Soy puta. La oscuridad

He querido llamar a este relato “La Oscuridad”. Es un relato en el que voy a contar ninguna experiencia concreta, sólo va a ser una presentación de los siguientes relatos, un puente entre los anteriores en los que he ido hablando de mi adolescencia hasta mi marcha a la ciudad, y los siguientes, en los que cuento algunas historias, sobre todo ajustes de cuentas que los mafiosos llevaban a cabo con Juan y en los que yo me convertía en obligada protagonista. Esa época oscura ocupó más de seis años de mi vida, años en los que estaba condenada a vivir experiencias que al principio me parecían traumáticas y que el tiempo me hizo llevar con cada vez más resignación.

SOY PUTA: La Oscuridad.

(Relato escrito el 8 de Octubre de 2009)

Hola, antes de nada voy a presentarme para quien no me haya leído aún. Me llamo Irati, tengo 28 años (soy del 80) y vivo en una gran ciudad de España, aunque soy de un pueblo del norte del país. Para ser sincera no soy una chica especialmente guapa, más bien del montón, y no tengo los pechos grandes, tengo más desarrollada la cadera con un culo carnoso y respingón que normalmente resulta atrayente a los hombres (de hecho es mi arma más recurrida cuando quiero cazar a un macho).

Esta es la continuación de mi saga de relatos SOY PUTA, que aún no sé cuándo decidiré ponerle fin. Recomiendo que antes de leer éste, leáis los anteriores. También quiero agradecer la cantidad de lecturas que han tenido mis demás relatos, y cómo no los comentarios, tanto los halagadores como los críticos. A los segundos, acepto las críticas si éstas son constructivas, como ha venido siendo hasta ahora. Este es mi estilo, cuento vivencias a mi manera y supongo que evolucionaré como autora de relatos, al igual que ha evolucionado mi vida, quizá para bien, o quizá para mal. De todas formas nunca llueve a gusto de todos.

En mi último relato (En la ciudad) os contaba cómo descubrí uno de los turbios negocios de Juan, entonces mi pareja, de una manera bastante cruel: uno de los matones con los que colaboraba le exigía a Juan un dinero que le debía y me usó para darle una prórroga en el pago. Aquel día, además de la violencia con la que fui manejada, significó un antes y un después: me dí cuenta de que para Juan sólo era un capricho, ya que se puso cachondo viendo cómo aquel matón me hacía sufrir, y encima vi con mis propios ojos que estaba metido hasta el cuello en proxenetismo y tráfico de drogas, y fue tan tonto como para gastarse un dinero que pertenecía a un grupo de maleantes que no dudan en pegar, violar y no dudaría que en matar para recuperar lo que es suyo. No eran nada tolerantes a las ofensas ni a que "se rieran de ellos".

He querido llamar a este relato "La Oscuridad". Es un relato en el que voy a contar ninguna experiencia concreta, sólo va a ser una presentación de los siguientes relatos, un puente entre los anteriores en los que he ido hablando de mi adolescencia hasta mi marcha a la ciudad, y los siguientes, en los que cuento algunas historias, sobre todo ajustes de cuentas que los mafiosos llevaban a cabo con Juan y en los que yo me convertía en obligada protagonista. Esa época oscura ocupó más de seis años de mi vida, años en los que estaba condenada a vivir experiencias que al principio me parecían traumáticas y que el tiempo me hizo llevar con cada vez más resignación.

Entramos en un círculo vicioso en el que Juan se gastaba dinero que no era suyo, porque consumía más de lo que vendía, y las putas a su cargo ya no le daban dinero porque se lo quedaban sus acreedores. Éstos acreedores (grupos de matones y mafiosos) aún así no conseguían cobrarse toda la deuda y se adjudicaron el derecho a tomarme cuando quisieran como "prórrogas de pago". Juan casi todo el día encocado y recibiendo hostias, y yo cada día con un matón o un grupo de matones diferente. Me resigné a esta vida e incluso aceptaba de buen grado las "visitas" de esa gente, pues al menos me daban lo mío, algo que Juan ya no estaba ni para darme. Venían a casa a follarme, y Juan ya casi ni reaccionaba, le daba igual incluso que lo hiciéramos delante de él. Perdimos el bar y el coche, y lo único que quedaba era el piso donde vivíamos. Volví a ejercer la prostitución, trabajando para la misma gente a la que Juan debía dinero, pero me negué a saldar su deuda, preferí que siguieran follándome cuando les viniera en gana –cosa a la que no pusieron pegas-. Un día se me ocurrió largarme sin dejar rastro. Decidí que así no había futuro y así se lo dije a Juan, que apenas me dio réplica. Hice las maletas, cogí dinero que me había ganado y me fui a una de las ciudades más grandes de España.

Ya sé que ha sido un relato muy corto, pero ya he dicho que sólo es un puente. En los siguientes contaré algunas de las veces que me follaron los acreedores de Juan, espero seleccionar las experiencias que más cachondos os pongan. Hasta la próxima!