Soy puta. primer contacto

Primer contacto con el sexo masculino.

SOY PUTA. PRIMER CONTACTO

(Relato escrito el 06-03-2008)

Hola, antes de nada voy a presentarme para quien no me haya leído aún. Me llamo Irati, tengo 27 años (soy del 80) y vivo en una gran ciudad de España, aunque soy de un pueblo del norte del país. Para ser sincera no soy una chica especialmente guapa, más bien del montón, y no tengo los pechos grandes, tengo más desarrollada la cadera con un culo carnoso y respingón que normalmente resulta atrayente a los hombres (de hecho es mi arma más recurrida cuando quiero cazar a un macho).

Yo era aún muy jovencita cuando despertó mi líbido, y con once años ya sufrí mis primeros "picores" entre las piernas. Con esa edad aprendí a masturbarme para saciar las repentinas calenturas que me daban, y con doce empecé a tener ganas de experimentar con chicos, pero experimentar de verdad: no me conformaba con "enrollarme", tenía curiosidad de lo que era tocar de verdad una polla, incluso hacer una mamada.

En la escuela había un chico (llamémosle Luis) mayor que yo, que era muy popular. Era bien guapo, jugaba en un importante equipo de fútbol base y además tenía moto, que eso a todas nos volvía locas (qué tontas éramos entonces!). Yo aunque aún era casi "plana", había echado más cadera que el resto de niñas de mi edad, lo que hacía que por detrás mi silueta pareciera unos 4 años mayor de lo que era.

Luis podía irse casi con la chica que él quisiera, y en las de mi edad apenas se fijaba porque él no estaba para jugar a barbies, él jugaba fuerte -palabras suyas- . Así que yo un día que le ví subiéndose en su moto me acerqué a él y le dije que si me daba una vuelta le haría algo que nunca había hecho con las barbies. Para envidia de casi toda la escuela me dio una vuelta en moto y luego me dijo que en dos horas me iba a buscar a mi plaza para llevarme al "escondrijo". Yo imaginé que el escondrijo sería un lugar apartado donde él se llevaba a las chicas para disfrutar de un poco de intimidad, pero no era eso exactamente.

Era un lugar, eso sí. También estaba apartado, era una cabaña en el monte, grande, bien cuidada y adecuada, ideal para pasar un fin de semana tranquilamente. Pero de intimidad nada. Cuando llegamos ya había otras dos motos aparcadas a la puerta de la cabaña, y cuatro amigos suyos (del equipo de fútbol) esperándonos. A uno de ellos le reconocí porque iba a la misma escuela que nosotros, era compañero de clase de Luis. Le pregunté qué estaba pasando y me dijo que tenía dos opciones. La primera era dejarme hacer y chuparles la polla a los cinco, y a cambio ellos me darían placer y no dirían nada a nadie. La segunda era negarme, con lo cual ellos contarían mentiras y ganaría una fama que no podría quitarme jamás. Si el "qué dirán" por desgracia tiene demasiada importancia, en un peligroso cóctel explosivo social como es una escuela a esas edades pues más todavía. Así que accedí, me llevaron hacia adentro y me hicieron quitar la ropa.

Yo ya estaba desnuda frente a los cinco, que estaban sentados en dos sofás (3 y 2), se habían sacado las pollas y ya se estaban tocando. Las pollas eran más grandes de lo que imaginaba, pero no tanto como en la película porno que una vez había visto a escondidas de mis padres. Jugaron una mano a los chinos -o sea, se echaron los turnos a suertes- y los que estaban en el sofá de dos (uno de ellos era el compañero de clase de Luis, Pedro) se levantaron y se recrearon sobándome el culo y babeándome el cuello. Me empezó a picar y a humedecerme entre las piernas y mi respiración se entrecortaba por momentos. Empezaron a alternarse para masturbarme, y mientras Pedro me hacía algo de daño, el otro (José) sabía lo qué se hacía. Los otros tres se fueron a la salita de al lado a jugar a la videoconsola dejándome sola con aquellas dos bocas y cuatro manos que me estaban poniendo a cien. De pronto me susurraron al oído que era la hora de comer el yogur. José colocó dos cojines en el suelo para que pudiera arrodillarme sin marcarme las rodillas y comenzó la fiesta. Ya había visto en el porno cómo se hacía una mamada, pero una cosa es saberse la teoría y otra bien distinta es la práctica. Les agarraba la polla demasiado fuerte, les rascaba con los dientes, movía el cuello demasiado rápido,… fue un desastre. Inesperadamente Pedro me cogió de la cabeza y me embistió con más dureza de la necesaria. Yo me atragantaba y entre la angustia y los ahogos se me saltaron las lágrimas, hasta que sacó la polla de mi boca y se me corrió en la cara y el cuello. Se fue hacia la otra salita diciendo que prefería pagarle 5000 pelas a una puta que follarle la boca a una niñata como yo. No daba crédito a lo que estaba pasando, el sexo se suponía que tenía que ser placentero para quien lo practica y ese chico me lo estaba haciendo pasar fatal. El otro chico vio que estaba a punto de romper a llorar y tuvo el detalle de acercarme unas servilletas de papel y ayudarme a limpiar la cara y el cuello. Me recostó en el sofá y se puso a jugar con mi conchita, supongo que para que me olvidara de lo que acababa de pasar. Y vaya si lo consiguió, que tuve mi primer orgasmo provocado por otra persona. Fue increíble. Deseaba que jamás sacara sus dedos que se movían con tanta maestría por la entrada de mi cueva y el clítoris, y que me hacía estremecer y contornearme como una perra que pedía más, y más. Llegué a tener otros dos orgasmos, que fue cuando él me acercó la polla a mi cara y me dijo que se la chupara. Intenté esmerarme más pero era la segunda polla que tocaba en toda mi vida. A pesar de ello él tuvo paciencia y me fue instruyendo: "no, no la agarres tan fuerte… así." "no me menées tanto los huevos que no son para hacer una tortilla." "intenta jugar más con la lengua.". Fue un auténtico maestro. Poco a poco iba cogiéndole el puntillo y el gusto, tanto conseguía sacarle gruñidos de placer. Él a su vez me cogía del cuello y la cabeza y me acariciaba animándome a seguir así. Me dijo que se iba a correr y sacó la polla. Yo le dije que no me importaba que se corriera dentro, y me la volví a meter en la boca hasta que me la llenó de semen. Ahí cayeron muchos mitos. Ni era dulce, ni me hizo vomitar. Simplemente era un líquido viscoso y amargo que nada tenía que ver con la leche condensada ni con el yogur. Pero no sabía tan mal, y así me lo tragué.

Me dio un beso en la frente y fue a avisar a los tres que faltaban. Mientras éstos se acercaban oímos la bronca que José le estaba echando a Pedro, así que Luis se acercó para poner orden, y le oí decir Pedro que no volvía más a la cabaña, que esa era la última vez que le dejaba participar -lo que me hizo suponer que no era la primera orgía que se montaba allí, ni yo la primera chica… ni la última-.

Pues después de toda la bronca, Luis y los dos chicos que faltaban se pusieron manos a la obra. Me magrearon provocándome un par de orgasmos más, y yo con lo aprendido chupándosela al segundo chico me apañé mejor. Me tragué todo el semen que dos de ellos me dieron. El tercero prefirió ponerme en cuatro y pajearse mientras me masturbaba hasta corrérseme en las nalgas.

Las fiestas en aquella "cabaña de lujo" se sucedieron durante una buena temporadita, tanto que en aquel mismo lugar perdí la virginidad, pero eso ya es otra historia. Por cierto, el imbécil de Pedro acabó por irse de la lengua, lo cual no fue demasiado bueno para mi reputación. Aunque a esas alturas, quizá ya no me importara tanto.