un suspiro; e inmediatamente me arrepentí de haber dicho eso, pero ya el mal estaba hecho, le había dicho que era lindo. “Dios mío, llévame ahora, y acaba con este sufrimiento, que vergüenza” –gritaba yo para mis adentros-

  • Gracias –dijo sonrojado y bajando la mirada con una risita de bochorno-

Pero si me sorprendió el hecho de no haberse molestado por decirle que estaba lindo, lo que me diría a continuación me dejaría descolocado:

  • Tú también eres muy lindo Santi–dijo sin levantar la mirada-

  • ¿Qué? –Dije casi sin voz y con una sonrisa que expresaba sorpresa-

  • Si Santi, así como oyes. Me pareces lindo, y no solo eso, hace algún tiempo para acá comencé a sentir ciertas cosas hacia ti, pero que nunca me atreví a enfrentar y que en vez de eso quise reprimir mis sentimientos insultándote y haciéndote quedar en ridículo ante los demás. También tenía miedo de que me rechazaras porque yo no estaba seguro de que eras gay o no. Hasta hoy, que me dijiste el cumplido más lindo que me habrían podido decir, sobre todo viniendo de un chico tan lindo e inteligente como tu –confesó -

Esto sí que no lo habría podido imaginar ni en mis sueños más locos. Y para continuar en la onda de “actuar sin pensar”, que ya llevaba desde hace rato, decidí corresponder a la declaración de amor que me estaba dando, la primero en mi vida, la que nunca olvidaría, y de parte de aquel chico tan guapo, fuerte y picarón que era Miguel. Posé mi dedo índice debajo de su barbilla e hice que la levantara y mirara hacia mí, y antes de que pudiera hacer o decir nada le planté un beso, que primero implicó tímidamente solo los labios, ya que en materia de besos yo no era precisamente experto. Sin embrago me anime y fui introduciendo mi lengua en su boca a lo que el respondió chocando la suya contra la mía. Nunca antes había sentido así una lengua en toda mi vida, ni siquiera esa noche que pasó lo que pasó con mi hermano. Esta vez el beso fue tierno, lento, explorando cada uno de los rincones de la cavidad bucal del otro. Y me sentí en el cielo, escuché el coro de los mismísimos ángeles, y es que Miguel besaba exquisito, o quizás mi inexperiencia me hizo pensar eso. Fuese lo que fuera no cabe dudas que ese beso me estaba robando el alma. Decidí averiguar si Miguel estaba disfrutando de ese momento y abrí mis ojos: vi que tenía sus ojos cerrados y la expresión de las cejas relajadas. De pronto me percaté un cuerpo extraño que se refregaba contra mi lengua, y allí caí en cuenta: el muy cabrón tenía un piercing y lo estaba usando para masajear mi lengua. De inmediato pensé en que si había la posibilidad de que su piercing quedara enganchado en mis brakets, pero deseché la idea al saber que era una esfera y que seria imposible que se enganchara en mis alambres- Si eres idiota Santiago, deja de pensar y disfruta –me recriminé a mí mismo-. Así que me dediqué a sentir aquel beso que ya era totalmente apasionado. Coloco una mano detrás de mi cuello acercándome más a el, mientras con la otra acariciaba mi mejilla con un gesto que yo traducía como de ternura. Sentí la necesidad de apoyarme para sostenerme, y al hacerlo calculé mal y puse mi mano sobre su pene (yo quería colocarla sobre su pierna, LO JURO). Lo sentí muy duro y caliente, lo cual fue sorpresivo para mí. Inmediatamente retire mi cara de la suya y mi mano de su entrepierna.

  • Disculpa Migue –le dije avergonzado y acortando su nombre: Migue, así le diría de ahora en adelante-. Disculpa, disculpa, disculpa de pana no fue mi intención. Que pena –le dije con la cara roja como un tomate, sentía que iba a sangrar en cualquier momento-

  • No, no, mas bien discúlpame tú a mí por estar… este… emh… bueno así –dijo observando su visible erección sobre el pantalón. Estaba más rojo que nunca y con pequeñas gotas de sudor en su frente-

  • Jejeje, Ehhm… bueno, eso no importa, estamos iguales –dije igual de avergonzado señalando también mi erección sobre el pantalón- es algo natural, ¿no crees? Jejeje –volví a sonreír nerviosamente-

  • Si, es normal. ¡Creo! –Dijo también riéndose- ¿Oye quieres ir a mi casa?

  • ¿…? -Dudé.

Por mi mente pasó la posibilidad de que ya se quisiera acostar conmigo, y yo no estaba seguro de  querer hacerlo, a pesar de todo, no conocía tan bien a Miguel, era un extraño prácticamente; el notó mi desconfianza-

  • Pero no te preocupes, que no vamos a hacer nada malo, te lo juro. Es que ya tengo mucha hambre y la verdad es que no quiero comer solo en ese departamento tan deprimente, a esta hora debe estar la señora que cocina y asea la casa. ¿Qué dices? –Me dijo casi suplicante- Es que también tengo miedo de que si este encuentro tan... Tan... No se como decirlo, tan espectacular, tan bello, no quiero que se acabe este momento, y que mañana cuando llegues al cole ni me voltees a mirar, tengo miedo de eso.

Esa última frase me conmovió, y como no conmoverse con esa cara de cachorrito que puso.

  • Bueno, te acepto la invitación “solo a comer” –dije con énfasis en eso último- para que no estés solo y porque yo tampoco quiero que este momento se acabe. Pero antes tengo que avisar a mi casa –le dije -

Saque mi celular marqué el numero de mamá y hablé con ella. Le dije que iría a almorzar a casa de un amigo del cole y que por favor le avisara a Henri (el chofer) que no me recogiera, y que si podía pasar toda la tarde en casa de mi ‘amigo’. Sorprendentemente mi madre accedió sin replicar y me dijo que invitara a ese amigo a la casa algún día para conocerlo, ya que nunca traía amigos salvo por Marco. En fin, me dio permiso y se lo dije a Migue

  • Listo, mi mamá dijo que si –le dije- pero me dijo que tienes que ir a nuestra casa un día de estos porque ella te quiere conocer y eso.

  • Hmm, ya veremos –parece que no le cuadró mucho la idea de ir a conocer a mis papás- pero bueno, vámonos que de verdad ya tengo hambre.